Introducción
El trabajo con los equipos de médicos, nos enfrenta a los psicoterapeutas a una pregunta muy común que aquellos nos formulan, ¿Desde el punto de vista psicológico, éste paciente tiene riesgo para la intervención quirúrgica, ¿o es más vulnerable? ¿Que recursos habría que implementar para evitar "efectos indeseables"? Los indicadores psicológicos de riesgo somático no implican un pronóstico cierto sino que pretenden subrayar las probabilidades, el mayor riesgo potencial de un desencadenamiento agudo. Su valor debe tomarse como instrumental, con una validez relativa en el marco de las series complementarias de Freud.
Los indicadores
Para el desarrollo de éste tópico seguiré el ordenamiento siguiente:
1-Los números.
2-Desbordes pasionales.
3-Grito.
4-Holofrase.
5-Dormir y elaboración onírica.
6-Perturbaciones del dormir en las familias de organización simbiótica.
7-Angustia.
8-Vitalidad.
9-Reacción ante las heridas narcisistas.
10-Degradación de los vínculos interindividuales.
11-Carencia de un contexto protector.
12-Transferencia y Sentimientos contratransferenciales.
13-Momento vital.
14-Enfermedades anteriores con expresión somática transitoria o definitiva.
-Los números. En los momentos de agravamiento o eclosión del síntoma, la persona con afección psicosomática se siente a merced de un personaje paranoico, que lo considera solo un número y especula a su costa. Que hace diferencias económicas a costa de él. El paciente, en posición pasiva y en retracción, soporta manifestaciones orgánicas de presión, como tensiones intestinales que se suele continuar con expulsión y destrucción, seguido de verguenza, desasosiego y sopor.
En la medida que el número forma parte de la precaria identificación, cuando otro especula, el paciente siente que éste otro le saca contenidos y lo transforma en nada. Entonces busca otro recurso para mantener el sentimiento de sí. Endeudarse compulsivamente para quedar como marca en otro, aunque sea como número, ya que no puede serlo como un nombre. Este recurso los ubica en un equilibrio precario, en situaciones progresivamente sin salida, a veces lindantes con la trasgresión a la ley. Allí el cuerpo se ofrece como escapatoria, vía desencadenamiento somático, o si predominan fragmentos melancólicos con el suicidio o la adicción si es un fragmento esquizoide.
-Desbordes pasionales. Los desencadenamientos pasionales pueden preceder a la lesión psicosomática, cuando aquel ya no es suficiente para la descarga pulsional. Desde el punto de vista descriptivo, la pasión se caracteriza por la intensidad afectiva, (habitualmente un sentir masoquista) una fuerte dependencia de otro (un objeto, una actividad, una circunstancia o un resultado), acompañado de gran actividad. Teóricamente la constelación pasional está constituída por un deseo, acompañado de afectos del tipo de los celos, terror, humillación de los cuales el yo intenta sustraerse mediante una conjunción de actos. La trama sobre la que se sustenta el entretejido de la pasión se constituye por: las erogeneidades en juego, las defensas predominantes, la hipertrofia del afecto y la tramitación de éste en una intensa actividad. La fijación preoral intrasomática, deviene en la pasión numérica especuladora remanente de caracter regresivo ante la imposibilidad de sostener vínculos humanos.
Veamos el ejemplo de una patología mixta psicosomática y adictiva. Por la fijación oral primaria, puede desembocar en adicciones o en las pasiones místicas (de religiones exóticas) que al fracasar derivan en el alcoholismo o en la drogadicción. Surge el proceso tóxico cuando claudica la posibilidad de ligar la pulsión con algo en el mundo. El afecto hiperintenso no alcanza para satisfacer; en lugar de cancelar la urgencia pulsional, promueve una mayor exigencia de trabajo y mayor tensión. Mientras la pasión subsiste, hay un matiz afectivo y conciente, cuando se intensifica surge la intoxicación sin cualidad, hasta el estallido catártico. Este puede intercalarse con la pasión, y así alternarse pasión, intoxicación y descarga. En la intoxicación, se interfiere la capacidad de producir por proyección, un espacio sensorial sobre el cual podría recaer la investidura pulsional. Al no constituirse el universo sensorial, surge un conglomerado sin proyectos alternativos. Un estado de embotamiento en que ya ni el objeto de la pasión es suficiente para satisfacer y ligar las exigencias libidinales. Entonces la desestimación sustituye a la desmentida. Surgen los celos delirantes, los amores tempestuosos como esfuerzo para sustraerse del riesgo de intoxicación libidinal. Todos éstos pródromos pueden seguirse de una manifestación orgánica, con un vínculo esclavizante con otra persona, aparentemente violenta y posesiva. Esta persona es alimentada por proyección del sujeto apasionado. Lo que en verdad sucede es que la pulsión proyectada, queda representada por un objeto. Este retorna como alguien del mundo que impone la sumisión del apasionado. Se dan entonces vínculos interindividuales con pasión y estados tóxicos que se alternan. Cuando queda estancamiento con restos de la pulsión no ligada ni descargada, el Yo, pasivo ante la pulsión, padece afectos automáticos y no desarrolla matices. No hay proyección, ni objeto ni circunstancia que resulten investidas. En éste caso un fragmento del propio cuerpo siempre presente, se presta para la introyec-ción orgánica y la afección somática.
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