- Preámbulo
- "Tercera Edad": concepto engañoso
- Vejez: proceso final del desarrollo
- Jubilación, sentido lúdico
- Para un modelo integral de jubilación
Preámbulo
Abordo esta comunicación desde una perspectiva crítica pero no exhaustiva ni totalizadora en modo alguno. Por el contrario más bien parcial. Dejo al margen, conscientemente, aspectos que no interesa subrayar. Unos porque son muy conocidos y otros por apartarse de mi enfoque. Eludo, por otra parte, aspectos excesivamente técnicos que podrían resultar áridos. Pretendo un acercamiento a los conceptos relacionados con la ancianidad, desde su acepción más pura y lineal, optando por la concepción, a mi parecer, más sublime. Diseñando sobre ella el boceto de un modelo bio-psico-socio-cultural que sirva para poner en rodaje un programa de actividad para las personas mayores, -los viejos-, con el objetivo de que lo más hermoso de su humanidad, las características más esenciales de lo humano, perduren y se potencien hasta el último momento.
Aún siendo solo apuntes que van conformando una idea, me conducen directamente a chocar contra la utopía. Pero creo que hay que enfrentarse a ella. No podemos esconder la cabeza y seguir eludiéndola. Ella está girando en torno nuestro desafiante. Si no lo hacemos permaneceremos atados al pasado.
"Tercera Edad": concepto engañoso
Demasiado a menudo se utiliza el lenguaje para no entenderse. Inconscientemente o no se utilizan todos los medios para que ese lenguaje nos envuelva y se apropie de nosotros. El hábito lo institucionaliza y la institución lo habitúa. El hábito puede impedirnos ser una base de progreso pero cuando encarna realmente lo contrario a un proceso de cambio y de adaptación permanente al medio adquiere el peor de los sentidos.
Tanto afán por desvirtuar el lenguaje y que esa desvirtuación se extienda inexplicablemente debe tener una explicación. El lenguaje desvirtuado no pierde el sentido sino que adquiere otro distinto.
Aunque carente de todo contenido científico a cualquier nivel, el concepto de "Tercera Edad" tiene una significación precisa, pero no es aquella que aparenta, sino la que esconde.
Como todo eufemismo -palabra bonita para denominar algo que creemos feo-, su significación hay que buscarla en la fealdad que pretende ocultar. Es una máscara bajo la cual hay que rebuscar si de verdad queremos saber lo que esconde. Quizá no queramos saberlo nadie, ni las instituciones ni las personas. Y por esa razón adquiramos tan fácilmente el hábito, porque ello supone una justificación de nuestro comportamiento.
Lo que hoy todo el mundo llama "Tercera Edad" siempre se ha llamado vejez.
¿Qué tiene de feo la vejez para que se adopte ese calificativo, en el mejor de los casos "cariñoso"?
A mi modo de ver, la visión que tenemos de la vejez es mala, porque nos han inculcado que la vejez supone la pérdida de algo que también nos habían inculcado como bueno. La sociedad ha ensalzado la juventud adornándola con una serie de tópicos. En contraposición debe desvalorizar la vejez al carecer de dichos tópicos y añadiéndole otros distintos.
Lo desvalorizado inmediatamente se convierte en marginal y segregativo. Pero como esos viejos son nuestros padres, -y nosotros también seremos viejos-, adquirimos un complejo de culpa y adoptamos un comportamiento y un calificativo que lo encubre. Un calificativo "cariñoso" y un comportamiento caritativo, condescendiente, de favor y de limosna. Donde la justicia ha sido raptada se preconiza la caridad. Y se refleja en una política, en su grado más óptimo, de entretenimiento y distracción. Matar el tiempo. No aprovecharlo para vivirlo y desarrollarse plenamente.
Como todo eufemismo adquiere un nuevo significado, calificando más a quien lo utiliza -por su comportamiento-, que a quien va dirigido.
Una sociedad competitiva, individualista, cuyo valor supremo es la productividad, rechaza todo lo que no sea productivo. No valora a la persona por sus capacidades humanas, sino como objeto o máquina productiva. Después de pasarse toda una vida exprimiendo la máquina obligándola a superproducir, cuando la máquina se agota se la arrincona y nos olvidamos de ella. Lo mejor para esa maquinaria económico social es que cuando la máquina, -la persona- no produce lo que se esperaba, se la aproveche para chatarra, -se la inhabilite, se la retire, muera-. Ve como una carga al viejo porque tiene que alimentar una máquina que ya no produce. Su condición absolutamente explotadora no quiere reconocer que esa máquina -el viejo- ha estado pagando muy caro, durante toda su vida, la vejez de ahora.
No es una caridad ni un favor, hacer que su vejez sea plácida y llena de disfrute. Es sencillamente su derecho. Y la sociedad tiene la obligación de cubrirlo. Pero esta sociedad además cree, se justifica creyendo, que los ancianos no tienen necesidades como los adultos o los jóvenes. -Son considerados vegetales o animales rumiantes o se les convierte en ello-, con lo cual, con un regalito cariñoso se quedan tan contentos. Además el sistema ha descubierto la forma de "reciclar" a los viejos. Si no producen que consuman. Así la máquina seguirá siendo rentable. Y este es el ocio que se ha creado para ellos. Matar el tiempo que les va quedando, pero… consumiendo.
"Tercera Edad" tiene además un significado clasista. Solo se denomina así a la masa pobre, baja e inculta que vive de los Servicios Sociales. La denominación no es aplicable a políticos, intelectuales, banqueros, artistas… etc.
Un nombre in-significante, -sin significado- para ocultar muchos significados. Una ideología y unos comportamientos. Se oculta lo que se piensa, lo que se hace, lo que se debe hacer y se exorciza la culpa, la mala conciencia.
(Afortunadamente, desde 1990 en que fue escrito este artículo, algunas de estas cosas han cambiado para bien en las instituciones españolas)
Vejez: proceso final del desarrollo
El ser humano es una entidad bio-psico-social, tres aspectos que se conforman mutua y dialécticamente. Cada uno influye en los demás, determinando y siendo determinado por ellos. Y de esa dialéctica depende el ser humano. Es necesario tener presente siempre esta perspectiva. Si algo falla hay que indagar dentro de esa interacción, tratando de delimitar los campos de donde pueda proceder. Cuál es la causa y cuál el efecto.
Formando parte de un proceso evolutivo de doble vertiente, hacia atrás el proceso filogenético -las especies- donde la vida se asienta casi exclusivamente en un proceso biológico. Dentro del ser humano, el desarrollo -ontogenético-, se dirige más hacia lo social. Sin embargo, no puede concebirse la sociedad como una entidad alejada de la naturaleza. En el ser humano lo social es inherente a lo natural. Lo natural deja de ser exclusivamente biológico. Lo que determina la esencia del ser humano es convertir en realidad lo que únicamente es potencial, lo inscrito genéticamente, que solo mediante la interacción social llegará a aflorar.
La evolución del ser humano, -un proceso en sí mismo-, consta de otra serie de procesos desde el nacimiento a la muerte. Cada proceso, por un lado, está inscrito genéticamente desde la concepción pero depende de factores externos, sociales, si aquel va a desarrollarse y cómo y de qué manera ocurrirá.
La vejez es considerada la etapa final, anterior a la muerte, del desarrollo ontogenético. Olvidando a menudo la dialéctica bio-psico-social vemos la vida y sus fases como compartimentos aislados. Las primeras etapas de la vida son consideradas como las de un desarrollo progresivo de las capacidades y de un enriquecimiento de los comportamientos y las actitudes. Mientras que la etapa final se describe como una fase regresiva de la vida donde los comportamientos van deteriorándose, las capacidades y aptitudes empobreciéndose y degradándose hasta su extinción. Se la llama la etapa involutiva de la evolución.
El error está en ver esta etapa llamada involutiva y degradante como algo natural y genético. Pero todo lo contrario: para que se desarrollen las capacidades es necesaria la acción estimulante del medio social. Por lo tanto, si los comportamientos se empobrecen y degradan es porque el estímulo social ha dejado de existir.
Durante la etapa de la vejez se asiste a una serie lenta de transformaciones visibles desde antes de los 40 años. Estos son cambios físicos respecto al sistema piloso, a los tejidos. Cambios estructurales en las células, cambios funcionales: de los sentidos, de la motricidad, del sistema cardiovascular, del digestivo… Basándose en unos u otros se han elaborado diversas teorías del envejecimiento, de las que prácticamente ninguna tiene en cuenta la influencia socio ambiental y la forma de vida. Sin embargo, incluso en el cambio más pequeño considerado físico o químico, puede encontrarse la influencia de las condiciones de la forma de vida.
También se ha aplicado el baremo de la degradación y de la pérdida para los procesos psicológicos: sensaciones, percepciones, memoria, comprensión, inteligencia… En su contra, otras investigaciones han demostrado que siempre que esto ocurría, el que realmente estaba degradado era el estímulo social. Lo que ocurre es que se está aplicando el carácter de natural a lo que es habitual, a lo que ocurre a menudo, pero una cosa es que sea habitual y otra natural. Con ello se evade la responsabilidad social. En un medio social degradado, carente de estímulos, un anciano de 80 años puede estar por debajo de las capacidades de un niño de 4 años. Por el contrario, en un medio rico en estímulos, el anciano de 80 años puede estar en al plenitud de sus facultades, de modo muy similar a como estaba a los 60 años. Los ejemplos que demuestran esto son muchos, recordemos solo a Picasso, Kant, Churcill… En la actualidad tenemos muchos más.
La vejez es el resultado, mejor o peor, de la vida anterior desde la infacia. Se envejece como se ha vivido. De la calidad de lo vivido depende la calidad de la vejez. La forma de vida que se haya desarrollado, aún siendo particular y propia en cada persona, depende de las posibilidades que la sociedad le haya proporcionado. Así, las condiciones particulares son condicionadas por la historia, la economía, la cultura, etc. Por ello el problema del envejecimiento es un problema social y hay que abordarlo desde esa perspectiva. Hemos de cambiar las condiciones sociales para mejorar la vejez. Lo demás son parches.
Jubilación, sentido lúdico
El concepto de jubilación se presenta en la actualidad como dos contrasentidos: dos significaciones contrarias y antagónicas. Por un lado el sentido real y social de la jubilación pero alejado del contenido semántico del término. Por otro el sentido lineal, semántico, pero ideal y utópico. Uno con una significación traumática y el otro con una significación liberadora. Y aunque contrarios y antagónicos a la vez uno está contenido dentro del otro.
El concepto social, económico – laboral, de la jubilación es el cese definitivo de la actividad laboral, mediante una imposición social o una ley estatal. Este hecho en sí mismo puede carecer tanto del sentido traumático como del sentido liberador. En las circunstancias actuales debería, quizá, tender más hacia el aspecto liberador. Sin embargo, las condiciones lo inclinan mayoritariamente hacia el sentido traumático. El sentido real por lo tanto, es un trauma. Y el sentido lineal, ideal, es una falacia.
Yo quiero aferrarme al sentido lineal de la palabra. Jubilación como júbilo, sinónimo de alegría, placer, felicidad. Mi deseo es convertir este sentido ideal y utópico en el sentido real. Deshacer el contrasentido acabando con el trauma. Pero hasta llegar a esa meta un largo y arduo camino nos espera. No debemos rehuir el camino por largo y dificultoso. Aún sabiendo que nunca llegaremos al final hemos de ponernos en marcha. Otros lo continuarán y seguro que podrán llegar al final del camino.
¿Cómo una persona que ha estado trabajando toda su vida, sin tiempo libre prácticamente, quizá con un trabajo embrutecedor y nada realizador, no agradece el momento de su retiro?
El trabajo también encierra un contrasentido. Por un lado es un sufrimiento y por otro supone una valorización. Para disfrutar de una hay que pagar con la otra. El camino para conseguir la valorización es el sufrimiento. De tal forma que llega a tener más peso la valorización. Porque es la única que se tiene en la vida y de la cual se derivan otras.
En este mecanismo, el tiempo libre supone únicamente el descanso necesario para poder seguir trabajando. En ningún caso perder el tiempo, no hacer nada. Porque esto se convertiría en una desvalorización.
La dedicación a sí mismo, como desarrollo de sus potencialidades más íntimas se centra exclusivamente en el trabajo y no en otros aprendizajes, aptitudes o aficiones. Ese trabajo único se va a convertir en una tela de araña de donde le va a resultar imposible salir.
Aunque pudiera desligarse del trabajo y acrecentar y cultivar otras actividades, el objetivo está en acaparar trabajo y de ese modo también valorización social además de poder económico del que nunca va a poder disfrutar. Cuando llega el momento de su retiro se queda sin ningún papel que representar. El asiento sobre el que se sentaba y se sentía, se ha roto y ha caído al suelo. No sabe hacer nada, nunca se preocupó por ello, ahora tiene todo el tiempo del mundo y no sabe absolutamente qué hacer con él.
Se necesita otra concepción del trabajo, junto con otra concepción del tiempo libre, que no sean antagónicas sino complementarias. Pero ello implicará otra concepción de la riqueza social, -de su distribución-, y otra concepción del ser humano.
La primera supone, en principio una redistribución del trabajo, de modo que se trabajen menos horas, para tener más tiempo libre y además para que puedan trabajar más personas. Es la única forma de acabar con el paro, que la jubilación impuesta no ha conseguido, ya que en el trabajo se ocupa el mayor tiempo posible.
Una redistribución del trabajo y de los beneficios, más igualitaria, que hoy es posible gracias al desarrollo de los medios de producción, pero a lo que no están dispuestos quienes acaparan la mayor parte de esos beneficios. Y esa redistribución puede empezar a llevarse a cabo ya, en cuanto a la jubilación. Una jubilación no obligatoria, sino voluntaria según las necesidades y posibilidades de cada persona. Y gradual para que el jubilado pueda ir adaptándose a la nueva vida y comience a buscar nuevas posibilidades de actividad sin perder la profesional.
El ser humano no puede ser valorado únicamente como agente de producción. Debe ser antes valorado como persona, potenciando el desarrollo de sus potencialidades más esenciales e íntimas. Solo el ser humano autorrealizado en sí mismo puede volcarse en la construcción social de forma solidaria.
En esa concepción, trabajo profesional remunerado y otras actividades vocacionales no profesionales, deben complementarse. El trabajo es la parte dedicada más directamente a contribuir a la construcción social y debe ser lo más grata posible. No alienante. Las otras actividades dirigidas a satisfacer las necesidades más intimas y personales, con las que las cualidades humanas van superándose y enriqueciéndose, y por supuesto también contribuyen a enriquecer la sociedad, quizá de forma más cualitativa y desde luego más libre. No puede ser un tiempo muerto, sino un tiempo de disfrute total, creativo, realizador. Las posibilidades de ello son prácticamente infinitas.
Solo entonces la jubilación adquiriría el sentido lúdico del término, pero ya no sería necesario porque el júbilo formaría parte de toda la vida.
Mientras tanto hemos de dirigir nuestros esfuerzos porque la jubilación sea el momento donde empieza la alegría y desde ahí y para siempre, el tiempo del placer. Una vez liberados del trabajo alienante, dediquemos toda la vida a hacer lo que hasta ahora nos había estado prohibido. A vivir. A los 70 años aun se puede aprender y descubrir la vida. No hay que perder el tiempo.
Para un modelo integral de jubilación
Volvamos, para terminar estas páginas, a la unidad dialéctica bio-psico-social, que materializa y encarna el ser humano.
La vida humana se encuentra en la encrucijada entre lo genético y lo adquirido. El cuerpo es el soporte material de la persona.
La tríada bio-psico-social conforma al ser humano. Y todos los aspectos que forman esa personalidad han de verse en una interacción constante y nunca como compartimentos aislados, sin relación entre ellos o con relaciones unidireccionales.
Lo que al humano diferencia de las demás especies es su dimensión psico-social. Esto es lo que le confiere su esencia humana. En el desarrollo de la dimensión psico-social centraré los esfuerzos del modelo programático que pretendo esbozar.
El cuerpo no es algo ajeno a esa dimensión. En el cuerpo se materializa el ser. En el cuerpo y desde el cuerpo la personalidad se forma, se manifiesta y se expande. Lo que la persona es se lo posibilita la sociedad a través del cuerpo. Este es el medio posibilitador. Receptáculo, receptor y transmisor. Los estímulos son recogidos por el cuerpo y enviados a la mente para que los codifique. Lo social es adquirido y aprendido por el cuerpo mediante sus canales sensoriales, -a la vez que estos van desarrollándose, agudizándose y enriqueciéndose-. De este modo se va elaborando el contenido psíquico, se integra y se organiza dando lugar a la representación mental. Ese bagaje, creciendo continuamente va creando y diversificando nuevos contenidos que revierten de nuevo a la sociedad, -utilizando de nuevo el cuerpo como canal expresivo-, de variadas formas. La sociedad se enriquece con ello, crea nuevas formas y lo vuelve a revertir a las personas. El ciclo se repite y retroalimenta continuamente.
La sociedad no es aquí un ente ni una organización superior. Son las personas. En esa relación persona – sociedad hay siempre cuerpos, personas. La relación se da entre cuerpos y entre personas, siendo la base primaria de esa relación corporal el afecto.
Volvamos a subrayar diversos aspectos de la unidad cuerpo – mente.
Aún siendo dos entidades distintas, cuerpo y mente se determinan mutuamente. Y siempre todo planteamiento debe basarse en esa interrelación. Sin embargo se observan y pretenden vivirse como si fueran dos entidades completamente distintas y contradictorias.
Existe una preocupación excesiva, obsesiva, por el componente corporal en cuanto elemento físico, separado de lo mental y poco o nada por este último. Pero cuanto más se desgaje el cuerpo de la mente, más dejamos de ser humanos. Lo que ocurre es que aunque nosotros los separemos intelectualmente, cuerpo y mente siguen funcionando como una unidad indisoluble y esto nos salva. Pero olvidarlo supone encarar los problemas parcial y superficialmente.
Se dedican importantísimos esfuerzos económicos y humanos para alargar la vida y luchar por la salud física, más allá incluso de las fronteras previsibles, pero pocos caminos se abren para engrandecer el contenido psíquico y alejarse de la vida vegetal. Hoy, gran parte de ancianos mantienen una vida meramente vegetal.
El cuerpo debería observarse más como medio por el que la psiquis se forma y se engrandece. Queremos cultivar el cuerpo en este sentido y no en el de la belleza estereotipada, la fuerza muscular y la competitividad.
Hay que agudizar los canales sensoriales, receptivos, para que a la mente llegue la máxima información y posibilitar también los canales de expresión para que el contenido de la comunicación sea completo. De igual forma que el niño necesita cuanto más pequeño y más handicaps padezca, una mayor estimulación, un mayor énfasis por desarrollar los canales sensoriales, según sea su grado de deterioro, necesitará más o menos de ello. La mente es el resultado de las sensaciones, vivencias y experiencias corporales. De la riqueza de éstas depende la psíquis. El cerebro las organiza y estructura, creciendo a partir de ellas, el pensamiento y la representación abstracta, y mediante diversos canales expresivos que -también hay que desarrollar- revierten al exterior. En la elaboración propia, -creación- que la mente realiza partiendo de las informaciones sensoriales y en la expresión posterior, -comunicación- , (que puede llegar a ser ARTE), se encuentra la máxima realización humana. En esa comunicación se vuelca toda la personalidad humana: emociones, sentimientos, vivencias, experiencias, imágenes…
Y para concluir, enumeremos a continuación una serie de puntos dirigidos a establecer un modelo de actuación permanente con las personas de edad avanzada, desde la etapa de la pre-jubilación, incluso mucho antes, como un continuo reciclaje.
Basándonos en la potenciación máxima de todas y cada una de las capacidades y posibilidades del ser humano. Desde el ámbito interno, propio, individual, hasta el ámbito intergrupal e intergeneracional. Atendiendo prioritariamente al grado de estimulación de la actividad y a su calidad y erradicando las actividades cuyo grado y calidad de estimulación se acerquen a lo nulo o negativo. Las formas pasivas de entretenimiento en las que se permanece como espectadores embobados, han de ser eliminadas. Hay que acabar con la inercia y la pasividad como hábito de vida, porque no son formas de vida, sino más bien formas de muerte. La inercia y la pasividad es el camino de la vegetalización. La actividad es vía de vida. El movimiento es vida. Genera vida y humanización desde la filogénesis a la ontogénesis.
Mi propuesta, aunque pueda considerarse en muchos casos, ambiciosa, sabiendo conscientemente que los niveles que podamos alcanzar queden muy por debajo de nuestras propuestas, los mantenemos claramente como meta, como camino a seguir y como objetivos por los que tenemos que seguir trabajando permanentemente.
Programas de estimulación sensorio-psico-motora. (Táctilo, cutáneo, quinéstesico, visual, auditivo) potenciando todo tipo de sensaciones: óseas, musculares, articulares, tónicas, temporales, espaciales, desde prácticas como la psicomotricidad, la eutonía, la relajación, el ritmo, la expresión corporal…
Programas de estimulación hacia la creatividad, cualesquiera que sean sus formas o manifestaciones (plástica, musical, escénica, visual…)
Programas de aprendizaje de técnicas y manualidades.
Programas de alfabetización y culturalización. Establecimiento del hábito de la lectura como forma de acceso al mundo literario, desarrollando su fluidez y comprensión. De igual forma posibilitar el hábito de la escritura como forma de expresión y pensamiento.
Programas educativos teórico – prácticos. Materias de interés general. Especialidades. Temas de actualidad. Seminarios. Talleres. Deportes. Viajes culturales…
Programas de participación socio – cultural entroncados en el medio.
Establecimiento de canales de expresión y comunicación multimodal (verbal, corporal, escrita, dramática, plástica, literaria, deportiva…)
Autor:
Joaquín Benito Vallejo
Jornadas: El ocio en la tercera edad.
Organizadas por Actilibre – Expo Ocio
Abril 1990. Madrid