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La iglesia solidaria, signo de comunión

Enviado por ceam89


Partes: 1, 2

    Indice1. Perspectivas 2. Horizonte Metodológico 3. Elementos de analisís 4. Implicaciones y proyecciones 5. Conclusiones 6. Bibliografia

    1. Perspectivas

    Estado de la Cuestión

    El camino de la eclesiología actual ha ido presentando, en América Latina, la figura de Jesucristo como la manifestación del misterio salvífico de Dios. En otras palabras, es preciso decir, que el Nuevo Testamento y su Buena Nueva es la base para el estudio de la realidad. Así lo manifiestan los siguientes textos bíblicos: "Bajo sus pies sometió todas las cosas y le constituyó Cabeza suprema de la Iglesia, que es su Cuerpo, la Plenitud del que lo llena todo en todo (Ef. 1,22)"; "porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es Cabeza de la Iglesia, el salvador del cuerpo (5,23)"; "Él es también las Cabeza del Cuerpo, de la Iglesia: Él es el principio, el Primogénito de entre los pueblos, para que sea él el primero en todo (Col 1,18)". Y la Iglesia como heredera y partícipe de este Mensaje debe estar inmersa, cada día más, en la problemática que se presenta en su entorno.

    Es así como la Iglesia Latinoamericana a partir de la recopilación de experiencias propias, en el anuncio y denuncio de situaciones injustas, en asumir lo acordado en el Concilio Vaticano II, Medellín, Puebla, Santo Domingo, se ha ido involucrando con realidades cada vez más complejas como es el caso de los desplazados, los migrantes los más pobres dentro de la problemática propia de cada uno de los países. "El llamado a la libertad implica que el ser humano sea más. Esto es precisamente lo que le niegan la explotación, la opresión y la humillación. Lo más contrario al plan liberador de Dios es la deshumanización de los oprimidos".

    La Iglesia en su desarrollo histórico afirma que su vida no sólo se convierte en Misterio e Institución, sino también forma comunidad en íntima unión con Cristo y comunica los valores dados desde la Palabra para el desarrollo de su misión y vocación como mandato para construir justicia, servicio y fraternidad. "Pero el actuar sacramentalmente en todos los momentos de la historia es fruto del Espíritu, del Espíritu de Cristo, ya desde el comienzo. Porque la experiencia de Pentecostés clarifica la experiencia anterior de los apóstoles e inicia algo nuevo, que llamamos Iglesia".

    La Iglesia comprometida con la realidad, en su diario acontecer, va aglutinando una comunidad de hermanos que cada día crece con la fuerza del amor y del compromiso hacia los más despojados, olvidados y sufridos; misión que realiza con el anuncio salvífico de Dios por medio de su Hijo. El cual anuncia el Reino de su Padre signo de vida y ese Reino no debe ser lo contrario: "El Reino de Dios no está allí donde hay poder, prestigio y gloria; aunque sea el poder, el prestigio y la gloria de la Iglesia de sus instituciones y de sus jerarquías. El Reino está allí donde hay gozo para los pobres y en los que luchan y mueren por los derechos de los pobres" .

    Este anuncio pleno del Reino de Dios como proyecto de Jesús para la comunidad descubre su intención verdadera para la vida de ésta y como iniciativa de Dios: " Para el proyecto de Jesús, la utopía llegará a su plenitud, pero más allá de las fronteras de la historia. Es así, no hay que quedarse pasivos mientras tanto: la utopía del Reino de Dios, no está en discontinuidad con esa misma historia empecatada: ésta tiene dentro de su seno el propio Reino de Dios".

    Esa convivencia de hermanos, es posible gracias a presencia de Dios Padre y a la Palabra dejada por Jesús en donde hace una invitación muy clara y precisa, así: "vosotros, en cambio, no os dejéis llamar Rabí, porque uno solo es vuestro Maestro; y vosotros sois todos hermanos (Mt 23, 8)". Este llamado es uno de los pasos principales para que la Iglesia se encamine hacia una búsqueda del Reino en las diferentes culturas en las que se ha ido adentrando o en las que ya está inmersa. Aunque en las culturas se han encontrado valores y buenas nuevas, la Iglesia con el anuncio del Evangelio ha llevado la presencia de Cristo a los marginados y, en muchas ocasiones, su testimonio se ha volcado hacia el servicio como fruto del amor de esa comunidad establecida por Él. "Nuestro Dios es el que nos reconstruye como humanidad; la reconstrucción del hombre la hacemos nosotros mismos en comunidad. El pan de vida, el pan de los pobres es lo que estamos pidiendo, ese pan lo alcanzamos cuando volvamos a nuestras tierras con la ayuda de Dios. Dios es el pan de los pobres, en Él tenemos nuestra esperanza en medio de esta guerra, de este desplazamiento. Él es el pan que nos alimenta, el que le da vida a la vida".

    Cuando la Iglesia actúa en la forma antes descrita, se hace realidad la trilogía de la acción de Dios: Iglesia misterio, Iglesia institución e Iglesia comunidad, Iglesia – Misión como núcleos de servicio y entrega para quienes merecen ser parte del anuncio verdadero de Jesús. "La Iglesia es, al mismo tiempo, Institución de Cristo (fundador Histórico) y acontecimiento de gracia, porque viene de la Encarnación y de la vida Histórica de Jesús y también de pentecostés" .

    El modelo de Iglesia que fue establecido por Cristo debe ser fundamento de entrega y práctica de la experiencia que significa hacer memoria de la Encarnación dentro de las estructuras culturales, promoviendo el sentido de lucha al integrar las dimensiones sociales; para dar un anuncio verdadero de liberación y construcción de comunidad, pese a los engaños, las falsedades y las injusticias que golpean a la Iglesia se restablece un camino de fidelidad para realizar los valores del Evangelio purificándose. "Es profundamente cristiano orientar esfuerzos en el sentido de superar rupturas entre lo divino y lo humano, lo espiritual y lo material, lo celeste y lo terreno, lo eclesial y lo mundano; el culto a Dios reducido y limitado al templo y el culto verdadero, basado en la justicia y el servicio a los hermanos. Este es el sacrificio vivo y santo que agrada a Dios".

    El documento de Puebla N° 1142 habla de los pobres como hombres y mujeres que son imagen de Dios, que buscan recuperar su amor de Padre; y que como tal él los define como verdaderos seguidores: "hechos a imagen y semejanza de Dios para ser sus hijos; esta imagen está ensombrecida y aún escarnecida. Por eso Dios toma su defensa y los ama. Es así, como los pobres son los primeros destinatarios de la misión y su evangelización es por excelencia señal y prueba de la misión de Jesús".

    2. Horizonte Metodológico

    Así mismo, la Iglesia es consciente de su estructura jerárquica y la aceptación de sus propios pecados "Si decimos 'No tenemos pecado', nos engañamos y la verdad no está con nosotros. Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia (1Jn 1,8-9)". Sin embargo, ella no olvida que debe ser formada comunitariamente y que una de sus estructuras básicas está dada en el servicio y anuncio de la manifestación de Dios en los hombres. Tampoco se puede reducir la obra de Cristo en la historia constituyente de la revelación Bíblica y de la Encarnación, ya que siempre puede haber iniciativas del Espíritu. "En la actualidad a nadie le queda la menor duda acerca de la necesidad de una reflexión serena y discernida, rigurosa y comprometida, fundamentada y pastoral, sobre la Iglesia, sobre lo que es y ha de ser hoy la Iglesia de Jesús" .

    Jesús es el fundador histórico visible de la Iglesia, – el Espíritu Santo es la vida que corre por sus venas -, no viene animar una institución totalmente determinada en sus estructuras; sino que su presencia, por el contrario, es la que hace que aquella se estructure y se renueve para responder a los desafíos de la misión. "La Iglesia no se define en primer lugar como cuerpo de Cristo, sino como sacramento de salvación y pueblo de Dios, animado por el Espíritu Santo el que destaca más lo que une lo que diferencia a sus miembros que intentan descubrir su rostro". El nuevo surgimiento de los modelos de Iglesia es una tentativa continua de enfrentar con valor y fortaleza los hechos que piden una vitalidad.

    Existe una luz que guía y alimenta un estilo de vida emergente hacia los desposeídos que son parte del Reino, en la presencia de un Dios Padre que cuestiona y desafía para abrir las estructuras que tienden a desembocar en un encerramiento, para crecer en una experiencia de Iglesia viva dada desde el Vaticano II para lograr una forma concreta y progresiva de ser testimonio de fraternidad, igualdad y comunión. "No tiene nada de extraño este amplio trabajo eclesiológico si se advierte que para América Latina esta época ha sido de gran vitalidad eclesial: el impulso recibido del Vaticano II; el reto, afrontado por Medellín, de realizar un "aggiornamento" eclesial en las tierras de despojo y la desigualdad, de la miseria, de la opresión y la injusticia; el éxodo de sacerdotes y laicos, religiosas y religiosos, hacia las periferias y los lugares donde viven los pobres" .

    El irrumpimiento histórico que hace la Iglesia al auténtico desafío de ser signo liberador apoyando causas que forman una fuerza de vida, en asumir los valores del Evangelio que Jesús proclama en su diario vivir, así mismo intenta adquirir un carácter profético en la gracia del Espíritu sobre la comunidad. Esta emergente y progresiva vitalidad eclesial hicieron, ya desde los años setenta, y cada vez con más fuerza, se fuera experimentando la necesidad de repensar la Iglesia. El despertar en la Iglesia es una decisión apta para ser implementada en el contexto latinoamericano, que ve con alegría la cercanía de un Dios profundamente solidario y fraterno en su vivir diario; así ha podido experimentar una respuesta de Iglesia en camino de fidelidad hacia los más abandonados.

    Cuando el pueblo cristiano se reúne como Iglesia para celebrar su fe, reafirma su compromiso y solidaridad en la construcción de la justicia, exigencia fundamental del Reino de Dios. Por eso, las fuerzas de la muerte que conspiran contra el pueblo se sienten amenazadas por este gesto fraternal de comunión. Una comunidad que comparte el pan, se solidariza en la solución de los problemas, se ayuda mutuamente y camina con sus manos unidas, no deja de ser una denuncia ante un sistema de relaciones egoístas cuya meta es la acumulación y la voracidad de unos pocos.

    Es ahora el momento histórico que la Iglesia permite vislumbrar su desarrollo tratando de superar esos modelos eclesiales donde se ha manifestado la jerarquía simplemente como poder que ocasiona y sigue una total apatía frente a la comunidad, no existiendo en ella ningún tipo de compromiso por el pobre, donde se ha convertido en ostentación de poder sin lograr sembrar semillas de nuevos caminos que interrogan su quehacer frente al pueblo de Dios, quedándose en una actitud cerrada que no permite dar participación sino que se centra en ella misma para realizar todas las funciones de su ser. " Las eclesiologías clásicas, de corte más bien deductivista y ahistórico, clericalista y jerarcológico, se juzgaban suficientes para dar razón de la fe y de la vida eclesial en medio de esta situación, en medio de la praxis cristiana que ahí iba creciendo y desarrollándose".

    Se presenta allí una gradualidad en los distintos cargos, haciendo una total discriminación hacia los fieles que debían conformar la comunidad eclesial reduciéndose a un aspecto clerical, de despojo y pérdida de participación en los procesos de una acción pastoral liberadora y constructora de humanidad, era ya indispensable narrar de nuevo la vida creyente, iluminarla a la luz del Evangelio, impulsarla hacia una ulterior entrega y compromiso. Por lo que significo que ese compromiso se fuera realizando tanto como comunidad e Iglesia en el testimonio: "El testimonio de la Iglesia al ayudar a solucionar los problemas de los pobres es un signo de la presencia del Reino de salvación y liberación; la misión de la Iglesia es también servir a la humanización de la sociedad".

    El Texto del Evangelio de Lucas Lc 10,25-28 señala una Iglesia más revelada en la persona de Dios, en el hermano. Pero la Iglesia no quiere callar. Al oír los alaridos del Evangelio y de las vidas prohibidas. En todos los pobres de la tierra, Dios los salva compartiendo con ellos la casa y la mesa, la paz y la oración, arrastrados con todos y todas, hermanados y libres, por las corrientes de esa historia nueva que el Dios de la vida sigue soñando para la humanidad entera.

    Ya en 1965 el Concilio Vaticano II, escribía estas palabras que iluminan la realidad de la Iglesia: "Habiendo tantos oprimidos como hay actualmente por el hambre en el mundo, el sacro Concilio urge a todos, particulares y autoridades, a que acordándose de aquella frase de los padres: "alimenta al que muere de hambre, porque, si no lo alimentas, lo matas", según las propias posibilidades comuniquen y ofrezcan realmente sus bienes, ayudando en primer lugar a los pobres, tanto individuos como pueblos, a que puedan ayudarse y desarrollarse por sí mismos" (G.S 69).

    3. Elementos de analisís

    Teológico:

    Los pobres de la tierra son los primeros en recibir la Buena Nueva del Salvador. En el Evangelio de Lucas encontramos los pastores, representantes de los pobres como los primeros sorprendidos por el Ángel de Dios ante la noticia Lc 2,8-20.

    Con Jesús empieza la una "gran alegría para todos": El ha escogido a los más pobres, los que no cuentan nada para los poderosos del mundo, pero para los ojos de Dios son los preferidos. La preferencia de Jesús por los pobres, tiene un fundamento teológico en Dios mismo; este se manifiesta como una profunda solidaridad con sus problemas y en un compromiso con el mensaje de vida en el proyecto de Dios para con la comunidad.

    Es significativa la manera como Jesús anuncia su Misión en el Evangelio de Lucas, con la lectura de un texto del libro de Isaías dado en Lc 4,18-19. Teniendo como fuente este Evangelio de Lucas, efectivamente la actividad pública de Jesús, se va desenvolviendo en un movimiento hacia el pobre, para que en este contacto se proclame la Buena Noticia de la venida del Reino de Dios a través de la Iglesia encargada hoy de realizarlo en la comunidad.

    En la Iglesia brota la realidad del pobre, los sacramentos juegan un papel importante ya que son signos de liberación, puesto que no se reducen a la edificación de la Iglesia, sino que se orientan hacia el Reino uniendo el sacramento del altar y el sacramento del pequeño, para así formar una verdadera síntesis de amor en la misma.

    La Iglesia es una comunidad conformada por personas vivas y reales, históricas y concretas; convocadas y reunidas por pura gracia y amor en la institución de la Iglesia, para realizar el plan, economía o misterio de salvación.

    Esta Iglesia en la práctica del seguimiento de Jesús realiza una opción hacia los más pobres, buscando realizar el sentido de compromiso no idealizado sino practicado. Se dice que la Iglesia debe asumir el testimonio apostólico en la dimensión latinoamericana con seriedad y responsabilidad de realizar la misión del anuncio al pueblo de Dios que debe sumergirse en el contexto social.

    "En efecto ahí confesamos que el Espíritu Santo llena de vida a esta Iglesia a la que mantiene enraizada en aquella que fue fortalecida en pentecostés. Es él quien conserva en ella la misión de los apóstoles, la tarea de hacer llegar la Buena Noticia a todos los hombres". Todo eso fue preguntando la conciencia cristiana latinoamericana en medio de una vitalidad eclesial que redescubrio las dimensiones proféticas del anuncio del Evangelio, que recordó que la persecución y el martirio son formas culminantes de vivir en el seguimiento de Jesús, que encontró en las comunidades reunidas en torno a la Palabra y viviendo en forma nueva el mensaje evangélico el surgir la fuerza del Espíritu.

    La acción pastoral liberadora visible en el Espíritu de comunidad, rechaza el poder para ser parte de el, así se convierte en testimonio en su quehacer, dando un pregón de no ocultarse en medio de la opresión, que mantienen una esperanza de seguir a Jesús en la cruz, esta es una Iglesia servidora, que abandona los privilegios para ser el pilar de actuación ante la justicia.

    Esta Iglesia nace de la Fe del pueblo, cuando él se da cuenta y experimenta que toda injusticia que vive no es castigo de Dios, sino que a los ojos de Dios es pecado, y Dios Padre no quiere que el hombre viva esa situación, hay que cambiar la estructura de pecado. El compromiso de la comunidad nace de la de la reflexión de fe y celebración de la vida.

    Sin duda alguna hoy se dice con sinceridad que estos modelos de Iglesia y sus organizaciones son el empleo real e indiscutible de construcción de Iglesia desde los pobres y con los pobres, como verdadero impulso del renacer pastoral, da un mayor sentido a su estructura que se orienta al servicio y la comunicación de una fe que construye y realiza un modelo emergente en la persona del Jesús histórico y místico, con la eficacia del instrumento de la oración en la comunidad en Dios Padre.

    "En esta misma línea eclesiológica de la liberación ha formulado que la construcción de una Iglesia de comunión hace superar la estructuración verticalista, autoritaria y cerrada de un modelo de Iglesia piramidal y jerarcocéntrico que no se adapta a los contenidos básicos de la categoría Bíblica pueblo de Dios". Sólo la Iglesia y sus miembros han sido capaces de comprender la inspiración del Evangelio que transmite una experiencia liberadora y misericordiosa de ver a Dios en un rostro humano, para darse cuenta del dolor, y la reflexión y acción de la comunidad de hermanos.

    La Iglesia supera el encerramiento para formar el sentido de comunión en todo su ser, en América Latina, hacerse Iglesia de los pobres no se vive como la construcción de una alternativa, sino como realización de una vocación. Nace el pueblo en fidelidad y conversión con una respuesta humilde a la llamada del Señor como Palabra viva. Por esto se convierte en llamado en el ser enviado por Dios el profeta es responsable directamente ante Dios, y de ahí la imperiosa necesidad de pronunciar la Palabra, exigencia que no puede ser acallada por ninguna otra consideración, ni siquiera eclesial.

    La Iglesia actual ha reconocido la necesidad de esta dimensión de la profecía al mencionar los signos de los tiempos como medio indispensable para conocer la voluntad de Dios. El profeta no tan fácilmente hace nombrar en concreto esos signos de los tiempos. Quizás lo hace a niveles importantes, como sería la conflictividad que vive la humanidad. El profeta nombra en concreto esa deshumanización a través de la presencia de la Iglesia .

    En la conflictividad hay que saber reconocer el propio pecado y hay que saber comprender que no es tan fácil que la Iglesia asuma esta voluntad liberadora de Dios, en cuya conciencia se ha ido construyendo esta eclesiología. Hoy la Iglesia sabe qué tan difícil es su camino en su interior y desde este discernimiento inicia una labor profética en su Palabra a través de Monseñor Romero y otros mártires latinoamericanos se evidencia este desafío perenne en ella. La palabra profética de Monseñor Romero tuvo esa profunda dimensión teológica. Habló en la Iglesia, pero como profeta habló en nombre de Dios. Por los contenidos concretos de su palabra profética y por el hecho de hablar proféticamente planteo dos preguntas teológicas fundamentales ¿en qué Dios cree la Iglesia y si cree en Dios?.

    La respuesta del propio Monseñor Romero y de otros tantos mártires fue clara. La Iglesia da gritos proféticos en impulsar que permanezcan unidos en los criterios como comunidad de hermanos, que implementan su llamado a trabajar por completo en zonas de gran riesgo y con ese dinamismo proclamen que su opción por los pobres se mantiene ante el escaso interés de nuestra sociedad, en sectores que se interpelan ante el papel imperante que asume la Iglesia. "La Iglesia no puede entenderse en si y por si mismo, porque está al servicio de unas realidades que trascienden el Reino y el mundo. Mundo y Reino son los pilares sobre los que se asienta todo edificio de la Iglesia".

    La Iglesia gestora de unidad y de interés en Dios Padre presente en la realidad como signo profético en la lucha de los derechos humanos, donde la opción por las víctimas de los poderes, como una opción del mismo Dios, se observa la construcción del Reino de Dios anunciado y testimoniado por Jesús, cuyos contenidos son aquellos que nos involucran en ese quehacer. Centrado en el reconocimiento mutuo de la solidaridad, la libertad condicionada por la vida de todos, y búsqueda y proclamación de la verdad, contra toda forma de ocultamiento e injusticia.

    El desafío esta marcado en la Iglesia que debe prepararse para asumir el proyecto de compromiso que responda a la realidad particular de una comunidad, exige tener como punto de partida su situación, porque no se trabaja con gentes desconocidas, sino pertenecientes a un lugar con costumbres, comportamientos y celebraciones y dificultades que les son propias; es vivir desde la experiencia del momento con la convicción de que transformar esa realidad pasa por la iluminación con la Palabra de Dios y la palabra de la Iglesia. Asumiendo una pedagogía de Jesús como pedagogía de la vida en celebración; creativa, receptiva de búsqueda, exigente, adecuada al pobre, esencialmente vivencial y testimonial.

    Escriturístico:

    El pensamiento sobre la praxis de liberación en la Iglesia latinoamericana va en conjunto de visión con el testimonio apostólico puesto la comunidad es sujeto de decisión y orientación en el horizonte del Reino en Mt 18,15-18. El texto señala bien con fundamento la necesidad de poner los medios indispensables para lograr realizar una plena fraternidad en que no llegue a separarse de la realidad en la vida de comunidad, sino que debe conducir a una actitud mucho más constructiva.

    La Iglesia es instrumento eficaz para realizar y apoyar los procesos de paz, la cual debe construirse a través de una serie de acciones que van desde la educación y defensa de los derechos humanos y la eliminación de las causas de los conflictos. Promovido por la Iglesia las iniciativas planteadas de anunciar la Buena Nueva en personas de buena voluntad, en que el amor debe trascender los limites de la comunidad. Este se manifestará en diversas formas por el mundo. Al mismo tiempo se corren riesgos y peligros en seguir anunciando este amor que alcanza a los duros de corazón. "Bendice a los que os persiguen, no maldigáis. Alegraos con los que se alegran; llorad con los que lloran (Rm 12, 14-15) ".

    La Iglesia desde el testimonio apostólico se remite al hoy en el ver y reflexionar sobre una Iglesia al servicio, llena de más autonomía frente a una estructura que no depende de ella sino del fundamento de su ser ante una identificación con Jesús, que expresa el ser de su misión y constitución para renovar especialmente la misión del Reino y desde ahí impulsar la presencia de Jesús en ella. Por otra parte cada vez que se afirma en la fe la apostolicidad de esta Iglesia se siente cuestionado por su fidelidad al Espíritu que le da vida, a la misión de acuerdo con la cual ha de configurarse, al proseguimiento de Jesús que constituye su tarea definitiva. Pues la Iglesia no es principio de vida, lo es el Espíritu. Ni es ella la que se da a sí misma la misión; más bien es la misión la que da origen a la Iglesia.

    Con esto se pregunta y se confronta la Iglesia debe estar siempre en referencia a la presencia de Jesús, como entrega total y exclusiva a los más necesitados como misión indispensable desde las necesidades que sobresalen en la realidad para poder guiarse en la persona del Padre en el que revela Jesús como signo de pertenencia a él, ese es el objetivo principal del anuncio de Cristo por esto el libro de 1Cor 3, 21-23 este texto muestra el sentido de identidad, que se debe asumir en la centralidad a Cristo cada seguidor sin hacer alarde de él, por lo que implica también que Cristo tiene como centro a Dios.

    La Iglesia debe sembrar las semillas de la manifestación de su ser, está orientada no a teorizar, sino practicar originalmente el anuncio del Reino, donde su diseño abarca a la totalidad de una comunión, que expresa incesantemente en hacer evidente la radicalidad del Evangelio insertándose en la historia, sobre todo que el Reino de Dios es dar a conocer el cuerpo de una comunidad que es Jesús a través de la Iglesia del texto de Ef 2, 4 -7. Que muestra la gracia y la misericordia de Dios en la humanidad que se aparta de él. Si embargo Dios procura que su amor permanezca en ellos para manifestar su acción en la comunidad.

    Un principio vital que empeñe la Iglesia para atestiguar contra todo aquello que atenté contra la vida, proclamando un poder en la creación de una nueva humanidad. Es una realidad presente entre los hombres que toma cuerpo en una comunidad que la vive y la proclama como Jesús. "El Espíritu del Señor esta sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor (Lc 4,18-19)". Esta es la respuesta de Jesús para toda comunidad, la cual no debe cerrarse a la acción del Espíritu que irrumpe con valentía para anunciar el misterio de Dios revelado en él a través de su acción.

    Desde la fe, la realidad de Dios y la existencia se hallan vinculadas a la vida concreta de los otros. Por eso, cuando se esta comprometiendo a la defensa concreta de los hombres. La fe supone que se ha vuelto capaz de descubrir y valorar el rostro del hermano, el valor y la exigencia de nuestro prójimo. Este es un llamado a caminar en unidad como verdadera y auténtica comunidad Trinitaria que desde el Evangelio cuestiona para así transparentar la acción de Dios como Iglesia, y sentirse uno con el Padre en la misión como elegidos para ser verdaderos seguidores y conserven la unidad. "Para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado". (Jn 17,21).

    Es bueno reconocer con humildad que también nuestro ministerio es un servicio a la comunidad y que es exigido por la comunidad. La misión no es una propiedad; pertenece a la Iglesia y a todos les corresponde el deber de hacer que el servicio sea asumido en todo el pueblo de Dios para tomar parte en la misión salvífica. Por eso la importancia de formular hoy a la Iglesia unas preguntas de carácter fundamental que logre cuestionar y abrir en concreto su ser, el planteamiento vale la pena en cuanto que el contenido profético y por el hecho de hablar proféticamente el ser de la Iglesia: ¿en qué Dios cree la Iglesia y si cree en Dios?. La Iglesia en su experiencia debe discernir y participar en la misión que es la experiencia del Espíritu que sopla donde quiere y no se niega a nadie. "Entonces Pedro tomó la palabra y dijo: Verdaderamente comprendo que Dios no hace acepción de personas " (Hch 10,34).

    Por tanto es importante la autoridad y el poder como principios visibles de unidad en las Iglesias locales y, dentro de la comunión de Iglesia, derivan los principios generadores espirituales y sacramentales de la Iglesia. Los ministros son sucesores de los apóstoles deben ser en su existencia ejemplo de servicio en la Iglesia local y universal, generando una actitud de solidaridad en la sociedad, debe convertirse en signo de entrega y compromiso de fidelidad en la comunidad, sirviendo siempre con donación para esa nueva opción de seguir a Cristo. La Iglesia retoma el servicio como signo de amor a los pequeños Mt 20, 25–28. Jesús invita concretamente a asumir la condición de la naturaleza de servir signo de la absoluta confianza como anuncio de una nueva vida.

    Magisterial

    El magisterio esta íntimamente ligado a la humanidad el cual se pregunta sobre la misión del hombre en el universo, sobre el sentido de sus esfuerzos individuales y colectivos, sobre el destino último de las cosas del hombre. Este sin lugar a dudas es el momento por el cual el hombre encuentra en parte que la Iglesia esta conectada con el desarrollo de su vida. "Por eso el Concilio, como testigo y portavoz de la fe de todo el pueblo de Dios congregado por Cristo, no puede dar prueba mayor de solidaridad, respecto y amor a toda la familia humana, que la de dialogar con ella acerca de todos estos problemas, aclarárselos a la luz del Evangelio y poner a disposición de la familia humana la fuerza salvadora que la Iglesia, guiada por el Espíritu Santo, recibe de su Fundador" (G.S 3)

    El continuo preguntar del hombre hace referencia a su vida, por lo que implica encontrar respuesta a todos sus cuestionamientos de la problemática transcendental que se siente desprovista la existencia humana y que como tal su significado representa un inconformismo, pero que en el mismo plano se permite aclarar que la Iglesia presenta la figura de Jesús que responde a los interrogantes planteados. " Pues bien, la Iglesia cree firmemente que Cristo, muerto y resucitado por todos (cfr. 2Cor 5,15), ofrece al hombre, por su Espíritu, luz y fuerzas que le permitan responder a su altísima vocación, y que no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en el que deben salvarse (cfr. Hch 4, 12)" (G.S 10).

    La visión de la Iglesia es cambiante puesto que logra integrarse a la comunidad en su nuevo significado de pueblo de Dios, adquiriendo un modo de ser mas real y posibilitando la nueva relación que se descubre, allí indudablemente el sentido de Iglesia llega a integrarse desde la vivencia del Bautismo dando participación al pueblo en este misterio que se desarrolla como preparación de este sentido de comunidad. "En todo tiempo y lugar son aceptos a Dios los que le temen y practican la justicia (cfr. Hch 10,35). Sin embargo, quiso el Señor santificar y salvar a los hombres no individualmente aislados entre sí, sino constituyendo con ellos un pueblo que lo conociera en la verdad y lo sirviera santamente. Eligió como pueblo suyo el pueblo de Israel, con quien estableció un pacto, y a quien instruyó gradualmente, manifestándosele a Sí mismo y sus divinos designios a través de su historia y santificándolo para Sí " (L.G 9).

    Ante esto el magisterio recuerda que a través del llamado de Jesús la Iglesia se remite a la vivencia de la comunidad el sentido del bautismo que debe participar en el continuo ofrecimiento de su vida como donación para el pueblo. "Cristo Señor, Pontífice tomado de entre los hombres (cfr. Heb 5,1-5), hizo de su nuevo pueblo 'un reino y sacerdotes para Dios, su Padre' (cfr. Ap 1,6;5,10). Pues los bautizados son consagrados como casa espiritual y sacerdocio santo por la generación y por la unción del Espíritu Santo, para que por medio de todas las obras del cristiano ofrezcan sacrificios espirituales y anuncien las maravillas de quien los llamó de las tinieblas a su luz admirable (cfr. 1Pe 2,4-10)" (L.G10).

    Así el pueblo de Dios entra a participar en la comunión de Cristo para dar testimonio de la fe que los une como comunidad para que por medio de este difunda ,el don d la vida como signo de una experiencia. "El pueblo santo de Dios participa también del don profético de Cristo, difundiendo su vivo testimonio sobre todo por la vida de fe y de caridad y ofreciendo a Dios el sacrificio de la alabanza, el fruto de los labios que bendicen su nombre (cfr. Heb 13,15)" (L.G12) .

    Sistemático

    Se aprecia como en la persona de Jesús Dios se hizo pueblo, Dios con Nosotros, rompiendo con el mundo del privilegio y formando el mundo de la fraternidad, por el don de ser familia de Dios, el precio que se pago para este nuevo mundo es la propia vida del inocente.

    La revelación del misterio de la cercanía de Dios ha sido confiado a la Iglesia para que revele al mundo. Como este misterio del amor de Dios ha sido revelado al hombre, especialmente a los más pequeños, la Iglesia para reconocer la cercanía de Dios al hombre, debe caminar junto a la comunidad.

    El compromiso de la Iglesia esta en presentar a Jesús mismo, quien hace la invitación asumir en toda plenitud su vida. Esta es la enseñanza y actuación de Jesús a favor de los más débiles, el cual va revelando su actuar de cómo Dios los eligió en él definitivamente como lo señala en el texto de Colosenses: "Él es el principio, el primero que resucito de entre los muertos a fin de que Él tuviera primacía en todo" (Col 1,12).

    En la persona de Jesús se ve que ha llegado al pueblo un Dios cuyo amor, trae un proyecto infatigablemente de comunión, de misericordia y vida. Para Jesús supone comenzar a hacer posible lo que se ve imposible donde reinan proyectos de acumulación excluyente. Por eso, Jesús asume y participa con la identificación de su pueblo en Mt 25.

    Este trato de Jesús con la gente, implica que el Reino como amor es búsqueda de Jesús de lo que estaba perdido. Todo esto es dado por el código de la misericordia y la gracia: " Id, pues, a aprender que significa aquello de Misericordia quiero no sacrificios. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores" (Mt 9,13).

    Por lo que la Iglesia ha ido abriendo las puertas a ejemplo de Jesús para el pueblo de Dios, en formar de esta manera la verdadera familia de los convocados por el Resucitado, donde ninguno se sienta excluido, ignorado, negado en sus funciones; sino por el contrario: participante, activo y poniendo al servicio de todo el cuerpo sus carismas, para que se vaya fortaleciendo.

    En esta constitución del cuerpo de Cristo hay variedad de miembros y de funciones. Uno mismo es el Espíritu que distribuye sus diversos dones para el bien de su Iglesia, el mismo Espíritu por la intensa comunión de sus miembros, produce y estimula la caridad entre sus fieles. Por lo tanto si un miembro sufre todos los miembros sufren con él.

    En esto se comprueba que la misión de la Iglesia es ayudar a transformar la fe y aceptación de Cristo liberador como compromiso concreto en la lectura de la Escritura; que va en sintonía en el servicio a los hermanos que se encuentran sumidos en la desesperanza, motivándolos a ir creando comunidad llena de valor en la propuesta de vida como opción de ayudar a los hermanos desde Jesús en el proceso de formar unidad. Es Jesús mismo quien coloca este centro y que se asuma el proyecto de ser una comunidad centrada en Cristo "El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará" (Mt 10,39).

    Se mira que la Iglesia es Teocéntrica: centrada en la Trinidad; pero dada toda esta realidad en Jesús. Es por eso que desde el caminar del pueblo pobre se descubre que Cristo está al centro de su comunidad, es el que está uniendo, iluminando, haciendo converger hacia él, por medio de su evangelio a todos los convocados a formar esta Iglesia Cristo – Céntrica. Jesús no se pone al centro como el que hay que admirarlo y servirle, sino como el que fortalece a la comunidad por medio de su servicio, su entrega gratuita: Desde esta visión Cristocéntrica, se esta superando la visión de que la Iglesia se consideraba como autoritaria.

    El Espíritu es el que ha ido gestando la Iglesia y la mantiene viva, le da la fuerza y la empuja hacia la plenitud. La comunidad de los cristianos no se construye únicamente en virtud de las gracias santificantes individuales, sino también por medio de los carismas, gracias especiales por la que el Espíritu las dispone y capacita para hacerse cargo de empresas y funciones diversas. Esto es lo que dentro de la comunidad por gracia del Espíritu motiva a seguir creciendo

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