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La puerta del alquimista


Partes: 1, 2

  1. La introducción
  2. El encuentro
  3. La visita
  4. El libro
  5. La puerta
  6. La preparación
  7. La prueba
  8. El susto
  9. Hacia el pasado
  10. El límite
  11. Los guardianes

La introducción

Esta es la historia de una parte muy especial en la vida de un joven que, en su momento fue inexperto en las cosas de la vida y los misterios que ella encierra. Este joven existe realmente y los hechos que se narran son pura realidad…aunque a priori no lo parezca. A veces pensamos que las cosas increíbles son solo producto de la ciencia-ficción.

Y no es así. Esto realmente ocurrió.

Para lograr comprender tan solo una parte de lo que aquí se detalla es necesario abrir la mente. Quitar los prejuicios vulgares que todos tenemos y aceptar que algunas cosas no son lo que parecen.

O que son más de lo que parecen.

El intérprete de esta historia es una persona común y silvestre. Un trabajador. Un padre de familia (ahora). Un ciudadano más. No intenten ubicarlo para cerciorarse de la veracidad del relato. No lo podrán conseguir. Cuando terminen de leer esta historia, comprenderán que eso es ya imposible. El joven tenía el poder de ocultarse para siempre. Debía hacerlo para proteger su integridad y la de su familia.

Y así lo hizo.

El encuentro

A este joven, desde que era niño le había interesado todo lo referente a los temas relacionados con las ciencias ocultas.

Incursionó en la magia, el ocultismo, el Tarot, el espiritismo y otras yerbas. Realizó viajes astrales autodirigidos. Al principio, solo por curiosidad. Después, cuando empezó a percibir que a lo mejor todo no era como parecía, siguió haciéndolo con seriedad. Claro que todo tiene un límite. Un freno. Un aviso de que en algunos asuntos no es conveniente meterse sin un fundamento serio que lo respalde.

Esa falta de límite acerca de los temas que nos ocupan, llevó al joven a tener un sentimiento de omnipotencia respecto del asunto. Creía sabérselas todas… estar preparado para enfrentar cualquier acontecimiento imprevisto en esos menesteres. Hasta que ocurrió el hecho en cuestión.

Estando en el asunto de buscar información acerca del ocultismo, empezó a recorrer el ambiente donde esa práctica es corriente. Rastreó librerías, conversó con gente. Conoció a personajes que frecuentaban esas prácticas. Fue a conferencias y charlas varias.Hasta que se encontró con el alquimista.

Hoy día piensa que no fue por casualidad. Que el encuentro estaba escrito o estuvo preparado de antemano. Pero no importa. Simplemente ocurrió.

Una tarde de un sábado otoñal, en un local subterráneo de una galería comercial de San Isidro, el joven estaba viendo unos libros de ocultismo cuando un señor se le acercó. Sin darse cuenta intercambió unas breves palabras con el desconocido. Solo unos comentarios sobre el libro que estaba viendo. El joven recién levantó la vista y vio a su interlocutor. Este hombre era sin duda un aristócrata con todas las letras. Alto, delgado, bien parecido. De estirpe sajona. Entrado en años. Su vestimenta dejaba entrever su holgada posición económica. Una nobleza de casta emanaba de su persona.

Un noble.

Su rostro le impresionó de varias maneras. Un aura de sabiduría lo envolvía. La bondad de su expresión no impedía ver la firmeza de su carácter. Energía pura. El joven quedó impresionado. Sintió que estaba frente a un Grande.

Tal vez porque le cayó simpático, o porque fue el destino, o porque el señor que conoció lo preparó todo de antemano (hoy piensa que es así). Lo cierto es que Aníbal (así se presentó), le dejó una tarjeta personal. Y lo invitó a ir a su casa para que pudiera ver lo que él tenía como conocedor de las ciencias ocultas. Le aseguró que no se iba a arrepentir. El joven recibió la tarjeta y le dio las gracias. El desconocido saludó educadamente y se retiró. Cuando terminó de hojear los libros. Él también se fue a su casa.

Esa noche, estando sentado en su sillón y mientras fumaba su pipa, el joven recordó al extraño que se le acercó y buscó la tarjeta que éste le había dado. Al tenerla en sus manos, recién se percató de lo fina y exquisita que era. De un papel sedoso, con letras doradas. Solo tenía dos iniciales: A.I. La dirección correspondía a Acassusso, en zona norte. No tenía teléfono. Le pareció extraño que una persona tan distinguida no tuviera teléfono, pero recordó que a cierto tipo de gente no le gusta que su número telefónico sea de conocimiento público. Decidió que al otro día iría a visitarlo. Tal vez tendría algo interesante para ver. Acaso libros o material de algún tipo para mostrarle.

Vaya si lo tenía.

La visita

Después de salir de trabajar, el joven se dirigió a la casa de A.I. Era de noche cuando llegó. La zona donde vivía A.I. era de verdad muy buena. Realmente esta persona vive bien, pensó. Y no era mentira. El lugar se correspondía con lo más cotizada de la zona norte y, dentro de ésta, Acassusso es el summun de lo más. Mansiones indescriptibles. Casas quintas alucinantes. Orden, limpieza y seguridad absolutas. Todo armonizaba con el tipo de gente que la habitaba. Señores de alta alcurnia, educados y respetuosos, habitan la zona. Esto está buenísimo, pensó. Quién pudiera vivir así.

Cuando llegó a la mansión de A.I., tocó el llamador y esperó. A los pocos minutos apareció un criado. El joven pidió ver al señor Aníbal, el hombre que le dió la tarjeta.

El criado, con cortesía, lo invitó a pasar. Una vez dentro, le pidió por favor que espere en el hall de recepción, ya que él iría a buscar a su amo. Mientras esperaba en la recepción, el joven se dedicó a observar el entorno. Todo impresionaba como de estar ambientado en la edad media. Paredes de piedra y madera, armaduras antiguas, blasones, armas y candelabros. Enseguida apareció Aníbal. Estaba vestido sencillamente con una bata de entrecasa pero de seda muy fina. El anfitrión le pidió cortésmente que se sentara y le habló así:

_Gracias por aceptar mi invitación, le ruego que me escuche atentamente antes de interrumpirme por alguna duda que le pudiera surgir. En verdad lo hice venir porque me interesó la forma con la que Ud. parecía estar compenetrado en el tema del ocultismo. La gente que tratamos estas cuestiones somos particulares de por sí. Créame si le digo que a la larga nos reconocemos mutuamente. No solo de ocultismo puedo hablarle, sino de alquimia. La ciencia antigua que hoy día está casi olvidada salvo por un pequeño círculo de iniciados. Yo me inicié en el tema desde muy pequeño gracias a mi padre, que era un alquimista y un mago de verdad. Pero no voy a aburrirlo hablando demasiado. Permítame mostrarle mi pequeño laboratorio.

Acto seguido, se levantó y le pidió que lo acompañe. Subió unas escaleras hasta lo que parecía ser un altillo. Al ingresar en él, el joven quedó maravillado. El equipamiento que allí se encontraba no tenía nada que envidiarle al más moderno laboratorio científico de cualquier empresa multinacional. Destiladores, retortas, balanzas de precisión, equipo electrónico sofisticado. Computadoras con redes satelitales. En ciertos quemadores ardían y hervían misteriosos líquidos. Sobre la pared del fondo se veía una biblioteca.

_ Lo que Ud. ve aquí, es el resultado de años de esfuerzo y dedicación. Soy, en el tema, un profesional. Un experimentador. Un alquimista moderno. He buscado algo por años y al fin lo he encontrado. Por lo tanto, poseer todo esto carece ya de sentido para mí.

_¿Qué es lo que Ud. buscó y encontró?

_ En realidad, no creo que comprenda el significado del resultado de mi búsqueda. No se ofenda, pero solo los entendidos valorarían la respuesta, aún así, creo que Ud. tiene pasta para entender. Encontré el proceso para obtener La Piedra Filosofal. Si, es verdad, no me mire así. El secreto mayor guardado en la historia universal está ahora en mis manos. No necesito nada más. He pasado a un estadio superior de la condición humana. Me retiraré a un lugar seguro para continuar con lo mío. Esta casa quedará al cuidado de apoderados. Pero hay algo que quiero darle antes de partir.

_ ¿Qué es?

_ Mis libros. Mi posesión más importante. Con ellos Ud. encontrará la respuesta a todo lo que desee saber acerca de las ciencias ocultas. Tómelos. Los que desee. Empiece por uno. Cuando lo termine de estudiar y de serle útil, venga aquí y llévese otro. Mis sirvientes lo atenderán gustosos y no le harán preguntas.

_Gracias, estoy impresionado, pero no sé qué elegir de entre todas estas obras.

_Empiece por éste. Es realmente bueno. Desmenuzarlo podría llevarle mucho tiempo. Sólo prométame que no lo mostrará jamás ni lo fotocopiará.

_Le doy mi palabra que así será. Lo cuidaré con esmero. Dígame, cuando yo me vaya de aquí, ¿volveremos a vernos?

_Tal vez. Ahora vaya a su casa y comience a trabajar. Tengo mucha fe en Ud.

_Disculpe una última interrupción…pero me podría explicar por favor eso de la Piedra Filosofal?

_Si Ud. ha incursionado en este mundo de la magia no necesita mayores explicaciones. Pero le puedo decir que la riqueza y el poder ya no tienen sentido para mí porque, al lado de lo que poseo, son conceptos insignificantes. Tampoco le temo ya a la muerte. El estadio que he alcanzado así me lo permite.

El joven no preguntó más, agradeció y se despidió. Tomó un taxi de regreso a su casa ya que estaba impaciente por ver el libro que Aníbal le había dado en préstamo. En realidad no sabía ni cómo era. Estaba guardado en un cofre de madera todo labrado y trabajado con ornamentos y símbolos mágicos.

Al llegar a su casa, se sentó en su sillón, abrió la caja y sacó el libro.

Cuando lo vio, supo que tenía algo verdaderamente bueno: Un libro de ciencias ocultas. Un libro de magia. Pero de los de verdad. Un ejemplar rarísimo encuadernado con tapas de madera forradas en cuero. Las hojas de un papel grueso y amarillento, cosidas de una forma que nunca había visto antes. Cerrado todo el conjunto por una cerradura de metal con llave de plata.

El autor de esa obra se llamaba "Papus".

El libro se titulaba "Magia práctica".

Antes de zambullirse en la lectura del libro, el joven meditó sobre lo que le había mencionado Aníbal respecto de la Piedra Filosofal…¿Sería verdad?…¿Sería posible que el secreto mejor guardado de los alquimistas a través de la historia de la humanidad esté en posesión de ese señor que lo invitó a su casa?…¿Acaso la respuesta estaba en el libro que le proveyó?…No lo sabría si no lo leía, así que se acomodó para inspeccionarlo.

El libro

Cuando el joven empezó a leerlo sintió que de a poco el mundo cambiaba de color, de forma y de sentido. Empezó a ver las cosas de otra manera. Notó cambios sutiles en todo y en la interpretación del mundo que lo rodeaba. Hasta sus sueños empezaron a ser distintos. El libro comenzaba con una introducción filosóficaepistemológica de la magia y sus aplicaciones en la vida diaria. Su relator, Papus, llamaba al operador de estas artes: "Magista".

El joven empezó a poner en práctica algunos "truquitos', y notó con curiosidad que todos funcionaban a la perfección. Pudo hacer que nazcan semillas sin tierra, curar el dolor de cabeza, fabricar un sustituto del fuego griego (con el que casi se quemó vivo), realizó combinaciones que posibilitaron que el aceite se hunda en el agua en vez de flotar en ella. Todo esto era muy inocente y hasta pintoresco si cabe, solo que al final del libro había dos "trabajos" grandes. El joven se abocó a la tarea de ver si podía realizar uno de ellos.

El primero de esos grandes trabajos se llamaba "La gran operación". Consistía en una serie de complicados conjuros que permitían poner a disposición del operador, mago o magista, a todas las criaturas del submundo infernal.

Tener a los demonios bajo el mando de uno puede ser complicado, pensó. Además no le agradaba la idea de relacionarse con esas criaturas del más allá. Y menos del infierno. Si emprendía aquello y le salía bien, esto es, si aparecían los demonios, seguro que él se iba a morir de miedo. Así que abandonó la idea de hacer éste trabajo y se decidió por el segundo.

Iba a tardar en ponerlo en práctica porque necesitaba materiales y estructuras especiales. Mandarlas a hacer resultaría muy caro. Después de leer todo el trabajo llegó a la conclusión de que valía la pena intentarlo. Se armó de paciencia y de a poco comenzó a transitar por esa experiencia. El gran "trabajo" tenía nombre. Se llamaba, según Papus:

La puerta

Lo que le llamó la atención al joven de este trabajo, era el hecho de que él, pensaba que era inimaginable creer que tal cosa fuera posible. Realmente pensaba que eso no podía existir.

La puerta era toda una serie de complicadas estructuras de metal y madera. Relacionadas con compases, transportadores, niveles, brújulas, plomadas, goniómetros, imanes, tubos de órgano. Todo el conjunto debía montarse junto a un espejo negro polarizado. En conjunción con oraciones y ritos, el dispositivo tenía la particularidad de poder "abrir puertas". Pero no cualquier puerta. Sino las que uno ni se imagina.

El mago explicaba que las características de los metales y maderas, su "vibración en el éter", más el sonido de los tubos de órgano en conjunción con las vibraciones propias de un espejo negro polarizado, todo en una situación determinada según ciertas matemáticas, producían la apertura espacial-temporal-dimensional del espacio que rodeaba al dispositivo. Abría una puerta hacia otro lugar…¿Para qué servía todo eso?…Solamente para abrir la puerta. El resto corría por cuenta del operador. En síntesis. Serviría para ir adonde se quisiese al instante y regresar al momento…¿Qué tal?

La preparación

El solo hecho de empezar a reunir los materiales para hacer realidad lo que se habia propuesto, no fue tan solo difícil, sino que además fue nuy caro. Porque aparte de tener que mandar a fabricar ciertos dispositivos y estructuras metálicas, primero debió conseguir los materiales. Oro, Plata, cobre en estado de pureza extrema, maderas de raíces de árboles raros, maderas duras, paños de seda negra, tubos de órgano perfectamente afinados, instrumentos de precisión, compases, brújulas, sextantes.

Cerraba esta lista un espejo muy raro que fue lo más difícil y caro de conseguir: un espejo negro de 0,80 cm X 1,80 cm de un vidrio que pudiera polarizar la luz.

En realidad el joven fue víctima de su presupuesto, porque según el mago todo debía de hacerlo por dos. Es decir, debía procurar construir dos espejos, dos estructuras de metal, dos paños de seda negra. Esto era repetido con asiduidad por el autor del libro de magia, ya que la descripción de las instrucciones del trabajo era muy extensa. Y muy complicada. Con un lenguaje críptico que a veces hacía muy difícil la comprensión del texto. Además, debía realizar ciertas "operaciones" cabalísticas a determinada hora del día, con ritos y oraciones muy raras. Todo esto a medida que iba progresando en el desarrollo de las estructuras necesarias para realizar su objetivo.

El joven, en su vida privada, tenía dos trabajos y además estudiaba de noche, por lo que dedicarle tiempo a esta experiencia fue algo mas que engorroso. Pero de a poco lo iba consiguiendo. De a poco fue viendo como el fruto de su preocupación adquiría forma, color, sustancia. Las estructuras metálicas fueron traídas desde la herrería en una camioneta alquilada. El herrero no entendía nada de qué era ese trabajo que le había encargado ese vecino del barrio. Hizo preguntas, quiso saber, pero el joven respondía con diplomáticas evasivas.

El carpintero no fue tan problemático. Trabajar raíces de madera dura no era tan raro para él. Las bases de madera para las estructuras de metal habían quedado bárbaras. Luego debería ensamblarlas en su casa cuando llegara el momento.

Para conseguir los tubos de órgano tuvo que caminar bastante. Debían ser de determinadas notas y estar perfectamente afinados. El problema se lo solucionó un viejo Luthier de San Fernando que tenía en su taller antiguos y viejos tubos de órgano que él reparara una vez, hacía quince años, y nadie vino a retirar.

Los compró a buen precio y sin regatear, como mandan las antiguas leyes de las ciencias ocultas.

Le faltaba retirar los símbolos mágicos de plata y oro de la fundición. Eso le costó tiempo pues reunir el dinero necesario no le fue fácil. Cuando lo consiguió, también retiró el paño de seda negra en la casa de telas. La más grande de la zona norte. Tuvo que encargarla a pedido porque de las carácterísticas que él necesitaba y de las medidas solicitadas no era fácil de conseguirla.

Lo último, lo principal, lo que le daba sentido a todo aquello y cerraba el círculo del trabajo que estaba realizando, era el espejo negro de vidrio polarizado. El espejo del tamaño de una puerta por donde un hombre podía pasar si fuera una puerta, claro. También es seguro que por una puerta no solamente puede pasar un hombre. Por donde pasa un hombre puede pasar cualquier otra cosa.

Traerlo fue todo un problema. El espejo no podía recibir luz de sol directa, por lo tanto debía ser trasladado al atardecer o de noche. El vidriero, aunque intrigado, fue medido en cuanto a su curiosidad. El joven lo recompensó con una buena propina por el cuidado que puso en hacer el trabajo. Porque el espejo, además de no poder recibir luz directa, debía estar constantemente tapado con un paño negro. Ese de seda que el joven mandó a confeccionar especialmente. El vidriero se sintió curioso de verdad con todo aquello, pero el dinero recibido le pareció suficiente para no hacer preguntas.

El joven, ese día, se sintió dichoso, al fin pudo conseguir todo lo que necesitaba. En el cuarto de su casa de San Isidro donde tenía su estudio, se apilaban todos los elementos necesarios para hacer el "trabajo". Le costó mucho dinero y un año de dedicación conseguir las cosas. Pero ya estaba, ya podía comenzar. Esa noche durmió muy profundamente y relajado.

Dejó pasar esa semana de trabajo y el fin de semana empezó con la experiencia. Releyó las instrucciones y no pudo menos que pensar en lo que pasaría si la experiencia la realizaba con sólo un espejo…ya lo vería.

El mago no decía que no se podia hacer, no había impedimento alguno. Igual se podían realizar las experiencias. Solo que, según el mago, era mucho más riesgoso. Aunque tomando ciertas precauciones no habría peligro alguno.

Pero resulta que, primero: el joven era audaz, y, segundo: el presupuesto no daba para más. No quería esperar otro año para hacer una estructura gemela como la que ya poseía. No la podría armar con todos los elementos de que ya disponía, tendría que adquirir todo otra vez. Y su bolsillo no se lo permitía.

Así que esa noche empezó la tarea: primero hizo las horaciones que todo mago debe hacer antes de iniciar cualquier trabajo de magia. Luego, procedió con los pasos necesarios para poner en práctica los rituales propios de la operación "La puerta". Volcó los símbolos mágicos en el suelo, alineándolos como explicaba el mago. Se situó dentro del círculo que contenía el pentagrama, símbolo mágico por excelencia. Enmarcó el espejo negro con el marco de cobre trabajado por el herrero. Lo realizó con delicadeza extrema. Debía hacerlo con el espejo siempre tapado, lo cual dificultaba la labor. Pero en un momento, mientras lo estaba haciendo, el paño negro se deslizó sin querer y cayó al piso. Entonces el joven se vio reflejado en el espejo negro.

Y no le gustó lo que vio.

Era la primera vez que su persona se veía reflejada en el espejo, ya que siempre fue cuidadoso de seguir las instrucciones del mago. Del otro lado del espejo estaba él, su imagen.

Pero no era exactamente él…como explicarlo, parecía distinto. Además no parecía que fuese la imagen de un espejo. Parecía que realmente él "estaba" ahí, del otro lado. Daba la impresión de que la oscuridad reinante que rodeaba a su imagen del otro lado del espejo, fuera en ralidad un espacio al cual se podía acceder con solo estirar la mano. Estaba absorto contemplando la negrura reflejada en el espejo cuando algo se movió dentro de la imagen, una sombra dentro de las sombras. Algo detrás de su propia imagen. El joven lo vio claramente. Se sobresaltó. El joven tapó el espejo nuevamente y respiró confundido. Al rato, viendo que no pasaba nada, continuó enmarcándolo. Ese dia, según el mago, no debería hacer otra cosa. Cuando finalizó la labor, hizo los rituales de cierre necesarios, limpió el cuarto y se retiró a descansar. Pero pensaba en el efecto que esa imagen de él mismo tuvo sobre su persona. De como parecía "estar" del otro lado. De lo que creyó ver. Pero, al fin y al cabo, de eso se trataba, ¿o no? Estuvo un año para hacer realidad eso que ahora estaba haciendo y si percibió algo raro en la imagen, no era una mala señal. Estaba dando resultado.

¿Así era?…

Porque la operación "La puerta", como la llamaba el mago, era nada mas ni nada menos que eso: una puerta. Una puerta hacia todo. Hacia cualquier parte del universo conocido o no. Hacia cualquier parte del tiempo y del espacio. Del espacio "racional" o no.

¿Qué significaba aquello de racional o no? El mago no era muy claro en ese sentido, o, como dejaba establecido en uno de sus párrafos, todo estaba muy claro para los iniciados. Ellos entenderían.

Pero el joven no era un iniciado, era un autodidacta. Por lo que, a fuerza de carecer de un maestro o guía en esas artes, estaba propenso a cometer errores. Claro que, en un trabajo pequeño, un error no era nada grave, pero (y esto el joven aún lo ignoraba) en un trabajo de la magnitud de " La puerta", un error podía ser desastroso para el mago o practicante. Porque el joven aún no tenía plena conciencia de qué era aquello con lo que se estaba metiendo.

Más pronto lo averiguaría.

En el segundo dia de preparación del trabajo, el joven, después de hacer las horaciones previas, debió montar el espejo enmarcado en la base de madera dura. Madera de raíz de nogal, cedro, alcanfor y muérdago.

El espejo quedó, de esa manera, parado. Podía girar y pivotear hacia adelante y hacia atrás, y, siempre tapado, fue puesto en un rincón mirando a la pared como establecían las instrucciones del mago. De ahora en más, el espejo debería ser guardado así: tapado y mirando a la pared. No podría jamás obviarse esta cuestión. El mago tenía sus razones para tomar esa precaución por lo que se vio luego.

El tercer dia, el espejo y su base fueron colocados dentro de toda una complicada estructura metálica. Un gran prisma de varas de metal que lo hacían parecer encerrado en un paralelepípedo gigante que a su vez podia moverse sobre los tres ejes en las tres dimensiones.

También dispuso de los tubos de órgano según las instrucciones del mago. Sobre el fondo del dispositivo, como cerrando la estructura, los tubos de órgano parecían monjes guardianes antes que ingenios musicales.

_Con razón era tan caro, pensó el joven. Este artefacto, más que complicado, es hasta pintoresco. Aunque todo esto no sirva para nada, igual me lo quedaria de adorno.

Si el joven hubiera sabido lo que vendría después lo habría desarmado y desperdigado las partes por toda la ciudad. Pero no lo sabía aún, así que continuó su trabajo.

Una vez que finalizó de armar la estructura con el espejo adentro, hizo las horaciones finales, limpió el cuarto y se fue a dormir.

_La cosa está tomando forma, se dijo, mañana será otro día.

Hizo memoria a ver si el espejo había quedado tapado y enfrentando a la pared como eran las instrucciones. Recordó que así fue y durmió en paz.

El cuarto día se presentó complicado. Ya nomás al entrar al estudio notó algo raro. Hacía mucho calor. En pleno invierno con temperaturas muy bajas eso era extraño. Sobre todo si el cuarto carecía de estufas. Se preguntó de donde podría salir ese calor. Se estaba cómodo dentro del cuarto, así que inició todo con los ritos de costumbre pero en un clima agradable.

Ese día tendría que colocarle al espejo los símbolos mágicos de oro y plata y los dispositivos de medición. Debería "vestirlo", según decía el mago. Cosa que hizo con mucho cuidado, porque esos símbolos de metal precioso le habían costado una pequeña fortuna. De manera que colocó todo en los lugares que indicaban los diagramas.

Al hacerlo, tuvo que desplazar el espejo de la pared. Entonces se dio cuenta de que lo que estaba caliente en realidad, era la pared. La pared en el lugar donde estuvo apoyado el espejo. Era como si el espejo se hubiera calentado en la noche y transmitido el calor a la pared. ¿Eso era? O tal vez fuera otra cosa. Debería de leer mejor el libro y las instrucciones a ver sí algo no estaba del todo bien. Pero sí, todo estaba aparentemente en orden. Solo que le llamó la atención un párrafo del libro que aclaraba algo sobre ciertos fenómenos climatológicos que pudieran producirse durante la preparación y manipulación del espejo.

El mago llamaba a este espejo montado en su estructura: "La puerta". Explicaba que, a medida que la puerta avanzaba en su construcción, debería tenerse cuidado en su orientación respecto de (y aquí venían una serie de definiciones y ecuaciones matemáticas que tenían que ver con alineación, oposición y triangulación de planetas, fórmulas que eran más compatibles con la astronomía en su expresión más avanzada, que con la magia).

El joven no era ni astrónomo ni matemático, pero percibió que según como estuvieran dadas las condiciones en los astros era como debería orientar el dispositivo. Aquí cometió su primer gran error en no asesorarse al respecto con alguien que supiera del tema, como debería haberlo hecho.

Porque todavía no se había percatado de que La Puerta, aún sin estar terminada en su preparación, ya había empezado a trabajar.

Para eso la estaban construyendo.

Ya las fuerzas de un universo desconocido se estaban moviendo en torno a ella.

Antiguos y terribles misterios despertaban nuevamente a la existencia gracias a la impericia de un joven imprudente e ignorante.

Los ojos invisibles de fuerzas oscuras e incomprensibles comenzaban a observar con atención los acontecimientos que se desarrollaban en torno al joven y su persona.

La puerta debería estar orientada con total precisión, advertía el mago, aún cuando no se usara. Pues de lo contrario se abriría sin control a cualquier lugar indeseable e imprevisible del universo. Lo peor era que, si de esa apertura se desprendía un contacto nefasto con fuerzas oscuras, ellas se adueñarían del dispositivo para colocarlo al servicio de sus propios intereses.

El joven llegó a la conclusión de que tal vez la puerta, al no estar alineada correctamente, estuvo abriéndose de noche hacia un lugar desde donde emanaba mucho calor. Un trópico o algo así.

Aquí comprendió el joven la importancia que el mago le confería al hecho de construir un dispositivo doble. Si el joven hubiera tenido mas paciencia o más presupuesto, un aparato gemelo al que había construido le hubiera permitido abrir dos puertas al mismo tiempo. Tendría que alinearlas a ambas correctamente, o, como expresaba el mago, ponerlas "en resonancia". Esto le hubiera permitido colocar una puerta en un lugar cualquiera, en otra casa, en otro país. Alinear la restante respecto de la primera, y cuando estuvieran dadas las condiciones cósmicas, las puertas se abririan la una para con la otra. El joven hubiera podido entrar por una y salir por la otra sin pasajes intermedios en este mundo.

Era, nada mas ni nada menos, que un dispositivo de teletransportación.

El mago aclaraba que no había límites hacia donde poder desplazarse con la puerta. Aún, si ésta era colocada en otro planeta, el pasaje se producía igual cuando estas se alinearan correctamente…

iOtros planetas!. El joven se preguntó como el mago de hace mil años sabía de la existencia de otros planetas…y si éste alguna vez viajó tan lejos.

También explicaba el mago que a través de la historia universal, la existencia de la puerta fue un secreto de estado solo revelado en pequeños círculos de iniciados. Solamente los escogidos podían acceder a este conocimiento…y a otros aún mayores.

Y durante la historia de la humanidad (y aún eras antes de ella), varias puertas se construyeron en distintos lugares de la Tierra. Y fuera de ella. Algunas fueron destruidas, otras abandonadas precipitadamente por cataclismos imprevistos: la puerta de Pompeya, la puerta de la Atlántida.

Algunas continuaban ocultas y aún operativas.

El paño de seda negra debía cubrir el espejo para hacer invisible la puerta desde el otro lado. Desde la otra dimensión no era posible verla si estaba cubierta. Aún si se abría. Y aún siendo invisible, algo o alguien podría tropezar con ella en el otro lugar. Por lo que poner el espejo enfrentado a una pared daba la seguridad de que aún cuando alguien sin querer la hallase, no podría pasar a través de ella.

Todas estas instrucciones ya las había leído antes, pero recién ahora les prestaba atención. Estuvo abocado más a la construcción, que a la operación del dispositivo. Además, agregaba el mago, que si se construía solo un dispositivo sin su par gemelo, dado la dinámica celeste y el movimiento continuo de planetas, en algún momento imprevisto, por pura probabilidad estadística, la puerta podría alinearse accidentalmente con otra puerta que estuviera en algún otro lugar del planeta o del universo. Y que una apertura descontrolada podía traer la desgracia al operador del dispositivo. Recordaba la puerta sumergida en la Atlántida. El operador, si se encontraba accidentalmente con ella, traería consigo toda la fuerza, presión y energía del mar a miles de metros de profundidad. Aunque fuese solo un instante, ya que las energías encontradas detruirian el aparato casi al instante. Pero bastaría para matar al operador en un segundo.

De modo que asi estaban las cosas. El joven terminó de "vestir" al espejo y concluyó los rituales de cierre.

Ahora estaba de veras preocupado. Tenía algo realmente importante y peligroso en sus manos. Si realmente esto funcionaba y si aprendía a usarla, estaba todo bien, viajaria, conoceria lugares, se haria rico, el hombre más rico del mundo. Podría acceder a tesoros ocultos, profundos e inalcanzables para cualquier hombre.

Pero el mago advertía sobre lo que significaba la codicia y la sed de poder en el uso de La Puerta. Las leyes antiguas eran inviolables y seguirian teniendo vigencia: No la utilizarás para obtener beneficios personales. Si lo intentas, no solo no lo lograrás, sino que te sobrevendrán desgracias.

El joven meditó sobre lo que pagaría cualquier particular rico por un dispositivo como éste.

O la NASA.

O el pentágono.

O la KGB .

O las multinacionales.

O los gobiernos fundamentalistas.

O los terroristas.

O lo que no dejarian de hacer estas instituciones o grupos para conseguirlo.

El joven percibió que las aplicaciones militares del dispositivo serían evidentes. Sería posible emitir mensajes a varios años luz, transportar materiales, individuos, soldados en un tiempo prácticamente nulo. Sería posible atacar sitios ultra-secretos o efectuar operaciones de de espionaje. Por este medio seria también posible de introducir a varios miles de kilómetros de distancia un virus mortal. Un agente por este medio podría ser introducido en un centro de investigación o sobre buques de guerra enemigos, submarinos, aviones, o estado de comando del enemigo. Se podrían desvalijar bancos y tesoros entrando a las bóvedas de improviso y salteando todos los sistemas de seguridad.

Las perspectivas de tal dispositivo podrían ser peores que la bomba atómica y desembocar a la destrucción de nuestra civilización.

Comprendió instantáneamente que si se filtraba la noticia de que semejante aparato de teletransportación casero existía…y encima funcionaba, su vida no valdría nada. Fue por eso que se juró a sí mismo no revelar jamás el secreto de su existencia a nadie. Era cosa de vida o muerte, ni más ni menos. Nada en este mundo podría pagar la posesión de un secreto de esta envergadura. Sencillamente no tenía precio.

La ley antigua seguía teniendo vigencia.

La prueba

El joven, según lo que interpretó en las instrucciones, fijó el día de prueba del dispositivo para la segunda semana del segundo mes del equinoccio de invierno. La fecha indicaba el viernes 13, a las 24 horas. Para ese momento la puerta debía estar nivelada a cero grados en todas direcciones, o sea exactamente perpendicular al piso y orientada a 36º en dirección Nor-Oeste. Las notas musicales a emplear serían el Fa y Sol

Una hora antes del momento elegido penetró al estudio y comenzó la preparación del rito de apertura. Hizo las horaciones, realizó las combinaciones mágicas, alineó la puerta según las brújulas y compases que habia mandado construir en la estructura de soporte. Los niveles indicaron una perpendicularidad perfecta. Hizo sonar los tubos según las notas correspondientes. Parado dentro del círculo de estrella de cinco puntas que había en el cuarto, el joven, de pie frente al espejo polarizado tapado con un paño de seda negra, esperó.

El libro estaba abierto en las páginas de las instrucciones. Al dar el reloj las 12 de la noche, el joven sintió un frío glacial. Una neblina helada se escabullía por debajo del paño de seda negro. Era el momento de destaparlo y mirar qué habia del otro lado, si era cierto todo lo revelado por el mago o todo una gran mentira. El joven tomó aire profundamente y en forma muy lenta dejó caer el paño.

Lo que vio y sintió le dejó estupefacto: un paisaje helado se veía hasta donde alcanzaba la vista. Un cielo rojizo cubria todo el firmamento. Mesetas y llanuras blancas de hielo y frio se revelaban en todo su esplendor.

Pero no era solo una imagen. De allí salía frío. Un frío polar Intensísimo. Le recordó al frío que salía del freezer de la heladera pero mucho más intenso. El frío se colaba por el cuarto y lentamente invadía todo. Se hacia insoportable. Un vapor helado comenzó a arrastrarse desde el espejo hacia el interior de la habitación.

El joven se adelantó al espejo y acercó una mano a él. La mano llegó al espejo…y siguió hacia adentro. ¡Eureka!, a la mano siguió el brazo y luego, al acercarse más, metió el rostro en la puerta. Vio, respiró y olió aire polar. Se estiró para observar el paisaje que había detrás de la puerta. Apenas sintió que se le estaba congelando el rostro. Era curioso, pero le impresionó como podía girar hacia atrás y ver lo que había detrás de él. Si miraba por la puerta hacia atrás, veía el cuarto de su casa. Pero si entraba al polo y miraba por el costado hacia atrás, veía la parte de atrás del paisaje que no podía ver desde el cuarto. Sintió que estaba temblando de frío.

Se retiró del polo y entró a su cuarto. Qué sin sentido le parecía ese hecho: salir del polo y entrar en su casa…Pero el frío seguía penetrando por la puerta, así que la tapó con el paño negro, releyó las instrucciones y giró la puerta 45º de su posición original. Instantáneamente la puerta se cerró y el frío cesó en forma completa.

El joven hizo las horaciones y ritos de cierre y se retiró del cuarto no sin antes poner el dispositivo del mago mirando hacia la pared. Esa noche durmió muy tranquilo.

Al otro día, al despertar, no fue a trabajar, avisó que estaba enfermo y faltó al trabajo. Quería dedicarse con entrega a lo que tenía en sus manos. Estuvo todo el día releyendo las instrucciones. Especialmente las partes crípticas que no entendía muy bien sobre astrología, cosmología y matemáticas.

Había abierto una puerta, si, pero fue al azar. El joven no eligió el lugar, amén de que no contaba con un dispositivo gemelo que le permitiese ir donde estaba el otro. Se dijo que le salió bien de casualidad. Pero no quería casualidades. Deseaba dominar a la perfección la técnica de abrir puertas en lugares y horas que él eligiese. Para eso debía estudiar, analizar y comprender a la perfección las matemáticas que el mago revelaba a los iniciados.

Así, estudió día y noche hasta que creyó entender los complicados mecanismos de la relojería universal que le permitirían rescatar una sabiduría antigua ya olvidada.

Cuando creyó estar listo, se preparó para realizar un viaje "planificado" a través de un pasaje dimensional abierto a voluntad a un lugar y a una hora elegidos. Cuando todo estuvo preparado, calculado, medido y previsto, preparó una apertura de puerta en los desiertos de la meseta patagónica.

Su plan era sencillo, modesto y seguro. Él pasaría por la puerta y pisaría suelo de la Patagonia Argentina. Si podía, traería algún souvenir de recuerdo de su primer viaje.

El joven se sentía ansioso, sería su primer viaje teletransportado.

Según sus cálculos, no podía extenderse mas allá de los siete minutos, porque después de ese tiempo, la rotación de la tierra desalinearía la puerta, cerrándola tras de sí si él no regresaba a tiempo, quedando el joven varado en un desierto austral.

Debería ser prudente, porque al elegir el Sur argentino tuvo especial precaución en evitar que alguien lo vea emerger de la nada. No quería hacer conocer su secreto. Por ahora viajaría de incógnito para el resto de los mortales. El desierto le aseguraría que nadie lo iba a ver.

Cuando llegó el dia y la hora, penetró en su cuarto de trabajo, alineó la puerta según sus cálculos matemáticos, hizo los rituales necesarios, las notas correspondientes a esas ecuaciones eran Re, Mi y La. Y a la 20 hs y 32 minutos descorrió el paño de seda negra. Y allí estaba…toda la gloria de las mesetas patagónicas y un cielo estrellado como nunca vio antes.

Se sintió dichoso. Estuvo unos segundos contemplando el paisaje, pero se percató de que debía actuar rápido. Estiró la mano y, como si eso fuera lo más normal del mundo, entró por la puerta hacia la Patagonia. Un viento fresco batía todo. El silbido era fuerte. El joven caminó uno pasos y se detuvo. Sus cabellos se movían frenéticamente con el empuje del viento.

Miró atrás y vio recortado en la noche patagónica un rectángulo de luz difusa… y adentro de esa luz estaba su cuarto de trabajo. Desde la Patagonia estaba viendo su casa. La puerta funcionaba a la perfección.

Recordó que no tenía mucho tiempo, así que buscó algo para llevar de regreso. Lo único que pudo encontrar en la oscuridad fue un canto rodado que entraba cómodo en su puño. Lo tomó y regresó a la puerta. Antes de trasponerla miró por última vez el paisaje y con cuidado penetró a su cuarto.

No esperó que la puerta se cerrara sola a los siete minutos. No era conveniente. El azar la podía abrir en cualquier otro lado. Así que la tapó, giró la estructura 45 grados y realizó los ritos de cierre. La puerta se cerró y guardó el dispositivo mágico apuntando contra la pared.

Partes: 1, 2
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