-Grito. El estallido de gritos, evidencia el déficit para el procesamiento preconciente de la pulsión. Esta se registra como un afecto insoportable que urge en ser descargado. Orginariamente el grito, Freud, (1950), es una válvula de seguridad ante el dolor, mientras el objeto no ha sido cualificado. Posteriormente, cuando el grito es reconocido como propio, la recuperación de ésta capacidad de atribución posibilita tomar el objeto como hostil. El grito requiere para su producción y expulsión, de la sobreinvestidura pulmonar y de los actos motores necesarios para superar el riesgo de estancamiento. De no surgir la identificación con el propio grito, puede haber "grititos", que no cumplen con su cometido de eliminación. Se cronifica un riesgo permanente de invasión. El grito, indicador de riesgo, corresponde al intento de descarga tensional y con ella la ilusión de expulsar la fuente orgánica.
-Holofrase. Se expresa en los momentos anteriores a la fijación libidinal al órgano y al goce intrasomático que conduce a la lesión. Hay una condensación entre la zona erógena, el órgano y el contexto. La fuente de necesidad (el órgano), permanece unida a la zona erógena, y no se dicierne en una representación
-Dormir y elaboración onírica. En la medida que predomina la invasión pulsional sin matiz afectivo, el dormir se constituye como una caída en un sopor, el paciente "cae fusilado". Puede conciliar el sueño pero depertar con una pesadilla, o bien despertare con una crisis de angustia sin recordar los contenidos níricos, (disfrazdo por rituales como el levantarse para ir a tomar agua), y por último, no poder despertarse permaneciendo en un estado hipnótico, abrumado por la invasión pulsional sin procesar. La actividad del preconciente se pone en evidencia cuando los sueños tienen riqueza plástica con elaboración secundaria. Pero cuando los contenidos pulsionales aparecen directamente con las escenas de seducción, escena primaria y castración, sin tramitación, que repiten los restos diurnos; es preciso focalizar la atención en el funcionamiento y no en los contenidos. Son indicadores de que la pulsión irrumpe, y puede expresarse en la actividad diurna con violencias, actitudes hostiles, accidentes o la regresión a la fijación intrasomática. Con el insomnio queda interferido el proceso normal de desintoxicación que produce el dormir. La intoxicación devenida, crea tensión vital pero a través de un síntoma, sustituyendo la vitalidad de los procesos pulsionales por estímulos dolorosos tensionantes que vienen del mundo. Tensión que es una manera de defenderse del principio de inercia.
-Perturbaciones del dormir en el contexto de familias simbióticas. En aquellas familias en las que uno o varios de sus miembros mantiene su equilibrio voluptuoso, a cambio de que otro conserve la tensión pulsional, ésta se vuelve tóxica en el familiar depositario. En las etapas arcaicas del desarrollo psíquico de éstos miembros depositarios, las grandes cantidades voluptuosos no permiten el registro sensorial de la exterioridad. No se pueden dearrollar espacios mentales y las dimensiones tiempo y espacio se conforman en un conglomerado indiscriminado. El estado económico es semejante al dormir, en donde se retira investiduras del mundo para sobreinvestir los órganos, sólo que en éstos casos ocurre en vigilia. En éstas familias, a veces el despertar ansiosos de uno de los miembros del grupo a raíz de un sueño, o una crisis de insomnio, puede poner de manifiesto el esfuerzo por liberarse de estas relaciones recíprocas de intoxicación. Es decir que la crisis de insomnio es una reacción sana, que marca un estado límite de éstasis.
-Angustia. Anterior a la angustia automática pueden observarse manifestaciones prodrómicas como angustia difusa sin representación, hasta la angustia automática o ataques de pánico. Sucedáneos de la angustia, pero indicadores de un grado mayor de riesgo pueden ser las caídas, los golpes o los accidentes menores. Estos buscan por un lado la descarga pulsional no sentida, ya la vez una búsqueda espúrea de vitalidad a través del estímulo doloroso. En las traumatofilias, se intenta mediante la incorporación del estímulo doloroso, (recordemos que Freud considerba al dolor como una seudopulsión), un estímulo falso que no requiere de otra persona como estimulante. El acopio de la éstasis libidinal, puede promover intento de agotamiento por vía autoerótica hasta la extenuación acompañado de cólera. Habida cuenta de que las patologías no son puras, sino mixtas de articulacion múltiple y cambiante, el fragmento psicosomático puede combinarse con otros y la angustia automática acomañarse de variaciones cualitativas acorde a los otros puntos de fijación.
-Vitalidad. El sentimiento de existencia, deriva de que se pueda constituir y permanecer el matiz afectivo. Este puede quedar abolido por la cantidad pulsional no procesada, que necesita para tal fin de un contexto empático. Esta falta de constitución del sentirse vivo, es sustituído por estímulos crecientes de exitación provenientes del exterior, como es el trabajo creciente acelerado. Cuando ésta fuente cesa en su capacidad estimulante, por causas externas o por claudicación somática, por lo general muda y encubierta con la sobreadapatación, entonces es que se registra la pérdida del tono vital, y el "gusto por la vida". Desinterés por los objetos y por sí mismo. Cae la intensidad para el amor y el trabajo. La libido que inviste órganos no se liga con el exterior se pierde el vínculo con el núcleo de los procesos pulsionales. La vida orgánica carece de valor si no se acompaña del sentirse vivo, el cuerpo deshabitado es similar a un cuerpo muerto. Es cuando a veces el paciente se deja morir, "se da de baja".
-Reacción ante las heridas narcisistas. Cuando las defensas son exitosas, se sostiene gracias a los números, la sobreadap-tación, la fachada de conexión. Al ceder la defensa surge la holofrase, y por fin cuando fracasa, aparece el grito catártico, la descarga, la proyección paranoica de un especulador que se aprovecha de él. Todos ellos, disparados por las afrentas narcisistas anteceden el desenlace somático. Frente al encierro que le plantea la realidad, el paciente psicosomático encuentra en la enfermedad corporal una salida. Los parámetros inmunológicos, reflejan perturbaciones depen-dientes de los estados psíquicos. Las variaciones de las células T en las situaciones de tensión con dificultades de adaptación, se estudió experimentalmente y se han observado por ej. en estudiantes antes del examen. En las separaciones precoces de madre hijo, en los divorcios, abandonos sentimientos de desesperación, represión de las emociones sobre todo la cólera, rigidez mental, predisposición a la desesperación, respeto excesivo a las convenciones formales. Metapsicológicamente podemos pensar que raíz de un dolor corporal o psíquico se genera una investidura pulsional elevada en el lugar doliente del cuerpo. Hay acumulación de pulsión de autoconservación, en el lugar de la herida. Esa investidura aumenta cada vez más, acumulándose en el lugar doliente y ejerce sobre el yo un efecto de vaciamiento. En el caso de las personalidades narcisistas, en la medida que junto con la perdida el Yo también pierde algo de sí, queda una suerte de agujero negro, que no se restaura y por el cual hay una pérdida constante, que se expresa sintomáticamente con manifestaciones psíquicas como la melancolía, o físicas como la astenia, anorexia, adinamia. Esto es debido a que el yo queda con menor cantidad de energía por el empobrecimiento pulsional global. No hay resto para la realización de actividades específicas. Merced a la hemorragia de autoconservación, la capacidad desintoxicante y trófica, va siendo desgastada por el dolor. Al mermar la posibilidad desintoxicante, se constituye en factor disposicional o disparador, para que estados preexistentes cobren prevalencia. Hay acumulación de residuos productos del metabolismo, crescencia de residuos cada vez más difíciles de procesar, que alteran la ecología intracorporal.
-Degradación de los vínculos interindividuales. Las investiduras posicionales en los vínculos interindividuales han sido descriptas por Freud, (1921c), cuando postuló que el otro, el semejante, puede ocupar para el yo cuatro lugares: modelo, objeto, ayudante y rival de sujeto. Estos diferentes lugares se constituyen en cada aparato psíquico de un modo necesario y luego el yo inviste con ellos a diferentes individuos. En un principio pertenecientes a un círculo íntimo, y luego a contextos cada vez más distantes, en la medida en que se constituyen representaciones-grupo de mayor complejidad y abarcatividad. La constitución y articulación de las investiduras posicionales se imbrican con el surgimiento y la diferenciación de los deseos. La relación del yo con el modelo o ideal, tiene que ver con el deseo de ser (anhelo, añoranza), y en consecuencia con la libido narcisista y el acceso a la posición sujeto mediante la identificación. La relación del yo con el rival, tiene que ver con la pulsión de apoderamiento, con el deseo hostil de tener y dominar. La relación del yo con el ayudante o auxiliar tiene que ver con el placer por perder y aniquilar, al tomar a otro como un medio para un fin, como Freud lo describe al analizar el recuerdo infantil de Goethe en "Un recuerdo de infancia en Poesía y Verdad", (1917b), o el juego del niño con el carretel en "Más allá del principio del placer", (1920g). A este otro, colocado como ayudante, no se le concede derecho a un deseo y suele estar constituido por lo que el yo fué, o por lo que ha salido de sí. El paciente psicosomático suele ocupar la posición de ayudante de otro a quien inviste como ideal, y se convierte para éste otro en depósito con el riesgo de explosión somática. Inversamente, cuando la posición ayudante es conmovida, lo depositado en éste vuelve sobre la posición del ideal y éste padece la afección. De ahí la importancia de la consideración de las tramas familiares, profesionales o sociales, y la posición que ocupa el paciente, para considerar el factor de riesgo.
-Carencia de un contexto protector. La armonía entre los ritmos pusionales y los del ambiente, constituyen los ritmos circadia-nos. Pero si los estímlos sensoriales no se articulan con los procesos pulsionales, éstos adquieren carácter hipertrófico, tóxico. Y ello debido tanto a un exceso de estimulación como a la carencia del mismo. El primero porque refuerza la cantidad pulsional, en el segundo caso por que no la morigera. Las familias indiscriminadas, no dan lugar a la diferenciación de los cuerpos y a la inscripción psíquica de los órganos de los hijos en el psiquismo de cada cual. Dentro del marco del contexto, se inscribe el fenómeno del telescopage, y de la memoria transgenercional. Se tratan de afectos traumáticos, que no fueron recuerdo pero se transmiten de manera muda a otro, por ejemplo con gestos, muecas, variaciones de la voz cuando se tocan temas catastróficos. Por ésta vía, acontecimientos de generaciones anteriores se procesan en las siguientes, y quedan unidas por un historia que excede el recurso individual de cada miembro.
-Transferencia y sentimientos contratransferenciales. Transferencia. La falta de la identificación yoica con los procesos pulsionales, debido a la ausencia del contexto que lo facilite, conlleva un abrumamiento, con indiscriminación yo-no yo. Hay una falta nuclear de matiz afectivo. La ausencia de la función paterna los convierte en Self made man, con una huída evolutiva hacia adelante, con aparente empatía, precaria identificación, escasos recursos para responder a la triple exigencia (realidad, superyo, ello). Disfrazan su indefensión con un sobresfuerzo especultivo, y se hacen adictos a personajes que les dan datos, números. Se sostienen por la fuerza del dinero, pero a merced de otro que se supone que tiene la fuente. Este tipo de vínculo les pone en peligro la precariedad del edificio identificatorio y por tal motivo le deben al objeto del cual dependen sumisión acompañada de odio mudo. La fachada de sobreadaptación, la mentira, el despliegue de una fachada ante otro que tenga poder, el sentimiento contratransferencial de falsedad, esto es que no resisten preguntas que cuestionen la escencia de sus argumentaciones, la retracción con fachada de conección, el mutismo encubierto por un discurso sin consistencia, se observan en la transferencia como falta de vitalidad. El hecho original de estar desconectado del contexto, crea un sentimiento de desarraigo, de falta de "raíces", que se expresa como compulsión a las mudanzas perpetuando el trauma que se puede repetir en la transferencia por el abandono súbito del tratamiento, y cambiando de analistas con frecuencia.
-Sentimientos contratransferenciales. La complejidad de la sintomatología clínica de estos pacientes, induce muchas veces a errar el camino terapéutico. Como resultado pueden aparecer afectos en el analista del orden del letargo, sopor, distracción, aburrimiento, deseos de que la sesión transcurra lo más rápido posible o que el paciente falte, sensaciones de vacío interior, furia, necesidad de descarga motora por parte del analista (moverse en demasía, levantarse, interpretar exageradamente), silencio retaliativo, indiferencia, crisis éticas (el tratamiento es un ritual sin proceso) y surgen sentimientos de culpa. Todos ellos pueden inducir a la expulsión del paciente de forma explícita o inconciente, potenciando el riesgo en que aquel se encuentra. Contratra-nsfencialmente el terapeuta se ve muy exigido a tener res-puestas rápidas, tratamientos veloces y exitosos y a interpretar en demasía a un psiquismo incapaz aún de compren-der.Es decir que el paciente induce en el terapeuta a que se le exponga a un abrumamiento como el original, interpretando en exceso para que el analizadao se sobreadapte e intelectualice sin insight. No obstante debe discriminarse esta repetición en la transferencia de la contraidentificación del analista con objetos frustrantes y actuarlos en consecuencia, o también como expresión del odio contratrans-ferencial por no comprender al paciente, y retaliativamente no interpretarle.
–Enfermedades anteriores con expresión somática transitoria o definitiva. Antecedentes de úlcera gastroduodenal, rectocolitis ulcerohemorrágica, hipertensión arterial, infarto de miocardio, accidentes cerebrovasculares, artritis reumatoidea, tirotoxico-sis, asma bronquial y neurodermatosis (vitilígo, alopecía areata, acné, exantema, herpes simple y zoster, reacciones alérgicas, eczemátide, hiperhidrosis), cefaleas, raquialgias, accidentes en general: son puntos de anclaje a los que se puede regresar por acontecimientos desencadenantes traumáticos. Una situación de sobrestimulación contextual, desequilibrio del soporte social, una situación vital stresante al no encontar defensas mentales suficientes o capacidad sensorio motriz, visual, muscular, auditiva y sublimatoria disponible, operan como disparador hacia el anclaje somático.
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Autor:
Dr. José Cukier.
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