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Aproximación a las formas ideológicas del Estado en los gobiernos menemista y kirchnerista (página 2)


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El modelo de Menem transformó la noción clásica de servicio público, en términos de derecho igualitario del conjunto de los ciudadanos reemplazándolo por la idea de actividades rentables para el capital privado. Los intereses opuestos a esta lógica de minimización del Estado no lograron atrincherarse en instancias burocráticas decisivas. Se manifestó durante este proceso una expropiación de las facultades decisorias o de control de las instancias burocráticas, el proceso fue marcado por una fuerte voluntad ejecutivista. En el caso del gobierno de Menem, las fuerzas sociales en el poder apelaron al "no -estado" para legitimar las políticas públicas a favor del empoderamiento del sector privado. La representación del Estado como ausencia se volvió tan legítima que incluso en períodos de crisis, los movimientos sociales apelaban a la efectivización del no estado para superar las situaciones críticas. Durante la mayor parte de los 90, se interpeló a la población como ciudadanos-individuos formalmente iguales, emparentando esta concepción con la figura del consumidor cuya demanda se encuentra diversificada y pretende la satisfacción de sus necesidades particulares.

Hacia fines de los 90 y principios del 2000, la brecha abierta entre la matriz de afirmaciones y sanciones del bloque en el poder se cristalizo en la movilización ideológica, esta se tradujo en prácticas de movilización política. Esta movilización ideológica implicó la fusión de varios discursos ideológicos con una sola consigna "que se vayan todos", implicó además la descomposición de las viejas formas de interpelas a la población.

Con la recomposición de un bloque de fuerzas sociales, Kirchner se instaló en la Casa Rosada, logrando convencer a la gente de que por fin la Argentina contaba con un presidente de verdad.

Kirchner consolidó su poder sembrando el mensaje de que todos los males del país tienen su origen en una especie de conspiración urdida por los enemigos del pueblo, entre tales enemigos están los economistas "neoliberales", los menemistas, los funcionarios del Fondo Monetario Internacional y muchos empresarios extranjeros a quienes vapulea con regularidad.

Durante el gobierno de Kirchner, el Estado continúa interpelando a la población como ciudadanos formalmente iguales, pero en este período las fuerzas sociales destacan las potencialidades del Estado para superar la crisis. Se intenta representar un Estado fuerte, con posiciones incluso muy definidas frente a los demás países. Desde el gobierno se diagnostica que la crisis se debió a la falta de responsabilidad social de los que aplicaron políticas neoliberales En este sentido, Cuando desde el gobierno se hicieron manifestaciones referidas al proceso militar desde 1976, se responsabilizo a "malhechores uniformados y colaboracionistas neoliberales que contra la voluntad del pueblo desmantelaron un Estado benefactor equitativo".

Entre otras orientaciones similares, gobierno de Kirchner se muestra pasivo hacia los grupos militantes, en ninguna de las últimas marchas sociales o protestas ha habido represión, el gobierno ha optado por congraciarse con los movimientos de izquierda. Por su parte, las intimidaciones y presiones por parte de sindicalistas y otros actores sociales parecen tener buen resultado en el logro de reconocimientos.

A pesar de su fama de su imagen fuerte, Kirchner no tiene intención alguna de enemistarse con quienes dicen expresar el sentir popular, de ahí no sólo su negativa a involucrarse en el drama de Cromañón sino también su pasividad frente a los asambleístas de Gualeguaychú que se han encargado de fijar la política nacional hacia Uruguay y a los piqueteros.

Sin embargo, ciertas actitudes de Kirchner que caen bien en el conurbano bonaerense no lo ayudan en la Capital, razón por la cual su dominio del lenguaje progresista no ha sido suficiente como para convencer a los muchos porteños que comparten los sentimientos de que es un representante auténtico de la "centroizquierda".

Si bien Kirchner se congració en seguida con la izquierda vernácula atacando con vehemencia a los militares y hablando como si siempre hubiera sido un militante intrépido de los derechos humanos, cabe preguntarnos si no son sólo gestos simbólicos. Las reformas estructurales clave, como la impositiva, no se han debatido.

4- Algunas consideraciones finales

Si bien durante los gobiernos de Menem y de Kirchner, desde el Estado se han problematizado las cuestiones sociales y el tratamiento de los actores sociales de manera distinta, existe un piso indiscutible de características del Estado que no se cuestionan. Esta base indiscutible tiene que ver con las capacidades orientadoras del Estado respecto a los procesos sociales. Tal vez sea esta la forma más cercana a concebir al Estado. Estas tomas de posición del Estado son mejor observadas en períodos donde encontramos una fuerza social hegemónica, en el sentido de que el consenso básico en torno a cierto tipo de orden facilita la comunicación de orientaciones a la sociedad. Tales fueron las características durante los gobiernos menemista y el kirchnerista.

A pesar de que las fuerzas sociales en el poder pretenden instituir mediaciones con la sociedad civil a través del Estado, este último no se reduce nunca a una forma de mediación. Los diferentes actores de la sociedad civil ayudan a delinear las orientaciones del Estado al problematizar cuestiones relevantes. Concluimos que el Estado goza de cierta autonomía y de una racionalidad acotada. La racionalidad estatal persigue su legitimación, su sostenimiento en la validez de sus instituciones y sus principios básicos.

Las formas ideológicas se cristalizan fundamentalmente en el Estado, y aunque éste trata de mediarlas hacia la sociedad civil, nunca se trata de un proceso lineal y uniforme, sino más bien circular, donde desde la sociedad se imprimen muchas características a las representaciones estatales.

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Autor:

Yesica Ivone Zarate

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