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Vientos de Libertad (Historia de Venezuela). Desde la opresión colonial hasta los inicios de la libertad republicana en 1810 (página 2)


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La noche del 4 de junio de 1797, se fugan los condenados a presidio en la Guaira, los franceses: Juan Bautista Picornell, Manuel Cortés Campomanes y Sebastián Andrés. Hombres de hondo conocimiento y valentía. Habían pretendido derrocar la depravada monarquía española gobernada por el amante de la reina Maria Luisa de Parma, el ministro Manuel Godoy. Obviamente, el rey Carlos IV, había sido débil ante su prima- esposa. Un hombre sin carácter que no podía gobernar ni su propia casa era tomado por aquella sociedad como un petimetre. Así que Godoy hacía lo que bien le parecía en el reino de España y colonias.

Los revolucionarios franceses fueron descubiertos por un duro espionaje de la corte antes del día señalado para el amotinamiento, día de San Blas, 3 de febrero. Habían llegado a la prisión de la guaira pero no se quedarían de brazos cruzados, eran de armas tomar, así que fraguaron una conspiración dentro de la colonia poniéndose en contacto, primero, con los jóvenes de pensamiento liberal, luego diseminarían panfletos con las últimas noticias de Francia y España, explicarían los pormenores para echar andar una revolución semejante a la francesa para el establecimiento de un sistema republicano. Cuando este trío de liberales escapó aquella noche del 4 de junio, habían dejado encendida una verdadera hoguera revolucionaria. Habían entrado en contacto con criollos y mestizos venezolanos, entre ellos Manuel Gual y José María España, con el neogranadino Antonio Nariño y con Miranda. Es por esto que Miranda, después de las otras conspiraciones y movimientos que surgen dentro de la Capitanía General de Venezuela, emprende sus famosas expediciones a Ocumare de la Costa y Coro, donde tenía puesta sus últimas esperanzas. Esperaba que su llegada a la costa de Venezuela fuera el detonante para una insurrección general pero, no fue así. El Precursor, se vuelve a otros derroteros.

Aunque las conspiraciones habían hallado algún asidero entre los más jóvenes y liberales de la sociedad colonial. Esta clase superior era todavía, en su gran mayoría, parte  fiel y  sostenedora del régimen español, de alguna manera querían proteger sus intereses oligárquicos que una revolución intespectiva pudiera derogar. Tal vez, el futuro traería maneras menos riesgosas para hacer posible el establecimiento de la independencia. Los papeles de Gual y España estaban atiborrados de ideas sobre la libertad de los esclavos, igualdad, derogación de los privilegios de clase, ciudadanía para todos los nacidos en un país, y otras premisas liberales que los mantuanos no estaban dispuestos a aceptar. 

Los vientos de libertad que habían llevado al Precursor hasta la Venezuela de 1806, lo traerían en 1810. La fe del Prócer, nunca mermó, ni siquiera con la pasada escaramuza que le hicieron en Coro los vejetes de la oligarquía criolla. Pero ahora, nuevos tiempos se impondrían, mentes jóvenes y audaces se inclinaban a las ideas de liberación. Sobre todo, por los incidentes de Bayona.

  

España, 19 de marzo de 1808.

 

            Los rumores de un rey que huye para la América profundizan la indignación de la plebe. Una indignación que ya crepitaba en España por los dislates del favorito Godoy. Esta plebe que se alza y se amotina, impele a Carlos IV a quebrantar al favorito, a abdicar además, a favor de su hijo Fernando, pero sólo por poco tiempo su hijo exhibe la dignidad, su temor a Napoleón es más fuerte y es manejado por un mariscal francés llamado Murat. El mariscal arguye al antiguo rey que se retracte, que abdique mejor ante Napoleón. Entonces, a Bayona se traslada la familia real, allí Carlos IV se retracta ante su hijo bajo la sórdida mirada del emperador francés.

            Las piezas del ajedrez se van armando muy bien sobre la mesa del emperador. Todo encaja para cumplir su anhelo de dominación por toda Europa. Ahora su familia formaría parte de la realeza, Portugal sería sitiado e Inglaterra estaría a un paso de ser derrotada por aquella peligrosa y estratégica cercanía desde la costa occidental de la península Ibérica.

Capitanía General de Venezuela, 9 de Mayo de 1808.  

            Por la muerte del antiguo Capitán General Manuel de Guevara y Vasconcelos, el Ayuntamiento caraqueño reconoce a Juan de las Casas ignorando que este procedía de la nueva administración francesa. El primer tentáculo nepótico de Napoleón, José Bonaparte, gobierna España. Pero estas noticias llegan retardadas a la América. Y es por el Times londinense que algunos leen y pueden adquirir, que se diseminaran las últimas noticias de Bayona. Andrés Bello un asiduo lector informa a la sociedad, Cagigal, el gobernador de Cumaná ha enviado varios ejemplares que devoran algunos cabildantes. Pero la ignorancia se ha mantenido tanto tiempo en la colonia por las conveniencias de la nueva administración. Es entonces que todo se descubre, el velo se cae ante los cabildantes con la llegada del bergantín francés Serpent. De el desembarca el delegado francés Paúl de Lamanon, tiene órdenes expresas de hacer que los colonos reconozcan a José Bonaparte como su rey y Señor.

            El dieciséis de Julio el Ayuntamiento presiona al gobernador las Casas, éste convoca a todas las instituciones de la sociedad: Cabildo, Consulado, Clero, nobleza, agricultores y comerciantes, para formar una junta semejante a la de Sevilla. Esta junta sería la oportuna justificación de la autonomía tan esperada por los criollos. Sin embargo, no se llevó a cabo finalmente, la Regencia no la autorizaba. Además, la oposición de la casta de los peninsulares con sus altos cargos dentro de la Capitanía, aunado esto a la ya crecida pardocracia subrepticiamente apoyada por los primeros, hacía una muralla infranqueable.

  

            Cuando Vicente Emparan, otro enviado del gobierno francés, toma posesión de la Capitanía General en 1809, en sustitución de las Casas, la oligarquía criolla, ya decidida a echar por tierra las ordenanzas francesas y apoyar a Fernando VII, se reúne en el Ayuntamiento. Los excesos de Emparan hacia aquellos que proponían como necesario una junta gubernativa se van haciendo cada vez más notorios. Sobre todo cuando impone penas de trabajo forzoso a los criollos  que propugnen el apoyo al Príncipe de Asturias. No existe otro rey, sino José Bonaparte.

           

Caracas, 19 de abril de 1810.

 

            Aunque todos los criollos concordaban en la formación de una Junta Defensora de los Derechos de Fernando VII, Príncipe de Asturias, no todos abogaban por la libertad social dentro de la Capitanía. Sólo los más jóvenes veían la necesidad de adoptar las premisas republicanas de la Revolución Francesa. El derecho a la ciudadanía, educación, posición, propiedad, eran sólo algunas de las premisas más importantes del Decálogo de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, pero al mismo tiempo, estos postulados resultarían un peligro para la preservación de los privilegios oligárquicos de los mantuanos.

            A las ocho de la mañana del jueves santo entraba Emparan al Ayuntamiento, por previa invitación, los cabildantes le propusieron la necesidad de formar una junta gubernativa a nombre del rey Fernando ya que la Junta Central se había disuelto. Emparan no accedió a la petición, incluso cuando la misma no le perjudicaba pues conservaría su puesto. Arguyó que la Regencia había sustituido a la Junta Central y que en las actuales circunstancias, esperar noticias de España, sería lo más conveniente. Al instante, se levantó la sesión, podrían platicarle más tarde el asunto. Los pasos decididos del Capitán General se aproximaban a la Catedral. Los cabildantes creyeron todo perdido, pero otros más audaces le esperaban en el atrio de la iglesia, Francisco Salias le asió por el brazo y le obligó a volver al Ayuntamiento, no opuso resistencia, sabía que tenía las de perder, hasta su escolta, el capitán Luis Ponte formaba parte de aquella casta subversiva, era un criollo.

            En el Ayuntamiento se encontraban cinco personas desconocidas al mismo, decían ser diputados que representaban al clero, a los pardos y al pueblo mismo. Eran: el canónigo José Cortés de Madariaga, el prebístero Francisco José de Ribas, los doctores Juan Germán Roscio y Sosa, hombres religiosos acostumbrados por lo general a las soluciones pacíficas. Le pedían encarecidamente que formara una Junta Suprema dirigida por el propio Capitán General.

            Roscio, que estaba ya redactando el acta correspondiente bajo el mudo amén de Emparan, es interrumpido por Madariaga. El prelado tiene pruebas contundentes del engañoso disfraz de Emparan, lo creían lacayo del gobierno francés. Además, explica con seguridad que si la Junta Suprema sigue siendo dirigida por el Capitán general, podría ser disuelta en cualquier momento que su conveniencia lo estipulare. Por supuesto todos sabían que su conveniencia estaba al servicio de Napoleón.

            La intervención de Madariaga fue como una daga para el gobernador que se sintió descubierto, los nervios del funcionario estaban a punto de estallar. Entonces, enérgico, se decidió a preguntarle al pueblo si quería su gobierno, si estaban contentos con su mando. Madariaga otra vez hizo de las suyas con su conocido ademán detrás del gobernador, señas desde luego negativas que impulsaron al pueblo a decir que no, en vista de los acontecimientos que vivía España y la necesidad de no sucumbir con ellos las desgracias de un yugo francés. Pero detrás de todo el hervidero de ese pueblo enardecido en la Plaza Mayor, se encontraba la verdadera esperanza de ser libres. Esperanza que no se conformaría con la colocación de una Junta Suprema Defensora de los Derechos de Fernando VII, como luego se dio efectivamente en este día tan importante para la libertad de los venezolanos. Afortunadamente, hombres más osados se levantaron entre los criollos, hombres que defendieron, ya no los derechos de un rey soberano, sino la soberanía de un pueblo, un pueblo, aunque dividido al principio por las castas egoístas, destruido luego por las apetencias de los autócratas de turno en el XIX, logró conformarse en una variopinta Nación, con un Estado de Derecho, y con un sistema Democrático, laboriosamente implantado a mediados del XX.

Prof. Axel Robert Blanco

Fuentes empleadas:

FORTOUL, José Gil. Historia Constitucional de Venezuela. Pág. 192-218. Caracas, 1930.

MARTINEZ, Siso J. M. Historia de Venezuela.. Pág. 247-273. Caracas, 1981

DOMINGUEZ, Freddy. Venezuela en 20 Momentos. Ediciones CO-BO. Pág.99-103. Caracas, 2000

SOSO Arturo. Colonia y Emancipación en Venezuela (1498-1830) Publicaciones Centro Gumilla KUAI-MARE. Pág. 30-38 Caracas, 1988

BARO GUEVARA Manuel. Venezuela en el Tiempo. (Cronología desde la Conquista hasta la fundación de la República) EL NACIONAL. Pág.37-44 Caracas, 2007

 

Autor:

Axel Robert Blanco

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