- Y engordando seguiremos — todos — toditos…
- Por la boca muere el pez…
- La gordura, adaptación descarriada…
- En resumen
- Bibliografía
"Freud, reconoció, durante su larga experiencia en el tratamiento psicoanalítico, que para el éxito terminante y para la duración del mismo no existían atajos, ya que debía de proseguir su curso ininterrumpido hasta su conclusión y resolución final.
"Freud, también habló a sus seguidores, de no alear el oro de ley del psicoanálisis con el oropel de otras formas de terapia.
"Quizás Freud, sin saberlo, cuando reflexionaba, tenía asimismo en sus pensamientos, el tratamiento de la obesidad". FEFL en La Gordura Terminable e Interminable: Los Métodos para Adelgazar y el Futuro de una Ilusión
Mientras la carencia y el hambre castigan al mundo, es incomprensible que la calidad de la comida que en el supermercado adquirimos, no haya mejorado. Teniendo como resultado que paralelamente nuestra dieta haya igualmente empeorado. Es incongruente que el consumidor actual, desee que su comida sea suculenta (perjudicial para su salud), económica, conveniente, repleta de aditivos artificiales y que, asimismo sea "sana". — lo que no es posible.Uno de los grandes misterios que hoy existen en nuestro medio es cómo explicar por qué la comida dominicana, otrora saludable, se haya transformado en los desatinos que hoy consumimos. En poco tiempo, nos desplazamos, de poseer el único "pan" conocido, que no engorda (el casabe); a tener (por causa de lo que ahora comemos) una cadena de enfermos que esperan en línea a que sus estómagos sean reducidos para combatir la obesidad… Aquí estamos hablando de médicos, políticos, niños y de todos… Porque la gordura es epidémica en el mundo, del que (aunque a veces no lo parezca) constituimos parte.
La esposa dominicana no puede ser tachada de ser responsable de lo que en la casa se come… la esposa dominicana, generalmente, ni sabe dónde queda la cocina. Lo que en la casa se come resta exclusivamente en el genio (o en el "fantaseo") de "la cocinera". Repetimos: la responsabilidad enorme de la nutrición familiar resta en los hombros de Fefa, Jesusa o de alguna otra empleada cuya maestría del uso del salero, acoplado con su generosidad en el uso del azúcar y su empleo de las sopitas, la torna experta en la abominación local, conocida como el "como en mi casa comemos".
¿Qué pasó con los sancochos que se guisaban con yerbas aromáticas, y se preparaban con carnes magras y víveres en abundancia; siempre acompañados de arroz blanco, aguacates y casabe (sin adulterantes)? ¿Dónde fueron a parar los plátanos asados, machacados con ajo, y rociados con un poco de aceite verde, servidos con huevos pasados por agua? Y la tayota cuya reputación proverbial fuera: "La tayota (o chayote), engorda tanto a quien la coma… como a quien la vea comer…" Éstas y muchas otras costumbres de la gastronomía típica de este país fueron abandonadas a favor de las invenciones exóticas que nos garantizan un futuro residual de penurias y males de salud. Por esa razón, el dominicano sigue engordando…
Pero, lo mismo está sucediendo al portorriqueño, argentino, chileno y a todas las víctimas de esa epidemia metabólica cuyo agente infeccioso se reconoce con el nombre de fast food.
Y engordando seguiremos — todos — toditos…
El azúcar, en el hogar dominicano del pasado, nunca fue ofrecido en abundancia. Nuestros mayores no creían en su uso ilimitado por el niño. Mi abuela, centenaria, me amonestaba: "el azúcar da bichos" — parásitos. El café se consideraba (a menos que no fuera una gota, del mismo, en la leche con café — no en el café con leche) una bebida de rito o de iniciación — el varón tenía que demostrar por lo menos un sueño mojado, y la hembra su menstruación, antes de que a ellos se lo sirvieran. La gordura, entonces se consideraba como algo que fuera, a la vez, extraordinario y grosero: "Mira a fulanita, parece una vaca…" Y, aunque el merengue lamenta el prospecto indeseable de casar con mujeres delgadas ("yo no me enamoro, de mujeres flacas… no voy a llevar la muerte a mi casa"). Nadie ha vivido para ver una Miss Universo dominicana que fuera gorda… por seguro, no durante el concurso — de hecho, las mujeres de sangre libanesa se veían con recelo injusto en Santiago, porque se temía que ellas poseyeran tendencia "natural a ser gordas". "Mira la mamá y verás qué te espera…"
Debido a los cambios drásticos que han resultado de la transformación universal de lo que se come en los últimos 30 años, el problema con la desnutrición se ha convertido en lo opuesto: el problema de la híper-nutrición — problema que sigue avanzando inexorablemente y sin conclusión visible.
Por la importancia central que ocupa en nuestras vidas (y en nuestras culturas) la comida. Ésta se ha imbuido de aspectos emocionales así como también de económicos. La comida es importante en toda celebración religiosa (obleas y vino católicos, halal mahometano, kosher judío, etc.) Por eso es que no podemos relegarla a un sitio secundario en el desarrollo de nuestras estrategias de bienestar social.
Algunos pocos economistas pensantes y sensitivos (cosa rara) entienden que la comida es también un elemento de estabilidad económica nacional (los subsidios agrícolas norteamericanos se basaban en esas premisas). Los sociólogos y los expertos en demografía conciben que su presencia adecuada garantice la estabilidad y el equilibrio social.
En los últimos años dos fuentes de ansiedades han surgido en relación a lo que comemos: La Enfermedad de la Vaca Loca (Encefalopatía Espongiforme Bovina) — menos peligrosa que una noche viajando en las carreteras dominicanas, con un padre embriagado, y la otra es la obesidad — todavía más letal que el viaje por nuestras carreteras, combinados con la encefalopatía espongiforme bovina.
Este veneno reemplaza el agua, bebida natural…
Aunque nuestros gobiernos latinoamericanos (y sus primeras damas, reales o por poder) lo ignoren, la Organización Mundial de la Salud nos advierte que la obesidad es una epidemia. Así lo repetía el, pasado, Cirujano General de los Estados Unidos, David Satcher, cuando nos alarmaba con la advertencia de que la obesidad muy pronto sería la causa de muerte de tantas personas como lo es el tabaco (y no, porque la gente esté dejando de fumar).
Los monopolios internacionales de la comida rápida, favorecen el engaño, como de antes lo hicieran las compañías tabacaleras. Argumentando que fue la falta de ejercicio y no la cantidad de comida ingerida innatural lo que nos engordara a todos. Sin embargo, la cantidad de calorías que ingiere el americano en su dieta cotidiana aumentó de 2,080 a 2,997 calorías en menos de diez años — lo suficiente para que su efecto cumulativo en un año los engorde a todos — y ¡mucho!
"Vamos a Wendy", dicen muchachas esféricas en La Bolera.
Vayan y vuélvanse más enormes, si es que esto es posible, responde el Exegeta…
Pero los gordos ya no son tan sólo los ricos. Los pobres están engordando asimismo de modo pasmoso, y a un ritmo que paralela al de los ricos. ¡El igualatorio ha llegado! La gordura logró, lo que la muerte nunca pudo conseguir — nos emparejó… Dentro de muy poco tiempo, todos seremos obesos… (El libro que aquí se debe leer es: Fat Land: How Americans Became the Fattest People in the World, por Greg Critser).
Todos… seremos obesos, todos, ricos y pobres. Si no por la información carente de poco valor y asimismo trivial, lean Ritmo Social donde apreciarán el Dominican Fat Parade de la quincena…
Otros países "invadidos" por las cadenas de franquicias licenciadas, oriundas de Norteamérica muestran que la presencia de estos negocios tiene relación innegable con el incremento visible de los casos de la obesidad general.
China, el Japón, Rusia, Tailandia, Malasia, Australia y la Corea del Sur son ejemplos recientes del paralelismo que existe entre la llegada colonizadora del fast food y del deterioro universal de la salud y la belleza propia del ser humano. Los jóvenes en estos países son (lo que nunca antes habían sido) panzudos y barrigones. (Léase el reporte de julio 25 del 2007, que apareciera en el Washington Post, acerca del estudio del efecto social en los americanos en la génesis de la obesidad).
Las niñas llegando a una pubertad precoz, producto del índice ponderal más elevado de la historia, se vuelven madres solteras a destiempo.
De acuerdo a los estudios conducidos por varias agencias internacionales. El fenómeno de la gordura asiática se origina en el cambio que estos países han hecho en su dieta habitual. Entre los años 1989 y 1997 las clases medias de todos esos estados redujeron el consumo de granos y verduras por un 29.8%; mientras que su consumo de carnes y grasas subió más de un sesenta por ciento, el consumo de huevos dobló y el consumo de pollos y aceites animales se triplicó.
Zhai Fengying, Sub-secretario del Instituto Chino de la Nutrición y de la Seguridad de los Alimentos nos dice lo siguiente: "Nosotros llamamos a los funcionarios encargados, para decirles que tenemos un problema muy serio en nuestras manos; pero ellos responden: "hay cosas de más importancia que hay que hacer" "— entre éstas, engordar, decimos nosotros. Fengying continúa, "una de las medidas que debieron ser abolidas en la China rural es la de servir leche a los niños campesinos — leche gratis, con las comidas…" Lo dijo, porque la leche no es alimento ni esencial, ni necesario para el niño de edad escolar. Mientras los chinos retornan a sus sentidos, cortesía de nuestros gobiernos, vasallos de los intereses creados, aquí tenemos su equivalente en el chasco que conocemos como "el desayuno escolar".
Si es bien cierto (para callar a los alarmistas entre nosotros) que la gordura no mata de inmediato, también es cierto que ésta contribuye de manera alarmante a muchas complicaciones médicas muy antiestéticas. Esta vez, en lugar de detallarlas, las resumo: El sobrepeso es una de las causas principales de las enfermedades cardiovasculares y es una causa mayor de mortalidad que existe en todo el mundo. Como ésta; la gordura, queda muy por encima de las guerras, de la malaria, del SIDA y de todos los demás "ejecutores" naturales que hoy existen.
Por la boca muere el pez…
Para hacer un paréntesis y echar un vistazo dentro del escenario local. Las complicaciones de la gordura afectan más, a los orientales y a quienes no son de origen caucásico puro (confirmado, por el DNA… ¡qué triste!), y con mayor severidad de lo que lo hace en otros países. Por ejemplo, en China, los programas destinados a combatir los problemas del comer, se "comen" más de su porción justa del presupuesto designado para reducir el impacto de las enfermedades no-comunicables. La proyección es que este costo subirá.
Cuando nosotros, el público de los consumidores de las comidas sabrosas, tratamos de evadir nuestra culpa por nuestras gorduras y por la cantidad de comida que comemos, la censura la dirigimos a quienes producen esas comidas.
Esta actitud es un poco injusta, ya que lo que ellos producen, nadie nos fuerza a comer. Y además, es un asunto muy poco conocido, que los fundadores originarios de los conglomerados de "alimentos" fueron visionarios sociales y reformistas ejemplares: Los Cardbury"s eran cuáqueros que creyeran que el chocolate era preferible al uso del alcohol (algo que permanece disputable), Dr. John Harvey Kellog era un vegetariano consumado, y la visión de Henri Nestlé fue la de encontrar un substituto adecuado para la leche materna para ofrecerlo a niños cuyas madres no tenían con qué lactarlos. Por consecuencia, todas estas compañías en la actualidad se perciben a sí mismas no como entidades perversas, sino como agentes ecuánimes que ofrecen al público consumidor, lo que el consumidor les requiere: comidas cómodas y comidas sabrosas.
Kim Jong-un
El problema es que el público en su razonamiento extravagante obedece al dictamen folklórico norteamericano, que nos alerta del hecho imposible de que algunos: "Desean (conservar) su bizcocho y (al mismo tiempo) comérselo." (To have your cake, and eat it too…). Traducido, por supuesto en "abarrótate de grasa y de azúcar pero no engordes".
La gordura, adaptación descarriada…
Aunque la comida se ofrece por todas partes, aun en las más inesperadas, como sería dentro de los confines de la Plaza de San Pedro en Roma. La comida no puede culparse por sí misma por nuestras adiposidades exageradas.
Engordar, es una sola de las múltiples respuestas que nuestros cuerpos poseen en su repertorio, poco estudiado y menos entendido, para adaptarnos a la escasez natural y recurrente de alimentos.
Nosotros (los seres humanos, por razones no esclarecidas) poseemos diez veces más células adiposas que las que posee cualquier otro mamífero conocido — por esa razón, no toleramos bien el hambre.
La explicación hipotética para la gordura humana la concibió el genético James Neel cuando estudiaba los indios Pima de Arizona. Cuando esta tribu fue trasladada a otras regiones, debido a que la falta de agua potable y de alimentos donde entonces vivieran, los estaba diezmando rápidamente — ésta sería la excusa fabricada por quienes ansiaban usurparles sus tierras. En su nueva localidad muchos murieron de hambre pero otros sobrevivieron. Los que sobrevivieran, pensó Neel, lo hicieron porque eran proclives, genéticamente a almacenar grasa. Los que fueran muy propensos a esta disputable virtud, perecerían más tarde por la misma razón: Mucho de algo bueno, es bueno; más puede que sea mejor… pero, demasiado, en este caso, mata… (El libro aquí recomendado, es: Why Geese don"t Get Obese and We Do por Eric P. Widmaier).
Indios pima modernos
La estrategia que todos invocamos con mayor facilidad y frecuencia, por ser la más simple, para explicar nuestras tendencias genéticas hacia la gordura es la siguiente: Engordamos, para almacenar las reservas extras que (necesariamente) utilizaremos cuando la comida nos falte. Pero, hay otra manera de mirar a este enigma desde otra perspectiva; basados en estadísticas recientemente publicadas. Estas últimas se fundan en el hecho de que la mosca de frutas (drosophila melanogaster) vive más tiempo si se somete a un régimen de hambre considerable. Este mismo descubrimiento ha sido replicado en ratas de laboratorio, y en las vidas de los muchos centenarios humanos que han sido analizados cuidadosamente. ¿Qué pasa? Bueno. ¿Pudiese ser que fuera posible que la Naturaleza, favoreciera a quien puede sobrevivir, durante períodos de escasez, sin comer (o comiendo menos) — y sin engordar?
Muy posible. Ya que la Naturaleza está repleta de sistemas redundantes para garantizarnos la vida.
La explicación ofrecida, parecería obvia, a quienes usen sus mentes, para pensar, entre otras cosas…
Recordemos, que el único factor científico demostrado, asociado con la longevidad, es la malnutrición.
¡Sí, la malnutrición relativa! ¿Cuántos obesos centenarios conocemos?
Tarahumara
Mensaje para los dietistas del mundo: Deploramos (con placer perverso) informarles que ni ustedes, ni nadie más, saben mucho acerca de la enfermedad que dicen tratar: la obesidad. Y que la dieta que ustedes ofrecen es la misma enfermedad que pretenden remediar.
El problema se reduce, simplemente al acto de comer como comemos, por la simple razón de que la comida que nos gusta debe de ser rica y pesada, aunque no, necesariamente saludable…
Todos observamos que la comida apetitosa de hoy es azucarada, grasosa y salada.
Otra dificultad es que el sabor intenso de las comidas que nos despiertan el gusto, a su vez, está asociado con la presencia en la sangre circulante de neurotransmisores que excitan el placer y que en modos discretos nos acostumbran a la necesidad de la exposición repetida al estímulo sensual — en otras palabras nos habitúan. Entonces comemos por el placer bioquímico generado y no porque la comida de ese tipo sea necesaria.
Las comidas que nos sirve la Naturaleza en la mesa abundante de los mares, de los ríos, de los bosques y de donde quiera que las extraigamos; son comidas simples, satisfacientes y fundamentalmente equilibradas (como el aire) para proveernos, meramente, con otro elemento necesario para sostener la vida.
Pero, cuando la sal, las grasas y el azúcar entran en nuestras bocas y se ponen en contacto con nuestras lenguas, algo singularmente misterioso sucede. La presencia del triptófano circulante (precursor de la serotonina) se altera y una euforia transitoria sigue. Razón ésta porque los deprimidos buscan el chocolate, pican o hacen ambas cosas.
Otra vez, parece ser como si la Naturaleza, sabiendo que Ella nunca comenzaría a producir y a ofrecernos fast foods, que para que tuviéramos la oportunidad infrecuente de gozar un paréntesis placentero dentro de las miserias de nuestras existencias selváticas Que gozar, entonces, del mordisco de una comida deliciosa era un favor — pero, meterse de una sentada una caja de bombones — esto, no lo había contemplado, la Naturaleza, en sus planes meticulosos.
Los aceites preferidos por la Naturaleza son los aceites de pescado y los de vegetales… pero, los que nosotros preferimos, porque saben mejor, son los provenientes de las grasas animales (nuestros semejantes). Nadie se da harturas de ensaladas aderezadas con un chorrito de aceite de oliva… pero, ¿cuántos no sucumben a un empacho de hamburguesas, papitas fritas, una batida de chocolate y un postre?…
Yo conozco la tía de una paciente bulímica que, pesando más de trescientos cincuenta libras, cocina el arroz que, en su mesa presenta con tres barras de mantequilla (12 oz) y luego añade a las habichuelas, la cuarta barra. Mujer de muy poco comer, sin dudas.
La sal es otra cosa. Los romanos la pagaban a los legionarios, de ahí se origina la palabra "salario". Se estima que solamente en la Gran Bretaña de hoy, la sal es responsable por unas 35,000 muertes anuales.
La sal es un electrólito (en su forma de cloruro de sodio) esencial para el balance de los fluidos responsables por nuestras vidas. Nunca fue abundante en nuestra dieta original. Ahora, no hay una mesa en el mundo donde no se la ofrezca en su salero obligatorio.
El problema con perder de peso y con cambiar nuestras estrategias nutritivas es que a nosotros nos gusta comer… sólo, y únicamente por el placer de hacerlo. Por ello, perder de peso es algo que hacemos con poco entusiasmo y nunca logramos. Ganarlo, en cambio, nos deleita…
En resumen
Es una paradoja sin precedentes que la obesidad es la forma de malnutrición más perniciosa que ha existido en toda nuestra historia.
Bernard di Rijckere El Festín de los Dioses (S XVI)
Es una realidad triste, aquella de que en lugar de luchar contra la obesidad y la pobreza; que los gobiernos del mundo, prefieran malgastar los recursos del estado en programas ilusorios (como lo son los juegos olímpicos) o para que los políticos y los economistas ladinos se enriquezcan a sí mismos con el engaño y la mentira.
Es un hecho aparente que los economistas de calaña local — los que no han exhibido trabajos meritorios como contribución a su arte; se puedan caracterizar como los definiera el ilustre (también) economista, John Maynard Keynes: "Si se juntan tres economistas en una habitación. ¿Qué tenemos? Cuatro opiniones distintas…"
Pero algo, es aun más triste: Que la Naturaleza nos dotara con el cerebro y con la inteligencia más desarrollados en Su creación y, que durante los eones en que hemos poblado este planeta, aún no tengamos ni la idea más remota de cómo, para qué y por qué se tiene tal inteligencia.
Mientras tanto: sigamos engordando… ¡Pasa un poco más de chicharrón y, buen provecho!
Fin de la lección.
Bibliografía
Larocca, FEF: La Gordura Terminable e Interminable: Los Métodos para Adelgazar y el Futuro de una Ilusión en monografías.com
Larocca, FEF: Los Indios Tarahumara de México: Ejemplo Insigne para Todos en monografías.com
Larocca, F: (2008) La oscuridad como factor determinante, e inadvertido, en la obesidad epidémica en monografías.com
Blair, D: (2006) Luxus Consumption: Wasting food resources through overeating en Agric & Human Val 23: 2006 pp 63-74
Larocca, F: (2009) Órgano fantasma, cinestesia, propiocepción: el drama del cerebro y del estómago continúa en monografías.com
Larocca, F: (2009) El cerebro como ecosistema: Una síntesis heterodoxa en psikis.cl y en monografías.com
Larocca, F: (2009) Gastroplastía y lobotomía: La conexión entre el estómago y el cerebro — La serotonina reexaminada en monografías.com
Larocca, F: (2009) La gordura: Instinto desbocado, ¿o desregulación afectiva? en psikis.cl y en monografías.com
Autor:
Dr. Félix E. F. Larocca