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Persistencias de tradiciones "Paganas" en la antigüedad tardía del occidente europeo (página 2)

Enviado por cesaraco


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Con el desarrollo del proceso de cristianización del estado imperial romano ~ poder político – formado por élites de antigua matriz senatorial convertidas a la nueva fe, militares en vía de alfabetización, burócratas advenedizos que encontraron en la religión del libro un medio de movilidad social y por hombres de Iglesia letrados- debió asumir la seria responsabilidad de la difusión de las creencias cristianas con normas y decretos que a menudo fueron insertados literalmente en las disposiciones capitulares y leyes de estado de las incipientes monarquías bárbaras para diseñar la nueva identidad religiosa

Pero pensamos que las identidades religiosas no pueden clasificarse de acuerdo a gradaciones establecidas entre formas más o menos "puras" de paganismo y cristianismo. De hecho puede planteares contextos de antagonismo en el seno de cada uno de estos amplios conjuntos y, sobre todo, en el segundo –cristianismo- en la medida que la voz fúndante que define esta polaridad es la de los mismos cristianos. Situación que parece derivarse del carácter necesario que éstos se autoimponen de expresar la unicidad de la verdad revelada. De ahí la significación que tiene como línea de fuerza en la evolución del cristianismo la correcta interpretación y la correcta opinión de la ortodoxia, con lo cual las disputas y debates en su seno cruzan intensamente los siglos iniciales de vida de esta religión, más aún, se intensifican desde el siglo IV a partir de la crisis arriana. Las exclusiones mutuas que establecen las distintas corrientes doctrinales terminan implicando obstáculos más difíciles de superar que el de la resistencia pagana. Esto parece ser bastante notable en el caso de las confesiones de los bárbaros: cuando la identidad arriana se encuentra más arraigada, como, por ejemplo, los vándalos en Africa, las posibilidades de relación con las mayorías católicas se tornan mucho más difíciles que en aquellos grupos que como los francos cultivan las formas paganas. De este modo el franco Clovis se convierte a la versión católica a poco de irrumpir en la Galia, mientras que los reyes vándalos implementan una serie de medidas persecutorias en contra de los ortodoxos norafricanos.

Esta fragmentación de la parte occidental del imperio marcó la formación de unidades políticas con críticas fronteras religiosas dentro de las cuales circulaban novedosos modelos culturales junto a resistentes tradiciones que se expresaban en códigos y gestos de confusas filiaciones paganas, tanto romanas como prerromanas, estas últimas, especialmente las celtas, en estrecho contacto con las recientes migraciones germánicas.

Una oligarquía de terratenientes de cuño romano, una aristocracia guerrera bárbara, en particular germana, y un conjunto de clerici, portadores de la escritura -técnica generadora de poder y sacralidad- organizaban nuevas alianzas aprovechando las fuentes de poder social que controlaban, en contraposición a los sectores subalternos urbanos y rurales; pobres (pauperes, humiliores), campesinos adscriptos a la tierra (coloni), esclavos instalados (servi casati), esclavos fugitivos (servi fugitivi) que podían devenir marginales como los bagaudas, ladrones y bandidos.

Los hombres del campo que aún no habían caído en la marginalidad penada eran globalmente denominados rustici en los textos de la época, vocablo que sólo había connotado relación con el campo pero que ahora se lo vincula con los ignorantes y ágrafos (idiotae e illitterati). Así los denomina y caracteriza la voz de los clérigos letrados. Frente a esta sólida voz fundante que se plasma en la escritura ubicamos el murmullo de una oralidad perdida que apenas podemos percibir en la subyacente realidad de los textos oficiales. Como afirma R. Fossier; "Aquella gente no escribió por sí misma: cuando habla lo hace por boca de clérigos o nobles que los retratan ridículamente… Sólo sus fantasmas… han llegado hasta nosotros intactos, y eso porque la Iglesia los acorraló a través de la magia o la herejía…"

A pesar de la mediación ideológica de los clericí emergen elementos que prueban la pervivencia de una religiosidad práctica y cotidiana de fuerte influencia localista, propia de los grupos campesinos, que no encuadra con los rígidos cánones conciliares que procuran instituir la exclusividad de la ortodoxia religiosa.

Opera una tensión entre las representaciones impuestas por los que tienen poder para nombrar y clasificar y la representación, sumisa o resistente, que cada comunidad ha venido produciendo por sí misma, esto es, mediante los usos diferenciados de los bienes simbólicos en circulación.

De hecho debemos reconocer una religión oficial que responde a los liderazgos, sobre todo episcopales, coexistiendo con religiosidades locales, subalternas, vinculadas en particular a sectores rurales que siguen apoyándose en tradiciones, creencias y prácticas relacionadas con los bosques, los árboles sagrados, fuentes, lagos y estanques, piedras y encrucijadas. Producto de hombres y mujeres, niños y ancianos, que aún usaban todo tipo de amuletos y filacterias, que practicaban la adivinación (sortes) recurriendo a magos y adivinos (aruspices, mathematici, etc.) y que todavía creían en los viejos dioses representados por los ídolos heredados de sus antepasados y condenados por la Iglesia, a pesar de haber sido bautizados en la mayoría de los casos. Descubrimos comunidades campesinas que ya muy entrados los tiempos medievales seguían observando a los astros, los eclipses, el vuelo de los pájaros y el estornudo de las bestias para predecir el futuro, y que aún no dejaban de preferir entre sus divinidades, a las agrestes, como las Dianas de los bosques, que se vinculaban a la fertilidad de los campos y a los rituales estacionales de sexualidad explícita que condena la mirada del evangelizador.

Representaciones de un mundo mágico que denunciaban los clérigos, detentadores casi monopólicos de la palabra escrita, en sus sermones, cánones conciliares y penitenciales intentando pautar gestos, actitudes y comportamientos de los hombres de la oralidad, los que se expresaban a través de ruidosos cantos y obscenas danzas, los que durante siglos en las calendas de enero seguirán enmascarándose de animales.

Recordemos que los cristianos como "gente del libro", son agentes tanto de la gestación de nuevas relaciones entre oralidad y escritura como de innovaciones en el propio campo de esta última La legitimación del cristianismo en el transcurso del siglo IV acelera el proceso de configuración social de las ecclesiae. Estas, surgen como espacios de resocialización, de definición de lo que los autores medievales denominarían societas christiana, puesto que los individuos y grupos adquieren nuevos roles y funciones, que paulatinamente se extenderán al conjunto de los distintos sectores, lo cual, en el planteo de los clerici, hará lugar a la idea de Christianitas como sociedad deseada y verdadera.

De esta manera, la Iglesia deviene en el agente histórico con mayor capacidad transformadora de los códigos sociales, con una preceptiva de conducta que se impone en todo momento de la vida del creyente. Sin embargo este accionar no es unívoco y tropieza con las interpretaciones y adecuaciones que generan en el cuerpo social sus diferentes miembros.

El mundo europeo tardoantiguo encuentra a los clerici legitimando con su historiografía a los bárbaros recién llegados, colaborando en la redacción de códigos y finalmente desde el período carolingio en el que se constituyen los estados del obispado de Roma, agudizando la colisión dentro de la propia ortodoxia en tomo a las teorías del poder.

La realidad histórica se resuelve en un conjunto de matices que se ponen en juego entre el consenso y la coerción en los cuales las formas que adquiere el cristianismo tardoantiguo originan modalidades de ejercicio de poder o resignifican las que históricamente se van desarrollando, esto es las concepciones de lo público, el control económico, el posicionamiento como centro de diversos niveles de relaciones personales. Es así que al imperio romano le suceden las monarquías germánicas y de ellas resurgirá el nuevo impulso a la idea imperial. Se afirma entonces una Iglesia que verticaliza el episcopado hasta la figura pontificia, que origina el conflicto con la sacralidad monárquica -ese cuerpo santo del rey que no sólo conduce a la batalla sino que es agente de conversión- y, en definitiva, que genera todo un conjunto de dispositivos que alcanzan los planos más cotidianos de la gestión: la trama episcopal y la fiscal, la necesidad de un orden jurídico que no sólo se diga sino también se lea y el cuidado ordenamiento de la explotación y la distribución de los recursos que dan lugar a los inventarios que expresarán los detallados políticos de Carlomagno y sus sucesores.

Los obispos, enfrentan durante el siglo IV, la intensificación de las relaciones entre las distintas comunidades y con ello también, la confrontación entre las correspondientes corrientes doctrinales en pugna, procesos ambos que terminan de profundizar sus liderazgos y su calificación para llevar a cabo los distintos debates suscitados. La amplitud de los dispositivos que estos clerici ponen en juego, termina por involucrar, a partir de allí, no solamente la constitución del dogma, sino además las acciones de propaganda y difusión de prácticas doctrinales a partir de la evangelización, los gestos permitidos e interdictos y, en suma, las modalidades de percepción y representación que se despliegan y transforman por el impulso de los diversificados receptores de sus discursos e imágenes. Receptores particularmente reacios en los espacios rurales configurados por culturas locales de etnicidades complejas, como celtas, germanos, beréberes, capadocios…

Con este nuevo protagonismo cristiano, buscado y reconocido desde el período constantiniano, se instaura entonces toda una nueva gramática social, que reconfigura los ámbitos en los que se ejerce y que manifiesta una casi asombrosa permeabilidad. El cristianismo irá proporcionando así pautas claras de su vocación transformadora, que debe, como ya afirmamos, al hecho de concebir a la sociedad como un todo.

La construcción de espacio.

Al fragmentarse el Imperio Romano por las invasiones barbaras se generaron polémicas debido a la nueva conformación de fronteras políticas y religiosas.

A todo esto se agrega la formación de nuevas zonas sagradas, estas se yuxtaponen a las antiguas generando controversias, todo el panorama político fomentó y ayudó a la construcción de una nueva problemática, a los antiguos señores romanos se suman los jefes Bárbaros y los clerici.

Frente a este nuevo orden social se construía una nueva realidad de los sectores campesinos pauperizados por la fiscalización y la renta.

Estas perspectivas fomentaron el reforzamiento del Patronato, el crecimiento de las Bacaudae, y especialmente la lenta extinción del esclavismo en la producción agrícola, estos últimos se convierten en Casatti o Fugitivi.

Estos grupos se constituirán en grupos de resistencia desde lo político a lo cultural. Concentraremos nuestro análisis desde la resistencia cultural. Esas tradiciones y rituales que perduran en el tiempo y en el espacio como alteridad que perviven al cristianismo oficial. Es en los bosques, donde desde sus ancestros, se han celebrado los banquetes bajo los arbores sacrae junto a aguas y fuentes, piedras y encrucijadas, en donde se refugian los que se han rebelado contra el orden instituido.

Estos paganos convertidos, lo hicieron de una manera superficial, manteniendo muchos elementos culturales de su antigua tradición utilizados por los clérigos para conseguir la asimilación de dichos ritos a la cristiandad y poder presentar una imagen homogénea de una población bautizada que ha sido integrada a la Iglesia.

Esos neocristianos siguen inmersos en una religiosidad práctica y de adivinación, como eran el vuelo de los pájaros, el estornudo de los caballos, la astrología, etc.

Nos encontramos con que las distintas formas de paganismo han seguido hasta muy entrada la Edad Media, H. Zurutuza hace mención del análisis que efectúa A. Gurevich en su libro "Medieval popular culture, Problems of belief and perception" sobre la pervivencia de estas formas, en el siglo XI Bucardo de Worms es el primero en utilizar la palabra Holda para designar mujeres a las que se les atribuía poderes sobrenaturales, ésta es una palabra del lenguaje popular y nos indica la persistencia de esta creencia en el universo del campesinado.

Del mismo modo perduran entre las censuras como practicas paganas los Cantos Fúnebres – citados en el Indiculus superstitionum et paganiorum- relacionando practicas funerarias tanto con idolatrías como a comidas rituales, vigilias junto a tumbas de santos etc., muy difundidas en la Galia Franca en los sectores subalternos, para los Clérigos no había diferencia entre el paganismo oficial romano y el que había quedado oculto, de raíces en los mas viejos sustratos de las culturas campesinas, que parecen resurgir frente a la confrontación, y luego convivencia, con elementos de la cultura germánica. La actitud clerical se concentra en la institución de un nuevo calendario festivo cristianizado sustituyendo las calendas de enero y otras fiestas del calendario romano oficial, y en la cristianización de los espacios como bosques sagrados, piedras, estanques, control de cementerios, tumbas de santos, reliquias, etc.. La Iglesia a través de centralización y monopolio del poder de designar lo sagrado y lo profano condena lo mágico e instituye lo religioso.

Las fiestas que caen bajo la condena provienen del calendario romano y tuvieron su origen en la religión, los romanos quienes no conocían diferencia entre festividades religiosas y profanas – estas diferencias son fruto de la difusión del cristianismo en el occidente europeo- celebraban festividades como las Saturnalia, las Lupercalia, las Spurcalia, y las Kalendae Ianuarii entre otras.

En estas fiestas el hombre se integra a la naturaleza, aproximándose no solo a dioses sino también animales, mimetizados en carneros los hombres devienen Dionisos, Silvanos, para luego convertirse en demonios en medio de bailes, bebidas y comidas, liberan sus cuerpos. Las fiestas recuperan la memoria colectiva como se intenta la profecía, las mascaras asimilan hombres y bestias, el travestismo lo hace con hombres y mujeres, confluyen así ritos de fecundidad, el miedo a los muertos, éxtasis y travestidos, el cambio de papeles y la inversión de roles sociales. Estas costumbres atentan contra la doctrina cristiana. Las strenae consideradas como presentes diabólicos, parte de un mecanismo de reciprocidad –el don y contradon – en prácticas de construcción de clientelas, alianzas o compromisos, intercambios de retribuciones materiales que atentaban contra el concepto de caridad cristiana, la limosna que tendrá su reconocimiento en el terreno de lo trascendente.

Podríamos decir que si estas fiestas traen a la memoria un supuesto pasado feliz, una utopía social, prepararía el terreno para la protesta, a la rebelión encarnada en los movimientos bagáudicos y los heréticos.

La sanción eclesial es por lo tanto coherente ante las tradiciones y creencias ancestrales que perduran y no permiten la completa instauración de las prácticas y doctrinas del cristianismo, criticas y rebeldes contra el sistema de poder al punto de ingresar a los templos bebiendo y cantando realizando actos lascivos ante la mirada absorta de los clérigos, no en vano la iconografía cristiana refleja al demonio en seres agrestes del ámbito rural donde perduran estas fiestas y rituales reafirmando la estrecha relación entre los hombres y la naturaleza, pero facilitando el desorden y desatando la sanción y la excomunión.

En los documentos conciliares se encuentra el temor de los obispos merovingios hacia la seducción diabólica expresada en la condena de estas actitudes negativas de quienes se involucraban en estas supersticiones, dispositivos de control simbólico que una elite de letrados aplica en el espacio de los campesinos galos.

BIBLIOGRAFÍA

  1. Fossier, R., "Historia del campesinado en el occidente medieval", Barcelona 1985.
  2. Zurutuza H. y Botalla H. (comps.) "Paganismo y cristianismo" , Homo Sapiens, Rosario 1995.
  3. Zurutuza H., "Campesinos y esclavos en el marco Paganismo Vs. Cristianismo", Univ. de Bs. As. , de Rosario y de Luján, 1991.
  4. Brown, Peter "El primer milenio de la cristiandad occidental", Cap. XII, Ed. Critica, Barcelona.

 

 

Lucero Viviana

Acoglanis Cesar

Azar Jorge

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