Parranda de los Negros Kimbánganos. Expresión de un pueblo, en los valles del Orituco (página 2)
Enviado por José Guillermo Prieto L.
En el caso de la manifestación, Parranda de Negros Kimbángano, la religión es el elemento de mayor importancia en la celebración, es el epicentro de donde parten todas las acciones implícitas en el rito. Esta celebración colectiva y popular es de gran importancia por cuanto origina organizaciones, como las cofradías, gobiernos, sociedades u otras que garantizan la realización de las fiestas y el cumplimiento de normas establecidas por la Iglesia a través de la tradición popular. Al referirse a la situación planteada respecto a los orígenes de las organizaciones populares, García (1992), explica que: A causa del horrible comercio de esclavos que perduró más de cuatro siglos entre África y América, algunas etnias africanas a través de la religión "reconstruyeron" su mundo cosmográfico en las nuevas condiciones que les correspondió vivir. En su sistema religioso, entremezclado con otros símbolos religiosos de otras culturas, se reafirmaron y proyectaron hasta nuestros días, sus símbolos, signos y sentido "muerte-vida". (Pág.11).
La Parranda de negros Kimbánganos en un vivo ejemplo de estas transformaciones a la que fueron sometidos a la fuerza los grupos esclavizados, en la que se agruparon manifestaciones rituales propias de su entorno de origen y los impuestos por los europeos. Así se fueron interponiendo códigos que crearon y recrearon una peculiar manifestación de fe, a través de una danza ejecutada exclusivamente por hombres, los cuales rinden culto a San Juan, San Pedro, Santa Rosa y San Ramón, en el caso de La Parranda de la Fila Maestra y San Juan en el caso de Las Parranda de Lezama y San Rafael de Orituco. Se crearon pequeñas sociedades aún existentes en San Rafael y en Lezama las cuales se encargan de organizar los programas para la celebración del día santoral además otras actividades celebradas por la iglesia. De esta manera no sólo participan los días santorales sino en las diferentes celebraciones de la iglesia.
Las promesas es un elemento importante en la preservación de la manifestación, generalmente se ofrece al santo bailarlo por un tiempo definido o en algunos casos de por vida, los parranderos ofrecen al santo los hijos varones para que bailen desde niños, se ofrecen promesas por alguna enfermedad, para que las cosechas sean buenas, para que aparezca algún animal perdido y recientemente para obtener un grado de estudio, asenso o para que los negocios por realizar salgan bien.
De acuerdo con los datos de siglos pasados nos refieren que los valles del Orituco para la época de la colonia fue una región muy importante para la producción del cacao por lo que en pocos años pasó a ser un excelente asentamiento, para la época el cacao generaba muy buenos dividendos, el negocio del cacao alcanzó un importante auge. Por su ubicación geográfica (muy cerca de la ciudad Caracas y por ende del puerto de La Guaira) y la fertilidad de sus tierras los valles del Orituco benefició la creación de elites que poseían las mejores posesiones y esclavizados para trabajarlas, Por su parte, Pedro Calzadilla(2001) en su libro El valle de Orituco, cita un documento de 1761, incluido en el Archivo del Ministerio de la Marina de España, en el cual son destacadas las bondades del cacao: "el valle de Orituco tiene bastante numero de haciendas y por Cierto es el mejor cacao de esta provincia y tenemos por experiencia que todo él se comercia a los extranjeros" Pág. 21.
Actualmente la región del Orituco es un territorio promisorio del Estado Guarico, debido a los cultivos del tabaco, Tomate, y en menor medida sorgo, maíz y otros rubros, y una ganadería muy importante, le permite recibir buenos dividendos. El Gobierno Nacional hace más de cuatro décadas, construyó la represa de Guanapito, al norte del Altagracia, su principal afluente es el río Orituco, un sistema de riego, a través de canales, atraviesa todo el valle, irrigando más de 4.000 Has.
La historia contada por sus protagonistas cuenta que la manifestación tuvo sus orígenes en la Hacienda Tocoragua, que se encuentra ubicada en los valles de Orituco, a cuatro kilómetros de San Francisco Javier de Lezama. Narra la leyenda popular, que en éstas tierras (en las montañas del León) apareció San Juan Bautista y se encontró con los negros esclavizados, dando origen a la tradición de los negros Kimbánganos. La historia de los pueblos es siempre el resultado de procesos culturales y sociales de enorme complejidad. El conocimiento de los mismos se vuelve un imperativo necesario en la vida de los hombres, en cuanto su historia, las huellas de su pasado permiten el acercamiento a sus raíces, confieren identidad cultural y reafirman el sentido de pertenencia a una sociedad determinada. La Historia es una de las formas de conservar la memoria de una sociedad, pero no es la única forma de representarse (o de imaginar) el pasado y preparar el futuro. Es por ello que no hay identidad sin memoria, no hay cultura sin memoria. El describir la historia de la parranda de los negros Kimbánganos permite ubicarnos sociológicamente sobre un hecho con connotaciones culturales que impactó en el desarrollo socioeconómico en un espacio delimitado geográficamente y que hoy se enmarca en el estado Guárico, de la República Bolivariana de Venezuela.
Todo parece indicar que fue en Tocoragua, el lugar de origen de la Parranda.La hacienda Tocoragua es el más importante asentamiento de esclavizados y por ende la más productiva de rubros que para entonces dejaban buenos dividendos a los dueños. La presencia significativa de esclavos condicionó el ulterior desarrollo de la expresión cultural. Contó hasta con 43 esclavos en el año 1774 y para 1827 contaba con 200, a los que se sumaban 52 de la hacienda Tocoraguita propiedad ambas de Don Pedro José Marrero, el cual presento en el año citado su testamento donde señala poseer dos propiedades dedicadas al cultivo de caña donde además señala haber dado la libertad a 11 en Tocoragua y a 4 en la segunda. (Fuente Mariano Martí, AGN)
Es en estos valles, donde, lejos de sus tierras comenzaron a crear y recrear sus costumbres ancestrales. Existen evidencias que en el siglo XVIII ya los negros esclavizados rendían ritos a San Juan de una manera muy particular; como muy bien lo expresa Don Francisco de Soto, funcionario de la Real Hacienda del Partido de Orituco entre 1782 y 1788, citado por Calzadilla (1999) señala: "Refiere el funcionario de la Real Hacienda que entre las muchas festividades religiosas que se celebran en todo el Orituco incluido Lezama: " La más extendida es la fiesta de San Juan que se celebra el 24 de Junio. en esa fecha, los esclavos y los otros individuos de color se dedican durante todo el día y la noche a danzar y cantar al compás de tambores, y es que no hay festividad o celebración en donde los negros no hagan sonar esos primitivos instrumentos, que los hay de las más diversas formas y tamaños, y que producen también sonidos diferente. La fiesta de San Juan es algo tan especial para esas castas que no hay negro, ya sea hombre. Mujer o párvulo, esclavo o libre, que no salga a festejar en esta ocasión. Las celebraciones comienzan desde el 23, haciendo retumbar en todo el valle el monótono tam tam de los tambores, que no cesan ni por un instante, festividades que continúan durante todo el día 24 y aún en la noche " (Pág. 101-102)
La parranda se diseminó por toda la región de las montañas y valles del Orituco hasta trascender la zona de Guarenas y Guatire ahora Estado Miranda que para la época de la colonia junto con el Estado Guárico pertenecía a la provincia de Caracas, en este sentido Jesús "chucho" García (2002), nos revela la declaración de un negro esclavo de nación Congo según datos AGN: "quince días de hoy el negro Miguel esclavo de la viuda de Thomas de Orta de la hacienda de la Trinidad de Guarenas, dijo el testigo a Juan Guzmán y Juan Antonio, esclavos de Don Martín de Asturias, ustedes no saben que mi compadre Manuel Espinoza me dijo ayer que las negros del Tuy, Santa Lucía vendrán con banderas a Caracas en el día de San Juan a pedir libertad y que también Capaya, Caucagua llevaron por delante los esclavos de Guarenas y Guatire .En el segundo interrogatorio efectuado el tres de Octubre de 1749, Joseph Francisco, de veintiocho años aproximadamente, se le acusaba de confabulación con los negros Juan Isturis para el día de San Juan de este año donde todos los negros debían de juntarse en la plaza de Guarenas y bajo el pretexto de bailar tambores QUIMBANGANOS, proclamarían su libertad" .(Pág. 146 147).
En la época de la independencia, los afrodescendientes esclavos y libres se sumaron a la gesta por la libertad, en la que los negros esclavizados de Tocoragua participaron activamente con la esperanza de ser libres, Rangel y Mendoza (2005) reseñan lo siguiente: " que los esclavos de Tocoragua, selva inmediata al Orituco en Lezama, marcharon hacia el campo de batalla de Mosquiteros, con su tamboril cantando "Allá, lla, lla, a buscá la libertad", bajo el mando del general Campo Elías, muriendo casi todos en la contienda "(Pág. 101). ). Este hecho histórico en el proceso de independencia venezolana explica además el carácter ceremonial de guerra implícito en la danza y el espíritu guerrero de los que la practicaban, los cuales entregaron sus vidas en la batalla a la vez que cantaban al compás del tambor. Al respecto detallaremos parte del ritual: Al repicar el tambor los bailadores por parejas, previamente establecidas, simulan un combate en el que al mismo momento que ejecutan el baile realizan movimientos que sugieren un enfrentamiento; los machetes suenan contra el piso con gestos intimidantes entre "adversarios", luego los entrecruzan con destreza de esgrimistas y danzan como gallos de peleas, sus miradas siempre atentas el uno del otro, asumiendo una expresión en el rostro de un verdadero guerreo, los saltos en círculos esquivan los sablazos del oponente, en cualquier momento uno de los negros cae vencido por certeros machetazos que generalmente terminan en el cuello del vencido. El protagonismo del machete de madera como un arma de ataque y defensa, y su dominio por parte de los bailadores le confiere un carácter de reyerta a este baile como hemos dicho anteriormente.
Se afirma que en la primera mitad del siglo pasado (XX) todavía existían en la región tres variantes de la parranda de Negros Kimbángano.
1 Kimbánganos de Lezama, ubicada en la población de Lezama de Orituco. Esta parranda tiene origen en la hacienda Tocoragua, de acuerdo a las informaciones obtenidas por los ejecutantes de mayor edad. La hacienda Tocoragua era un asentamiento de esclavos, donde se cultivaba caña de azúcar y añil. La parranda está conformada por hombres, que bailan en parejas y utilizan una especie de machetes de madera, con el que simulan una batalla.
2 Kimbánganos de San Rafael, (desactivada) ubicados en la población de San Rafael de Orituco. Según sus cultores más viejos surge por la llegada de esclavos de la hacienda Tocoraguita a las plantaciones de San Rafael. Las características de la parranda en lo que respecta a expresión danzaria y musical es similar a la parranda de Lezama, aunque difiere en la parte coreográfica y vestuario; Al igual que los Kimbánganos de Lezama parrandean los días 23 y 24 de Junio (víspera y día de San Juan Bautista).
3 Kimbánganos de la Fila Maestra, (desactivada) la ubicamos en el tramo central de la cordillera de la costa que separa los estados Guarico y Miranda, esta zona montañosa sirvió de refugio tanto a negros, indios y blancos, donde fundaron rancherías en las cimas de lugares de difícil acceso, donde los negros recrearon sus costumbres. Realizaban sus bailes en los diferentes caseríos de la referida Fila Maestra y en sus últimos años bajaban a las poblaciones de Sabana Grande de Orituco y San José de Guaribe. En esta parranda los bailadores eran niños y jóvenes varones, los cuales formaban parejas en la que uno de cada pareja se vestía con ropa de mujer. A diferencia de las parrandas anteriores, esta parranda celebra, además del día de San Juan, las Marías, San Pedro, Santa Rosa y San Ramón.
La Parranda de Negros Kimbánganos de la Fila Maestra. Según los datos aportados por los informantes claves, revela que dicha parranda tuvo su comienzo en la época del cimarronaje, en el momento en que los antiguos cumbes se convirtieron en caseríos y rancherías que fundaron negros libres y fugitivos, donde además se sumaron indios y blancos en este sentido. Acosta Saignes (1967), refiere: "en los siglos XVII y XVIII partidas de negros y mulatos libres, incluso indígenas y españoles se encontraban (arrochelados) y causando desórdenes cerca de las haciendas de Caucagua, Tacarigua, Mamporal, Río Chico, Guapo, Capaya y Curiepe". (p. 282).
La Fila Maestra, debido a su ubicación geográfica y exuberante vegetación, se prestó para servir de refugio a los cimarrones huidos de las innumerables haciendas ubicadas al pie de sus dos vertientes. Las tierras del lugar, cuyos suelos aún conservan su fertilidad, con existencia permanente de agua y un clima propicio para el desarrollo de la agricultura, cría y otras actividades productivas, fueron ocupadas a finales del siglo XVII por estos grupos que menciona Saignes . Allí establecieron un buen número de plantaciones que garantizó su permanencia en la región hasta nuestros días.
En el caso del San Juan en Lezama se tejen numerosas historias que relatan su aparición en la hacienda tocoragua, en la que ninguna de las versiones se refiere a las "sagradas escrituras", en algunos de los relatos se refieren a un personaje vivo, en los valles del Orituco; a lo que Escala y Fernández (2005) expresa lo siguiente: "Victoriano Mujica, un recordado capitán de los Negros Kimbáganos, narró hace más de veinte años al investigador Baudilio Reinoso su versión sobre la especial aparición del santo en las montañas de León: Esta celebración se realiza desde muchos años en Lezama desde cuando en las montañas de León, en una vena de agua de la hacienda Tocoragua, se le apareció San Juan a unos indios que estaban de cacería. Ellos se encontraron con el santo y trataron de moverlo para levarlo al caserío. El santo estaba muy pesado, le tocaron todo tipo de instrumentos de cuerdas y de aire y no lo pudieron mover. Buscaron al sacerdote, este rezó y nada consiguieron, hasta que llevaron a la montaña un tambor y al tocarlo, el santo se puso livianito. Lo llevaron a la casa de la hacienda donde esa noche le realizaron el velatorio, le cantaron, tocaron tambor y bailaron hasta el día siguiente que lo llevaron a la iglesia, le hicieron la misa y lo sacaron en procesión por todo el pueblo hasta la tardecita que lo volvieron a llevar a la casa de la hacienda donde se lo entregaron a los Marreros para que lo guardaran hasta el año siguiente, para hacer de nuevo lo mismo que hoy hacemos ( )
Algunas anécdotas cuentan que el santo apareció sobre una mata de mamón, otras en un samán. Para bajarlo los pobladores le tocaron arpa, cuatro, guitarra; pero el santo sólo bajó cuando los negros le tocaron el tambor" (Pág 45 46).
Tita Marrero mantiene el recuerdo de la versión que le contaban sus padres, antiguos parranderos que vivieron en Tocoragua cuando todavía era caserío, los cuales eran descendientes directos de los esclavizados de la vieja hacienda: "A San Juan lo encontraron en un samán en la orilla de la madre vieja, donde se buscaba el agua en la montaña, lo halló un negro esclavo. El salió con el escándalo, porque vio una imagen en el samán. Salió corriendo y avisó en el caserío. Todo el mundo vino a ver. Llevaron guitarra para ver si bajaba y no bajaba. Tocaron arpa y nada. Vinieron con un tambor, y ahí fue cuando bajó. Estaba toda esa gente, los esclavos, tocando tambor y bailando"
Podemos considerar que estas historias se remitan a los orígenes de deidades africanas que se pudieron adaptar a la nueva realidad en un nuevo escenario, una nueva religión y una nueva deidad: SAN JUAN.
La condición más importante de toda leyenda es que sea creída; lo que no significa decir que dicha creencia deba ser necesariamente actual y presente. Basta con que alguien, en algún lado, alguna vez la haya considerado verdadera para que su fuerza se mantenga, afirmando, negando o poniendo en duda algo.
Las leyendas —puntales claros de un aspecto de lo imaginario— siempre han acompañado al ser humano ajustándose a los cambios de las sociedades a través del tiempo. Flexibles y adaptables, satisfacen las profundas necesidades que viven los hombres, en diferentes contextos sociales o culturales. Como ha escrito Jacques Le Goff, una historia sin el imaginario es una historia mutilada, descarnada […]; el imaginario es, pues, vivo, mudable, y constituye un fenómeno social e histórico que está presente en todos los grupos humanos.
El vestuario e implementos utilizados presentan pequeñas variaciones de acuerdo a la parranda los cuales a la vez ha sufrido algunos cambios producto de la creatividad e ingenio de sus cultores. Sin embargo aún conservan rasgos comunes que identifican su mismo origen, los cuales son: el uso de sombreros o gorros adornados con cintas o flores de colores, machete de madera (San Rafael y Lezama) o garrote (Fila Maestra), el uso de carbón mezclado con grasa animal para pintarse la cara, la danza simula un combate, el uso de tambor Cumaco, cantos de luceros, jincas y tres golpes, la celebración en el día de San Juan, la salida en procesión, la visita de las casas en las que le brindan bebidas y comidas. Algunas estas similitudes también la podemos observar por separado en otras manifestaciones de origen africano en otras regiones del país, tal es el caso del uso del tambor cumaco y el garrote en el Tamunangue en el Estado Lara o el uso del carbón en la cara en el culto a San Benito en el Sur del Lago de Maracaibo en los estados Zulia, Mérida y Trujillo, en la Parranda de San Pedro en el Estado Miranda o el uso del tambor cumaco en la costa central, en los Estados: Miranda, Vargas, Aragua, Carabobo y Yaracuy, por nombrar algunos. Así como en la región del Orituco encontramos la Parranda de negros de Plaza los cuales coinciden en el uso machete de madera, sombreros y gorros, caras pintadas con carbón, un hombre vestido de mujer junto con dos cantadores recorren las casas de los poblados en día de San Juan y otros días santorales. En el caso de la Parranda de la Fila Maestra, el vestuario utilizado correspondía al que usaban los pobladores en sus tareas cotidianas, de uso corriente tanto en los hombres como en los representantes de la negra. A éstas correspondía camisones (vestidos) usuales correspondientes a la época y pertenecientes a familiares o amigos. También se colocaban un sombrero adornado con flores multicolores naturales en un principio, y posteriormente en papel de diferentes colores; debajo del sombrero, utilizaban una "andaluza" o velo negro amarrado para significar el cabello de la negra.
Los negros llevaban un gorro, en un principio, hecho de corteza de árbol y posteriormente confeccionado de cartón y adornado con tiras multicolores de papel; dicho gorro tenía forma de coraza, elemento éste que unido a la presencia del velo en la negra constituían, entre otros, legado de los europeos presentes en la manifestación.
Cabe destacar una costumbre presente en la manifestación estudiada, la cual consiste en que cada uno de los integrantes de la Parranda se tiznaba la cara de negro, utilizando para ello una mezcla de carbón y manteca o grasa vegetal o animal, a objeto de camuflajarse. Al respecto, Acosta Saignes en su obra "Vida de los Esclavos Negros en Venezuela" (1967), comenta que esta costumbre fue adoptada por los indios y blancos cimarrones cuando atacaban o robaban a fin de que se les confundiesen con negros esclavos; razón por la cual esta costumbre en la actualidad sirve para reafirmar la presencia del afrodecendiente en cualquier manifestación que la utilice aún cuando no sea ejecutada por negros.
Según la información suministrada por los informantes claves, la parte correspondiente al baile propiamente, da inicio con la interpretación del guía o cantante del Lucero de entrada, para la cual los bailadores se organizaban en dos semi-círculos, correspondiendo uno a los negros y otro a las negras; posteriormente, y a la orden de los viejos guías del baile, se indica a la primera pareja hacer su ejecución al centro de los semicírculos para iniciar el enfrentamiento o combate antes mencionado; dichos guías indican también la culminación del enfrentamiento y la sucesión de parejas correspondientes a la voz "Brek"; término éste del cual se desconoce origen y significado, señalando que el viejo ejercía el control de los bailadores de su género y la vieja de la misma forma a los que representaban las negras.
El combate que se daba en el momento del baile consistía en amenazas del negro con el garrote cuando la negra atacaba con la falda empuñada, todo ello era realizado rítmicamente sin perder la cadencia del baile.
Para estructurar la parte musical de acompañamiento es necesario mencionar el tambor Cumaco, cuyas características las cita García (1990), quien dice que: "Es un tambor cilíndrico de gran tamaño formado por un sólo parche en uno de sus extremos y es predominante en casi todas las comunidades situadas al Sur del Congo". (p. 8). Caracterizado por tocarse en la posición de sentado sobre el tambor acostado en el suelo mientras otra persona va tocando acopladamente en la madera del tambor con unos laures o "palos". Cabe destacar que el ejecutante de la boca realiza los floreos y las variedades rítmicas con las dos manos.
Siguiendo la explicación suministrada por los informantes claves, es necesario señalar que el toque del tambor marca la ejecución coreográfica del baile y cambia según la entrada musical; del lucero de entrada al lucero de salida. En ambos casos se presenta una variación musical tanto del toque del tambor como de la interpretación del coro final después de los versos .En tal sentido García (1992), demuestra "La extraordinaria polirrítmia y la alternancia solista-coro, así lo demuestran, actualmente en cantos tradicionales y contemporáneos. El sentido y la funcionalidad de los tambores africanos, en los ritos religiosos persisten en su carácter original en los variados cultos afroamericanos" (p. p. 11, 12).
Las formas musicales de los luceros están estructuradas en base a coplas en cuarteto, acompañado al final de cada copla por un estribillo o coro a tres voces llamadas, guía o tenor, tenorete y falsa, que consisten en lalaleos, al respecto Salazar (1993), afirma que: "Intepretar tonadas denominadas luceros, medios luceros, guaresneros, ocumareños, guarapos que tienen por base la copla y un estribillo amensural de fonemas fijos, que aparece al final de cada cuarteto o cada dos partes de verso" (p. 21).
La participación de la mujer en la manifestación se basa en la confesión del vestuario del los parrandanderos y en especial a San Juan, asimismo ornamentan los altares y el nicho donde permanece el santo en el velorio, misa y procesión. Por ser una danza ritual de batalla, la mujer no participa en la misma por lo que ofrecen promesa para realizar las mencionadas tareas. Escala y Fernández 2005. Confirman: Devotos comparten las tareas de preparar con coloridos adornos el altar donde se ubicará la imagen de santo y de "poner a tono a "Sanjuanito" para que luzca bien para la celebración Desde hace años, Isabel Pimentel asumió esta responsabilidad, acompañada por Alberto Fernández y Doralis Velásquez, además de Pablo Gota, quien tiene la promesa de ayudar con esta labor. Pág. 65.
Otra forma de participación de la mujer es preparar el tradicional sancocho (sopa) de gallina o res con verduras o viandas diversas, para los parranderos y demás personas que pasan la noche en el velorio de la víspera y continúan parrandeando hasta el 25. Es de esta manera como por siglos se ha mantenido esta bella tradición como un verdadero elemento de identidad de en los lindos valles de Orituco.
Autor:
Msc. José Guillermo Prieto
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