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La resiliencia en y desde la escuela (página 2)


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El principal elemento constructor de resiliencia para cada alumno, es una relación de confianza —aunque sea con un solo adulto, ya sea dentro o fuera de la familia— que le transmita: "tú me importas, tú puedes, tú eres".

La resiliencia de los educandos también se construye creando ambientes escolares caracterizados por factores constructores de resiliencia. En suma, ésta se construye mediante interacciones personales con el alumno que le transmitan optimismo y se centren en sus fortalezas.

Otra manera de fomentar y construir resiliencia desde el aula es mediante el reforzamiento de los vínculos entre las familias de los alumnos y la escuela, al priorizar la participación de la familia en la vida escolar: convocando a los padres, otorgándoles papeles significativos en la institución, ofreciéndoles una variedad de formas de participación y hablando con ellos periódicamente para hacerlos partícipes del proceso de formación de sus hijos, a manera de una buena noticia: en pocas palabras, construyendo una fuerte participación de la familia en la actividad escolar.

Pero también los educandos necesitan establecer fuertes vínculos entre ellos y su escuela: es fundamental que se les ofrezca arte, música, teatro, todo tipo de deportes, tareas de servicio comunitario y clubes de diversas clases (podrá recurrirse a los padres para que ayuden a proponer estas actividades extra clase), sin que ello aumente su estrés o sature su tiempo libre.

También podrían los alumnos participar en la determinación de los límites expresados en las normas de conducta, así como los procedimientos para hacerlas cumplir (incluyendo las posibles sanciones por incumplirlas). Los límites deben basarse en una actitud afectuosa, antes que punitiva; es decir deben tener un fin constructivo antes que de castigo, y podrían hacer referencias concretas a ciertas conductas de riesgo, como el uso del alcohol u otras drogas, los comportamientos violentos y la proclividad al delito.

Un enfoque positivo y reforzador puede ser expresado a través de la redacción de políticas escolares en términos de una lista de derechos de los educandos (el alumno debe ser respetado, sentirse seguro, estar libre de las drogas, ser tratado con afecto, etcétera), sobre la base de los Derechos del Niño, promulgados por la UNICEF.

Otra posible medida es aplicar un método de enseñanza basado en el aprendizaje cooperativo, que incorpore naturalmente las habilidades para relacionarse con los demás, trabajar en grupo, expresar opiniones propias, fijar metas y tomar decisiones. A través del desarrollo de habilidades para la vida, los educandos identifican las habilidades que pueden servirles para evitarse problemas en el futuro y luego las aprenden.

Tarea de toda la escuela

No olvidemos poner el énfasis en nuestro afecto y apoyo. La autoestima y la confianza son los componentes básicos de las actitudes que construyen resiliencia; pero también debe expresarse en conductas concretas, como tomar en cuenta a todos los educandos, felicitarlos por sus actitudes positivas y no encasillarlos, saber sus nombres, estimular a los reticentes, así como investigar e intervenir cuando alguno de ellos enfrenta circunstancias difíciles. Esto requiere conceder tiempo en clase para la construcción de relaciones. También implica construir un modelo de intervención eficaz para los educandos que tienen problemas, así como detectar y aprovechar sus fortalezas.

Esta labor no sólo recae en el docente sino en todo el personal escolar, como la psicóloga, la trabajadora social, la enfermera, el director, etcétera, quienes deben ayudar a los alumnos a encontrar y desarrollar sus capacidades resilientes, diciéndoles frases como: "tu capacidad de encontrarle el lado bueno a la situación familiar que te afecta es increíble y te permite superar lo que te pasa", "cuenta conmigo", "sabía que podías enfrentar y superar esa situación", y "ya sabes que no estás solo, tus maestros te apoyamos"

También podemos abrir nuevos espacios a la participación escolar con sentido. Esto podría implicar la inclusión de alumnos en comisiones de gobierno escolar, aun en los niveles primarios. Los programas entre compañeros, incluyendo el de servicio comunitario, las numerosas actividades antes, durante y después del horario escolar, y la aplicación de estrategias de enseñanza participativas, son formas de brindar a los alumnos diferentes oportunidades de actuar significativamente en este sentido.

Algunos proyectos funcionan mejor en manos de los educandos, como revistas escolares, los centros ambientales y programas de alfabetización. En todo caso, es importante contar con el respaldo de los padres, la comunidad y otras organizaciones, con el fin de implementar la construcción de resiliencia en cada aula y en toda la escuela.

Los estudios en resiliencia indican que aquellos alumnos que han generado un comportamiento resilientes, que han podido sobreponerse a esas experiencias negativas fortaleciéndose en el proceso, han contado con alguna persona: ya sea de la familia extensa, de la comunidad o de la escuela, con quien lograron establecer un vínculo positivo. Es aquí donde el papel de la escuela y en particular de los docentes, adquiere todo su valor y revela su complejidad.

Frente a problemas sociales crecientes resulta imprescindible que la escuela despliegue todo su potencial y los recursos a su alcance para lograr una comunidad educativa inclusiva, al estimular aquellos factores —tanto internos como ambientales— que mitiguen el impacto de las situaciones negativas o estresantes y provean un modelo basado en la resiliencia, que permita a la escuela fortalecer su labor para beneficio no sólo de los educandos sino del país.

La resiliencia como esperanza humana

El pesimismo se agudiza ante nuevas y viejas enfermedades como la influenza, el cáncer y el sida. Y cabe preguntarse, ¿es que no hay razones para la esperanza? ¿La humanidad va sin remedio con rumbo al precipicio?

Evidentemente eros y tánatos luchan, y en esa lucha está la supervivencia humana. Hay un fenómeno que desde hace algunos años ocupa la atención de científicos de diversa índole: tiene que ver con el sentido de vida. Es una pulsión hacia la vida que pasó inadvertida o casi inadvertida, y que permite albergar esperanzas acerca de la capacidad humana de reaccionar ante las adversidades que en principio parecerían insuperables.

Se trata de la resiliencia, es decir la capacidad humana de superar las adversidades y construir sobre ellas. La resiliencia es la capacidad de una persona o grupo social, no sólo de soportar crisis y adversidades, sino de poder recobrarse y salir fortalecido de ellas.

Resilire, en buen latín, quiere decir "volver a entrar saltando" o "saltar hacia arriba". ¿Pero cómo se aplica esta capacidad humana (aunque también es de los demás seres vivos)?

La resiliencia como esperanza humana.

Los profesionales de la salud y la educación en el quehacer cotidiano, se encuentran a diario con personas o grupos que viven situaciones de tragedias o de estrés: que parecen difíciles o imposibles de superar. Este concepto nos ayuda a entender que sobreponerse de las tragedias, salir adelante, por ejemplo, tras la muerte de un ser querido o intentar algo una y otra vez hasta lograr los objetivos, no es fruto del azar o de personas especiales.

¿Por qué algunas personas se enferman más que otras en circunstancias similares? ¿Por qué algunos pueblos son más propensos a las vulnerabilidades derivadas del medio o de desastres naturales o provocadas por el propio hombre? ¿Qué factores habría que potenciar en las personas o en las comunidades para resistir y transformar las deficiencias o debilidades en fortalezas?

Pongamos un ejemplo: de un evento estresante o de una experiencia negativa —como un atentado o un sismo— se puede salir herido, lastimado, física o emocionalmente; pero también puede transformarse en el aprendizaje de una herramienta constructiva útil para desplegar conductas favorables frente a otras dificultades que la vida presente. Pero, ¿cómo podemos saber cuál es la pertinencia y la capacidad de una u otra herramienta para desatar justo este potencial de recuperación de las personas?

Porque es indudable que la resiliencia existe y es una herramienta al servicio de la supervivencia humana. Algunos científicos creen que ésta confirmaría y complementaría la Teoría de la Evolución. También se sabe ya que la resiliencia no es un atributo con el que se nace o se adquiere por sí misma durante el desarrollo: son diversos factores propios del medio los que posibilitan una asociación positiva con la posibilidad de ser resilientes.

Lo cierto es que desde los años ochenta ha existido un interés creciente por saber más sobre aquellas personas que, a pesar de nacer y vivir en condiciones de alto riesgo, se desarrollan física y psicológicamente sanos y son socialmente exitosos. Como ejemplo podemos mencionar niños que nacen en condiciones de desventaja social, pero tienen un alto coeficiente intelectual, a pesar de no haber recibido estimulación temprana ni apoyos adicionales a la educación escolar.

Como en el viejo mito de Sísifo, la resiliencia se manifiesta en ese hombre que empuja una pesada roca cuesta arriba de una montaña, y poco antes de llegar a la cima —a pesar de usar toda su fuerza— la roca se le escurre y cae al valle. Sin embargo, Sísifo, no escatima esfuerzo por vencer al límite; y, a duras penas, tolera la fatiga y se sobrepone y sigue luchando por subir la roca.

Cuál es el origen del concepto.

El concepto está tomado de la mecánica y de la física: la resiliencia era originalmente entendida como la capacidad de los cuerpos u objetos de reaccionar frente a fuerzas externas que tienden a distorsionar su forma, y para tender un regreso a la forma inicial pero mejorada debido a su elasticidad o flexibilidad para recuperarla. En este sentido, se dice que el metal que pasa por el calor hasta deformarse y luego tiende a enfriarse para hacerse más fuerte es resilientes.

Este término también es usado en medicina: la osteología ha adoptado (y adaptado) el concepto para definir la capacidad de los huesos de crecer en el sentido correcto después de una fractura.

En su acepción moderna, en la resiliencia convergen muchas otras disciplinas como la pediatría, el psicoanálisis y la salud pública, es ya una categoría que propone trabajar ya no sobre los factores de riesgo de las personas vulnerables, como los niños, sino también sobre la capacidad de los pequeños para afrontarlas, poniendo en juego sus capacidades individuales.

En la salud, las investigaciones en resiliencia han cambiado la forma en que se percibe al ser humano: de un modelo de riesgo basado en las necesidades y en la enfermedad, se ha pasado a un modelo de prevención y promoción basado en las potencialidades y los recursos que el ser humano tiene en sí mismo y a su alrededor.

Además, recientemente se ha desarrollado el concepto, muy importante para nuestros países en vías de desarrollo, de resiliencia comunitaria, que describe esa capacidad de nuestros pueblos para superar crisis y catástrofes (inundaciones, terremotos, ciclones, etcétera). Entre los pilares de la resiliencia comunitaria se mencionan la autoestima colectiva, la identidad cultural, a honestidad, la solidaridad y el liderazgo comunitario.

La resiliencia posee dos elementos importantes: la resistencia o capacidad de proteger su propia integridad frente a los efectos de estrés o tensión negativos y la elasticidad o flexibilidad para proseguir el desarrollo de los procesos constructivos.

Con esta reflexión tratamos de señalar la importancia y la esperanza de construir mejores alternativas para el ser humano a partir de la resiliencia en acciones sociales, educativas y de salud que abarquen a las personas de todas las edades, desde la primera infancia hasta la tercera edad; a familias e, incluso a las comunidades a través de programas que promuevan y refuercen sus características resilientes.

Algunas características de la Resiliencia

Habilidad para enfrentar eficaz y adecuadamente situaciones adversas y eventos traumáticos, además del desarrollo el potencial de ajuste individual o del sistema.

Es dinámica, varía a lo largo del tiempo de acuerdo con las circunstancias. Con el desarrollo del individuo o del sistema y con la calidad de estímulos a los que están expuestos.

Para nutrirse y fortalecerse requiere del apoyo social y de la disponibilidad de recursos, oportunidades y alternativas de ajuste como factores protectores.

Si bien la resiliencia comprende una serie de características y habilidades de ajuste propias del individuo o sistema, por lo general se evidencia en situaciones adversas o de riesgo.

Características de los Niños y Jóvenes Resilientes

Los seres humanos nacen con la capacidad de hacer frente a las demandas del ajuste de su medio, de desarrollar habilidades sociales y comunicativas, una conciencia crítica, autonomía y propósitos para el futuro. El desarrollo y el reforzamiento de la misma requieren de la estimulación contextual, familiar y de los pares.

Características de los niños Resilientes:

Estos niños suelen responder adecuadamente frente a los problemas cotidianos, son más flexibles y sociables, predominancia de lo racional, buena capacidad de auto-control y autonomía.

En cuanto a lo familiar, no han sufrido separaciones o pérdidas tempranas y han vivido en condiciones económicas y familiares relativamente estables presentando con frecuencia características de personalidad o habilidades entre las que se puede mencionar:

  • Adecuada autoestima y autoeficacia.Mayor capacidad de enfrentar constructivamente la competencia y aprender de los propios errores.

  • Mejores y más eficaces estilos de afrontamiento.

  • Capacidad de recurrir al apoyo de los adultos cuando sea necesario.

  • Actitud orientada al futuro.

  • Optimismo y mayor tendencia a manifestar sentimientos de esperanza.

  • Mayor coeficiente intelectual.

  • Capacidad empática, Accesibilidad y buen sentido del humor.

Estos rasgos y habilidades pueden verse reforzados por la influencia positiva del medio familiar y el apoyo de otros adultos significativos en la vida del niño. Según Loesel (1992) los niños resilientes suelen vivir en un clima educacional abierto y con límites claros; cuentan con modelos sociales que motivan el enfrentamiento constructivo, comparten responsabilidades sociales y se ven estimulados por la existencia de expectativas de logros realistas por parte de los adultos.

Características de los Jóvenes Resilientes:

Muestran también una serie de características que se asocian directamente con la capacidad de afrontar adecuadamente los problemas cotidianos, las cuales se relacionan con el propio desarrollo personal. Los jóvenes resilientes presentan, entre otras características comunes:

-Adecuado control de emociones en situaciones difíciles o de riesgo, demostrando optimismo y        persistencia ante el fracaso.

-Habilidad para manejar de manera constructiva el dolor, el enojo, la frustración y otros aspectos perturbadores.

-Capacidad de enfrentar activamente los problemas cotidianos.

-Capacidad para obtener la atención positiva y el apoyo de los demás, estableciendo amistades duraderas basadas en el cuidado y apoyo mutuo.

–Competencia en el área social, escolar y cognitiva; lo cual les permite resolver creativamente los problemas.

-Mayor autonomía y capacidad de auto observación.

-Gran confianza en una vida futura significativa y positiva, con capacidad de resistir y liberarse de     estigmas negativos.

-Sentido del humor flexibilidad y tolerancia.

 

 

Autor:

Alexsandra Gargiulo Pimienta

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