El rol del profesor universitario en la nueva universidad cubana (página 2)
Enviado por N�lida Mar�a Mart�n S�nchez
Uno de los elementos más significativos e importantes de dicha red fue que dotó de Institutos Superiores Pedagógicos y de Institutos Superiores y Facultades Independientes de Ciencias Médicas, a prácticamente todas las capitales de provincias. La red aumentó, asimismo, el número de universidades de ciencias y humanidades, y creó algunas instituciones más especializadas en ramas específicas como institutos superiores politécnicos, agropecuarios, una universidad de las artes y otra de educación física y deportes, entre otras instituciones. Esta expansión trajo aparejada, lógicamente, una ampliación de la matrícula universitaria. En la década de los 80 se alcanzaron cifras altamente significativas de escolarización y de profesionalización en nuestra sociedad, con uno de cada siete de sus trabajadores con título universitario. En el curso 1987-1988 se alcanzaba una matrícula de 310 mil, cifra que durante muchos años fue la más alta en la historia de la educación superior cubana.
Sin embargo, a principios de los 90 -como se conoce- se produjo en Cuba una contracción económica, como resultado del derrumbe del otrora campo socialista de Europa del Este, la desaparición de la antigua Unión Soviética y el recrudecimiento del bloqueo comercial y financiero de los EEUU hacia nuestro país. Si bien ello se reflejó en la disminución de las matrículas en la educación superior durante varios cursos académicos, me satisface afirmar que ninguna universidad cerró sus puertas, ni ningún profesor universitario quedó sin empleo, porque el Estado garantizó que las universidades se mantuvieran funcionando aun en circunstancias tan difíciles que a otros les parecieron insalvables.
¿Cómo repercutió el Período Especial en la Universidad cubana?
Es en este período que se produce una transformación vital desde el punto de vista académico con el desarrollo de un diseño curricular con un enfoque de formación de perfil amplio en el pregrado, que permitió mayor versatilidad para las posibilidades de empleo de los egresados y mayor y más expedita adaptabilidad a nuevos puestos de trabajo y tecnologías a partir de una complementación y especialización brindadas por un dinámico, flexible y creativo sistema de educación de posgrado. Ese período posibilitó, asimismo, el uso mucho más racional de los limitados recursos que estaban al alcance de las instituciones de educación superior y una colaboración mucho más estrecha entre las universidades y entre estas y el sector de la producción y los servicios. Las alianzas territoriales se volvieron mucho más fuertes, con un sentido mayor de pertenencia y pertinencia de las universidades a sus respectivas localidades. A mediados de los 90, el país comenzó su recuperación económica, que tuvo de inmediato su efecto también en la recuperación de la matrícula de la educación superior.
En el año 2000 comenzó lo que hemos llamado nuestra Batalla de Ideas, cuyo objetivo es lograr toda la justicia social mediante la igualdad. Unos doscientos programas sociales se vienen desarrollando para beneficio de nuestro pueblo. Una parte de ellos cuenta con jóvenes graduados de enseñanza media superior, que ni estudiaban ni trabajaban, que han sido preparados intensivamente para desempeñarse como trabajadores sociales, instructores de arte, maestros y enfermeros emergentes y en otras especialidades, quienes, además de su actividad laboral, estudian hoy carreras universitarias afines, con resultados parciales estimulantes y superiores a las expectativas más optimistas.
Esta etapa comenzó con la búsqueda de fórmulas que permitieran abrir las puertas de la universidad a todos los bachilleres. Lógicamente las transformaciones no se pudieron quedar en el ámbito del ingreso a la educación superior, ya que un acceso masivo tuvo y está teniendo un impacto directo en todos los procesos sustantivos universitarios, en su organización e implementación.nacional, en sus 169 municipios.
Resultó también evidente que la organización académica, el contenido de los currículos, las formas de acceder al conocimiento, los estilos de aprendizaje tenían que cambiar ante el ritmo dinámico del propio conocimiento y la ciencia, y la incrementada matrícula, para lo cual, resultaba necesario contar con planes de estudio más flexibles, concebidos de forma tal que diferentes contingentes de estudiantes pudieran transitar por diferentes vías para alcanzar los títulos universitarios. Asimismo, hubo que tener en cuenta la preparación pedagógica de las decenas de miles de profesionales que se incorporaron al claustro universitario como profesores a tiempo parcial, y también de los profesores a tiempo completo.
Se ha trabajado en una transformación del proceso de formación, sobre todo en cuanto a la concepción de los métodos que utiliza y sus formas de organización. Así, se han visto favorecidos los métodos utilizados en la modalidad semipresencial, sustentados en el amplio empleo del video, de las tecnologías de la información y las comunicaciones y en el diseño de nuevos escenarios de aprendizaje que propicien el uso óptimo de esos recursos. Es importante significar el valor educativo de la modalidad semipresencial. Es evidente que la propia visión del estudiante de cómo transcurre su aprendizaje es diferente. Se siente motivado a perfeccionar sus estrategias de aprendizaje y a organizar mejor su tiempo. En el camino hacia la autodirección del aprendizaje, el estudiante aprende a identificar sus propias fortalezas junto a las ayudas que debe buscar. Ello, sin duda, lo va moldeando como un gestor de su propio conocimiento, todo lo cual se convierte en una herramienta crucial en su vida profesional.
¿Cómo enfrenta la escuela y el profesor universitario este nuevo rol?
La escuela como institución y el profesor como agente socializador enfrentan el reto de abrir las puertas del siglo XXI introduciendo cambios en su organización, en su quehacer y lograr que estos no se operen sólo en el discurso sino en el accionar cotidiano del profesor. También en la propia preparación metodológica y en la formación humanista de los profesores universitarios para poder asumir mejor su función de educadores, de mentores y tutores de sus estudiantes en las nuevas condiciones de universalización.
Estas transformaciones no significan que hayamos renunciado a la modalidad presencial. De lo que se trata es de reducir, fundamentalmente, las horas lectivas del estudiante frente a un profesor, para favorecer actividades de autoaprendizaje y de autopreparación, y su participación en tareas de impacto económico y social como parte de su formación integral, con un concepto de mayor integración en función de los objetivos educativos e instructivos que se persiguen.
La escuela emerge como una institución abierta a las demandas de su contexto y con grados crecientes de autonomía, manifestación de uno de los cambios más significativos que se sucedieron en los sistemas educativos.
En respuesta a estas transformaciones la reconceptualización del rol del profesor es una exigencia de los procesos de descentralización, de autonomía en la gestión de las escuelas y de los cambios que están ocurriendo en los procesos de enseñanza y aprendizaje.
Por lo anterior consideramos que al rol del maestro le son propia la creatividad y la innovación pero, estas características no devienen en el desempeño del quehacer profesional del maestro por arte de magia ya que, al encapsularlo en ámbitos escolares formales y burocráticos el resultado es todo lo opuesto, la actividad se hace monótona, estereotipada y se limita el despliegue de sus potencialidades.
En su cotidiano de vida el profesor debe adoptar diferentes decisiones que transitan desde estimular "el aprendizaje de un currículo que no ha sido diseñado para heterogeneidad, complementar procederes para mantener la disciplina en el salón de clase y buscar soluciones ante la carencia de recursos materiales.
En las conceptualizaciones del rol profesional se observan diferentes posiciones que transitan desde definirlo por las acciones observables del maestro en la consecución de los fines esperables de los procesos de enseñanza que se refiere a las "competencias" del maestro para lograr un aprendizaje efectivo en los alumnos hasta otra en que el acento se pone en la profesionalización del rol.
Evidentemente, prevalece la tendencia en los profesores de asumir un rol directo, "los profesores emplean buena parte del tiempo de clases hablándole a los alumnos, hablando con ellos y supervisándolos cuando trabajan individualmente en sus puestos…estas son formas de "recitación-trabajo" Los profesores también controlan sus clases toman las mayorías de las decisiones y organizan las actividades.
La posición de poder que ocupa el maestro en el salón de clase, le genera seguridad, al desempeñar el rol como poseedor de todo el saber, ignorando que los estudiantes también tienen saberes individuales y que la conjugación de todos facilita la "construcción del conocimiento".
Sin embargo, las estructuras organizativas en las escuelas tienden a ser semejantes, reduciendo la actividad del profesor a un administrador de la clase, así como el conductor de actividades restringiéndose las interacciones entre profesores y alumnos. Aun cuando los profesores declaran que, los objetivos de enseñanza que se proponen, incluyen elevados niveles de ejercicio intelectual, en la práctica, lo que se demanda de los alumnos son respuestas memorísticas, siendo éstas el contenido básico de la interrelación que no transciende la posición del técnico "ejecutor de acciones diestras de acuerdo a prescripciones o algoritmos definidos por otros"
En la intención de trascender estas conductas, es preciso re-conceptualizar el rol del maestro en el sentido de ser un sujeto con posibilidad de poner en juego la información que tiene sobre sus alumnos de manera individual y grupal a partir de un diagnóstico que promueva el crecimiento personal de estos; poder incorporar al quehacer profesional el caudal de trabajo teórico y empírico alcanzado en la investigación educativa; lo que implicaría la toma de decisiones, elaborar propuestas y reflexionar acerca de lo que acontece en el salón de clase.
Ello implica que el proceso de formación profesional que tiene lugar en las universidades debe desplazar el centro de atención de la adquisición de conocimientos y habilidades a la formación integral de la personalidad del estudiante, de la concepción del estudiante como objeto de la formación profesional a la de sujeto de su formación profesional.
Y nos preguntamos, entonces, ¿están los docentes universitarios preparados para afrontar este reto?
No, porque en nuestros profesores de manera general, lo que prima son los métodos expositivos, la evaluación del aprendizaje es reproductiva, controlada por la calificación según el resultado obtenido, la relación que se establece alumno- profesor aún es autoritaria, el alumno es un simple receptor de información. Los profesores con algunos años de experiencia nos formamos bajo la escuela tradicional, muy a tono con el momento que nos tocó vivir, pero nos preguntamos
¿Tienen nuestros docentes universitarios la formación pedagógica necesaria para potenciar el desarrollo pleno del estudiante como profesional competente, responsable y comprometido con el desarrollo social?
Independientemente de las virtudes de la pedagogía tradicional que logra la institucionalización de la enseñanza en la escuela y en la figura del maestro como conductor del aprendizaje de los alumnos con orden, rigor y disciplina, es necesario preguntarse: ¿puede la escuela tradicional propiciar la formación del hombre que hoy demanda la sociedad, reflexivo, crítico, independiente, flexible, creativo y autónomo, que logre convertirse
El desarrollo pleno del hombre, objetivo esencial de la educación, no es posible en una enseñanza que privilegia la estimulación de las capacidades intelectuales al margen y en detrimento de la educación de sentimientos y valores, que concibe la teoría desvinculada de la práctica, que otorga al profesor un papel hegemónico y absoluto en la dirección del proceso de enseñanza y al estudiante la condición de objeto y receptor pasivo en el proceso de aprendizaje.
¿Cómo entonces concebir el proceso de enseñanza-aprendizaje, el rol del profesor y el estudiante en una escuela que propicie el desarrollo pleno del hombre?
El aprendizaje ha de concebirse como el proceso de construcción, por parte del sujeto que aprende, de conocimientos, habilidades y motivos de actuación que se produce en condiciones de interacción social, en un medio sociohistórico concreto sobre la base de la experiencia individual y grupal y que lo conduce a su desarrollo personal.
La enseñanza ha de ser concebida como el proceso de orientación del aprendizaje del estudiante por parte del profesor que propicia las condiciones y crea las situaciones de aprendizaje en las que el estudiante se apropia de los conocimientos y forma las habilidades y motivos que le permiten una actuación responsable y creadora.
¿En esta nueva concepción enseñanza aprendizaje, que papel desempeña el profesor?
Esta concepción de enseñanza reconoce al profesor como un orientador del estudiante en el proceso de aprendizaje; no se trata del profesor autoritario de la pedagogía tradicional que impone al estudiante qué y cómo aprender; tampoco es el caso del profesor no directivo que espera pacientemente a que el estudiante sienta la necesidad de aprender espontáneamente para facilitar su expresión.
El profesor orientador del aprendizaje es un guía que conduce al estudiante por el camino del saber sin imposiciones, pero con la autoridad suficiente que emana de su experiencia y sobre todo de la confianza que en él han depositado sus alumnos, a partir del establecimiento de relaciones afectivas basadas en la aceptación, el respeto mutuo y la comprensión.
Finalmente quisiéramos ejemplificar que pasa realmente con el rol del profesor universitario en las Facultades de Medicina.
¿Tienen realmente formación pedagógica? ¿Influye realmente esto en el desempeño de su rol?
A continuación haré referencia a algunos elementos que afectan este proceso en nuestra facultad.
El papel de profesor en medicina no ha sido nunca claramente y explícitamente definido. Está desdibujado y se sobreentiende la cualificación docente por el solo hecho de tener conocimientos suficientes en la materia que enseña.
Habitualmente no se selecciona ni promociona al profesorado por sus cualidades docentes, sino por sus méritos investigadores. Por ello, dedicar tiempo a la formación pedagógica supone "jugar con desventaja" respecto de los que se dedican a publicar.
En los casos más favorables en que, institucionalmente, se le da al profesor la oportunidad de aprender sobre su práctica docente y se le valora su mejora como profesional de la docencia, lo que significa una sustancial mejora, persiste aun el riesgo de introducir un parámetro distorsionador. Se trata del trasfondo de la actividad de selección y formación pedagógica, me refiero a la concepción sobre que es ser docente. Suele estar fundada en un modelo pobre, desfasado y sin ninguna reflexión respecto de cuáles han de ser las competencias profesionales del docente en medicina.
Cuando se realiza formación "pedagógica" o "didáctica" del profesor universitario, es práctica habitual, abordarla desde un punto de vista teorizante y/o basado en el mismo modelo obsoleto, dado que, los formadores, que suelen proceder de facultades de educación o menos veces son profesionales de la medicina, son víctimas inconscientes del viejo modelo o paradigma de lo que es ser profesor.
El profesor continúa enseñando como le enseñaron en sus tiempos de alumno.
La sociedad, la aplicación del conocimiento, los modelos éticos, sociales, la concepción del propio conocimiento y del aprendizaje han cambiado pero no lo ha hecho el modelo de profesor en la misma medida.
¿En qué consistía el modelo tradicional del Profesor universitario en Medicina? O ¿En qué consiste aún.?
El modelo tradicional de profesor en medicina
Algunas de las características que lo definen, surgen de los falsos paradigmas que sustentan la enseñanza universitaria tradicional, entre otros los siguientes:
Las actividades docentes se centran en la enseñanza.
Enseñar equivale a aprender.
La actividad docente está centrada en el profesor.
El profesor es "la fuente de conocimiento.
Los alumnos son receptores del conocimiento (sujetos pasivos).
Es suficiente ser experto en una materia ("saber") para enseñarla y ser un buen profesor.
La sociedad debe apoyar lo que el profesor cree importante.
Un investigador cualificado será un buen profesor.
Se enseña aquello que se sabe por creer que esto es lo que deben aprender los alumnos.
Basta "saber" para "saber hacer".
"Ver como se hace" cualifica para saber hacer.
Es suficiente una definición imprecisa y poco explícita de los profesionales que se pretende formar.
La enseñanza es una actividad individual, no grupal.
Se enseña sobre todo conocimiento teórico.
Se aprende a enseñar enseñando.
Enseño como a mí me enseñaron.
Aprendizaje y evaluación son procesos separados e independientes.
Se menosprecia el papel "profesionalizador" de la universidad en aras del papel "formador".
El profesor tradicional suele ser un médico tradicional y no centra su actividad clínica en el paciente.
Las circunstancias, la concepción del saber, del aprendizaje, del mundo y de la sociedad ha cambiado pero la universidad, no es del todo coherente con este cambio o emprende solamente acciones en la superficie, dando lugar a un cambio más aparente que real. Para que este se produzca realmente es preciso que los profesores y los alumnos adopten un modelo diferente lo que implica cambio de sus concepciones y actitudes. La institución y los gobiernos deben de fomentarlo.
¿Cuál es el nuevo modelo de profesor en Medicina?
El modelo de profesor en medicina y de enseñanza que se propugna
El profesor que "enseña" debe de orientarse a facilitar el aprendizaje de competencias predefinidas de forma colegiada y condicionadas por un entorno socio sanitario determinado. ¿Qué otras cosas puede hacer el profesor además de "enseñar"/mostrar? ¿Qué otras funciones profesionales tiene además de ser fuente/transmisor de conocimiento? ¿Podría contestar a estas alturas de la conferencia estas preguntas?
Definiremos el aprendizaje como el proceso que lleva a una modificación de la conducta de los individuos, relativamente permanente, producida gracias a una serie de experiencias e interacciones predefinidas. El aprendizaje no es una mera transmisión de información sino una reconstrucción crítica, racional y funcional (aplicada) del conocimiento.
Cuando se desea ser profesor de medicina en esta nueva concepción, las experiencias facilitadoras del aprendizaje (actividades de enseñanza-aprendizaje) han de ser planeadas, no dejadas al azar o aleatorias y los cambios deseados (objetivos de aprendizaje) han de ser definidos a priori, al igual que la metodología y criterios de evaluación del aprendizaje.
La enseñanza es definida como una serie de interacciones entre el estudiante y el profesor, bajo la responsabilidad de este, con el fin de facilitar algunos cambios previstos en la conducta del alumno.
Una de las funciones del profesor universitario es definir los perfiles competenciales de las profesiones que ejercerán sus alumnos, ha de hacerlo además con visión de futuro. Es decir, definirá objetivos de aprendizaje relevantes, antes que meros programas de contenidos. Entre las competencias a adquirir por los alumnos han de considerarse algunas habilidades nuevas como la capacidad de comunicarse, gestionar los propios sentimientos, trabajar en grupo, hacerlo con criterios éticos en un entorno multicultural, detectar las propias necesidades de formación y actualizarse, analizar un entorno rápidamente cambiante y adaptarse profesionalmente a él, el conocimiento de idiomas y la utilización de nuevas
El profesor ha de ser un profesional de la enseñanza que precisa de formación y actualización para la docencia, específica reglada y sistemática, además de la propia en la materia que enseña. Ha de asumir que el tener un título de médico no cualifica para enseñar sino que se precisa una formación específica. La enseñanza es una profesión diferente que la de economista, médico o filólogo.
Puede y debe definirse un perfil de competencias profesionales del profesor, funciones, actividades, tareas que ha de ser capaz de desarrollar y que pueden ser enseñadas, aprendidas, evaluadas y mejoradas. No se "nace" profesor, se aprende a ser un profesional de la enseñanza. Esto implica planificación de esta formación, facilidades para realizarla y reconocimiento de ella por las universidades. Ha de evitarse la trampa de aplicar a la formación del profesorado un modelo obsoleto y confundir esta profesionalización docente con que el profesor debe de ser un experto en pedagogía. El profesor ha de ser consciente que inevitablemente es un socializador, un generador de actitudes un modelo profesional y humano a imitar.
Ha de ser capaz de trabajar en grupo en las diferentes etapas del proceso enseñanza aprendizaje. Es necesario que conciba el aprendizaje como algo emocional no solo cognitivo. En otros términos debe de conocer y aplicar los motivadores del aprendizaje en los adultos. Dado que no basta enseñar para que aprendan, ha de tener un mínimo de formación psicopedagógica para gestionar el diferente ritmo, estilo cognitivo, motivaciones, tipos de inteligencia, etc. de sus alumnos. El profesor ha de asumir que el alumno no es un receptor pasivo del aprendizaje sino que es el único posible creador de "su" conocimiento.
Ha de ser capaz de utilizar de forma flexible diferentes técnicas y estrategias docentes, dominando situaciones de aprendizaje variadas y adecuadas al tipo de aprendizaje que se pretende. No solo ha de mejorar como comunicador tradicional sino en la utilización de recursos variados: pequeños grupos, PBL, diseño de audiovisuales, empleo de nuevas tecnologías. En sus actividades docentes ha de minimizar las actuaciones consistentes en "enseñar – mostrar" lo que sabe en situaciones de aprendizaje que puedan ser ventajosamente, o al menos sin desventaja, sustituidas por trabajo o lectura personal del alumno.
Ha de ser capaz de utilizar adecuadamente las nuevas tecnologías, evitando la huida hacia delante que supone el empleo de estas como falso sustituto de la formación pedagógica y su diseño y utilización con criterios pedagógicos obsoletos. Igualmente será capaz de diseñar herramientas de evaluación formativa o de certificación ante la sociedad, fiables y adecuadas a lo que se pretende evaluar.
El profesor ha de ser capaz de gestionar de manera creativa la incertidumbre respecto de su práctica docente es decir, de investigar sobre su propia docencia, al igual que investiga en la ciencia que enseña. Ha de aprender de esta investigación para mejorar su práctica, generar nuevo conocimiento en este ámbito pedagógico extrapolable a otras situaciones y transferible a otros profesores. El profesor es corresponsable de su formación pedagógica (profesionalización) y también de la de sus colegas así como de la evaluación de las actividades docentes de estos.
Este cambio supone un reto personal y ha de ser amparado por la institución. Debe de plantearse como un cambio gradual que pasa por la reflexión crítica para modificar nuestra propia concepción de la enseñanza y el aprendizaje.
Los alumnos forman también parte del sistema tradicional y, al igual que los profesores, ofrecen resistencias al cambio. Cambiarán sus actitudes lo hace el modelo de profesor y la enseñanza. Cuando los alumnos evalúan a un profesor lo hacen según un modelo tradicional y de alguna forma le consagran ya que su referencia es este sistema, creo que, al igual que el propio profesor deben conocer otro modelo, otra forma de ser profesor por lo que la lectura de esta conferencia puede resultarles igualmente útil.
Conclusiones
En resumen el rol del profesor cambia por completo. Normalmente, el profesor enseña su materia y es el dueño del conocimiento. En esta nueva concepción, el estudiante puede tener acceso a ese conocimiento a través de diferentes formas, y el profesor es un mediador en la gestión del conocimiento. Es un autoaprendizaje: enseñar a aprender a aprender.
Este proceso está centrado más en el aprendizaje que en la enseñanza, y no sólo en el aprendizaje sino en una formación integral de los estudiantes. Esos alumnos tienen un tutor que los guía en la carrera, además del profesor que les enseña. Ese tutor tiene relación permanente con él, hasta que finaliza los estudios.
Por otro lado, se planteó la necesidad de que los estudiantes realicen sus carreras en su lugar de residencia, para evitar la migración y lograr que cada localidad se enriquezca, no sólo las grandes ciudades.
Bibliografía
La universalización de la educación superior en Cuba: una oportunidad para reflexionar sobre los modelos de gestión en las bibliotecas universitarias*
Dr.C. Bárbara Susana Sánchez Vignau
UNIVERSALIZACIÓN DE LA UNIVERSIDAD: POR UN MUNDO MEJOR
Por: Magela Tosar Riambau
Reflexiones sobre un Nuevo Modelo de Profesor Universitario en Medicina.Una Visión Crítica de la Enseñanza Médica
Dr. José María Manso Martínez.
LA INVESTIGACION SOBRE EL PROFESORADO. PARADOJAS DEL PARADIGMA I.
MsC. Oscar Ortiz Morales. Profesor Asistente de la Filial Universitaria de la Isla de la Juventud. MsC. Xiomara Cano Suayero.
La profesionalidad del docente universitario desde una perspectiva humanista de la educación
Dra. Viviana González Maura
El profesor universitario ante los retos del mundo de hoy: sus competencias laborales
Autor:
Lic. Nélida María Martín Sánchez
Profesora Asistente.
SEDE UNIVERSITARIA DE SALUD YAGUAJAY.
CURSO: 2009-2010.
Coautor:
Lic. Edel Brito García
Profesor instructor
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