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La Renovación carismática Católica

Enviado por Agustin Fabra


  1. Presentación
  2. Nacimiento de la renovación carismática
  3. ¿Qué es la renovación carismática?
  4. Experiencias carismáticas
  5. La efusión del espíritu
  6. Los carismas
  7. Espiritualidad
  8. Fuentes de espiritualidad
  9. La oración carismática
  10. Reuniones de oración
  11. Evangelización
  12. Confusiones
  13. Correctivos
  14. Frutos
  15. Bibliografía

Presentación

Este estudio únicamente pretende ser una visión global de la Renovación Carismática Católica desde sus orígenes, con especial énfasis en sus carismas, manifestaciones, formas de oración e incluso las desviaciones que puedan llegar a darse dentro de los diferentes Grupos de Oración de la Renovación.

Se trata de un resumen de una acción renovadora en el marco de la Iglesia Católica, basado en las experiencias recopiladas desde su fundación hace ya 43 años. Se ha tomado como base para este análisis distintas fuentes, las cuales están detalladas en la Bibliografía que se encuentra al final del presente estudio.

La necesidad de llevar a cabo este trabajo ha nacido a instancia del desconocimiento que por parte de un amplio sector de la propia Iglesia Católica existe hacia la Renovación Carismática, pretendiendo también esclarecer sus distintas facetas y hacer más comprensibles sus actuaciones.

Ya las distintas formas del despertar religioso ocurrido en los últimos tiempos en la Iglesia llevan consigo un redescubrimiento de la oración y de los carismas que ya prevalecían entre los primeros cristianos. Tras el Concilio Vaticano II se descubre la presencia y el actuar del Espíritu Santo en la Iglesia Católica post-conciliar en la forma de la Renovación en el Espíritu o, como generalmente es conocida, en la Renovación Carismática Católica.

Una de las características fundamentales de ese despertar es la oración de alabanza y de acción de gracias que brotan en las reuniones hacia el Padre y el Hijo resucitado. Ellas se expresan espontáneas y alegres tanto en palabras y exclamaciones sacadas de la Palabra de Dios, como en cantos, aplausos, batir de palmas y murmullos de oración, incluso en lenguas desconocidas. Los cristianos que se reúnen en tales asambleas o grupos adquieren el hábito de alabar a Dios o a Cristo resucitado, el Señor, en todas las circunstancias, favorables o no, dentro de su vida personal o comunitaria.

En la medida en que se evita toda desviación y descuido de otras formas de oración, esta manera de orar demuestra crecimiento espiritual. Hay en ello un sano retorno a la Biblia y a la acción del Espíritu Santo y favorece una actitud espiritual de obediencia a Dios y de alegre abandono a la voluntad del Señor. Por el sentido de gratuidad que encierra, la alabanza contribuye a purificar y a consolidar la fe.

El poder de la alabanza y de la acción de gracias es una de las notas más destacadas de esta corriente de vida que es la Renovación Carismática Católica y una clave excelente para interpretar sus frutos en el mundo de hoy.

Con la anterior aseveración trataremos de resumir de qué se trata en realidad la experiencia renovadora carismática católica.

Nacimiento de la Renovación Carismática

Ya en 1961 el papa Juan XXIII imploraba un nuevo Pentecostés para la Iglesia de Cristo en la convocatoria del Concilio Vaticano II. Una renovación de los prodigios en un nuevo Pentecostés que permitiera una propagación del Reino de Dios en función de la Verdad, la Justicia, el Amor y la Paz.

En noviembre de 1964 se promulgó la Constitución Lumen Gentium sobre la Iglesia, en la que se dedica el número cuatro al Espíritu Santo y el número doce al sentido de la fe y los carismas en el pueblo cristiano. En él se dice que el Espíritu Santo reparte gracias especiales entre los fieles de cualquier condición, distribuyendo sus dones a cada uno en particular según su voluntad (1 Corintios 12:11), con lo cual les hace aptos y prontos para ejercer diversas obras y deberes que sean útiles para la renovación y la mayor edificación de la Iglesia. Según Pablo de Tarso, a cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu para provecho común (1 Corintios 12:7).

Siempre según Lumen Gentium, estos carismas, tanto los extraordinarios como los más comunes y difundidos, deben ser recibidos con gratitud y consuelo porque son muy adecuados y útiles a las necesidades de la Iglesia.

Aún cuando hay muchos dones o carismas, las personas se sienten más atraídas hacia los carismas extraordinarios por la espectacularidad de sus manifestaciones, entre los cuales podemos destacar los de sabiduría, conocimiento, fe, sanación, milagros, profecía, discernimiento, hablar y orar en lenguas e interpretar las mismas.

La muestra más palpable de carismas ordinarios lo componen los recibidos sacramentalmente y, dentro de la Renovación, aquellos que derivan en un servicio personal hacia la comunidad.

Es importante recordar que ya San Pablo enumeró a los Corintios los dones del Espíritu Santo, los cuales se mantienen hasta nuestros días: Porque a uno se le da por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro fe, en el mismo Espíritu; a otro carisma de curaciones, en el único Espíritu; a otro, poder de milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversidad de lenguas; a otro, don de interpretarlas (1 Corintios 12:8-10).

Bajo esta luz y poco después del Concilio, en 1967, un grupo liderado por William Storey y Ralph Keifer, dos profesores de la Universidad de Duquesne en Pittsburg, Pensilvania, decidieron orar juntos para pedir la efusión del Espíritu Santo. Después de la imposición de manos se sintieron personas nuevas y les inundó un gran gozo y una santa audacia para manifestar el nombre del Señor y proclamar su obra evangelizadora. Sintieron sobre ellos la acción manifiesta del Espíritu Santo consolador, así como que se acababa de verificar en ellos mismos un nuevo Pentecostés. En poco tiempo ese fuego se propagó a otras universidades, como Notre Dame en Indiana y East Lansing en Míchigan.

El 8 y 9 de abril de 1967 noventa personas, entre ellas algunos sacerdotes, se congregaron en la Universidad de Notre Dame en un retiro para reflexionar sobre los acontecimientos producidos en sus vidas, así como una nueva comprensión de la acción del Espíritu en la Iglesia, produciéndose entre ellos una fuerte experiencia en el Espíritu Santo. Con este acontecimiento se inició la Renovación Carismática en el Espíritu Santo, la cual posteriormente se fue extendiendo por todo el mundo.

¿Qué es la Renovación Carismática?

Aquel hilo de agua viva que fue en sus comienzos la Renovación Carismática es ahora el río de aguas vivas y fecundantes del cual nos hablaba el profeta Ezequiel en las Sagradas Escrituras: Por donde quiera que pase el torrente, todo ser viviente que en él se mueva vivirá (Ezequiel 47:9).

El Cardenal Leo Joseph Suenens, primado de Bélgica (1904-1196), coordinador de la Renovación Carismática dentro de la Iglesia Católica en aquella época, dijo en repetidas ocasiones que la Renovación es un don, un regalo extraordinario que Dios ha hecho a su Iglesia; un nuevo Pentecostés dentro de ella. La renovación en el Espíritu no es solamente una moda; sus frutos se perciben de inmediato. Se trata de una fuerte acción espiritual que cambia las vidas. No es solamente un reavivamiento, sino una verdadera renovación, un rejuvenecimiento, un frescor, una actualización de posibilidades nuevas que surgen de la Iglesia, siempre antigua y siempre nueva, que se sitúa en el mismo corazón de la Iglesia Católica.

El Papa Pablo VI destacó en 1973 ciertas formas comunes que posee la Renovación en el Espíritu, en las cuales podemos conocer la obra misteriosa y discreta del Espíritu Santo, que es el alma de la Iglesia. Según el Papa, los siguientes aspectos son característicos de la Renovación Carismática Católica:

El gusto por la oración profunda, tanto personal como comunitaria.

Un retorno a la contemplación y un énfasis puesto en la alabanza a Dios. El deseo de entregarse totalmente a Cristo Jesús.

Una gran disponibilidad a las inspiraciones del Espíritu Santo. Una frecuentación más asidua de la Escritura.

Una amplia abnegación fraterna y la voluntad de prestar su colaboración a los servicios de la

Iglesia.

Deseo sincero de abrir los corazones a la reconciliación con Dios y con todos los semejantes.

La Renovación Carismática o en el Espíritu no es un movimiento estructurado y no hay tampoco que compararlo con otros movimientos dentro de la Iglesia. Es una corriente de vida, un camino que necesita una mínima estructuración y la guía del Pastor de la Diócesis, el Obispo, que sabe que debe respetar los carismas del Pueblo de Dios (Lumen Gentium 12). Sucede a veces que algunos pastores quieren organizar la Renovación como un movimiento más, y en ello se equivocan. La Renovación se basa de manera fundamental en grupos y asambleas de oración y, en ocasiones, en comunidades.

La renovación en el Espíritu debe presentar las siguientes características, que son las mismas de aquella primitiva efusión en el Espíritu:

Transformación interior, cambio de vida y conversión profunda. Dinamismo evangelizador para edificar la Iglesia.

Sólo dentro del marco de Pentecostés podemos encuadrar la Renovación, que es una corriente de gracia que concierne a la vida entera de la Iglesia y que beneficia a todos sus miembros e instituciones.

Experiencias carismáticas

Dejamos ya en claro que la Renovación Carismática es una experiencia de Dios, un nuevo Pentecostés. El Espíritu Santo que pedimos insistentemente al Señor nos lleva, en primer lugar, a una experiencia viva de Dios como un Padre amoroso. Se siente y se experimenta el amor del padre, siempre vivo y actual. El carismático no sólo se sabe amado, sino que se siente amado. Conoce a Dios no sólo de manera teórica, sino con esa vivencia amorosa que conduce a la alabanza. Se siente además hermano de los demás en Cristo Jesús. Este amor se expresa de mil modos en la alabanza de los grupos de oración y lleva consigo una profunda transformación, de la cual brota una gran alegría.

La segunda vivencia vital en la Renovación es el encuentro personal con Cristo vivo y resucitado; el Señor y Salvador. De este encuentro nace una relación íntima y personal, caracterizada por la adhesión y el amor. Les sucede a los nuevos carismáticos lo que le ocurrió al poeta francés Pascal Claudel, quien dijo al comentar su experiencia carismática: Yo sabía mucho de Él, pero un día me encontré con El y desde entonces fue Alguien para mí. Sí, alguien muy cercano y muy querido; mi Salvador, el Señor de mi vida.

La renovación Carismática Católica comienza siendo esa primera evangelización que podemos constatar en los Hechos de los Apóstoles y que tanto han recalcado los papas Pablo VI y Juan Pablo II. Consiste esencialmente en lo siguiente:

Una sincera y radical conversión.

Una entrega de fe y de amor a Cristo.

Un reconocimiento de Cristo como Señor y Salvador personal.

Una gran apertura al Espíritu Santo Consolador; a su Persona divina y a sus dones y carismas, para la construcción del Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia.

La efusión del Espíritu

Uno de los elementos clave de la Renovación Carismática es lo que se llama efusión o bautismo en el

Espíritu Santo, que el Señor da a través de la imposición de manos a quien en fe y oración lo implora.

Es, en primer lugar, una oración de fe; no un sacramento. Es la oración llena de fe y santa esperanza que una comunidad cristiana dirige a Cristo para que derrame su Espíritu, de una manera nueva y con abundancia, sobre la persona que se lo pide con ardiente fe y por la que los demás oran. Esta oración se hace normalmente mediante la imposición de manos, que no es un rito sacramental, sino que se trata de un gesto sensible de amor fraterno, una expresión de amor y de comunión, un signo externo de solidaridad en la oración, con el deseo de cumplir la voluntad de Dios y de que Cristo, el Señor, derrame sobre la persona por la que se ora el don del Espíritu Santo, lo cual no conlleva ningún obstáculo teológico. Sin embargo es imprescindible que la persona o personas que efectúan la imposición de manos se preparen espiritualmente para ello, recordando siempre aquella advertencia bíblica que nos dejó Timoteo: No te precipites en imponer a nadie las manos, no te hagas partícipe de los pecados ajenos. Consérvate puro (1 Timoteo 5:22).

Los que han recibido este don saben cómo cambió su vida, cómo se confirmó su amor y esperanza, cómo ahora leen más a gusto las Escrituras y encuentran sentido a las mismas, cómo se siente liberado de tantas cadenas, cómo se inflaman en su oración personal y cómo brota gozosa la alabanza, sintiéndose cada vez más fuertes para dar testimonio del Señor delante de los hombres.

Los carismas

Es cierto que todos los cristianos somos carismáticos, pues ya en el Bautismo y en otros sacramentos hemos recibido los dones y carismas del Espíritu Santo necesarios para ser miembros vivos del Cuerpo de Cristo. Pero el bautismo en el Espíritu Santo, o esa nueva infusión del Espíritu, es una gracia poderosa que renueva, actualiza y pone en movimiento el abundante caudal de gracias, dones y carismas que hemos recibido a través de los santos sacramentos.

Los carismas son dones gratuitos que da el Espíritu Santo a los cristianos para la construcción de la

Iglesia y para la edificación de un mundo más justo y más fraternal.

Al leer atentamente el capítulo 12 de la primera carta a los fieles de Corinto se nota que el Apóstol Pablo se está refiriendo a las asambleas eucarísticas, y los carismas de que habla son aquellos que surgen en dichas asambleas, dentro de un ambiente cálido saturado de oración y de alabanzas.

Lo primero que asombra es el hablar u orar en lenguas, aunque este es el menor de los carismas y no está dirigido directamente a la construcción de la comunidad, sino a la gloria de Dios, como escribe Pablo, y al provecho personal del que lo posee. Es una oración de alabanza o de acción de gracias al Señor que sale del corazón y que por sus frutos espirituales se deduce que es un don de Dios y no un mero fenómeno psíquico. Muchas personas santas y piadosas dentro de la Iglesia han tenido este don.

En un ambiente de alabanza, de amor fraternal y de una oración que espera respuesta por parte del Señor, no es extraño que se produzcan profundas conversiones e incluso sanaciones, algunas físicas y muchas más interiores. Se trata aquí de la fe del Evangelio que traslada montañas (Lucas 17:6). La imposición de manos sobre la cabeza del enfermo, ya sea físico o espiritual, no es un rito sacramental sino un símbolo de la comunidad que ora en nombre del Señor, quien escucha a su pueblo y obra maravillas en él.

También puede extrañar la oración de liberación de la influencia del maligno, o por profundos desequilibrios psíquicos por influencia de brujería, espiritismo, santería, etc. Hay que ser sumamente prudentes en meter al diablo en este terreno tan turbio y delicado, debiéndose recurrir al don del discernimiento. La Iglesia es muy estricta en todo lo referente a influencias o posesiones diabólicas y sólo en determinadas circunstancias permite el exorcismo, y siempre por medio de sacerdotes preparados y elegidos especialmente para ello. En estos casos lo más aconsejable es orar sencilla y humildemente por la sanación interior de la persona y emplear, con paz y confianza en el poder del Señor, la oración en lenguas.

En la renovación Carismática es muy importante el don del discernimiento que el Señor concede en ocasiones y a determinadas personas, para así poder distinguir el origen de estas manifestaciones. En todo ello se necesita mucho sentido común y serena prudencia.

Espiritualidad

Los carismas son para la construcción de la Iglesia de Dios y para el servicio del mundo, tal como Cristo lo exige en el Evangelio. Pero de nada sirven esos carismas si no están fundamentados en el amor y sirviendo al amor.

Juan Pablo II en su exhortación pastoral sobre la catequesis (Catechesi Tradendae), al aludir expresamente a la renovación Carismática, escribió: La Renovación en el Espíritu será auténtica y tendrá una verdadera fecundidad en la Iglesia, no tanto en cuanto suscite carismas extraordinarios, sino cuando conduzca el mayor número posible de fieles, en su vida diaria, a un esfuerzo humilde, paciente y perseverante para conocer siempre mejor el Ministerio de Cristo y así dar testimonio de El (Número 72).

Hay que dejar bien claro que lo primero en el cristianismo no es la experiencia, sino la existencia cristiana; una vida de fe, esperanza y amor a Dios y al prójimo, sobre todo al más necesitado y al más cercano. La experiencia cristiana de la Renovación nos debe llevar a vivir a fondo nuestro bautismo, y a realizar la vida cristiana hasta sus últimas consecuencias en la Iglesia y en el mundo en que vivimos.

La espiritualidad carismática, propia de la Renovación, es la que brota de las Santas Escrituras, especialmente del Nuevo Testamento, y que está centrada en la Santísima Trinidad. Ya hemos visto el papel tan importante que tiene el Padre bueno y misericordioso y la presencia fecundante del Espíritu Santo en nosotros, lo cual nos convierte en verdaderos testigos de Cristo resucitado.

Fuentes de espiritualidad

Es la Biblia la principal fuente de vida espiritual de la Renovación Carismática y se debe aconsejar su lectura seria y asidua, así como también su meditación constante y el deseo e inquietud de ir conociéndola mejor. Sin embargo es necesario tener un buen guía en su lectura porque existe el peligro de interpretarla demasiado libremente o al pie de la letra. La Biblia es el libro de la Iglesia y hay que atenerse a ella y a sus directrices en cuanto a la interpretación de las Sagradas Escrituras.

Son también los santos sacramentos fuente de vida para el miembro de la Renovación. Hay que frecuentarlos, prepararse debidamente para su recepción, participar activamente en la Eucaristía y vivirla en comunión con los demás hermanos; con los pobres en particular.

La Renovación en el Espíritu da un relieve especial al sacramento de la Penitencia, el cual es un sacramento de perdón y de reconciliación con Dios y con los demás. Es fuente de alegría y de paz, así como es también fuente de sanación interior.

La lectura de los grandes maestros de la espiritualidad católica, los que nos llevan a conocer mejor nuestra fe y a vivirla más plenamente, debe ser también gozosa fuente donde acudir el cristiano.

Hay muchos y buenos libros en la Renovación Carismática Católica que debemos conocer. Pero también es cierto que debemos tener mucha precaución al leer libros carismáticos no católicos, pues algunas veces podrían desviar nuestra fe y nuestra fidelidad a la Iglesia católica.

La oración carismática

La renovación en el Espíritu debe ser una fuente corriente de oración personal y no sólo de oración comunitaria. Esta es una de las grandes puertas que se abre en la Renovación hacia el mundo cristiano. Muchos han descubierto una gran fuente de riqueza espiritual en la oración, la cual nunca practicaban antes de ingresar en la Renovación. Esto ha abierto grandes y hermosos horizontes.

La lectura de la Palabra de Dios debe llevarnos a la oración. Como decía San Ambrosio, después de escuchar o leer la Palabra, dialoguemos con El. Hay mucho también de oración contemplativa en la oración personal de los miembros de la Renovación Carismática. Es aquel orar en el Espíritu Santo del que nos habla la Escritura (Judas 1:20). La oración de alabanza y de acción de gracias es alimento diario y casi continuo en la Renovación del Espíritu. Se siente que el Señor escucha la oración y por eso se ora con una gran esperanza, con una santa expectativa y con la confianza de que el Señor no es sorda a nuestra oración de hijos. Por eso suele ser tan poderosa la oración de petición y la oración de intercesión entre los miembros de la Renovación.

Muchas veces hemos oído a personas sencillas hablar con gran naturalidad que Dios siempre escucha sus plegarias, de que Dios siempre cumple con lo que le piden. Hay en ellos esa fe sencilla y confiada de la que habla el Señor en el Evangelio cuando se refiere a poder mover montañas por medio de la fe.

La Renovación en el Espíritu constituye un pueblo que ora, un pueblo que no se cansa de orar, que vive siempre en una atmósfera de oración. Por eso brota tan espontánea, tan fresca y entusiasta la oración de alabanza y de acción de gracias en los grupos de oración y en las asambleas carismáticas, y por ello también es tan poderosa la intercesión.

Dios escucha a su pueblo y se hace presente en medio de él. Algo que llama la atención es con qué facilidad un pequeño grupo de carismáticos entra en oración en cualquier momento, lugar y circunstancia. Claro que también este don de oración puede convertirse en algo insustancial si se cierran las puertas a las necesidades y al amor servicial en lo que respecta a la comunidad. La oración que no desemboca en el amor puede ser un engaño. Hay que recordar siempre el consejo de San Pablo: Por tanto, ya comáis, ya bebáis o hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios (1 Corintios

10:31).

Reuniones de oración

Son las reuniones de oración, a las que comúnmente se les denomina Grupos de Oración o Círculos de Oración, las células base de la Renovación Carismática. Siguen las pautas de aquellas primeras reuniones de la primitiva comunidad cristiana de la que habla el libro de los Hechos de los Apóstoles: Se mantenían constantes en la enseñanza de los Apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones (Hechos 2:42).

Los grupos de oración suelen reunirse semanalmente. Es la oración de alabanza y de acción de gracias lo que suele predominar en ellos; no deben ser rígidos y uniformes y debe haber una gran variedad y libertad espiritual, dentro de un orden organizado.

Para orientar a los que no conocen la Renovación, viene aquí un pequeño esquema de lo que acostumbra a hacerse en un grupo de oración. Conviene, sin embargo, variar el esquema, ampliar algún punto y dejar que el Espíritu Santo guíe la oración. Hay que procurar, con todo, que no se convierta ni en un grupo de estudio bíblico, ni de discusión, ni de sólo enseñanza: siempre deberá ser un grupo de oración de alabanza, meditación y acción de gracias.

El siguiente es el esquema:

edu.redSiempre se comenzará con un saludo cristiano, en un ambiente de fraternidad y alegría cristiana.

Los cánticos de alabanza y de acción de gracias crearán un propicio ambiente de oración y de paz.

edu.redEn muchos grupos se reza el Santo Rosario, aunque ello no es aconsejable hacerlo a modo de obligación o de rutina. Y si se reza, debe hacerse con profunda devoción; de lo contrario nunca será válido.

edu.redEn todos ellos se cantan cantos de alabanza y se hace una prolongada oración de alabanza con gran libertad espiritual.

edu.redSe hace una lectura de la Santa Biblia, previamente preparada, la cual servirá como introducción a una enseñanza o prédica.

edu.redSe dan testimonios personales del poder del Señor en la propia vida. Deben evitarse las rutinas y las particularidades excesivas ya que sólo se dan gracias al Señor por su poder.

edu.redEn la oración de intercesión se ora por las intenciones particulares, por los enfermos, por los pobres y por las intenciones de la Iglesia en el mundo.

edu.redEs conveniente también incluir, al principio de la sesión, una oración comunitaria en la cual participen todos los asistentes conjuntamente con el que dirige este tipo de oración, en el cual puede incluirse una invocación al Espíritu Santo, para que sea Él quien dirija la sesión e inunde los corazones con su poder. No es oportuno en este caso hacer una oración predeterminada, ya que siempre es preferible dejar que sea el propio Espíritu quien dirija las palabras de quien efectúa la oración. De esta manera esta invocación se convertirá en una oración, en lugar de un rezo.

edu.redSuele acabarse la reunión con el rezo común del Padrenuestro, el Ave María y el abrazo de paz.

En muchos grupos al final del programa se ora por las personas necesitadas de oración personal, a las cuales se les imponen las manos en un ambiente de paz y oración, aislados del resto de los asistentes al grupo de oración.

Es conveniente que en cada grupo de oración exista un ministerio de intercesión para la imposición de manos, y que siempre esté debidamente preparado espiritualmente y en oración constante para tal labor. No deben aceptarse a personas que impongan las manos que no pertenezcan a dicho ministerio, ya que no están preparadas para ello.

Aún cuando en un grupo de oración se invoca con frecuencia al Espíritu Santo, siempre el centro debe ser Cristo Jesús resucitado.

Evangelización

La gran pregunta es: ¿Cómo podemos evangelizar a los demás si no estamos evangelizados nosotros? La Renovación Carismática ha tomado muy en serio la primera evangelización de sus miembros y por se insiste, al introducir el bautismo en el Espíritu, en integrar a las personas de los grupos de oración en cursos básicos o en seminarios de vida. Es una preparación que les permitirá iniciarse en el camino de la Renovación. De otra forma ¿cómo van a dar a conocer al Señor si ellos mismos no le conocen ni se han entregado a Él?

Afortunadamente abundan dentro de la Renovación aquellas personas que no tienen miedo a confesar al Señor ante los demás; los que no se avergüenzan de Él, los que evangelizan oportuna e inoportunamente, como dice San Pablo. Pero hay que evangelizar más con el ejemplo de vida que con las palabras en sí; más con el testimonio de amor y de solidaridad que con una Biblia bajo el brazo.

Es hora ya de que nos bajemos de la nube de la Renovación y que nos pongamos al servicio de los demás hermanos, comprometiéndonos más y más en el servicio de la justicia y de la paz. Dice la Iglesia que no hay verdadera evangelización sin promoción de la justicia, sin solidaridad humana y sin un amor preferencial por los pobres (Documento de Puebla).

Confusiones

No todo es buen trigo en el campo de la renovación y, aún cuando abundan las doradas espigas, también habita la cizaña entre ellas. Existen algunos descarríos dentro de la Renovación, más por ignorancia y falta de guía espiritual y de discernimiento que por mala voluntad. Aún cuando se podría hacer una larga lista de desviaciones carismáticas, resaltaremos las siguientes como las más frecuentes:

edu.redEmocionalismo: Confundir la fe con la emoción.

edu.redGnosticismo: Sentirse expertos en las cosas divinas y, por lo tanto, perfectos por las experiencias espirituales recibidas.

edu.redAnti-intelectualismo y pietismo: Suponer que basta la piedad y que no hace falta instrucción en la fe.

edu.redIluminismo: Aceptar la falsa pretensión de ser iluminado y guiado sólo de lo alto.

edu.redIndependentismo: Hacerse la ilusión de depender tan solo del Espíritu, sin sujeción alguna a la autoridad de la Iglesia, desconociendo con ello el carisma de la jerarquía.

edu.redInmediatismo: Esperarlo todo de una intervención directa y milagrosa de Dios, cancelando los medios y la prudencia humana.

edu.redFundamentalismo bíblico: Tomar el texto de la Escritura al pie de la letra, sin ninguna norma interpretativa, y aplicarlo de inmediato a las circunstancias presentes.

edu.redElitismo: Sentirse superiores, despreciar lo que no es directamente Renovación y criticar a los que no comparten las mismas ideas.

edu.redGlotonería pseudo-espiritual: Alimentar una avidez demasiado humana de experiencias espirituales, que no son sino sólo experiencias psíquicas.

edu.redIndiferentismo ecuménico: Creer ingenuamente que no hay diferencias profundas entre católicos y otras expresiones cristianas.

edu.redAlienación: Engolosinarse tanto con las cosas del Espíritu que se descuide por ello la urgente participación en el compromiso social para construir un mundo mejor.

edu.redEgoísmo: Engreimiento al creer que los puestos de dirección son suyos y de por vida.

Y dentro de los mismos grupos de oración pueden enumerarse algunos desvíos o tendencias destructivas, tales como rivalidades, divisiones, monopolización y desconfianza en las cualidades de los demás.

Correctivos

No hay que asustarse por las desviaciones que puedan existir en la Renovación Carismática. Es mucho más lo positivo que lo negativo y hay que recordar que en las comunidades cristianas de San Pablo, como es el caso de Corinto, eran comunidades llenas de vida y repletas de dones del Espíritu; pero abundaban también los fallos. Un torrente de agua viva es más difícil de controlar que un hilito de agua. El éxito o el fracaso de los grupos de oración dependen considerablemente del cuidado o del descuido que se tenga de ellos.

A la Renovación Carismática acuden toda clase de personas, la mayoría de ellas carentes de formación religiosa. A los líderes de los grupos les toca darles la conveniente y necesaria formación, iniciándoles en la verdadera fe cristiana. Este es un hermoso campo que abre el Espíritu Santo a la Iglesia.

El mejor terreno para una primera evangelización es la Renovación Carismática, sin duda alguna. Los grupos de oración en sus seminarios de Vida en el Espíritu y, sobre todo, en los retiros básicos o de iniciación que deben llevar a cabo, imparten la evangelización que se precisa entre los asistentes.

Pero a pesar de los fallos que puedan existir dentro de algunos grupos de la Renovación, hay que insistir en la unidad, cueste lo que cueste, estar abiertos a las ideas de los demás, ceder los puestos a los que sean capaces, no eternizarse en los cargos, respetar los carismas y los dones de los demás, empeñarse sanamente en conservar la Renovación en aquel primer factor, orar unos por otros por sanación interior y fomentar ese espíritu de paz y de amor en el Señor, del que nace la alegría y la servicialidad propios de la auténtica Renovación.

Nunca debemos olvidar aquel consejo fundamental del Apóstol Pablo a los gálatas: En cambio el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, felicidad, modestia, dominio de sí; contra tales cosas no hay ley (Gálatas 5:22-23).

Frutos

A pesar de todos los fallos humanos que podamos encontrar en la Renovación, sus frutos entre el pueblo cristiano son inmensos. Juan Pablo II en Christifideles, documento esencial para los seglares católicos, señala los criterios necesarios para conocer la eclesialidad de las asociaciones de seglares:

edu.redEl llamado a la santidad, por medio de la vocación cristiana, que se manifiesta en los frutos de gracia que el Espíritu Santo produce en los fieles.

edu.redLa responsabilidad de confesar la fe católica, acogiendo y proclamando la verdad sobre Cristo, la

Iglesia y el hombre, en la obediencia al Magisterio de la Iglesia.

edu.redEl testimonio de una comunión firme y convencida, en filial relación con el Papa y los obispos.

edu.redLa participación en el fin apostólico de la Iglesia, que es la evangelización y la santificación de las personas.

edu.redEl compromiso personal y de grupo en cuanto a la presencia en la sociedad humana, a la luz de la doctrina social de la Iglesia y al servicio de la dignidad integral de la persona.

Y al afirmar Juan Pablo II que estos criterios se comprueban en los frutos concretos que acompañan a la vida y a las obras de esas asociaciones, parece que tiene a la vista a la Renovación Carismática. Estos son los frutos que señala el Papa en la Encíclica Christifideles (número 30): el renovado gusto por la oración, la contemplación, la vida litúrgica y sacramental, el estímulo a las vocaciones sagradas como el sacerdocio y el matrimonio, la disponibilidad a participar en las actividades de la Iglesia, y el retorno de los alejados a una auténtica vida cristiana.

La renovación Carismática es un gran despertar cristiano a la oración, a una auténtica vida cristiana y a un florecer de los dones y carismas del Espíritu Santo. Son muchas las conversiones que se han presenciado por medio de la Renovación. Por algo podía decir Pablo VI que la renovación Carismática es una bendición en la Iglesia y para la Iglesia. Para muchos, sino todos, ha sido ella una de las mayores gracias que el Señor nos ha concedido en la vida, por lo que junto al salmista podemos repetir alegres: Te doy gracias por tu amor y tu verdad (Salmo 138:2).

Después de esto yo derramaré mi espíritu sobre todo mortal

y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas, vuestros ancianos tendrán sueños, vuestros jóvenes verán visiones. Y hasta mis siervos y siervas derramaré mi espíritu en aquellos días.

(Joel 3:1-2)

Bibliografía

Nueva Biblia de Jerusalén – Desclée De Brouwer, 1998

El pueblo de la alabanza – Juan Manuel Ganuza, 1978

Desarrollo inicial del Movimiento Carismático – Padre Peter Hocken, 1986

El movimiento pentecostal en la Iglesia Católica – Padre Edward O"Connor, 1973

Renovación Carismática del Espíritu Santo – Padre Salvador Carrillo Alday, 1994

¿América Latina se vuelve protestante? – David Stoll, 1993

Constitución Lumen Gentium – 21 de noviembre de 1964

Catequesis Catechesi Tradendae – 16 de octubre de 1979

Documento de Puebla – Enero/febrero de 1979

Encíclica Christifideles – 30 de diciembre de 1988

edu.red

 

 

Autor:

Agustin Fabra