Las palabras de Goebbels parecen haber sido tomadas como una orden para desencadenar el pogromo. Después de su discurso, los líderes regionales del Partido ahí reunidos dieron instrucciones a sus oficinas locales. La violencia empezó a estallar en varias partes del Reich durante toda la noche y la madrugada del 9 al 10 de noviembre. A la una y veinte de la mañana el 10 de noviembre, Reinhard Heydrich, en su capacidad de jefe de la Policía de Seguridad (Sicherheitspolizei) mandó un telegrama urgente a las oficinas centrales y estaciones locales de la Policía Estatal y a los líderes de las SA en sus varios distritos, que contenía directivas respecto a los disturbios. Equipos de las SA y la Juventud Hitleriana a través Alemania y sus territorios anexados participaron en la destrucción de casas y negocios judíos; miembros de muchos de los equipos llevaban ropa de civiles para apoyar la ficción que los disturbios eran expresiones de la "reacción del público indignado".
A pesar de la apariencia exterior de una violencia espontánea, y los caracteres locales del pogromo en las distintas regiones del Reich, las órdenes centrales que venían de Heydrich contenían instrucciones específicas: los alborotadores "espontáneos" no podían tomar medidas que pudieran dañar personas o propiedad alemana no judía; no podían someter a los extranjeros (aún los extranjeros judíos) a actos violentos; y tenían que sacar los archivos de las sinagogas antes de destrozar esas y otras propiedades de las comunidades judías, y debían transferir esos archivos al Servicio de Seguridad (Sicherheitsdienst, o SD). Las órdenes también indicaban que los oficiales de la policía debían arrestar la mayor cantidad de judíos que las cárceles locales pudieran alojar, preferiblemente hombres jóvenes y sanos.
Los alborotadores destrozaron 267 sinagogas a través de Alemania, Austria, y los Sudetes. Muchas sinagogas ardieron toda la noche, a plena vista del público y los bomberos, que habían recibidos ordenes de intervenir solamente para prevenir que la llamas se extendieran a edificios cercanos. Miembros de las SA y la Juventud Hitleriana a través del país destrozaron las vitrinas de aproximadamente 7.500 establecimientos comerciales de propiedad judía y los saquearon. Los cementerios judíos también fueron particular objeto de profanación en muchas regiones.
El pogromo fue particularmente destructivo en Berlín y Viena, hogar de las dos comunidades judías más grandes del Reich alemán. Grupos de hombres de las SA rondaban por las calles atacando judíos en sus casas y forzándolos a realizar actos de humillación publica. Aunque el asesinato no figuraba en las directivas centrales, Kristallnacht se cobró las vidas de por lo menos 91 judíos entre el 9 y 10 de noviembre. El archivo policial del periodo documenta que un alto número de violaciones y suicidios ocurrieron con posterioridad a los disturbios.
Mientras el pogromo se extendía, unidades de las SS
y la Gestapo (policía secreta estatal) bajo instrucciones de Heydrich
arrestaron a hasta 30.000 hombres judíos y transfirieron a la mayoría
desde las cárceles locales a Dachau, Buchenwald, Sachsenhausen y otros
campos de concentración. Kristallnacht marca la primera instancia en
la cual el régimen nazi encarceló a judíos en una escala
masiva basándose simplemente en su etnicidad. Cientos murieron en los
campos a causa del tratamiento brutal que soportaron; la mayoría consiguieron
la liberación en los próximos tres meses bajo la condición
que empezaran el proceso de emigración de Alemania. Por cierto, los efectos
de Kristallnacht servirían para estimular la emigración de judíos
de Alemania en los meses venideros.
Inmediatamente después del pogromo, muchos líderes alemanes, como Hermann Göring, criticaron las extensas pérdidas materiales que resultaron de los disturbios antisemíticos, señalando que si no se hacía nada para intervenir, las compañías de seguro alemanas — no los comercios de propiedad judía — serían quienes cargarían con el costo de los daños. Sin embargo, Göring y otros jefes del partido nazi decidieron usar la oportunidad para introducir medidas para eliminar a los judíos y la percibida influencia judía de la esfera económica alemana. El gobierno alemán hizo una declaración inmediata que "los judíos" mismos eran culpables del pogromo e impusieron a la comunidad judía-alemana una multa punitiva de mil millones de Reichsmark (unos 400 millones dólares estadounidenses a las tasas de 1938). El gobierno del Reich confiscó todas las indemnizaciones pagadas por las compañías de seguro a los judíos cuyos negocios y casas fueron saqueados o destrozados, dejando a los dueños judíos personalmente responsables por los costos de todos los arreglos.
En las semanas siguientes, el gobierno alemán promulgó docenas de leyes y decretos destinados a privar a los judíos de su propiedad y sus medios de vida. Muchas de estas leyes impusieron una política de "arianización" — la transferencia de activos y empresas de propiedad judía a propiedad "aria", usualmente por una fracción de su valor real. Subsiguiente legislación excluyó a los judíos, ya sin derecho a trabajar en el sector público, de ejercer sus profesiones en el sector privado y avanzó aún más en la eliminación de los judíos de la vida pública. Los oficiales de educación alemanes expulsaron a los niños judíos que todavía asistían a las escuelas alemanas. Los judíos alemanes perdieron su derecho a tener una licencia de conducir o de ser dueños de un automóvil; y la legislación impuso restricciones sobre el acceso al transporte público. Los judíos no podían ir más a los teatros, cines y sala de conciertos "alemanes".
Los eventos de Kristallnacht representaron uno de los más importantes puntos decisivos de la política antisemita nacionalsocialista. Los historiadores han notado que después del pogromo, la política anti-judía se concentró más y más concretamente en las manos de las SS. Además, la pasividad con la cual la mayoría de los civiles alemanes respondió a la violencia señalaba al régimen nazi que el público alemán estaba preparado para medidas más radicales. El régimen nazi expandió y radicalizó las medidas dirigidas a la completa eliminación de los judíos de la vida social y económica alemana en los años venideros, moviéndose eventualmente hacia políticas de emigración forzada, y finalmente hacia la realización de una Alemania "libre de judíos" (judenrein) a través la deportación de la población judía "hacia el este".
Así, Kristallnacht figura como un momento decisivo
fundamental en la persecución de los judíos por los nazis, que
culminó en el intento de aniquilar a los judíos europeos. "
El sonido fue creciendo segundo a segundo.
Parecía como si un vendaval, una tormenta humana, estuviera destrozando sistemáticamente cada una de las propiedades de la cuadra.
La sinagoga que había estado ubicada en la esquina estaba envuelta en llamas.
Un fuego impresionante iluminaba espectralmente el rostro de las bestias encarnadas en hombres con ojos enloquecidos por la rabia y el descontrol desatado.
La multitud aplaudía y emitía sonoros gritos de júbilo con cada nueva luminaria en que se transformaba cada casa o negocio saqueado.
Las vidrieras estallaban en pedazos por los golpes de piedras y palos como estallaban asimismo las cabezas y cuerpos de los pobres infortunados que intentaron proteger lo que ya había sido condenado a la devastación.
El cuadro dantesco ofrecía, a medida que transcurría el tiempo, dolorosas y terroríficas visiones.
Como todos con todos los acontecimientos de la historia siempre
surgen controversias incluso muchas veces con el propio nombre con que identificarlos.
Al respecto www.aishlatino.com nos aporta los siguientes conceptos:
"… Para recordar Kristallnacht apropiadamente, primero debemos renunciar al nombre que le otorgaron los alemanes…."
Hace setenta años, en las noches del 9 y 10 de noviembre de 1938, alborotadas turbas por toda Alemania, Austria y Checoslovaquia, atacaron libremente a judíos por las calles, en sus casas y en sus lugares de trabajo y oración, en un estallido de violencia cuidadosamente orquestado y apoyado por el gobierno. Al menos 96 judíos fueron asesinados y cientos heridos, cientos de sinagogas fueron incendiadas, al menos 7.500 negocios judíos fueron destruidos, cementerios y escuelas fueron destrozadas, y 30.000 judíos fueron arrestados y enviados a campos de concentración – muchos de ellos para nunca más regresar con vida a sus seres queridos.
Muchos historiadores consideran aquello como el real comienzo del Holocausto, el primer paso en la exterminación planificada del pueblo judío, que llevó a la eventual muerte de seis millones de víctimas, del programa de genocidio Nazi."
Más adelante agrega:
"… Kristallnacht es la palabra en alemán para "la noche de cristal". Y 70 años después de los horribles eventos de 1938 deberían habernos dado a estas alturas suficiente perspectiva para exponer la mentira de una horrible arma de destrucción masiva que tipifica la llave para la metodología más poderosa de asesinato perfeccionada por los Nazis.
¿Cómo, después de todo, fueron capaces los Nazis de cometer sus crímenes bajo la apariencia de decoro civilizado? Al analizar el asunto, la respuesta es obvia. Ellos glorificaron el principio de asesinato por eufemismo.
En el lenguaje de los perpetradores Nazis: Sonderbahandlung ("tratamiento especial") era la forma de describir a victimas de gasificación. Euthanasie era la forma "cortés" del hablar de asesinato en masa de pacientes retardados o físicamente discapacitados. Arbeit Macht Frei (El Trabajo te Hace Libre) fueron las palabras que dieron la bienvenida a quienes llegaban a la entrada al campo de muerte de Auschwitz. Cuando los Nazis lanzaron su plan para aniquilar a los judíos que quedaban en Polonia en el otoño de 1943, ellos lo llamaron "Erntefest", o Festival de la Cosecha. Y quizás el más cínico de todos fue el uso del término, "Endloesung der Judenfrage" – en español "La Solución Final" – para expresar el concepto para el cual el lenguaje civilizado aún no tenía calificación. (La palabra "genocidio" fue introducida en 1944 por Raphael Lemkin, quien había escapado de la Polonia ocupada a los Estados Unidos).
Los eufemismos, como Quentin Crisp explica brillantemente, son "verdades desagradables que utilizan perfume diplomático". En el nivel más simple el nombre Kristallnacht sugiere que la única cosa terrible que ocurrió fue la rotura de una tremenda cantidad de vidrio que tendría que ser reemplazado – una pérdida financiera causada por vandalismo despilfarrador del cual el gobierno posteriormente se hizo cargo exigiendo impuestos a la comunidad judía para pagar por los daños que les fueron causados.
Kristallnacht era el eufemismo alemán para una época de matanza autorizada. La palabra toma en cuenta solamente la pérdida de kristall, y esta es una razón por la que la continuación de su uso es tan horrorosa.
El Dr. Walter H. Pehle, un historiador especializado en la Alemania moderna, ya ha destacado que el intento original de Kristallnacht fue divulgar cínicamente la violencia en algo que contenía metafóricamente "chispa y brillo" para Alemania. Casi como para confirmar, al ingresar en el buscador Google la palabra en inglés "crystal night" me sorprendió encontrar entre las muchas referencias que se relacionaban con la noche de terror Nazi, la inclusión del siguiente aviso: "Para un brillo extra atractivo, considere utilizar las nuevas ampolletas Cristal Night C7 en sus velas eléctricas. Las multifacéticas luces de cristal proveen un brillo caluroso y brillante".
Es esa misma conexión la que tuvo un rol no menor en la elección de Goebbel de una descripción para un momento que el Ministro de Propaganda Alemán quería inmortalizar como un presagio de chispa y brillo de una futura liberación de sus "parásitos judíos".
¿Por qué entonces escogeríamos identificar la noche que da inicio a los asesinatos en masa con una palabra que no solamente ignora todo menos los vidrios rotos, sino que de hecho glorifica sus resultados como regalos de luz clara como el cristal para las verdades distorsionadas de la ideología Nazi?"
Una muchedumbre se había formado alrededor de la pira que ardía en la mitad de la calle.
La montaña humeante estaba formada por decenas y decenas de libros que crepitaban siniestramente preanunciando todo lo que una cultura puede destruir a partir de haberse envilecido hasta ese nivel de barbarie.
Muchos de esos compendios de humanidad habían sido terriblemente maltratados y sus páginas se iban consumiendo, poco a poco, en soledad.
El fresco viento del otoño avivaba el holocausto haciendo que muchas de esas tristes páginas levantaran vuelo como si trataran infructuosamente de escapar a su trágico destino.
Una de ellas, misteriosamente, planeó con suavidad hasta donde se hallaba escondido.
No pudo evitar fijar su vista en la misma y, antes que desapareciera convertida en cenizas, apagó la brasa y rescató lo poco que quedaba de lo que alguna vez fuera parte de vaya a saber que emocionante historia.
Una frase llamó su atención.
No podía ser más adecuada.
La recortó cuidadosamente y extrajo el relicario que guardaba aún en su bolsillo derecho.
Al abrirlo, la foto de una bella joven alegró brevemente su corazón con la ternura de su mirada.
Guardó el trozo de papel, cerro la joya y la escondió en un agujero del piso de madera.
Oyó las voces que se acercaban e intentó huir.
Quizás por una suerte de piedad del destino sintió solamente los primeros golpes antes de sumirse en la oscuridad.
En Página 12, Jack Fuchs (Sobreviviente de Auschwitz. Pedagogo y escritor), en un artículo titulado precisamente Kristallnacht escribe lo siguiente:
"En 1936, Mordejai Gebirtig escribió el poema en idish Nuestra aldea está en llamas. Durante y después de la Segunda Guerra Mundial se había convertido en un himno en guetos y campos de concentración. Tiene la aguda simpleza de haber percibido con toda exactitud lo que amenazaba ese tiempo. No me asombra, la poesía es a veces portadora de esa extraordinaria cualidad que consiste en decir mejor que cualquier discurso lo que la experiencia pone por delante. Pero el poema, cualquier poema, no es suficientemente eficaz cuando las fuerzas históricamente en juego se desatan y ponen en funcionamiento su lógica de hierro. Sin embargo, setenta años después, aquello que Gebirtig vio de su tiempo sigue vigente. "Está en llamas, hermanos, está en llamas / Nuestra pobre aldea arde…" ¿No está hoy en llamas nuestra frágil aldea humana, no hay voces del gran incendio que la queman? ¿Y no es este fuego, otra vez, el mismo y propio instrumento de los hombres dispuesto contra los hombres?
"Un viento furioso arrasa y dispersa todo / Llamas enormes se alzan y mueven en círculo / Todo se quema ahora / Y ustedes se quedan mirando / de brazos cruzados / se quedan mirando mientras / nuestra pobre aldea está en llamas / puede que llegue el momento en que el fuego los alcance y sólo quedarán cenizas y muros negros."
…"Está en llamas, hermanos, está
en llamas", es la severa advertencia del poema, "nuestra pobre aldea
está en llamas". "El socorro sólo puede llegar / si
ustedes vuelven sobre el amor / que una vez nos inspiró la aldea";
Gebirtig nos invita a salir de la indiferencia por la vía del amor que,
una vez inspirado, demanda de nosotros, si es que todavía hay un nosotros,
una revelación amorosa que también es una reacción: "Tomen
las herramientas necesarias y apaguen el fuego con vuestra propia sangre / Muestren
lo que pueden hacer". Nos invita, sencillamente, a no permanecer ahí
mirando cómo ese viento salvaje nos devora y consume. Pero, yo me pregunto
hoy, como nos preguntábamos entonces: ¿hay alguna chance, hay
una posibilidad concreta, cierta, de intervenir amorosa y racionalmente sobre
la historia cuando la violencia humana, en su movimiento ciego y acaso necesario,
despliega su fuerza, o sólo resta la resignación de esperar que
ella misma, como una naturaleza ausente de todo principio moral, como una tormenta
que pasa, se agote y se rinda parcialmente hasta reencontrarla más allá
o más acá, más tarde o más temprano, otra vez activa
e incontrolable entre nosotros?
Volvió a sentirse viva luego de un tiempo que para ella fueron siglos.
La palidez de su rostro contrastaba con el bullir de la sangre en su palpitante corazón.
Había vuelto a recordar.
Sintió la imperiosa necesidad de tomar fuertemente la cadena que rodeaba su arrugado cuello y procedió a abrir con sus manos temblorosas el colgante.
Pudo leer, nuevamente, aquella amarillenta frase:
"Antes que mi luz se extinga quiero decirte que te amo".
Secó lentamente las lágrimas que corrían por su cara con un pequeño pañuelo.
La niña, con gestos de preocupación, corrió a su encuentro y se abrazó fuertemente a ella,
Pensó, entonces, que quizás la vida no había sido tan injusta después de todo.
Fuentes consultadas
Autor:
Mario Alberto Geller
Datos biográficos:
País: Argentina
Ciudad: Buenos Aires
Fecha de nacimiento: 22 de Diciembre de 1958
Estudios cursados: Análisis de sistemas
Profesión: Analista
Datos de la monografía:
País: Argentina
Ciudad: Buenos Aires
Fecha de la monografía: Noviembre de 2010
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