Unos muchachos negritos que estaban jugando a la pelota, se acercaron a ver aquel hombre blanco que estaba sentado allá en el suelo. Se situaron en forma de arco alrededor de éste y se quedaron mirándole. Carl les vio, se quedó pensativo por unos momentos, sacó un par de dólares de unos de sus bolsillos enseñándolos a continuación a los muchachos, estos a la vista del dinero se acercaron un poco más, le hablaban a gritos, pero Carl era incapaz de entender nada, se expresaban en uno de los múltiples dialectos de las diversas etnias de Liberia.
Carl les habló en inglés, le dijo que avisaran al dueño del Restaurante "L´Eoile de la Nuit", por su situación pensó que el restaurante no debía andar demasiado lejos del lugar de donde se hallaba. Uno de los muchachos le cogió al vuelo el dinero que tenía en su mano y echó a correr como una centella, cosa que descorazonó a Bergman.
Unos minutos después vio acercarse el muchacho acompañado por un hombre alto que llevaba un paso bastante ligero. Era Preudomme, el propietario del restaurante del puerto, -Monsieur Bergman, ¿qué le ha ocurrido?- preguntó éste estando todavía a más de treinta metros de distancia.
-Amigo Preudomme, tampoco se yo en verdad lo que me ha ocurrido, solo recuerdo que cuando estábamos en su restaurante, me levante de la mesa para ir a la toilette, luego me sentí inmovilizado y a continuación perdí el conocimiento, unas horas después desperté en un lugar oscuro, sin nada de luz, era un lugar reducido y metálico, después de varias horas pude escapar del lugar donde fui encerrado, me he torcido el tobillo al saltar desde una ventana que daba a la calle y casi no puedo andar-.
Preudomme se agachó para ayudar a Carl a incorporarse, -Apóyese en mi monsieur, yo le ayudaré a ir hasta el restaurante, está apenas doscientos metros de aquí-. Carl le alargó una mano, este la cogió y tiró hacia arriba levantándole, Preudomme se dirigió al muchacho que le había avisado diciéndole que fuera al restaurante a decirle a su hija que le enviase uno de los camareros para ayudarles. Unos minutos después un fornido muchacho llegó corriendo al lugar, situaron a Carl entre los dos y echaron andar hasta el restaurante. Desde allí Carl llamó por teléfono al hotel, le pidió a la telefonista que le pasaran con la señorita Rijens, -Señor Bergman, he insistido varias veces y la señorita no se halla en su habitación-.
-Búsquenla por el lobby o la cafetería, unos minutos después se puso al aparato uno de los empleados de recepción, -Señor Bergman, la señorita Rijens salió del hotel hace como una hora acompañada de dos caballeros-.
-¿Sabe qué caballeros eran?-
-No lo sé con certeza, pero ellos iban en un auto oficial, del gobierno creo, llevaba un banderín plegado, la señorita Rijens iba en el taxi del hotel-.
-Bien gracias, le agradeceré que si regresa le diga que no se vaya, que me llame al restaurante del puerto "L´Etoile de la Nuit", no obstante yo voy a venir pronto al hotel-.
-Pero amigo Bergaman, ¿qué le ha ocurrido realmente?-, preguntó Preudomme.
Sentaron a Carl en una butaquita de mimbre en la terraza del restaurante, casi en el mismo lugar de donde estuvo cenando con Eva la noche anterior, Carl después de haber contactado con el empleado del hotel, quedó algo más tranquilo respecto a la situación de la muchacha. Le contó a Preudomme con todo lujo de detalles todo cuanto le había acontecido durante su forzoso encierro. El restaurador le preguntó si sabía dónde se hallaba el lugar dónde había estado encerrado. –No se con certeza, pero salí por una ventana que daba a un callejón estrecho y maloliente que finalizaba en la esquina de la calle donde usted me halló-, dijo Carl.
Preudomme mandó llamar a un doctor para que examinara el inflamado tobillo de Bergman, luego le dijo a éste : -Voy a echar un vistazo al lugar donde le encontré y los alrededores, veremos si puedo averiguar a quien pertenece el local y, por aquí quizás podamos devanar esta madeja-.
-Gracias amigo pero le sugiero tenga usted sumo cuidado, no vaya a meterse sin desearlo en algún lío-.
Este se marchó y al poco rato llegó el doctor que Preudomme había llamado. Era un viejecito de raza blanca, algo encorvado y pelo sumamente blanco, llevaba un maletín de cuero marrón con un asa en lo alto, el clásico maletín de galeno, se dirigió a Carl en idioma francés, este le solicitó que le hablara en inglés, puesto que no era demasiado diestro con el francés, -No se preocupe señor, podemos entendernos en inglés, ahora veamos sus males-, le dijo a Carl con una sonrisa.
-Me torcí un tobillo y me duele muchísimo-, apuntó Bergman levantando la pierna a la que pertenecía el tobillo maltratado.
-Quítese el zapato y el calcetín- dijo el doctor.
Carl asintió con la cabeza y procedió a cumplir con las instrucciones que el galeno le estaba indicado. Realmente su tobillo estaba muy inflamado y comenzaba a tomar un color amoratado, producto del algún derrame sanguíneo.
El doctor examinó minuciosamente éste y como primera prevención pidió a la hija de Preudomme que le trajera una bolsa llena de trocitos de hielo –Por el momento le puedo diagnosticar un derrame sanguíneo producido posiblemente por un desgarro muscular, vamos a intentar frenar su desarrollo mediante la aplicación de frío, hasta que no haya bajado la inflamación no nos será posible tomar algunas placas para ver si tiene alguna rotura ósea, cosa que dudo, ahora le aplicaré un vendaje compresivo que deberá llevar algunos días, se tomará unas pastillas que le daré para aliviar el dolor y no deje de aplicarse hielo todo el tiempo que pueda resistirlo-. –Tenga le doy mi teléfono por si me precisa, pero en tres o cuatro días venga a visitarme-, le dijo entregándole al mismo tiempo una tarjeta de visita.
-Gracias doctor, ¿qué debo darle?-, dijo Carl.
-No, nada por el momento, ya le daré mi minuta cuando esté usted sanado-. –Hasta luego señor-.
Había pasado una hora desde que pudo salir de su encierro, no tenía noticias de Eva, al poco regresó Preudomme, con semblante preocupado. –Señor Bergman, he podido averiguar el lugar donde usted estuvo retenido, es un local que estaba hasta hace pocos días por alquilar, con anterioridad había sido un garaje-taller particular, pertenece a un individuo de conducta algo sombría, es un nativo llamado Thomas, un ex presidiario, domina las brigadas de los descargadores de los muelles, una especie de sindicato cuyo presidente es éste individuo, le obedecen en todo lo que les ordena, por las buenas o por las malas, ha estado en varias ocasiones detenido, pero a los pocos días le han soltado, los obreros del puerto se solidarizan con él haciendo huelga de descarga hasta que le sueltan-. -¿Le dice a usted algo cuanto le digo?, ¿piensa en que puede haber alguna relación con su secuestro?-.
-No, la verdad que no, es la primera vez que oigo hablar de este sujeto-, dijo Carl.
-Señor Bergman, le llama a usted por teléfono un hombre-, le dijo uno de los camareros.
-¿Puede usted acercarme al aparato?-.
-Voy a intentarlo, veremos si nos llega el cable-.
El cable no llegaba, pero Preudomme y dos camareros más cogieron a Carl con la silla y levantándolo en volandas le llevaron hasta donde llegaba el aparato.
-Dígame, ¿con quien hablo?-.
-Señor Bergman, soy Canuté, el chófer del taxi de su hotel, ¿me recuerda?-.
-Oh si, dígame-, repuso Carl.
-Oiga, en la recepción del hotel me han informado de donde se halla usted, le llamo para informarle que la señorita Rijens, me ha pedido esta mañana que la llevara a la Misión de Gbanga que ustedes visitaron, se ha quedado allí bastante preocupada por su desaparición, ¿quiere usted que le de algún recado?-.
-Si por favor amigo, dígale que estoy bien, un poco lesionado en un pie, pero sin importancia, que voy a pasar por el hotel para recoger mi equipaje y usted me lleva para allá. ¿Puede venir a recogerme por el restaurante "L´Etoile de la Nuit?-.
-Si con sumo gusto, a la señorita Rijens la avisaré por radio, pues en el convento no disponen de teléfono, sin embargo tienen una emisora de onda corta, ahora mismo les aviso y vengo a por usted-.
-Gracias, se lo agradezco mucho amigo Canuté, hasta ahora mismo-.
-Señor Preudomme, le agradezco en el alma todo cuanto ha hecho usted por mi, pero le agradeceré no efectúe más gestiones que puedan complicarle, me sentiría responsable de cualquier cosa que a usted o a su familia pudiera ocurrirle, yo voy a contactar con las autoridades locales y con mi embajada para intentar esclarecer este suceso, una vez más le quedo muy reconocido-.
Unos minutos después llegaba Canuté a recogerle.
CAPÍTULO XXVIIIº
Kieh, llamó de nuevo a Eva, -Señorita Rijens, ¿la han contactado mis hombres?-.
-Si, si, y le estoy muy agradecida, me siento ahora más tranquila, de todos modos quisiera marcharme del hotel, temo que este hombre vuelva y pueda hacerme algún daño, no estaré del todo tranquila hasta que no hayamos podido encontrar al señor Bergman.-
-Me parece oportuno, pero procure mantenerse en contacto conmigo, ¿dónde estará usted?-.
-Voy a tratar de que me acojan en un convento franciscano de la población de Gbanga, allá hay unos sacerdotes amigos nuestros, ellos me darán refugio por unos días, el inconveniente está en que no disponen de teléfono, solo pueden comunicarse con el exterior mediante la emisora de radio que disponen-.
-No importa, podremos contactar igualmente con usted a través de éste medio, ¿necesita que la pongamos a su disposición un automóvil oficial?-.
-Muchas gracias señor Kieh, pero el hotel dispone de un chofer de confianza, se llama Canuté, precisamente el fue quien nos llevó hace un par de días a Margibi para mostrarnos el convento-.
-Si lo precisa no dude en contactarme, anote la frecuencia de la emisora del Ministerio-, a continuación le facilitó los datos que le había ofrecido y colgó.
Luego Eva llamó a recepción y pidió que le facilitaran el taxi con el conductor Canuté, –Le llamamos ahora mismo señorita- le dijo alguien de recepción, ésta cogió algunas ropas y el neceser con los productos de cosmética habituales, los metió en una maleta de mano, metió también los documentos que Karoli había traído consigo pertenecientes, a la AMC Co. y que éste intentó "colarlos" suplantando los de Bergman, recogió también el ordenador portátil y bajó al mostrador de recepción, les dijo que se ausentaba por unos días y dejó una nota escrita dentro de un sobre, dirigida a Carl, en la que le informaba que por seguridad se trasladaba al convento franciscano de Gbanga.
Unos minutos después Canuté estaba en la puerta con su automóvil, cargó con el maletín y el ordenador, los puso en el maletero del auto mientras Eva subía al mismo.
-¿Cómo está señorita Rijens-,preguntó amablemente el chofer.
-Ahora un poco mejor, pero lo estoy pasando muy mal-, dijo ésta.
-Pero ¿qué ocurre?, ¿ y el señor Bergman?-, preguntó Canuté.
-El señor Bergman ha sido secuestrado por un extranjero, éste se ha marchado y no ha dicho dónde la había dejado encerrado, estoy asustada , no se puede usted imaginar cual es mi angustia-.
-¿Ha avisado usted del hecho a las autoridades?-.
-Si, el señor subsecretario del Ministerio es conocido del señor Bergma, le he puesto al corriente de lo sucedido y ha puesto en marcha un dispositivo para dar caza a este individuo-.
-¿Dónde quiere usted que la lleve?-.
-Lléveme por favor al convento franciscano de Gbanga, espero que los hermanos me den cobijo por unos días, no me siento segura en el hotel, a pesar de que el ministerio ha tenido la gentileza de enviarme a dos funcionarios a mi disposición para protección personal, hasta que no encuentre al señor Bergman y prendan a este individuo, no voy a estar tranquila-.
Eva llamó a uno de los agentes que le habían confinado para informarle dónde se iba, le dijo también que ya había informado de ello al señor Kieh, que por el momento no necesitaba de sus servicios. -No obstante les estoy muy agradecida por su interés, no lo olvidaré, pero por favor encuentren al señor Bergman-.
-Haremos todo lo posible, no lo dude, tenga usted un buen viaje-.
El taxi arrancó en dirección a Gbanga, pero un automóvil de la policía les fue escoltando discretamente durante todo el camino.
Kieh, informó al subsecretario Mouwé de lo ocurrido, este quedó algo extrañado, no sabía qué podía haber ocurrido, Kieh le contó algo de lo que Eva le había informado, del cambio de documentos, etcétera. -Mande usted prender a este hombre, movilice todos los agentes disponibles-, dijo el subsecretario.
-Ya he movilizado a la gente, hemos puesto controles en carreteras, aeropuerto y estación de ferrocarril, en el hotel tenemos también personal apostado pensando en la posibilidad que regresara, un agente estará siempre al cuidado de la señorita Rijens y una patrulla especialista busca el rastro de Bergman-.
-Bien, mantengame informado, pero hagamos todo sin ruido y con discreción, bajo ningún concepto podemos llamar la atención del pueblo y menos la del Primer Ministro. A poder ser cojamos vivo a éste sujeto para averiguar quién le ha enviado y cómo ha sido posible de que conociese nuestros planes-.
-Así se ha ordenado a nuestra gente de confianza- añadió Kieh.
En el aeropuerto una pareja de agentes de paisano estaban en el control de pasaportes con un retrato robot de Karoli, otros efectivos de la policía patrullaban por la Terminal, en los mostradores de facturación y en el estacionamiento de automóviles.
En los altavoces de ambiente se anunciaba la próxima salida del vuelo a París, el embarque debía efectuarse en los próximos cuarenta y cinco minutos.
En el área de control de seguridad un fornido individuo dejaba los enseres personales en una bandeja para pasar por debajo del arco magnético que detectaba los objetos metálicos, después de retirar los mismos, se dirigió al control de pasaportes. Uno de los agentes especiales, le vio acercarse a la cola de pasajeros, puso en sobre-aviso a través del walkman al resto de sus compañeros, recordó que su jefe inmediato había recomendado gran discreción, cuando el individuo entregó el pasaporte al policía de la cabina, el agente se acercó por un lado a Karoli y en voz suave y aproximándose a su oído le conminó a que le acompañara, Karoli puso cara de sorprendido pero pensó que se trataba de una rutina, siguió al funcionario que llevaba su pasaporte en la mano, entraron a una pequeña sala que tenía una mesa, tres sillas y un teléfono.
-Siéntese por favor-, le dijo el funcionario en tono seco.
Karoli se sentó, el agente cogió el teléfono, marcó un número local, -Hola, ¿el señor Kieh?-.
Karoli al oír el nombre de Kieh se alarmó, de inmediato pensó que la muchacha se había ido de la lengua, se puso en tensión.
-Le llamo del aeropuerto, tenemos al individuo-, -si, lo he comprobado personalmente, corresponde a la descripción que se nos hizo llegar, tengo su pasaporte en la mano-.
-Espóselo y llévelo donde usted ya sabe, pero utilice la máxima discreción posible, trate de ser discreto al máximo-.
De repente al agente le pareció que la cabeza le estallaba y se hacía añicos, cayó tendido cuan largo era en el suelo con los oídos sangrando. Karoli a la menor distracción saltó sobre él y le golpeó contundentemente la cabeza contra el muro de la cámara, fue un golpe certero que acabó con la vida del agente.
Karoli se agachó, cogió la pistola del agente y se la colocó en uno de los bolsillos de su pantalón, abrió la ventana que se hallaba en la parte posterior de la salita, se asomó y vio que daba a una especie de explanada en la que estacionaban los carritos que transportaban los equipajes a los aviones, fue a cerrar la puerta de la salita por dentro, luego saltó al exterior a través de la ventana, marchó ligeramente agachado en dirección a los edificios de la Terminal, de entre uno de los carritos salió un empleado que cuidaba de distribuir los mismos, -Oiga ¿Dónde va usted?- le gritó, el ruido de las turbinas de los aviones que estaban en la zona de estacionamiento era casi ensordecedor, no tuvo oportunidad de decir nada más, un certero golpe de kárate en la tráquea le costo la vida.
Karoli se puso la chaqueta y la gorra del uniforme de aquel individuo, la primera le iba algo estrecha, pero visto de lejos aparentaba ser un empleado del aeropuerto, pudo llegar hasta el estacionamiento de taxis de la Terminal sin ser importunado, entró en uno de ellos y le pidió que le llevara a la ciudad. Por el camino tiró la gorra y la chaqueta del empleado.
Pensó en cómo habría sido posible que aquel "chimpancé" de Kieh supiera algo respecto a la suplantación, probablemente la maldita zorra holandesa se habría ido de la lengua. Sacó su teléfono móvil y llamó a Millar. Este atendió de inmediato.
-Dígame, Karoli, ¿cómo va todo?-.
-Verá al principio todo fue muy bien, los documentos fueron entregados correctamente y no dudaron en creer que yo era el socio del tal Bergman, hasta aquí todo perfecto, yo había dejado encerrado en un container dentro de un almacén al alemán, le prometí a la Rijens que después de la ceremonia le daría la llave del lugar de donde se hallaba Bergman y la dirección, así lo hice, pero sorprendentemente al llegar al aeropuerto la policía me ha detenido-.
-¡¡¿Cómooo dice?!!- le interrumpio Millar.
-No debe usted preocuparse, he podido evadirme, ahora estoy en un taxi retornando a la ciudad, veré como salgo del país, pero le repito, no debe preocuparse, la misión se ha cumplido, cabe la posibilidad de que la muchacha se haya ido de la lengua, venía observando que estaba encaprichándose del alemán, ya se lo advertí a usted en anteriores ocasiones…
Millar no le dejó acabar, histérico le grito : -¡¡¡ Te dije que hicieras las cosas con tacto, estoy seguro que la has tratado como si fuera una cualquiera y tus veladas amenazas de hacer desaparecer al alemán posiblemente hayan hecho que a ella le entrara pánico, no está habituada a este tipo de trato…!!!-
-Pero señor Millar no he hecho otra…..-
-¡¡¡ No me interrumpas!!!, arregla eso como puedas o no regreses a Hong Kong-, Millar colgó indignado soltando el aparato del teléfono con fuerza sobre la mesa, ahora le preocupaba que la muchacha fuera a contarlo todo a las autoridades.
Volvió a coger su teléfono celular y llamó a Karoli.
-Dígame señor Millar-, dijo este algo macilento.
-No tienes más remedio que eliminarla, y al alemán también, son testigos personales de los hechos, ello nos involucraría en un gigantesco escándalo de dimensiones y repercusiones incalculables para ti, para mi y consecuentemente a la compañía-.
-Voy a tratar de localizarles, el alemán será más fácil, ella si sigue en el hotel también lo será y, de todas maneras una muchacha rubia en medio de un país de negros no será difícil de encontrar-.
-¡¡ Soluciónalo!!- dijo Millar enérgicamente antes de colgar el aparato.
Karoli se hizo dejar por el taxista unas dos calles después del hotel, pagó en dólares y marchó caminando en dirección a éste.
Buscó por la parte trasera del hotel para ver si había una puerta de servicio, no había tal, encontró una ventana que daba a la lavandería, permanecía abierta, se coló por ella, cruzó la habitación llena de sábanas y estanterías hasta la puerta que se veía al otro extremo, la abrió con cuidado, justo daba al inicio de las escaleras que subían a las plantas piso, aprovechó un instante en que los empleados de recepción estaban ocupados atendiendo a clientes para subir por ellas, no quería llamar la atención, con toda probabilidad la policía ya habría ido a husmear por allí y estarían en sobreaviso.
Llegó a la puerta de la habitación de Eva y llamó con los nudillos, no obtuvo respuesta, giró el pomo de la cerradura y ésta se abrió, no había nadie, cruzó la habitación hasta llegar a la puerta del baño, estaba vacío, no había ninguno de los frascos de cosmética que suelen tener las mujeres, se dirigió al armario, parte de la ropa no estaba, había una maleta vacía pero la otra de mano más pequeña no estaba, tampoco su ordenador portátil estaba allí.
-Esta zorra se ha marchado, pero seguramente regresará, de lo contrario no habría dejado el resto del equipaje aquí- dijo por sus adentros. Salió de la habitación no sin antes haber comprobado que no había nadie en el pasillo, nada a la vista, luego se marchó a la habitación de Carl, todo estaba intacto, hurgó entre las ropas de éste, cogió una de sus camisas y se la puso, dejó la que llevaba empapada de sudor en el respaldo de una silla, en un compartimiento de la maleta halló un fajo de dólares y euros, cogió unos cuantos dejando el resto en el mismo lugar, pensó que necesitaría bastante dinero en efectivo para salir del país después de terminar el "trabajo".
Un estruendo de tambores y maracas llamó su atención, provenía de la calle, se acercó a la ventana y vio una especie de desfile musical con cientos de gente vestida con ropas de colores llamativos y bailando al son de la música que producían aquellos instrumentos de percusión, parecía una especie de carnaval.
Dado a que sabía que la policía le andaba buscando, debía extremar la precaución en dejarse ver, bajó por la escalera y salió a la calle por el mismo lugar por el que había entrado, se mezcló con el gentío pero vio que todos le miraban de un modo un poco especial, toda aquella gente eran nativos, de raza negra, el era un blanco y además su altura destacaba sobre los demás, decidió salir de aquel río humano para no llamar la atención. Se metió por una calle adyacente menos transitada, en una especie de librería adquirió una guía de planos del país, luego se encaminó en dirección al puerto, iba a comprobar si aquella "zorra", como el la llamaba, había podido localizar el lugar donde había encerrado a Bergman.
Paralelamente el chófer Canuté llegó a la puerta del restaurante donde se hallaba Carl, éste estacionó el auto y entró en el recinto. –Mister Bergman, ¿qué le ha ocurrido?, ¿cómo se encuentra?- decía mientras se acercaba donde estaba el alemán.
-Ya le contaré, ahora dígame ¿cómo está la señorita Eva?-
-Bien, algo asustada y preocupada por usted, pero en una hora estará usted junto a ella, acabo de dejarla con nuestros amigos de la Misión la han acogido con gran afabilidad-. –Desconocen que usted esté libre, pero voy a llamar ahora mismo a la estación de policía de Gbanga, ellos sí disponen de teléfono y les avisarán de que vamos para allá-.
-Bien, pues vayámonos, antes necesitaría pasar por el hotel para coger mis efectos personales-, añadió Bergman.
Carl agradeció a Preudomme la desinteresada ayuda prestada, -No lo olvidaré mientras viva-, -volveremos a vernos querido amigo-, añadió Carl.
Canuté y el propietario del "L´Etoile de la Nuit" ayudaron a Bergman a introducirse en el taxi, el chofer se puso al volante y arrancó suavemente.
En la puerta del hotel uno de los agentes que Kieh había destinado para la protección de Eva, estaba de pié leyendo un periódico del día, al ver a Bergman, acudió a ayudarle a bajar del auto y se presentó como tal, le informó que estaba a su disposición de parte del señor Kieh.
Subió en el ascensor, con anterioridad un empleado del hotel, le había facilitado unas muletas de aluminio que tenían en el almacén. La puerta de su habitación estaba entornada, le dijo al agente que la abriera y que tuviera cuidado, éste sacó un pistolón de grueso calibre que llevaba en su sobaquera y entró en la habitación con cautela, sabían que el fugitivo era hombre peligroso y posiblemente estaba armado.
No había nadie, luego avisó a Bergman para que junto a Canuté entraran.
-Pase señor, no hay nadie- dijo el agente.
Carl entró apoyándose en las muletas, le pidió a Canuté que le acercara una maleta Sansonite verde musgo que se hallaba en un rincón de la pieza, la fue llenando con la ropa que había en el armario, repentinamente observó el respaldo de una de las sillas, había allí una camisa que él no había dejado, se acercó a la silla la cogió y la encontró algo húmeda al tacto, olía a un sudor fuerte, en especial en la zona del sobaco.
Llamó al agente de policía –Agente, acérquese por favor, ésta camisa estaba en el respaldo de aquella silla, no es mía, seguro-.
El policía la tocó : -Evidentemente es de alguien que no hace demasiado tiempo ha estado en esta habitación, con el calor ambiental reinante debería estar seca si llevara mucho tiempo aquí, puede que haga no más de una media hora que haya sido dejada aquí, por la etiqueta que lleva fue comprada en Hong Kong-, dijo el policía.
Carl siguió llenando su maleta, pero ahora revisaba con más atención sus pertenencias, encontró el fajo de billetes que estaba dentro de un sobre blanco, a simple vista le pareció que no tenía el grosor de cuando lo dejó por última vez. Se lo comunicó también al agente.
Cerró la maleta que cogió Canuté, bajaron al Lobby y entraron al automóvil, Canuté lo puso en marcha y arrancó. El agente siguiendo las instrucciones de Kieh, subió también al automóvil, el chofer enfiló la salida Norte de la ciudad, camino de Gebanga.
CAPÍTULO XXXIVº
La primera noche en la selva, los múltiples y variopintos ruidos que la misma genera no permitieron que Karoli pudiera pegar ojo en toda la noche, la solitaria y húmeda cabaña fue para él un infierno, no había tenido jamás la oportunidad de moverse en un medio natural y selvático como aquel, en su etapa de soldado de alquiler se desenvolvió siempre en medios urbanos en escenarios sumamente difíciles y peligrosos en los que cada acción su vida pendía de un hilo, pero sabía en cada caso anticiparse a la situación, pero aquí y en este nuevo medio que le era desconocido, le desconcertaba.
Le despertó un lejano ruido como si de tambores se tratasen, era un contumaz, tum, tum. Algunos minutos después su oído se había habituado a ello dejando de prestarle atención automáticamente, cogió un cubo de plástico que haló en el interior de la cabaña y se acercó al río con cautela, no deseaba tener un encuentro inesperado como el día anterior, la imagen del cocodrilo saltando al aguaba el estruendo que provocó al chocar con el líquido elemento le impresionó vivamente dándole la medida de la peligrosidad del medio, cogió agua y regresó a la cabaña de nuevo.
Efectuó sus abluciones matutinas, pero no pudo afeitarse ya que no disponía de lo necesario, preparó el desayuno con los alimentos que habían en la despensa y salió a reconocer los alrededores. Procuró en principio no alejarse demasiado de la cabaña, debía familiarizarse poco a poco con el lugar por dónde debía moverse y no extraviarse. Caminó formando círculos alrededor de la casita, cada vez éstos iban siendo de mayor diámetro, vio alguna serpiente y un enorme termitero que procuró evitar su proximidad. Aquel tum, tum, seguía sonando sin descanso, ahora le parecía estar algo más cerca de el, pensó si podrían ser de algún poblado no lejano en el que estuvieran celebrando algún ritual.
Más allá se tropezó con una especie de pista forestal sin pavimentar, de tierra sumamente rojiza, como era característica en aquella zona, en ella habían quedado bien marcadas las rodaduras de unos neumáticos de algún vehículo pesado que pasaría por allí pocas horas antes, estaban muy marcadas. Para no perderse, con la orientación de la cabaña, recogió unas cuantas piedras y las alineó en dirección a donde se hallaba la choza en la que había dormido, con la referencia de la pista forestal y la alineación de las piedras no le sería difícil hallarla desde aquel punto.
Decidió nadar algunos kilómetros siguiendo la pista con el fin de intentar averiguar dónde se hallaba o que había en sus alrededores. En el cinto llevaba la pistola cargada y dispuesta.
Llevaba caminando algo más de una hora, calculó que habría recorrido algo más de seis kilómetros, súbitamente se acalló toda la algarabía que reinaba en aquel rincón de la selva, los pájaros y algunos simios dejaron de chillar, se hizo un silencio casi sepulcral, el serbio se quedó sorprendido e intrigado, hasta el monótono tum, tum, dejó de sonar, Karoli se detuvo y aguzó todos sus sentidos, en especial el del oído. Le pareció captar en la lejanía el monótono ruido de un motor de explosión de un vehículo a motor. Se quedó casi como una estatua para poder determinar con mayor certeza el origen y lugar de procedencia de aquel monótono run, run, efectivamente, unos minutos después sonaba más cercano y con seguridad algún vehículo motorizado se acercaba por la pista que estaba pisando. Precavidamente se apartó de la pista yendo a refugiarse detrás del grueso tronco de un árbol cercano a ella. El serbio tomó ésta precaución por si el vehículo pudiera pertenecer al ejército o la policía que andaban en su búsqueda.
Tuvo que aguardar poco tiempo, a los pocos minutos aparecía tras un recodo de la pista un automóvil de color negro salpicado de barro rojizo por los dos costados, andaba a muy poca velocidad, el lamentable estado de la pista no permitía hacer abusivo uso del acelerador, so pena de correr el riesgo de dejar la parte inferior del vehículo esparcido por los suelos. Karoli no abandonó su escondite, aguardó a que el auto estuviera a su altura para poder ver su interior.
Unos segundos después lo tenía a su mismo nivel, le pareció distinguir al mismo conductor que le había dejado el día anterior en la cabaña.
Salió de su escondrijo yendo a situarse en mitad de la pista, gritó con fuerza para que el conductor pudiera advertir su presencia, pero el ruido que producía el tubo de escape roto del vehículo cubría sus voces. Se agachó para coger algunas piedras y las lanzó al coche, la primera dio de lleno sobre el techo del mismo, el ruido alertó al conductor que se detuvo de inmediato y bajó del vehículo, vio en mitad de la calzada al hombre que le habían ordenado dejar en la choza de la selva. Dado al impedimento oral que el hombre tenía, hizo gestos para que este se acercara, así lo entendió, al llegar junto al individuo, éste le entregó un papel que llevaba doblado en el bolsillo de su sucia camisa.
Karoli desdobló el mensaje y vio garabateado en el papel un mensaje en inglés que venía a decirle "regrese a Monrovia con el mensajero, he localizado a la gente que usted busca", nada más decía, ni tan siquiera estaba firmado.
El serbio ya imaginó quién era el autor, subió al automóvil en los asientos posteriores, el conductor puso el motor en marcha y buscó un pequeño claro en la espesura para poder efectuar la maniobra de regreso.
El viaje de retorno se le hizo eterno, solo cuando se incorporaron a la carretera principal el conductor pudo alcanzar mayor velocidad y recuperar parte del tiempo perdido en la pista forestal, cerca de las primera viviendas de la ciudad de Monrovia, divisaron una patrulla de policía controlando el paso de vehículos, el conductor se apercibió con tiempo suficiente para salirse discretamente de la calzada y se metió por las irregulares callejuelas del suburbio hasta llegar a la casona donde estaba Thomas.
Se detuvo en ante la puerta y con dos toques cortos del claxon le abrieron las puertas para que pudiera entrar el auto.
El serbio se apeó del auto y le acompañaron hasta el piso superior donde se hallaba Thomas. Sin tan siquiera cruzarse saludo alguno, éste le dijo : – He podido hacer bastantes averiguaciones respecto a lo que usted me pidió, muchas más de las solicitadas-.
Karoli se acercó algo más a su interlocutor para decirle : -Cuénteme, cuénteme-.
-Mi información es tan confidencial , importante y costosa, que deberá usted invertir algún dinero más para conocerla-.
El serbio estuvo en un tris de saltar al cuello de aquel negro chantajista y darle su merecido, después de todo el dinero que ya le había entregado con anterioridad y ahora insinuaba que le iba a pedir más.
-¿Cuánto me va a pedir ahora?-, dijo Karoli de mal talante.
Thomas sin tan siquiera inmutarse le dijo : -Unos mil dólares señor, pero le puedo informar dónde se halla la persona que usted con tanto anhelo busca y la compañera de éste, están muy bien protegidos y fuera de la ciudad-.
Karoli sacó del bolsillo de su chaqueta, contó diez de cien dólares, los dobló por la mitad y los entregó a su interlocutor tirándolos despectivamente sobre la mesa que había entre ambos, el negro los cogió sin contarlos metiéndolos en uno de los bolsillos de su mugriento pantalón, a continuación cogió un pedazo de papel y lápiz escribiendo en el una dirección y un nombre, entregándolo a continuación al serbio.
Karoli cogió éste echándole un vistazo dirigiéndose a continuación a su interlocutor : -¿Qué es esto de Gbamga y de una Misión?-.
-Gbamga es una ciudad del Norte del país, y la Misión es un antiguo convento de frailes misioneros, éste es el lugar donde se hallan refugiadas las personas que usted anda buscando-.
-Bien y ¿ cómo llegar hasta allí sin llamar demasiado la atención?-.
-Ya he pensado en ésta eventualidad, en el local que me tiene usted todavía arrendado, le he dejado preparada una vieja motocicleta que funciona a la perfección, tiene el depósito lleno de carburante, con el puede hacer más de doscientas millas y en una de sus bolsas laterales para portaobjetos le he puesto un plano y le he marcado una ruta a seguir en lápiz rojo para que no tenga problemas con la policía, son calles secundarias y caminos muy poco transitados que le llevarán hasta el lugar-.
-¿Está usted totalmente seguro de la información recibida?-. Insistió Karoli.
-Absolutamente señor, la obtengo de la mismísima policía-.
-Bien, pues dígale a su coger que me acompañe hasta el local, no quisiera deambular por las calles y correr riesgos inútiles-.
-Le acompañará, pero le aconsejo que no salga usted de allí hasta que inicie el ocaso, deberá aguardar todavía unas horas, el chofer le acompañará hasta la salida de la ciudad, a partir de allí podrá continuar solo hasta hallar la cabaña en la que se refugió, pase la noche allí y al día siguiente prosiga, si lo desea, hasta Gbamga, toda la ruta la tiene perfectamente marcada en el plano, ah también le he puesto una brújula para que se pueda orientar mejor-. Thomas sin decir más se dio la vuelta sin mediar ninguna palabra y se marchó de la pieza.
Karoli se puso el papel en el bolsillo y salió de la habitación en dirección a donde estaba el coger y el automóvil que le trajo hasta allí.
Abrieron el portón saliendo a continuación hasta la calle, en un par de minutos estuvieron frente a la puerta del local, el conductor le dijo, por medio de signos, que iría a por el en un par de horas.
Karoli le hizo un gesto con la mano cerrada y el pulgar extendido hacia arriba en señal de asentimiento, aguardó a que se marchara el empleado de Thomas cerró con llave la puerta del lugar y cogió el teléfono celular que le había entregado Millar, a continuación marcó el número que tenia introducido en la memoria de éste y que correspondía a la AMR Co..
-¿Señor Millar?-.
-Dime Karoli, se breve, estoy para entrar a una del Consejo-, dijo en tono algo áspero.
-Señor, he localizado dónde se han refugiado estos dos, mañana me acercaré al lugar, están en una misión de frailes misioneros a bastantes millas de la capital-, informó.
-Bien, elimina como sea a estos dos, luego acércate sus contactos e intenta que se avengan a proseguir el negocio con nuestra sociedad, en el caso de que se negasen, ¡¡elimínalos también!!, no nos conviene en modo alguno, dejar rastros ni testigos, sería un escándalo mundiales se descubriera la trama-, a continuación, sin más dilación colgó.
El sicario se metió el teléfono en el bolsillo y fue a comprobar la motocicleta, halló los planos y la brújula, comprobó el contenido de carburante del depósito y se dispuso a poner en marcha a la misma, cebó el carburador con el pulsador apropósito para ello, apoyó el pie sobre el quick-start y de un golpe seco con el pie, el motor se puso en marcha inmediatamente, la motocicleta era un modelo japonés de los años ochenta, pero que mecánicamente había sido muy bien conservada.
Cerró el contacto para apagar el motor y se concentró en estudiar el plano que le habían preparado. Había sido efectuado concienzudamente, en lápiz rojo habían señalado todas las rutas a seguir y los poblados que por el camino iría encontrando, también el lugar en el que se hallaba la cabaña que ya conocía, todo perfectamente indicado, no había pérdida posible.
Algo después de una hora el automóvil que le iba a guiar hasta la salida de la ciudad, estaba en la puerta, sonó el claxon una sola vez a modo de aviso, Karoli se asomó e indicó al conductor que estaba dispuesto para salir, puso en marcha la motocicleta y salió con ella, cerró el portón del local, montó en ella y siguió al automóvil, que a un paso bastante lento se por un interminable número de callejas muy poco transitadas por vehículos, casi unos cuarenta minutos después dejaban atrás las últimas casas de la ciudad, comenzaba anochecer, en el cenit podía divisarse el disco solar enorme y muy rojo que llenaba de este color todo el cielo, y que lentamente se iba escondiendo más allá del mar.
El automóvil se detuvo justo al acceso de una pista forestal de tierra rojiza, se trataba de la que conducía a la cabaña, pudo identificarla con facilidad en el plano, el coger dio la vuelta al vehículo y regresó de nuevo a la ciudad. Karoli le dio al acelerador de la motocicleta y siguió camino por la pista, al poco tiempo de andar tuvo que encender la iluminación autónoma del vehículo, pudo comprobar que el faro de ésta daba la luz suficiente y ver el camino siempre que se fuera a una velocidad moderada. Consultó de nuevo el plano en un par de ocasiones hasta que halló el lugar donde estaba la cabaña, le sorprendió la minuciosidad con que se había detallado el mapa, tal y como lo hubiese efectuado un profesional de cartografía o un militar.
Abandonó la pista e inició un corto recorrido campo a través por el espeso follaje del lugar hasta llegar a la cabaña, paró el motor del vehículo y lo dejó aparcado junto a una de las paredes de la choza.
Al entrar en el habitáculo prendió la lámpara de petróleo que había dejado sobre la mesa para iluminar el interior, echó un vistazo a su alrededor y le pareció observar que el camastro donde había dormido la noche anterior y le pareció que hubiese sido removido, una de las sábanas estaba tirada en el suelo a un par de metros de distancia del lecho, estaba seguro de no haberla dejado allí, la almohada estaba sobre una de las sillas y en la despensa faltaba una buena parte de la comida que había contenido.
Estaba convencido de que alguien había estado allí, no sabía que pensar, tenía sueño y deseaba descansar, cogió una de las sillas y atrancó la puerta con ella, algunas latas de conserva que había vaciado el día anterior, estaban todavía sobre uno de los estantes de la cocina, las cogió y las puso sobre el postigo entornado de la ventana, con el fin de que si alguien intentaba entrar por ella, la lata cayera al suelo y el ruido que ésta produjera le despertara, luego rehizo la cama, apagó la lámpara y se hechó sobre el camastro vestido y con la culata de la pistola asida con una de sus manos.
CAPÍTULO XXXVº
Uno de los empleados de Thomas le avisó de que tenía la visita de la policía, éste con un gesto indicó a su empleado que permitiera la entrada al agente.
-Gnobo, ¿qué noticias me traes?-, le dijo sin tan siquiera saludarle.
-Me he informado muy bien, a pesar de que hay órdenes de que se lleve todo con extremada discreción, las órdenes proceden de muy arriba, quiero decirte Thomas que personalmente me estoy jugando el cargo y hasta quizás la vida-.
-Puede, pero éste es tu problema, vamos ahora a la información-, dijo con aspereza.
Gnobo encajó el directo, pero se guardó de replicar, sabía como las gastaba su paisano tribal Thomas, por otra parte consideraba que era para él una fuente de ingresos extraordinaria.
-Te explico, en la Comisaría Central, hay órdenes de buscar a un individuo extranjero del que ya te dije, el individuo entró legalmente al país, pero ha cometido ha cometido en nuestro territorio varios delitos ; secuestro y asesinato, la justicia le persigue, a pesar de no existir denuncia oficial por parte de la persona secuestrada-.
-Ésta versión ya me la diste la vez anterior, nada nuevo me das por ahora- dijo con voz ronca denotando que la paciencia se le estaba agotando.
-Permíteme que sigua, solo trataba de fijar los antecedentes. Al parecer un individuo llegó al país con una misión determinada , se le ha visto en compañía de un tal Kieh, éste es el hombre de absoluta confianza del subsecretario de Estado. Corre la voz de que éste aprovecha el cargo para hacer sus propios negocios y quizás también los del Presidente de la República, esto último es una conjetura mía. La pregunta es : ¿El extranjero secuestrado a que vino a Liberia?, segunda cuestión : ¿qué negocios se traen el tal Kieh y el subsecretario?. Por simple deducción solo pueden tratarse de dos tipos de negocios : armas o diamantes.
De todas maneras debe de tratarse de alguna transacción importante y de mucho interés para que alguien haya enviado a un profesional del crimen.
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