Esto ha aparejado un cambio radical en el panorama de los partidos en varios países del continente, un tema nuevo al que ni siquiera se asoma Touraine, así como le es ajeno el tema de la construcción de la unidad de la izquierda. Han surgido nuevos partidos de izquierda, en algunos casos de la matriz de la lucha contra las dictaduras que asolaron nuestros países en los 70 y 80. En algunos casos dichos partidos englobaron a las antiguas tendencias marxistas. El PT o el MAS boliviano son ejemplos de estos vigorosos partidos nuevos. De paso sea dicho, el acceso de Evo Morales a la presidencia, ganando en primera vuelta con 54% de los votos, es un hecho trascendente e indicador de cambios significativos en lo más profundo del tejido social de América Latina. Un logro no menor del movimiento múltiple que acompaña a Chávez es haber reducido al extremo el papel de AD y el Copei, los dos partidos que se repartían todos los cargos del poder desde el pacto del Punto Fijo fraguado a la salida de la dictadura de Pérez Jiménez. Del mismo modo, el Frente Amplio, que ya se había transformado en el primer partido del país, ganó la presidencia reuniendo más votos que la suma de los sufragios de los partidos Colorado y Nacional, de todos los demás partidos, de los votos observados, nulos y en blanco, relegando a un dígito al Partido Colorado, uno de los más viejos de América y que se consustanciaba con el gobierno en casi todos los 170 años de vida independiente del Uruguay. O sea que se produjo una profunda remodelación del cuadro político, une vague de fond dirían los franceses, de la cual están surgiendo formas de una democracia más vigorosa y participativa.
Aquí viene al caso citar otro ejemplo de eurocentrismo recalcitrante, el del británico Richard Gott, veterano periodista de The Guardian, quien muy suelto de cuerpo afirma que ''la izquierda en América Latina está totalmente en crisis, como en todas partes del mundo''. Si se refiere a su país, es bien posible, pero en América Latina sucede lo contrario. También niega Gott que haya ''una ola de izquierdismo en América Latina''. Es lo que repite Sanguinetti. En la misma línea se inscribe el venezolano Teodoro Petkoff, que termina una extensa trayectoria por varios terrenos políticos renegando de la izquierda y en una ciega oposición a Chávez. Al lado de los eurocentristas, éstos forman en el campo de los peores americanos.
La democracia en América Latina
En las transiciones de dictaduras a democraciaspolíticas producidas enAmérica Latina en las décadas de 1980 y1990, la principal característica fue la renunciaa transformaciones radicales. SegúnNorbert Lechner, la demanda de revoluciónen los años sesenta y setenta se transformóen demanda de democracia en los ochenta.
Se puede coincidir o no con el argumentode Lechner, pero no puede dejar de constatarseque, en efecto, esto ha ocurrido en lasagendas política e intelectual. La historia recientenos sitúa en una encrucijada que nosobliga a discutir la viabilidad de la democraciaen América Latina, desde una perspectivadiferente de la considerada en los últimosaños.
Hoy es claro que la democratización iniciadaen la década de 1980 sólo está compuestade elementos formales, importantes, perono sustantivos. La proposición no implica unjuicio de valor acerca de ella. Es una meraconstatación empírica, que no desconoce laexistencia de una cuestión clave, cuyo tratamientoescapa a los límites aquí disponibles:la relación entre democracia y clases sociales.
En ese sentido, las reflexiones aquí expuestaspretenden ofrecer algunas grandes líneas,de larga duración, buscando explicar las dificultadesatravesadas por las sociedadeslatinoamericanas para definir regímenespolíticos democráticos. El objetivo es encontraralguna respuesta a la pregunta ¿porqué clases dominantes que levantan lademocracia liberal como principio de legitimidadde su poder institucionalizado terminangenerando regímenes escasamentedemocráticos, cuando no francamente dictatoriales?
En cambio, no se persigue definirla democracia, entendiéndose que, en elproceso histórico de la región, ella es la liberalrepresentativa.
Las perspectivas para la democracia en América Latina.
Existen un conjunto de factores que pueden condicionar positivamente el futuro desarrollo de la democracia en América Latina. La preocupación de los investigadores provenientes de la Ciencia Política por diagnosticar los problemas de gobernabilidad y proponer modelos institucionales adecuados, junto con la sensibilidad y la disposición positiva mostrada por la mayoría de las élites políticas del continente a operar esos cambios, son dos elementos que aseguran un mayor fortalecimiento de las bases institucionales de la democracia. Al mismo tiempo es relevante la preocupación por acceder a sistemas de votación y técnicas electorales cada vez más seguras y confiables en términos de pureza del sufragio, requisito indispensable para obtener democracias legítimas y estables.
Todo esto ocurre en un contexto internacional que, a diferencia de las épocas de guerra fría, ya no produce al interior de los países alineamientos ideológicos que transformen adversarios políticos internos en enemigos externos, con sus consecuencias de enfrentamientos inconciliables y lógicas de guerra. Las percepciones de amenaza y el autodefinido rol salvador de las Fuerzas Armadas ya no funcionan como antes, al cambiar el contexto mundial que los incentivaba.
Los aprendizajes políticos hicieron su camino. Es evidente en muchos países el esfuerzo de las élites por no volver a transitar los mismos senderos antidemocráticos de triste y trágica memoria. Los discursos, las prácticas y las propuestas de muchos de los partidos que nutren la vida política latinoamericana se han hecho más pragmáticas, se reconoce muchas veces una mayor inclinación a la negociación y al compromiso. La democracia como régimen político se ha revalorizado.
La contracara, sin embargo, de este panorama optimista, se muestra desde el ángulo social y desde los nuevos nutrientes ideológicos que se desarrollan, o que alcanzan su perfil más alto, en las zonas oscuras de la marginalidad. Los modelos económicos y las políticas sociales implementadas en América Latina han mantenido o generado el incómodo subproducto de la exclusión social. Junto con este proceso, la devaluación o la muerte de ideologías en otro tiempo poderosas, ha inducido la aparición o modificación, en algunos casos la sustitución, de las viejas ideologías por otras con contenidos nacionalistas o indigenistas o con ingredientes de violencia y de revancha social. Los sectores excluídos, activados políticamente por estas ideologías, son el sustento ideal para el surgimiento de líderes autoritarios de una nueva especie, arraigados sin embargo en las tradiciones caudillistas y antidemocráticas del continente.
Los próximos años probablemente muestren una preocupación importante por parte de las élites políticas latinoamericanas en preservar las formas y los principales contenidos de los regímenes democráticos. La presión social, sin embargo, seguramente inducirá el desarrollo de regímenes híbridos, con formas democráticas y contenidos autoritarios. Es probable que, transcurridos algunos años, las políticas sociales se transformen para disminuir, además de la pobreza, la marginalidad, y que este proceso tienda al desarrollo y a la consolidación de nuevas democracias. En todo caso, no es esperable para la próxima década tener una América Latina homogénea, alineada en la democracia o en el autoritarismo, ni ningún tipo de "efecto dominó", ni democrático ni antidemocrático, que sacuda políticamente al continente. Habrá, seguramente, un mayor contenido relativo de democracia. Algunas conquistas de las sociedades son difícilmente reversibles. La difusión cada vez mayor de mecanismos eficaces de comunicación como Internet hace que el efecto de demostración de la democracia actúe de una manera muy persistente. Por otro lado el acceso cada vez más irrestricto a la información elimina uno de los sustentos más firmes y tradicionales de las dictaduras: el secreto.
El destino de la democracia en América Latina, a más largo plazo, estará determinado, sobre todo, por el equilibrio entre sus virtudes políticas y sociales. Es difícil que supere esta situación híbrida y con altibajos mientras que, además de ser una promesa de libertades ciudadanas, no sea una promesa igualmente concreta de mejorar las condiciones de la vida cotidiana de las personas, con datos más favorables de empleo, salud, alimentación, seguridad e integración a los beneficios de la vida en sociedad. La mejor fórmula de estabilidad política seguramente siempre será que los individuos que componen la sociedad puedan ver los resultados concretos y tangibles de la democracia, pues no existe mayor seguridad para la supervivencia de un régimen político que el apoyo convencido de sus ciudadanos.
Conclusiones
Fue en América Latina donde se concretó el ideal del filósofo francés Augusto Comte (1798-1857), quien postuló que el espíritu humano debe renunciar a conocer el ser mismo de las cosas (negando toda metafísica) y atenerse sólo a las verdades que se obtienen por medio de la observación y la experiencia. Según Comte la función de las ciencias de la naturaleza es descubrir las relaciones constantes entre los hechos y los fenómenos. De ahí que su inquietud es posibilitar o trasladar la metodología de las ciencias de la naturaleza o positivas, como él las denominó, al terreno de los fenómenos sociales. Con este afán el filósofo creó la física social, como llamó en un principio a la sociología, cuya función es descubrir cómo unificar al ser humano con la naturaleza a través de la formulación o descubrimiento de las leyes que rigen la vida de las sociedades. Con estas ideas Comte propuso la creación de una nueva religión, la de la ciencia, pues sólo ella garantizaría la elaboración de una nueva sociedad, donde los teólogos y filósofos tradicionales desaparecieran para dejar paso a los científicos. Esta filosofía, si bien en Europa no se aceptó totalmente, si dejó una profunda huella en el corazón y en la mente de los pensadores latinoamericanos, pues éstos necesitaban una filosofía que funcionara en los momentos de transición que vivían los pueblos latinoamericanos. Por esto el positivismo, como dice Óscar Terán (1983), se convirtió en una "especie de umbral ideológico que, desde México a la Argentina, no se limita al campo filosófico, sino que incide sobre la política y la pedagogía". A este respecto Leopoldo Zea, citando a Víctor Massuh, dice que el positivismo:
América Latina y el Caribe son hoy el escenario de un intenso y frecuentemente acalorado debate sobre las estrategias que la izquierda debe adoptar para alcanzar el poder. En otro momento, en la época de las dictaduras militares latinoamericanas y caribeñas, que abarcó casi todo el siglo XX, el debate principal en el seno de la izquierda revolucionaria fue alrededor de: vía armada o vía pacífica electoral.
El debate en la izquierda sobre vía armada ó vía pacífica electoral entro en receso. ¿Volverá a surgir en el futuro? En verdad no puede descartarse.
Referencias bibliográficas
http://www.cialc.unam.mx/pensamientoycultura/biblioteca%20virtual/diccionario/positivismo_latinoamericano.htm
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=2933
www.aporrea.org/ideologia/a21149.html
www.desarrollohumano.cl/pdf/red_v/demo_alatina.pdf
blogs.periodistadigital.com/franciscomargallo.php/…/p277539 – España
cristobalarteta1647.files.wordpress.com/…/la-fenomenologia-en-amer…
Autor:
Carla Santaella
REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA
MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA AL EDUCACIÓN UNIVERSITARIA
UNIVERSIDAD BOLIVARIANA DE VENEZUELA
ALDEA CLAUDIO CORREDOR MILLER
EL VIGÍA ESTADO MÉRIDA
Noviembre de 2011
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