El Nazareno de San Pablo
El hijo mayor del pueblo de Carayaca
Sobre el Nazareno de San Pablo en el año 1.981, contaba el viejo anciano José Félix Tortoza Castillo, último bisnieto del cacique Hilario de la Caridad Tortoza Rodríguez, guerrero de los antiguos Taramaquas o Tarmas, quién nació en el pueblo de Nuestra Señora de la Candelaria de los Tarmas el 15 de diciembre del año 1.797 y líder fundamental en las peleas que libraron "Los Comuneros Indígenas de Tarmas", entre los años 1.837 y 1.841, en contra de los hacendados y terratenientes de Carayaca y Tarmas, contándole su bisnieto al investigador León Manuel Morales, la siguiente historia sobre El Nazareno de San Pablo:
En los pueblos de Carayaca y Tarmas siempre se ha dicho que el Nazareno de San Pablo fue tallado en estas tierras por un isleño que llegó aquí hace muchísimos años atrás. Esas cosas las digo porque mis antepasados estuvieron más cerca de esos eventos que yo mismo, a pesar de que nací en estas tierras en el año1.886.
El Nazareno de San Pablo a pesar de que no está entre nosotros hoy, es el hijo mayor de nuestra parroquia y si se quiere de toda nuestra tierra carayaquera.
Fíjense que hay dos cosas que son muy canarias en estos pueblos, una es la Virgen de la Candelaria, y el otro es el Nazareno de San Pablo. Esta es su verdadera historia:
Los antiguos abuelos y abuelas nuestras, casi todos ellos eran indios, sambos, mulatos y negros, algunos canarios y muy pocos españoles, quienes decían que en aquellos viejos tiempos había un anciano llamado ROPASANTA quién estaba loco y deambulaba por los lados de El Calvario en Caracas gritándole a la gente estas palabras:
¡Prepárense, prepárense, que viene un tremendo terremoto que acabará con esta ciudad y matará a mucha gente en tiempos de San Bernabé!
Virgen de Candelaria de Tarmas
¡Pídanle a Dios por sus almas y por las de sus difuntos!
La gente pasaba por esos lados, ya que por allí se encontraba el sitio de Caño Amarillo que era tránsito obligado de todos los arrieros que venían desde Catia la Mar, Carayaca o Maiquetía.
En una de esas, una persona en son de burlas le gritó al orate estas palabras: "Ja, ja, ja, peazo de viejo, tú lo que está es loco".
¿Dinos cuando van a suceder esas cosas?
Y el loquito le contestó con certeza y carácter, con las manos llevadas hacia el cielo, estas palabras: "Ya verán lo que va a suceder en el día de San Bernabé, ya lo verán".
Y un viejo sacristán de extirpe castellana, barbudo, asqueroso y maloliente de apariencia, mostrando signos de gran preocupación le hizo la siguiente pregunta a Ropasanta: ¿Y qué es lo que va a pasar el día de San Bernabé, pobre hombre, hostia?
Y Ropasanta en su delirium tremem, producto de su borrachera cotidiana le respondió poéticamente de esta manera:
Qué triste está la ciudad.
Perdida ya de su fe,
Que destruida será,
El día de San Bernabé.
¡Quién viviere lo verá!
En el año 1.641, se desató un fuerte terremoto en estas tierras del litoral central. Justamente, en el día de San Bernabé, en dónde las iglesias de Nuestra Señora de la Candelaria de Tarmas y Nuestro Señor San Joseph de Carayaca sufrieron fuertes daños, desplomándose ambas, producto de dicho movimiento sísmico.
Cabe decir, que según antiguas crónicas narradas por nuestros abuelos y bisabuelos, el pueblo de Carayaca tuvo que ser movido de un lugar a otro a raíz de ese suceso telúrico. Ya que estas tierras están ubicadas sobre una gran falla tectónica; en la cual Su Señoría Ilustrísima Don Fray Mauro de Tovar y Sotomayor en su condición de Obispo de la Diócesis de Venezuela les exigió a los encomenderos del lugar que reedificasen dichas iglesias.
Originalmente, los pueblos de Maiquetía, Carayaca y Tarmas fueron parte de una doctrina de indios; en las cuales se le hacía muy difícil a los curas doctrineros realizar sus labores evangelizadoras en contra de los indígenas que poblaban estos territorios, debido a la distancia existente entre dichos poblados.
Hay que destacar, que otros males se fueron apoderando de la población y contribuyeron a que se diezmara entre enfermedades, conflictos bélicos y la explotación excesiva contra los indios y negros esclavizados traídos del África.
En aquellos tiempos llegó un buque mercante español a la isla de Tenerife con destino a la Provincia de Venezuela; en donde se abastecieron de agua, víveres, carne y pescado salado y de otros enseres necesarios para el viaje a velas.
En el puerto de Santa Cruz de Tenerife embarcaron nuevos marineros y algunos pasajeros que iban a América en busca de fortunas y nuevas formas de vida.
La nave zarpó ondeante sobre las crestas del las aguas del Océano Atlántico y se fue retirando desde la isla de Tenerife con in viento fuerte en las velas de sus mástiles. Luego de varias semanas de navegación continua y derrota con malos vientos en algunos momentos, y poca vela en otras ocasiones; al fin el comandante del buque y sus oficiales apreciaron que estaban cerca de las costas venezolanas.
Desde la distancia marina, el piloto mayor del navío, gritó: "Id bajando las velas, que estamos llegando a La Guayra; allá se divisan sus montañas y la rada del puerto. Gracias al D_os Altísimo llegamos a buen camino".
Al llegar al puerto de La Guayra, el buque fondeó en una caleta que lo protegiera de los vaivenes de las aguas de nuestro Caribe mar, siendo abordado por los representantes de la aduana guaireña en aras de ver su carga, pasajeros e itinerario de viaje.
Más luego, el capitán dio la orden de desembarco, y un negrote muy fuerte tomó sus bagajes e introduciéndolo en el bote, a remos sus cuatros marinos sudando con el fuerte calor guaireño remaron hacia la rada del puerto.
Puerto de La Guaira en el año 1.788
Al día siguiente el buque fue amurado en la vieja rada de dicho puerto; subiendo abordo muchos mulatos quienes bajaron los bagajes de los pasajeros y comenzaron a bajar la carga traída desde esos lejanos lugares de la metrópoli española, la cual fue bien resguardada en los almacenes preparados para tales fines..
Entre los isleños de Canarias que llegaron a estas tierras, después de una navegación forzada a velas; entre ellos vino el labrador Joseph Cristian Molinero, quién pasó muchas vicisitudes en el trayecto marítimo y terrestre, desde su tierra amada en Canarias hasta llegar a La Guayra, cuna matriz de nuestra independencia.
Joseph Cristián Molinero comenzó a pensar sobre su nueva realidad en estas tierras costeñas de la antigua Provincia de Venezuela, quién elevando sus manos hacia el cielo dijo estas palabras: "D_os mío, protégeme con tú manto milagroso y cuídame en mis andares por estas tierras desconocidas por mi; ni me abandones, pero tampoco me desampares".
Puerto de La Guaira a Finales del siglo XIX
El en su imaginación y sintiendo el fragor de los pobladores que en esos tiempos habitaban nuestro puerto principal, en sus andares de inmigrante atorrante comenzó a pensar en ir a un lugar que se pareciera en parte a su tierra natal.
Ciertamente, frente a sus ojos veía las verdes montañas del Warayra Repano o Ávila, pero también pudo ver a los miserables de nuestra tierra, cuando se le acercó un viejo cojeando con un palo en sus manos, diciéndole: "Viajero, por el amor de D_os, por su infinita misericordia; puede usted darme un mendrugo de pan, para poder saciar mi hambre".
Más allá, pudo mirar a una mujer con su locura a cuestas, gritando a todos los vientos: "yo soy la Virgen María, y a mis pies veo llegar a San Joseph".
En verdad, el puerto apestaba, se veían gran cantidad de pordioseros, enfermos, locos, hombres y mujeres con ulceraciones en el cuerpo; y algunos decaídos soldados mal vestidos y dando penas, quienes formaban parte de la miseria en todas sus dimensiones y vicisitudes.
Y lo que más le llamó la atención fue ver a una gran cantidad de viejos y jóvenes marinos españoles, canarios, portugueses y muy pocos italianos, vagabundeando como atorrantes sin rumbo fijo por la ensenada portuaria en busca de empleos, y otros metidos en los bajos fondos y lugares impúdicos de tan vital pueblo guaireño, como en las cercanías del pueblo de Maiquetía.
La Guayra a finales del siglo XVIII
Y también los había quienes se vanagloriaban de sus viejas hazañas y aventuras al ritmo de la borrachera y los males venéreos contraídos en sus desmedidos actos sexuales con las féminas de mal vivir entre tabernas, ventorrillos y lugares conocidos en donde se practicaba la prostitución
El canario Joseph Cristián Molinero se encontró con un paisano en dicho puerto, quién viéndolo desorientado y sin rumbo fijo, le indicó estas palabras: ¡Hombre, Joseph!
¿Por qué no nos vamos hacia los lados del pueblo de Carayaca?
Y el isleño Joseph Cristian Molinero le contestó: ¿Y qué hay por allá, paisano?
Y el otro atorrante conocedor de estos lugares, le respondió lo siguiente: "Oye Joseph; por allá viven unos cuantos canarios y nos podrían ayudar en algunas cosas, como posada, comida, aperos de labranza y bestias. Además el clima es casi parecido al de nuestras islas".
Joseph, de inmediato se puso muy contento y con una sonrisota, le dijo: "Paisano, si yo logro establecerme en ese pueblo y me va bien, puedes estar seguro que haré una imagen de Nuestro Señor Jesucristo, que será recordada para siempre".
Ambos isleños canarios a pie realizaron su caminata por las costas y dominios del antiguo jefe Maiquetía, y de su guerrero Pariata; pasando Los Cocoteros se iban quedando impresionados, ya que en el camino notaban que muchos canarios habían establecidos sus familias en estas costas guaireñas. En su trayecto se detuvieron en algunos ventorrillos en dónde tomaron guarapo, horchata, comieron pescados y arepas asadas, y en algunas ocasiones, casabe.
En su marcha sin cesar se adentraron por los lados de las playas que bañan a Cabo Blanco, en dónde pasaron la quebrada de Las Pailas. En Mare Abajo tomaron descanso y se abastecieron de agua, en dónde los nativos y pescadores de origen africano les manifestaron que el pueblo de Carayaca estaba como a cinco leguas de La Guayra.
Allí los moradores de esas playas, les contaron fascinantes historias de las luchas que llevaron sus antepasados, como la del legendario guerrero Pariata, quién abordó un navío español y acabó con su tripulación, para resguardar sus tierras de los españoles que venían a apropiarse de sus riquezas naturales y tierras.
Siguieron avanzando a paso lento, por desconocer los lugares por dónde iban pasando y la cantidad de serpientes que avistaban en todo momento, ya que eran tierras dónde reinaban las culebras cascabeles y mapanares, los cujíes y mereyes.
Playas de Maiquetía, año 1.928
De tanto caminar avistaron a Puerto Viejo, en dónde el mar batía muy fuerte; acercándose por las costas vieron el Fuerte de Curupao y en la parte de abajo estaba el rancherío de pescadores que llamaban Catia la Mar. Ya que parece ser fue el asiento del cacique Catia en los tiempos de la resistencia indígena.
Allí en esa ensenada, puerto de aguas tranquilas, habían algunas encomiendas compuestas por indios Tarmas cristianizados quienes le enviaron a su principal o jefe para que entablara una conversación con los extranjeros que de paso incursionaban por esas costas, quién le expresó lo siguiente:
Miren, ustedes están metiéndose en tierras peligrosas. Al pasar el Río Mamo se van a conseguir con unas madre perlas; no beban de esas aguas, ni se bañen con ellas. Ya que les puede dar unas calenturas que los llevarían a la muerte.
Hay otros males, muchos indios renegados y negros salteadores de caminos, ustedes van a necesitar un guía que lo conduzcan a dónde van a ir.
¿Adónde van a ir ustedes?
Y el paisano de Joseph Cristian Molinero, le respondió: "Jefe, nosotros vamos hacia el pueblo de Carayaca".
Y el jefe le contestó:
Más a mi razón, necesitan que alguien los lleve allá; ya que aquí llueve mucho y los ríos crecen demasiado, y cuando en sus cabeceras se oyen ruidos fuertes, es porque vienen bajando sus aguas con profunda arrechera; acabando con todo lo que encuentre en el camino. Además hay muchas fieras salvajes, leones, tigres, y otros animales que son peligrosos.
Joseph Cristian Molinero le preguntó al jefe lo siguiente: ¿Cuánto nos cuesta los servicios de un guía?
El jefe le respondió con estas palabras:
Mire amigo, los indios siempre hemos sido muy desconfiados de los españoles y de la gente blanca. Ya muchas personas saben que ustedes andas por estas tierras y los van a cazar en algún lugar. Yo se lo que les estoy diciendo.
Maiquetía y Cabo Blanco a finales del siglo XIX
Yo mismo los llevará a Carayaca, porque ellos saben quien soy yo. Además, ustedes me caen muy bien, denme dos maravedíes y preparemos todo para caminar antes de que cante el gallo.
Joseph Cristian Molinero arrancándose un pelo de su bigote le dijo al jefe indio lo siguiente:
Trato hecho, jefe; mi palabra vale lo que vale un pelo de mi bigote, usted nos lleva a Carayaca, así que vamos abastecernos de carne y pescado salado, casabe, agua y otras cosas que nos hagan falta.
Se fueron a descansar en una posada que el jefe le consiguió a orillas del mar. A primeras horas hicieron los preparativos y comenzaron a caminar por loas orillas de la costa, pasando el sitio de Catamare podían observar las acequias que regaban los sembradíos de caña de azúcar que habían en esos lugares; al igual que la gran cantidad de cabras y chivos.
Más adelante se encontraron con una gran cantidad de matas de guayabas y cocos, dónde el jefe indio le contó esta historia:
Amigos, hace muchos años aquí en este lugar, unos indios Tarmas mataron a los capitanes Luís de Narváez y Diego García de Paredes. Claro está, los españoles mataron al jefe Prepocumate; esas cosas pasaron aquí.
Atravesaron el Río Mamo y comenzaron a subir hasta alcanzar el sitio de Marapa, montaña arriba llegaron al sitio en dónde había un inmenso pozo, en dónde se bañaron, tomaron espuma sacada de los trapiches de la zona, y se echaron unos palos de un aguardiente llamado TASIRE, que sacaban de un trapiche que era propiedad de doña Meancia de Landaeta.
En un ventorrillo que encontraron en ese lugar, comieron unos tasajos de carne con yuca y casabe, dónde pudieron probar el ají chirel. Joseph Cristian Molinero, al probarlo dijo estas palabras: "Ay mi madre, esto parece más bien el infierno, se me está asando la boca; agua por favor, denme agua; que esta picazón no se me quita".
El guía no aguantaba la risa, diciendo lo siguiente: "Ojala, con estos señores les vaya bien en Carayaca; se nota que son buenas personas y son gente de trabajo".
Más luego pudieron observar como bajaban los arrieros con sus burros y mulas a llevar mercancías y enseres para La Guayra y Maiquetía; otros buscaban los caminos de Cataure o Petáquire para ir a Caracas.
El burro campanero guiaba a las demás bestias hacia la ruta marcada; de igual forma, llevaban un perro quien siempre iba adelante para avizorar cualquier mal o serpiente que se encontrase en el camino.
En la marcha ya estaban a una altura en dónde se comenzaba a sentir el frío de las montañas; subieron hacia el sitio conocido como el Topito de Carayaca hasta que llegaron al pueblo San Joseph de Carayaca.
Entrada al pueblo de San Joseph de Carayaca
Al estar en el pueblo codiciado por sus montañas, playas, quebradas, sembradío y clima; los isleños canarios se quedaron viéndose las caras; Joseph Cristian Molinero se llevó las manos sobre la faltriquera y desde su interior sacó los dos Maravedíes y le dijo al jefe indio estas palabras:
Gracias jefe, tome sus Maravedíes, siempre le recordaré, usted es un buen hombre, de quién nos podemos fiar en todo momento.
El jefe indio de Mamo llamó a un indio tarmeño llamado Antonio, diciéndole lo siguiente:
Antonio, ayúdame a estos dos amigos; cuídalos y ponlo en contacto con otros isleños, ya que vienen a labrar las tierras y quedarse entre ustedes. Ayúdalo, pues.
Joseph Cristian Molinero se puso a tumbar montaña para poder hacer sus cultivos; primeramente, hizo un rancho de vara en tierra como buen carpintero que era fue haciendo sus corotos, sillas, catre para dormir, y todo lo necesario para poder sobrevivir en Carayaca.
De igual forma, de los indios aprendió a sembrar en conuco, dónde cultivaba sus hortalizas, legumbres y montes; también fue aprendiendo con los curiosos y piaches las propiedades de las plantas curativas y como enfrentar las picadas de culebras.
El isleño se fue dando a conocer en estas tierras, él era muy devoto a la Virgen de la Candelaria, la patrona de su tierra natal. En muchas ocasiones iba a los rosarios y procesiones que se realizaban en el pueblo de Nuestra Señora de la Candelaria de Tarmas.
Él era un buen tallador en madera de cualquier tipo, ya que sus instrumentos musicales y de oficios tanto domésticos como de labranzas, los hacía el mismo.
A continuación estableció su familia a los cuales impartió la devoción cristiana que había heredado de sus antepasados. Pero comenzaron a llegar los males que siempre azotaron a nuestros pueblos, como las epidemias de viruela, fiebre amarilla, la lepra, entre otros males.
Muchos nativos morían víctimas del mocezuelo, hidropesía, sífilis, gonorrea, tisis intestinal o pulmonar; o de cualquier mal vinculado a la brujería.
Cuando Joseph Cristian Molinero creía que todo iba bien, sobrevino el famoso terremoto de San Bernabé en el año 1.641. Todo parecía un caos, cosechas perdidas, ríos devastando las siembras, muerte por todos lados, árboles derribados, fuertes vientos.
El afamado isleño, al fin se acordó de su promesa y yéndose hacia los lados dónde hubo un guerrero tarmeño llamado Mayupán, buscando hacia los lados de Nazareno en dónde estaba una aldea de los antiguos Tarmas, quienes tenían un trapiche rudimentario de caña de azúcar; por esos lados buscó un árbol que le permitiese esculpir una talla dedicada a la memoria del Mártir del Gólgota, Nuestro Señor Jesucristo.
¿Y qué mejor sitio que los lados de Mayupán y Nazareno, cerca de la quebrada de Suapo?
Dicen que cuando subió a la montaña a cortar el sagrado madero se encontró con un sambo llamado Joseph, quién le dijo lo siguiente: "buen hombre, cuando vaya a cortar ese palo, déle las gracias a tan bello cedro, y pídale a D_os para que nos saque de estas calamidades".
Así lo hizo Joseph Cristian Molinero, tomando la madera deseada se la llevó a su rancho en Carayaca y muy minuciosamente se arrodilló ante una imagen del Nazareno que había traído desde las Islas Canarias, diciéndole estas palabras: "Nazareno, te voy a ser muy parecido a mi, porque un día tú padre nos hizo a su imagen y semejanza, pero no igual a él".
Procesión de El Nazareno de San Pablo en España
Hijo del Padre Altísimo, no quiero perder la salvación de mi cuerpo y menos la de mi alma.
Poco a poco, Joseph Cristian Molinero fue tallando la sagrada imagen, en dónde él vio un destello de luz que bajada del cielo en el patio de su casa, y de pronto comenzó a visualizar la cara y el rostro sanguinolento de Jesús de Nazareth.
Cada día que regresaba del conuco y de las plantaciones en dónde sembraba los productos que le daban lo necesario para poder subsistir y vivir, como de otros palos que sirvieran para aserrar maderas; iba viendo con detenimiento su talla, que iba tomando vida en cada instante en que Joseph Cristian se veía en un viejo y antañón espejo comprado en unos de sus andares al puerto de La Guaira.
En el Nazareno se iba viendo la fatiga, el dolor y la tragedia de quien lo esculpía; era su propio retrato viviente, hecho realidad. Él tenía que acercarse en su semejanza a los que existían en España, estaba tallando para la posteridad, de eso no había dudas.
En el año 1.643, el Nazareno de San Pablo fue esculpido por mandato divino de manera definitiva en madera tallada por el propio isleño de Canarias don Josef Cristian Molinero en el pueblo de San Joseph de Carayaca.
Dicho labrador como hombre de trabajo rudo en las duras faenas del campo, plasmó la condolencia del mismo "Cristo" hacia sus hermanos canarios, en un rostro dónde se confunde la pasión con el amor al prójimo, el sufrimiento con el derecho a ser libre, el martirio con la esperanza, y la fe con la hermandad; en si toca al corazón del hombre como tal, ya que es su propio reflejo hecho realidad.
Una vez concluida tan colosal talla de madera, Joseph Cristian Molinero quedó atónito sorprendido, cuando El Nazareno le dijo estas palabras: "Joseph, tocayo de mi padre el carpintero de Galilea; dónde me has visto que me has hecho tan perfecto".
Y el devoto canario, inclinando su rostro ante Jesús "El Redentor", le dijo estas palabras: "Señor, te he visto en mis sufrimientos, en mis angustias y en mis alegrías; por eso te he hecho a mi imagen y semejanza".
Señor, yo he plasmado tu pasión ante de llegar al sitio de La Calavera; he tallado tú calvario que es el de todos nosotros y que seguirá siendo hasta tú próxima venida. Señor, dos cosas tiene mi tierra canaria, la Virgen de la Candelaria y el Cristo de La Laguna.
El Nazareno de San Pablo
Y en tú santa palabra, porque eres el verbo hecho carne; eres el peregrino de tú pueblo en todos los tiempos y edades. Padre amado, eres Jesús de Nazareno, el varón profeta del D_os Altísimo, eres su profeta poderoso en obras y en palabra. Primeramente, delante de nosotros; y después, frente a tú padre, Jehová de los Ejércitos.
Y el Nazareno volvió a preguntarle: ¿Qué piensas hacer conmigo, Joseph, hijo mío?
Y el tallador le contestó de esta manera: "Señor Dios mío, déjame rezarte en este momento, y después sigo hablando contigo".
Joseph Cristian Molinero encerrado en su cuarto de tallado y con la imagen santa enfrente de él, vistoso con su túnica y corona de espinas sobre su cabeza, con el santo madero hundiendo sus hombros, e inclinándose ante la imagen del D_os viviente, arrodillado comenzó a rezar en latín las siguientes oraciones:
Por la Santa Cruz
De nuestros enemigos
Líbranos Señor Dios nuestro.
Por el nombre del Padre, y del Hijo,
Y del Espiritu Santo.
Amen Jesús.
Padre Nuestro
Padre nuestro Dios,
Que estás en el Cielo
He reverenciado tú nombre,
Danos el Cielo.
Hagamos tú voluntad
Acá en la tierra,
Ccmo los que están en el Cielo.
Nuestro sustento cotidiano
Dánoslo oy.
Y perdonas nuestros pecados
A nosotros,
Como nosotros perdonamos
A nuestros enemigos.
No permitáis, que pequemos,
Cuando somos tentados,
Para pecar,
Líbranos, o apártanos
De todo mal.
Amén Jesús.
Más luego, conversando con su figura energúmena en poder y sabiduría, con el propio D_os hecho realidad a través de tan sagrado madero, le dijo:
Señor, peregrino será por todos los tiempos, por que tú nombre de Nazareno es el derivado de la palabra Nazirath, que significa extranjero. Por eso nunca tendrás lugar fijo en estancia alguna, Padre Divino, porque eres tan extranjero como yo mismo en esta tierra.
Luego, lleno de mucho gozo, el isleño Joseph Cristian salió de tan santísimo lugar, con la cara rejuvenecida, dónde la fatiga ya no era dueña de sus malestares, en dónde el llanto desaparecía para dar paso a la alegría necesaria, dónde las amarguras y los sufrimientos ya no eran nada; los lamentos de Job quedaban solo en los suplicios del pasado; para el pueblo de Carayaca nacía otra era, otra época, otros tiempos.
Los moradores del pueblo se hacían inquietantes preguntas, como esta: ¿Verdad que el isleño Joseph Cristian es un tipo raro?
¿No será que es un hombre misterioso?
Casa de Vara en Tierra
¿Por qué nunca está con nosotros?
¿Qué será lo que está haciendo en su rancho, que casi nunca se le ve en el pueblo?
Pero, el misterio comenzaba a develarse, cuando Joseph Cristian Molinero una vez más se acerco a El Nazareno, diciéndole estas palabras:
Señor mío, pronto te daré a conocer, ya lo verás, nadie te podrá olvidar. Este pueblo y todos los pueblos del mundo te van a recordar por siempre, ya lo verás, Padre mío.
Y el Santo martirizado en su cruz, camino al Gólgota, le dijo:
Joseph Cristian, tú has hecho mucho por mi, eres uno de mis apóstoles, quiero que me presentes el próximo miércoles santo, del año un mil seiscientos cuarenta y tres de mi propia era.
Te pido que me lleven cargado por algunos indios y negros hacia el sitio que de ahora en adelante se llamará El Calvario, que es dónde está mi iglesia y morada en Carayaca, y de dónde me sacarán por siempre para recordar este nuevo pacto que hemos hecho por la heredad que recibirán ustedes los pobres, que son estas tierras ricas en aguas, aves, peces y aire, por los siglos de los siglos.
El canario Joseph Cristian le respondió a su maestro Jesús Ben Joseph o Yoshua Bin Yusuf con estas palabras: "Rabí, como ayer le dijisteis a tus apóstoles, hoy yo salgo a cumplir tú mandato, será como me lo has ordenado, Padre Santo".
Joseph Cristian se fue a conversar con el sacerdote y le dijo que tenía una gran sorpresa, que era necesario esperar el miércoles de Semana Santa. Así se acordó y se hicieron los preparativos subsiguientes.
Cuando llegó el día ansiado, el sacerdote bajo palio rezando un rosario con una gran cantidad de personas de su feligresía, se fueron al lugar en dónde se encontraba el rancho de Joseph Cristian Molinero; al llegar al mismo, se sintió una brisa agradable, las aves titireaban con alegría melodiosa sus cantares, los árboles se levantaban erguidos y la creación misma presentía que esta muy cerca de su propio creador.
Al sacerdote tocar la puerta de la casa, dijo: ¡Deus Meus, Deus Vestrum! ¡Ave María Santísima y Purísima!
Al fondo iglesia colonial de San Joseph de Carayaca, año 1.937. Dicho patrimonio fue demolido para construir el hospital "Eudoro González"
Y José Antonio respondió: ¡Sin pecado original y concebida!
El sacerdote entró en tan modesto rancho, quedando sorprendido de lo que en su interior veía.
¿Y cual sería su sorpresa?
Al ver al Nazareno energúmeno delante de él, le dijo a su sequito estas palabras: "Todos y todas rodillas a tierra porque estamos ante la presencia del Padre, Nuestro Señor Jesucristo".
Allí rezaron algunas plegarias, y la voz de lo que estaba tomando vida en el hogar del isleño canario Joseph Cristian Molinero comenzó a correr por todo el pueblo de Carayaca y sus zonas aledañas.
En procesión salió la imagen bendita, por dónde pasaba todos se arrodillaban impresionados de ver al propio Jesucristo hecho realidad, hecho carne, hecho verbo, soportando el sufrimiento de su propio pueblo.
La historia refiere que el Nazareno fue llevado en tremenda procesión a la iglesia de San José de Carayaca, en dónde se le colocó en un lugar especial. Ese era el indicativo, de que el pueblo de Carayaca por ser un pueblo de paso hacia otras regiones del centro del país, le quitaría al pueblo de Nuestra Señora de Candelaria de Tarmas su hegemonía ancestral, indicando el rumbo de su propio crecimiento político, económico, cultural, religioso y social, a través de los siglos venideros.
Los indios descendientes de los antiguos Taramaquas o Tarmas recitaban en su lengua natural Karíba o Kari´ña, el "Nana Papa * amoro Dios*" o "Padre Nuestro Dios", de la siguiente manera:
Santa Cruz PoKo + * Nana etocom pay + * Nana azacaKo * kemuecom Dios + * Rapa ete poKo * yme maro, * El Espiritu Santo mao. + * Enuara Kíneine Jesús. * | Por la Santa Cruz de nuestros enemigos Líbranos Señor Dios nuestro. por el nombre del Padre, y del Hijo, Y del Espiritu Santo. Amen Jesús. |
Nana Papa * amoro Dios * | Padre Nuestro |
Nana Papa * amoro Dios, * Nuze taca manzé, * rortanKe zínentoda * aere. * Nana vá * Capu Peko * Aquiro nana níyan, * Ero puunomo rote, * Nuzetano com huara. * Nana trepan * paz poro hueyo * Nana vá poKo * exeme * Nana aniKír * epanozKo * Nana vá, * Nana epanopruír huara * Nana eto mecom. * Nana Kízanirtanopoy. * Nana animarida Ko * Nana anirtatome. * Nana azacaKo * Pazporo yahuari vino. * | Padre nuestro Dios, Que estás en el Cielo He reverenciado tú nombre, Danos el Cielo. Hagamos tú voluntad Acá en la tierra, Como los que están en el Cielo. Nuestro sustento cotidiano Dánoslo oy. Y perdonas nuestros pecados A nosotros, Como nosotros perdonamos A nuestros enemigos. No permitáis, que pequemos, Cuando somos tentados, Para pecar, Líbranos, o apártanos De todo mal. Amén Jesús. |
Ya que ellos en su iglesia tenían la efigie sagrada y bendita de El Nazareno de Carayaca, conocido para la posteridad como "El Nazareno de San Pablo", al cual le rendían culto todos los miércoles de la Semana Mayor o Semana Santa. Dicha sagrada imagen fue tallada en los tiempos de Su Señoría Ilustrísima Don Fray Mauro de Tovar y Sotomayor, quién fuera Obispo de Venezuela en esos tiempos.
Al fondo la antigua iglesia colonial de San Joseph de Carayaca, en dónde estuvo el Nazareno de San Pablo
El Nazareno de Carayaca se fue convirtiendo en leyenda en todas estas tierras, hasta que decidieron llevárselo para Caracas, estando en otras iglesias; hasta que al fin lo colocaron en la Iglesia de San Pablo "El Ermitaño"; en dónde estuvo hasta los tiempos del general en jefe Antonio Guzmán Blanco, quién mandó a demoler la iglesia antes mencionada.
Las crónicas locales en las diferentes comunidades que conforman la parroquia Carayaca refieren y así lo expresó el difunto anciano Lino Infante en el Asentamiento Campesino de Cataure en el año 1.980. Cuando ante algunos de sus hijos y del investigador Manuel Grillo Aguilar y mi persona, dijo en su modesto rancho estas palabras conservadas en el tiempo:
Yo fui arriero por muchos años, y llevándole algunas bestias cargadas de productos de la tierra a algunos comerciantes en las esquinas de Mercaderes y Gradillas a Sociedad, clientes de Francisco Sánchez o Pancho "El Narizón". Yo fui testigo de muchas conversaciones que hablaban los caraqueños sobre el Nazareno de San Pablo.
Obispo fray Antonio González de Acuña
Fíjense, que allá se comentaba que la iglesia de San Pablo El Ermitaño se construyó casi en los mismos días que llegaron los españoles a Caracas, en tiempos del capitán Diego de Losada.
Ahora bien, ese Nazareno que está en la iglesia de Santa Teresa es de aquí de Carayaca, y quién se lo llevó fue el Obispo Fray Mauro de Tovar y Sotomayor; y su culto se le debe al Obispo Fray Antonio González de Acuña quién fue el que dispuso que se le dedicara el día miércoles al Nazareno; que al verlo instalado allí comenzó a llamarlo El Nazareno de San Pablo".
La investigación arrojó que el señor Lino Infante estaba en lo cierto, ya que el obispo que el menciona estableció ese culto al Nazareno de San Pablo en 1.674. Pero en el año 1.696, se desató en Caracas una epidemia de fiebre amarilla que diezmó a la población, sin importar la casta social a la que se perteneciera.
De esa manera, fue como los vecinos elevando sus manos al cielo, le pidieron protección al Santísimo Nazareno de San Pablo, que de hecho era muy milagroso; decían los ancianos que el día miércoles santo del año 1.676, Anno Domine, la procesión del Nazareno de San Pablo iba pasando por la esquina de Miracielos, cuando chocaron con un limosnero que había allí.
El poeta cumanés don Andrés Eloy Blanco lo recoge mejor en su poema:
"Sobre la frente del mesías
Hubo un rebote de verdor
Y entre sus rizos tembló el oro
Amarillo de la sazón.
De lo profundo del cortejo
Partió la flecha de una voz:
¡Milagro! Es bálsamo, cristianos,
El limosnero del Señor"
Y la muchedumbre tomó los frutos
Que el cielo enviaba D_os"
"y se curaron los pestosos
Bebiendo el ácido licor
Con agua clara de catuche
Entre oración y oración".
Iglesia de San Pablo en Caracas
En la colina de El Calvario en Caracas, desde la época colonial se efectuaban las procesiones de El Nazareno de San Francisco. Pero al llegar El Nazareno desde Carayaca a la iglesia de San Pablo desplazó en feligresía y devoción a la otra imagen antes descrita.
El Dr. Antonio Guzmán Blanco fue general en jefe y tres veces Presidente de la República de Venezuela conocido como: "El Ilustre Americano" y "El Regenerador de Venezuela".
Quién en sus luchas en contra de la jerarquía católica venezolana por la implementación del laicismo y de un nuevo patronato eclesiástico decidió acabar con la Iglesia de San Pablo, para construir un Teatro que llevaría su propio nombre: Teatro "Guzmán Blanco".
La plaza de San Pablo que se ve frente a la iglesia de igual nombre se construyó en el año 1.580. Y fue debido a la epidemia de viruela que se dio en ese año; siendo el Santo Protector San Pablo "El Ermitaño". Además, se veneraba la sagrada imagen de Nuestra Señora de Copacabana quién era la patrona de las lluvias.
Doña Ana Teresa Ibarra y Urbaneja – – – – General Antonio Guzmán Blanco
Las procesiones en honor de ese culto mariano a Nuestra Señora de Copacabana duraron tres siglos aproximadamente. Dicha imagen se encuentra en la iglesia de Santa Ana, conjuntamente con la basílica de Santa Teresa conforman 2 iglesias iguales y muy simétricas entre sis.
Ciertamente, su señora esposa doña Ana Teresa Ibarra y Urbaneja devota furibunda del Nazareno de San Pablo, le hizo a su afamado esposo el siguiente reclamo: ¿Por qué vas a dejar al Nazareno de San Pablo sin Templo, Antonio?
¿Si, él no se ha metido contigo, Toño?
Antonio, yo te quiero mucho; pero, sobre ti está Nuestro Señor Jesucristo. Ve y anda a la iglesia de San Pablo, para que veas que El Nazareno está tan vivo como nosotros.
Monseñor Dr. Francisco Ibarra y Herrera
1er. Arzobispo de Venezuela
Antonio, tus problemas son con el Ilustrísimo Monseñor Don Silvestre Guevara y Lira; no con el Nazareno de San Pablo. Antonio, se lo grande que me amas; pero, aunque hagas un teatro dedicado a tú onomástico, el mismo no durará con tu ilustre nombre; mientras, que El Nazareno será eterno y no morirá nunca jamás.
Y debes recordar siempre, que él es el sucesor de mi tío abuelo, monseñor Francisco Ibarra y Herrera, quién fuera primer Obispo de Guayana y primer Arzobispo de Caracas y Venezuela.
Antonio, amado esposo mío; mi tío el arzobispo nació en el pueblo de Guacara, el 19 de septiembre de 1.726. Él era hijo de mi bisabuelo don Gabriel Ibarra y de mi bisabuela Brígida Herrera; además, por casualidad del destino murió el 19 de septiembre de 1.806, en Caracas.
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