La Extensión Universitaria: expresión particular de la integración universidad-sociedad (página 2)
Enviado por Maril�n Helguera Vega
Por tanto, la motivación es uno de los factores que desempeña un papel esencial en la extensión. En la personalidad se da la unidad entre lo cognitivo y lo afectivo. No se puede aislar la unidad entre lo cognitivo-instrumental-ejecutor, de lo afectivo-motivacional-inductor, pues ambos en su indisoluble interrelación constituyen los sistemas reguladores de la personalidad. En el proceso de promoción cultural se debe tener en cuenta esta unidad para que la actividad tienda a resultarle gratificante al alumno.
Teniendo en cuenta estas consideraciones se asume que la motivación, las necesidades, la participación y la identidad son aspectos esenciales en el proceso de integración de la universidad con la comunidad. En la medida en que las acciones que se desarrollen se correspondan con las necesidades de los estudiantes y de los ciudadanos, con sus intereses, se logrará un involucramiento de ellos en el proceso. Estas acciones no pueden estar alejadas de su esfera motivacional, pues se afectarían los niveles de participación de los mismos.
Dos conceptos íntimamente interrelacionados son motivación y necesidad. "Una necesidad educativa es la situación hasta cierto punto conflictiva que surge en una parte o en todo el sistema educativo." (Nóguez, A. l980:3). La necesidad se percibe cuando no se está conforme con la situación presente y entonces, sentimos que algo debe hacerse para resolver ese estado de cosas. En otras palabras, se puede afirmar que las necesidades son vistas como diferencias medidas entre una situación actual y otra deseada, o sea, entre el estado actual y el deseado.
Estas ideas ayudan a comprender que la participación constituye un proceso a través del cual cada individuo, como personalidad única y activa y como auténtico miembro de un grupo o comunidad, se compromete responsablemente en la solución de los problemas comunes, en un clima de estrecha comunicación, respeto al otro y ayuda mutua. La participación es una importante necesidad humana, representando el camino para satisfacer el deseo de pertenecer y ser reconocido, de autoafirmarse y realizarse, de ofrecer y recibir afecto y ayuda, de crear.
Por todo lo anterior, la autora del presente trabajo concuerda con los principios de identidad y participación, declarados en el Programa Nacional de Extensión Universitaria del. MES (2004) para promocionar la cultura. La identidad se entiende como "producción de respuestas y valores que, un grupo social determinado de la cultura, como heredero y trasmisor, actor y autor de su cultura, realiza en un contexto histórico determinado como consecuencia del proceso sociopsicológico de diferenciación-identificación en relación con otros grupos o sujetos culturalmente definidos" y la participación como "proceso social sustentado en las necesidades y motivaciones de las personas las cuales expresan la real capacidad de asociarse, comunicarse, actuar y transformar la realidad". (Programa Nacional de Extensión Universitaria, MES, 2004).
En general, pero muy especialmente en el caso cubano, la comunidad tiene un peso importante como escenario de la participación de los ciudadanos. Participación entendida como se señala anteriormente, en su sentido más integral, no sólo como respuestas a movilizaciones convocadas desde un centro, sino intervención activa en todo el proceso social, desde la identificación de necesidades, la consecuente definición y formulación de políticas, hasta la ejecución. Por tanto, para promover la cultura es esencial conocer las características de la realidad cultural de esas personas, conocer cada comunidad, sus potencialidades y recursos, detectar sus problemas, conocer sus valores patrimoniales, los gustos, intereses, los niveles alcanzados en la creación y percepción por la población del lugar; en resumen el estado real de cada uno de los elementos del ciclo, de forma tal que se pueda influir positivamente, alentar y estimular el desarrollo y reproducción sociocultural, a partir de la integración de los procesos espontáneos generados por la propia comunidad.(González y González Larrea: 2003).
La comunidad como categoría ha sido conceptualizada por diversas ciencias en correspondencia con su objeto de estudio y desde la perspectiva de los especialistas. Esto ha traído como consecuencia que existan innumerables definiciones en las que se le otorga mayor relevancia a uno u otro aspecto.
Para la presente investigación, resulta apropiada la concepción acotada por especialistas del Centro de Estudios Comunitarios de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Central "Marta Abreu" de Las Villas, para los cuales "la comunidad, como conjunto de relaciones sociales expresadas o codificadas en multitud de hechos concretos posibles en el nivel empírico de la investigación puede ser considerada, en su realidad abstracta, un grupo social, mediatizador de los procesos sociales e individuales (.) La comunidad se inscribe en los marcos de una formación social, de un modo de producción, de un sistema de relaciones políticas, como esencialidad concreta de la sociedad (…) posee una gran diversidad cualitativa generada por su historia, ubicación geográfica, vida económica, procesos migratorios, marginación, tradiciones culturales y las improntas del presente". Amén de otros grupos sociales, la comunidad supuesta en Cuba, es cualitativamente diferente a otras del orbe, por haber sido producto -por vía de la creación o de la modificación- de la revolución social socialista, que implicó nuevas formas de organización económica y sociopolítica (Alonso Freyre y otros: 2004).
La universidad y en general el país ha iniciado proyectos con la intención de lograr la integración para la acción comunitaria. Se han obtenido logros en su instrumentación y aplicación, pero aún son insuficientes. Para la universidad es importante cómo plantearse e implementar las estrategias y prácticas para el desarrollo sustentable de la comunidad. La participación total es el eje de consolidación de un desarrollo de la comunidad desde la praxis. Actualmente en este vínculo universidad-comunidad estas políticas participativas no superan el discurso, la formulación, lo cual significa que los docentes, estudiantes y sectores populares tienen y deben transitar un proceso de toma de conciencia; tienen y deben lograr una capacidad de gestión y autogestión responsables.
La universidad debe crear proyectos en que la participación de la comunidad intra y extrauniversitaria no sea a medias o bien en determinados momentos o etapas, de un proceso que, por lo general, han sido decididas y organizadas por la propia universidad y no por los involucrados. Como se ha señalado participar activamente no se reduce a ejecutar acciones delineadas desde agentes externos aunque el propósito sea mejorar las condiciones y calidad de vida de ese entorno. Participar en forma real, efectiva, y protagónica requiere formar parte activa en el diagnóstico de situación, en la decisión de alternativas de solución, en la planificación y gestión, en la ejecución de las acciones y en la evolución del proceso y los resultados alcanzados.
La universidad en su accionar integrador con la comunidad debe tener en cuenta los elementos estructurales de este proceso de participación activa, o sea, que los involucrados tengan acceso a la mayor cantidad de información sobre la problemática. La información posibilita primero, el intercambio y el análisis más adecuado de lo que se está enfrentando; segundo, el acceso directo en la mesa de discusión y análisis, antes, durante y después del proceso, junto a otros sectores como organizaciones políticas y de masas, instituciones técnicas, empresariales, etc; y tercero, decidiendo las iniciativas, propuestas y alternativas de solución para el desarrollo de la comunidad.
Si la universidad trabajara sobre un proceso con estas características en forma simultánea conllevaría a aumentar la forma de conciencia de la comunidad intra y extrauniversitaria, respecto a sus necesidades, demandas y capacidad de propuestas. Asimismo para ellos significaría pasar de sus necesidades y problemas individuales, a aquellas que responden en forma consciente a los intereses permanentes del sector popular. Si se opta por una política de desarrollo participativa, es necesario que la universidad asegure estrategias que apunten a una participación con las características expuestas anteriormente. La mayoría de las políticas, estrategias y programas de desarrollo comunitario no logran dar respuesta a una gran parte de las necesidades, demandas y propuestas de los llamados destinatarios o beneficiarios.
La universidad debe integrarse a la comunidad y viceversa, con proyectos y programas que conlleven a que estos sectores populares pasen de un rol de beneficiario a uno de involucrado en el proceso. En la medida en que la universidad logre estrategias en que dichos sectores vayan construyendo en la praxis su rol actoral desde el ámbito local, podría concertar con mayor éxito en otros ámbitos regionales y nacionales canalizando su proyecto en forma más adecuada y realista.
No obstante los cambios instrumentados y los esfuerzos desplegados por el Ministerio de Educación Superior de Cuba, para lograr mayor calidad en el desempeño profesional pedagógico, en el orden teórico metodológico aún no se satisfacen las exigencias que la situación actual plantea a la labor docente-educativa en nuestras universidades. Ello se ha demostrado en investigaciones realizadas en Cuba, donde se constatan aún problemas en los procesos sustantivos universitarios que de forma generalizada pueden expresarse a partir de las insuficiencias siguientes:
Todavía no se logra la integración universidad-sector productivo y de servicios, comunidad y sociedad.
Asistematicidad en el diseño, planificación y organización, desarrollo y control del proceso, que limita la unidad integradora de cada nivel de organización: actividad docente, tema, asignatura, disciplina, año y carrera.
La formación del estudiante no se concreta de acuerdo con las necesidades de la comunidad y la sociedad.
La ausencia de un enfoque dialéctico, integral, ha implicado que, en ocasiones, el resultado inmediato del proceso de formación del estudiante: la instrucción y la educación, se estudien de modo fragmentado y aislado. Se desconoce que lo curricular es el instrumento fundamental para educar a nuestros alumnos, aunque pueden existir otras vías complementarias para obtener esos resultados formativos.
En fin, para que el desarrollo del proceso docente-educativo en la Educación Superior sea exitoso es necesario interrelacionar los componentes académico, laboral e investigativo con la extensión en aras de preparar profesionales capaces de resolver, a través de la investigación científica, los problemas que se les presenten en sus esferas de actuación y campos de acción, requiriéndose de un modelo pedagógico que exprese las regularidades de dicho proceso y la relación entre sus componentes, los cuales no deben abordarse aisladamente, de manera fragmentada, sino que deben entrelazarse y enriquecerse mutuamente.
Durante todos estos años se ha trabajado con intensidad en este sentido, no obstante, la calidad de los egresados no es satisfactoria. A pesar de las acciones emprendidas no existe una integración orgánica y efectiva entre la extensión y los componentes organizativos del currículo, o sea, no se diseña un trabajo docente, ni investigativo, ni de extensión universitaria, coherentemente organizado como sistema y sustentado sobre bases científicas para alcanzar los resultados que se esperan: la formación de nuestros profesionales en su integralidad, es decir, un profesional con una formación humanística cultural que ofrezca respuesta a las demandas sociales existentes, o sea, junto a la dimensión cognitiva (saber) y la técnico profesional (saber hacer), debe este profesional concretar en su formación las restantes dimensiones que abarcan todos los aspectos de la formación integral de la personalidad: lo socioafectivo (el sentir), la comunicativa (saber expresarse) y la dimensión espiritual (ser). (Molina, 2005:2)
En este sentido en las Universidades Cubanas están diseñados los objetivos de los profesionales que se forman en las carreras de perfil sociohumanístico en correspondencia con las exigencias actuales. Sin embargo, estos objetivos declarados no se corresponden con las realidades de estas especialidades, en las que prevalece una prioridad del componente académico, de lo estrictamente cognitivo en detrimento de las otras funciones universitarias y por ende, atenta extraordinariamente contra la formación del estudiante y contra el vínculo de la universidad con la comunidad.
Entre las carreras humanísticas que se estudian en la Universidad Cubana se encuentra la Carrera de Licenciatura en Letras. Es cierto que en esta especialidad en la Universidad Central "Marta Abreu" de Las Villas, se hacen esfuerzos, se diseñan programas, planes y estrategias con el objetivo de favorecer los vínculos de la universidad con su entorno social y de este modo, contribuir a la formación de los profesionales que en esta carrera se forman, pero estos programas no pasan de ser acciones aisladas, individuales, en ocasiones poco coherentes y a veces distantes del currículo declarado para esta especialidad. Por supuesto, esto genera un divorcio entre cultura teórica y cultura práctica, lo cual aleja todo protagonismo y participación real del estudiante, provocando, un efecto contrario y un distanciamiento de los verdaderos problemas socioculturales que competen a este tipo de profesional. Se percibe la asistematicidad, la desintegración y no siempre se aprovechan las vivencias de los estudiantes para la vinculación del contenido de las asignaturas con la práctica. Estas cuestiones todavía sin solucionar, se han discutido en los diferentes niveles: departamento, carrera, año y en reuniones con los propios estudiantes, pero aún están por resolver.
Por otra parte, el entorno universitario se resiente de una carencia del protagonismo de los estudiantes de Letras, que deberían, en última instancia, ser los que realmente, en la praxis universitaria activaran la vida cultural de la institución. También existe un visible distanciamiento entre las áreas sociohumanísticas y el Departamento de Extensión de la Universidad, lo que no favorece de modo alguno y lo que hace es atentar contra el trabajo cultural universitario. Estas áreas deberían aprovechar todas las potencialidades contenidas en el currículo y desde esta dimensión, se favorecería en primer orden, la formación de estos profesionales y en segundo orden, el trabajo sociocultural de la institución como centro generador de ciencia y cultura.
Estas áreas involucradas en el trabajo cultural de la institución y responsabilizadas con la formación de estos futuros profesionales deberían reflexionar en todo el potencial inmerso en el currículo y pensar en cuánto podría hacerse desde las propias disciplinas artístico-literarias atendiendo a su carácter formador.
A través de estas disciplinas vivimos múltiples vidas que nos acercan al pasado y a todo el mundo actual que nos circunda. Generalmente estas posibilidades son desaprovechadas por los docentes, con frecuencia no trascienden el aula y quedan limitadas a la ubicación del autor y al momento en que surge la obra, sin revelar los elementos verdaderamente humanos implícitos en ella. Son disciplinas facilitadoras del pensamiento, se considera que el discurso artístico-literario es un objeto estético con un valor sustantivo, no solo para su creador, sino también en el contexto artístico, cultural, histórico y social en el cual surge, y la educación debe aprovechar todo ese potencial en función no solo de nuestros futuros profesionales sino además en función de los ciudadanos.
Por consiguiente, la Carrera de Letras debería emplear mejor esas potencialidades y ponerlas en función de un futuro egresado, capaz en su accionar cotidiano, de desarrollar un sistema de acciones sucesivas de manera consciente y organizada, encaminadas a iniciar y fortalecer aspectos relacionados con la cultura en cada uno de los sujetos con los que interactúa, tanto en la institución como en la comunidad.
Estas contradicciones existentes se resuelven en el propio proceso docente-educativo, con un accionar científico, sistémico, de participación dialógica, lo cual contribuiría al desarrollo de los estudiantes y potenciaría el vínculo universidad-comunidad. Una vía idónea para lograrlo son los nexos interdisciplinarios, que al decir de Jorge Fiallo (1997:43) es "la vía efectiva que permite la integración de las ciencias con la escuela…..además permite garantizar un sistema general de conocimientos y habilidades, tanto de carácter intelectual como prácticos, así como un sistema de valores, convicciones y de relaciones hacia el mundo real y objetivo en el que les corresponde vivir, como aspecto esencial desarrollador en los estudiantes, una formación laboral que les permita prepararse plenamente para la vida."
Teniendo en cuenta la problemática anterior, urge la necesidad de trazar acciones concretas desde las propias potencialidades de las disciplinas artístico-literarias de la Carrera de Letras, de manera tal que contribuyan al desarrollo integral de la comunidad intra y extrauniversitaria; así como crear modos sistemáticos de actuación que aparezcan de una forma no añadida, sino integrada al currículo, encaminados a transformar la realidad actual. La universidad posee, en esta especialidad, recursos y medios suficientes como para poder hacer una amplia oferta cultural.
Se debe pensar, por otro lado, en que el propio estudiante necesita completar su formación, pues las nuevas exigencias de su posterior ejercicio profesional lo obligarán a tener un caudal de conocimientos que, lamentablemente, no se imparten en las aulas universitarias. Si además el estudiante, permaneciera más tiempo en el propio terreno de la práctica, ello supondría, que ampliaría esos conocimientos demandados y no satisfechos. Claro ejemplo se halla, en que todavía es una aspiración que el estudiante de la Carrera de Letras, sea un esencial promotor de la cultura artístico-literaria tanto en nuestra Institución como fuera de ella. De ahí, la necesidad de buscar vías que propicien este vínculo en lo referido a las acciones que matizan el carácter humanista, pero estas vías no pueden tener carácter espontáneo, sino que deben concebirse sobre la base de modelar la realidad.
La práctica extensionista en estas áreas sigue siendo una labor asistemática, unilateral, orientada por lo general como actividad complementaria con un excesivo practicismo, así como, carente de un sustento teórico que propicie su planificación y cientificidad, lo cual conlleva a determinar sobre bases científicas concretas, las necesidades existentes en la Carrera de Letras de la Universidad Central y en la comunidad para favorecer la integración.
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Autor:
Marilín Helguera Vega
Universidad Central de Las Villas
Cuba
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