Crisis del trabajo, crisis de la ciudadanía
El proceso de unificación , integración y articulación de las diferencias de clases, constituidas en una ciudadanía conjunta basada esencialmente en el pacto keynesiano, los valores legitimadores, como el bienestar, la seguridad, además de elementos de integración ideológica, fuero la salida económica de la crisis mundial de los años treinta y cuarenta. Pero esta situación se ha transformado, la articulación ciudadana se ha venido destruyendo y fragmentando la reproducción de la fuerza de trabajo. El trabajo queda en una situación de desorden institucional y de desarticulación. El proceso que se vive es un pasaje paradójico de des-socialización del trabajo estabilizado, normativizado y la re-estructuración de este, en modos de vida totalmente diferenciados.
El modo de vida laboral fordista es sustituido por una multiplicidad de identidades supralaborales, semilaborales y pseudolaborales. Identidades aisladas y yuxtapuestas producto de la autonomización de las lógicas sociales y de los modos de vida de cada uno de los segmentos en los que se ha venido dividiendo el modo de vida laboral.
La ciudadanía como eje básico de articulación en la vida de los individuos viene reconstruyéndose y fragmentándose por lo que se va reduciendo a una formula cada vez mas compleja en la que se quiebran los presupuestos universales y se empiezan a crear combinaciones particulares de derecho (cada vez mas personalizados, diferenciados y localizados).
En el modo post-fordista se generaban lógicas de actuación e imaginarias sociales cada vez mas particulares y especifico para los distintos grupos sociolaborales. Incluye lógicas de reproducción y de mantenimiento separadas y que llegan a enfrentar segmentos uno contra otros; esto se da por medio de sucesivos elementos de desarticulación de la normalidad laboral y del consumo homogeneizador de masas creando modos de vida y estilo de vida particulares (consumo personalizados, ampliación de las gamas, segmentación de mercado, consumos distintivos y concretos adaptados a los nuevos grupos sociales emergentes, etc).
Todo esto da un multiplicación de sujetos frágiles y de franjas débiles en la institucionalidad social del mercado de trabajo, y la tendencia de este a tener un comportamiento no integrativo como disgregador.
Los cambios en las pautas de estructura de la clase media se pueden ver en que bajo el keynesianismo distribuían una cultura de compromiso, a favor de sus demandas de consumo público; esto cambio en la década del ochenta cuando se instalaron en la cultura de la satisfacción, simplemente regresiva y defensiva.
Por otra parte los movimientos sociales presentan su base ideológica de estos nuevos movimientos, los cuales se van disolviendo parcialmente y se agrupan en torno a incentivos materiales y simbólicos de diferenciación y distinción externa, mientras crecen rápidamente infraclases nacionales o inmigrantes. El marco actual de relaciones laborales es determinado por la incertidumbre como la inseguridad, los contratos eventuales y la degradación de las condiciones generales de contratación como hechos generalizados. "La ruptura del pacto keynesiano se da cuando el capital, como bloque social y debido a las condiciones de reestructuración productiva, no esta dispuesta a afrontar ninguna de las restricciones que le impone el estado social a la acumulación".
Ruptura del pacto keynesiano y fragmentación social
Esta ruptura es originada más que nada por la separación que se da entre las clases tradicionales y las nuevas ascendentes (técnicos y de servicios) y las clases laborales industriales tradicionales. Fracciones cada vez más divididas y estamentalistas, con lógicas propias y particulares irrumpen y se hacen presentes en el mercado laboral.
A su vez se da la perdida de la progresividad fiscal y una fuerte regresividad social originando un fuerte sentido intervensionista del estado, pasando a criterios productivistas, emprendedores y empresariales en lugar de ser generadores de políticas con el objetivo primario del pleno empleo, lo que no se puede obviar es que las relaciones laborales crecientemente individualizadas, rompen la tendencia a la unificación política de los colectivos de carácter social, produciéndose beneficios sociales tendientes a convertirse en intereses privados.
La rebelión de la elite y la ofensiva neoliberal del capitalismo post-fordista han supuesto la ruptura del pacto keynesiano, cambiando el sentido de la intervención estatal, pasando el estado a adoptar, criterios productivistas, emprendedores y empresariales, antes de políticas donde el pleno empleo sea el objetivo principal que una simple variable secundaria.
El universitario tiende a actuar como un microsiervo , sumiso al capitalismo globalizado, disponible y plegado a un modelo con cada vez mayor movilidad funciona, territorial y tecnológica, y en el que las burocracias estabilizadas por el Estado de bienestar, se sustituyen por un personal deslocalizado, fragmentado y desidentificado laboralmente.
En los últimos años se ha dado un proceso de desintegración profundo y un estallido disolvente de las identidades laborales. Esto es preocupante para la formación de una cultura laboral que rompa las diferencias derivadas de la situación personal y particulares y establezca el trabajo como unificador simbólico y universal y como soporte básico del concepto practico de ciudadanía.
Rearticulación productiva y nuevos, a la vez que difíciles, espacios para la ciudadanía
Las tendencias post-fordista tanto a la deslocalización y a la rearticulación internacionales de la gran empresa, como a la reducción ya a la diseminación internas de la dimensión de las plantas y de los esquemas administrativos, han hecho también que las clases laborales tradicionales pierdan su coherencia, su identidad y hasta su anclaje geográfico.
Estas situaciones hicieron que la lógica social y socializante típica de la producción fordista/keynesiana, pase a ser una multiplicidad de micrológicas sociales rearticuladas por lógicas mercantiles de contractualización y subcontratación dinámicas e inestables.
Haciéndose presente por otra parte las numerosas empresas flexibles, que producen grupos laborales más flexibilizados y dependientes y una jerarquía de estrategias contractualizadoras que anuda, en redes muy complejas que van desde las clases más altas hasta las clases más marginales. Perdida la capacidad unificadora e integradora de la ciudadanía nacional socializada, puesto que esta tiende a ser cada vez más débil social y simbólicamente, en lo que se esta dividiendo el espacio productivo.
Si la integración y la mezcla controlada y legitimada de las diferencias eran la esencia de la ciudadanía social keynesiana, en los nuevos tiempos se viven situaciones de culturas superpuestas, desintegradas o integradas parcialmente, donde se suponer sin combinarse, las culturas étnicas, territoriales, de reproducción mediática o de simple supervivencia, donde se observa que cada una de estas culturas se encuentra separada de la otra.
En su situación más ofensiva la globalización experimente la tendencia realmente compleja de reconstruir "ciudadanías locales"; ya que la globalización absoluta genera una falta de identificación y una desprotección social que hace que se refugien, las demandas ciudadanas, en los elementos políticos e institucionales más cercanos, como pueden ser las ciudades y las regiones, que de los elementos de unificación nacional derivada de los modelos de ciudadanía social publica.
La globalización tiene, además de sus efectos económicos en las estrategias mercantiles de las empresas, capacidad de poseer efectos sobre la estructura de clase y su equilibrio político en territorios concretos, haciendo de esto una lógica de la supervivencia basada en la diferencia, de esta forma se vive una situación de culturas superpuestas desintegradas, donde se superponen estas culturas étnicas, territoriales, de grupos adscriptivos, de reproducción mediática o de simple supervivencia.
Ante un contexto de desigualdad entre todas las áreas geográficas se inscribe la tendencia de migraciones imparables. Las cuales son cada vez más clandestinas y más constantes y presentes. Se rompen las fronteras económicas, políticas y culturales que se articulan paradójicamente en los esquemas de la producción actual.
Estos contingentes migratorios son aprovechados debido a su precariedad y falta de derechos para integrarlos de manera extremadamente rentables en los sectores mas bajos del mercado o como ejercito de reserva, esta es sin duda una de las causas que da lugar al modelo de privatización del Estado de bienestar universal. Este da lugar a la articulación de empleos y servicios tales como servicios de proximidad, cuidados contratados para ancianos e inválidos, asistencia domestica y todas las formas de trabajo sumergido en el sector de pequeños servicios a personas donde encajan perfectamente y de forma funcional. Esto demuestra sin duda una forma de estrategia de supervivencia ya que son capaces a adaptarse a pesar de sus condiciones tan inseguras, mal pagas y degradados por los cánones habituales del occidente.
En síntesis podríamos decir que se origina un multiculturalismo social que trae como consecuencia un multiculturalismo laboral, ligado a la vulnerabilidad, al riesgo y a la individualización de los actuales procesos de trabajo.
Las nuevas y paradójicas formas de intervención del estado
Se viene originando una severa transformación en las políticas de intervención del Estado contemporáneo, marcadas por el paso de las políticas de intervención abiertamente desmercantilizadoras, a políticas estatales remercantilizadoras generadoras de las bases y los medios de rentabilidad para el sector privado. El cual puede ser definido como un tipo de intervención estatal selectivo, focalizado a grupos especialmente vulnerables y débiles, como un intento de evitar el derrumbe social y la desintegración de los colectivos, periféricos y pre-marginales del sistema social.
En cuanto a condición de ciudadano podremos decir que cuanto mayor es la globalización mediática y económica el mismo tiende a refugiarse en la propia comunidad. De aquí surgen las ideas de la tercera vía o del nuevo pacto social las cuales apuntan a un nuevo orden de políticas sociales mínimas, localizadas y destinadas a grupos marginales específicos juntos a políticas laborales productivitas. La desventaja es la intervención más estigmatizada y degradante. Es sin duda un proceso de conversión de la sociedad salarial en un conjunto de culturas laborales y sublaborales tremendamente inestables, en la conformación de un universo turbulento de identidades laborales difusas.
En cuanto al Estado, debe refrendar la incapacidad de los individuos que acuden a el en la carrera de la competitividad social, es el estado de la gente que no puede acceder a lo privado y por lo tanto van a lo publico. Este sector publico asistencial, seria el remedio contra las posibles situaciones de desorden social que generasen los marginados y los expulsados.
Sindicalismo y ciudadanía compleja
La crisis del sindicalismo entre otras causas se ve marcada por la falta de correspondencia entre la ciudadanía política y la ciudadanía social, por el problemático echo central de la negociación colectiva, y además quedando estos sindicatos atrapados en la dificultad de generar para grupos laborales y sociales cada vez más particulares y heterogéneos, una razón laboral universal.
La principal línea de avance del sindicalismo actual no esta solo en la defensa de sus bases consideradas ya como tradicionales, sino también en la de suscitar una nueva cultura de acción colectiva laboral capaz de articular las diferencias y riquezas de los grupos que viven en condiciones semilaborales, sublaborales e incluso alaborales. Por lo cual se debe ligar la reconstrucción de su identidad al reconocimiento de identidades globales compuesta también sobre culturales no convencionales. "Un nuevo pacto social y global tiene que reconstruirse llamando a la responsabilidad del trabajo no como un elemento simplemente salarial, sino como un elemento cultural y comunicativo, con objetos sociales de integración, de bienestar, de satisfacción de las necesidades y de equilibrio ecológico. Por lo cual la propuesta supone la utilización de los elementos simbólicos globales y la reivindicación de derechos de tercera generación: reconocimiento de identidades, alteridad, medio ambiente, inserción, etc., son elementos fundamentales para poder reencantar y rearticular el mundo del trabajo en el siglo XXI.
Esto supone una necesidad acerca de que el sindicato se acerque no solo a los grupos asalariados sino también los periféricos, desmercantilizados e incluso cívicos, generacionales o marginados del mercado de trabajo. De esta forma tendrá un papel fundamental en la reconstrucción de nuevas redes de bienestar, buscando un estado donde se reconstruya la propia condición de ciudadanía, por otra parte esto demuestra que los movimientos sociales nuevos, viejos, laborales y cívicos tendrán que luchar para ampliar y activar los derechos de ciudadanía social frente a los simples derechos de propiedad económica impuesta por el mercado, a la vez que tendrán que lograr la materialización de estos derechos ciudadanos en todos aquellos colectivos y sujetos especialmente débiles, sojuzgados y dispersos que están siendo, y serán, estructurales en la ya larga marcha de un capitalismo que atraviesa el umbral de un nuevo siglo.
Conclusión
De esta manera, hemos realizado un breve resumen sobre la obra de este autor sobre el tema de las transformaciones del modo de la vida laboral y la reconstrucción de la cuestión social y de los significados del término trabajo.
En líneas generales, se ha logrado definir este concepto como relativo a la sociedad, el tiempo, y la cultura en la que esté inserto, ya que el trabajo es una construcción social que esta referida a un contexto histórico, a una cultura concreta a un modo de vida de los sujetos así como un sistema de relaciones simbólicas que se desarrollan en su entorno.
Gastón Pacua
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