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Roberto Arlt, cronista de la inmigracion gallega


     

    Indice1. Introducción 2. Desde Galicia 3. Virtudes de los emigrantes

    1. Introducción

    Roberto Arlt viajó a Europa en 1935, enviado por el diario El mundo, y remitió desde allí sus Aguafuertes gallegas, serie de notas sobre los gallegos y su relación con América, en las que tiene gran importancia el tema de la inmigración a la Argentina. En este trabajo escribo sobre Arlt y su tiempo, a partir de textos de especialistas, y luego me ocupo de esta obra, que fue editada, prologada y anotada por Rodolfo Alonso. Famoso por su obra de ficción, quizás pocos recuerden que –como afirma Juan Martín Roldán en "Arlt frente al espejo" (Magazine semanal, 2-8/7/2000)- el escritor "vivía de su pluma, lo único que le daba de comer y a lo que volvía invariablemente cada vez que fracasaban sus incesantes intentos por crear el invento de su vida, el que lo hiciera rico". Su talento para el periodismo es memorable. Miguel Wiñazki destaca en "El periodista" (Clarín Viva, 2000) las condiciones de Arlt para esta profesión: "Estaba poseído por el hambre de los desesperados, por la codicia de los menesterosos, por la mugre de los que nacen en los bajos fondos. Portaba todos los pecados necesarios para afrontar ese oficio terrestre y arduo que requiere –sobre todo- del corazón puesto en las verdades callejeras para hacer de la crónica diaria algo que tenga que ver con el ser y no con la nada. (…) Escribía por dinero y contra reloj y contra muchos jefes miserables, como escriben todos los periodistas. Con esa arcilla hecha de realidades, desesperaciones y talentos reinventó una nueva literatura argentina. La que crece fuera de la torre de marfil". Luis Gregorich señala en un estudio incluido en la Historia de la literatura argentina (Buenos Aires, CEAL, 1980) que el autor de Los siete locos trabajó en varios medios periodísticos: "primero, en Don Goyo, revista humorística dirigida por su amigo Nalé Roxlo; luego, como cronista policial en Crítica, el gran diario de los Botana; y finalmente, en El Mundo, a invitación de Alberto Gerchunoff, quien es muy pronto reemplazado por Carlos Muzzio Sáenz Peña. En este último diario –agrega- se consagrará como cronista porteño con la inolvidable serie de sus Aguafuertes". Luis Ordaz sostiene -en otro trabajo incluido asimismo en la Historia de la literatura argentina- que Arlt "fue un periodista de ágil teclear sobre la máquina, notero agudo, zumbón y pintoresco, narrador insólito y vigoroso". De esa pluma surgieron las Aguafuertes porteñas, a las que siguieron las Aguafuertes españolas y las Aguafuertes gallegas. Ema Wolf y Guillermo Saccomanno lo consideran un "extraordinario escritor", pero no todos fueron elogios para Arlt. En 1956, Borges expresó a Adolfo Bioy Casares: "En Crítica estuvo dos días y lo echaron porque no servía para nada. No sabía hacer absolutamente nada. Me explicaron que sólo en El Mundo supieron aprovecharlo. Le encargaban cualquier cosa y después daban las páginas a otro para que las reescribiera. Dicen que reuniendo sus aguafuertes porteñas, que son trescientas y pico, podría hacerse un libro extraordinario. Imaginate lo que será eso. Las escribía todos los días, sobre lo primero que se le presentaba. Menos mal que algún otro las reescribió". "Me aseguran que después se cultivó –agrega el autor de El aleph-, leyó a Faulkner y todo eso lo demostró en un artículo de dos páginas, algo magnífico, en que estaba todo. ‘Sobre la crisis de la novela’: qué título. Ya te podés imaginar la idiotez que sería eso". El 2 de abril de 2000, Clarín publicó un número especial para conmemorar los cien años del nacimiento del escritor. Sylvia Saitta, autora de El escritor en el bosque de ladrillos (Sudamericana, 2000), biografía de Arlt, colaboró en este suplemento con el texto titulado "En busca de las pistas falsas" en el que sostiene que el protagonista de su libro "realizó su primer y único viaje a Europa y buscó convertirse en cronista de unas noticias internacionales que sólo hablaban del avance de los totalitarismos, de la masacre de poblaciones enteras, de la crisis y la desaparición de viejas concepciones que ya no servían para explicar una época de guerra y de violencia". ¿Por qué Aguafuertes? Sobre el título elegido para las crónicas, nos dice Rodolfo Alonso, en el prólogo a las Aguafuertes gallegas (Ameghino, 1997): "Como en esa técnica de las artes plásticas a la que alude su denominación, el ácido despiadado pero en el fondo siempre compasivo y tierno de su visión desprejuiciada y crítica los convertía en auténticos trozos de vida, retratos de costumbres en la gran tradición de Fray Mocho y Roberto J. Payró, por supuesto, nada complacientes". Alvaro Abós, por su parte, considera en "El amigo uruguayo" (Clarín, 2 de abril de 2000) que "El aguafuerte literario, en la intransferible manera en que Arlt lo practicó, imprimiéndole su sello, identificándolo con la urbe porteña, destaca unos pocos rasgos que, al ficcionalizar el tema o los tipos descriptos, aboceta para sintetizar y sacudir al lector".

    2. Desde Galicia

    Las Aguafuertes gallegas aparecieron en 1997, por primera vez quizás, reunidas en un libro. La edición, prólogo y notas estuvieron a cargo de Rodolfo Alonso, quien tuvo un destacado papel en la publicación de estos artículos en un volumen: "por gentil mediación de Jorge Raúl Pérez –relata Alonso en el prólogo-, pudimos enterarnos de que durante ese mismo viaje, Roberto Arlt había visitado Galicia y enviado desde allí una nueva serie de crónicas: nada menos que sus Aguafuertes gallegas. Cuidadosamente recortadas y pegadas, sin duda por el fervor de algún paisano, esas páginas de hace más de medio siglo me llegaron ahora fraternalmente fotocopiadas, salvadas del olvido". La difusión de estas crónicas tiene gran importancia. Primeramente –comenta el prologuista-, "Estas Aguafuertes gallegas no son solamente un nuevo ángulo de enfoque para enriquecer nuestra visión, cada vez felizmente más compleja y fecunda, de uno de los más originales escritores de nuestro tiempo". Esta posibilidad, de por sí, justificaría sobradamente la lectura de las crónicas, pero –continúa- "También nos sirven, además, como auténtico lazo de ligazón entre ambas orillas, entre ambos mundos, no sólo para conocer mejor a esa realidad porteña y argentina donde lo gallego se halla tan profundamente entremezclado, como una sutilísima levadura, sino también para recordar cómo era aquella Galicia de hace más de sesenta años, que quizá no sabía que estaba a punto de anegarse (como toda España) en la tragedia heroica de la guerra civil". Otro de los motivos de interés de los textos –agrega Alonso- tiene que ver con la condición social de Arlt. (Lo recordamos muy lejano de aquel Mujica Láinez que por esos años escribió sus "crónicas andariegas" para La Nación). "Era hijo de inmigrantes (prusiano, su padre; italiana, su madre) –señala Roldán en el artículo mencionado-, apenas llegó a cursar quinto grado y de su padre recibió poco más que golpes, por lo que se fue de la casa paterna a los dieciséis años". Omar Borré, biógrafo del escritor entrevistado por Roldán, considera que él necesitaba "cambiar su propia imagen, que desde chico había estado signada por el hambre, la miseria y el fracaso". La relación entre el pasado personal y creación fue uno de los temas que abordó Beatriz Sarlo, en "Un extremista de la literatura", trabajo publicado en el número especial de Clarín, donde expresa: "La hipérbole es una señal de clase en la literatura de Arlt. Es la marca del escritor pobre. Por la exageración y la radicalidad, Arlt busca llenar esa falta original de la cual habló tantas veces: no tener ni capital en dinero ni capital cultural. Su marginalidad no fue institucional, ya que desde muy joven fue un periodista estrella y un escritor de éxito. Pero, pese a los reconocimientos, Arlt se sentía un recién llegado de apellido impronunciable". Alonso se refiere a la condición social del escritor en relación con sus artículos: "siendo el mismísimo Roberto Arlt, como ya dije, también hijo de inmigrantes, estaba en inmejorables condiciones de comprender, fraternizar y valorar a este otro pueblo al que sólo las más difíciles circunstancias económicas y sociales –como él mismo bien señala- habían obligado a la emigración. Y que, sin embargo, sabía amar tan profundamente y como propia a su patria de adopción".

    3. Virtudes de los emigrantes

    En estos artículos de Arlt son frecuentes las comparaciones: entre dos localidades gallegas, entre los gallegos y los andaluces, entre los gallegos y los argentinos. De esta última, no salimos bien parados, ya que el periodista advierte que nuestra inferioridad en cuanto a capacidad de sacrificio y laboriosidad es la que hace que un sector de nuestro pueblo desestime al gallego. El cronista nos habla de las duras condiciones en que se desenvuelve la vida en el noroeste español y le resulta lógico que para el gallego inmigrante todo sea sencillo en las Américas: "No se siembra sobre piedras. La tierra es tan tierna que en verano se la cruza en ferrocarril entre grandes nubes de polvo. Aquí, en España –agrega-, la tierra es tan dura, que en pleno verano, cruzando la llanura de la Mancha, que no es llanura sino una sucesión de suaves colinas, después de seiscientos kilómetros de travesía, conservamos la ropa limpia. (…) ¿Qué significa el esfuerzo en la gran llanura –se pregunta-, comparado con la lucha en la mar traidora o en la montaña empinadísima?" Al respecto, son particularmente interesantes los artículos en los que se refiere a la pesca del pulpo y al trabajo de las campesinas gallegas. De estas últimas comenta que se han quedado solas, pues los maridos están en América o en el mar. Los que están en América, faltan de sus hogares desde hace años, y sólo envían cartas y ‘escasas pesetiñas’. Arlt transcribe un poema de Rosalía de Castro, incluido en Follas Novas (que el lector podrá apreciar en la versión original y en la traducción de Rodolfo Alonso); es aquel que comienza: "Se va éste y se va aquel:/ y todos, todos se van, / Galicia, sin hombres quedas/ que te puedan trabajar". Sobre aquellos que emigraron reflexiona Arlt en tierra gallega: "-Cómo se les ha de encoger el corazón cuando, en un momento de soledad, se acuerdan de estas aldeas tan bonitas, tan envueltas en cortinados verdes, y cuando se acuerdan de la caída de la tarde, del sol en el río, y de las voces de las gaitas, y de los bailes en los calveros, y de las vacas que atadas con una cuerda llevaban a beber a un río, y de los viñedos tan tupidos, y de sus casonas suspendidas sobre los abismos…" Comprende cabalmente la morriña que agobia a estos hombres de dos continentes, y la comprensión hace que se vuelvan para él más dignos de encomio. El cronista destaca, asimismo, la seriedad de los gallegos, y la explica en una de sus notas: "he insistido en que me llamaba la atención la seriedad del gallego, pero la seriedad a que me refiero, no es la del ceño fruncido, sino a esa gravedad reflexiva, disuelta en la expresión del semblante, por el hábito de la meditación". En la crónica dedicada a la ciudad de Vigo, transmite sus impresiones acerca de la urbe moderna, muy limpia, con mujeres bonitas y una atmósfera "naturalmente contenida y mesurada". Elogia en estas páginas la honradez de los gallegos, que adquirirá fama proverbial en América: "La gente es ferozmente honrada" –asevera. Como prueba de ello, comenta que "Las casas de pensión dejan la puerta abierta, de modo que por la noche, uno puede entrar a la hora que llega sin necesidad de cuestionar con el sereno". La relación entre España y América se evidencia, asimismo, en las donaciones que filántropos del nuevo continente hacen a su madre patria, como "la llamada Biblioteca América, obra de un patriota gallego residente en Buenos Aires, don Gumersindo Busto, quien tuvo la feliz idea de fundar la Universidad Libre Hispano Americana" y la obra de los hermanos Juan y Jesús García Naveira, dos comerciantes ya fallecidos en el año en que se escriben las crónicas, enriquecidos en la República Argentina, cuyas donaciones "son asombrosas por la cifra en metálico que representan". Pero, más allá del aporte económico de los emigrantes, los vínculos entre las dos patrias se patentizan una vez más para Arlt en Betanzos, donde observa que "Si se conversa con la gente os sorprende de hallaros en una de las ciudades más argentinizadas de Galicia. Se habla aquí de Buenos Aires como si fuera el pueblo de enfrente –afirma. Circulan modismos argentinos: ‘no seas globero’, ‘macaneador’, ‘ché’. El tango para sorpresa mía, además de bailarse se canta con la letra. No en balde, cerca de tres mil habitantes de Betanzos trabajan en la República Argentina" En su sección "Y la nave va", del diario Clarín, Daniel Molina escribió: "Entre la crónica de viajes y la pintura de costumbres, entre la admiración por un pueblo y el análisis de sus virtudes y defectos, estos textos (…) demuestran que para Arlt su pasión por la escritura no diferenciaba entre los grandes relatos literarios y los géneros ‘menores’, como la crónica periodística". Un crítico del diario La Nación afirmó, por su parte: "Lúcida visión de una Galicia que ya no es, a través de unos ojos llegados de una Argentina que todavía era, las crónicas de Arlt reflejan la admiración por un pueblo honrado y trabajador, el dolor de los emigrantes y la lucha de las mujeres que se quedan y se contagian del hechizo de la tierra celta donde el campesino convive, con poética naturalidad, con hadas y espíritus que pueblan veigas, soutos y piñeiros". Así vio Roberto Arlt la inmigración, desde Galicia. Así la vemos nosotros, décadas más tarde, desde sus crónicas, plenas de admiración por un pueblo del que muchos argentinos descendemos.

    Sres. monografías.com: Les hago llegar un trabajo que escribí sobre Roberto Arlt. Soy Licenciada en Letras por la Universidad de Buenos Aires (1984), y periodista profesional matriculada en el diario La Prensa (1991). Colaboré en La Nueva Provincia de Bahía Blanca, La Voz del Interior de Córdoba, La Capital de Mar del Plata y El Tiempo de Azul, entre otros medios. En la actualidad escribo en diarios y revistas sobre la inmigración en la literatura argentina. Los saluda atentamente, Lic. María González Rouco Nieta de gallegos de Lugo y de La Coruña, es licenciada en Letras por la Universidad de Buenos Aires y periodista matriculada. Ha publicado trabajos sobre la inmigración de ese origen en La Prensa, La Capital de Mar del Plata, La Nueva Provincia de Bahía Blanca y El Tiempo de Azul.

     

     

     

     

    Autor:

    Maria Marta Gonzalez Rouco