LO SAGRADO DE LO FEMENINO Y LO MASCULINO Y SUS EXPRESIONES EN EL HOMBRE Y LA SOCIEDAD
Lo femenino y lo masculino son patrones universales de la psique humana y no están restringidos a un género.
Jung llama ánima a lo femenino en el alma masculina, y ánimus a lo masculino en el alma femenina. Así pues, masculino y femenino pertenecen a la estructura de nuestra conciencia. Cuando permanecemos inconscientes a uno de los dos polos, renunciamos a sus características y perdemos sus cualidades.
La transición de la conciencia de lo femenino sagrado hacia una visión patriarcal y masculina de lo sagrado sacrifica y abandona lo femenino. Tanto en los hombres como en las mujeres, lo femenino se sumerge para pasar al mundo de la sombra, y desde el inconsciente emerge a través del instinto y la sensualidad, poniéndose al servicio del ego animal e identificándose exclusivamente con el cuerpo de la mujer.
Lo femenino consciente evoluciona a través de la imaginación creadora y se relaciona con la vida y la energía renovadora. Cuando el arquetipo de lo femenino, en su expresión del amor, es activado, nos sentimos imbuidos con la vitalidad del amor, la belleza, la pasión y la renovación espiritual.
Jung afirma que la pérdida de un arquetipo hace sentir este "descontento de nuestra cultura" y nos atemoriza. Sin la vitalidad femenina, que equilibra el principio colectivo patriarcal, aparece la esterilidad. La creatividad y el desarrollo personal quedan sofocados.
Cuando lo femenino como polaridad equilibrante no es considerado, las estructuras sociales y psíquicas se convierten en mecánicas en exceso, políticas en exceso, militarizadas en exceso. El pensamiento, el juicio y la racionalidad se constituyen como los factores dominantes. La necesidad de realización, el sentimiento, el cariño o el cuidado de la Naturaleza quedan desatendidos. No hay equilibrio ni armonía en el interior ni en el exterior de uno mismo.
Hemos visto cómo el arquetipo femenino fue venerado en la antigüedad como Gran Madre, Señora de los Cielos y de la Tierra y lo sagrado de la Naturaleza, inclusive del mundo animal.
Cuando hay una pérdida de lo sagrado de la Naturaleza y de lo femenino, la sociedad lo expresa a través de imágenes de naturaleza demoníaca, como actualmente aparecen en todo el arte juvenil satánico y en el arte erótico, que ha perdido la dimensión sagrada para transformarse en expresión de lo animal y perverso.
LO FEMENINO Y LO MASCULINO EN LA CONCIENCIA
El reino de la Gran Madre sobre la conciencia permite el nacimiento del Yo sobre el ego animal.
Lo femenino nos ayuda a sacrificar la identidad del ego animal por la del yo humano y la del Ser. Nos invita a abandonar el enfoque del ego animal combativo en pos de nuestra conversión en individuos. Nos mueve a superar nuestro apego a la autonomía del ego animal, nuestro deseo de poseer y controlar todo, y finalmente el de identificarnos con nuestra personalidad efímera.
La energía masculina logra arrebatar del inconsciente la experiencia de la discriminación de la individualidad, de la capacidad de libertad y de elección. La energía del Gran Padre nos permite simplificar los mecanismos de supervivencia física y de bienestar.
La época patriarcal ha cumplido su objetivo evolutivo. Éste debió preceder al nacimiento de una feminidad consciente y al desarrollo de la totalidad humana. Recordemos que la energía heroica de lo masculino logra diferenciarse del abrazo de la Gran Madre, rompe el mundo psíquico y permite distinguir el "yo" del "tú", el marido de la esposa, el macho de la hembra.
El alma se desarrolla mediante la atracción de los opuestos y su relación con ellos. Es decir, que la hegemonía del Gran Padre nos invita a recuperar el poder de la Gran Madre.
Mientras que lo masculino y lo patriarcal posibilitaron que emergiera la consciencia del "yo individual" desde las profundidades del útero de la Gran Madre, el despliegue de lo femenino dentro del alma permite a este "yo individual" empezar a retornar y a conectar con su ser más integro: cuerpo, alma y espíritu, y además le permite reconocer su relación con la comunidad humana.
Lo femenino como sabiduría impulsa a soltar amarras en lugar de poseer. A vivir la vida como un proceso más que como piezas estáticas, y puede llevarnos a profundizar en el morir, que es la condición previa de nuestro devenir.
Lo femenino siempre respeta y venera los Misterios de la Naturaleza, que son sus propios misterios, y muy rara vez atenta contra la Naturaleza. Lo femenino está sometido a la Naturaleza y es incapaz de alterar o cambiar el curso de los acontecimientos naturales. Lo femenino acepta plenamente lo que es. Sin lo femenino y su respeto por la manera de proceder de la Naturaleza, la ingeniosidad de lo masculino se volvería muy destructivo para la vida.
Lo femenino nos invita a vivir las cosas terrenales como aspectos integrales de nuestra totalidad. Contribuye a despertar nuestro sentido de la responsabilidad hacia la Tierra. El sentimiento de cuidar del planeta y no sólo explotarlo es fundamentalmente femenino.
Desarrollando en nuestro interior los hilos de la relación entre los opuestos, cielo y tierra, masculino y femenino, vida y muerte, consciente e inconsciente, lo femenino dará a luz comunidades con capacidad de ser.
LO FEMENINO Y LAS RELIGIONES ACTUALES
Mientras que en lo religioso el paradigma patriarcal tiene la tendencia a crear un mundo "a su imagen y semejanza", unilateral y fragmentado, la visión femenina reconoce, experimenta y recibe la totalidad. La naturaleza tejedora de lo femenino nos capacita para apreciar y explicar el sentido holístico del mundo que complementa la perspectiva masculina.
Las raíces del pensamiento cosmogónico griego influyeron en Occidente y en el pensamiento judeocristiano, en el que lo femenino es prácticamente evacuado del plano divino, dejando un creador exclusivamente masculino.
Allí donde el Dios es masculino y padre, lo religioso sólo está asociado con la ley, el orden, la civilización, el logos, la religión -y el patrón de vida que esto apoya-. Tiende a convertirse en una negación de la naturaleza, de lo instintivo, de los sentimientos, de Eros. Una religión así, lejos de unir y de integrar, lo convierte todo rápidamente en un instrumento de represión y de desintegración individual y social (Víctor White).
La actitud patriarcal, entrelaza con la imagen de un Dios masculino en su negación de lo femenino, de lo instintivo y del sentimiento, se convierte en una estructura jerárquica de palabras y dogmas presente en la mayoría de las religiones contemporáneas.
Para restaurar la imagen de lo femenino y sanarlo tenemos que darnos cuenta, en primer lugar, de que las imágenes existentes no son las más adecuadas para contener la totalidad de la fuerza apasionada de la vida.
Dos imágenes de lo femenino son prominentes en la Cristiandad Occidental: María Magdalena y la Virgen María. Juntas, la Virgen y Magdalena forman un díptico de la idea patriarcal cristiana de la mujer. No hay lugar en la arquitectura conceptual de la sociedad cristiana para la mujer en sí misma, una mujer que no sea ni una virgen ni una prostituta.
Desde este punto de vista, la maternidad y la sexualidad quedan divididas. La Magdalena, como Eva, llegó a la existencia bajo la poderosa resaca misógina que asocia a las mujeres con los peligros y la degradación de la carne. Por esta razón se convirtió en una santa querida y prominente. Ella ofrece esperanza a las mortales que no llegan al perfecto estado de la virgen y que solicitan ser perdonadas por sus pecados.
María Magdalena permanece como una prominente figura en la tradición cristiana también por razones psicológicas. La dimensión arquetípica de la naturaleza femenina erótica elige una figura donde colocar su proyección; María Magdalena es quien sirve de modelo. Los seres humanos, en su búsqueda espiritual, tienen que encontrar una imagen de lo femenino que se relacione con lo erótico de las antiguas diosas del amor. Pero la represión de los Padres de la Iglesia manipuló esta idea de la sexualidad, por lo que María Magdalena fue entonces vista como una penitente que renuncia a su sexualidad.
A diferencia del mundo antiguo, donde el amor erótico no era considerado incompatible con la espiritualidad, el mundo medieval negó el elemento más necesario para la renovación de la vida, el dinámico y transformador aspecto femenino de la psique.
La otra mitad del díptico describe a la Virgen Madre. Ella es la idealización de la feminidad, una persona de una pureza absoluta que nunca cae en el pecado. Aunque se muestra humana, la tradición decretó su ascensión a los cielos sobre-humanizándola.
Cuando volvemos a examinar los atributos de las diosas, desde las asociaciones de Sumeria a las elevadas civilizaciones de Grecia y Roma, descubrimos que las características que compartían eran la belleza física, la virginidad, la asociación con la Luna y con la muerte trágica y a veces el sacrifico del hijo-amante.
A María se la relaciona con el cosmos, con lo que a menudo es llamada la reina de los cielos. Para describir su celestial belleza, con frecuencia se la representa entronizada en la Luna. Se la asocia en primer lugar con su hijo, que es sacrificado; el rol de María como esposa es, en cambio, insignificante, por no decir nulo.
A pesar de estos paralelismos con la imagen de las diosas del mundo clásico, María es asociada sólo y convencionalmente con el aspecto maternal de lo femenino-estático protector. El aspecto dinámico y transformador, relacionado con la pasión, la sexualidad y la fertilidad de las diosas del amor, está conspicuamente vacío.
Estas imágenes influyen y se convierten en modelo y motor de las mujeres en el paradigma cristiano. Pero la ausencia de lo femenino en su totalidad se puede vislumbrar sobre todo en las culturas latinoamericanas, donde el arquetipo de la maternidad sigue siendo la motivación de las jóvenes; aunque esté ausente la idea de esposa, y en consecuencia de Mujer, lo maternal, protector y permisivo es el modelo, del cielo a la tierra.
La Virgen y la madre "protegen" al sicario (criminal a sueldo, generalmente de edades entre 16 y 25 años) para que su "trabajo" (el crimen) se realice eficazmente y sin riesgos para él.
Contrariamente a lo que se ha hecho en nuestras sociedades, que es incluir en la educación del adolescente la llamada educación sexual, como una información mecánica del acto sexual y sus consecuencias, necesitaríamos volver a enseñar a despertar a la diosa del amor en el alma de los adolescentes para que puedan cumplir sus papeles de hombres y mujeres unidos por el Eros en toda su expresión sagrada.
Recuperar la imagen de lo femenino en nuestras sociedades, desde el cielo hasta la tierra, es una misión sagrada que tarde o temprano tendremos que iniciar. No será fácil, ya que el patriarcado no está dispuesto a compartir su poder, aunque en las pasadas décadas se han dado algunos cambios significativos.
La sanción debe venir del interior, en la integración con las imágenes antiguas de lo femenino, de manera tal que podamos relacionarnos con ellas a través de nuestra propia mitología interior.
LA MUJER, EXPRESIÓN DE LO FEMENINO
Julián Marías define a la mujer como "el espacio habitable", "la creadora de la casa". La mujer es la "llamada de la vida" a penetrar y quedarse en ella. Es el espacio forjador de vida, de amor, de sabiduría. La mujer es un "adentro" pero abierto; en ella se puede entrar, permanecer y salir. Así, todo espacio habitable, sea el templo, el hogar o la ciudad, son el reflejo de lo femenino y la mujer puede expresar su ser a través de ellos.
La realidad de la "mujer" ha estado sujeta a interpretaciones que varían según la época y nuestra mayor o menor sabiduría sobre el tema. El concepto de mujer es una interpretación histórica y cambiante. Pero lo femenino es eterno.
– La mujer es como un campo. Lleva en su cuerpo el conocimiento secreto de la fertilidad y del crecimiento de la vida en todas sus formas y expresiones.
– La mujer es el vientre en el que se gestan las civilizaciones. Lo femenino trae al mundo las formas y las almas engendradas en sí misma.
Muchas veces se ha confundido la definición de lo femenino con las funciones que puede o no ejercer la mujer. Estas son las más tradicionales:
1. La función de madre: está asociada a los elementos gestadores de los inicios, que por ello se perciben como incambiables. Desde el Cosmos hasta la Naturaleza, la imagen de la Madre es un arquetipo siempre presente, no cambia; por ello se dice que es la imagen estática de lo femenino.
Hoy se valora esta función en extremo en las sociedades patriarcales. Para esta función la mujer es formada desde niña, y sobre todo para conquistar al hombre, quien le dará la posibilidad de su maternidad.
2. La función de esposa: en esta función la mujer suele ser poseída y pertenece a alguien. El esposo debe ocuparse de ella a cambio de otras obligaciones atribuidas a la esposa. Es la que lleva la casa, y este espacio será "su mundo y su expresión en el campo familiar". Suyo es también el mundo social, el de la cortesía, la concordia, la amistad y sobre todo el mundo de la educación de los hijos, aunque este aspecto cambia según los momentos históricos y geográficos.
En muchas de las sociedades actuales comprobamos que desgraciadamente la mujer sigue siendo considerada "propiedad" del esposo.
Aún la propia religión la conduce a aceptar que ella debe servir a las necesidades sexuales de su esposo, aunque no comparta ni la satisfacción ni el amor en el sexo.
3. La función de amante-amiga: actualmente es difícil de conjugar con el papel de la esposa, quien rápidamente se convierte en la imagen estática de la madre. Muchas veces esta unión corresponde a la imagen interna de la mujer en el hombre, que abarca desde la sensualidad femenina de los hombres, ésta es precisamente la imagen que normalmente proyectan en las mujeres de su vida. La amante comparte otros espacios con el hombre: su mundo intelectual, la aventura, la conquista, sus fantasmas y sus sueños. Es la dueña del amor, el deseo, la seducción, el Eros en toda su expresión.
4. La mujer profesional: este papel cobra importancia en los últimos dos siglos y le toca a la mujer conquistar el mundo del "afuera". Demostrar su capacidad intelectual y de trabajo independientemente de sus características femeninas.
5. La sacerdotisa y la dama del futuro: el inconsciente crea regularmente puentes entre las búsquedas de lo femenino actuales y sus fuentes originales de la antigüedad. Las relaciones entre la Sabiduría, la Vida y el Amor vuelven. Hay himnos en los que la diosa del Amor y la diosa de la Sabiduría se describen a sí mismas como el ser divino femenino que preside por encima del cielo y de la tierra toda la creación.
No podemos iniciar un nuevo paradigma sin un cambio de nuestra visión de lo femenino. No podemos gestar una nueva era con modelos de vida y Sabiduría que no corresponden a la proyección de nuevos y mejores Ideales.
La feminidad ya no se puede limitar a la sensibilidad, la pasividad y la maternidad. Tenemos que volver a descubrir y a expresar su capacidad creadora y transformadora. Pero no se puede dar lo que no se tiene, la mujer debe ante todo aceptar su diferencia con el hombre en lugar de identificarse con ellos, imitarlos o combatirlos. Sólo encontrando su posición básica femenina puede también recuperar su ánimo. Es decir, necesitamos un cambio de valores en ambos sexos, mediante la capacidad de integrar simultáneamente los opuestos, aparentemente excluyentes entre sí.
La nueva feminidad debe establecer el valor de lo interno y la afirmación de todo lo que es. Lo sensual ha de ser valorado como lo espiritual, lo intangible como lo concreto, y todos los logros patriarcales deben ser integrados y no descartados.
A lo largo de la Historia, las mujeres han sido las depositarias del significado de las emociones y de los valores atribuidos a las diosas. Las mujeres pueden entonces cargar con este aspecto vital de la naturaleza femenina, para llevarla otra vez al mundo. Los hombres pueden abrirse al aspecto dinámico de lo femenino y por lo tanto facilitar las necesarias modificaciones en las estructuras sociales, políticas, económicas y religiosas.
La nueva feminidad puede jugar y danzar en los bosques como Artemisa, atraer como Afrodita, cuidar el alma del hogar como Vesta o ser maternal como Deméter. Puede actuar como Atenea, promoviendo la civilización, las artes y los oficios, o preocuparse como María por el bienestar y el alivio de la miseria, y con Gea restaurar el alma y el cuerpo del planeta.
De esta manera podemos devolver a la conciencia la fuerza amorosa y creativa de la naturaleza femenina, la que hace mucho tiempo fue personificada por las sacerdotisas del Amor.
- La prostituta sagrada. Nancy Qualls-Corbett. Ediciones Obelisco.
- Ser Mujer. Edición a cargo de Connie Zweig. Biblioteca Nueva Conciencia. Ed. Kairós.
- Reivindicación metafísica de la mujer. Delia Steinberg Guzmán.
- Los misterios del Agua. Rosa Entrena.
- El encuentro de lo femenino en la tradición judeocristiana. June Singer.
- La Mujer y su sombra. Julián Marías
- La Mujer en el siglo XX. Julián Marías.
Ángela Gilardi http://www.revistaesfinge.com/
Estos artículos son Copyleft bajo una licencia de Creative Commons. Pueden ser distribuidos o reproducidos, mencionando su autor y la web fuente de la información, siempre que no sea para un uso económico o comercial. No se pueden alterar o transformar, para generar unos nuevos.
Página anterior | Volver al principio del trabajo | Página siguiente |