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El sujeto en "Porque ella no lo pidió", de E. Vila-Matas (página 2)

Enviado por Gustavo Lubatti


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Me resulta interesante esta concepción. Me parece que esos sutiles desplazamientos literarios y de sentido, si bien no se proponen una finalidad documental histórica, ni psicológica como análisis explícito, dan tanto idea de una época, como del tipo de subjetividades predominantes en ésta. Hay un elenco de tramas habituales, también en la sociedad, la política, las personalidades. Por un lado no parece posible ir más allá de ellas, y solo queda el desplazamiento entre ellas, y de su sentido, dándoles otro estilo. Por otro lado se tiene la esperanza de que por este procedimiento surjan tramas nuevas, "estructuras inéditas", "en torno a centros ausentes", pero que según él declara, tienen que ver con la emoción. Lo cual me evoca una frase del personaje principal de Las Benévolas, un nazi que explica que va a escribir sus memorias para ver si todavía puede sentir algo.[8] Tal vez algunas catástrofes hoy habituales nos hayan insensibilizado. O los motivos que antes centraban fuertes emociones ya no lo hagan, y no haya todavía sustitutos de peso. O que la acentuación de la vida privada, en una sociedad de masas; una mayor amplitud de opciones de vida; la inseguridad por unas relaciones sociales e interpersonales más bien débiles (cf. Sociedad Líquida, de Zygmunt Bauman); el desprestigio de escuelas e ideologías; menos represiones en algunos aspectos respecto a la expresión de algunos sentimientos; todo eso y otros factores haga que a falta de ideas claras, queden al menos emociones que aclarar. Pero no teóricamente, sino experimentalmente, intuitiva, estéticamente. De distintas maneras, a veces "des-sensibilizantes" hacia algún aspecto de la realidad (desde libros de auto-ayuda para ser feliz, sin dejarse afectar por el dolor y la injusticia en el mundo, hasta visiones religiosas o políticas fanatizadas que pretenden anular lo diferente), y otras sensibilizantes, (desde versiones epicúreas hasta el discernimiento ignaciano de las emociones, artistas interpelantes, corrientes psicológicas,etc.)

Como dice Vila-Matas:

"Escribimos siempre después de otros. (…) en mí anida un declarado deseo de no ser nunca únicamente yo mismo, sino también ser descaradamente los otros. Ya en uno de mis primeros libros, Recuerdos inventados, me dediqué a robar o a inventar los recuerdos de los otros para poder tener una personalidad propia.

Al igual que Antonio Tabucchi, dudo, por ejemplo, de la existencia de Borges y pienso que el rechazo de éste a una identidad personal (su afán de no ser Nadie)  nunca fue tan sólo una actitud existencial llena de ironía, sino más bien el tema central de su obra

(…) y digo que para Borges el escritor llamado Borges era un personaje que él mismo había creado y que, si nos sumamos a su paradoja, podemos decir que Borges, personaje de alguien llamado como él, no existió jamás, no existió más que en los libros. Eso lo dijo también Tabucchi y yo, por tanto,  también soy Tabucchi que un día me dio un papel en el que estaba escrita esta frase de Borges que inmediatamente me apropié: "Yo soy los otros, todo hombre es todos los hombres" [9]

El "rechazo de una identidad personal" parece ser también la actitud de Vila-Matas. Pero da la impresión de que la identidad que se rechaza es la de ciertas versiones esencialistas del yo, de un yo muy seguro de sí mismo, que hasta puede justificar imponerse a otros. Más allá de que existan individualidades con estas características, es innegable que ciertas culturas han asumido esta actitud. Actitud hoy generalmente rechazada. La frase citada como de Borges, "Yo soy los otros, todo hombre es todos los hombres", parece una nueva versión del dicho de Terencio, "Homo sum: humani nihil a me alieno puto" ("Soy humano y nada humano me es ajeno"), asumida de distintas maneras por los humanistas de todos los tiempos, desde Pico della Mirandola hasta el Concilio Vaticano II. Pero en Vila-Matas acentúa el ser Nadie del individuo, o ser a lo sumo un personaje autoconstruído, o deseoso de que lo construyan los demás (como en el caso de "Porque ella no lo pidió"). A mi modo de ver, con ser cierto todo esto, sin embargo creo que exagera un poco en su postura, como con alguna nostalgia de aquél yo inexistente. Aunque Vila-Matas mantiene la paradoja entre el yo y lo otro abisal que lo constituye, se inclina más por esto ajeno que por lo que va sedimentando, más o menos voluntariamente, en una identidad. Identidad que nunca se iguala plenamente con la ipseidad como capacidad de decisión personal. [10]Ipseidad que puede desarrollarse en una historia personal, pero que tampoco se identifica totalmente con ella. Me parece que con ser fascinante y muy acorde al sentir de la época, lo de Vila-Matas marca también la necesidad de profundizar en los modos en que le identidad no solamente se deconstruye, sino en que se construye. Esta necesidad es la que hace best-sellers a algunos libros de Luc Ferry,[11] que utilzan elementos de historia de la filosofía como pautas para un buen vivir; y a otros de auto-ayuda de baja calidad. Vila-Matas destaca la paradoja de la empresa de este yo que quiere ser todos. Aunque de hecho sus personajes no quieren ser todos, sino algunos. Sus cuentos nos permiten sentir algo de lo que significa ser autores, en este caso de nuestras propias vidas. Pero autores que no pueden más que aportar un cierto estilo, dentro de las tramas en las que están y/o en las que eligen estar, llevados por la emoción. Emoción que en el caso de la imitadora de Sophie Calle, de Porque ella no lo pidió, es el aburrimiento.[12]

Escribe Vila-Matas: (…) Así como Godard decía que quería hacer películas de ficción que fueran como documentales y documentales que fueran como películas de ficción, yo he escrito –o pretendido escribir- narraciones autobiográficas que son como ensayos y ensayos que son como narraciones." Ensayos que entre otras cosas son también sobre lo autobiográfico, y vinculado con ello, sobre la relación entre ficción y realidad. Si bien puede decirse que en toda obra de arte hay algo de la biografía de su autor (Goethe), y que por otro lado hasta la autobiografía más "objetiva" es una construcción ficcional,[13] en la obra de Vila-Matas el lector puede distinguir entre algunos hechos de la vida del autor (por ejemplo, su enfermedad, la edad, el presencia de la literatura en su vida), los sentidos con que la ficción experimenta, y entre ellos algunos que son más fundamentales y recurrentes, y que van conformando la identidad del autor. Vila-Matas no distingue explícitamente hechos autobiográficos de otros ficcionales, acentuando así la percepción por parte del lector de su ineludible mezcla. Así y todo, pienso que el yo no sólo se construye ficcionalmente mediante sus relatos, sino que se reconoce en los mismos. En ese sentido no estoy del todo de acuerdo con que "debido a su naturaleza estética, toda autobiografía es un acto imaginativo que falsea la realidad"[14] El "pacto autobiográfico", antes de ser con el lector, es del autor consigo mismo. El yo nace del relato, pero no sólo ni primero del propio, sino del de los otros que se refieren al yo en cuestión. Claro que tampoco hay relato sin yo, sin alguien que lo enuncie y le escuche. En esa cadena de relatos imbricados lo autobiográfico, más o menos transido de ficción explícita y de reflexión, es un momento más, importante pero no el único. El sentido de lo relatado no viene solamente del pasado y su memoria, ni del futuro y los proyectos posibles,[15] ni de las categorías que se tengan para interpretarlo, ni de lo que emocione más en el presente, pero sí de todo eso junto y algunas cosas más. No me parece que lo estético necesariamente falsee la realidad. Eso no es así ni en las ciencias duras, al contrario, es usual que los físicos ponderen la belleza de ciertas ecuaciones como un elemento más a la hora de juzgar de su verdad. Del mismo modo, la experimentación imaginativa puede ayudarnos a percibir nuestras posibilidades más propias, que no son cualesquiera, sino algunas que se van definiendo y pueden llevarse a la acción, apostando por ellas, y después evaluando el tipo de vida que han conformado. Por supuesto que este no es el yo cartesiano, y que "el discurso permanece abierto, indefinido, circunstancia que implica la imposibilidad de concluir la búsqueda de uno mismo",[16] pero no de que esta búsqueda no tenga sentido. No creo que el lenguaje tenga una función primariamente "deformadora"[17], sino formadora. Lo contrario haría imposible la existencia misma del lenguaje. Si por deformadora se refiere a que evocar el pasado autobiográficamente no puede hacer revivirlo con el mismo sentido que tuvo en su momento, no creo que esté bien aplicada la palabra, porque postularía que el sentido total de un hecho podía ser claro a alguien en algún momento (en este caso, pasado), cosa que evidentemente va más allá de las capacidades humanas.

Personaje

Los sujetos ficcionales, los personajes, reflejan en algunos casos los límites difusos entre el autor y sus adláteres imaginarios. Vila-Matas suele escribir en primera persona, y como decíamos, inserta en algunos de sus personajes episodios de su propia vida, incluidos los temas de reflexión que más le interesan.

Lo que da unidad a estos cuentos son las diversas modalidades del vacío, pero también la frecuente referencia a la relación ficción-realidad, el volverse otro, la crisis de la mitad de la vida, y la relación de estos temas entre sí.[18]

En Porque ella no lo pidió, el arte quiere hacer que la vida sea arte, quiere ir más allá de sí mismo. No lo logra, porque el otro no lo pide, y si lo pide, no puede cumplir con lo que se le requiere. Pero sí lo logra, y un ejemplo es como algunos cuentos llevan al lector, imaginariamente, allí donde el autor quiere. Y porque en determinados momentos, pasajeros pero reales, ya no importa la vida fuera de la literatura.

El personaje del autor está muy interesado en que sus escritos determinen la vida de alguien. Quiere ser querido como voluntad creadora. Pero siente que esto tendría valor sólo si el otro lo quisiera de motu propio, espontáneamente.

Tratando de llevar lo literario a la realidad se dan coincidencias y desfasajes. La cumplida premonición, pero también lo inesperado, lo caricaturesco (por desplazado).

La identidad del personaje (y del autor) se constituye sobre todo en torno a su trabajo de escritor. Y su deseo de ir mediante la escritura más allá de la escritura. Pero finalmente se resigna a ser solo un escritor, la vida es otra cosa, indefinible sin la escritura, pero no determinable por esta. La vida sin la escritura se asimila a lo caótico del tránsito en una gran ciudad.

Al renunciar a imponer sus criterios a la vida de otro, ¿renuncia a vivir? No, al contrario, y puede seguir escribiendo.

El personaje del autor, como lector de su propia ficción, cuando intenta llevarla a la práctica puede hacerlo de modo solo aproximado. Ni aún queriendo vivir el destino que quiere que le marque "otro", que en este caso es su propia obra, puede hacerlo. No podemos ni dar ni recibir un destino, si entendiéramos éste como un libreto a interpretar. Ni darnos a nosotros mismos un destino. No podemos ser personajes de nuestra propia ficción. La realidad y la ficción nunca pueden ni separarse ni unirse del todo.

Podríamos decir que cuando Sophie Calle se pregunta qué ven los otros cuando la miran (y se hace seguir por un detective), se pregunta qué tipo de personaje representa para otro. El paso siguiente es pedirle a otro que escriba que personaje quiere que sea. Pero nunca cumplirá del todo con lo que le asignen. La inseguridad respecto a la propia identidad no puede resolverse ni apelando a la mirada de los otros, ni imitando a otros (como la que imita a Sophie, por admiración, y por el aburrimiento que le provoca su propia vida, no pudiendo con esto evitar seguir en el aburrimiento, en el vacío), ni pidiendo que otro nos diga quien tenemos que ser. O sea, es inevitable. Por eso, como citaba más arriba, Vila-Matas dice que no solo no se conoce más por escribir, sino que nunca sabrá quién es, por escribir.

Lector

El lector experimenta en carne propia el ser engañado, y descubrir que lo que creía real era ficción, y viceversa. Esto en un juego de espejos borrosos entre los personajes, el autor del cuento, y el propio lector. La inquietud que produce no poder controlar la relación entre literatura y vida tendrá efectos catárquicos.

El lector siente la posibilidad de que la literatura cambie la vida de alguien, por empezar la del propio autor, y la de los que lo reciben. Pero también su impotencia para lograrlo, aún cuándo el lector quiera plegarse a la intención del autor. Es como que la literatura sí logra transformaciones, pero no exactamente las que el autor quería. Aunque en este caso, creo que Vila-Matas lleva a sus lectores exactamente al lugar que él quiere.

En esta época en que lo virtual precede a lo real,[19] en que los medios de comunicación masivos determinan que acontece o no, produciendo un efecto de inmediatez que oculta, en parte, la ficcionalidad que ponen en práctica, lo de Vila-Matas tiene un efecto revelador. Porque hace sentir en carne propia la confusión, en parte inevitable, entre las invenciones de la imaginación (de otro, y propia) y lo real. Hace sentir el encanto y el problema que presenta esta relación. Y su incumbencia en la cuestión de la libertad. Desde distintos ángulos. Porque como lectores hemos sido llevados donde no esperábamos. Porque desde el título del cuento se evoca la contradicción de la voluntad del otro. Que en el contexto del Leitmotiv del libro, rebota infinitamente. Hay un juego entre la voluntad del autor de determinar la vida de los otros; la de otros que espontáneamente piden que alguien determine su vida, determinando así, antes que nada, la vida del autor; la de otros que lo piden, pero no espontáneamente; la del autor que en este último caso, no está dispuesto a hacerlo; la de los lectores del cuento; etc. Entonces también se extiende al problema de la autoría, de lo propio, de lo asumido o de lo creado. Incluso puede llegar a evocar al Autor de la vida, a Dios que quisiera conducir pero que no lo hace porque el otro no lo pide. Que quisiera escribir pero solo inspira a que los demás escriban. La paradoja de la libertad es que no se puede crear, elegir, sin influir en los otros, pero parecería que no se puede ser libre si los demás influyen en uno. Un juego de suma cero. Queda la posibilidad de que el escribir, como en este caso, incentive a asumir esta paradoja creativamente. Y a reconocer que nuestra libertad, como nuestra identidad, es limitada, pero hecha posible por la imaginación propia y de los otros. Pero también por la realidad, de donde parte y a donde se dirige, que la constituye y la trasciende.

Vivir es responder, realmente, no solo virtualmente. Desde uno mismo, lo más integralmente posible. Lo virtual es lo que tiene el poder de estar en lugar de. Abre posibilidades, y puede hacer que esa desintegración que produce lleve a una integración más rica. Pero si bien la identidad no se constituye sin el recurso a la experimentación ficcional, a lo virtual, tampoco se queda solamente en eso, sino que busca la identificación de las posibilidades más propias, cierta integración de aspectos corporales y espirituales, única en la situación de que se trate. La acentuación de la desconexión con lo corporal, en la sociedad actual, de masas urbanas, conectadas sobre todo virtualmente, tecnológicamente, parece un nuevo platonismo, que a veces propicia una fuga mundi no tan productiva, en cuanto que deja que todo siga igual, sin comprometerse en serio por construir una sociedad mejor. Parece que sería saludable trabajar por la integración de todos los aspectos de la realidad y de las dimensiones del lenguaje y pensamiento, de sociedad y naturaleza; de afectividad, pensamiento, obra; de verificación mutua entre literatura y vida. La literatura habla de una vida previa a la palabra, aunque sea una incógnita; y la vida al mismo tiempo nace de la palabra, va más allá de ella. En muchas religiones, y obviamente en el judaísmo y el cristianismo, la vida nace de la Palabra, que nace da la Vida. La integración de todos estos aspectos es dinámica, abierta, no sin paradojas. Pero va configurando espacios de sentido, orientaciones, relieves, textos, diálogos que pretenden ser más que puras palabras engañosas.

A pesar de la trampa en que Vila-Matas hace caer al lector, a éste no le queda otra que seguir confiando en la palabra de los otros, al menos hasta que se demuestre su falsedad. Y al escritor no le queda otra que escribir esperando que le crean, o sea, que lo lean. Los dos deben asumir su dependencia del otro. Y que no hay lectura ni escritura que no sean en parte creadoras de una nueva realidad. Pero esta última, trascendente, caótica, y abismal, consta de una espontaneidad que puede concretarse en la elección de no pedir que la escritura le marque el camino. Aunque esto solo puede hacerlo frente a la escritura, como parte de la realidad.

¿No hay trama cuando hay pura espontaneidad, y/o cuando hay trama no hay espontaneidad? Probablemente el sujeto como escritor, personaje, y lector, se constituye precisamente mediante la complementación paradojal de estos dos aspectos. Por más que se intente separarlos, nunca podrán ignorarse mutuamente del todo.

Si la novela tradicionalmente ayudó a la constitución del sujeto (y el cuento al que nos referimos es casi una brevísima novela), combinando la novedad impredecible con lo instituído en el tiempo, según Vila-Matas hoy lo único que queda en ella es cierto deslizamiento de estilo, centrados en torno a la emoción. Pero también deslizamientos de lectura, de los cuales da ejemplo el autor cuando cita a otros autores, pero transformando, recreando sus frases, desde su propia lectura. Entonces la lectura, (como es el caso en susodicho cuento), nos invita a convertirnos en autores y personajes lectores, en un círculo virtuoso que produce no sólo más literatura, sino mejor vida.

 

 

Autor:

Gustavo Lubatti

[1] Ed. Anagrama, Barcelona, 2007.

[2] “Porque ella no lo pidió, sintetiza muy bien mi trabajo actual. Incluso pienso que sirve para responder a quienes me preguntan de qué tratan mis libros. Porque es posible que para entrar en mi obra, el mejor primer paso sea leer ese cuento, donde Sophie Calle tiene una actuación estelar.” http://www.enriquevilamatas.com/obra/l_exploradoresdelabismo.html

[3] Haré uso de lo que el mismo Vila-Matas dice de sí y de su obra en su página de Internet, en cuanto sea relevante, http://www.enriquevilamatas.com

[4] Cf. por ej: “Desde que leí el libro de Piglia [sobre un cuento de Borges] concibo la historia de la literatura como una sucesión, en el tiempo y el espacio, de escritores habitados imprevistamente por los recuerdos personales de otros escritores. (…) [Dice Piglia:] ‘Recordar con una memoria extraña es una variante del tema del doble pero es también una metáfora perfecta de la experiencia literaria […] Tal vez en el porvenir alguien, una mujer que aún no ha nacido, sueñe que recibe la memoria de Borges como Borges soñó que recibía la memoria de Shakespeare’”. De “La tarde elemental”, E. Vila-Matas, en Letras libres, 00 de 2000, http://www.letraslibres.com/index.php?art=6631

[5] http://www.enriquevilamatas.com/escritores/escrfresan1.html

[6] Intertextualidad y metaliteratura (Alocución en Monterrey) http://www.enriquevilamatas.com/textmonterrey.html

[7] Café Perec, http://www.enriquevilamatas.com/textcafeperec.html. “La trama  es una vulgaridad burguesa (…) el estilo avanza dando triunfales zancadas, la trama camina detrás arrastrando los pies”

[8] Jonathan Littell, Les Bienveillantes: “il n'y a plus grand-chose qui garde un intérêt pour moi. (…). Peut-être est-ce pour cela que je rédige ces souvenirs : pour me remuer le sang, voir si je peux encore ressentir quelque chose, si je sais encore souffrir un peu.”, p. 7.

[9] Intertextualidad y metaliteratura (Alocución en Monterrey)

[10] Cf. Paul Ricoeur, Soi-Même comme un autre.

[11] Ex ministro de educación de Francia; su libro "Aprender a vivir. Filosofía para mentes jóvenes” en menos de dos meses vendió en Francia más de 100.000 ejemplares.

[12] No que sea la única emoción, pero es la que explícitamente desencadena sus actos, por vía negativa. Es un personaje que inventa el autor que es el personaje principal del cuento, y aunque es el menos “real”, en cuanto

[13] Cf. Nora Catelli, En la era de la intimidad, seguido de El espacio autobiográfico, Beatriz Viterbo, 2007, pp. 217-219.

[14] María del Carmen Rodríguez, Borges: el sueño imposible de ser, Biblos, 2009, p. 122.

[15] Cf. Ricoeur, que complementa la primera aproximación, más ligada a Freud, con la segunda, más propia de Hegel.

[16] Borges, el sueño imposible de ser, p. 123.

[17] Ibid, p. 122.

[18] Cf. variantes en otros autores, por ejemplo: “… esa fue la primera vez, pero no la última, en que yo me aferré a la literatura y en cambio dejé pasar de largo la vida, llevada tal vez por los síntomas de un cansancio que marcaría el final de mi juventud”, Laura Restrepo, Dulce compañía, Ed. Alfaguara, 2006, p. 211.

[19] Cf. Baudrillard en La precesión de los simulacros. El autor empieza con una referencia a un cuento de Borges, para recalcar que hoy la paradoja se ha acentuado, ya que el hoy el “mapa” (el simulacro que los medios de comunicación construyen), es más importante que la realidad.

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