Réplica de Simón Royo a "Filosofía para una nieta" (de Manuel Rojo). Simón Royo- La Caverna de Platón (página 2)
Enviado por Simón Royo Hernández
Como hemos visto con el ejemplo de Nietzsche, el filósofo condena al erudito y su febril detallismo historiográfico, pues la proximidad de los árboles le impiden a menudo ver el bosque, motivo por el cual Schopenhauer dijera que no le importaba morir y ser devorado por una miríada de gusanos, pero que le horrorizaba que cuando muriese una miríada de catedráticos de universidad se pusieran a roer su obra. Y desde luego que, de los aficionados no se preocupaba, pues no los consideraba capaces de hincarle el diente a su Die Welt als Wille und Vorstellung[xii][xii]. Pero si bien vemos que hay que tener cuidado con que la cercanía del árbol te impida ver el bosque, también habrá que tener cuidado también con lo contrario, con que la distancia del bosque no deje ver la fauna y la flora que lo habitan Pero el propio Nietzsche no sólo era un gran erudito en la filosofía clásica sino que se familiarizo enormemente con una serie de pensadores, con los que llegaría a dialogar y discutir: "Cuatro parejas de hombres no han rechazado mis sacrificios: Epicuro y Montaigne, Goethe y Spinoza, Platón y Rousseau, Pascal y Schopenhauer" (Nietzsche Humano demasiado humano II. Miscelánea de opiniones y sentencias, §408).
II.
Respecto a la Filosofía se puede ser autodidacta y lector procaz o tardío, erudito o/y profesional, especialista o generalista, e incluso Filósofo. En sí mismas todas esas formas de relacionarse con la filosofía nada tienen de indigno y mucho de meritorio. Un gran erudito como Werner Jaeger, escritor de la monumental Paideia, merece los más grandes respetos, elogios y agradecimientos, también el aficionado o el joven cuando se inician en la reflexión y se encaminan sinceramente hacia la filosofía, realizando entonces ejercicios que pueden compartir con los demás y que son como una antesala más de la filosofía, pero no creemos que nadie discuta que Platón, el filósofo, es más estimable que John Burnet, el gran especialista en Platón (aunque el segundo sea muy respetable también), que Hegel, el filósofo, es más estimable que Jean Hyppolite, el gran especialista en Hegel, o que Nietzsche, el filósofo, sea más estimable que Andrés Sánchez Pascual, el gran especialista en Nietzsche. Los especialistas en un autor suelen ser, además, traductores del mismo, como los citados con anterioridad, e incluso hay muchos casos en los que los trabajos de especialista y la condición de filósofo coexisten, ya que por poner un ejemplo clarísimo, el filósofo Heidegger era un especialista magnífico en el filósofo Nietzsche, aunque no lo leyera sólo como especialista sino también como pensador que dialoga con otro pensador para desarrollar su propio pensamiento. En España el filósofo Agustín García Calvo es, además o previamente, un gran erudito y filólogo, y vive de dar clases de latín en la Universidad.
Por todo lo antedicho, vemos que el interés por decantar la reflexión de estilo filosófico del lado del amateur en contraposición a la fiebre erudita del profesional parece ser siempre, tan sólo, una necesidad psicológica de quien quiere hacer filosofía y nunca ha podido poner los medios formativos necesarios para su ejercicio. Pero en tales casos un estudio sistemático de alguno de los autores que les interesan a los aficionados o amateurs no estaría nada mal, para orientarse en el pensamiento y poder darse cuenta de que no todo es relacionable con todo, que Russell y Hesse apenas en ciertos aspectos políticos se podrían conjuntar, mientras que el autor de: ¿Por qué no soy cristiano?, no puede ser más que enemigo y antagonista, en la guerra (pólemos) no sangrienta pero también decisiva de las ideas, respecto del autor de Siddharta.
Célebre autodidácta es, por ejemplo, el lucidísimo Rafael Sánchez Ferlosio, eso si entendemos por autodidácta quien nunca ha cursado unos estudios oficiales ni obtenido unos títulos académicos, pero el caso que mentamos no es en absoluto el de alguien que no haya pasado por la disciplina de la sistematicidad, erudición, rigor kantiano, de un modo mucho más firme que muchos académicos, simplemente lo ha pasado por su cuenta, transitando por otras vías los mismos caminos y adquiriendo por otros medios las mismas aptitudes y capacidades. Luego el señor mayor que nos interpela con su escritura tiene razón en que no es absolutamente imprescindible el paso por unos cursos y titulaciones, pero carece de ella cuando minusvalora o desprecia lo que unos estudios en regla pueden aportar, no mostrándose dispuesto a adquirirlo por otros medios, o lo que es peor, pensando que eso no tiene importancia. O que cualquiera que tenga mucho corazón y se ponga frente a un libro será capaz de entenderlo y cualquiera que se ponga frente a una página en blanco será capaz de escribir. Hace falta como mínimo estar alfabetizado para poder leer y escribir, pero mucho más que estar alfabetizado para poder leer y escribir filosofía. No es lo mismo leer el Marca que leer a Aristóteles y la diferencia entre ambos lectores estriba en que no todo lector del Marca puede entender a Aristóteles, mientras que todo lector de Aristóteles, no tendrá ninguna dificultad en entender el Marca. En fin, ¡qué gran ocasión nos brinda el sr.Rojo para el debate y la reflexión! (al menos en eso le tendremos que estar agradecidos).
Respecto al texto que nos brinda Manuel Rojo el problema es que no ejemplifica lo que critica, como hace un texto de Séneca, aquél en el que el sabio estoico criticaba la erudición, pero demostrando dominarla y hallarse, por así decirlo, por encima de ella[xiii][xiii], (como hiciera Nietzsche en su juventud al criticar a los filólogos); pero el sr. Rojo no está por encima de lo que condena y su filosofía es mundana sin sobrepasar ni superar a la académica, con lo cual su crítica no viene desde arriba sino desde abajo y carece de fuerza, aunque tenga motivación e ilusión.
M.Rojo dice que es aficionado a la filosofía como lo es a la Astronomía. Distingue entre aficionados y profesionales, pero no establece mayores distinciones. Aficionado a la astronomía soy yo, profesional, quien trabaja en el observatorio de Tenerife, pero astrónomo, astrónomo sólo lo son gentes como Copernico, Kepler y Galileo. Yo también soy aficionado a la astronomía, de pequeño me compré una carta celeste y un pequeño telescopio porque quería ser astrónomo, pero luego descubrí que para ser astrónomo había que aprender muchas matemáticas y, con el absurdo modelo de ciencias o letras (en lugar de ambas) me decanté finalmente por las humanidades, donde acabé aprendiendo que si para ser astrónomo hacen falta las matemáticas para ser filósofo hacen falta también algunas cosas especializadas, aunque no lo parezca, como conocimientos en ciertas lenguas, familiaridad con la historia de la filosofía, corrientes, autores y doctrinas, así como un largo ejercicio de las reglas del razonamiento lógico. A quien no haya tenido tiempo hasta el momento de adquirir tales medios sólo puede recomendársele que sin tardanza los adquiera, bien mediante unos estudios reglados, bien mediante otras vías más personalizadas, pero no podremos alentar el que se los desprecie por no poseerlos.
En mi caso particular, respecto a lo de convertirme en filósofo, sólo puedo decir que sigo en ello (que mis estudios y escritos son ejercicios encaminados a convertirme en Filósofo) pero que, con todo ello, se puede convertir uno en un erudito, no en un filósofo; siendo cierto que precisamente eso mismo necesario para llegar a hacer filosofía puede llegar a ser lo que más la entorpezca, pero siendo igualmente cierto también, que sin ello, sin pasar por ello e intentar ir más allá de ello, no hay filosofía que valga.
La visión del señor Rojo de la Filosofía es muy frecuente y está muy extendida y por eso es muy digna de atención. Da la pauta de un sentir general, en la línea de El Mundo de Sofía, aunque quedarse allí y no ir más allá no me motiva mucho, por más que pueda llegar a entender, si me esfuerzo un poco, su relevancia social y cultural como medio de divulgación.
Esa visión es un signo, no obstante lo antedicho, de la lectura y el estudio encaminado a justificar nuestros propios prejuicios (creemos verdadero lo que nos place y falso lo que nos duele), en lugar de la lectura y el estudio encaminados a arrancar de raíz nuestros prejuicios. Spinoza insta a pensar sin dejarse influir por las pasiones, y lo cree posible; Nietzsche, sin embargo, considerará eso imposible y nos advertirá contra el embrujo hedonista del conocimiento, instándonos a buscar las verdades duras, dolorosas, como prueba de que no sea el placer el que nos influya en el asentimiento. Pero no basta sentir dolor (o placer) leyendo un libro de filosofía para ser filósofo, filosofar no es sentir, tampoco el sólo razonar (algo más amplio y que es propio de todos los seres racionales). Luego algo distinto a sentir y razonar ha de ser el filosofar.
El título de la Carta: "Filosofía para una Nieta", es muy bonito, pero es el de aquel que se considera Filósofo (sin seguramente ser capaz de dar la referencia de las citas que pone, ni distinguir entre conceptos como los de sentir, razonar, filosofar: no es lo mismo comprender a Séneca que disfrutar leyendo a Séneca, (y no es lo mismo leerlo en español que leerlo en latín) pues muchas personas disfrutan leyendo la Biblia pero ¿la comprenden?), la Carta habría mejor que titularse: "Carta a una Nieta sobre la Filosofía", lo cual no daría lugar al equívoco de una concepción tan laxa de lo que es la filosofía y lo que es filosofar.
Lo que Voltaire dijese de Platón siempre será irónico, como en su cuento Le songe de Platon, pero en la cita que se nos propone en la Carta da la impresión errónea de que Voltaire estaría de acuerdo con la inmortalidad del alma, cosa falsa, luego el abuelo engaña a la nieta si es que llega a sugerir tales cosas. Respecto a algunas recomendaciones a la Nieta, también dejan mucho que desear, al menos pedagógicamente, como la de que: "Tú tienes que estar siempre satisfecha de ti. Si no es así es que no actúas de acuerdo con tus deseos, y eso no debes hacerlo jamás". (Con razón luego en clase no se les puede enseñar nada, pues es "contra sus deseos"). Y que conste que ya no trabajo como profesor, sino como vigilante nocturno (mi profesión, de lo que me alimento y pago el alquiler) y que poca gente hay tan crítica como yo con las instituciones de enseñanza secundarias o terciarias[xiv][xiv]. Sin embargo, siempre he estado en contacto con esas instituciones y con quienes las frecuentan. ¿Por qué? Pues porque pese a todos sus defectos es en esas instituciones donde se puede encontrar a otros ciudadanos con los mismos intereses que los tocados por el afán de la reflexión. Porque pese a la corrupción de la universidad o la locura de la secundaria, en la primera se pueden llegar a adquirir unos conocimientos propedéuticos indispensables para la filosofía y en la segunda se puede llegar a enseñar el amor a una disciplina pese a lo aburrido y pesado que pueda ser el absorber sus rudimentos.
Si Fidias es escultor y arquitecto y no albañil, Séneca es filósofo y no charlatán y Galileo es astrónomo y no contable, ya sabemos de algún modo lo que sería ser escultor, filósofo o astrónomo, sería ser como Fídias, como Séneca o como Galileo. Luego estoy de acuerdo con el sr. Rojo en que "la capacidad de expresar la belleza y la verdad son solo el privilegio de algunos", aunque bien pudiera ser el privilegio de muchos, o no ser siquiera un privilegio, sino un derecho y una necesidad social, explicación a mi juicio de lo que se ha llamado el milagro griego y que no tiene nada de milagroso, pues depende tan sólo del ocio, renta y formación con que cuenten los ciudadanos[xv][xv].
En lugar de la metafora griega de "ver" para conocer, el sr. Rojo emplea la semítica de "oir, escuchar", otorgando a su texto un aire más mesiánico que filosófico. Tras lo que sigue la minusvaloración propia: "Los demás no somos capaces de captar tanta grandiosidad como no sea a través de sus palabras". ¿Y entonces? ¿Para qué leer a Séneca si no es para convertirse en un Séneca? ¿Las palabras del sr. Rojo son incapaces? ¿Es falsa modestia? ¿A través de las suyas, qué pretende?.
Ahora sí que ejemplifica lo que critica, pues así como Séneca ejemplificaba la virtud de la erudición al tiempo que la criticaba al haber llegado más allá, el señor Rojo ejemplifica el vicio del doctrinarismo al tiempo que condena todo adoctrinamiento.
En su texto, como en toda aquella parte del estoicismo que alimentó al cristianismo, alienta la soteriología y el mesianismo salvífico. Pero su texto, pese a emular en el plano formal (Carta dirigida al lector) la escritura del príncipe del estoicismo, finalmente no está muy lejos del Más Platón y menos Prozack o de los manuales de autoayuda.
Al final nos encontramos realizando una réplica al Sr. Rojo, cuyo único delito parece ser el de haber realizado una bonita carta para su pequeña nieta y hacer gala de una bondad que carece de espinas (Nieta que espero que se trate de alguien de ocho o diez años y no de dieciocho, porque si le habla en ese tono y le explica de esa manera a alguien de 18, el infantilismo crónico que puede provocar es de espanto). Pero la réplica nos viene exigida por su noción de Filosofía, su crítica al profesional y la pretensión contradictoria de emular a Séneca en forma y contenido (logrando la fácil forma pero no alcanzando el difícil contenido) mientras se mantiene, al mismo tiempo, que emular a Séneca no es posible, pues ya lo ha dicho todo. ¡No señor! Séneca no lo ha dicho todo, sus textos, como los de Voltaire y tantos otros son sin duda magníficos, pero nadie lo ha dicho ya todo y, es más, todos los textos son discutibles y criticables, al menos en alguna de sus partes. El seguir ciega y absolutamente a un autor u otro no es propio de quien reflexiona sino de quien se deja manipular, como el religioso, como quien necesita sacerdotes, directores espirituales, adoctrinadores. El buen brahmín podría enseñar a la vieja ignorante a dudar, pero para esa enseñanza no habría estado nada mal que le hiciese aprenderse lo de la duda metódica cartesiana o el significado de la palabra griega epoché en el escepticismo. Distinguimos por tanto, aquí, entre aficionado a la filosofía, profesional de la historia de la filosofía y filósofo. Pues ya decía Heráclito que: "Una gran erudición (polimathes) no enseña (didasko) la inteligencia (nous)" (22DK40). Pero como no todo está dicho allí, en el fragmento citado de Heráclito, habría que añadir: no, no la enseña, pero puede ayudar a desarrollarla. ¿O acaso se desarrolla por ciencia infusa o aparición del espíritu santo?
Finalmente, respecto a este apartado, recomendar a todo aficionado que se especialice en cierta medida y se interdisciplinarice en lo posible, al menos lo suficiente como para poder subir la escalera que lleva del aficionado, pasando por el especialista polivalente, hasta llegar al maestro ya filósofo. Pues hay inevitable y generalmente que pasar del filo-sophos al mathematicus y de éste, al sophos. Aunque puedan haber excepciones de forma extraordinaria.
III.
Tonio Kröger, el escritor trasunto del propio Thomas Mann y reflejo biográfico de todo auténtico pensador, nos explica muy bien el problema cuyo diagnóstico intentamos aquí pronosticar. El artista, el creador, el filósofo, lo es en la medida en que su vida está primordialmente orientada hacia el arte, la creación y la filosofía. Su anomalía, su locura[xvi][xvi] le sitúa en una espantosa soledad, en un aislamiento insoportable que rompe cuando se integra entre las personas, en la normalidad, porque ¡también él es una persona!, aunque haya llegado a ser algo más terrible y extraño, un engendro al que ya no se le puede denominar persona. El filósofo se ha esforzado por quitarse las máscaras y lo ha logrado en mayor medida que los oi polloi, y, sobre todo, se ha quitado esa máscara de los muchos, si bien a veces descansa, al ponérsela, de la tensión de afrontar el viento con su cara desnuda. No se puede ser artista, creador o filósofo los fines de semana. No es un pasatiempo ni una cuestión al alcance inmediato de la mano. El sentimiento de las personas lleva, en el mejor de los casos, a la empalagosa, inoportuna y trivial filosofía, propia del aficionado: "Nosotros los artistas no desdeñamos a nadie tanto como al aficionado, al ser viviente que cree que por encima de todo puede llegar a ser ocasionalmente un artista. Le aseguro, Lisaveta, que esta clase de desdén corresponde a mi temperamento más íntimo. Me encuentro en una sociedad de gentes de buena familia; comemos, bebemos y conversamos; reina la máxima compenetración y me siento muy contento de poder pasar inadvertido durante un rato en medio de un grupo de personas sin importancia y completamente «normales» como si fuese uno de los suyos. De repente (esto ya me ha ocurrido más de una vez) se levanta un oficial del Ejército, un teniente, por ejemplo, un muchacho guapo y apuesto, al que nadie hubiera sospechado nunca capaz con su uniforme de proceder sin serenidad, y con palabras humildes solicita permiso para leernos unos cuantos versos que ha compuesto (…). Su trabajo trata de música y de amor; en una palabra, unas líneas tan profundamente sentidas cuanto desprovistas de interés (…). Lo primero que impresiona mi conciencia es sentirme partícipe en la responsabilidad que a todos nos atañe, por la perturbación que aquel joven poco reflexivo ha provocado en la reunión, y ¡qué duda cabe!, también en mí, puesto que ha osado tocar mi oficio con sus manos de chapucero para mejor atormentarme. Y lo segundo, que aquel hombre, ante cuya personalidad y ante cuya existencia yo sentía momentos antes el más profundo respeto, se hunde de repente ante mis ojos, se rebaja y se envilece. Me invade entonces cierta benevolencia compasiva. Me acerco a él, tal como lo hacen otros caballeros de buen corazón y harto complacientes, y le dirijo la palabra. <Le felicito -me oigo decir-, señor teniente… ¡Qué gran talento! Realmente ha sido maravilloso…>. Y falta muy poco para que le dé unos golpecitos en el hombro (…). ¡Su culpa! Allí estaba (…) el error de suponer que está permitido coger una hojita, una sola hojita, del laurel del arte sin pagar por ella con toda su vida" (Thomas Mann Tonio Kröger. Editorial Plaza & Janés. Barcelona 1984, cap.IV, pp.174-176).
Pero consagrar la vida entera al estudio no es, sin más, equivalente a consagrar la vida a la filosofía: "Un gran erudito y una gran cabeza vacía -son cosas que más fácilmente pueden encontrarse bajo un mismo sombrero" (Friedrich Nietzsche De la utilidad y los inconvenientes de la historia para la vida. Cap.6). ¡Hace falta algo más que técnica! Lo cual puede constatarse muy claramente en el mundo de la música. Hay entre los músicos muy buenos ejecutantes, personas que dominan, por ejemplo, la técnica de tocar el piano al máximo nivel. Pero no son más que ejecutantes y de entre ellos, destaca un Horowitz, porque además de dominar también la técnica a la perfección tiene algo más, algo propio y de lo que carecen los otros, tiene estilo. La construcción del estilo es lo más difícil y surge siempre tras el dominio de la técnica, nunca antes. El gran estilo es lo propio de los creadores, artístas y filósofos, valgan aquí las redundancias. No vale nada el pintor que realiza arte abstracto por su incapacidad y falta de dominio del arte figurativo sino aquel que dominando a la perfección el arte figurativo experimenta las imposibilidades y limitaciones que tal medio de expresión conlleva, volcándose entonces sobre la transgresión de tales impedimentos y abriendo nuevos caminos. Por eso, en la filosofía igualmente, para pensar en filosofía contemporánea es imprescindible haber pasado por la filosofía clásica, no siendo el que quiere estar a la última y no lee ningún libro que no se acabe de publicar sino el seguidor de una moda.
El erudito, el profesor, el doctor, el hombre cultivado o docto, es a menudo un hombre que parece sabio sin serlo, es un fraude y en realidad, un ser mediocre: "El docto tiene también, como es obvio, las enfermedades y defectos de una especie no aristocrática" (Nietzsche Más allá del bien y del mal, §206). ¿No es esquizoide la duplicidad filósofo y funcionario? ¡Si, claro que lo es! Como esquizoides son la mayoría de las circunstancias vitales de la sociedad moderna respecto a la realización de cualquier tarea artística o filosófica. La duplicidad trabajo asalariado vs. trabajo libre nos atrapa hoy a todos, estamos divididos, pero unas duplicidades pueden ser menos onerosas que otras, siendo la consecución del verdadero ocio, de las tres cuartas partes de la jornada para el trabajo activo, libre y en ningún modo perezoso, de la creación, una necesidad para poder llevar a cabo cualquier pensamiento que se pueda ganar tal nombre, más allá de la opinión. Se me dirá que no se ha tenido tiempo pero responderemos con Séneca que no vive más quien vive más largamente o con Epicuro que nunca es pronto ni tarde para hacerse con la filosofía. Pero cuidado con esas hojitas del arte de las que hablaba Kröger: "Mucho se ha conseguido cuando a la gran masa (a los superficiales, a los intestinos veloces de toda especie) se le ha infundido por fin el sentimiento de que a ella no le es lícito tocar todo; de que hay vivencias sagradas ante las cuales tiene que quitarse los zapatos y mantener alejada su sucia mano. A la inversa, respecto a los denominados hombres cultos, en los creyentes de las «ideas modernas», acaso ninguna otra cosa produzca tanta náusea como su falta de pudor, su cómoda insolencia de ojo y de mano, con la que tocan, lamen, palpan todo". (Nietzsche Más allá del bien y del mal, §263). El atrevimiento es necesario pero sin olvidar el pudor y la humildad. No ha de llevar la última al menosprecio ni el primero a la vanidad, sino que con respeto y arrojo al mismo tiempo hay que caminar sin descanso por las escarpadas sendas que conducen a la filosofía.
Autor:
Simón Royo
[i][i] Eminentemente en diálogos como La República; El Sofista; El Parménides; Las Leyes….
[ii][ii] Eminentemente en obras como su Metafísica; el De anima; la ética a Nicómaco….
[iii][iii] Eminentemente en la Summa Theologica…
[iv][iv] Eminentemente en su Ethica demostrata more geometrico…
[v][v] Eminentemente en sus tres críticas, destacando su Crítica de la razón pura…
[vi][vi] Eminentemente en su Fenomenología del Espíritu; en la Ciencia de la Lógica; en su Lógica y en la Enciclopedia…
[vii][vii] Eminentemente en sus Investigaciones Lógicas…
[viii][viii] Eminentemente en su El Ser y la Nada, y en su Crítica de la razón dialéctica…
[ix][ix] Eminentemente en el Tractatus y en las Investigaciones filosóficas…
[x][x] Eminentemente en su obra Ser y Tiempo…
[xi][xi] Cfr. Friedrich Nietzsche Nachgelassene Fragmente, 1873, 29 [56].
[xii][xii] Libro clásico del que sin embargo no contamos en español con una traducción aceptable.
[xiii][xiii] Séneca Sobre la brevedad de la vida 13.1-7 (y cfr. ss) Trad. Diálogos. Editora Nacional: "13.1. Es largo enumerar uno por uno a aquellos cuya vida consumió el juego de los latrunculi, la pelota o el afán por tostar su cuerpo al sol. No son ociosos aquellos cuyos placeres suponen mucho trabajo. En efecto, nadie duda de que estén atareadísimos aquellos que se entregan al estudio inútil de las letras; éstos son ya ejército nutrido también entre los romanos. 2. Propia de los griegos fue esta enfermedad: investigar qué número de remeros tenía Ulises, si se escribió antes la Ilíada o la Odisea, y además si son del mismo autor; en fin, otras cosas de ese mismo tipo que, en caso de que se guarden para uno mismo, de nada sirven a un conocimiento interior, en caso de que las manifiestes, no pareces más sabio, sino más impertinente. 3. He aquí que también ha invadido a los romanos el afán por aprender cosas superfluas (*).
Estos días he oído a una persona que contaba qué cosas había hecho por primera vez cada uno de los generales romanos: Duilio (**) el primero venció en una batalla naval, Curio Dentato el primero introdujo elefantes en una celebración de triunfo. y todavía estas cosas, aunque no tienden a una gloria verdadera, por lo menos, tratan de ejemplos de cuestiones cívicas. Una ciencia así no va a servir de nada, pero es tal que nos atrae con la vana apariencia de los hechos. 4. Por eso, dejemos en paz también a los que investigan quién convenció por primera vez a los romanos de que subieran a una nave (fue Claudio, llamado Caudex por la siguiente razón, porque la unión de varias tablas antiguamente se llamaba caudex, de ahí que las tablillas oficiales se llaman codices; ahora incluso, las naves que transportan mercancias por el Tíber se llaman codicarae) (***); 5. aceptemos que también esto es importante: que Valerio Corvino sometió el primero Mesana y el primero de la familia de los Valerios fue llamado Mesana por adoptar para él el nombre de la ciudad tomada y, poco a poco, al cambiar las letras el vulgo, se le dijo Mesala. 6. ¿acaso también permitirás a alguien que se preocupe de que L. Sila, el primero, ofreció en el circo leones sin atar (siendo así que en otros lugares se ofrecían atados) y que fueron enviados por el rey Boco flecheros para acabar con ellos?. Dejemos también pasar esto, ¿acaso también va a servir de algo bueno que Pompeyo, el primero, ofreciese en espectáculo en el circo la lucha de dieciocho elefantes contra hombres inocentes, siguiendo la costumbre de las batallas?. El hombre más destacado de la ciudad, y entre los más destacados de la Antigüedad, según cuenta la fama, consideró un tipo de espectáculo destinado a recordar su enorme bondad el acabar con los hombres por un sistema nuevo. ¿Luchan hasta el final? Es poco; ¿se desgarran? Es poco. Que sean aplastados bajo el inmenso cuerpo de los animales. 7. Mejor sería dar esto al olvido, para que ningún hombre poderoso aprendiera después y sintiera envidia ante acción tan poco humana. ¡Qué bruma arroja sobre nuestras inteligencias una gran felicidad! El creyó que estaba por encima de la naturaleza cuando podía arrojar montones de desdichados a fieras nacidas en otros lugares, cuando podía provocar una guerra entre animales tan distintos, cuando podía derramar abundante sangre en presencia del pueblo romano, él, que iba a obligar a derramar luego más. En cambio, él mismo, engañado después por la perfidia alejandrina se ofreció al último de los esclavos para que lo traspasara, dándose cuenta, al fin entonces de la estúpida jactancia de su nombre (****)".
NOTAS DE LA NOTA:
(*) A partir de aquí, con el pretexto de ejemplificar la vaciedad de algunos conocimientos, Séneca hace un verdadero alarde de poseerlos. Que tal pasión por dominar cuestiones futiles estaba de moda, nos lo confirma Suetonio refiriéndose a Tiberio (Tib. 70,3); también hablan de ello Juvenal (7,232 y ss.) Y Aulo Gelio (XIV 6). En este último un capítulo entero está dedicado a ejemplificar esa manía en un personaje concreto, amigo suyo. Al hablar de "si se escribió antes la Ilíada o la Odisea, y además si son del mismo autor" se está enunciando el tema denominado La cuestión homérica, que desde la antigüedad venía debatiéndose. En el siglo XIX surgirían las dos posturas aún vigentes respecto al problema, la de los analíticos y los unitarios, defendiendo el joven Nietzsche la segunda, en su disertación inaugural como catedrático de Basilea, desde unos postulados románticos y al estar contra la erudición (filológica e historiográfica); pero precisamente, al igual que Séneca, estando en contra de la erudición por haberla rebasado con mucho, y ejemplificando poseerla en cada momento de criticarla, (lo que se refleja también en la segunda de sus Consideraciones Intempestivas). Sobre la "cuestión homérica" cfr. Web Ideasapiens: Las fuentes escritas de Grecia.
http://www.ideasapiens.com/antropologia/fuentesescritas_%20degrecia.htm
(Diciembre de 2001).
(**) Cesón Duilio Nepote fue efectivamente el primer general romano que venció en una batalla naval (Mylae) a loscartagineses, en el año 260 a. C. La columna rostral, llamada de Duilio, nos da cuenta precisamente de esa batalla (CIL 1225). Cicerón lo cita (Orator 153) a propósito de la transición fonética Duellium > Bellium.
(***) Apio Claudio Caudice (cónsul 264 a. C.), hijo de Apio Claudio el Ciego. Venció a Hierón II ya los cartagineses en los inicios de la primera guerra pÚnica. La intervención tuvo como pretexto el acudir en ayuda de los mercenarios mamertinos que estaban bloqueados en Mesina por cartagineses y griegos, estos últimos al mando de Hierón II, rey de Siracusa. Suetonio (Tib. 2,1) lo cita como el primero que cruzó el estrecho con una flota y expulsó a los cartagineses de Sicilia.
(****) Magno.
[xiv][xiv] Educación contra mercado: La filosofía y la formación política de la ciudadanía. http://www.filosofia.net/materiales/num/num11/num11s1.htm
[xv][xv] GLOBALIZACIÓN. Revista Web Mensual de Economía, Sociedad y Cultura http://www.rcci.net/globalizacion/index.htm
FEBRERO DE 2001: Comunidades de hombres frente a sociedades de mercancías: http://www.rcci.net/globalizacion/2001/fg160.htm
[xvi][xvi] Platón Fedro 245a: "El tercer grado de locura y de posesión viene de las Musas, cuando se hacen con un alma tierna e implacable, despertándola y alentándola hacia cantos y toda clase de poesía, que al ensalzar mil hechos de los antiguos, educa a los que han de venir. Aquel, pues, que sin la locura de las Musas acude a las puertas de la poesía, persuadido de que, como por arte, va a hacerse un verdadero poeta, lo será imperfecto, y la obra que sea capaz de crear, estando en su sano juicio, quedará eclipsada por la de los inspirados y posesos".
Página anterior | Volver al principio del trabajo | Página siguiente |