No importa cual sea la inclinación política de uno, de qué lado del conflicto social de este país se está o quién es el que está equivocado o quién es el que tiene la razón en esta violencia sin sentido. A pesar de todo, tenemos que estar de acuerdo en un punto. Debemos alejar a los niños del campo de batalla, de la violencia, del desplazamiento y del secuestro.
Los niños no debieran tomar parte en un conflicto. Ellos no deben ser las víctimas de los mayores. No deben morir, ser heridos o lastimados psicológicamente. Qué le puede importar a un niño muerto si es un símbolo, una víctima o el tema de un noticiero? Qué tiene de bueno ser un símbolo de la muerte?, Qué le puede beneficiar a un niño muerto quién está en el lado correcto, si es que lo sabía o lo sabe? Para un niño muerto ya nada importa. Un niño muerto no tiene presente ni futuro. Un niño muerto no tiene ningún derecho, y ya no le importan los derechos que aparecen en los tratados y en las declaraciones que no le sirvieron de sostén.
Es muy fácil para el adulto utilizar a el niño para sus propios propósitos. Es tan fácil arrastrar a los niños al juego de la guerra y transformarlo en combatiente pese a todas las prohibiciones legales, tanto internacionales como nacionales. Es fácil, muy equívoco y terriblemente peligroso.
Es fácil porque el niño es influido y manipulado fácilmente. La propaganda, la incitación y lo más importante, la actitud del adulto es tomada por el niño en su valor literal – sin restricciones ni tener en cuenta su perspectiva real. Incluso cuando las intenciones de éstos no tengan un significado real, o estaban sólo exagerando para mantener con firmeza sus puntos de vista, o sencillamente tienen agendas ocultas de acuerdo al movimiento en que militen.
Es sencillo caer en la tentación de utilizar a los niños, son fáciles de manejar. Es simple confundirlos entre la imagen y la realidad, entre la fantasía y la verdad, solo se necesita adoctrinarlos para que crean lo qe le interesa al adulto. Y qué niño no ha jugado a la guerra con armas de juguete? Qué niño no ha crecido con historias de heroísmo en la lucha? Los niños en nuestro país están expuestos a la violencia y al conflicto de manera permanente ya sea como victimas o espectadores. Qué niño no quiere ser un guerrero, un héroe, un ganador, un símbolo?
Qué fácil es para un adulto reclutar a un niño para la lucha, para los propósitos del mayor – después de todo, el niño está allí y el legado de la organización que sea debe continuar, utilizarlo como arma o como victima, para aterrorizar o ser aterrorizado, como elemento de destrucción o para ser destruido. De esa manera, los niños crecen con los mitos y los valores que la sociedad les proporciona, así podrán ser los representantes del futuro de nuestra nación, con el cada vez mas preocupante cuestionamiento sobre el futuro de la misma.
Es fácil, erróneo, peligroso y terrible. La guerra no es un juego de niños. En el campo de batalla, los muertos no se levantan, los heridos quedan con secuelas tanto físicas como psicológicos y los abusados siempre guardaran rencor. La guerra no es un juego. Los niños no pueden ser considerados peones en un tablero de ajedrez, los niños están más inclinados al riesgo. Son menos cautelosos y de este modo están más expuestos a correr grandes peligros. En consecuencia, tienen muchas más probabilidades de ser heridos. Cuando el niño está en las primeras líneas, no hay milagros. Son muertos, son heridos y perjudicados – corporal, mental y espiritualmente. Todo niño que han sido expuesto a una batalla y a una efusión de sangre, llevará consigo daños psicológicos profundos, incluso si su propio cuerpo no ha sufrido daño alguno.
Poner al niño en las primeras líneas de fuego, como participante activo en la violencia, como agresor o como víctima, puede tener con el tiempo, terribles consecuencias personales y sociales. Un niño que ha probado el gusto de la sangre como participante activo en actos de violencia o como víctima, arriesga tener una marca indeleble en su alma y en sus actos a largo plazo.
La violencia tiende a corromper el alma del que hace uso de ella, a disminuir el umbral de agresividad, especialmente cuando se trata de jóvenes. Un niño que ha tomado parte en actos de violencia es una amenaza para si mismo y para otros, así como para la sociedad en la que vive, ahora y en el futuro. La agresividad que ha encontrado lugar dentro de su corazón es como si se dirigiera en el futuro, no sólo contra el enemigo sino también contra su familia, sus hijos, otros adultos y en particular, contra los más débiles que él. Es imposible controlar y saber como las semillas de la violencia plantadas en el corazón de un niño, aunque sea para propósitos ostensiblemente legítimos, vallan a desarrollarse. Utilizar al niño para propósitos peligrosos es como preparar el camino para la futura manipulación de éste por los adultos.
Los huérfanos de la guerra, los menores reclutados por los grupos terroristas, los secuestrados, los desplazados, los que han sido víctimas de las minas antipersonales, los tristemente llamados ‘ niños raspachines’ que trabajan en los cultivos de coca, llevan consigo el peso de una violencia que a pesar de su corta edad, no es menos grande o devastadora que aquella a la que se ven sometidos los adultos. Resulta difícil determinar con exactitud la cantidad y edad de niños que integran las filas de las Farc, Autodefensas, Eln y otras organizaciones similares, el último informe publicado por la Defensoría del Pueblo, ofrece un panorama general a este respecto. El documento elaborado a partir de la experiencia compartida por 86 adolescentes del programa nacional de atención a niños desvinculados del ICBF, revela que las edades de vinculación a estas organizaciones oscilan entre los 7 y los 17 años, con un promedio de edad de ingreso de los 13,8 años. Según este estudio, el 61% de los entrevistados se encontraban entre los 7 y los 14 años en el momento de su vinculación. De ellos, el 20% ingresó antes de los 12 años..
Conflicto es un termino genérico, que no refleja la magnitud del daño sufrido por nuestros niños, la experiencia de los grupos de salud mental que labora con ellos es grande pero se pierde ante los intereses que desean manipular con cualquier fin o por la desinformación, se encuentra mucho escrito no solo a nivel de Colombia sino a nivel mundial; Uganda presenta una situación difícil 70% de ejercito guerrillero esta compuesto por menores de 16 anos, se les recluta a los 8 anos, en Irlanda en los 70 y 80 los menores de 18 anos eran los mas capacitados para actividades de terrorismo, con consecuencia de gran numero de mutilados, Canmbodia y Vietman en la actualidad presentan un grupo grande de adultos que fueron niños guerrilleros en los anos 70, con gran prevalencia de TSPT. En Serbia y Bosnia los ninos no eran participantes activos sino victimas del desplazamiento mas reciente de niños en Europa y aun se estudian las consecuencias. En Darfur (Sudan), han muerto 700000 menores de 18 anos de aproximadamente 2 millones de muertos, de los cuales solo el 10% eran mayores de 35 anos. En Palestina hace pare del proyecto académico que los ninos se preparen para la guerra.
Un informe reciente de la ONU situaba a Colombia como uno de los países en conflicto donde la infancia sufre más, junto a Uganda, Sri Lanka, Rusia, Filipinas, Irlanda del Norte, Nepal, Birmania, Iraq, Sudán, Somalia, Liberia Costa de Marfil, Afganistán y Burundi. "Las Naciones Unidas han reconocido que tanto las guerrillas como los paramilitares han violado las leyes humanitarias más fundamentales, al llevar a los niños a la guerra", asegura en un comunicado el director de HRW para América, José Miguel Vivanco, cerca de 6 mil niños según las estimaciones de la Unicef , se encuentran aún en las filas de los grupos al margen de la ley, trasgrediendo todas las normas consignadas en el ámbito interno y externo. El 11 de febrero de este año, la Ong internacional Save the Children dijo en un comunicado fechado en Madrid (España), que 14.000 niños son empleados como combatientes en Colombia y señaló al país como el cuarto del mundo con más "menores soldado", después de Myanmar, Liberia y la República Democrática del Congo.
Human Rights Watch considera que la prohibición de la participación de niños en las hostilidades no debe limitarse a la participación "directa", sino que debe incluir la participación de menores en tareas de apoyo, dado que los niños que prestan estos servicios suelen participar directamente en las hostilidades posteriormente. Esto es especialmente cierto en el caso colombiano. Cabe señalar que el Protocolo II no limita sus restricciones a la participación "directa," sino que exige a los combatientes que se abstengan de permitir que los niños participen de ninguna manera en las hostilidades.
Las formas de vinculación de menores a grupos terroristas más comunes son: la captura, en el 68% de los casos y el ingreso voluntario bajo engaños, el 32% restante.(Datos entregados por el ex Defensor del Pueblo José Fernando Castro Caicedo, en uno de los boletines sobre La niñez y sus derechos, en 1999). Con relación a la violación de derechos de los niños; en cuanto a las vinculaciones a las organizaciones terroristas, estos niños son expuestos a numerosos peligros: explotación, maltrato, desintegración de su núcleo familiar, problemas de salud, falta de educación, torturas y castigos por desobediencia, los cuales dejan marcas físicas y psicológicas que los acompañan hasta la adultez, o incluso pueden llevarlos a la muerte.
El empleo de menores en los campos de combate no es desconocido para la comunidad nacional e internacional. Las organizaciones terroristas los emplean porque son fácilmente manipulables, los transforman en esclavos dóciles y voluntarios útiles, pues son puestos en primera línea de combate y se convierten en mecanismos ideales para retardar la acción militar. Situación que como agravante para el futuro del menor genera un impacto y ruptura social en los vínculos familiares, culturales y religiosos del mismo, su comunidad y el país y dificultan más la adaptación del menor desmovilizado, si es que logra salir con vida.
Con base en datos del Departamento de Estado de Estados Unidos, Human Right Watch considera que si las Farc cuentan hoy con más de 16.500 combatientes entrenados y armados, la proporción de niños en este grupo sería del 20 al 30 por ciento, es decir el 25 por ciento de su fuerza regular estimada supone 4.125 combatientes menores de edad. A esta cifra habría que añadir los niños de las dos milicias urbanas que, según han reconocido las propias Farc, reclutan sobre todo a los considerados demasiado jóvenes para el combate regular, asumiendo que una tercera parte de las milicias son niños, el número total de niños combatientes alistados actualmente en esta organización puede superar los 7.400, dice el informe.
El estudio también describe la situación del Eln que alcanzó un máximo de unos 5.000 combatientes a finales de los noventa. Desde entonces, ese número ha disminuido, aparentemente, a unos 4.500. Vivanco señaló que aunque fue difícil calcular el número de menores combatientes debido a la permanente deserción, al menos una tercera parte de este grupo son niños, es decir, más de 1.480 menores. De los once mil miembros armados en las filas de las autodefensas, Human Rights Watch cree que la proporción de niños en las filas paramilitares es algo menor que en el caso de la guerrilla. "Basándonos en nuestra investigación, calculamos que un máximo del 20 por ciento, 2.200 personas, de las fuerzas de las Auc, incluidos sus efectivos urbanos, son menores de 18 años", dice el documento. Según un informe de 1996 de la Defensoría del Pueblo de Colombia, en algunas unidades de la guerrilla más del 30 por ciento son niños.
El número de niños en las milicias, consideradas un medio de entrenamiento para los futuros combatientes, puede ser mucho mayor. En una entrevista con Human Rights Watch, un especialista que trabaja con una agencia gubernamental para el bienestar del niño en Medellín, Antioquia, estimaba que el 85 por ciento de los milicianos de la guerrilla con los que trabaja eran menores. Así mismo, Vivanco señaló que casi una cuarta parte de los niños entrevistados por HRW eran niñas, la mayoría de las Farc. Tanto en la guerrilla como en las autodefensas, los niños que intentan escapar o regresar con sus familias corren el riesgo de ser ejecutados.
En los "consejos de guerra" de la guerrilla se vota a mano alzada si deben morir los combatientes que incurren en faltas. En ciertos casos, tanto las víctimas como los verdugos son niños. También son utilizados para la fabricación artesanal de minas antipersonales, ejecutan acciones criminales y asesinatos de civiles desarmados, practican torturas, se desempeñan como guías, mensajeros, encargados de compras, vigilantes, cocineros, participan directamente en los combates y cumplen funciones de vigilancia incluso de ciudadanos secuestrados: Del total de menores involucrados de manera directa al conflicto armado, el 18% de estos niños ha matado por lo menos una vez; el 60% ha visto matar; el 70% ha visto cadáveres mutilados; el 25% ha visto secuestrar; el 13% ha secuestrado; el 18% ha visto torturar, el 40% ha disparado contra alguien alguna vez y el 28% ha sido herido. A pesar de estos desmentidos y salvedades, Human Rights Watch ha recibido abundante información que indica que los tres grupos guerrilleros siguen reclutando niños y los emplean como combatientes.
Por ejemplo, las FARC han llevado incluso a cabo campañas de reclutamiento en escuelas de educación básica y en hogares de niños, y han prometido enviar un sueldo fijo a sus familias. Según la Defensoría en Cali, Valle del Cauca, "la guerrilla se ha presentado en las escuelas y viviendas de menores de edad ofreciéndoles a los niños ir a la guerra, empleando para tal efecto la descripción de historias sobre los combates y ofreciéndoles enrolarse en sus filas, a manera de aventura. A sus familiares, como en los casos adelante mencionados, les han ofrecido dinero y ventajas de seguridad a cambio de permitir el ingreso de sus hijos a la guerrilla.".
Según informe de la Defensoría del Pueblo, algunas unidades paramilitares cuentan hasta con un 50 por ciento de niños. Un ex paramilitar menor de edad entrevistado por la Defensoría del Pueblo dijo que le habían reclutado por la fuerza cuando tenía 9 años. Durante el período de servicio, no tuvo comunicación con sus padres. "Allá había más niños como yo, unos 11, de mi misma edad. Otros cinco tenían entre 10 y 15 años. Todos estábamos por dos años.", A pesar de las pruebas abundantes que demuestran lo contrario, los paramilitares organizados dentro de las AUC han desmentido el reclutamiento de niños.
Igualmente, el 13 por ciento de los niños condenados por pertenecer a grupos guerrilleros y encarcelados fueron asesinados durante la detención, al parecer por otros niños guerrilleros dentro de los mismos centros. Un funcionario del gobierno dijo a los investigadores que prefería dejar "escapar" a estos niños detenidos para darles más posibilidades de protegerse. "Es mejor saber que ese niño o niña está vivo en algún lugar, que saber que por una medida nuestra fue asesinado."
En lo referente al Estado, el Congreso aprobó la Ley 418 en 1997 por la que los menores de edad no tenían la obligación de cumplir el servicio militar hasta que cumplieran 18 años, No obstante, los muchachos menores de 18 años que decidan cumplir el servicio pueden hacerlo con el permiso de sus padres. La Ley 418 y una decisión de la Corte Constitucional de 1997 prohíben que los reclutas menores de 18 años sirvan en un escenario de guerra o en combate.
Pero a los niños no solo se les encuentra como combatientes, según la ONU, también los menores son inmiscuidos en la categoría de ‘secuestrables’ por la alta presión que este hecho ejerce sobre los padres a la hora de pagar un rescate, razón por la cual Colombia ocupa el primer puesto en la práctica de esta atrocidad ; el número de secuestrados sobrepasa el millar, según cifras sustentadas en informes presentados por organizaciones no gubernamentales como la Conferencia Episcopal Colombiana y por dependencias estatales como la Defensoría del Pueblo y el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), entre otras.
Según las estadísticas del programa Presidencial para los Derechos Humanos del primer trimestre del 2004, el 43% de los menores fueron secuestrados por la delincuencia común, en el segundo lugar por el Eln, el tercero por las Farc, el cuarto adjudicado a grupos no establecidos y el quinto a las Autodefensas ilegales. De acuerdo con las estadísticas de la Fundación País Libre, del total de 174 secuestros registrados a la fecha, 26 corresponden a plagios ejecutados contra menores, cifra que representa el 14,9% del total de los reportes. Y no obstante que el número general de secuestros ha disminuido en forma considerable con respecto al año anterior, los menores siguen constituyéndose en blanco igualmente "rentable" para los terroristas. Lo anterior, sin contar con que muchos de los menores que se encuentran integrando los grupos ilegales, bien podrían considerarse como víctimas de secuestro antes que de reclutamiento forzado. Según la Organización no Gubernamental Resistencia Civil Democrática, cerca de 2.000 niños fueron secuestrados en Colombia entre 1996 y 2003, en tanto que País Libre manifiesta que en nuestro país, el número de menores que continúa en condición de secuestro hasta la fecha, es de 400.
A diferencia de los refugiados, que huyen de la persecución política cruzando fronteras internacionales, las personas desplazadas escapan de sus casas pero se quedan dentro de sus países. El desplazamiento forzado está claramente prohibido por el artículo 17 del Protocolo II. A no ser que así lo exijan la seguridad de las personas civiles o razones militares imperiosas, "no se podrá ordenar el desplazamiento de la población civil por razones relacionadas con el conflicto… Si tal desplazamiento tuviera que efectuarse, se tomarán todas las medidas posibles para que la población civil sea acogida en condiciones satisfactorias de alojamiento, salubridad, higiene, seguridad y alimentación.", Sin embargo, los desplazamientos provocados por todas las partes en conflicto y efectuados sin tener en cuenta a la población civil han aumentado considerablemente desde 1980 y ahora se producen en toda Colombia. Según el Grupo de Apoyo a Desplazados (GAD), una alianza de organizaciones de derechos humanos, religiosas y de ayuda humanitaria, más de un millón de colombianos han sido desplazados por la violencia.
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