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Educar es la palabra clave


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    En su discurso del 9 de julio de 2001, en la Tribuna Antiimperialista "José Martí", en ocasión de la clausura del III Congreso Pioneril, Fidel expresó: "Estamos llevando a cabo una revolución educacional y social en la búsqueda de una sociedad tan perfecta como el ser humano sea capaz de alcanzar". De las imbricaciones conceptuales que esta tesis contiene, como expresión de las necesidades históricas presentes, se debe extraer toda la riqueza teórica posible e indispensable para enrumbar, en conformidad con el pensamiento estratégico que la alimenta, la práctica revolucionaria cotidiana.

    En ese espíritu se inscriben las reflexiones aquí contenidas, en especial en lo que concierne al papel de la educación en la suerte de la continuidad de la construcción socialista en Cuba en las condiciones características de los inicios del siglo XXI, examinado dicho papel desde la visión del máximo líder de la Revolución Cubana.

    Desde tal propósito indagativo, lo primero que aflora es que la problemática de la continuidad de la construcción socialista en Cuba, y en su marco del protagonismo del pueblo, en las circunstancias históricas existentes, debe ser analizada a partir de la consideración de Fidel acerca de que "…la batalla real es la batalla de ideas…" , la que entiende como "…la batalla del humanismo contra la deshumanización, la batalla de la hermandad contra el más grosero egoísmo, la batalla de la justicia contra la más brutal injusticia, la batalla por nuestro pueblo y la batalla por otros pueblos" en tanto "…las ideas que representamos, la justicia que defendemos, la causa por la que luchamos, es hoy la causa y no puede haber otra causa que la causa de miles de millones de personas en este planeta" .

    De tal manera, lo que se coloca en el centro de la Batalla de Ideas es la necesidad de la profundización del desarrollo humano del pueblo, con lo que queda dibujada políticamente la posibilidad de la más alta congruencia entre los fines de la política revolucionaria cubana, expuestos en el Juramento de Baraguá y la expresión efectiva del pueblo como sujeto de su realización y por tanto de la plenitud de la práctica revolucionaria. Es la radicalidad de las necesidades existentes la que incentiva a Fidel , siguiendo a Marx, a ir a la raíz de la sociedad, esto es al hombre mismo.

    Así, la totalidad de las acciones políticas que se promueven en el contexto de la Batalla de Ideas da cuentas del sentido de la revolución social que alude Fidel. Acciones políticas que se interrelacionan entre sí, pues cada una se articula con los restantes al resultar atravesadas por una intención política, que Fidel sintetiza al plantear que dicha Batalla "…se traduce esencialmente en el fortalecimiento patriótico del pueblo y en hechos y realizaciones concretas para la transformación total de la sociedad" lo que considera como el propósito que "… define el sentido de nuestra Batalla de Ideas y explica nuestros ingentes esfuerzos por crear una cultura general integral en nuestro pueblo, como algo de lo cual ninguna comunidad humana podrá prescindir" .

    Cultura general integral masiva que Fidel estima indispensable tanto al progreso económico como al ético pues es consciente de que el destino del socialismo en Cuba "… es primero que todo una cuestión ética, pero además es una cuestión económica vital" . De modo que ese ejercicio político de creación histórica que constituye la concepción de la Batalla de Ideas se asienta en su certeza de que la posibilidad real de la continuidad del proceso revolucionario cubano debe gestarse desde las probabilidades objetivas que existen, ante todo desde las propias fortalezas de la Revolución.

    Convicción que lo libera, más allá de su propia naturaleza, de remilgos deterministas de corte esquemático y le insta a un profundo y consecuente ejercicio creativo principista. Lo que hace es centrar la atención en un factor principal -el desarrollo cultural del pueblo- desde cuyo decursar dialéctico se pueda habilitar, aglutinar y dinamizar la estrategia de continuidad del desarrollo del país hacia el porvenir, sin desconocer ni subestimar políticamente, por ello, el nivel esencial de determinación social que posee la economía pues para él está claro que "No hay sistema político, no hay justicia social, no hay socialismo sin economía…", aún cuando en la letra de una parte considerable de su discurso del período el énfasis fundamental no lo coloque de manera directa, inmediata, sistemática y siempre explícitamente en el papel de lo económico para el logro de los objetivos trazados. Economía y cultura se plantean en una relación dialógica en la que intercambian mutuamente posiciones como condicionante y condicionado. Está en esa dinámica parte de la complejidad dialéctica que ofrece a su entendimiento corriente su propuesta política en curso.

    Desde tales premisas, el tejido entre la revolución educacional y la social, de las que nos habla Fidel, requiere discernir, desde su pensamiento, el papel de la educación en el marco del propósito político estratégico perseguido con el desarrollo de la cultura general integral en el pueblo cubano en tanto "…póliza de seguro de garantía total, para que una revolución no pueda ser destruida por 1, ni por 2, ni por 10, ni por 100, ni por 1 000; ni por 100 000; porque a partir de la experiencia histórica está claro, claro, claro, que debe ser la conciencia de la nación la que hoy, mañana y siempre mande y decida" . De ahí el valor trascendental del desarrollo de esa conciencia.

    Es decir, en primer lugar, se ha de estimar el desarrollo de esa cultura en imbricación con el sentido de necesidad contenido en los propósitos políticos que gestan su impulso. Ello conduce a razonar el despliegue de la cultura general integral masiva como un proceso de aceleración y fortalecimiento del desenvolvimiento político del pueblo cubano, en tanto sujeto fundamental del proceso revolucionario, mediante el progresivo cultivo, históricamente óptimo, de sus capacidades genéricas, en aras de un despliegue de su racionalidad y de su sensibilidad humanas tales que viabilicen un comportamiento suyo cada vez más autorregulado por valores humanistas y, por tanto, políticamente más integral y efectivo, como garantía del fortalecimiento cualitativo de la participación consciente del mismo en las tareas orientadas a la transformación total de la sociedad cubana y, en su curso, a la consolidación de su modo digno de vida.

    Si esto es así, para pensar el papel de la educación en el contexto actual de Cuba se debe estimar, para ser consecuente con el pensamiento político de Fidel, que el desarrollo de la cultura general integral masiva, más que un concepto, constituye una concepción de la construcción socialista en Cuba y del desarrollo humanista del hombre, desde una perspectiva actualizada de su interpenetración con el necesario cambio revolucionario global y de la propia realidad nacional. Calificativo éste de concepción que se explica por el hecho de que esta problemática se conforma en el pensamiento de Fidel Castro como un conjunto de conceptos y juicios, razonados dialécticamente, que, si bien se detienen respectivamente en aspectos nodales puntuales y definibles en tanto tales -la revolución educacional puede ser uno de ellos- colocan el énfasis en la relación estratégica entre los mismos, como expresión de su totalidad. En consecuencia adquieren, en su unidad, carácter de estrategia política al tiempo que dan razón de su propia complementariedad orgánica en cuanto a necesidad, contenidos y fines.

    Así, se puede notar que el uso del concepto cultura general integral masiva en lugar de simplemente cultura está marcado por el sentimiento de Fidel de subrayar la necesidad histórica del alcance multilateral del desarrollo cultural del pueblo, pues como él afirma "…La vida no se reduce a una sola cosa, los conocimientos no se deben reducir a una sola esfera" y por tanto "…las personas deben tender a la integralidad como norma…" ; requerimiento éste que se acrecienta en un mundo donde los problemas son globales por lo que la cultura no debe ser parcelada.

    Los atributos que Fidel le confiere a la cultura necesaria subrayan el sentido horizontal extensivo del desarrollo de aptitudes-actitudes en el pueblo, asociadas a todas las esferas de actividad social en que se involucran las diversas clases y grupos sociales que lo conforman.

    Ello es válido tanto para el ámbito de la producción-apropiación de valores espirituales y materiales indispensables para el desarrollo óptimo del ser humano como en lo que concierne al enriquecimiento de las premisas reguladoras, que sustentado en aquellas, impactan ese comportamiento cotidiano de los hombres y mujeres del pueblo, lo que da cuentas de la fisonomía cultural de tal sujeto histórico. Al mismo tiempo, esos atributos conferidos a esa cultura necesaria contienen un sentido vertical de penetración y enraizamiento cualitativo de todo ese desarrollo cultural, pues en cualquier esfera de la actividad -y atravesando todos sus ámbitos- se coloca la demanda del despliegue de una cultura política, no dogmática ni sectaria, al servicio de los más nobles intereses humanos, que hilvane todo el desenvolvimiento cultural producido y a producir, lo que resulta medularmente estratégico. Es ese lugar que Fidel otorga al desarrollo de la cultura política dentro de la cultura general integral masiva lo que llena de sentido histórico su apotegma de que "…Sin cultura no hay libertad posible…".

    Se trata, entonces, de que el asunto no es solo de cuánto se sabe de muchas materias o de la difusión del arte, ni de cuántos bienes materiales se dispone para una existencia más cómoda, sino esencialmente de cómo se integra y sintetiza culturalmente todo ello en cada hombre y mujer -y en el conjunto de todos ellos- expresándose a través de una aptitud-actitud ante la vida, comprometida con el florecimiento de toda la justicia y el humanismo posibles para todos, en cualquiera de los ámbitos de la actividad social y desde la vida cotidiana.

    El trazado general de la referida concepción en el pensamiento de Fidel se sitúa en la relación que establece entre el desarrollo de esa cultura general integral masiva y la transformación total de la sociedad. Asunto que coloca una interrogante básica: ¿cómo es posible que la cultura general integral trascienda a la transformación total de la sociedad cubana?. Es, en el marco de esta relación, es decir, del devenir dialéctico de lo uno en lo otro, en su interrelación con el resto de los componentes mediadores que lo hacen posible, donde debe ser pensada -y orientada en su práctica- la revolución educacional que acompaña la profunda revolución social de que nos habla Fidel.

    En el orden de esas mediaciones que explican la posibilidad de la interrelación procesal entre el desarrollo de la cultura general integral masiva y la transformación total de la sociedad se subrayan, en el discurso de Fidel, las asociadas al desarrollo ideológico del pueblo cubano y a la consolidación de su modo de vida digno, esto es, de una vida mejor o de una vida digna y decorosa, según su propio decir.

    Tales mediaciones, atienden al imperativo de que para expandir necesidades, intereses y objetivos involucrados en una práctica revolucionaria -cuyos resultados se plasmarán procesalmente en las relaciones sociales transformadas, al mismo tiempo que la incitarán- es necesario resolver la dificultad que genera el hecho de que entre la producción de acciones para la promoción y plasmación de esa cultura general integral masiva y su consumo, es decir su apropiación crítica efectiva, por parte de ese pueblo histórico activo -y su codificación en sus prácticas vitales cotidianas- se interponen, como sucede en otras esferas de la producción social, al decir de Marx, "…la distribución como momento que emana de la sociedad y el cambio como momento que emana de los individuos" , vistas éstas desde la perspectiva diferenciadora que la atención práctica de esa dificultad exige en la diversidad socio-estructural actual del pueblo cubano. La sensatez de este modo de pensar el asunto evidencia la conciencia en Fidel acerca de que la voluntad política de entregar al pueblo la posibilidad de su desarrollo cultural general integral no garantiza de por sí su recepción y asimilación óptimas por la totalidad del mismo, aún cuando sea considerado por éste, en general, como una oferta política apreciable.

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