Indice1. Objeto de Estudio 2. Definición del Problema 3. Hipótesis del Trabajo 4. Felipe II 5. Conclusiones 6. Fuentes
La Transición del Poder entre Carlos I de España y V de Alemania y Felipe II; comparación de poderes y circunstancias entre ambos reinos. "Se plantea aquí la cuestión de saber si vale más ser temido que amado. Se responde que sería menester ser uno y otro justamente". …pero como es difícil ser uno y otro al mismo tiempo, el partido más seguro es ser temido primero que amado". Tomando como base el estudio de algunos sucesos de sus reinos, pretendo establecer una imagen comparativa entre los dos Reyes, entendiendo que no se encontraban en las mismas circunstancias. Carlos hace su entrada triunfal en Amberes como Señor de los Países Bajos, fue nombrado Gobernador de los Países Bajos en 1514. El señor de Chièvres, seguro de su ascendencia sobre Carlos se había deshecho, con el consentimiento de Maximiliano I, del gobierno de Margarita de Austria. Se reconoció su mayoría de edad, y el 5 de enero de 1515, en la gran sala del Palacio de Bruselas, en el mismo lugar donde 40 años más tarde abdicaría, fue nombrado, por los Estados Generales, Señor de los Países Bajos. Durante aquel acto, se dirigió a sus súbditos con las siguientes palabras: "…Sed buenos y leales súbditos y yo seré para vosotros un buen príncipe" Mas tarde, "fue aclamado, en Bruselas, Rey de España, como Carlos I, pero faltaba lo más necesario, ser reconocido por los reinos de España. Por estas tierras no todos estaban conformes con la sucesión. Unos querían que reinara Juana La Loca, a pesar de sus desvaríos, y otros pensaban que el sucesor debía ser el infante Fernando, hermano menor de Carlos que había nacido en Alcalá de Henares (1502), se había educado en España y contaba con su pequeña Corte en Aranda de Duero. Debido a esta situación, el viaje a sus reinos españoles se retrasó hasta el 8 de septiembre de 1517. Por error de los pilotos, la escuadra arribó en Villaviciosa y no en Laredo donde era esperado por una nutrida comitiva. Aquello de que el nuevo rey desembarcara alejado del lugar donde le esperaban sus súbditos fue interpretado como un mal presagio. La corte flamenca que viajó con Carlos no fue del agrado de la nobleza, ni del pueblo. Los extranjeros coparon todos los puestos relevantes de la corte y comenzó el expolio del tesoro nacional. Desaparecían los doblones de oro del rey Fernando, hecho que era saludado con la resignada coplilla": Doblones de oro del Rey Fernando Salveos Dios ducado de a dos. Que Monsieur de Chièvres no topó con vos. Al finalizar su reinado, el emperador se dio cuenta de la inutilidad de los esfuerzos de su vida. Había extendido sus dominios –mucho en América y algo en Europa-, pero la situación de su monarquía había empeorado: sus enemigos, cada vez mas fuertes y poderosos, le habían puesto en serios aprietos y no cejaban en sus ataques; la coalición de fuerzas y pueblos contra la hegemonía española aumentaba por momentos. No es de extrañar, pues, que al transferir el mando a su hijo, en un melancólico día otoñal (25 de octubre de 1556), lo hiciera con marcados tonos patéticos que acentuaron el dramatismo de la despedida. Sabia muy bien cuan agobiador era el fardo que trasladaba de sus hombros a los de Felipe; y no dejo este de recordárselo al contestar a su discurso de abdicación : "Me entregáis una carga muy pesada", le dijo resignada pero amargamente en el exordio. Con Felipe II, España alcanzara casi todo lo que deseaba. El nuevo monarca residiría permanentemente en ella y tendrá mas en cuenta los intereses peninsulares. El imperio en cuanto titulo, es decir, el nominal, había pasado a otras manos, a la rama de los Habsburgos; pero el imperio virtual, el de los dominios y los recursos, seguía en las mismas manos, en la rama española. De manera que a Felipe no le quedaría otro remedio que continuar defendiendo sus diversos Estados europeos, o sea, que practicar la misma política que su padre. Y a España no le quedaría tampoco otro remedio que continuar soportando el enorme peso que esa defensa implicaba. Sin embargo, la personalidad de Felipe II fue casi todo opuesta a la de su padre, el Emperador; y si a este, por las características de su personalidad, podría denominársele el Rey Caballero, a aquél, por las de la suya, cabria denominársele el Rey Burgués. Felipe II poseyó una enorme voluntad, pero su inteligencia fue mediana y tarda; y como su imaginación peco de pobre, poco pudo brillar en un mundo como el español en que abundaba la gente ingeniosa, despierta e imaginativa. Al comprender a Felipe de cerca se le descubren cualidades mas alemanas que españolas. Frente al Emperador, pleno de inteligencia y de viveza, su hijo tiene que aparecérsenos como un hombre gris, a quien solo la acerada voluntad y el escrupuloso celo en el cumplimiento del deber, hicieron desempeñar con dignidad su papel de gobernante.
Estado de la Cuestión Es difícil aventurarse ha realizar tremenda comparación sin una noción panorámica, no solo apreciándola y calificándola con sucesos importantes como economía, guerras y problemas internos; considero que se deben tomar en cuenta factores mas humanistas para no perderse en el mar de información que se puede encontrar. Con Carlos I, la monarquía estará asistida por cinco Consejos: El Consejo Real, el de Estado, el de Hacienda, el de la Inquisición y el de las Indias. Los Austria mayores siguieron la norma de hacer muy suyo el Consejo Real que actuaba como tribunal supremo de justicia. Los consejeros era 16, en su mayoría letrados profesionales. La nobleza solo tenía una representación testimonial. Hecho, este último, al que Carlos concedía importancia. En 1529, se crearon los consejos de la Guerra y de las Ordenes que tenía atribuciones sobre las órdenes de Santiago, Calatrava y Alcántara. Todo aquel entramado de instituciones, en organización polisinoidal, se mostró muy eficaz durante los gobiernos de Carlos I y de Felipe II. La base sobre la que se sustentaba la diplomacia de los Austria eran los enlaces matrimoniales entre miembros de las distintas dinastías. Carlos I mantuvo embajadas en Londres, Lisboa, París, Viena, Roma, Venecia y Génova. Como diplomáticos destacaron Nicolás Perrenot Granvela, embajador en París con Francisco I; Simón Renard, en la Inglaterra de María Tudor; Diego Hurtado de Mendoza, en Venecia; Lope de Soria, en Génova; Requesens, en Roma. El endeudamiento de la Corona, a la muerte del emperador, fue uno de los más graves problemas de la España del siglo XVI y siguientes. Fue la causa de las dos suspensiones de pagos durante el reinado de Felipe II, que continuó manteniendo gastos de guerra insoportables para la economía del reino y que supusieron unas penosas condiciones de vida y la ruina para gran parte de la población. Al final de su reinado, Felipe II era odiado en toda Europa, aunque el triste y severo monarca había logrado ser tolerado y, en cierta forma, admirado por su pueblo, se decía "…si el rey no muere, el reino muere". Muy otra sería España de haber sabido canalizar las ingentes riquezas obtenidas de América hacia inversiones más productivas que la guerra y la defensa de la religión católica, prescindiendo de aspirar a "salvar a los que deseaban condenarse" separados de la religión de oficial. Mucho nos debe Roma, pero mucho más todos los que se enriquecieron a costa de nuestras ansias imperiales. Todo aquello sirvió para crear una casta de aristócratas, cuyos apellidos aún suenan en el siglo XXI a rancias "glorias" del pasado, y de altos funcionarios que no estuvieron dispuestos a imitar los modelos industriales emergentes en el resto de Europa, sino, por el contrario, a encerrarse en sus dominios como los antiguos señores feudales, aislándose de la realidad que iba implantándose en otras naciones.
Problema La forma en que Carlos V mantuvo sometido al imperio Español y el inmenso poder que tuvo en sus manos materialmente desestabilizaron la economía, las constantes luchas por defenderse o atacar pusieron a España en una crisis interna de la cual le fue casi imposible salir; por el contrario al ser tan rígido Felipe II en cuestiones reales y con su aferrado deber de catolicismo terminaron por transformar España. La creación de diversas instituciones, y la entrada de nuevos conocimientos hicieron del reinado de Felipe II, un concepto diferente al de su padre el Emperador en la cuestión humanista.
Periodización Carlos I de España nació en Gante (Bélgica), el 24 de febrero de 1500; se educo en Flandes bajo la tutela de su tía Margarita, a quien su padre el emperador Maximiliano habia nombrado gobernadora de los Países Bajos, al morir su abuelo materno Fernando el Católico (1516), consiguió de Cisneros el ser declarado rey, y en septiembre de este año se embarco a España y llego a Tazones(Asturias). Por su estancia en los Países Bajos, recibo una educación diferente a la que abría podido recibir en España teniendo Carlos I que pasar algunos problemas para tomar el poder. A la muerte de su abuelo paterno Maximiliano I, fue elegido (1519) emperador, correspondiéndole como tal el nombre de Carlos V. El rey Felipe II (1556-98) hijo de Carlos I y de Isabel de Portugal, nació en Valladolid, su padre se preocupo de su educación política y diplomática y le inicio en los secretos del arte de gobernar, dándole como asesores al cardenal Tavera y al secretario imperial Francisco de los Cobos; le entrego durante sus prolongadas ausencias, la regencia del reino y después le hizo visitar sus Estados de Flandes, Italia y Alemania.
Carlos V, llegó al momento cumbre de su poderío sobre Europa. Así quedaba concluida la tercera etapa de su obra imperial. La primera había consistido en la pacificación de sus reinos españoles y en vincularse a la tierra que era el nervio y apoyo de su política. De flamenco pasó a ser español. En la segunda, consolidó su poder en Italia y contuvo la expansión del poder turco. Y en la tercera, se volcó en los siempre problemáticos estados del norte de Europa y consiguió la reducción de la "herejía". Las tres etapas se vieron aderezadas con los permanentes enfrentamientos con el rey francés, su cuñado. Carlos había cumplido 47 años y su salud, hecha un asco, se deterioraba día a día de forma irremisible. Afirma Pfandl que Felipe II, "con toda su vinculación arcaica, con todo su rigorismo religioso, fue uno de los representantes mas lucidos del tipo de hombre racional en todo el siglo XVI". Afirmación cierta en lo que tiene de esencial; es decir, en la caracterización de Felipe como ser y espíritu racionalista, como persona que vive y se alimenta de la razón, que en ella se recrea, y que con ella guía sus actos y concibe y construye su propio mundo. Aunque no fuera mas que por las inclinaciones y preferencias de este monarca, su racionalismo quedaría bien probado. Para él, como individuo, lo primero era la observación y el discurso: se acercaba a las cosas, principalmente a las naturales, para pensar sobre ellas. Carlos I (V del Sacro Imperio Romano) Carlos I (V del Sacro Imperio Romano) (1500-1558), rey de España (1516-1556) y, como Carlos V, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico (1519-1558), una de las principales figuras de la edad moderna, llevó a cabo el último intento por mantener la unidad europea en torno al cristianismo católico. De su abuelo paterno, el emperador Maximiliano I, heredó los territorios centroeuropeos de Austria y los derechos al Sacro Imperio; de su abuela paterna, María de Borgoña, los Países Bajos; de su abuelo materno, Fernando II el Católico, la Corona de Aragón, además de Sicilia y Nápoles; y de su abuela materna, Isabel I la Católica, la Corona de Castilla, Canarias y todo el Nuevo Mundo descubierto y por descubrir. Vivió y se educó durante los primeros años en la corte flamenca. En 1515 se hizo cargo del gobierno de los Países Bajos, que debido a su inexperiencia dejó en manos de Guillermo de Croÿ, señor de Chièvres, y a la muerte de su abuelo Fernando en 1516, se convirtió en rey de España al recibir las coronas de Castilla y de Aragón. En 1519 logró su máxima aspiración de convertirse en emperador, título al que deseaba dar un contenido positivo, sustituyendo el simple vínculo jurídico por un ideal común, al que bajo su dirección cada componente del Sacro Imperio aportaría su propia originalidad. Carlos I (quien, como emperador pasó a ser conocido como Carlos V), sin embargo, a lo largo de su vida, tuvo que plegarse a las necesidades y a las circunstancias, algunas imprevistas: de una primera etapa de cruzada, el programa se fue reduciendo hasta cristalizar en la preocupación dinástica, si es que ésta no actuó de forma prioritaria desde el primer momento. Por otra parte, aunque hubiera poseído una idea imperial, nunca contó con un auténtico imperio. Fue rey de reinos y dominios que carecían de unas instituciones y organismos administrativos comunes; en cada territorio subsistían fuerzas centrífugas irreconciliables con intereses comunes, que, dentro de lo posible, fueron respetadas por el monarca. El fracaso definitivo de la política de Carlos V llegó de la nueva situación creada en los territorios alemanes con la aparición del protestantismo, que, además de conectar con las inquietudes espirituales, aglutinó intereses económicos y políticos opuestos a los programas imperiales, reformistas y centralizadores, y dividió el Sacro Imperio en dos grupos antagónicos: por un lado, el de los católicos, y por otro, el de los partidarios de la Reforma. Las guerras con Francia llenan una época que, empezaba en el reinado anterior, no terminara verdaderamente hasta ya bien iniciada la decadencia española, que daría el triunfo a la monarquía de los Borbones. Sin embargo, los reinados de Carlos I y Felipe II serán los verdaderos puntos álgidos del predominio español en esta lucha entre los dos países. La lucha entre Carlos V y Francisco I significa la oposición francesa ala vieja idea de la monarquía universal que los Habsburgo estaban a punto de realizar. Los dos eran jóvenes, ambiciosos e gloria; ambos heredaban dos Estados rivales con intereses opuestos, las tierras de Italia y el reino de Navarra; los dos habían pretendido el imperio de Alemania, y además aspiraban a la hegemonía de Europa. La consecuencia fue una guerra que duro tanto como la vida de ambos monarcas. Hubo treguas y paces que con los numerosos y brillantes hechos de armas llenan muchas paginas de la historia de nombre y fechas y cubrieron muchos campos de tumbas. Tenazmente se defiende el equilibrio aprovechando las discordias religiosas de Alemania, las vacilaciones y enemistades de los papas o la enemiga de los turcos. Carlos V no logro vencer definitivamente a su rival y su ocaso es de derrota. La reforma es, en verdad el caballo de batalla del emperador. Hacia tiempo que muchos espíritus religiosos deseaban una reforma del clero, que en parte no se comportaba conforme exigía la doctrina de Jesucristo. Las altas dignidades eclesiásticas gozaban de grandes rentas y muchos habían escalado los puestos merced a los abusos de escandaloso nepotismo: los humildes clerigos, en cambio, sostenianse difícilmente y no eran precisamente modelos de cultura. Urgía, pues, una reforma, o restauración, a las antiguas virtudes, a las prístinas formas. Algunos concluios y papas habían intentado sin fruto llegar a la ansiada renovación. Pretendiendo hacerla también un fraile agustino y profesor de la Universidad de Witemberg, Martín Lutero, figura considerable de la Historia por su vitalidad y por la trascendencia de su obra heresiarca, que abrió una brecha profunda en el cuerpo antes compacto de la catolicidad. Lutero, seguidor de Wycleff y de Huss, consiguió establecer una nueva iglesia. El motivo ocasional lo produjo una disputa del fraile. León X encomendó a los dominicos la predicación de una bula, lo que disgusto a los agustinos que tenían la costumbre de predicarla. Carlos V quiso atajar el cisma y convoco a Lutero a la Dieta de Worms (1521), donde expuso ante el césar sus doctrinas. Ni Lutero convenció a Carlos, ni este al reformador, contra el cual dicto el emperador proscripción condenatoria (1521) y quema de sus escritos. Lutero temiendo por su vida, se refugio en un castillo de Federico de Sajonia, que simpatizaba con sus ideas, donde permaneció dos años, dedicándose a traducir al alemán la Biblia, para poner la palabra divina –decía él- al alcance de todos y redactando escritos contra la misa rezada, la confesión auricular, etc. Carlos V reunió las dietas de Spira (1526-1529), y como los reformadores protestaron contra los acuerdos tomados, se les llamo protestantes. En la Dieta de Augsburgo, el discípulo de Lutero, Melachthon, presento la confesión o credo de los protestantes que se conoce con el nombre de "Confesión de Augsburgo" y una vez oída, el emperador la rechazo y fulmino la proscripción imperial contra ellos. Las diferencias se ahogaron y los principios protestantes formaron la Liga de Smalkalda (1531) para defenderse de los católicos. Carlos V, fue un hombre de su siglo, intransigente en materia religiosa: a los moriscos les planteo el dilema de bautizarse o la ruina y la muerte. Con los protestantes no fue menos intolerable, llegando con el interim a querer solucionar sin el Papa la cuestión religiosa. Con respecto a la política interior él mato la independencia de las Cortes y municipios, esquilmó nuestra hacienda, implanto robustamente el absolutismo y si llevo victoriosas las banderas por los campos de batalla de Europa, consumió la sangre y el dinero de España a orillas del Elba, del Danubio y del Mosa. Las preocupaciones de su política internacional le impidieron realizar una obra fecunda en su país, que quedo empobrecido, aunque en esa época alcanzo una situación de predominio en el mundo; pero su excesiva intervención en los asuntos de Europa y por su engranaje en la política de la Casa de Austria, se descentro de sus verdaderos objetivos.
Felipe II (1527-1598), rey de España (1556-1598), llegó a gobernar sobre el vastísimo conjunto de territorios integrado por las coronas de Castilla y Aragón, Navarra, el Rosellón, el Franco Condado, los Países Bajos, Sicilia, Cerdeña, el Milanesado, Nápoles, diversas plazas norteafricanas (Orán, Túnez), Portugal y su Imperio afroasiático, toda la América descubierta y Filipinas. Sin duda, la unidad territorial más amplia de la edad moderna puesta bajo un mismo cetro. Las continuas ausencias centroeuropeas de su padre, en sus funciones imperiales y de defensa de la unidad religiosa, le procuraron una temprana labor de regencia desde 1543, año en que contrajo su primer matrimonio con su prima María de Portugal, hija del rey portugués Juan III. En julio de 1545 falleció María de Portugal tras dar a luz al primogénito, Carlos de Austria. En 1554, Felipe II volvió a casarse, esta vez con la reina de Inglaterra, María I Tudor. Después de viajar por Italia y los Países Bajos y ser reconocido como sucesor regio en los estados flamencos y por las Cortes castellanas, aragonesas y navarras, se dedicó plenamente a gobernar desde la corte, establecida en Madrid de forma oficial en 1561, con gran actividad y celo. Dos años más tarde, dio comienzo la obra arquitectónica que habría de ser considerada el emblema de su dilatado reinado, el monasterio de San Lorenzo de El Escorial, palacio y templo a la vez, erigido en las cercanías de la capital del reino. En el interior de la península Ibérica, cabe destacar diferentes aspectos de su gobierno. La monarquía personal de Felipe II se apoyaba en un gobierno ejercido por medio de consejos y de secretarios reales, así como en una poderosa administración centralizada. Pese a todo su poder, las bancarrotas, las dificultades hacendísticas y los problemas fiscales (entre otras actuaciones notorias creó el nuevo impuesto de "millones" que gravaba los alimentos básicos) fueron característicos durante todo su reinado. Su recurso al Tribunal de la Inquisición fue frecuente. Políticamente, dicho tribunal fue utilizado para acabar con los conatos de protestantismo descubiertos en la Meseta castellana. Así, el mantenimiento de la unidad religiosa estuvo siempre presente en la acción de gobierno de Felipe II, que con todo rigor se valió de los autos de fe, como los celebrados en Valladolid ya en 1559, para afianzar la Contrarreforma católica. Internacionalmente, para mantener y proteger su Imperio, estuvo inmerso continuamente en todos los conflictos europeos. Por esa razón, se multiplicaron las capitulaciones matrimoniales y contrajo sucesivas nupcias con las ya mencionadas María de Portugal y María I Tudor, así como con la francesa Isabel de Valois (1559) y su propia sobrina Ana de Austria (1570), hija del emperador Maximiliano II y madre de quien habría de ser su sucesor, Felipe III, nacido en 1578. Durante el reinado de Felipe II, los conflictos externos se sucedieron en varios frentes. El Rey actuó en todos ellos teniendo presentes siempre criterios políticos y religiosos. Heredero de la guerra contra Francia, a pesar de la Tregua de Vaucelles (1556) y nada más comenzar su reinado, ambas casas reales (la francesa Valois y la española Habsburgo) iniciaron su lucha por el control de Nápoles y el Milanesado. La incorporación de Portugal, se realiza durante el reinado de Felipe II y es uno de los hechos que más importancia pudieron y debieron tener en su historia. Felipe II acaricio durante toda su vida la anexión de Portugal, que realizaba la unidad ibérica dedicando a este anhelo toda su diplomacia y poniendo en ello una esperanza sin vacilaciones y una laudable perseverancia. A la muerte del rey Don Sebastián de Portugal, llamado el Africano, en la batalla de Alcazarquivir, se abrió la sucesión portuguesa, heredando el trono el anciano cardenal Enrique, cuando contaba con 67 años. Dada su edad, los pretendientes a la corona preparábanse para hacer valer sus derechos. Estos aspirantes era: el rey de España, que, conforme al sentir de los principales jurisconsultos de la época, era, como nieto legitimo del rey Don Manuel I, el que tenia mejor derecho. Reconocido Felipe II en las cortes de Thomas (1581) procuro halagar a la nobleza y evitar rozamientos con el pueblo, que no vio con gusto la incorporación. Nunca, en verdad, el pueblo portugués había sentido gran estima por Castilla, sobre todo a raíz de las guerras sostenidas por Don Juan para alentar las aspiraciones de la Beltraneja. Sin embargo, la fuerza desplegada por Felipe II basto para anexionarse la metrópoli y las posesiones portuguesas con lo que el vasto imperio portugués vino a incrementar el ya inmenso poderío español. Felipe II procuro borrar todo lo que representaba autonomía en los distintos Estados de sus dominios, robustecer su autoridad real y todos sus actos de gobierno, frutos del absolutismo mas completo. Las cortes quedaron reducidas a reuniones de procuradores, en cuya elección intervenía el rey, que no las convocaba mas que para votar los subsidios y nuevos impuestos, que fueron mermando los privilegios de las Municipalidades. Las ciudades llegaron a no tener interés en nombrar procuradores, ya que solo iban a las cortes algunos. Durante su reinado alcanzan gran desarrollo la literatura y las artes, pero en el orden material decayó la agricultura, por estar cada vez mas recargada de tributos y ser cada día mayores los abusos del Consejo de la Mesta; las artes mecanicas fueron a menos, el comercio se perjudicaba grandemente con las guerras y los absurdos monopolios. Los brazos, antes aplicados a las fuentes de riqueza, se emplearon en campañas o fueron a América en busca de fortuna.
Existe en la trascisión de poderes algo que marco los dos imperios, la idea de gobernar Europa y el Catolicismo tan marcado en ambos. Este ultimo, consecuencia de muchas guerras y persecuciones, mas marcada creo yo en Felipe II, ya que en nada como en lo tocante a la religión fue tan escindido el soberano español por su doble condición de individuo particular y gobernante. Si separamos al unto del otro, y examinamos de que el primero –fiel común- destaca en la grey por la sumisión a los pastores y la rígida observancia de los preceptos, mientras que el segundo –la cabeza de reinos- se revuelve contra pastores y preceptos, procurando plegarlos a sus intereses: cuando de estos se trataba, cuando los reales dominios podían experimentar algún daño o correr algún peligro, la mansa y obediente oveja se trocaba en agresiva e indomable fiera. Caos contrario el de su padre Carlos V, quien tenían fuertemente marcado el catolicismo pero lo enfocaba en conquistar, su gran anhelo siempre fue ser el Emperador de Europa y el más grande católico. Carlos V, emperador, la faz apagada, cansado del gesto y pocas ganas de trotar por el mundo; esta es la sensación que causa este hombre sentado, cuando toda su vida fue moverse y guerrear… …El Conocimiento de la Humanidad, le pertenece al Mundo Milo Shuazz
Historia de España; J. Terrero España y Nueva España en la Época de Felipe II; José Miranda Felipe II Rey de España y Monarca del Universo Historia Universal En Sus Momentos Cruciales; Volumen II; George Weidenfeld y Nicolson. Ltc, 1970
Autor:
Mario Amieva Olguin
Primer Semestre: Lic. Ciencias de la Información Documental Facultad de Humanidades Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM)