El estudio de la educación no puede realizarse sin el conocimiento de las ideas que se han desarrollados a lo largo de la historia, son innumerables la cantidad de autores que se han ocupado de la Filosofía y Educación.
En cuanto a la selección de textos, hemos tenido en cuenta su importancia y histórica y su interés para la educación, la pedagogía y también un carácter histórico didáctico.
Se ha puesto especial interés y cuidado en los textos elegidos apuntando a una unidad y un sentido que respondieran a las ideas de esta materia.
La diferencia entre Sócrates y los sofistas
La palabra sophistes significaba maestro en sabiduría. Como tales se presentaban estos señores que andaban de lugar en lugar, participaban en la política y cobraban por sus lecciones. Sabían o simulaban saber de todo: astronomía, geometría, aritmética, fonética, música, pintura. Pero su ciencia no buscaba la verdad sino la apariencia de saber porque ésta reviste de autoridad.
No eran, pues, propiamente filósofos pero tenían en común una actitud que sí puede llamarse filosófica: el escepticismo y relativismo. No creían que el ser humano fuese capaz de conocer una verdad válida para todos. Cada quien tiene "su" verdad.
Para Sócrates su vida fue filosofar y enseñar. Pero no le interesaron las preguntas sobre la physis que habían interesado primordialmente a Anaxágoras y a los filósofos anteriores porque su preocupación era la conducta degradada de sus conciudadanos; en consecuencia, enfocó su curiosidad intelectual en el ser humano y en su capacidad de conocer la verdad.
Contemporáneo de los sofistas, muchos creyeron que era un sofista más, pero era exactamente lo contrario. Como ya sabemos nunca intervino en la política. No pronunciaba discursos, ni escribió nada. Según él, nunca fue maestro de nadie. Simplemente se dedicaba a conversar con quien quería conversar con él; creía que la sabiduría se adquiere en el intercambio vivo de la conversación, haciéndose preguntas y buscando juntos respuestas. Así y sólo así enseñó a pensar, a buscar la verdad y a saber que es posible alcanzarla. A diferencia de los sofistas, no cobraba por sus enseñanzas.
Las diferencias entre la artete de Sócrates y el de los sofistas
Los Sofistas enseñaban la areté requerida para estar a la altura de las nuevas circunstancias sociales y políticas (recordemos que la palabra areté, traducida generalmente por virtud.
La primera exigencia de esa areté era el dominio de las palabras para ser capaz de persuadir a otros. "Poder convertir en sólidos y fuertes los argumentos más débiles", dice Protágoras. Gorgias dice que con las palabras se puede envenenar y embelesar. Se trata, pues, de adquirir el dominio de razonamientos engañosos. El arte de la persuasión no está al servicio de la verdad sino de los intereses del que habla. Llamaban a ese arte "conducción de almas". Platón dirá más tarde que era "captura" de almas.
Como los sofistas, hablaba y enseñaba sobre la areté, pero mientras los sofistas decían que no podemos conocer nada Sócrates enseñaba que la areté era conocimiento. Si el zapatero quería ser buen zapatero (tener la areté del zapatero) debía conocer primero qué es un zapato, para qué se usa, cuál es su fin, el propósito que tiene el hombre cuando lo usa; conocido esto, hay que pensar qué forma debe tener el zapato y de qué materiales debe estar hecho; conocido esto, hay que pensar cuál es el mejor método de fabricarlo, qué habilidades hay que desarrollar para hacerlo bien. Cuando se tienen todos estos conocimientos y se han conseguido las habilidades requeridas, se tiene la areté del zapatero. Hoy decimos que tal persona "entiende de zapatería" o "entiende de electricidad" y lo que está en nuestras mentes es lo que estaba en la de Sócrates cuando enseñaba que la areté era conocimiento.
Con el ejemplo de los oficios útiles y cotidianos (en el diálogo Gorgias de Platón se dice que Sócrates "siempre está hablando de zapateros, bataneros, cocineros y médicos") enseñaba que la areté de cualquier actividad o posición comienza por conocer su fin, su propósito.
Ahora bien, si se trata de la areté de todo hombre -de la que pretendían ser maestros los sofistas- Sócrates insistía que había que comenzar por el conocimiento del fin o propósito del hombre -no como general o político o panadero- sino simplemente como hombre, e invitaba a los que conversaban con él a pensar juntos cuál es el objeto del ser humano.
Sócrates no contestó él mismo a esa pregunta, pero su gran mérito estriba en haber hecho que los hombres se la hicieran y en motivarlos a tratar de responderla en la creencia de que era posible darle respuesta. Platón no sólo escribió las enseñanzas de su maestro sino las hizo avanzar por cuenta propia.
Tan convencido estaba Sócrates de que la areté era conocimiento que le parecía evidente que si los hombres llegaban a entender qué era el bien o lo justo escogerían el bien y lo justo. Nadie escogería conscientemente el mal. Los que escogen el mal lo hacen por ignorancia. Si un panadero hace mal pan es porque no sabe hacer pan y no porque quiere hacer mal pan.
Método socrático
Sócrates no predicaba la virtud directamente, sino más bien, invitaba a reflexionar sobre ella. No ofrecía las recetas acabadas sino convidaba a la búsqueda. Por eso, son de suma importancia los dos métodos, o para ser más correcto, los dos momentos del mismo método, que Sócrates empleaba en la mencionada búsqueda de la verdad y de la virtud, las mismas las llamaba: ironía y mayéutica, respectivamente.
Ironía
Sócrates pertenece a una especie de hombres que no tienen amor propio en las discusiones, y que aceptan encantados la refutación si así se descubre la verdad. Confiesa que su única cualidad es la ironía, consistente en interrogar a los sabios y procurar sacar la verdad que hay en el fondo de sus respuestas[1]En Sócrates la Ironía se mezcla con la cortesía cuando éste extrema su modestia hasta decir de que él es lento y gárrulo, y que no llega a poner en claro las cosas. El alcance de la Ironía o modestia socrática se hace patente una vez que en el descubrimiento de la verdad nos encontramos ante la siguiente alternativa: o llegamos a alcanzarla o, por el contrario, nos debemos convencer de que no sabemos lo que ignoramos, y esto no sería, en verdad, un premio despreciable de nuestro trabajo.
Tal es el fundamento del famoso sólo sé que no sé nada, la afirmación socrática más concluyente e indubitable, resultado de una fundamental desconfianza. Y es que si Sócrates discute siempre para descubrir si efectivamente sabe o no, es porque no quiere hacerse ilusiones de que sabe algo cuando nada sabe. Por todo ello, con una modestia que es la más firme base de todo método de conquista de la verdad, grita Sócrates: Atenienses que me escucháis; no sé nada, y ante vosotros me presento desnudo y sin los adornos de una mentirosa certeza.
Además, la ironía o modestia socrática es grande en cuanto que por ella se traza límites. Así no incurre en la insensatez de discutir de omni re scíbili, como por principio hacían los sofistas. Y es que el vino de los saberes recién descubiertos no se le subió a Sócrates a la cabeza. Conservó un afán tan grande de saber que la apariencia de sabiduría en los maestros-sábelo-todo le parecía mera elocuencia. En este sentido, la ironía socrática representa también un afán de sinceridad que le aleja de todo culto a las meras apariencias.
Mayéutica
Del griego maieutiké (arte de las comadronas, arte de ayudar a procrear). La mayéutica es el método filosófico de investigación y enseñanza propuesto por Sócrates. Consiste esencialmente en emplear el diálogo para llegar al conocimiento. Aunque Sócrates nunca sistematizó la mayéutica, seguramente es correcto destacar las siguientes fases en este método:
en un primer momento se plantea una cuestión que, en el caso del uso que Sócrates hizo de este método, podía expresarse con preguntas del siguiente tipo ¿qué es la virtud?, ¿qué es la ciencia?, ¿en qué consiste la belleza?;
en un segundo momento el interlocutor da una respuesta, respuesta inmediatamente discutida o rebatida por el maestro;
a continuación se sigue una discusión sobre el tema que sume al interlocutor en confusión; este momento de confusión e incomodidad por no ver claro algo que antes del diálogo se creía saber perfectamente es condición necesaria para el aprendizaje, y Sócrates lo identifica con los dolores que siente la parturienta antes de dar a luz;
tras este momento de confusión, la intención del método mayéutico es elevarse progresivamente a definiciones cada vez más generales y precisas de la cuestión que se investiga (la belleza, la ciencia, la virtud);
la discusión concluiría cuando el alumno, gracias a la ayuda del maestro, consigue alcanzar el conocimiento preciso, universal y estricto de la realidad que se investiga (aunque en muchos diálogos de Platón no se alcanza este ideal y la discusión queda abierta e inconclusa).
La idea básica del método socrático de enseñanza consiste en que el maestro no inculca al alumno el conocimiento, pues rechaza que su mente sea un receptáculo o cajón vacío en el que se puedan introducir las distintas verdades; para Sócrates es el discípulo quien extrae de sí mismo el conocimiento. Este método es muy distinto al de los sofistas: los sofistas daban discursos y a partir de ellos esperaban que los discípulos aprendiesen; Sócrates, mediante el diálogo y un trato más individualizado con el discípulo, le ayudaba a alcanzar por sí mismo el saber.
El arte de la mayéutica implica la teoría platónica de la reminiscencia pues al considerar al discípulo competente para encontrar dentro de sí la verdad debe suponer que el alma de aquél la ha debido conocer en algún momento antes de hacerse ignorante.
2. 1 Sócrates define su actividad
"¿Sabéis que me dedico al mismo arte que mi madre? No se lo digáis a nadie, porque nadie sabe que yo tengo estas mismas habilidades de, estando estéril yo mismo, servir de PARTERA a quien está embarazado… Yo soy nada más que un luchador por la sabiduría, y ya me suele la gente echar en cara que no hago sino preguntar, sin descubrir nada sabio, porque me dicen que no sé nada. Los que conmigo hablan, al pronto parece que no saben nada: pero en la conversación dan a luz cosas sorprendentes, gracias a un arte mayéutica en la que yo y algún dios tenemos parte"[2]
2. 2 La Apología de Sócrates
La "Apología de Sócrates" esta escrita por uno de sus discípulos, llamado Platón, la obra esta situada en el año 400 a.C. La obra narra los tres discursos de la defensa de Sócrates en tres sesiones diferentes para defenderse ante el tribunal y sus acusadores. La acusación que havia sobre Sócrates era falsa y la principal acusación hacia él, es que cuestionaba a los dioses del estado y corrompía a la juventud.
La obra parece tener tres partes, están diferenciadas ya que son sus tres discursos y están relacionados por que son parte del juicio que se hace en contra de Sócrates.
1ª Parte
En la primera parte de la obra, Sócrates realiza un discurso en defensa contra los que le acusaban. Se defiende de: Meleto, Licón y Ánito. Estos inculparon a Sócrates de:
– Cometer delito al investigar los fenómenos celestiales y subterráneos, ya que según ellos convierte el argumento más débil en el más fuerte.
– Otra acusación es que es un sofista, o sea, que cobra dinero a cambio de en señar.
– Una acusación más es que por la facilidad de palabra que tenia decían que se dedicaba a engañar a la gente.
– El ultimo delito por el cuál es acusado pero no el menos importante, es por pervertir a los jóvenes y por creer en unas divinidades nuevas y no en las que creía la ciudad.
Sócrates hace un discurso de su inocencia, insistiendo en que él claramente dice la verdad. Según él, su mala fama se debía a la sabiduría que poseía, esta mala fama se originó porque él se ponía a examinar a gente que se creía sabia, sin realmente ser personas con una gran sabiduría, y además les hacia conocer su imagen de ignorancia. Sócrates explicaba a los jueces que no poseía ninguna sabiduría, pero, en cambio, se consideraba más sabio que aquellos que presumían de tener una gran sabiduría.
Sócrates en el mismo discurso niega que se dedicase a enseñar y cobrase dinero por ello, lo que realmente era Sócrates era un antisofista (enseñaba, pero con un fin educativo, sin pedir dinero).
Sócrates también niega que tenga un lenguaje tan bueno como para conseguir engañar a las persona que él ensañaba, sino que era todo lo contrario, afirmaba que tenia problemas para expresarse lingüísticamente.
Asegura que cree en los dioses y que la acusación de ser una persona atea es falsa, porque según lo que afirma Meleto es que cree en otras divinidades distintas a los dioses en que cree la ciudad.
Sócrates también niega que este corrompiendo a los jóvenes, porque sino que explique Meleto porque los jóvenes y los que no son tan jóvenes disfrutaban observando cómo interrogaba a los que se creen sabios sin serlo.
Sócrates manifiesta que no teme a la muerte cuando se trata de la justicia, sino todo lo contrario. Si temiera a la muerte, entonces no creería en los dioses. Dice que no teme a la muerte porque él no ha sido como muchos otros acusados que llevaban a toda la familia al juicio para que le ayudasen a que los jueces le absolviesen de las criticas falsas. Sócrates acaba su defensa dejando la justicia en manos de los atenienses, es decir, los jueces y dejando claro que no es una persona atea
2ª Parte
Sócrates es condenado después de que todo el jurado haya votado, y comienza un nuevo discurso que empieza diciendo lo siguiente que si no le hubiesen acompañado Licón y Ànito, Meleto no hubiese osado acusarle ya que no habría conseguido una quinta parte de los votos y tendría que pagar una multa de mil dracmas.
Sócrates aseguro que por falta de tiempo no fue capaz de convencerles y deshacer las acusaciones que se habían producido sobre él, considera que deberían ponerle como condena una multa que estuviese dentro de sus posibilidades, pero los jueces decidieron condenarlo a la pena de muerte que fue la condena propuesta por Meleto.
3ª Parte
Aquí Sócrates lo que hace es despedirse de los jueces que le habían condenado y de los jueces que creían que era inocente. Sócrates les dice que si esperaban un poco más este hecho se daría natural dado la avanzada edad que tenia. Sócrates dice que cuando sé esta apunto de morir se hacen buenas predicciones y les predice que después de castigarle a él recibirán un fuerte castigo mucho más duro que el suyo de parte del dios Zeus.
Sócrates mientras hablaba con los jueces que votaron a su favor, les explicaba que no tenían por qué temer a la muerte, sino que si eran hombres de bien nunca les pasaría nada malo en esta vida ni después de la muerte, ya que los dioses nunca se olvidan de sus problemas.
Sócrates, antes de morir, realiza una súplica a los jueces: que cuando sus hijos sean mayores les convenzan y les fustiguen como él hizo con ellos también…
2. 3 Sócrates en sus últimos momentos de vida.
A mí me llama ya ahora el destino, diría un héroe de tragedia, y casi es la hora de encaminarme al baño, pues me parece mejor beber el veneno una vez lavado y no causar a las mujeres la molestia de lavar un cadáver[3]
Al acabar de decir esto, le preguntó Critón:
-Está bien, Sócrates. Pero ¿qué nos encargas hacer a éstos o a mí, bien con respecto a tus hijos o con respecto a cualquier otra cosa, que pudiera ser más de tu agrado si lo hiciéramos?
–Lo que siempre estoy diciendo, Critón -respondió-, nada nuevo. Si os cuidáis de vosotros mismos, cualquier cosa que hagáis no sólo será de mi agrado, sino también del agrado de los míos y del propio vuestro, aunque ahora no lo reconozcáis. En cambio, si os descuidáis de vosotros mismos y no queréis vivir siguiendo, por decirlo así, las huellas de lo que ahora y en el pasado se ha dicho, por más que ahora hagáis muchas vehementes promesas, no conseguiréis nada.
-Descuida -replicó-, que pondremos nuestro empeño en hacerlo así. Pero ¿de qué manera debemos sepultarte?
–Como queráis -respondió-, si es que me cogéis y no me escapo de vosotros.
Y, a la vez que sonreía serenamente, nos dijo, dirigiendo su mirada hacia nosotros:
–No logro, amigos, convencer a Critón de que yo soy ese Sócrates que conversa ahora con vosotros y que ordena cada cosa que se dice, sino que cree que soy aquel que verá cadáver dentro de un rato, y me pregunta por eso cómo debe hacer mi sepelio. Y el que yo desde hace rato esté dando muchas razones para probar que, en cuanto beba el veneno, ya no permaneceré con vosotros, sino que me iré hacia una felicidad propia de bienaventurados, parécele vano empeño y que lo hago para consolaros a vosotros al tiempo que a mí mismo. Así que -agregó-, salidme fiadores ante Critón, pero de la fianza contraria a la que éste presentó ante los jueces. Pues éste garantizó que yo permanecería. Vosotros garantizad que no permaneceré una vez que muera, sino que me marcharé para que así Critón lo soporte mejor y, al ver quemar o enterrar mi cuerpo, no se irrite como si yo estuviera padeciendo cosas terribles, ni diga durante el funeral que expone, lleva a enterrar o está enterrando a Sócrates. Pues ten bien sabido, oh excelente Critón -añadió-, que el no hablar con propiedad no sólo es una falta en eso mismo, sino también produce mal en las almas. Ea, pues, es preciso que estés animoso, y que digas que es mi cuerpo lo que sepultas, y que lo sepultas como a ti te guste y pienses que está más de acuerdo con las costumbres.
Al terminar de decir esto, se levantó y se fue a una habitación para lavarse. Critón le siguió, pero a nosotros nos mandó que le esperáramos allí. Esperamos, pues, charlando entre nosotros sobre lo dicho y volviéndolo a considerar, a ratos, también comentando cuán grande era la desgracia que nos había acontecido, pues pensábamos que íbamos a pasar el resto de la vida huérfanos, como si hubiéramos sido privados de nuestro padre. Y una vez que se hubo lavado y trajeron a su lado a sus hijos -pues tenía dos pequeños y uno ya crecido- y llegaron también las mujeres de su familia, conversó con ellos en presencia de Critón y, después de hacerles las recomendaciones que quiso, ordenó retirarse a las mujeres y a los niños, y vino a reunirse con nosotros. El sol estaba ya cerca de su ocaso, pues había pasado mucho tiempo dentro. Llegó recién lavado, se sentó, y después de esto no se habló mucho. Vino el servidor de los Once y, deteniéndose a su lado, le dijo:
-Oh Sócrates, no te censuraré a ti lo que censuro a los demás, el que se irritan contra mí y me maldicen cuando les transmito la orden de beber el veneno que me dan los magistrados. Pero tú, lo he reconocido en otras ocasiones durante todo este tiempo, eres el hombre más noble, de mayor mansedumbre y mejor de los que han llegado aquí, y ahora también sé que no estás enojado conmigo, sino con los que sabes que son los culpables. Así que ahora, puesto que conoces el mensaje que te traigo, salud, e intenta soportar con la mayor resignación lo necesario. Y rompiendo a llorar, diose la vuelta y se retiró.
Sócrates, entonces, levantando su mirada hacia él, le dijo:
-También tú recibe mi saludo, que nosotros así lo haremos.
Y, dirigiéndose después a nosotros, agregó:
-¡Qué hombre tan amable! Durante todo el tiempo que he pasado aquí vino a verme, charló de vez en cuando conmigo y fue el mejor de los hombres. Y ahora ¡qué noblemente me llora! Así que, hagámosle caso, Critón, y que traiga alguno el veneno, si es que está triturado. Y si no, que lo triture nuestro hombre.
-Pero, Sócrates -le dijo Critón-, el sol, según creo, está todavía sobre las montañas y aún no se ha puesto. Y me consta, además, que ha habido otros que lo han tomado mucho después de haberles sido comunicada la orden y tras haber comido y bebido a placer, y algunos, incluso, tras haber tenido contacto con aquellos que deseaban. Ea, pues, no te apresures, que todavía hay tiempo.
–Es natural que obren así, Critón -repuso Sócrates-, ésos que tú dices, pues creen sacar provecho al hacer eso. Pero también es natural que yo no lo haga, porque no creo que saque otro provecho, al beberlo un poco después, que el de incurrir en ridículo conmigo mismo, mostrándome ansioso y avaro de la vida cuando ya no me queda ni una brizna. Anda, obedéceme -terminó- y haz como te digo.
Al oírle, Critón hizo una señal con la cabeza a un esclavo que estaba a su lado. Salió éste y, después de un largo rato, regresó con el que debía darle el veneno, que traía triturado en una copa. Al verle, Sócrates le preguntó:
-Y bien, buen hombre, tú que entiendes de estas cosas, ¿qué debo hacer?
-Nada más que beberlo y pasearte -le respondió- hasta que se te pongan las piernas pesadas, y luego tumbarte. Así hará su efecto.
Y, a la vez que dijo esto, tendió la copa a Sócrates.
Tomola éste con gran tranquilidad, sin el más leve temblor y sin alterarse en lo más mínimo ni en su color ni en su semblante, miró al individuo de frente, según tenía por costumbre, y le dijo:
-¿Qué dices de esta bebida con respecto a hacer una libación a alguna divinidad? ¿Se puede o no?
-Tan sólo trituramos, Sócrates -le respondió-, la cantidad que juzgamos precisa para beber.
-Me doy cuenta -contestó-. Pero al menos es posible, y también se debe, suplicar a los dioses que resulte feliz mi emigración de aquí a allá. Esto es lo que suplico: ¡que así sea!
Y después de decir estas palabras, lo bebió, conteniendo la respiración, sin repugnancia y sin dificultad.
Hasta este momento la mayor parte de nosotros fue bastante capaz de contener el llanto; pero cuando le vimos beber y cómo lo había bebido, ya no pudimos contenernos. A mí también, y contra mi voluntad, caíanme las lágrimas a raudales, de tal manera que, cubriéndome el rostro, lloré por mí mismo, pues ciertamente no era por aquél por quien lloraba, sino por mi propia desventura, al haber sido privado de tal amigo. Critón, como aun antes que yo no había sido capaz de contener las lágrimas, se había levantado. Y Apolodoro, que ya con anterioridad no había cesado un momento de llorar, rompió a gemir entonces, entre lágrimas y demostraciones de indignación, de tal forma que no hubo nadie de los presentes, con excepción del propio Sócrates, a quien no conmoviera.
Pero entonces nos dijo:
-¿Qué hacéis, hombres extraños? Si mandé afuera a las mujeres fue por esto en especial, para que no importunasen de ese modo, pues tengo oído que se debe morir entre palabras de buen augurio. Ea, pues, estad tranquilos y mostraos fuertes.
Y, al oírle nosotros, sentimos vergüenza y contuvimos el llanto. Él, por su parte, después de haberse paseado, cuando dijo que se le ponían pesadas las piernas, se acostó boca arriba, pues así se lo había aconsejado el hombre. Al mismo tiempo, el que le había dado el veneno le cogió los pies y las piernas y se los observaba a intervalos. Luego, le apretó fuertemente el pie y le preguntó si lo sentía. Sócrates dijo que no. A continuación hizo lo mismo con las piernas y, yendo subiendo de este modo, nos mostró que se iba enfriando y quedándose rígido. Y siguiole tocando y nos dijo que cuando le llegara al corazón se moriría.
Tenía ya casi fría la región del vientre cuando, descubriendo su rostro -pues se lo había cubierto-, dijo éstas, que fueron sus últimas palabras:
-Oh, Critón, debemos un gallo a Asclepio. Pagad la deuda y no la paséis por alto.
-Descuida, que así se hará -le respondió Critón-. Mira si tienes que decir algo más.
A esta pregunta de Critón ya no contestó, sino que, al cabo de un rato, tuvo un estremecimiento y el hombre le descubrió: tenía la mirada inmóvil. Al verlo, Critón le cerró la boca y los ojos.
Así fue el fin de nuestro amigo, de un varón que, como podríamos afirmar, fue el mejor, a más de ser el más sensato y justo de los hombres de su tiempo que tratamos.
(Platón, Fedón, 114e-118a)
Protágoras de Abdera
En griego ???ta???a? – (Abdera 485 a. C.-411 a. C. aproximadamente), sofista griego. Admirado experto en retórica que recorría el mundo griego cobrando elevadas tarifas por sus conocimientos acerca del correcto uso de las palabras u ortoepeia. Platón le acredita como el inventor del papel del sofista profesional o profesor de "virtud" (entendida no como "bondad" sino como conocimiento y habilidad para tener éxito mundano).
Protágoras fue un pensador viajero, celebrado y necesitado allí donde fuera. Vivió durante largas temporadas en Atenas, donde fue conocido de Sócrates y amigo de Pericles, quien le encargó la constitución para la nueva colonia de Turios, que redactó hacia 444 o 443 a. C. y en donde por primera vez en la historia, se estableció la educación pública y obligatoria. También viajó a Sicilia y a otras ciudades de Asia Menor en funciones de maestro de retórica y conducta, recibiendo a cambio cantidades notables de dinero, como el resto de sofistas. El magisterio que llegó a ejercer en el área de influencia griega se extendió en el tiempo durante cuarenta años, según nos cuenta Platón.
Platón le dedicó uno de sus diálogos, el Protágoras, que aún hoy puede leerse como un cuadro vivo, animado y colorido, aunque con escaso rigor histórico, sobre los distintos tipos de sofistas que habitaban en la mansión de Calias –rico ateniense, una especie de mecenas, rodeado de intereses comerciales, políticos, artísticos y militares-. Junto a Gorgias, fueron los únicos sofistas en ser considerados en calidad de filósofos por Platón y Aristóteles. Sócrates guardaba gran estima de ellos por sus cualidades retóricas y la profundidad de sus predicados, a pesar del uso que podían hacer de ellos
También se lo tenía por iniciador de la práctica de recibir honorarios a cambio de enseñanzas, siendo estos particularmente elevados.12 Según Platón, Protágoras habría ganado en su comercio educativo más dinero que todo el reunido por "Fidias y otros diez escultores más."
Refiere, también Platón, el criterio usado por el sofista para recibir el pago de honorarios; hace decir a Protágoras: "Cuando [un discípulo] ha aprendido conmigo, si quiere me entrega el dinero que yo estipulo, y si no, se presenta en un templo, y, después de jurar que cree que las enseñanzas valen tanto, allí lo deposita."
"El hombre es la medida de todas las cosas". Este principio de carácter filosófico pertenece al sofista griego Protágoras, el hombre como medida, es decir como criterio de las cosas.
Esta frase posee diferentes interpretaciones, una de éstas sería la diferencia de la forma de percibir que posee un individuo respecto de otro, es decir, cada ser en su particularidad percibe un mundo distinto al de otro ser, por lo tanto, existirían tantos criterios distintos sobre las cosas como seres humanos habitan en el mundo. Este sentido individual que se le da a la frase de Protágoras es el que Platón utiliza en su diálogo el Teeteto.
Una segunda interpretación de este principio filosófico, guarda relación con un sentido colectivo, el ser como ente social, perteneciente a una cultura que de alguna forma lo va determinando en su actuar, en su pensar, en su visión de mundo. Este ser observado dentro de una polis, ya no es particularidad, sus percepciones ya no son individuales, sino que son culturales, son cosmovisiones compartidas por todos los habitantes de la sociedad, actuando cada cultura como medida de todas las cosas.Otra interpretación toma al ser humano como especie. El criterio utilizado por elhumano cuando percibe el mundo está dado por su naturaleza. Si esto es cierto,entonces todo individuo tendría una única y común forma de medirse ante las cosas,determinado solamente por el hecho de ser humano.La primera de estas interpretaciones, en la que se toma al hombre de forma particular,es la que Platón pone en los labios de Sócrates para poder dar mayor sustento alargumento que va construyendo a partir de la definición de
saber que da el jovenTeeteto;
Ciencia es percepción
contesta Teeteto, Sócrates de manera inmediata relaciona esta definición con el homo mensura de Protágoras.
Teeteto: …Yo de hecho, creo que el que sabe algo percibe esto que sabe. En este momento no me parece que el saber sea otra cosa que percepción. Sócrates: … ¿dices que el saber es percepción? Teeteto: sí Sócrates: Parece, ciertamente, que no has formulado una definición vulgar del saber, sino la que dio Protágoras. Pero él ha dicho lo mismo de otra manera, pues viene a decir que "el hombre es medida de todas las cosas, tanto del ser de las cosas que son, como del no ser de las que no son".
"las cosas son para mi tal como a mi me parece que son y que son para ti tal y como a ti te parecen que son"
Se observa claramente que está haciendo mención a la primera interpretación del homo mensura; interpretación analizada anteriormente, en la cual el hombre medida sería el hombre particular que percibe un mundo diferente al de otro. Si tomamos como válida la definición de ciencia es percepción, y la relacionamos directamente con el hombre medida, entonces la consecuencia que se desprende de ello es que cada ser que percibe, atrapa un cierto saber o una cierta verdad con aquella percepción, ya que saber es percibir, y todo saber es infalible, por lo tanto toda percepción es infalible
Platón
PRIMERA PARTE
El fundador de la teoría educativa nació en Atenas en 427 a C, de una familia pertenecientes a las más antiguas e influyente de Grecia.
En Atenas fundó su famosa Academia, en un terreno que compró cerca de un santuario y gimnasio dedicado al héroe Akademos, su actividad pedagógica se realizó allí, era una especie de comunidad de maestros y alumnos, dedicados a los problemas filosóficos, políticos y pedagógicos de la época. En ella enseñó platón durante cuarenta años y en ella participaron las más destacadas figuras, entre ella Aristóteles, que estudió allí en íntima relación con su maestro Platón. Fallece en 347 a C. a los 80 años de edad.
Sus ideas: la concepción pedagógica de Platón se basa en su teoría de las Ideas, que constituye el verdadero ser de las cosas, la autentica realidad, sobre la puramente sensible. Entre ellas predomina la idea del bien o de la Justicia, que represente la esencia del Estado, el fundamente del cual se halla en la educación.
El fin de la educación es la formación integral del hombre y del ciudadano, y está compuesto de dos partes: la Gimnástica y la Música.
La primera consiste en formación y ejercicios físicos, e higiénicos es decir, el cuidado de la salud, también incluye la formación del carácter. La última incluía canto y música, poesía, las ciencias y también la formación del espíritu. La teoría de la educación tal como lo expone en la República, se inspira en una dura formación espartana, hay ideas que se condicen con nuestros tiempos, tales como por ejemplo, que la educación de los niños debe comenzar desde su nacimiento, que las niñas y las mujeres deben recibir educación igual al de los niños y hombres. También señala que lo más importante del Estado no son las Leyes sino la Educación.
Sus dos obras esenciales de Platón que se refiere a la educación, son: La República y las Leyes.
En necesario señalar que la bibliografía sobre Platón es extensa. Sus obras, afortunadamente nos han llegado completas, constan de un veinticinco volúmenes (además de otras sospechosas o apócrifas), entre sus diálogos deben citarse a Laques, Banquete, Felón, República, Sofista, Parménides, Leyes, etc. [4]
Los dos mundos, como lo permanente e inmutable no se encuentra en el mundo de los sensible, Platón postula el mundo de las ideas o mundo inteligible.
Para Platón el concepto de idea (que proviene del griego eidos – que es un verbo que significa ver)
4. 1 EL ESTADO Y LA EDUCACIÓN[5]
-En verdad –dije- parecerá Adimanto, que estas precripciones son muchas y de peso, pero todas son realmente de poca importancia con tal de que guarden aquélla única gran cosa del proverbio…
– ¿Cuál es ella? –preguntó.
– La educación y la crianza –contesté-, porque, si con una buena educación llegan a ser hombre discretos, percibirán fácilmente todas estas cosas y aun muchas más que ahora pasamos por alto, como lo que la posesión de las mujeres, los matrimonios y la procreación de los hijos debe, conforme al proverbio, ser todas comunes entre amigos en el mayor grado posible…
4.1 La Educación de las mujeres[6]
-Por lo tanto, si empleamos a las mujeres en las mismas tareas que a los hombre, menester será darles también las mismas enseñanzas.
-Sí
-Ahora bien, a aquellos les fueron asignadas la música y gimnástica.
-Sí
-Por consiguiente, también a las mujeres habrá que introducirlas en ambas artes, e igualmente en lo relativo a la guerra; y será preciso tratarla de la misma manera…
Autor:
Elizabeth
[1] [ Ver Hipias Menor., 372 a-c ]
[2] Platón: Teeteto, 150 b – 151 c.
[3] Platón, Fedón, 114e—118ª
[4] Adolfo P Carpio,1990
[5] LA República en forma de diálogo, en la que interviene Sócrates y algunos de sus discípulos.
[6] Ídem