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Lo que me contó mí abuela (cuentos del folklore salvadoreño)

Enviado por Jorge Joya


Partes: 1, 2

  1. Abuela cuéntame un cuento
  2. El Justo Juez de la Noche
  3. Los Inicios de la Siguanaba
  4. El Cipito

Tres cuentos del folklore salvadoreño con un toque diferente. La relación entre una abuela y su nieto, la forma distinta de la que cada uno mira la vida. Cada cuento tiene un mensaje positivo o de crítica. Como dije anteriormente son los cuentos o leyendas que todo Salvadoreño hemos escuchado, pero escritos con un toque diferente, cuyo propósito es ayudar y no infundir miedo.

La sencillez y pureza del corazón de los niños, llega hasta donde el infinito termina.

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Titulo original: Lo que me conto mi abuela

© Jorge A, Joya, 2015

www.Jorgeajoya.com

Reservados todos los derechos. No se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por escrito del titulare del copyright. La infracción de dichos derechos puede constituir un delito contra la propiedad intelectual.

Abuela cuéntame un cuento

Dime cual quieres mi niño. El pequeño niño viro los ojos hacia el techo de la casita, la parte blanca de sus ojos al girarse casi de una manera antinatural hicieron que su iris se perdiera dentro de sus ojos, y esto hacia que sus dos luceros lucieran extraños.

"Eso está difícil abuela". ¿Por qué? Pregunto la viejecita, porque el de la vieja chichuda me da miedo, pero es uno de los que más me gusta, el del sipote panzón con el gran sombrero también me gusta, pero por ratos me aburre, contesto el niño. Bueno entonces escojo yo el cuento que te diré. Si abuelita tú escoge el que más te guste.

El pequeñito tendría, entre 3 y 5 años era difícil saber con exactitud su edad, debido al grado de desnutrición, su piel era del color del cacao, unos ojos grandes color negro, el cabello de un color extraño entre negro y café, de mejillas rosadas y unos dientecitos que cuando sonreía parecían perlas.

Este pequeñín vivía únicamente con su abuela, una señora de unos 85 años, ya jubilada, había sido maestra de primaria por más de 60 años, todos los meses le llegaba su pensión de 100 colones, que apenas alcanzaban para mal comer.

Juancito quedo al cuidado de su abuela paterna, cuando su padre se fue a la guerra, y su madre lo abandono, para irse con el hijo del carnicero del pueblo. Te contare.

El Justo Juez de la Noche

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Hay abuelita ese me da miedo, primero déjame cerrar la puerta con la tranca, para que no se nos meta el juez a la casa, acto seguido salió de la cama completamente desnudo, corrió hasta la puerta de la casucha vieja, tomo un travesaño de madera que servía para asegurar la puerta desde adentro, con mucho esfuerzo y pericia logro pasar el tronco entre dos piezas de madera que servían de seguro. Regreso corriendo, se metió dentro de la cama y dijo, "estoy listo abuelita".

La viejecita se sentó junto a Juancito, justo cuando esta estaba lista para iniciar el cuento, el niño se levantó nuevamente de la cama y agarrando su parte masculina, y cerrando sus dos piernitas dijo, "Te vas a tener que esperar abuela me estoy miando", y si me acuesto así te voy a miar toda la espalda. Fue nuevamente a la puerta removió el travesaño y salió de la casita.

El escusado estaba hecho de pedazos de madera viejos, que únicamente protegían del viento y no de ojos curiosos de algunos vecinos, era un agujero cavado en la tierra de unos 10 metros de profundidad, este agujero estaba coronado por un asiento de madera para poder hacer, las necesidades de las que ninguno de nosotros estamos exentos.

Juanito subió sobre una pequeña sillita, que su abuela había hecho para que su nietecito se pudiera sentar sobre el asiento. Juanito comenzó a hacer caca. Cada vez que hacia esto le gustaba hacer el menor ruido posible, para así escuchar cuando la caca caía en el fondo del agujero, siempre gritaba "adiós caca", "cuídate caca".

Termino de hacer sus necesidades, tomo un pedazo de papel periódico y se limpió, para luego salir disparado donde su abuelita, tan pronto entro a la casita, inicio el ritual de poner el travesaño para asegurar la puerta.

¡Ya! abuela ya estoy acá, fíjate que si no hubiera ido a miar también me hubiera cagado, hubieras visto la gran caca que me salió, si hubieras estado allí con migo te habrías asustado, hiso un ruido tremendo, y hasta me dio aire en las nalgas cuando cayó al fondo. Ahora cuéntame el cuento del justo juez de la noche.

La abuela tomo al niño, y lo sentó sobre su regazo. Los ojos de su nietecito brillaban con el brillo que exclusivamente da el amor, y el cariño que únicamente en los ojos de los inocentes pueden brillar.

Era se una vez en un pueblo lejano, donde vivía un niño muy malcriado, que lo único que tenía era una viejecita que lo quería mucho, la viejita le decía al niño, mira mi hijo no salgas de noche, que es muy peligroso. Pero el niño nunca hacia caso, siempre se escapaba para ir a robar la fruta de los árboles de los vecinos.

"Espérate abuela tú ya me estas jodiendo", si solo fue una vez que me robe un mango de donde doña maría, y lo peor es que ni me lo pude comer, porque estaba podrido me salió con gusanos.

No Juancito yo no hablo de ti hablo de otro niño que se parece a ti. ¡A bueno!, si es otro niño entonces continúa abuela.

Gracias dijo la viejita y continuo, como te decía, la viejita siempre le decía no salgas de noche, te puede pasar algo, pero el niño no hacía caso y decía que su mamá no sabía nada, además él era un hombre y podía hacer lo que quisiera. Un noche la señora se fue acostar y dejo al niño despierto, este dijo ahora vengo voy a el baño, y salió pero no para el baño, decidió ir a el rio, para tirar piedras y matar sapos. La noche estaba oscura, la luna se durmió y no había querido salir para alumbrar un poco.

Hay abuela es que la pobre luna no puede estar toda la noche alumbra, que alumbra la pobrecita, tiene que dormir. Juancito si me sigues interrumpiendo jamás terminare de contarte el cuento. Perdona abuelita linda sigue contando.

Cuando el niño llego a al rio busco muchas piedras y cada vez que escuchaba el croar de un pobre sapo o una ranita, les tiraba piedras para tratar de matarlos. Ese niño si es malo abuela. Si era muy malo dijo la abuela. Sigue abuelita quiero ver qué le pasa a ese niño malcriado.

Como te decía le tiraba piedras a todos los animalitos, justamente cuando estaba por tirarle una piedra a un gran sapo verde que salió del rio, el niño escucho una voz, con un sonido que él nunca había escuchado.

Se giró rápidamente para ver de dónde provenía aquella voz pero no vio nada, quizás sea el viento dijo el niño. Levanto la mano para tirar la piedra a él gran sapo cuando la voz volvió a sonar, y la voz dijo, la abuelita fingió una voz gutural, como un sonido de ultratumba y dijo,

"La noche me pertenece, el rio me pertenece, los sapos me pertenecen, quien osa destruirlos". Ante el sonido que hiso su abuela, Juanito se abrazó más a ella y dijo, hay abuelita si esta noche no puedo dormir es tu culpa, no me vayas a estar dando pataditas para que me no me mueva mucho, y te deje dormir porque, es tu culpa. Entonces ya no sigo contándote más el cuento, dijo la abuela. "No no no abuela tu sigue que yo ya estoy grande". Bueno dijo la abuela y continúo.

El niño malo al escuchar aquella vos se paró muy asustado, y vio por todas partes para poder ver de dónde provenía aquel sonido, pero por más que buscaba no lograba ver nada. "Hoy si jodieron a ese niño a abuela", la interrumpió Juancito. Juancito ese lenguaje tienes que cambiarlo dijo la abuela. Si lo hare abuelita pero sigue con el cuento.

La abuela continúo con su cuento. El niño malo se sorprendió al escuchar la voz y grito, "Si crees que me vas a asustar estas equivocado, a mí no me asusta nada, y ahorita voy a matar a este sapo". Justamente cuando estaba levantando la mano, el gran sapo se convirtió en un hombre muy alto, era tan alto, que los pies eran casi de un metro de largo. ¡Huy ese hombre si era patudo abuela!, si mi hijo tenía los pies grandes.

El hombre llevaba puesto un pantalón negro, camisa blanca, saco color negro, tenía una corbata alrededor del cuello, además de sostener un sombrero en su mano izquierda, toda la ropa le quedaba floja, pareciera que era de otra persona más alta que él.

La noche es mía repitió el hombre, el niño malo no lograba ver la cabeza del hombre, y se preguntaba por qué no le podre ver la cabeza, esto estaba pensando el niño malo cuando, el hombre comenzó a hacerse más pequeño hasta casi llegar a la altura del niño malo, este al ver esto quiso correr, pero sus pies estaban inmovilizados por muchos sapos y ranitas que lo tenían agarrado, quiso patalear pero no podía, quiso saltar pero era imposible, levanto la cabeza y vio que el hombre no tenía cabeza, lo que salía era humo por el lugar donde debería estar la cabeza.

El niño malo, se sobresaltó, sintió que su corazón se salía de su pecho, estaba atemorizado, mil cosas pasaron por su pequeña cabeza, quería huir del lugar pero era imposible, comenzó a sudar fuertemente, sus pequeños pies temblaban, los dientes le castañeaban, todo su cuerpo titiritaba a pesar de ser una noche caliente.

El hombre se acercó más al niño malo y dijo, -en este momento te convertiré en sapo y nunca más podrás ver a tu madre, ante esta amenaza el niño no se pudo contener más, y comenzó a llorar y suplicar que no lo convirtieran en sapo, pero el hombre hiso el menor caso del niño.

Este se quedó como paralizado cuando el hombre dijo, "yo el justo juez de la noche, el único rey de la noche, rey de todos los animales nocturnos, te condeno a convertirte en un sapo", y el encantamiento comenzó, "kueyatl, kueyatl, kueyatl te convierto en kueyatl".

La noche oscureció como nunca varios lobos aullaron, todos los sapos del rio dijeron crock, el rio se quedó sin agua, las piedras desparecieron, repentinamente todo volvió a la normalidad, el niño salió corriendo para su casa, pero cuando comenzó a caminar sintió que caminaba a saltos, bajo su cabeza para ver cuál era el problema y vio que tenía 4 patas de sapo, dio tres largos saltos y fue al rio, con la luz de la luna sobre el agua pudo ver su propio reflejo, cuando se vio se sorprendió y quedo horrorizado, lo habían convertido en un gran sapo, quiso llorar pero no pudo, una ranita que estaba cerca de el al verlo, le dijo no trates de llorar que no podrás, nosotros los anfibios no podemos derramar lágrimas, cuando lloramos lo hacemos con lamentos internas, pero yo no soy sapo dijo el niño, yo soy un niño, además mi mamá me espera en casa.

No dijo la ranita tus eres y serás para siempre un sapo, el justo juez de la noche ha dictado su sentencia y él es el único que la da y es el único que la puede quitar. ¿Dónde lo puedo encontrar?, pregunto el niño, él está en todo lugar está en todas partes dijo la ranita, pero yo no lo puedo ver dijo el niño, tu no dijo la ranita pero el si te puede ver, recuerda el mira todo lo que haces, como el día que llegaste hasta el rio, y lanzasteis piedras a todos los sapos y ranas que podías ver, el justo juez vio cuando, con una piedra mataste a mi madre, y a uno de mis hermanos, yo me salve por casualidad.

Ante esta declaración el niño se sintió triste y quiso llorar pero como era sapo no podía, vio a la ranita se acercó a ella y dijo, "Perdóname ranita por tanto daño que he ocasionado, daría cualquier cosa por retroceder el tiempo". No sapito el tiempo es como las palabras, cuando salen de tu boca no hay manera alguna de regresarlas, y lo que dices y haces marcara tu futuro para bien o para mal. Pero no te preocupes contesto la ranita, ya llore mucho internamente, además el justo juez de la noche nos pide que perdonemos a todos los que nos hacen daño. ¿Quieres que te cuente un cuento? Si dijo el niño malo convertido en sapito. Muy bien dijo la ranita pon mucha atención.

Espera abuela deja que quite este pedazo de pan que me está molestando la espalda, dijo Juancito. Ante esto la abuela respondió, hasta cuando vas a aprender Juancito que en la cama no se come, hay abuela, ¡si nomas es un pedacito de pan que escondí ayer para comérmelo ahora!, pero ya está muy duro, mejor lo tiro no vaya ser que el justo juez de la noche haga que se me quiebre un diente.

Continua abuela quiero saber que le paso al sapito malo. Y la abuela continuo, pues bien el sapito se sentó sobre una piedra color negro, cubierta de musgo. El sapito sintió lo fresco del agua del rio y dejo de pensar en su casita, mientras la ranita comenzaba la narración del cuento.

Muy bien sapito erase una vez en un país muy lejano, donde todos los seres vivos vivían en armonía, paz y mucho amor, era un lugar maravilloso donde todo mundo hablaba el mismo idioma, todos se entendían, cuando los pájaros cantaban todos sabían lo que cantaba, cuando un perro ladraba todos entendían sus ladridos, era un país hermoso, tenía un rio muy majestuoso lo llamaban rio Lempa, era muy caudaloso, tenía pececitos de muchos colores que todas las tardes al ponerse el sol salían del agua para poder hablar, y jugar con todos los demás seres vivos.

Abuela ese es un cuento los peces no puede salir del agua, y menos hablar, todo lo que hacen es mover la boca así, Juancito abriendo y cerrando su boca en forma de "O", emulo el movimiento de la boca de un pez. La abuela dijo Juancito si sigues interrumpiendo no te contare el cuento. Está bien abuela mira, Juancito junto sus labios apretó hasta que sus labios se convirtieron en dos finas líneas, junto sus dedos índice y pulgar los paso por sus labios, semejando cerrar un zipper, simulo cerrar un candado, para luego pretender que tiraba una llave lejos de su cama.

Como te contaba dijo la abuela, la ranita le explico al niño del gran rio Lempa que aparte de tener pececitos, cangrejos, camarones y un sinfín de animalitos, también bañaba con sus aguas los campos de este maravilloso país.

Todos los seres vivos estaban muy felices y vivían en armonía entre ellos y con la naturaleza, hasta que un día llego un animal que nadie conocía, era un animal que se reía de todo, y no tenía respeto por nada, dijo que su nombre era hiena y que era del áfrica o algo así, el sapito pregunto a la ranita donde estaba el áfrica, la ranita dijo que más o menos a tres días nadando por el gran mar, pero que ella no sabía muy bien porque aún era pequeña y nadie la había enseñado eso.

La ranita continuo, como te contaba la hiena que era un animal muy raro, no era perro, pero parecía, no era felino, pero parecía, era bien feo, Su pelaje era corto, un poco amarillento y rojizo, con muchas manchas ovaladas de color marrón oscuro, sus patas traseras eran más chicas que las delanteras, todos le teníamos miedo.

Una cabrita se hiso muy amiga de la hiena, y fue allí donde comenzaron todos nuestros problemas. Hay abuela esas cabras solo metiéndose en problemas, Que paso Juancito no que habías cerrado con candado esa boca. ¡Huy! se me olvido abuela pero sigue por favor.

Nuestros problemas comenzaron cuando la hiena le explico a la cabra que no era justo que el caballo comiera más que ella, si los dos vivían en el mismo lugar, que la única manera de remediar eso era por medio de una revolución, la cabrita le pregunto que era revolución, la hiena le explico que una revolución es un cambio social en la estructura de poder, o la organización de un país o una sociedad.

La cabrita no entendió nada pero, para no parecer tonta dijo que estaba bien que necesitábamos una revolución, y que si la hiena le enseñaba como hacer la revolución ella la llevaría a cabo. La hiena rio mucho y su risa impetuosa y ruidosa se escuchó por todo el país.

La hiena y la cabrita se retiraron a las montañas más lejanas del país, y comenzaron a planear la revolución, La cabrita aprendió mucho en poco tiempo, ya que era muy inteligente, y a los pocos meses regreso para dar un discurso político.

Mis abuelos estuvieron en ese discurso y contaron a mis padres, ante esa palabra la ranita se entristeció, ya que a su padre lo había aplastado un automóvil, y a su madre la había matado el niño malo, que ahora estaba convertido en sapito.

La cabrita subió al pódium y dijo: Queridos animales, sin distinción de raza o clase sociales, quiero que presten mucha atención, ya es tiempo que nos armemos de valor y luchemos contra las injusticias de este país, donde el más débil es pisoteado por el más fuerte, donde únicamente 14 razas de animales, tienen el poder, mientras nosotros la mayoría nos morimos de hambre.

Todos los demás seres vivos se vieron unos con otros y no entendían que es lo que la cabrita quería, ya que mientras ella hablaba la hiena se reía, y comía todo lo que podía comer. Esa cosa de la revolución duro por varios años, hasta que ya cansados del desorden que la hiena y la cabrita habían hecho, muchas razas de seres vivos se fueron alejando del lugar, hasta formar sus propias colonias y evitaron tener contacto con las otras razas, de esta separación nació una raza más despiadada de todas, una raza que no tiene respeto ni amor a nada, una raza cuyo único fin es hacer daño a todo ser viviente que no es igual que ellos, e incluso se matan entre ellos mismos por el único placer de matar.

¿Cuál es esa raza tan cruel?, pregunto el sapito. Esa dijo la ranita es la raza Humana, que nos mata a todos los seres vivos y a las plantas, por puro placer, esa raza que no respeta el planeta donde viven, este planeta que ellos piensan que les pertenece, además de creer que son dueños de todo lo que este planeta posee.

Esa raza es la más cruel que jamás mis ojos hayan visto. Después de la revolución, la hiena se apodero de todo lo que pudo, se alió al caballo y los animales más grandes, y dejo que la pobre cabrita que había puesto todo su empeño y sacrificio, siguiera siendo el mismo animal, mientras ella gozaba de todos los logros de la revolución.

Hay ranita yo sé que la raza humana es mala, pero no todos, existen los niños a los cuales se les puede enseñar a ser mejores seres, ante esto la ranita paro sus patitas delanteras, movió su cuello hacia adelante y dijo, "pero como podemos cambiar esto, si tú eras parte del problema", "tu viniste acá únicamente con el fin de matar".

Perdóname ranita, te juro que si volviera a nacer humano no mataría a ningún animalito nunca más.

Un poco tarde para eso dijo la ranita, luego dijo, ven sígueme te acompañare a tu casa para que veas a tu madre por última vez. Se fueron de salto en salto, hasta llegar a la casa del niño malo convertido en sapito.

Al llegar a la casita esta tenía la puerta abierta, y el sapito pudo ver a su mamá que lloraba, y decía algo pero él no podía entender nada de lo que hablaba, únicamente escuchaba un sonido que para él era incomprensible, puso su patita en su oído derecho para introducir un dedito y limpiarlo, y así tratar de entender, pero no pudo ya que no tenía dedos.

Al ver su tristeza la ranita le dijo. Pide al justo juez de la noche que te ayude para que puedas escuchar. Ante esto el sapito inclino su cabecita hasta topar al piso, y pidió al justo juez de la noche, que por lo menos le permitiera escuchar a su madre por última vez, y que después se iría para el rio y no volver jamás. No había terminado de pedir cuando, las palabras tomaron matices en sus oídos, escucho a su madre decir.

Dios mío por favor cuida a mi hijo, yo sé que es un niño malcriado, y mal educado, pero no es su culpa señor, es mía por trabajar tanto para que no le falte nada, tu sabes que trabajo casi 16 horas al día, los 7 días de la semana, pero lo hago para que a mi hijo no le falte nada, perdónalo señor y has que regrese a casa, además ayúdalo a ser mejor persona, y si algo malo le tiene que pasar a él, no permitas mi Señor, deja que todo lo malo destinado para el recaiga sobre mí.

El sapito al escuchar esto salto y salto, abrió su boca y grito mamá perdóname, te quiero mucho y prometo que cambiare, mama, eso creyó el decir pero de su boca únicamente se escuchó "Croac"," Croac".

La ranita hablo al niño y dijo, en este momento puedes pedir al justo juez de la noche que convierta a tu madre en rana, para que puedas estar a su lado. El sapito se horrorizo ante semejante sugerencia, y grito ¡no!, amo mucho a mi madre, pero nunca quiero que sufra, ya le hice sufrir mucho, lo único que pido es que el justo juez de la noche la haga que me olvide, para hacer menor su sufrimientos, con migo que haga lo que quiera, si mi destino es ser sapo lo hare con mucho gusto, sin hacer daño a nadie y lo que hice cuando era humano pido perdón, y aunque el pasado no se puede cambiar, si se puede mejorar el futuro.

Desde este momento seré el sapo más humilde del mundo, y pido al justo juez de la noche que el recuerdo de mi madre, este siempre conmigo.

Repentinamente las paredes de la casa temblaron, la noche se volvió más oscura, miles de sombras pasaron frente a los ojos del sapito, una fuerte sonrisa se escuchó

¡JAJA ¡,¡JAJA!, ¡JAJA!, el candil de la casa se apagó, el sapito quiso correr a salvar a su madre pero no pudo, las patas se habían fundido dentro de la tierra, la vos no le salía y tuvo miedo, pero no por él, tuvo miedo de que algo malo le pasara a su madre.

Sin que nadie encendiera el candil, la casita comenzó a iluminarse, de una luz blanca como la luz de la luna, la ranita que estaba junto al sapito, comenzó a crecer, y crecer hasta convertirse en un magnifico caballo, de un color negro como el azabache, de crines largas y lustrosas, con los cascos de las patas más blancos que la leche.

La ranita se convirtió en un caballo hermoso, lo único que no tenía eran ojos, únicamente dos huecos que brillaban como las brasas de un fuego.

Sobre el hombro del fantástico caballo, estaba el justo juez de la noche, y con su voz fuerte y de ultra tumba dijo:

"Duerme sapito que mañana será otro día", y el sapito cayo presa de un sueño pesado del que no pudo despertar, hasta el día siguiente cuando la luz del sol toco su piel.

Al despertar el sapito, movió sus manita hacia su cara, y para su sorpresa tenia dedos, tenía manos, tenía pies, corrió hacia el espejo, y vio que volvía a ser un niño, corrió a la cama de su madre le dio un gran beso, y la apretó en un abrazo fuerte diciendo, te quiero mamá y nunca más te fallare.

Desde ese día el niño fue al rio todos los días llevaba pedacitos de pan, y los daba a los pececitos y a todos los sapitos que encontraba.

Hay abuela dijo Juancito yo no creo que ese niño quiera a su mamá más de lo que yo te quiero a ti.

Buenas noches abuela y gracias por mi cuento. Juancito se echó en la cama, no pasaron más de dos minutos cuando el niño comenzó a roncar, en su carita se notaba la felicidad que nos da la sencillez de los niños. Su abuela le beso la frente, lo cubrió con una sábana y dijo. Que Dios guarde tu inocencia por toda la eternidad, Buenas noches mi niño.

A lo lejos un gallo canto anunciando la llegada de un nuevo día. Juancito se movió de la cama busco a su abuela y no la encontró, luego se sentó y grito, "Abuela ese gallo no deja dormir tenemos que hacer algo con él". El niño tenía su propia camita pero no le gustaba dormir en ella, prefería dormir con la abuela.

Juancito dijo la abuela ese gallo no es nuestro, no podemos hacer nada con él, además es el único reloj que tenemos en el pueblo, y si ese animalito no nos despierta, como te levantaras temprano para ir a la escuela. Hay abuela ese gallo ya me tiene cansado, canta que canta todas las mañanas. ¡A levantarse! dijo la abuela, ahora comeremos unos frijolitos bien refritos, con unos huevitos como a ti te gustan.

Abuelita como te quiero, te prometo que voy hacer el mejor niño de este mundo, para que te sientas orgullosa de tu nieto.

El pequeñín se levantó y salió corriendo directamente hacia la mesa, pero su abuela lo paro de improviso y dijo, "¡no, no!, niño antes de comer hay que bañarse, ante esta palabra la cara del niño cambio de semblante, y dijo pero abuela si me bañe hace tres días, y si sigues bañándome tan seguido me harás desaparecer.

No Juancito a bañarse, el niño a regañadientes se dirigió a el lugar, donde la abuela había puesto un poco de agua, que con anterioridad había calentado, y lo baño.

Después del baño ambos fueron a sentarse para poder comer. ¿Abuela porque tu comes tan poquito?, además, parece que no te gustan los huevitos, casi toda la comida me la distes a mí.

Yo ya estoy vieja no necesito tanta comida, tú todavía tienes mucho que crecer y necesitas comer más, además yo me lleno con cualquier cosita. Esa era la respuesta de la abuela, cada vez que Juancito preguntaba, por qué ella no comía mucho, la realidad era otra, la comida era escasa, el dinero que recibía por la pensión era muy poco, y apenas alcanzaba para mal vivir, pero la abuela era feliz, tenía a su nietecito, y eso era todo lo que ella necesitaba en este mundo, la comida para ella era algo secundario, aunque cansada por tantos años que llevaba a cuestas, ella era feliz con su nieto.

Juancito era lo único que le ayudaba a seguir adelante, y siempre mostraba una cara de felicidad, para hacer feliz a su nietecito. Abuela ¿tú crees que sea necesario ir a la escuela? Si mi niño la escuela es lo más importante, sin educación no se pueden lograr muchas metas que tenemos en la vida, puedes llegar a ser abogado, doctor, ingeniero, presidente.

Apenas hubo mencionado la palabra presidente, cuando el niño se puso de pie, cruzo sus dos bracitos y en tono molesto dijo, "Hay abuela pide me que estudie lo que quieras pero, ¡presidente! nunca".

Abuelita te haré caso y estudiare muy duro, para comprarte unos zapatos, porque esos ya los tienes con agujeros, y el frio se te ha de meter por las patas, también te comprare ropita nueva, para que estrenes ropa nueva todos los días.

La abuelita tenia puestos unos zapatos que alguna vez fueron negros, una hebilla que había perdido todo su brillo, colgaba en la parte superior de los dos zapatitos, unas suela en ambos zapatos, que no tenían nada que envidiarle a un colador, llevaba puesta una camisa de lana color verde, que denotaba haber visto muchos inviernos, una falda que nadie podría saber el color original debido a todos remiendos, a los que había sido expuesta, a pesar de llevar la pobreza sobre su cuerpo la expresión de la abuelita demostraba, cariño, amor, las arrugas de su cara, lucían como líneas de luz de luna, la piel flácida de sus brazos, invitaba a tocarlos, para poder sentir todo el calor que una madre puede dar. Su rostro mostraba el gran amor que esa mujer tenía, y había tenido por todos y cada uno de los seres humanos a los que ella había educado, eran miles de niños y todos ellos habían crecido siendo seres de bien.

Esa era su satisfacción más grande, pasaba miserias pero eso no le importaba, el simple recuerdo de sus estudiantes, le llenaba la vida, y aunque tenía años de haberse jubilado, siempre pasaba por la puerta de su escuela, miraba hacia adentro y lloraba al ver a tantos niños, y saber que ella había educado a sus padres.

La vida de la abuela era triste, su esposo había muerto cuando ella tenía 30 años, su único hijo había sido llevado al ejército por la fuerza, ella trato de impedirlo, pero no pudo, estaba condenada a vivir en la miseria.

Abuela ya vine de la escuela, pero ya no pienso regresar más, ninguno de los maestros sabe nada, el de matemáticas es el más bobo de todos, y dice puros disparates.

Juancito no puedes hablar así de los demás, una persona es boba únicamente ante los ojos de otro bobo, se necesita de un bobo para poder ver otro bobo.

Perdón abuela, pero déjame explicarte. El maestro nos preguntó, ¿niños cuánto es uno más uno? y a mí como me gusta participar, le di la respuesta correcta, pero él me dijo, no Juancito uno más uno es dos, y todos los niños que no saben nada se rieron de mí.

Juancito dijo la abuela, ¿puedes decirme cuanto es "uno más uno"?, Abuela ¿pero qué pregunta es esa?, todo mundo sabe que "uno más uno" es "dos unos".

Ante semejante respuesta la abuela echo a reír, para luego explicar un poco las matemáticas, que al parecer eran un problema para el pequeño. Cuando hubo entendido las suma de uno más uno, y muchas otras sumas, Juancito se tomó la cabeza con las dos manos y dijo, "Hay abuela hoy si la cage", la abuela no tuvo tiempo de corregir el lenguaje de Juancito, ya que este no espero más y salió corriendo hacia el patio a jugar futbol.

Los campos se cubrieron con el manto de la oscuridad, las aves buscaron su nido, el sol estiro sus brazos para desperezarse y se fue a dormir, la luna se colgó de una nube y mostro sus rayos de plata e ilumino la tierra, la noche había llegado.

Hay abuela ese justo juez de la noche sí que jodio a ese pobre niño. Juancito cuantas veces tendré que decirte que cuides tus palabras, se dice fastidio al niño. Abuelita yo creo que tú ya estás muy viejecita ya se te olvidan las palabras, yo escuche al carnicero que decía: esa señora siempre que viene, esta jode, que jode, diciendo que la carne que vendo es de caballo. ¡Ves! la palabra joder si existe. Podrá existir Juancito pero no es correcto usarla.

Está bien abuela no la mencionare más, pero ojala ya no me jodan más en la escuela. La viejecita sonrió y dijo tu eres caso perdido mi niño precioso.

Los Inicios de la Siguanaba

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Cual cuento me dirás ahora abuelita. Te contare el de la Siguanaba.

Abuelita esa mujer de chiches grandes no me gusta, pero déjame pensarlo, Juanito se tomó la mandíbula inferior con su mano derecha, y doblo sus piernas. Si Auguste Rodin lo hubiese visto, pensaría que era una réplica en miniatura de su obra el pensador.

Está bien abuelita cuéntame la siguanaba.

La abuela se acostó junto a Juancito, y puso su cabeza cerca de la de él, y comenzó el relato.

Erase se una vez en un país muy bonito llamado El Salvador, donde los arboles crecían hasta el cielo, el sol bajaba a la tierra, la luna jugaba con los animalitos del bosque, los pájaros volaban entre medio de las personas, las flores brotaban por doquier incluso sobre las piedras.

Todos vivían en armonía con Dios y la naturaleza. Entre todos estos seres existía una mujer muy hermosa llamada Sihuehuet, tenía el pelo largo de un color negro como la noche además de ser muy brillante, era tan largo que llegaba hasta su cintura, el color de su piel era bronceada, como el color de una orquídea color marrón, su piel era suave, como una bolita de algodón, su nariz era espigada, tenía una sonrisa que enamoraba hasta al más incrédulo, dientes más blancos que la leche, además de tener unos ojos color miel, que derretían a todo aquel que los miraba, era una mujer hermosísima.

Esta bella mujer sin que ella supiera, había sido comprometida a casarse con el dios Sol, pero ella no lo quería, estaba enamorada de un bello lucero, que brillaba cerca de la luna.

El dios sol todos los días, daba su mejor rayo solar a esa bella mujer, y la colmaba de los regalos más bellos, que jamás ser humano pudiera tener, pero ella no lo amaba, ella estaba enamorada del lucerito.

Sus padres habían hecho un pacto con el dios Sol, y habían prometido que si les cumplía sus deseos, su hija de 15 años se casaría con él, Este accedió a todos sus deseos y se los cumplió.

Los campos de los padres de la Sihuehuet que antes estaban tristes y secos, se convirtieron en los mejores prados de este país, las vacas engordaban con solo aspirar el aire, los ríos se peleaban entre ellos para poder regar el pasto, las flores y todo lo que sembraban los padres de Sihuehuet.

El sol cumplió la parte de su trato y ante la belleza de Sihuehuet, se enamoró perdidamente de la desdichada mujer.

Los años pasaron, los campos eran cada vez más hermosos, eran tan hermosos que incluso la luna, bajaba del cielo todas las tardes a los campos de la Sihuehuet, y dormía sobre el suave y bello césped de las maravillosas praderas, incluso la luna sumergía sus pequeños pies, dentro de los ríos cercanos.

Juancito se levantó de la cama y salió corriendo hacia afuera, la abuela asustada le pregunto ¿Juancito hacia dónde vas?, Juancito respondió ahorita vengo abuelita linda, déjame veo algo. Tan pronto hubo estado fuera de la casa, doblo su cuello hacia atrás, abrió los ojos como dos platos, y por algunos minutos escudriño la luna, bajo la cabeza viendo el piso, hiso varios movimientos de izquierda a derecha como diciendo no.

Regreso a su casa cerró la puerta, se metió en la cama y dijo, Abuelita tu sí que eres mentirosa, la siguanaba si te creo exista, el justo juez de la noche si te creo exista, la carreta chillona si te creo exista, ¡pero que la luna tenga patas! eso sí que no te lo creo, estuve viendo la luna, la vi bien, la vi enterita, la vi gordita, pero no pude verle las patas, la luna no tiene patas.

Juancito dijo su abuela, la luna espera a que nos durmamos, para poder extender sus patitas, nadie que este despierto puede verle sus patitas. ¡A! es por eso no pude verlas, abuelita porque yo no estoy dormido, esta noche dejare la puerta abierta y dormiré con los ojos abiertos, para poder verle las patitas a la luna. Sigue con el cuento abuelita.

Como te decía, la luna bajaba todos los días, a los campos que tenían los padres de Sihuehuet. Un día la luna le dijo a su mejor amigo el lucero, que ella conocía un lugar maravilloso, y que si quería ir con ella, el lucero se entusiasmó y dijo que sí, que estaría encantado de ver ese maravilloso lugar.

Una tarde la luna y el lucero bajaron a la tierra, y se posaron en los campos de Sihuehuet, el lucerito estaba maravillado de ver tantas flores bonitas, tantas vaquitas corriendo y dando leche, los conejitos corrían libres, y alegres por todo el prado, el lucero se maravilló de tanta belleza, y pensó en venir todos los días.

Un día de tantos el lucerito bajó a la tierra, y se acercó demasiado a la casa de Sihuehuet, esta al ver una luz tenue y muy bonita, una luz que ella nunca había visto, la curiosidad la hiso salir y ver que era, se sorprendió cuando vio aun lucero, recostado sobre el pasto, había tomado unas flores y olía su aroma.

Sihuehuet tan pronto lo vio, pensó que era el ser más hermoso que jamás hubiera visto, quedo inmediatamente enamorada del lucerito.

Se acercó a él y dijo, "Hola mi nombre es Sihuehuet", ¿quién eres tú?, estas palabras pillaron al lucerito por sorpresa, ya que era la primera vez que escuchaba la vos de un ser humano, se levantó asustado, y echo vuelo hacia el cielo, Sihuehuet gritaba ¡espera!, ¡espera!, pero el lucerito no le hiso caso, voló y voló, hasta ponerse junto a la luna.

Sihuehuet regreso muy triste a su casa, y hablo con su mamá explicándole lo que había visto, y le dijo que estaba enamorada del lucerito que se sentaba junto a la luna.

Ante esto su madre se horrorizo, y como loca comenzó a gritar, llamando al padre de Sihuehuet, este llego corriendo y asustado, ¿qué pasa mujer? pregunto, hay mi querido marido le dijo estamos en un gran problema contesto la mujer, si no me dices cual es el problema nunca lo voy a saber, dijo el hombre. Siéntate para que no te caigas del susto dijo la mujer, anda mujer habla que es lo que pasa.

La mujer soltó el llanto, gruesas lágrimas le brotaban de los ojos, y se limpiaba la nariz, con un trapito que tenía cerca, hay viejo ya nos llegó la desgracia, la niña se ha enamorado.

Ante esto la cara del hombre cambio de color, como cambia un camaleón, se puso rojo de furia, luego azul, porque de tanta rabia que tenia se le olvido respirar, su mujer le dio unos golpecitos en la espalda, para que volviera a respirar, tan pronto recibió los golpes, los pulmones se comenzaron a comprimir y expandir, el color de la cara volvió a ser rojo de la rabia. Quien es ese desdichado, que osa enamorar a la futura esposa del sol, dijo el padre.

Al escuchar esto Sihuehuet mostro una cara de asombro, ¿de qué? estaba hablando su padre, ¿de qué matrimonio? hablaban, ella no sabía nada de eso.

¡Padre! ¿De qué hablas? Grito. El hombre comprendió que ya era hora que su hija supiera la verdad. La tomo por las manos, y junto a su esposa comenzaron a explicarle, lo que habían decidido desde hace mucho tiempo.

Ella se horrorizo. ¿Cómo era posible?, los seres que más quería en este mundo la vendían por un puñado de monedas, y por mejores tierras, como era posible que hubieran decidido su vida, sin ni siquiera consultar con ella.

Este compromiso no puede seguir, dijo Sihuehuet, tienen que hablar con el sol y explicarle, estoy segura que lo entenderá.

No dijo el padre, lo hecho, hecho esta, nadie podrá cambiar este pacto, tú naciste para ser la esposa del dios sol, y serás la esposa del dios sol, ese es tu destino, ese es el futuro que tu madre y yo hemos creado para ti.

La pobre Sihuehuet no lo podía creer, estaba condenada a vivir con alguien a quien ella no amaba.

Los días trascurrieron en una inmensa tristeza, Sihuehuet que antes reía, ya no lo hacía, los pájaros del campo llegaban hasta su ventana, y lloraban al ver a su querida amiga que ya no cantaba con ellos, se entristecían a verla sumida ante tanto dolor.

El lucerito hablo con la luna, y le explico lo ocurrido con Sihuehuet, y le dijo que estaba enamorado de ella, que pensaba que era la flor más hermosa de todo el mundo. Al escuchar todo esto, la luna le advirtió que el señor Sol era el prometido de Sihuehuet, y que este no permitiría que nadie osara robar el amor de ella.

El lucerito se fue apagando poco, a poca hasta convertirse en una pequeña luz en el infinito.

Sihuehuet todos los días al anochecer subía al cerro, y miraba hacia el cielo, ella conocía a su querido lucerito, y lloraba por tenerlo tan lejos, pedía a Dios que le ayudara a tener el amor de su querido lucerito.

Era tanto el dolor de Sihuehuet que la luna, se apiado de todas las lágrimas que derramaba, y hablo con el lucerito, este le dijo, que él amaba a Sihuehuet más que a su propia luz.

Una noche después que el señor sol se cansó de tener sus rayos extendidos durante todo el día, y fue a dormir, el lucerito comenzó a brillar de forma hermosa, Sihuehuet al ver semejante brillo salió de la casa, y corrió al campo, donde encontró a su lucerito sentado sobre una piedra.

Cuando lo vio sintió que su corazón le explotaba, sus ojos no pudieron más, y derramaron lágrimas de felicidad, corrió como un fuerte viento de octubre, y se lanzó a los brazos de su querido lucerito. Se besaron durante mucho tiempo.

Hay abuela déjame tapar los oídos, yo estoy muy chiquito para oír cosas de besuquearse, dijo Juancito.

Pasaron varios meses, la siguanaba y el lucerito se hicieron novios. Pero lo mantenían en secreto, se veían únicamente por las noches, después que el rey sol se dormía.

Un día Sihuehuet se levantó de su cama, y descubrió que su estómago no era del tamaño normal, corrió donde su madre y mostro el estómago, su madre se derrumbó y cayó al piso gritando, hija ¿qué has hecho?, el padre que escucho el grito llego de prisa, y vio el estómago de Sihuehuet, igualmente se lanzó de rodillas, y grito hay Dios mío, ahora si estamos perdidos, que le decimos al rey sol, esto no le gustara.

Le mentiremos, dijo la madre, no dejaremos que ve a Sihuehuet, y si pregunta por ella le diremos que está enferma, y cuando el niño venga a este mundo, lo regalaremos o veremos qué hacemos con él.

Al escuchar esto, Sihuehuet retrocedió unos pasos para alejarse de sus padres, y dijo a gritos "no nunca me quitaran a mi hijo".

Los dolores del parto llegaron justo cuando el día estaba despuntando, la madre de Sihuehuet había cubierto todas las ventanas, y cada uno de los agujeros de la casa, para evitar que los rayos del sol entraran en la casa.

El dios Sol pregunto al lucerito por qué no dormía, además le dijo verlo preocupado, el lucerito respondió que no tenía sueño, y quería ver el mundo de día, el sol continúo estirando sus rayos sobre la tierra, que en esos tiempos era plana, y no presto atención.

Partes: 1, 2
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