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La motivación en el tratamiento del sobrepeso (página 2)

Enviado por Felix Larocca


Partes: 1, 2

La realidad reside en el hipotálamo

Nuestros módulos natos, aquellos que moran en el cerebro para garantizar nuestra existencia, son órganos auto-reguladores que se mantienen en equilibrio por medio de sus funciones automáticas y automatizadas. Lo que significa que actúan sin tener en cuenta nuestros anhelos, deseos, caprichos o pensamientos.

Entonces, es un asunto de dudosa certidumbre cuando alguien nos promete librarnos de libras indeseadas por medio de la dieta, de un spa o de la cirugía bariátrica. Porque la gordura, siendo resultado de procesos de auto-regulación en desequilibrio no obedece a maniobras externas que, en principio, subvierten aun más la estabilidad de los módulos natos que nos gobiernan.

Por un instante, pausemos y pensemos en por qué, si no sirve algún propósito de adaptación, engordamos.

Las tribulaciones, demandas y exigencias de nuestra especie en su estado prístino, favorecieron la evolución de ciertas características que nos confirieran reacciones instintivas auto-preservativas.

Las más conocidas y fáciles de entender, de acuerdo a la neurociencia moderna, residían, en sus estados rudimentarios, en los lóbulos prefrontales y en las estructuras límbicas.

Las mejores estudiadas de estas reacciones son:

  • Detección de peligros. Que nos ayudaba a reconocer y evitar sin pensarlo muchos animales, cosas desconocidas y aún otros seres humanos que pudieran causarnos daño.
  • El raciocinio de causalidad. La capacidad de intuir narrativos causales por eventos naturales, lo que nos ayudaba a comprender los misterios del mundo enigmático que entonces nos rodeaba y que aún nos rodea.
  • Una teoría de la mente. Que nos permitiría intuir y entender lo que otros individuos pensaban, reconociendo que los demás poseen sus propias creencias, deseos, principios e intenciones, no siempre en armonía con los nuestros.

Entonces, el escenario donde viviéramos, era ideal para que la gordura existiera transitoriamente y para que no se instalara de manera permanente.

Veamos:

En el pleistoceno vivíamos como animales cazadores y recogedores que no habían desarrollado el uso sofisticado del lenguaje, de las herramientas, del fuego o de la agricultura y la domesticación de otros animales para alimento, placer o trabajo. Como tales existíamos a la merced de los ciclos naturales de escasez y abundancia que nos forzaron a adoptar una dieta omnívora y variada (comemos de todo) y con la capacidad de acumular en la forma de grasa lo que nos sobrara, pero siempre para perder ese exceso de adiposidad en el momento en que la comida de nuevo escaseara o fuera insuficiente.

Pero ya hemos descrito en otras lecciones estos datos y los relacionados a cómo la disponibilidad de comida nos afecta en todas nuestras adaptaciones fisiológicas y emocionales.

Lo que aquí nos atañe es recordar que el almacenar grasa es natural para nuestra especie. Pero asimismo es importante que entendamos que es un dividendo transitorio y efímero.

¿Motivación o fuerza de voluntad?

La palabra "motivación" está contenida en el título de esta lección por una razón específica. Ya que ésta es, se supone, la que nos impele a todos a perder el peso que nos hace la vida imposible. "Motivación" es palabra que muchos conocen mejor como "la fuerza de voluntad".

¿Por qué (tantos que acumulan libras que rehúsan a salir de sus cuerpos) fallan en enjaezar esa fuerza de voluntad o motivación que obtendría sus anhelos haciéndolos felices?

Porque esa fuerza de voluntad no es un pensamiento que existe en aislamiento total, como si fuera una virtud moral del que algunas personas carecen.

No. Esa fuerza de voluntad forma parte de sistemas complejos que involucran la dualidad indivisible del cerebro y de la mente (su función).

Los sistemas que aquí entran en acción regulan nuestras emociones, y viajan por los tres cerebros que hipotéticamente están representados anatómicamente en el nuestro.

En el tratamiento del obeso, las emociones y sus afectos son importantes. Los aspectos del desarrollo personal del obeso y de sus habilidades innatas para auto-regularse, asimismo hay que considerarlas. Hay que determinar si la comida ha adquirido representaciones morbosas en los centros del placer que existen en varios lugares en el cerebro, además de radicar esencialmente en el hipotálamo.

Entonces y, por medio de un programa de terapia cognitivo-catártico puede lograrse la meta elusiva de la "cura" de la gordura, que consiste en la pérdida de peso permanente y sin la secuela habitual de su retorno tan inevitable como infausto e inefable.

Pero lograrlo, como ya sabemos, no es fácil, aunque no es del todo imposible.

Bibliografía

Larocca, F.E.F: UNA INTRODUCCIÓN AL ENTENDIMIENTO DE LAS DISOREXIAS Médico Interamericano, 5:12, pp. 27-30,1986

Larocca, F.E.F: UNA REVISIÓN DE LOS DESÓRDENES DEL COMER, DEL ESTADO DEL ÁNIMO Y DE LA AYUDA PROPIA, Médico Interamericano, 6:4, pp. 11-25, 1986

Larocca, F.E.F: THE TREATMENT OF EATING DISORDERS

Journal of Chiropractic Medicine, Vol. 24, No. 9, pp. 32-60, Sept. 1987

Pool, R: Fat: Fighting the Obesity Epidemic (2001) Oxford University Press

Anexo

Las Políticas de la Gordura  La Obesidad, la Plaga Indomable  De Acuerdo a los Intereses Creados

Dr. Félix E. F. Larocca

La campeona olímpica italiana Stefania Belmondo públicamente admitió que en un viaje a las montañas donde se entrenaba, consumió, de modo inadvertido, veinte libras de chocolate en solo unas cuantas horas. Previamente sus entrenadores habían amenazado cesar la asociación con ella por su falta de iniciativa, dejadez y sobrepeso. La renuncia total al chocolate y los dulces, a los que admitió ser adicta, contribuyeron a mayor iniciativa, entusiasmo y energía, resultando en el codiciado "oro olímpico".

Stefania Belmondo

Mientras tanto, el gigantesco consorcio norteamericano productor de comestibles cosméticos, H. J. Heinz Co. anunciaría con mucha algazara que a partir de entonces comenzaría el mercadeo de papas fritas cubiertas con chocolate. Imagínense, ¡papas fritas con chocolate!

Simultáneamente, los gobiernos del Canadá y de los Estados Unidos hacen admisión pública de que existe una verdadera epidemia de diabetes juvenil en esos países, resultado directo de la otra epidemia, la de la obesidad, que, a su vez, ha resultado en la detección de complicaciones médicas asombrosas como son los ataques de corazón en niños.

En los últimos cinco años, autores escrupulosos en los Estados Unidos han publicado libros que indican claramente que la industria de las comidas rápidas ("fast foods") y el consumo indiscriminado de las mismas son las causas principales del fenómeno alarmante de la obesidad generalizada que afecta a toda la población.

Los argumentos presentados por dichos autores son contundentes y bien expuestos; pero, lo que parece ser más asombroso, es que los escritores de los artículos a los cuales arriba aludo, cuando son entrevistados en público, evitan censurar directamente a los emporios internacionales gigantescos cuyos productos, responsables por la obesidad mundial, se venden en todos los países del mundo.

Las tácticas empleadas por estas industrias para aumentar sus ventas no son secreto, cuando públicamente los manufacturadores de comidas rápidas admiten (igual que sucede con quienes se benefician de la venta del tabaco y del azúcar) que su estrategia de mercadeo más efectiva debe de ser la dirigida a los jóvenes y a los niños -los seres más vulnerables de nuestras sociedades– para así conquistarlos como consumidores de sus productos, desde el nacimiento a la muerte (sea ésta prematura o no).

Es hecho evidente que la obesidad morbosa transcurre un derrotero paralelo al de la indiscreción alimenticia, en la que los seres humanos incurrimos cuando abandonamos la estrategia de comer que la Naturaleza nos asignara -en otras palabras, cuando subsistimos en el consumo de "comidas", por su esencia, viciadas.

La industria de una de las marcas de las muchas papas fritas que se vende en fundas nos reta a "comer solo una" de sus papitas -repletas que están de substancias foráneas y adictivas. Otra industria, ésta de hamburguesas, utiliza patrañas de mercadeo para seducir a los niños con el obsequio de juguetes; mientras que otra, aprovechando la proximidad de eventos deportivos, asevera que sus cereales, carentes de valor nutritivo, son el "desayuno de los campeones".

Las políticas de la gordura…

Nosotros vivimos en sociedades que condenan el espectáculo de lo impúdico y lo grosero. Tanto así que ningún decente padre de familia asentiría que en su casa se lean revistas donde se halla la desnudez explícita, a menos que no sea "por las recetas" que algunas ofrecen -así lo explicó a su hijo el papá de un paciente mío, cuando justificara su suscripción a Play Boy.

Ningún padre en plena posesión de sus facultades mentales permitiría que su hija adolescente, gozando de la mejor salud física, y el novio, se aíslen en una habitación, solos y por sí mismos, viendo videos de naturaleza carnal o de sexualidad explícita. Todos somos conscientes de que cuando los seres humanos presenciamos espectáculos que estimulan nuestras actividades instintivas, lo que sigue es un deseo urgente de satisfacer la demanda del imperativo físico. En otras palabras, permitir que la niña y el novio sean sujetos a estimulación sexual sería una receta para esos padres a entrar en la etapa de ser abuelos en muy corto tiempo.

Pero, consideren este escenario. Es domingo, la hora muy temprana, los niños viendo la televisión, los padres durmiendo. ¿Qué ven sino una cadena sin interrupción de anuncios que les incitan a satisfacer los instintos de comer? Anuncios que no les exhortan a seguir los dictámenes de una dieta balanceada, sino que, por el contrario, les encauzan al consumo de comestibles que les conducirán, irremisiblemente, a la gordura. La pregunta es: ¿es ese espectáculo tan reprensible, alguna forma de impudicia?

En el mundo en que vivimos abundan la pobreza y el hambre. Nosotros, como seres vivos, respiramos y comemos por una única razón: la de subsistir. A nadie se le escucha decir a sus amigos que una noche cualquiera le gustaría respirar el aire de un nuevo establecimiento que ha abierto sus puertas en la zona colonial. Pero muy frecuentemente escuchamos que alguien apetece comida china, se le antoja una pizza, o que tiene que comprar a sus hijos otro galón de helado de chocolate… ¡Cuidado!

Muchas madres sufriendo de la anorexia nerviosa, enfermedad que visitaremos luego, mantienen una dieta rigurosamente estricta; lo que no les impide que cuando regresan de un viaje al extranjero, les traigan como presentes a sus niños, quienes padecen de sobrepeso, cantidades enormes de dulces y golosinas.

Una señora, a quien conozco, sale de viaje al exterior para conocer a su nieta recién nacida en un hospital estadounidense. Esa misma persona ha mantenido una obesidad extrema desde (así lo entiende) que diera a luz a sus hijos. Vive a dieta (así piensa) sin perder peso alguno (lo que siempre pasa), pero nada le impide justificar una semana de indulgencias gastronómicas ingiriendo todas las cosas que, como "alimento", venden las cadenas de "fast foods" en ese país.

Cuando retorna, confrontando su anatomía expandida, reflexiona aéreamente: "es que gané la siete libras esperadas que gano cuando viajo una semana". En las navidades, las "libritas esperadas" se tornan en más de quince.

Puesto de un modo muy sucinto, ahora comemos, no para sobrevivir. Comemos por deporte. Comemos por el placer. Comemos por la lujuria de ingerir substancias apetecibles, de textura agradable, de sabor estimulante. Comidas dotadas de azúcares, grasas, y de sustancias foráneas (algunas nocivas) para estimular las mismas áreas en el cerebro que estimulan el alcohol, el tabaco y otras drogas. Así fue el caso de la campeona olímpica Belmondo.

Cosa extraña, pero nunca he oído a ningún padre de familia aconsejar prudencia a sus hijos en asuntos del comer. Mientras que prohíben vehementemente el uso del tabaco, el alcohol (hasta cierta edad) y las drogas. Por el contrario, muchos (si no todos) se jactan de las provisiones que abarrotan sus neveras -llenas de las comidas que, precisamente, engordan.

¿Por qué hablamos de las políticas de la gordura? Porque políticamente, en los Estados Unidos, los miembros del Congreso son deudores agradecidos de las donaciones que les proporcionan las industrias de las comidas que engordan y que enferman a la población.

Si es verdad que todos reconocen los efectos nocivos de los "fast foods" eso no impide que, jubilosamente, un reportero en la Base Naval de Guantánamo nos indique que camino a las jaulas donde se encarcelan los miembros del Al Qaeda "…se pasa frente al único establecimiento que vende hamburguesas en la isla de Cuba" -hecho apropiado de ser destacado, en su opinión.

Para los desgraciados expatriados de Afganistán, prisioneros en "Guitmo" (como los marineros americanos apodan la base) lo peor que les pasa es lo que les dan de comer. Les dan pan con queso crema y mermelada. Comida que, para quienes antes subsistieran en una dieta escueta, natural y esencialmente saludable, constituye un insulto gastronómico, moral, amén que religioso.

La solución para el problema de la obesidad epidémica que afecta a los Estados Unidos sería a través de un esfuerzo general por parte del gobierno para regular la industria responsable por la misma. Educar al público acerca de los peligros inherentes, en lugar de justificar las inconveniencias de los gordos por medio de la redefinición de su dilema como enfermedad, como si éste fuese adquirido sin la participación entusiástica de quienes así están afligidos y más que nada, adoptar actitudes de responsabilidad en la enseñanza y en la educación de los niños.

El remedio a que aquí me refiero nunca será factible porque los políticos norteamericanos, venales en su mayoría, seguirán respondiendo protegiendo los intereses de quienes les llenan los cofres.

"Quis custodiet ipsos Custodes?" "¿Y quién vigila a los vigilantes?", decía el poeta Juvenal.

Bibliografia

  1. Dwyer, J.T, Heald, F. P, Larocca, F.E.F., and Sidbury, J.: WHEN A CHILD IS TOO FAT, (1974) Patient Care, March 15, 1974. Vol. VIII, # 6, Pp. 158-76
  2. Larocca, F. E. F: Lecture on Cassette: THE CLASSROOM AS A TOOL IN THE DETECTION OF BEHAVIORAL DISORDERS IN CHILDREN (N.C.E.A. National Convention, 1978.)

Critser, G: Fat Land: How Americans Became the Fattest People in the World (2003) Houghton Mifflin NY

 

Dr. Félix E. F. Larocca

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