Estética revolucionaria peronista. La tragedia de los ´70 (página 5)
Enviado por Carlos Schulmaister
Por tanto, la vida debía ser vivida en torno a una causa superior, de lo contrario no se la merecía. Y debía vivírsela peligrosamente, bebiéndosela a grandes tragos, pues de lo contrario no sería vida ya que no produciría placer. He aquí el espíritu dionisíaco compartido con otras expresiones de la cultura mundial de esos años, como la de los hippies, viviendo el instante. Así se le ganaría la pulseada a la vida misma, se la estiraría hasta hacerle emitir unos sonidos misteriosos que nadie había escuchado jamás pero que se intuían próximos, casi inminentes.
En todas partes las apetencias de las almas y los ideales del yo de los revolucionarios emergían con las mismas características, cual frutos repentinos de una epidemia de sensibilidad exacerbada, como cuando se conocían relatos sobre situaciones de abnegación o de autosacrificio de algunos militantes en ayuda o salvamento de otros. Esas acciones y esos relatos configuraban el tipo ideal del revolucionario soñado y deseado. Inexorablemente sus compañeros de Causa sentían una insoportable mezcla de admiración por su grandeza y un gran dolor por el infortunio de aquellos superhombres, y de rebote una depresiva certeza acerca de la propia pequeñez de cada uno, lo cual volvía más angustiante la vigilia.
A menudo se pensaba que tales muestras de heroísmo y grandeza no podían ser naturales sino que eran causadas directamente por Dios, que se trataba de iluminados, que no eran como cualquiera de los demás. Hasta los más peleados con Dios se aflojaban en esas circunstancias y temblaban. La fe existía mucho, aunque no de las maneras tradicionales en que se habían vinculado con ella en sus infancias. La fe y la abnegación creaban el tipo pasional que sobredimensionaba los alcances y la forma de su voluntad.
Esos tipos eran arquetipos. Y fueron héroes a pesar de todo. ¡Qué desgracia que hayan muerto! ¿Los rondaba la muerte? ¿Los acechaba? ¿O en verdad ellos la buscaron? A veces pienso lo primero, y a veces lo último. Claro que cada uno es dueño de elegir qué hacer siempre que pueda elegir y que su libertad real de elección no sea una trampa desde el principio. Y siempre se es responsable de los propios actos libres.
Lo que se suele lamentar y reprochar a aquella generación es el haber comido del fruto prohibido y recreado la cultura de la muerte, de la violencia, de las armas, pues la descalificación mayor a esa cultura es que siendo un mal no puede producir un bien. A la larga o a la corta, ningún fruto de la violencia, ni siquiera la producida in extremis, puede ser bueno, justo ni verdadero por más que pueda ser aprobado, aceptado o convalidado oficial o privadamente.[90]
El mal es lo más fácil y disponible. La humanidad tiene demasiado tiempo de maldad vivida e incorporada en sus pensamientos y en su conducta por acción cómplice o por omisión mezquina. Que cada tanto aparezca alguien que quiera imponer una dictadura de un siglo o de un milenio para que aprendamos a vivir en paz definitivamente es un delirio mesiánico, y una tragedia.
El asedio a la muerte propia o la de otros se puede entender como un acto egoísta, plenamente humano, de no resignarse a la finitud ni al olvido, o como un acto de autocompasión y búsqueda del descanso definitivo que el alma ha estado buscando sin que el cerebro lo supiera necesariamente.
No mezclo la irracionalidad del misticismo de los héroes con la cultura de la muerte. La primera es una enfermedad, un delirio, un mal de época, especialmente en aquella época. Pero siempre es una desgracia, jamás una virtud ni un honor (aunque lo sea para el fascismo). Y es un desvío de la razón igual que el martirio. Pura negritud pagana-católico-nazi-fascista que infecta los normales sentimientos de amor intenso a la nación produciendo lo que realmente existe como nacionalismo en la realidad.
La cultura de la muerte es otra cosa. No consiste en esa patología de la sensibilidad antes referida sino en una racionalidad laica, sin fe siquiera, dedicada al exterminio de la vida. Y esas condiciones no la hacen ni mejor ni peor que la anterior puesto que ambas son un espanto para la condición humana.
La cultura de la muerte es matemática, estadística, reflexiva, experimental, tecnológica, como la del nazismo y otras experiencias históricas, procura resultados empíricos, científicos, universales, es un saber disciplinar acumulado e instrumental, al servicio de cualquiera, sin diferencias de "raza, credo o religión", como decían los discursos oficiales de los tiempos en que aquellos jóvenes revolucionarios eran niños.
Desgraciadamente, tanto aquel delirio de la sensibilidad como la cultura de la muerte acaban produciendo los mismos frutos de muerte y violencia, sin importar que a su base se hallen diversas teorías justificatorias, todas racionales, incluyendo la irracionalidad misma.
Como dijera Roque Dalton, el gran poeta guatemalteco, "cualquier blasfemia / revela su elevado sentido moral / si se le construye una estética de respaldo". [91]
La cultura de la muerte utiliza para sus propósitos tanto la irracionalidad de origen religioso como la racionalidad política o ideológica según convenga a sus necesidades de cada momento. Así ha sucedido tanto en las derechas como en las izquierdas, y tanto para conquistar el poder como retenerlo.
Si el culto individual y colectivo de la muerte representa el delirio pagano-católico, la cultura de la muerte, que incluye un complejo y sofisticado sistema legal de autorregulación "racional"[92], es una herramienta de otra clase de "salud social" que no es la habitualmente considerada con dicho término ya que se identifica con la paz de los cementerios; por lo tanto, es una herramienta admitida y convalidada permanentemente por todos los Estados.
Lo más triste del caso es que no sólo los poderes despóticos y tiránicos practican la cultura de la muerte, sino que la revolución social misma, que comienza construyéndose con apelaciones y llamamientos místico-religiosos, además de teorías salvacionistas, desemboca necesariamente, por necesidades lógicas, en la cultura de la muerte, igual que lo hace el enemigo. De modo que desde ambos lugares de procedencia se utiliza y legitima teóricamente la cultura de la muerte en lugar de la cultura de la vida.
Mientras que a la cultura de la muerte inferida por y desde el poder se la condena sin hesitar, al extravío personal de la fe de los revolucionarios se lo suele estetizar desde posiciones de izquierda, basándose en sus elevadas intenciones y motivaciones, sin embargo, a la larga, su producto/motor que es la fuerza y la violencia no se diferencia del que produce el enemigo.
XIX
En 1973 todo el mundo era peronista en Argentina. En realidad, la frase era exagerada, sin embargo parecía que así fuera. Repito, parecía.
El protagonismo avasallante de las juventudes políticas, y dentro de ellas la Tendencia, se correspondía con una visión maniquea de la realidad, con una caótica presencia en los Mass Media en función de sus desbordes, y por éstos y por el ruido sucio de fondo que acompañaba la escena cotidiana parecía que la única manera de ser joven era siendo revolucionario.
Por lo tanto, ser joven era obligatorio. Y si alguna vez se había escuchado hablar entre nosotros del conflicto generacional (y sólo como fenómeno reflejo de la cultura norteamericana en los ´60) ya había desaparecido de la mesa de saldos culturosos. Del ´62 al ´72 los padres habían pasado por el enojo, luego por el afloje, más tarde por la preocupación, y finalmente habían enmudecido. La juventud había pasado del campo privado al público. Era lógico, de alguna manera, pues como la juventud hacía la revolución, si ésta triunfaba la refundación consiguiente de todo sería -modificando ligeramente a Sartre– nueva y también joven.
En las universidades se produjo un desborde triunfalista desde antes de las elecciones del 11 de marzo del ´73 en las que ganó la presidencia Héctor Cámpora. Pero no se trataba solamente del festejo y la alegría, legítimos en toda la extensión, sino de las expectativas juveniles asentadas sobre un terreno fantástico.
Millares de adolescentes y jóvenes estaban subyugados por la imagen de Guevara y por la densidad de la palabra Montoneros y sus míticos significados. En realidad, los seducían el mito del héroe y la épica guerrillera, tan de actualidad por entonces, tironeados desde el fondo de la historia más lejana hasta la más reciente y transpolados al futuro como utopía. El optimismo juvenil era inmenso[93]todos creían inminente la toma del poder (¡nada menos!) por Montoneros siguiendo los dictados de Perón.
En consecuencia, los nuevos universitarios peronistas se llenaron de símbolos revolucionarios, desde la indumentaria hasta la pose, la mirada y la actitud. Ahora predominaba la vertiente guevarista en filas peronistas. La apariencia se adocenó en el estilo verde oliva guerrillero. Barbas y bigotes poblaron los rostros de los efebos con una velocidad inusitada, cual crecen los espárragos después de la lluvia.
El movimiento estudiantil estaba colapsado por el fenómeno de peronización avasallante que se tradujo en la hegemonía de la JUP[94]y transitivamente de Montoneros. Las paredes interiores y exteriores de las facultades se llenaron de propaganda gráfica y de banderas argentinas con consignas y símbolos en cada centímetro de superficie. Y en ese ambiente generalizado se inició el proceso de recambio político-institucional de las universidades.
Pero fuera de las universidades y de sus miradas de amplísima difusión y alcance, la vida transcurría de otra manera. Tras la primavera de Cámpora llegó de golpe el otoño sin pasar por el verano previamente. La represión del Estado continuó sin interrupción el impulso de la Revolución Argentina. Ezeiza fue el fin de una etapa y el comienzo de otra. Pero la política de masas montonera ocultó la realidad. Los estudiantes peronistas no lo comprendieron y se expusieron crecientemente y sin recaudos. La reacción ya los había identificado y poco después comenzaron a caer sin prisa pero sin pausa. Y afuera sucedía lo mismo con tremendo y horroroso efectismo estadístico. La tierra se llenó de sangre, pero la sangre no abona ni perfuma la tierra por más ditirambos de funerales que se puedan hacer en tales circunstancias. Ni de un lado ni del otro de la trinchera.
La conducción montonera minimizaba y subestimaba los efectos de la reacción. El triunfalismo, la fatuidad, los desvíos ideológico-políticos y el empeño infantil de monopolizar la marca y el relato peronista, incluidos sus símbolos y sus mitos, agravaron más aún la inseguridad de los peronistas de la Tendencia en cualquier lugar y ámbito de militancia.
¡Qué mala lectura de la realidad! ¡Cuánto infantilismo revolucionario! No sólo por la ingenuidad juvenil universitaria sino fundamentalmente respecto de las dirigencias de la Juventud Peronista y de Montoneros. El clima general de euforia las había confundido también a ellas. Justo a ellas que no debían ser ingenuas ni un ápice.
Para 1974 la euforia universitaria se detuvo y también el ingreso de nuevos militantes, advertido el peligro de la cacería que se había desatado. Y aunque la gran mayoría de los jóvenes peronistas lo fueran por herencia, es decir, con un fuerte peso en sus corazones, el peronismo en el poder les empezó a dar miedo y fueron cada vez más reacios a sumarse a la fiesta. Mientras tanto, en todas las organizaciones de militancia de superficie de la tendencia se mantenía todavía una alta exposición coexistiendo con la represión desde el mismo gobierno peronista.
Para 1975 había sido tan grande la represión que la diáspora consiguiente había dejado casi vacías las aulas y los pasillos universitarios, pues el peligro ya en esa escala no era sólo para los militantes sino para cualquiera. Lo mismo sucedía en todos los frentes. Y en ninguna parte se veían ya barbas ni bigotes ni melenas ni siquiera excepcionalmente, ni cazadoras verdes. Por las calles ya no se veían concentraciones de jóvenes, todos marchaban apurados con aire de yo no tengo nada que ver.
Después de haberse expuesto desmedidamente sirviendo los fines de la organización superior, y después de haber sido abandonados por ésta de múltiples maneras no le quedaba a los jóvenes otra salida más inteligente ni conveniente que hacer mutis por el foro voluntariamente.
Y de pronto, la conducción montonera descubrió que no podía convocar a nadie, ni podía, ni le harían caso. Entonces resolvió escribir la historia por anticipado y dispuso la ingesta de las pastillas de cianuro sólo para ellos, para suicidarse antes de ser apresados, evitando cantar bajo la tortura; pero a pedido de los combatientes se distribuyó democráticamente a todos ellos. Y por las dudas, infatuados y creyéndose en la posición del ideólogo de La batalla de Argelia que debía ser preservado alejándolo del centro de operaciones los jefes partieron al exterior para hacer relaciones públicas internacionales.[95]
De aquella esperanza inicial de que "la sangre derramada no será negociada", y que había sostenido la fe en el sentido trascendente de estar dispuesto a morir por la Causa ; de aquella abnegación de "morir para que otros vivan" en el eventual martirio de la tortura, bajo las balas segadoras o por la bomba que hacía volar el cuerpo por el aire convertido en mil reliquias sagradas en la fugacidad indolora de una transmutación, viviendo para siempre en la inexorable glorificación post mortem de la memoria y la historia para eterna deuda de los sobrevivientes ; de esa muerte sacrificial que era la Cruz del combatiente y del revolucionario ; se pasó en menos que canta un gallo a la consagración del horror y del dolor infinito, de la soledad más absoluta y del silencio más inicuo por parte del coro cuando en el escenario aparecieron los terroristas bendecidos a purificar la Patria.
Si matar es malo, cualquiera sea su signo y su justificación, torturar es una intervención tan perversa e indigna de un ser humano que rebaja la estatura del torturador, y por ende la del torturado, quitándole grandiosidad a la propia muerte.
El riesgo de morir por causa de los cobardes y perversos dio paso a la certeza de que ya no valía la pena, pues la muerte no tenía sentido, y el mito de la muerte gloriosa había desaparecido.
Se iniciaba allí la era del escepticismo más absoluto, que llega hasta hoy, acerca de la posibilidad de cambiar el mundo para bien. Desde entonces, de aquella milenaria excepcionalidad de la muerte, tal como se había construido en Occidente, la muerte se convirtió en la regla y vivir en la excepción; hasta llegar a hoy, cuando la muerte no desgarra el corazón de nadie, pues ha muerto hasta la posibilidad del mero estremecimiento por el sufrimiento ajeno, por más que abunden las lágrimas mediatizadas a repetición.
En consecuencia, los callos en el alma se han difundido por todas partes hasta convertirse en pandemia.
XX
Por esos años la exageración y los errores de conocimiento, una visión maniquea de la vida y las estúpidas polarizaciones de siempre, los extravíos y los delirios de la razón, y el espejismo de palabras y discursos éticos y estéticos fantasmagóricos que reflejaban lo que cada cual quería ver en ellos llevaron a inventar otra realidad en Argentina, del mismo modo como en 1985 los stalinistas de aquí y de todas partes continuaban repitiendo que "el capitalismo está agotado". Esa vorágine fue el resultado de la metodología revolucionaria aplicada, crecientemente violenta y destructora de todo lo que tocaba directa o indirectamente, obedeciendo -conscientemente o no- aquella recomendación de Trotzky: "cuanto peor mejor". De modo que todos creyeran, en consecuencia, que no existe nada bueno en el sistema capitalista. Puesto de ese modo, ¡cuánto antes se pudra todo mejor!
Estoy convencido de que no fue aquello una revolución popular sino un proceso revolucionario de vanguardias con mucho apoyo juvenil, pero que ni por asomo la suma de los votos de Cámpora ni los de Perón después fueron expresión de un proyecto montonero ni socialista, así como tampoco la juventud simpatizante con este último constituyó la mayor parte de la juventud en general.
Por otra parte, el grado de desarrollo político, económico, social y cultural de Argentina, y su generosa dotación de recursos naturales no justificaban -por más injusticias sociales que existieran- la descabellada idea de hacer una revolución comunista. Y así fue entendido por las mayorías[96]rápidamente, incluyéndose en ellas muchos peronistas y aun buena parte de quienes en años anteriores habían visto con simpatía el fenómeno guerrillero argentino.
La radicalización de una parte del peronismo durante la Resistencia, el clima de época, y las oscuras relaciones entre Perón y Montoneros dieron pie al inusitado proceso de guerrillas urbanas de esos años. Las organizaciones armadas crecían por el apoyo que les brindaba Perón y éste también crecía por el apoyo de aquellas.
El fracaso de la conquista del poder (la revolución recién empezaría después en ese caso y habría que ver cómo le hubiera ido) por Montoneros y el peronismo revolucionario obedece a una suma de errores de análisis, a numerosas fuerzas opositoras, a desviaciones tanto casuales como deliberadas, a incapacidad de conducción y a limitaciones político ideológicas, a traiciones y deslealtades y a miserias humanas que afectaron a la Tendencia y también a los grupos político-sindicales de la derecha peronista.
Siendo tan amplio el conjunto de variables intervinientes no tiene sentido buscar el o los culpables de aquel fracaso, ni siquiera para ubicarse en una posición ecléctica. Sobre todo en este caso.
Ciertamente, habrá quienes fueron más responsables que otros por los resultados finales. Pero lo que rechazo es el mito de los chicos buenos traicionados por el conductor, pues es una simplificación. Y no lo digo para defender a Perón. A lo mejor éste no tiene defensa, tal vez ni tenga perdón, pero no soy yo quien lo postula. Tal vez el sayo le caiga a los dirigentes montoneros narcisistas que no fueron capaces de morir como los propios y extraños a los que condenaron a la muerte, ya que la muerte en combate de los guerrilleros, como la de sus oponentes militares, blanquea todo lo que pudo haber estado en la sombra.
Lo dicho no implica avivar el fuego de la antorcha de una mítica tumba del guerrillero desconocido. Todo lo contrario. Deseo que terminen para siempre las "antorchas" y el pasionismo que convierte en hogueras las vidas y los cuerpos jóvenes. Si algo debió ser aprendido -lo cual no ha ocurrido todavía- fue la lección que nos dejó el dolor y la atrocidad: que la violencia jamás construye, y que debimos haber asumido todos juntos de cara al pasado y al futuro que queremos que nunca más vuelva la violencia de ningún signo porque la lógica del poder no tienen ideología y siempre termina carcomiendo el cuerpo social como si fuera un cáncer.
¡Para qué seguir escribiendo! No puedo ni quiero hacer lo que no hice hasta ahora: explorar en clave estética el horror desencadenado entre el 73 y el 76: ese horror de la izquierda y la derecha peronista y las fuerzas armadas que precedió al horror del 76 al 83.
Horrorosa fue la muerte y la violencia guerrillera tanto como la militar. No existe la violencia justa pues siempre degrada al ser humano, aunque sea violencia liberadora. Lo que unos estetizaban desde la derecha y otros desde la izquierda fue una irracionalidad absoluta. No se puede explorar en clave estética las caras y los ojos de los asesinados o torturados de ningún bando armado pues el horror termina cegando los ojos y secando el corazón, además de otras críticas posibles de ser efectuadas a tales operaciones.
A esta altura del repaso de aquellos años ya no sirven espiritualmente las explicaciones ni las justificaciones de la violencia popular defensiva, liberadora ni transformadora, ni siquiera las de la violencia controlada ni la de los desahogos insurreccionales, bajo los pretextos de la dominación oligárquica, el imperialismo, el neocolonialismo, el patriotismo, la doctrina de seguridad nacional, etc, etc, por más históricamente verdaderos que hayan sido y aún sean esos argumentos.
No es ético ni estético traer hijos y nietos al mundo con piedras en las manos para que vivan y mueran crispados y llenos de resentimientos y odios directa o indirectamente fomentados por sus ascendientes. Y sobre todo, no lo es para los cristianos. Pretender ganar el mundo y perder el alma es propio de imbéciles o de ciegos, ha dicho alguien.
En cuanto a la violencia del Estado habrá que oponerle las fuerzas de la razón, del derecho, de la moral y del amor, a las que debemos recuperar definitivamente.
Lo cierto es que si por un lado el peronismo de la primera época hizo mucho a favor de la nación y del pueblo instalando la soberanía popular y la justicia social -en lo cual no estuvo exento de errores, muchos de ellos graves- también es cierto que ya es hora de superar definitivamente la etapa del personalismo y paternalismo de caudillos y líderes que pueden activar a voluntad no sólo las mejores prendas morales de los seres humanos sino también las peores.
Para que no tengamos que cerrar los ojos a cambio de un plato de lentejas, puesto que vivir no es darlo todo por comida.
Mientras tanto, en las calles anda hoy la vida a los tumbos, entre los baches del alma y las memorias contrapuestas, con sus más y sus menos, sus excesos y sus carencias, sus defectos y sus virtudes, sobreviviendo y gastándose el día a día, sin ánimo de empeñar nada para mañana, cansada de sufrir pero inmunizada contra el dolor y la sorpresa, sin sueños de robot, ni de apóstol ni rebelde, amortizada de tanta fantasía heroica del pasado, suplicando que la dejen como está, con toda su mediocridad a flor de piel, y que no se metan con lo que queda de ella los corruptos, los mesiánicos ni los violentos que dicen defenderla, pues con semejantes amigos la vida no necesita enemigos.
FIN
Autor:
Carlos R. Schulmaister?
carlos[arroba]schulmaister.com
[1] Por cierto, as? comenzaron todos los totalitarismos, ya fueran de derecha o de izquierda.
[2] A la luz de la experiencia hist?rica del siglo XIX puede decirse que la naturaleza esencialmente violenta de la revoluci?n confirm? las definiciones de Engels sobre este punto. Y la violencia se volvi? tremendamente seductora comparada con la lenta lucha democr?tico-burguesa: la revoluci?n atra?a, la evoluci?n aburr?a.
[3] La exig?idad num?rica no necesariamente es directamente proporcional a su fuerza.
[4] En otros tiempos se consideraba valioso al sentido com?n, atribuy?ndole ser el menos com?n de los sentidos. Actualmente, una proposici?n de sentido com?n es considerada poco rigurosa, poco seria.
[5] Cuando uno recuerda las terribles experiencias hist?ricas de los pueblos tras cada h?roe del socialismo, en el socialismo real de Lenin, Trotzky, Stalin, Kruschev, Causeascu, Mao, Castro, Guevara, Pol Pot, etc, y aquellos procesos que no triunfaron (como el de Abimael Guzm?n, etc) no puede menos que preguntarse ?Si esto hacen los revolucionarios?ser? realmente cierto que el comunismo es bueno, conveniente, mejor que el capitalismo, etc, etc?? ?No estar?n equivocados sus fans?
[6] Sin embargo, con derechos individuales limitados o atrofiados y sin instituciones s?lidas la vida organizada no es sustentable a largo plazo, por eso el populismo viejo se puede comprender y hasta justificar si se quiere, pero jam?s deber?a resucitarse, ni siquiera aggiornadamente.
[7] ? ?O tal vez s???. ?Y? depende desde donde se lo mire?
[8] El PC de Argentina integr? la Uni?n Democr?tica en 1945 junto a otras fuerzas pol?ticas antipopulares y remat? su escalada de traiciones apoyando y celebrando al Proceso de Reorganizaci?n Nacional y felicitando a su jefe, el gral. Videla, en 1976, por el golpe de estado realizado.
[9] Se ha hablado de Nuevas Izquierdas para referirse a algunos espacios pol?ticos contestatarios de los a?os que nos ocupan. En realidad se trata de una exageraci?n. Lo que exist?a como ?izquierda? ven?a de un pasado lejano y culpable y nunca hab?a efectuado su autocr?tica ni hab?a peregrinado al desierto, aunque para sus miembros ?hacer ruido? haya sido y contin?e siendo una suerte de catarsis. Hubo muchas izquierdas ruidosas que terminaron colgadas de los pantalones del enemigo.
[10] Simult?neamente, las oligarqu?as locales y sus sectores sociales sat?lites configuraban a ambos pa?ses como los ?amigos? imprescindibles a los cuales admiraban incondicionalmente.
[11] En Am?rica latina la experiencia m?s importante ha sido el peronismo, como fen?meno pol?tico y social, aun a pesar de sus contradicciones.
[12] La misma explicaci?n, aunque ya no sea la ?nica posible, vale tambi?n para el peronismo segunda ?poca.
[13] Por cierto, no a todos los habitantes, lo que ser?a impensable. Ni tampoco ser?a as? indefinidamente, pues como sucede con todas las experiencias pol?ticas personalistas que rigorean la institucionalidad y las libertades p?blicas sobrevino indefectiblemente la decadencia y el ocaso apuradas por las presiones crecientes de la oposici?n.
[14] Los nativos, los criollos, los ind?genas y los mestizos nunca se llevaron bien con la cultura socialista ni con sus portadores. Pero el rechazo fue mutuo. La vertiente social llamada nacional, que los unitarios, los liberales y los socialistas llamar?n barbarie, constituy? la mayor?a popular que fue considerada una r?mora para el desarrollo por parte de los ?ilustrados? que la persiguieron y diezmaron f?sicamente. Es obvia, entonces, la raz?n por la cual aquellos tampoco los aceptaron.
[15] De ah? que el movimiento peronista nazca con un visceral rechazo a las izquierdas en general, y al PC en particular, no s?lo por las razones que hemos dado sino especialmente por su conducta reciente, al integrar la Uni?n Democr?tica. Pero como la cabra la monte tira, el PC continuar? traicionando constantemente desde entonces los verdaderos intereses de los trabajadores y de la naci?n.
[16] Adem?s experto en cr?tica literaria, teatro, cine y artes pl?sticas. Por cierto, la revoluci?n era para ellos un entretenido objeto culturoso. Y todo ello sin caer en ninguna clase de m?stica, como desgraciadamente le ocurr?a a muchos peronistas.
[17] Pero la ortodoxia marxista del PC de la URSS rechazaba al psicoan?lisis, como lo revela el Breve Diccionario Filos?fico. Ed. 1955, que representaba la l?nea oficial del Partido: ?? una tendencia reaccionaria, idealista, esparcida en la conciencia psicol?gica burguesa, ahora al servicio del imperialismo, que utiliza estas ense?anzas con el prop?sito de justificar y desarrollar las tendencias m?s bajas y repelentes?.
[18] La cual no depende de poseer previamente la condici?n de ?ilustrado?. Demasiados hay de aquellos a quienes tanta ilustraci?n parece haberles impedido tener conciencia pol?tica.
[19] Y antes de Per?n tampoco pues los sectores nativos, pese a que llegaron a emparejarse cuantitativamente con los inmigrantes, eran parias iletrados que no pod?an leer El Libro.
[20] Eran los tiempos de la Cinemateca y la Alianza Francesa, y del Instituto Di Tella.
[21] El cristiano debe ser siempre ap?stol, jam?s ap?stata.
[22] Sin embargo, cuando digo en diversos lugares que los sujetos de la contemplaci?n (en primer lugar los militantes revolucionarios) estetizaban el significado y el sentido de los actores quiero decir que se configuraban po?ticas o modelos, pero no que esa relaci?n constituyera una experiencia realmente est?tica. Ojal? hubiera sido as?, pues les habr?a permitido tomar distancia, ganar en objetividad y eventualmente replegarse. Creo que las experiencias de los revolucionarios desde que intimaron con la muerte no fueron est?ticas sino religiosas. Por lo tanto, pese a haberlo deseado y buscado, aquella experiencia no fue art?stica, sino religiosa por estar ?enfermos? de trascendencia.
[23] A lo mejor aparece la silla donde hace 50 a?os se sent? el famoso escritor X o el pintor Z, y entonces se cree un museo donde se cobre al visitante por sentarse en ella durante 30 segundos, y otro tanto por sacarle una fotograf?a acreditatoria.
[24] Eran adolescentes de clase media baja, sin mayores problemas sociales, con inclinaciones nazifascistas, antijud?as y anticomunistas entre otras que pasaban desapercibidas, como su oposici?n al Concilio Vaticano II y su alineamiento doctrinal con concepciones tradicionalistas y preconciliares.
[25] Cuando un joven estaba pr?ximo a ingresar a la universidad la recomendaci?n omnipresente de sus padres, familiares y amigos era un enf?tico ??Ten? cuidado de que no te agarren los comunistas!?
[26] Salvo que se tuviera la desgracia de nacer mestizo latino, piel roja, negro o amarillo.
[27] Su muerte, ocurrida el 8 de octubre de 1967, y la omnipresencia de sus posters se convirtieron en otro referente de la est?tica juvenil militante.
[28] Reiterado hasta el cansancio, aun despu?s de haber pasado de moda, en las historietas rom?nticas de Cor?n Tellado.
[29] El odio revolucionario pregonado por Guevara pocos a?os despu?s parec?a la respuesta l?gica de las masas explotadas de cualquier lugar del mundo contra los dominadores. No obstante, el odio de clases no figuraba en el ideario justicialista como propuesta ni como divisa, pese a los encendidos discursos antiolig?rquicos de Evita. Ese odio empez? a germinar reci?n despu?s del 55 por la influencia precisamente del mito de la revoluci?n guevarista.
[30] Esa l?nea hab?a asomado ya al comienzo de la Resistencia en base a la cooptaci?n de dirigentes peronistas tanto como a los aprietes realizados por parte de las fuerzas armadas y la polic?a federal. A lo cual hab?a que sumarle las traiciones deliberadas de muchos de aquellos dirigentes.
[31] Excepcionalmente, esa clausura de lo nacional fue rota a fines de los ?60 en la facultad de filosof?a y letras de la UBA, con la creaci?n de las c?tedras nacionales paralelas.
[32] Mientras estuvo en el exilio Per?n dejaba hacer pero simult?neamente generaba los anticuerpos, los manten?a en vigilia y los activaba a voluntad. Despu?s del regreso definitivo puso las cartas sobre la mesa en la disputa con la Tendencia y la oblig? a tomar una decisi?n trascendental.
[33] El grueso del movimiento peronista permanec?a lejos del proceso de radicalizaci?n ideol?gica que se produc?a entre la juventud. Los conceptos liminares del Justicialismo y de la Comunidad Organizada, creados por Per?n, no se compadecen con los de la lucha de clases.
[34] En la actualidad no le gusta a algunos viejos peronistas sup?rstites admitir esto. Cierta memoria hist?rica posterior a los ?70 consagr? como predominante y excluyente en aquellos a?os a la opci?n revolucionaria, la que hac?a m?s ruido, pero lo cierto es que el peronismo de los millones que votaron a C?mpora y a Per?n era leal a Per?n en primer lugar, y s?lo el activismo de izquierda y derecha -bastante menor- era direccionado secundariamente por otros dirigentes.
[35] Para muchos intelectuales es dif?cil ser imparcial ante la historia, m?s a?n si se ha sido contempor?neo de los hechos que se estudian. Pero tambi?n es dif?cil ser honesto intelectualmente a posteriori, cuando est?n instalados cartabones oficiales de pensamiento pol?ticamente correcto cuya observaci?n incondicional permite comer bien durante muchos a?os, sobre todo en la jubilaci?n. Por eso rechazo todo tipo de patronazgo en la construcci?n de las memorias y la historia.
[36] ?Nadie se realiza en una comunidad que no se realiza?, ense?aba Per?n.
[37] Mientras la tesis de los dos imperialismos era consustancial al peronismo doctrinario de los or?genes, y as? lo hab?a pregonado las agrupaciones estudiantiles peronistas y la Juventud Peronista, a partir de 1972, cuando ya estaba muy avanzada la radicalizaci?n de las juventudes pol?ticas argentinas, comenz? a desarrollarse y a bajarse desde la conducci?n de Montoneros la tesis del imperialismo ?nico: el capitalista. En realidad, tras ese realineamiento se escond?an las exigencias de otras organizaciones armadas marxistas para confluir en una unidad guerrillera bajo la conducci?n de Montoneros, y dentro de ella de Firmenich. Ese proceso llev? a admitir la lucha de clases en las filas de la Tendencia.
[38] La siguiente, ya en el poder, se llama purgas.
[39] Al peronismo ya se le pod?a decir ??Haz recorrido un largo camino, muchacho!?, adaptando una frase publicitaria de la ?poca, pues de haber nacido como un movimiento popular, populista o reformista seg?n los m?s conocidos enfoques, y haber realizado una revoluci?n en paz, de haber postulado la conciliaci?n y cooperaci?n entre las clases sociales, llegaba convertido en un movimiento revolucionario en el que converg?an diversas concepciones ideol?gico-pol?ticas, diversos peronismos y no uno solo seg?n algunos. Especialmente, este movimiento albergaba, cosa impensable en la primera ?poca peronista, a un peronismo que se conectaba con los supuestos filos?ficos e ideol?gicos marxistas.
[40] Eso significaba una contradicci?n entre la historia del Movimiento, donde al ?nico que se aceptaba incondicionalmente desde arriba hasta abajo era a Per?n. Pero debajo de ?l se discut?a sin obst?culos a nivel horizontal. En definitiva, Firmenich bajaba un primero se acata, despu?s se discute, que aun a Per?n no se le hab?a aceptado en ciertos momentos concretos.
[41] La ?nica manera de contrarrestarlo, la ?nica posible, era mediante un desborde del ego en la entrega personal a la causa. El destacarse es siempre una forma de acreditaci?n individual y s?lo despu?s es colectiva.
[42] El resultado previsible -visto hoy a la distancia- era el que le aguarda a un autom?vil a alta velocidad en una carretera, que por medio de sorprendentes volantazos a un lado y al otro termina perdiendo el rumbo y volcando. Pero eso es f?cil procesarlo hoy, en ese momento, desde adentro, era casi imposible.
[43] ?ste era un pretexto infantil consumido universalmente dentro de la Tendencia, con excepci?n de la c?pula. Si hab?a algo que no pod?a ocurrir era justamente eso. Un cerco. Nada de lo que dijo o hizo Per?n en esos a?os fue fruto de ninguna presi?n interna cercana ni lejana. Como el mejor disc?pulo que ha tenido Maquiavelo en la historia, siempre hizo su voluntad, mientras que la presunta voluntad de la Tendencia fue casi siempre una ilusi?n fugaz. Por m?s que el valet asesino siempre le hubiera ocultado correspondencia y obstaculizado o impedido contactos personales, tanto en Madrid como ac?, Per?n siempre estuvo al tanto de todo lo que se exhib?a en la feria de las ideas y las acciones pol?ticas nacionales y mundiales. Incluso habr?a que sospechar si lo del cerco no fue una artima?a dise?ada y autorizada por el propio Per?n.
[44] Aquellos peronistas que no se met?an bajo el ala de nadie ni adscrib?an a l?neas internas pol?ticas ni doctrinarias que no fueran s?lo las ideas, los anhelos y las acciones de Per?n, entre las cuales, s?, por cierto, se inclu?a el respeto a la CGT y las 62 Organizaciones.
[45] El t?rmino revolucionario se asociaba intuitivamente entre los peronistas revolucionarios con connotaciones redentoristas y m?sticas, en tanto que su opuesto: reaccionario, no se constru?a sobre la base de an?lisis racionales sino que por concebirse como lo otro de la revoluci?n deb?a representar necesariamente todo lo malo. Puede verse, entonces, que tales inferencias son fruto de la fe antes que de la raz?n.
[46] Incluso las que alardeaban de ser antistalinistas, y si por ventura lo hac?an era para denunciarlo como sirviente de ?una escalada represiva sin precedentes?.
[47] Para Glauber Rocha, el genial cineasta brasilero, el arte revolucionario ?debe ser una magia capaz de embrujar al hombre a tal punto que ?l no soporte vivir m?s en esta realidad absurda?. Desde ese supuesto consideraba a Borges como expresi?n del arte revolucionario. ?Borges, superando esta realidad, escribi? las m?s liberadoras irrealidades de nuestro tiempo. Su est?tica es la del sue?o. Para m? es una iluminaci?n espiritual que contribuye para dilatar mi sensibilidad afro-india en la direcci?n de los mitos originales de mi raza. Esta raza, pobre y aparentemente sin destino, elabora en la m?stica su momento de libertad?.
[48] Leonardo Favio, cineasta y actor de renombre, peronista pasional y buena persona, dec?a a la prensa equivocadamente que Borges debi? haberse llamado Borgeson, porque hablaba en castellano pero pensaba en ingl?s. Semejante boutade no tendr?a mayor importancia si no fuera porque miles de estudiantes universitarios peronistas la tomaron literalmente en cuenta , la reprodujeron, se burlaron de Borges y de su discapacidad visual, se abstuvieron de leerlo, y todo con cargo a la Patria, es decir, como acto de militancia, como profesi?n de fe. Ignoraban que esa posici?n se basaba en un antiintelectualismo derechista nazi-fascista, para el cual Borges, sin duda, formar?a parte del arte degenerado.
[49] En la militancia peronista exist?a una contradicci?n entre una aparente convicci?n antiest?tica y una adhesi?n impl?cita al esteticismo revolucionario de la Causa en un comienzo, y del h?roe revolucionario m?s tarde.
[50] En realidad, se trataba m?s bien de un deseo inconsciente que de una convicci?n.
[51] ?Y por lo tanto ser?an amigos nuestros!
[52] Recu?rdese que su cad?ver hab?a sido ocultado por la Revoluci?n Libertadora (los golpistas de 1955) y se tem?a que hubiera sido destruido pues el odio que le ten?a la oligarqu?a y las fuerzas armadas era descomunal.
[53] Todos los sentimientos de amor hacia Evita se encarnaron en la consigna ?Si Evita viviera ser?a montonera?. Pero ?qui?n puede saber con precisi?n qu? habr?a hecho y pensado Evita sobre Montoneros! Esa consigna fue, en definitiva, una genial operaci?n de marketing pol?tico para colocar el producto montonero en el mercado del presente y del futuro.
[54] Dicha pel?cula no fue exhibida en todo el pa?s sino en unas pocas grandes ciudades como Buenos Aires y La Plata, entre otras.
[55] All? por 1959 mi padre me contaba que en Buenos Aires, en el tiempo de Per?n, a la hora del almuerzo los pobres abr?an la canilla del agua caliente en la cocina de sus casas y sal?a sopa caliente. Mi padre me lo dec?a muy seriamente, pese a mis sospechas de imposibilidad y mis protestas de tomadura de pelo.
[56] Este registro no es una arbitrariedad de mi parte, toda vez que es posible reconocer actualmente entre algunos j?venes una tendencia equivalente a la se?alada, consistente en un apariencia que hoy se asocia a una presunta condici?n de militante de izquierda, constituida por una coleta larga de supuesta filiaci?n ind?gena, una barba guevarista, unas bombachas de campo de color verde, beige o gris, con mocasines o alpargatas.
[57] Las muchachas y muchachos militantes, al ingresar en la militancia estudiantil dejaban de concurrir a los boliches bailables de la ?poca que frecuentaba masivamente la otra juventud mayoritaria. Y si bien no exist?an prohibiciones expresas al respecto, todos cumplimentaban esa norma t?cita.
[58] Una est?tica opera no s?lo como indumentaria externa y visible sino fundamentalmente como un cors? escondido debajo de aquella. Dicho de otro modo es un cierto orden de poder. El poder instaura deberes y prohibiciones y a su incumplimiento sucede la represi?n. M?s claro a?n, al poder se lo ejerce o se lo padece, o ambas cosas a la vez, pero nunca se lo elude.
[59] Ellas consist?an en encuadramiento, adoctrinamiento y activismo, y todo ello constitu?a la militancia. ?sta ?ltima era una s?ntesis de creencias, actitudes y actividades m?ltiples obligatorias.
[60] Especialmente las hermosas pel?culas de Glauber Rocha, que sin embargo no fueron adoptadas como cine militante en Argentina.
[61] A veces, la entrega a la lucha sin medir las consecuencias se hac?a no por la mistificaci?n religiosa del martirio de los cristianos, sino precisamente descreyendo de ella, como si del Superhombre de Nietzche se tratara, en competencia con Dios mismo.
[62] Tambi?n existieron casos en que la imposibilidad del debate democr?tico interno condujo a algunos combatientes a la auto separaci?n de la organizaci?n y a la formaci?n de otros encuadramientos, generalmente provisorios y sin posibilidades de andamiento.
[63] En cierta ocasi?n alguien hizo corregir una pintada en la que dec?a ?Per?n Evita la patria socialista? sin la correspondiente coma entre ambos nombres. M?s all? de la nimiedad de la an?cdota, la justificaci?n de su inclusi?n consiste en mostrar su rapidez de reflejos pues si el error no se correg?a iba a ser tomado como un regalo en bandeja de plata por parte de los militantes de izquierda.
[64] Las organizaciones marxistas utilizaban entonces y ahora la estrella de cinco puntas.
[65] En determinado momento Firmenich se jact? p?blicamente de que la tendencia contaba con 500.000 miembros, queriendo significar que eran 500.000 potenciales soldados, una cifra realmente preocupante si hubiera sido cierto.
[66] Esa pirotecnia verbal contra la oligarqu?a y las empresas norteamericanas en el pa?s iba acompa?ada de acciones militares concretas, lo cual hac?a prever que aquella no se suicidar?a, es decir, que estaba esperando el momento oportuno para reaccionar.
[67] Cuando el coraz?n late con fuerza pero entrecortadamente por causa del miedo al golpe en la cabeza, frente al garrote descomunal o el arma de fuego de los enemigos de la patria apunt?ndole a uno, se pierde la serenidad y por consiguiente la capacidad de razonar, lo cual puede ser muy peligroso. Pero lo que es seguro es que despu?s se instale un profundo sentimiento de odio hacia aquellos si es que no se ha experimentado con anterioridad.
[68] La referencia de Firmenich a la magnitud de sus huestes fue una exageraci?n sin duda, adem?s de una estupidez, pero Per?n y las fuerzas armadas, entre otros, la tuvieron muy en cuenta.
[69] La ruptura definitiva ocurri? el 1? de junio de 1974 en la Plaza de Mayo, con ocasi?n de la famosa expulsi?n/retirada de las columnas de la Tendencia.
[70] De ah? la discutible cuesti?n de la pastilla de cianuro de los jefes ?y el pedido de otros combatientes que de que se les diera a todos pues todos eran iguales.
[71] Fue cuando comenz? la nueva etapa del show de cicatrices y de stripteases de sufrimientos [la frase no me pertenece] cotizables en bolsa, cuando r?pidamente se reescribi? la historia de muchos.
[72] ?Cu?nta diferencia con la violencia espont?nea de los primeros a?os de la Resistencia, cuando en los desfiles del ej?rcito las mujeres peronistas arrojaban pimienta a la nariz de los caballos y bolitas (canicas) al suelo para que se cayeran. Imag?nese la hilaridad del p?blico.
[73] A los 20 a?os de edad pensaba todo al rev?s. Me felicito de haber cambiado.
[74] Per?n ve?a el futuro del mundo sobre otras bases, las de las transformaciones que se iban produciendo en el sistema capitalista mundial y que aqu? no fueron vistas ni durante los ?80.
[75] Es decir, inercialmente, no por causa de un esp?ritu de revisi?n o autocr?tica de aquella experiencia, salvo honrosas excepciones.
[76] Cierta vez, all? por 1971 ? 1972, con motivo de una de las cl?sicas asambleas del centro de estudiantes de Humanidades en la UNLP, apareci? un grupo de j?venes desconocidos y uno de ellos pidi? la palabra. Eran miembros del ERP, lo que aqu?l hizo fue echarle en cara a los activistas su verborrea revolucionaria mientras segu?an en la situaci?n c?moda de hablar, y hablar y hablar. ?Es inmoral predicar la lucha armada y no practicarla?, concluy? ese combatiente y enseguida se fueron. Los que quedaron, en lugar de ponerse rojos de verg?enza, continuaron hablando.
[77] En lo cual tuvo mucho que ver la idolatr?a post mortem de Guevara.
[78] L?gicamente, no cabe la generalizaci?n absoluta pero s? el reconocimiento de la presencia de esas motivaciones en muchos militantes.
[79] Este cap?tulo corresponde a una nota de opini?n publicada en 2007 en diversos medios digitales con el t?tulo ?Son todos mercenarios?, y aqu? ligeramente retocada.
[80] Recu?rdese la opini?n de Mari?tegui al respecto, en el capitulo XV.
[81] Es decir, al estilo de Guevara.
[82] Este t?rmino, de trayectoria fascista, tiene largo andamiento en Argentina entre nacionalistas de derecha, militares y sacerdotes preconciliares (respecto del Concilio Vaticano II).
[83] A esa Patria metaf?sica la escrib?an con may?scula tanto los alineados a la derecha como a la izquierda.
[84] As? se explica que un te?rico nacionalista de la derecha preconciliar, y amigo y profesor de militares sostuviera que ?despu?s de la del sacerdote, no existe dignidad m?s alta sobre la tierra que la del soldado?.
[85] Los fachos se extasiaban asociando esos momentos con aquellos versos de su numen Leopoldo Lugones: ?con los ojos claros para mirar a la Patria?.
[86] Ni la fe sin amor, ni la caridad sin amor, ni el martirio sin amor, valen ni sirven para la vida eterna del cristiano. Cuando en lugar del amor se halla conscientemente el odio nada es del Bien ni es de Dios. Por cierto, la violencia ejercida en nuestro pa?s nunca fue evang?lica en lo absoluto, en ninguno de los bandos enfrentados, por m?s Obispos Torquemadas que se?alaran expresamente a Dios como jefe de la Cruzada de la fe en los a?os negros del Proceso de Reorganizaci?n nacional, o sea, en la Tiran?a genocida.
[87] Adem?s el mito descansaba sobre una gran mistificaci?n: la de un Guevara pacifico y dulce.
[88] S?lo el cristianismo, en su versi?n m?s sublime, invita a amar hasta a los propios enemigos.
[89] No comparto la idea de violencia justa ni violencia racional en ning?n caso. Y la violencia como leg?tima defensa, aun comprendi?ndola, no la acepto en esta etapa de la civilizaci?n. Muy superior es el derecho cuando es justo y cuando expresa una ?tica racional humanista, pero para que sea eficaz tambi?n necesita que sea oportuno; cuando no se aplica a tiempo deja de ser eficaz. De ah? a recurrir a la ?ltima tabla de salvaci?n, la fuerza, resta un solo paso.
[90] Esa pr?ctica es tradicional en los funerales oficiales de personajes destacados fallecidos en el ejercicio de una funci?n p?blica, o de altos oficiales militares ca?dos en combate. En ambos casos se asocia al muerto con la Patria y a su propia vida como apostolado p?blico y en el segundo caso reputando su ?bito como martirologio en defensa de aquella por lo que sus restos son dignificados cubri?ndolos con la bandera argentina. En esos a?os se extendi? a los funerales de los guerrilleros.
[91] Siempre se han invocado a conveniencia de parte, pero ahora m?s que nunca en el contexto contempor?neo de relativismo moral cr?nico, rebuscados an?lisis acerca de c?mo en el pasado se ha utilizado la violencia con sentido liberador y defensivo, con la finalidad de justificar su utilizaci?n actual o futura leg?tima y legalmente en situaciones similares.
[92] En su poema Taberna.
[93] Ojo: las comillas no significan aqu? menos racionalidad.
[94] Per?n hab?a aprobado la formaci?n de las organizaciones armadas desde los primeros tiempos de la Resistencia, ciertamente, en tanto que hechos consumados. M?s tarde, envi? su famosa carta del 24 de noviembre de 1967 sobre la muerte de Guevara, en la que quedaba claro (palabra m?s, palabra menos) que ?ste era tambi?n un peronista, y que todo peronista deb?a ser un Guevara. Poco despu?s se manifest? reiteradamente a favor del ?socialismo nacional? y del socialismo latinoamericano. Cuando se form? Montoneros la aval? y aplaudi?. Sin embargo, m?s tarde, retrocedi? hacia sus baluartes ideol?gicos tradicionales y lanz? la represi?n sobre sus hijos d?scolos.
[95] Sigla de la Juventud Universitaria Peronista, integrante de la Tendencia desde 1973.
[96] Locos de alegr?a por haber huido y estar condenados a vivir se dedicaron a sacarse fotograf?as en todos los escenarios posibles, sin pensar en volver a dirigir a sus tropas. Simult?neamente se dedicaron a negociar con el almirante Massera en Par?s.
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