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Fundamentos de la salud y del bienestar (página 3)


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Cuando el hombre eyacula tira un verdadero tesoro por tierra. Enseguida siente el dolor de vivir, un fuerte vacío, no tarda en surgir la sensación de aislamiento, de agotamiento y un fuerte anhelo de dormir. El hombre se siente engañado, burlado por la ilusión. Lo cree tomar todo, lo mejor de la Vida y en realidad lo que hace es perderla. Y es que todo él ha descendido al nivel de la sexualidad animal. Eyaculando pierde también el equilibrio que debe haber entre hombre y su mujer, pues el hombre debe satisfacer plenamente a su pareja y no vivir como un saco vacío. Este desnivel es el principal motivo de la violencia que existe entre los dos sexos, la principal causa de separación de las parejas. La retención del semen, realizada de manera apropiada, es para algunos hombres imprescindible y para todos sumamente beneficiosa para la salud.

La mujer, a diferencia del hombre, viviendo la sexualidad sin necesidad de aplicar determinados conocimientos, se fortalece cada vez más. Se llena de vitalidad gracias a sus propias secreciones orgásmicas y a la asimilación de la potente esencia/semen que le deposita el hombre.

La naturaleza diferente del orgasmo femenino y de lo que se conoce como orgasmo masculino se refleja en las diversas expresiones coloquiales con las que se describe este momento mágico. El término chino más corriente para referirse al orgasmo femenino es gao chao, –marea alta–, una gráfica y poética imagen que proviene de la Naturaleza. Cuando el hombre eyacula, en cambio, los chinos dicen que ha "perdido su esencia", que la ha "arrojado", que ha sufrido una "fuga de semen" o que se ha "rendido". Si el hombre eyacula antes de que su compañera haya alcanzado el orgasmo, los chinos dicen que ella lo ha "matado". Los franceses describen la eyaculación como una petite mort, o "pequeña muerte".

Pero existe una manera de vivir la sexualidad en la que los hombres pueden obtener un beneficio revitalizador de los impulsos sexuales, en lugar de hallarse siempre a su merced. En vez de agotar las preciosas reservas de esencia y de energía, precipitándose en la debilidad, pérdida de vitalidad, enfermedad, depresión, etc., el sexo puede realizarse de forma que incremente la vitalidad y el bienestar. El conocimiento que se necesita para ello se encuentra en la Naturaleza. Si la observamos veremos que el macho se excita fácilmente, pero también es rápido para retirarse. La hembra se excita con lentitud, y también es lenta para saciarse. En todo el mundo animal, incluso entre los insectos, la Naturaleza ha conformado a la hembra como un elemento superior, incomparablemente mejor equipada para la supervivencia y la propagación de la especie. Según la "ley de la selva", el macho sólo existe para proporcionar la semilla de las futuras generaciones y proteger el nido mientras la hembra cría a los retoños hasta que alcanzan la madurez. En los animales, las relaciones sexuales son estacionales y, en tanto que todas las hembras entran en celo para ser fertilizadas, sólo una pequeña proporción de los machos más robustos se encarga de esta tarea. Incluso entre los primates, únicamente los machos más fuertes y dominantes pueden fertilizar a las hembras, mientras que los más débiles son excluidos o mantenidos al margen de la manada. En algunas especies de insectos, como la viuda negra y la mantis religiosa, la naturaleza concede al macho un brillo aún más fugaz; en el instante en que ha depositado su semilla en la hembra, ésta se apresura a matarlo y devorarlo como si de un refrigerio postcoital se tratara.

Sólo los seres humanos –y algunos de los primates superiores, como el orangután– sostienen relaciones sexuales durante todo el año, de día o de noche, en cualquier estación y bajo cualquier clima, y solamente los humanos lo hacen principalmente por placer antes que por procreación. Sin embargo, el macho humano, a pesar de su ego superinflado, está sometido a las mismas limitaciones que la Naturaleza ha impuesto a su género en todas las especies.

Debido a su potencia sexual natural, la mujer es poseedora de grandes reservas de energía. De hecho, en todo el mundo, las mujeres suelen vivir entre cinco y diez años más que los hombres. La mujer precivilizada disfrutaba de plena libertad sexual y a menudo era totalmente incapaz de controlar sus impulsos sexuales. Hasta que tales impulsos no fueron gradualmente sometidos a control mediante unos códigos sociales estrictamente aplicados, la vida "familiar" que conocemos, creadora de moldes y cómplice del Poder en la programación de las mentes, no pudo surgir.

Aunque el hombre asumió el control de la familia, la aldea, la economía, la religión y el estado, en la cama, debido a la ignorancia, siguió encontrándose en un nivel inferior al de la mujer. Ningún artificio humano puede enmascarar o modificar los hechos fundamentales de la Naturaleza. De ahí que surgiera una profunda contradicción entre la artificial superioridad social del hombre y su auténtica inferioridad sexual frente a la mujer, contradicción que dio lugar a esa guerra de los sexos que aún hoy sigue librándose en muchas alcobas. Esto también explica el profundo miedo y el rencor que muchos hombres experimentan ante las mujeres, a pesar de la supuesta "inferioridad" femenina. El típico hombre –macho– es incapaz de afrontar el hecho de que las mujeres son sexualmente superiores, y no se atreve a admitir la realidad de su propia e inherente debilidad sexual. Este lamentable estado de cosas se debe principalmente a la ignorancia sexual. Cualquier hombre inteligente, lo bastante amplio de miras como para estudiar y reflexionar sobre ello y lo bastante disciplinado como para practicarlo, descubrirá que una realización sexual adecuada elimina completamente la desigualdad fundamental que existe entre la potencia sexual masculina y la femenina. Una adecuada realización sexual posibilita que el miembro sexual masculino se convierta en un instrumento para toda ocasión, tan competente como su equivalente femenino, que hombre y mujer hagan el amor, y no la guerra, al tiempo que la práctica sexual les protege la salud, les prolonga la vida y les permite, a ambos, disfrutar de múltiples, profundos y prolongados orgasmos.

Pocas personas han percibido plenamente cómo la eyaculación masculina debilita al hombre, pero tampoco se dan cuenta que unas relaciones sexuales apropiadas mejoran su estado, su nivel de energía vital y el rendimiento en sus actividades, aún más que si se abstuvieran por completo. Los artistas, los atletas y los filósofos necesitan unos niveles óptimos de vitalidad física y mental para lograr sus objetivos, y por eso son más sensibles que la mayoría de los hombres a la pérdida de semen y de energía vital a través de la eyaculación. Sin embargo, muchos otros hombres padecen con igual intensidad las consecuencias de esta pérdida, aunque no lleguen a ser plenamente conscientes de ello. Así, por ejemplo, la tendencia masculina a quedarse dormido como un tronco después de eyacular es un claro síntoma de agotamiento. Si el orgasmo en sí fuese tan agotador, también las mujeres experimentarían el mismo efecto, pero es la pérdida física de semen –no el orgasmo en sí mismo– lo que perjudica al hombre.

El hombre puede vivenciar múltiples orgasmos, al igual que lo puede experimentar la mujer, y llenarse de vitalidad. La eyaculación es una cosa y el orgasmo otra totalmente distinta. Casi ningún hombre conoce en realidad lo que es el orgasmo. El hombre está convencido de que el punto culminante de su experiencia sexual, el orgasmo masculino, es la eyaculación y los pocos segundos que la preceden. Pero es precisamente la eyaculación la que aparta al hombre del orgasmo verdadero, del éxtasis sexual que lleva a los niveles de conciencia superiores, cósmicos. La eyaculación para en seco la experiencia, tanto para él como para ella.

La eyaculación corta en seco la ascensión hacia el orgasmo masculino y mata el deseo, ese magnetismo encantado que, en la pareja, debería ser una música ambiental permanente, incluso fuera de los contactos sexuales concretos. Con la eyaculación y la desentumescencia del pene, el magnetismo y el hechizo de la unión hombre/mujer se desvanecen; la pareja se separa para reencontrarse en una situación lamentable, en la vulgaridad. La existencia se experimenta entonces como algo triste y trivial.

El hombre que conserva su semen y vivencia el orgasmo interior suele vivir apacible, feliz, con buena salud y siempre son ganas de hacer el amor. El acto sexual sin eyaculación representa también la eliminación de una tensión, pero sin explosión. Es un placer que se traduce en un apaciguamiento y no en violencia, es una fusión voluptuosa, sensual, y prolongada en algo más amplio y más trascendente que uno mismo. Es una vivencia de comunión en un Todo, no una separación; es un sentimiento de unión estrecha y de participación, y no un espasmo individual y solitario que excluye a la pareja. Todo contacto sexual sin eyaculación es una "ganancia erótica neta" para la pareja. Cuanto más economiza el hombre su semen más se incrementa su potencial de deseo y su potencia sexual, hasta llegar al nivel femenino, y este equilibrio es un factor de armonía para la pareja.

En la experiencia ordinaria, los últimos segundos antes del único movimiento "de más" que desencadena el espasmo eyaculatorio constituyen el tiempo de máximo placer masculino. Luego sobreviene el espasmo que termina con todo, para la decepción de la pareja. Ahora bien, el breve goce eyaculatorio es ya menor que el del punto límite. La solución es de una gran sencillez: prolongar la franja última, la más intensa y la más interesante, y para eso inhibir el espasmo eyaculatorio. Es necesario acceder al conocimiento que permite ejercitar el arte permanecer indefinidamente en el punto límite, la puerta que da acceso al "paraíso sexual cerebral" y el verdadero orgasmo masculino.

El hombre realiza su plenitud intercambiando su energía con la energía femenina, y la sexualidad superior es un intercambio entre las energías masculinas y las femeninas. Cuando el hombre y la mujer se entregan libremente a la sexualidad y fluyen en el coito en armonía con la Naturaleza pueden seguir, durante horas y horas, alimentando y preservando constantemente su preciosa esencia vital, curando todos los males y favoreciendo una larga vida. Sin esta armonía básica de las energías masculinas y femeninas, ni las mejores medicinas ni los más potentes afrodisíacos servirán de nada. Si las esencias vitales se agotan y se secan debido a un exceso de emisión o a una completa negligencia, ya no podrán reavivarse.

Salvo en el caso de que uno sea un iniciado consumado que haya conseguido dominar la transmutación de la energía sexual en pura energía espiritual, el celibato resultará tan perjudicial para la propia salud como los excesos desordenados. Como seres humanos, no debemos hacer nada que contradiga la Naturaleza, y abstenerse de las relaciones sexuales va completamente en contra de la Naturaleza.

Muy frecuentemente, en la Naturaleza, lo mismo que da vida puede quitarla, y la manera en la que uno lo utilice depende del conocimiento. Si un hombre posee conocimiento, cuanto más haga el amor más se beneficiará su salud. Si es ignorante derrochará su semen y apresurará su viaje hacia la tumba. Sólo el conocimiento nos enseña cómo utilizar la sexualidad para llegar a la salud, al bienestar y a la longevidad y no caer en el sufrimiento y en la perdición.

Cuando la sexualidad es practicada según los principios de la Naturaleza, más que ser una prueba agotadora, se conviene en una fuente inagotable de energía. Se convierte en lo que es, en un pozo de aguas vivas que jamás se seca. Sin embargo, las aguas que brotan del manantial del sexo también puede "ahogar" cuando se ignora cómo realizar este tipo de sexualidad superior. En esto, como en todo, uno debe investigar, discernir, aprender y obrar adecuadamente.

Un nuevo estilo de vida

Vivimos de manera sedentaria y confundimos la pereza con la comodidad. Estamos acostumbrados a vivir con niveles muy bajos de energía, corpulentos y a que nos muramos relativamente jóvenes. Pero este no es nuestro destino. Es necesario que evitemos estilos de vida nocivos y modifiquemos las pautas de conducta que provocan agotamiento, obesidad, enfermedades mentales, coronarias, hipertensión sanguínea, úlceras, dolores de espalda, migrañas, artritis, apoplejía, cáncer, etc. Y aquí estamos hablando de una nueva forma de vivir, no de cambiar temporalmente el comportamiento.

Muy pocas son las personas que se dan cuenta hasta qué punto nuestro cuerpo se alimenta del aire que respiramos. El aire fresco y limpio es una fuerza vital valiosísima, lo mismo que la luz del sol, que es la fuente de toda la vida que hay sobre el planeta. Es necesario que respiremos profundamente aire puro; esta es una condición indispensable para gozar de una buena salud. Una caminata por los bosques o la playa, o un paseo a pie por el campo hacen maravillas por nuestro bienestar físico, renuevan nuestros diferentes planos y, sin duda, mejoran nuestra perspectiva de las cosas. Además, es importantísimo mantener una ventana abierta mientras dormimos; aunque necesitemos agregar una manta para no tener frío, los beneficios del aire fresco durante el sueño son inapreciables. El cuerpo puede efectuar con más eficacia los ciclos de asimilación y de eliminación si se le ofrece aire fresco mientras trabaja, en vez de obligarlo a respirar el aire cargado con las toxinas que acaba de eliminar.

A la mayoría de deportes les acompaña siempre la vanidad o el interés y, además fomentan la competición en lugar del apoyo mutuo. Sin embargo, es necesario que nos ejercitemos asiduamente realizando deportes que sepamos con seguridad que nos benefician. Por otro lado, es bueno adecuar nuestro modo de vida a levantarnos con el sol, o antes, y durante el verano acostarnos cuando se pone. Si se puede, siempre es positivo habitar en el campo o en los barrios más aireados de la ciudad y evitar, en la medida de lo posible, las profesiones antinaturales por su nocturnidad, por sus cambios de turnos, o porque le obligan a uno a permanecer en ambientes tóxicos, viciados, con luz insuficiente, etc. También es necesario tener la intención y la voluntad de que la toxicidad y la peligrosidad de estas profesiones sean reducidas al mínimo o, incluso, que desaparezcan esas mismas profesiones.

Es conveniente exponer nuestro cuerpo desnudo al aire y al sol durante algún tiempo todos los días para alimentarlo, templarlo, curtirlo y facilitarle la necesaria respiración cutánea. Aunque actualmente circulan informaciones que consideran que el Sol es peligroso, el Sol es la fuente de toda vida que pueda haber sobre el planeta, y esto es una verdad que nunca se debe olvidar. Sin el Sol no puede existir la vida que conocemos. Con la ayuda de la luz solar el organismo crea valiosas sustancias nutritivas, y el Sol también contribuye a la desintoxicación, a la pérdida de peso excesivo y a la vitalización de todo el ser, abre los poros y permite que las toxinas sean expulsadas por la piel.

Claro que todo de lo que se abuse puede ser peligroso, y en el Sol hay un peligro potencial, pues tomar demasiado sol puede quemarnos. No debemos evitar el Sol, sino obtener provecho de él, por ello debemos cuidar la forma y el tiempo que nos exponemos a sus rayos. Las lociones y pantallas solares no son del todo recomendables. Es mucho mejor ir alcanzando lentamente nuestra propia tolerancia al sol que usar aceites, pantallas o lociones que impiden la absorción de los rayos infrarrojos y ultravioletas y, además, inhiben la acción de las glándulas secretoras de grasas. Lo importante es recordar que lo que obtenemos del Sol no es un simple tono bronceado, sino una revitalización de todo el organismo que no se limita a la piel. Si nos ponemos aceites o lociones, hay que evitar los que contengan sustancias químicas. Es muy recomendable pasar una media hora al sol todos los días, o con toda la frecuencia que nos sea posible, preferiblemente de mañana. Ese resplandor dorado que por ello aparece en nuestra piel es parte de nuestro nuevo estilo de vida, evidencia de salud y energía.

En relación al vestido y al calzado, no tenemos que usar nada que nos oprima o presione al cuerpo. Lo ideal es vestir blusas sobre camisas flexibles, sin cuello alto ni justo, pantalones amplios sobre la ropa interior y sandalias o zapatos abiertos al aire. Hay que sustituir el calzado de tacón alto y punta estrecha por un calzado elegido con sentido común. Tampoco son adecuados los anillos, aros o pircings. Respecto a la alimentación, el ser humano tiene que abandonar el consumo de animales y nutrirse con alimentos vegetales y naturales.

Los placeres que trae consigo el ser consciente y el obrar apropiadamente en los diversos planos son los placeres más elevados que una persona puede disfrutar. En este sentido, educar a los hijos y formar a las personas de acuerdo con el conocimiento espiritual, contribuir a la regeneración de la humanidad y trabajar para que el bien en la humanidad sea un hecho aquí y ahora les proporciona uno de los mayores goces. Las personas superiores rechazan, en consecuencia, la mayor parte de lo que ofrece la sociedad, como son el hábito de fumar, el frecuentar cafés o tabernas, el asistir a bailes nocturnos, los juegos de azar, el amor mercenario y todas las degradaciones sensuales, las diversiones a costa de la vida o sufrimiento de los animales o de las personas –desde el boxeo a las corridas de toros–, la locura consumista, etc.

Únicamente siendo conscientes y obrando adecuadamente surgen la calma espiritual, la paz mental y la buena forma física. Sí, debemos vivir así, inteligentemente, de una forma completamente diferente a como lo hacemos ahora.

Higiene social

Esta civilización recorre un camino equivocado. Debemos conocer sus errores para devolverla a lo que debería ser, a su cauce natural. Es cierto que el ser humano se ha apartado de las leyes de la Naturaleza, tanto en su obrar individual como social, y que con ellos se atrae el desorden y, en muchos casos, la destrucción. Pero, aun así, todos estamos llamados a regenerarnos. Hemos visto en esta obra que las acciones higiénicas y naturales para regenerarnos son muy sencillas pero quizás, por eso mismo, son difíciles de realizar.

La armonía surge de una relación adecuada entre todos los seres; a nada ni a nadie aislado se le puede otorgar un valor por sí mismo, sino por la calidad de sus relaciones con las demás partes. El ser humano puede desarrollar una forma de vivir que cree armonía en sí mismo, en las personas y en el conjunto de todos los seres y elementos que habitan en el planeta. Esta armonía nace de vivir espiritualmente, de obrar con justicia en el dar y en el recibir.

En la Naturaleza se encuentran los medios que nos permiten la subsistencia, pero sólo podremos acceder a ellos si no les quitamos a los demás seres la parte que les corresponde. Además, debemos perfeccionar la Naturaleza, de manera inteligente, en beneficio del conjunto. Sólo se vive de acuerdo con la ley natural desarrollando actitudes respetuosas y constructivas que no son, por ejemplo, el matar o martirizar animales para comer, el destruir los ecosistemas de la Tierra ni tampoco el albergar sentimientos de odio o ser violento y egoísta.

Una persona no puede darse por satisfecha sólo con resolver su dieta o su terapéutica, sino que debe aspirar también a regenerar la dimensión moral y social, pues a ello está tan obligado como a la regeneración en el plano material. Cuesta sólo reflexionar un poco para darse cuenta que a la vida íntegra natural se le opone el régimen autoritario, cruel y antinatural que impera en la civilización actual.

Es cierto que hoy en día quienes se acercan a reflexionar sobre las leyes de la Naturaleza son, la gran mayoría, enfermos que no buscan nada más que la salud física. Pero esto no tiene nada que ver con esas personas evolucionadas, repletas de salud y vigor en el cuerpo y en la mente, llenas de amor a la humanidad, que desean la regeneración personal y comunitaria mediante la consciencia, el conocimiento y el obrar apropiado, y que trabajan por la transformación social, para que ocurra esa revolución que tanto necesitamos.

Así, ese hombre superior se encuentra en armonía con las leyes de la Naturaleza pues, a la vez, son las leyes que rigen sobre él y sobre la Tierra en la que habita. En estas leyes se encuentran implícitas determinada coherencia y sistematicidad, por lo que, con estudio y trabajo, el ser humano desarrolla la capacidad para conocer el Orden Natural, que aparentemente se encuentra dominado por el caos. Caos que el oscurantismo religioso intenta mantener con sus dogmas.

La moral del amor y del respeto a toda forma de vida es insuperable, aunque la Naturaleza en la que vivimos no tiene nada de "moral". Y aquí se encuentra el origen del mal. Los seres humanos soportamos una absurda y tiránica organización social que estimula y fomenta la corrupción, la perversión y el triunfo del fuerte sobre el más débil, pero esto ya viene, en parte, inherente a la Naturaleza, que es imperfecta y cuya ley es matar para vivir. Teniendo tal madre, así son sus hijos, ya de nacimiento más predispuestos al mal que al bien.

Hay quienes, poéticamente, rinden culto a la "Gran Madre Tierra". Pero no es muy acertada la creencia en una sociedad corrupta que se encuentra frente a una Naturaleza perfecta e ideal, tampoco es muy inteligente la idea de un ser humano natural, bueno, corrompido por la sociedad y el capitalismo. Los seres humanos nos encontramos inmersos en una Naturaleza que tiene sus propias leyes, ella es la que impone el precepto de "comeos los unos a los otros", y ya en nuestro interior se encuentra el ego, que se suma al desorden que reina en el exterior y es la causa del sufrimiento. Todo esto se traspasa inevitablemente al medio social; vivimos en este medio y es en él donde debemos ser conscientes y obrar adecuadamente.

Para regenerar la sociedad uno mismo debe antes regenerarse, vivir exuberante de esa vitalidad y plenitud a las que siempre acompañan la acción, la lucha, la rebeldía y el valor del poder sexual. Aunque muchos, pobres de espíritu y de conocimiento, ven todo esto con cierta nostalgia, como un ideal que el afán de lucro capitalista ha sustituido por la injusticia, la miseria y la opresión.

No debemos olvidar que la libertad es un estado del ser humano, no un derecho –los derechos son para los esclavos. La libertad no es una teoría, sino un hecho que la misma Naturaleza permite en el ser humano cuando éste se encuentra en contacto con ella, cuando la conoce y obra adecuadamente. Desde que los seres humanos dejaron de vivir en contacto directo con la

Naturaleza, puede decirse que dejaron de ser seres humanos, que perdieron una parte importante de su integridad.

La nocturnidad, los aires viciados, el consumo de bebidas perjudiciales y de drogas o la aceleración del ritmo cardiaco mediante productos tóxicos estimulan sentimientos antinaturales como el afán de lucro, la ambición de poseer, la crueldad, la confrontación y la sexualidad enfermiza y animal. A todo ello ayuda el consumo de sustancias enervantes como el café o el chocolate y, especialmente, las bebidas alcohólicas. Estos son vicios funestos de los que hay que abstenerse, pues toda concesión suele conducir al hábito que degenera a uno mismo y a su descendencia.

Existe en la relación social la presión de los convencionalismos y de la censura de los demás. Esta aparece cuando uno se siente en la obligación de realizar actos contrarios a la Naturaleza y la sociedad le impide obrar naturalmente. En estos casos, la persona superior deberá obrar apropiadamente, ofreciendo lo más adecuado para las personas y para la sociedad. Lo hará con sensibilidad y delicadeza, con respeto, sin lesionar los derechos de nadie, obrando con libertad respecto de los convencionalismos y lejos del fanatismo. En este obrar es lícito sentir la felicidad y el orgullo de combatir con el ejemplo los errores de las personas y de la sociedad. Sin embargo, también es bueno sentirse bien cuando lo más adecuado es ceder a ellas.

Es necesaria una evolución psicológica y moral en el ser humano, y para que esta evolución se haga realidad es imprescindible que conozcamos la Naturaleza. Es importante que el ser humano respete el Orden natural y que aprecie la higiene física, pero no es menos importante que la higiene social se convierta en realidad, pues ésta se encuentra severamente limitada por el Poder y el estado actual de las cosas –que el mismo Poder implanta.

El verdadero Poder oculto dirige siempre a los Estados represores. Éstos son centralistas, y se apoyan en las religiones, que rechazan la pasión y la vitalidad natural, y mantienen al ser humano en la ignorancia. También se fundamentan, en esta Tierra, en el insaciable egoísmo capitalista, generador de casi todos los males que sufre la humanidad, pues conforma a los seres humanos y a las sociedades lejos de esa armonía con la Naturaleza que es tan necesaria. El origen de todos los males que sufre la humanidad se encuentra en la ignorancia y en la codicia, imperfecciones que alimenta y fortalece el Poder mediante la manipulación y la represión que impone a los seres humanos.

La única solución a estos graves problemas es vivir espiritualmente. Ser consciente y obrar adecuadamente, con firmeza y virilidad, lejos de fanatismos y de ideas fantasiosas, es la única condición para erradicar el sufrimiento y la enfermedad, para permitir que surja la salud, la felicidad y la paz tanto en uno mismo como en la sociedad. Vivir espiritualmente es respetar los caminos y los ritmos de la Naturaleza, por la consciencia y el conocimiento de la verdad, sin esfuerzo y en paz, como lo hace un pez que nada acompañando a la corriente.

La colección "Serie Verde" forma parte de las publicaciones de la ONG La Página de la Vida.

Estas obras se han realizado para ayudar a todas las personas que quieren despertar del sueño de la ignorancia y salir, por sus propios medios, de la confusión y del sufrimiento.

Podrás acceder a otros libros, cuadernos y recursos, conocer sobre los autores y contactar con ellos desde la dirección de Internet

www.proyectopv.org

Ni los autores ni La página de la Vida tienen ningún fin lucrativo. Los beneficios económicos que se obtengan por esta obra, y por las futuras, serán siempre empleados con fines humanitarios.

Estas obras no son un trabajo personalista, ninguno de los dos autores se considera artífice de los conocimientos que ellas encierran. Su labor ha consistido en reunir y desarrollar unas enseñanzas que son patrimonio de la humanidad.

Detrás de nuestros trabajos no hay ninguna religión o doctrina. Todo el saber que se encuentra en estas páginas es el resultado de la reflexión, la constancia y el sacrificio de muchas personas que han vivido a lo largo de todos los tiempos. A ellas queremos agradecer los fundamentos indispensables que nos han permitido realizar unas obras largamente maduradas.

A pesar de que, por diferentes motivos, todas las obras están inscritas en el registro de la propiedad intelectual, éstas son un bien heredado que no pertenece a ninguna organización, hermandad o secta, y deben estar siempre disponibles para toda persona que las necesite. Por ello, la reproducción total o parcial de este cuaderno está autorizada haciendo la mención:

"Cuadernos de La Página de la Vida, www.proyectopv.org"

Edición: Junio de 2005

 

 

Autor:

José Manuel Molina Ruiz y David Subirons Vallellano

La Página de la Vida

Serie Verde nº 1

Barcelona Junio de 2005

Partes: 1, 2, 3
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