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El militar y el botanico: Alejandro O'Reilly y Andre Pierre Ledru (página 2)


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Al comentar sobre la población de la isla, O"Reilly opinaba que los habitantes eran "muy amantes del rey, y de una natural inocencia y verdad que no he visto…en otra parte de América", sin embargo, atribuye a esta "gente por sí muy desidiosa, y sin sujeción alguna por parte del gobierno…" el que la isla no haya experimentado un progreso material y económico. El autor señala que la facilidad para la vida fomenta el descuido entre los habitantes[9]y que como todos vivían de forma semejante "no hubo motivos de emulación entre ellos".[10] Esta observación plantea una supuesta "homogeneidad social" en la isla, donde no se percibían unas diferencias de clase, al menos entre los sectores libres de la población, ni la existencia de una clase alta criolla. Esta percepción es más evidente cuando O"Reilly comenta sobre las relaciones sociales. El autor señalaba que "los blancos ninguna repugnancia hallan en estar mezclados con los pardos", y añadía que "los sugetos (sic) distinguidos de la isla son pocos, la única diferencia entre los otros está en tener alguna cosilla más de caudal o su graduación de oficial de milicias".[11] La simplicidad de la vida de los puertorriqueños quizás haya asombrado a O"Reilly, como a otros viajeros, y en el caso del Mariscal aún más, por ser un personaje acostumbrado a la corte española y al estilo de vida de la nobleza. No obstante, la realidad de la isla era algo diferente de lo que el autor percibía. Algunos autores, del siglo XVIII y de la actualidad, señalan los considerables lujos y modas a las que estaba acostumbrada la clase alta de la isla.[12]

Las ideas ilustradas de O"Reilly se hacen más notables en sus comentarios sobre la situación económica, comercial y agrícola de Puerto Rico. El énfasis ilustrado en una administración eficiente y racional, que fomentara la explotación económica de las colonias, formaba parte de la ideología de O"Reilly y de la agenda administrativa de Carlos III de Borbón. Es por ello que la situación de la isla, según O"Reilly, distaba mucho de lo que debería ser una colonia rentable para España. El autor señalaba en su informe que la agricultura en Puerto Rico era prospera, pero que una equivocada política de repartición de tierras había causado el aislamiento de los habitantes y la poca explotación agrícola. De acuerdo con el militar, la isla necesitaba nuevos reglamentos que dispusieran de forma efectiva su desarrollo comercial.[13]

Las recomendaciones hechas por O"Reilly para el mejoramiento de la isla reflejan la "eficiencia" ilustrada y una visión "mecanicista" o de "causa y efecto" para la solución de los problemas económicos. Tomando como ejemplo a la antilla danesa de Santa Cruz, el Mariscal recomienda una iniciativa estatal para fomentar el comercio y promover la libre empresa.[14] De acuerdo con O"Reilly así la isla prosperaría, ya que su población era más balanceada[15]y sus recursos eran mayores que los de las Antillas en manos extranjeras.

El carácter militar de O"Reilly y su "eficiencia" ilustrada son mucho más notables al tratar el tema de las milicias de Puerto Rico. El Mariscal describe en su "memoria" la mala situación del destacamento militar, su falta de equipo y su escasa disciplina e instrucción,[16] a la vez que cuestionaba "¿qué fuerzas puede tener un soldado tan mal mantenido?, ¿qué modo de pensar influiría aquel trato? y ¿qué honor, celo ni aplicación al servicio se puede esperar de quien vive con tanto abandono espiritual y temporal?.[17] De acuerdo con O"Reilly, la utilidad de la milicia puertorriqueña era cuestionable y resultaba una mala inversión para la corona, ya que en sus palabras esa era "la única defensa que tenía S.M. para la conservación de la más preciosa isla de América en cuya fortificación, tropa y demás obligaciones lleva ya gastado muchos millones".[18] Para mejorar la situación, el Mariscal reformó varios aspectos administrativos del destacamento militar y ordenó la preparación de un padrón general de la población.[19]

La percepción de Alejandro O"Reilly sobre la sociedad puertorriqueña del siglo XVIII contrasta con la planteada por el botánico francés André Pierre Ledrú en 1797. Ledrú nacido en Chatennay Francia en 1761 fue sacerdote y vicario hasta 1796, año en que renuncia a sus hábitos y recibe permiso del gobierno francés para formar parte de la expedición del capitán Nicolás Baudín a las Antillas.[20] Dicha expedición era con el fin de estudiar las islas desde los puntos de vista geográfico, geológico, botánico, zoológico y etnográfico.[21]

Si bien es cierto que Ledrú escribe en 1797, o sea 32 años después de O"Reilly, sus observaciones retratan muy pocos cambios en la sociedad puertorriqueña. Sin embargo, la forma de ver las cosas del botánico es mucho más detallada que la de O"Reilly y envuelve una cierta "consideración y aprecio" que no estaba presente en la visión "espartana" del Mariscal. Ledrú viene a la isla a investigar, a conocer a la gente y sus costumbres, pero no son un fin de explotación económica ni militar. Esta perspectiva "ilustrada"[22] hace más revelador al texto de Ledrú y que presente detalles realistas sobre la vida puertorriqueña del siglo XVIII.

La llegada de Ledrú a Puerto Rico coincidió con la celebración en San Juan de unas fiestas populares, cuyas imágenes son plasmadas en el texto del botánico. Son estas imágenes las que presentan una sociedad bulliciosa y alegre, que disfruta mucho de las carreras de caballos, lo que lleva al autor a señalar que "una multitud de habitantes de los campos habían concurrido para esta diversión".[23] El autor añade que en esta celebración muchos jóvenes adinerados se vestían como "mendigos" para divertirse en medio de la fiesta.[24] Los comentarios hechos por Ledrú sobre las "amazonas puertorriqueñas" [25]resultan muy curiosos. Además, su descripción del desfile de los oficiales gubernamentales, presentan la existencia de un sector "privilegiado" en la ciudad, algo que no fue observado por O"Reilly. Sobre este particular Ledrú comenta que, "el gobernador, seguido de los miembros del Cabildo, de la oficialidad, de la nobleza, escoltado por la guarnición, todos a caballo y ricamente vestidos, sale a las nueve de la casa consistorial…"[26] Es notable el nombre que utiliza el botánico para referirse a un sector de la clase alta, a los que el denomina la "nobleza". Quizás la imagen y la elegancia de este sector era tal, que Ledrú los calificó como pertenecientes al estamento nobiliario.

La homogeneidad social y la inexistencia de una clase alta que planteó O"Reilly, es en cierta medida refutada por Ledrú. El francés, al hablar de sobre las haciendas, las casas y el estilo de vida de los puertorriqueños, presenta una imagen muy particular. Sobre las haciendas comenta que todas eran semejantes, excepto por "algunas diferencias ocasionadas por el gusto, el lujo o los medios del propietario".[27] Con respecto a las viviendas, particularmente las de los ricos, nos las describe como espaciosas y con elementos de utilidad en su arquitectura. El autor resalta la falta de adornos y muebles en los aposentos de las viviendas puertorriqueñas, "echándose de menos en ellos la elegante comodidad que ostentan los de otras colonias".[28] Sin embargo, el propio Ledrú explica en una parte de su texto, que la falta de objetos y muebles de tipo "europeo" responde a su poca utilidad en el clima caribeño.[29] Sobre el estilo de vida de la elite, el botánico nos dice que "los colonos ricos viven como los europeos… y su manera de vivir se asemeja más a las de las grandes ciudades".[30]

Con relación a los sectores populares, Pierre Ledrú plantea una percepción bastante libre de prejuicios, destacando la libertad del trato entre miembros de diferentes sectores. Al hablarnos de sobre sus experiencias en una hacienda cerca del río Loíza, el autor destaca la cordialidad en una celebración familiar, en donde "la mezcla de blancos, mulatos y negros libres formaba un grupo bastante original…"y donde se " ejecutaron sucesivamente bailes africanos y criollos". [31]Estas observaciones nos hacen recordar la actitud de "científico" de Ledrú y su carácter "francés", que le hacen ser más abierto a las costumbres de los puertorriqueños.

Es cierto que las observaciones de Pierre Ledrú sobre algunos aspectos de la sociedad puertorriqueña difieren de las de Alejandro O"Reilly. Sin embargo, sus perspectivas coinciden en el análisis de las actitudes de los puertorriqueños, la economía y la agricultura de la isla desde una visión "utilitarista" y "mecanicista". El botánico francés comenta sobre la "inconcebible" pereza e indiferencia de la mayoría de los colonos, tanto en sus quehaceres diarios como en la actividad comercial. El autor critica la existencia en la isla de propiedades excesivamente grandes, que no son cultivadas y explotadas a capacidad. En sus apuntes sobre la población y los productos de Puerto Rico[32]el autor concluye que "la agricultura pues, está muy lejos del grado de perfección que pudiese tener".[33] A tono con sus ideas ilustradas y mecanicistas, Ledrú elabora un análisis sobre las causas para el poco desarrollo de la isla, destacando factores comerciales, de infraestructura y de valores y actitudes.[34]

Al considerar los señalamientos de Ledrú y O"Reilly sobre las actitudes de los puertorriqueños del siglo XVIII no podemos perder de perspectiva que ambos personajes eran viajeros extranjeros, que no permanecieron mucho tiempo en la isla. Es por ello importante considerar, que sus comentarios sobre la "ociosidad" y el "desdén" de los puertorriqueños hacia el trabajo, solo estaban basados en observaciones superficiales y que ambos viajeros no profundizaron en las realidades de los isleños. Ni O"Reilly, ni Ledrú intentaron buscar el origen de la aparente desidia de los habitantes, más allá de las explicaciones simples que atribuían dicha actitud al clima y a los factores naturales.[35]

Conclusión

El militar Alejandro O"Reilly y el botánico André Pierre Ledrú fueron dos de los múltiples visitantes que llegaron a Puerto Rico a lo largo del siglo XVIII. O"Reilly en 1765, vino en una misión oficial de carácter económico y militar e interesado en analizar la poca productividad de la colonia. De acuerdo con sus percepciones, la sociedad puertorriqueña era pobre, carecía de una clase alta y estaba afectada por una serie de malas prácticas, que afectaban e impedían su desarrollo comercial y malograban su función estratégico-militar. El énfasis en la eficiencia administrativa y el análisis mecanicista (ambos influencia de la Ilustración) del Mariscal lo llevan a exponer una serie de causas para la situación de Puerto Rico y las formas para mejorarla.

El botánico Pierre Ledrú llega en 1797 con una misión científica, que conllevaba entre otras cosas, el análisis etnográfico de la población isleña. De acuerdo con sus percepciones, la sociedad puertorriqueña poseía unos sectores acomodados que compartían un estilo de vida con los europeos, pero que tenían unas particularidades propias. Es cierto que Ledrú también observó la situación económica y comercial de Puerto Rico con una mentalidad ilustrada, y por ello elaboró una explicación para dicha situación que compartía argumentos con la de O"Reilly.

Al analizar los textos de O"Reilly y Pierre Ledrú, mas allá de notar sus perspectivas particulares, se puede entender sus motivaciones para presentar la realidad puertorriqueña en esa forma. Tomando en consideración sus prejuicios, su carácter militar y su celo por la corona y la administración eficiente, puede concluirse que la "imagen" presentada en el informe de O"Reilly, iba destinada a promover el que se implantaran reformas necesarias para la isla. En el caso de Ledrú, si consideramos su interés etnográfico y su "apertura" hacia otras culturas, se puede percibir un interés por describir el carácter colonial europeo de la sociedad puertorriqueña, a la misma vez, que las particularidades que le brindaban un matiz antillano propio.

Bibliografía

Fuentes primarias

Ledrú, André Pierre, Viaje a la Isla de Puerto Rico en el año 1797, Traducción de Julio L. de Vizcarrondo, Segunda edición, San Juan, Universidad de Puerto Rico, 1957.

O"Reilly, Alejandro, "Memoria de D. Alexandro O"Reylly sobre la isla de Puerto Rico", en Caro Costas, Aida R. (ed.), Antología de Lecturas de Historia de Puerto Rico (Siglos XV-XVIII), San Juan, Puerto Rico, [s.n.], 1980.

Fuentes secundarias

Abbad y Lasierra, Iñigo, "Carácter y diferentes castas de los habitantes de la isla de Puerto Rico", en Caro Costas, Aida R. (ed.), Antología de Lecturas de Historia de Puerto Rico (Siglos XV-XVIII), San Juan, Puerto Rico, [s.n.], 1980.

___________________, "Usos y costumbres de los habitantes de esta isla", en Caro Costas, Aida R. (ed.), Antología de Lecturas de Historia de Puerto Rico (SiglosXV-XVIII), San Juan, Puerto Rico, [s.n.], 1980.

"Alejandro O"Reilly",

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López Cantos, Ángel, Los Puertorriqueños: Mentalidad y Actitudes, (Siglo XVIII), San Juan, Ediciones Puerto, 2000.

Scarano, Francisco A., "The Jibaro Masquerade and the Subaltern Politics of Creole Identity in Puerto Rico, 1745-1823", American Historical Review, Vol.101, No.5, December 1996.

Vizcarrondo, Roberto, "Los españoles hidalgos de Puerto Rico: Estudio sobre la ideología dominante en la ciudad durante el segundo tercio del siglo XVIII", tesis M.A. inédita, Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, San Juan, 1978.

 

[1] Entre los visitantes que describieron la sociedad isleña se destacan Fray Damián López de Haro y el canónigo Diego de Torres Vargas, quienes fueron dos eclesiásticos que escribieron sobre la vida en Puerto Rico durante el Siglo XVII. Estos relatos pueden verse en Aida R. Caro Costas (ed.) Antología de Lecturas de Historia de Puerto Rico (Siglos XV-XVIII), San Juan, Puerto Rico, [s.n.], 1980.

[2] Francisco A. Scarano, “The Jibaro Masquerade and the Subaltern Politics of Creole Identity in Puerto Rico, 1745-1823”, American Historical Review, Vol.101, No. 5, December 1996, pp.1417. Scarano menciona al español Manuel Moreno Alonso como uno de estos viajeros, el cual describió la sociedad puertorriqueña en su narración “De Cádiz a Veracruz en 1745”.

[3] André Pierre Ledrú, Viaje a la Isla de Puerto Rico en el Año 1797, Traducción de Julio L. de Vizcarrondo, Segunda edición, San Juan, Universidad de Puerto Rico, 1957; Alejandro O’Reilly, “Memoria de D. Alexandro O’Reylly sobre la isla de Puerto Rico”, en Aida R. Caro Costas (ed.), Antología de Lecturas de Historia de Puerto Rico (Siglos XV-XVIII), San Juan, Puerto Rico, [s.n.], 1980.

[4] Las exploraciones hechas por los europeos entre los siglos XVI – XVII y la Conquista de América transformaron las ideas y creencias en el viejo continente. Este cúmulo de descubrimientos despertó el interés científico de muchos, que en el siglo XVIII se lanzaron por el mundo a investigar los elementos nuevos existentes en otras tierras.

[5] Ledrú, op.cit., p.xiv. Eugenio Fernández Méndez, autor del prólogo de esta segunda edición en español, señala que este interés científico fue el precursor de las exploraciones sistemáticas emprendidas por las potencias coloniales europeas en el siglo XIX.

[6] “Alejandro O’Reilly 1725-1794”, http://www.enlou.com/people/oreillya-bio.htm, p.1.

[7] Ibid., pp.1y2; “Alejandro O’reilly”, http://www.biografíasyvidas.com/biografía/o/o reilly.htm, p.1; “Alejandro O’Reilly”, http://www.worldhistory.com/wiki/A/Alejandro-O’reilly.htm, p.1. Luego de su viaje a las Antillas, O’Reilly fue enviado nuevamente a Cuba para dirigir una fuerza militar que sometería a los colonos franceses de Nueva Orleáns, quienes habían expulsado de la colonia al gobernador español Antonio de Ulloa. En 1769 O’Reilly tomó posesión de la Luisiana para España, siendo gobernador de la colonia hasta 1770. Desde 1776 a 1787 O’Reilly fue capitán general de Andalucía y en 1793 participó en la junta de generales y en el consejo de Estado que trató de la guerra contra Francia. El Mariscal O’Reilly murió en España en 1794.

[8] “Alejandro O’Reilly 1725…”, p.1. Se menciona que O’Reilly había salvado la vida del monarca.

[9] O’Reilly, op.cit., p.455. Esta opinión es compartida por el clérigo Fray Iñigo Abbad y Lasierra en sus escritos “Carácter y diferentes castas de los habitantes de la isla de San Juan de Puerto Rico” y “Usos y costumbres de los habitantes de esta isla”, ambos en Aida R. Caro Costas, op.cit., pp.716 y 726.

[10] O’Reilly, op.cit., p.455. En su informe se destacaba el alto costo que representó la isla para el tesoro español y los pocos recaudos que aportaba al estado.

[11] Ibid., pp.456 y 457.

[12] Abbad, op.cit., p.720; Angel López Cantos, Los Puertorriqueños; Mentalidad y Actitudes, (Siglo XVIII), San Juan, Ediciones Puerto, 2000, pp.185 -188. Ambos autores comentan el grado de sofisticación alcanzado por la clase alta en la isla, que utilizaba vestidos y adornos iguales a los de las clases altas en España. Sobre las actitudes y mentalidades en el San Juan del siglo XVIII, es notable el trabajo de Roberto Vizcarrondo, “Los españoles hidalgos de Puerto Rico: Estudio sobre la ideología dominante en la ciudad durante el segundo tercio del siglo XVIII”, tesis M.A. inédita, Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, San Juan, 1978.

[13] O’Reilly, op.cit., pp.457- 459.

[14] Ibid., pp.462 y 463. Las medidas señalaban, entre otras cosas, el establecer empresarios en Puerto Rico, el obligar a los propietarios a cultivar frutos útiles al comercio español y distribuir tierras “realengas” a los que las quisieran cultivar, de acuerdo con su capacidad para ello.

[15] Ibid., p. 462. O’Reilly comentaba que en Puerto Rico había una proporción mayor de blancos y un menor número de esclavos, lo que era positivo para la estabilidad de la isla.

[16] O’Reilly, op.cit., pp.476-478.

[17] Ibid., p.478.

[18] Ibid., p.479.

[19] Ibid., pp.480-483. Este padrón general es parte importante del “informe de O’Reilly” y en el se recopila información de los habitantes de la isla por edades, colores, sexos, propiedades de los habitantes, ganado mayor y menor en cada pueblo, comercio, frutos y otros aspectos, además de pasar inspección a todos los hombres de 15 años de edad en adelante.

[20] Ledrú, op.cit., p. xvii; “Biografía de Ledrú”, Fundación Canaria Orotava de Historia de la Ciencia, http://72.14.207.104/search?q=cache:tg7bewVTDOQJ:www.educa.rcanaria.es/usr/iesreale…, p.2. A su regreso de este viaje en 1798, Ledrú fue nombrado profesor de legislación y de física en la Escuela Central de Sarthe. Además organizó cursos de historia natural en su propio domicilio y fue miembro de la Sociedad Real de las Artes de Le Mans, de la Sociedad de Anticuarios de Francia, del Museo de Tours, de la Academia Céltica de Paris y de la Sociedad Literaria de Nantes. Ledrú falleció en la ciudad de Le Mans en 1825 y su obra fue publicada en español en 1863.

[21] Ledrú, op.cit., pp.xv y xvi. Otros miembros de la expedición lo eran, el jardinero Anselmo Riedler, el médico y físico Valentín H. Buffet, el geólogo Alejandro F. Advenir, los naturalistas Benjamín S. Le Villain , J. Lous Hogard y Lous Le gros, además del pintor Antonio González. El capitán Baudín también venía a recoger en la isla de Trinidad una colección de plantas, aves, frutas y otros objetos coleccionados en uno de sus viajes a China, las islas de Sonda, Indostán y el Cabo de Buena Esperanza.

[22] Ibid., pp. xix y xx. Sobre la metodología de Ledrú, es importante destacar el uso de un diario donde se anotaban los datos de historia natural y otras observaciones, además de informarse sobre el orden institucional, gobierno y economía por medio de personas cultas que residían en la isla (el Sr. París, comisario francés y el Dr. Raiffer, médico francés residente en Puerto Rico). También, Ledrú leyó obras como la Historia Geográfica civil y natural dela Isla de Puerto Rico de Abbad y Lasierra.

[23] Ledrú, op.cit., pp.32 y 33. El autor señala que las carreras de caballos se celebraban con motivo de las principales fiestas del calendario romano, especialmente las de Pascuas, San Juan, Santiago y San Mateo.

[24] Scarano, op.cit., pp.1416 y 1417. Resulta interesante el análisis que hace Scarano sobre la obra de Ledrú y sobre una relación escrita en 1746, acerca de las festividades en San Juan con motivo de la coronación de FernandoVI. Scarano destaca cómo la interacción de los grupos sociales en el ambiente festivo, denota un acercamiento entre los sectores urbanos y rurales, y cómo el “jíbaro” comenzaba a integrarse a la sociedad e identidad isleña.

[25] Ledrú, op.cit., p.33; Abbad y Lasierra, “Usos y costumbres…”, pp. 723 y 724. Las descripciones de Ledrú sobre las amazonas puertorriqueñas y la pasión de los isleños por las carreras de caballos, coinciden con las hechas por Abbad. Es notable el comentario de Ledrú sobre los caballos de la isla, donde dice que “no tienen trote, ni galope ordinario, sino una especie de andadura, un paso tan precipitado que el ojo más atento no puede seguir el movimiento de sus patas”, algo que nos evoca el andar del paso fino de nuestra isla.

[26] Ledrú,op.cit., p.33.

[27] Ibid., p.35. Ledrú menciona que los miembros de su expedición se alojaron durante un tiempo en la hacienda del comerciante irlandés O’Daily, situada a 3 leguas de San Juan. Se trataba de Tomás O’Daily, ingeniero y ex militar colega de O’Reilly, que poseía la hacienda San Patricio en Guaynabo, la más rica de la isla en el siglo XVIII.

[28] Ibid., p.57.

[29] Ibid., p.111. El autor comenta que en la isla no se utilizan vidrios en las ventanas, pues éstos retienen el calor, que las altas temperaturas no permiten dormir en colchones, ni utilizar muebles con tapicería, ni tener chimeneas.

[30] Ibid., p.112; Abbad y Lasierra, “Usos y costumbres…”, pp.717-720. Ledrú describe más en detalle el estilo de vida, la vivienda y la dieta de los sectores populares y sus descripciones concuerdan con las de Abbad.

[31] Ledrú, op.cit., pp. 43-49.

[32] Ibid., pp.113-116.

[33] Ibid., p.116.

[34] Ibid., p.117. Se mencionan, la prohibición de vender productos agrícolas al extranjero de forma legal, la falta de caminos y puentes, y la actitud de desdén hacia el trabajo personal entre los blancos.

[35] López Cantos, op.cit., pp.203-217. Ángel López Cantos elabora un análisis sobre las circunstancias reales de los puertorriqueños del siglo XVIII, en el que plantea el cómo unas actitudes realistas ante la vida y la situación económica existente, eran erróneamente interpretadas como pereza e indolencia por los cronistas y visitantes de la época.

 

 

Autor:

Luis A. Reyes Rodríguez

Diciembre de 2005

Partes: 1, 2
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