Parranda de los Negros Kimbánganos. Expresión de un pueblo, en los valles del Orituco
Enviado por José Guillermo Prieto L.
El adentrarnos en los pasajes culturales de un grupo de cultores de una de las expresiones más genuinas de la cultura popular venezolana nos posibilita dibujar un escenario sociohistórico cuya fuente de información más interesante es sus memorias. Revelar la fisonomía de una época determinada, descubrir desde los referentes subjetivos cómo fue el entramado social; los espacios de sociabilidad, las relaciones construidas, sus lenguajes, las instituciones desde las cuales se proyectaban las políticas de la época y de manera particular las interioridades sociales y culturales de los portadores de la manifestación condicionan el conocer cómo fue un "pedazo" de la vida de la sociedad venezolana. Los protagonistas de parte de esta historia habitan, hoy, en San José de Guaribe, estado Guárico, un pequeño poblado de aproximadamente 10 mil habitantes, con una gran riqueza histórica y cultural, heredada en gran medida por los antiguos habitantes de La Fila Maestra de la que se nutre demográfica y culturalmente está situado a pocos kilómetros de Altagracia de Orituco. El valle del Orituco es el escenario natural donde se arraiga y extiende la tradición. Esta región llamada en la época colonial, los llanos de la provincia de Caracas comienza su fundación en el siglo XVII. Ambos valles (Guaribe y Orituco) se ubican al pie de monte de el tramo central de la cordillera de la costa, en la vertiente interna, (Sur de La Fila Maestra). Chitty 1982 lo refiere como: Hemos dicho en otra oportunidad que el Estado Guárico parece un estribo que descansa en el llano, colgado de la Cordillera Caribe. (Pág. 17). Es la Villa de San Rafael el primer poblado de colonos que se asienta en el año 1695. Más tarde surge Altagracia en 1704 y finalmente se funda a San Francisco Javier de Lezama en el año 1717. (Armas Chitty 1982)
Los orígenes de estos pueblos están íntimamente relacionados con las creencias religiosas y sus patronas veneradas: Nuestra Señora de Altagracia, San Rafael, San Miguel, San Francisco Xavier de Lezama, y de manera muy especial SAN JUAN BAUTISTA, lo que permite aseverar que la construcción de los tejidos sociales, sus vínculos e intensidad de sus movimientos se orientan mayoritariamente por preceptos ideológicos y en gran medida, ordenan, estructuran y legitiman el conjunto de relaciones sociales. La religiosidad colonial impone una ordenanza necesaria en el adoctrinamiento de la población aborigen que se fundan como misiones para "educar" a los indígenas hacia el cristianismo. Desde tiempos remotos el hombre ha sentido la necesidad de tener un guía espiritual superior a él, esta deidad, generalmente, es su creador y creador de todo su entorno, quien merece sumisión y veneración para poder lograr la armonía terrenal a la vez que le asegura, a los que se someten a la doctrina, vida después de la vida. El hombre se comunica con estos seres supremos (Dioses, Santos, Espíritus, Héroes, Ídolos, Entidades Espirituales y otros), valiéndose de la fe para lograr alcanzar ese estado de regocijo y felicidad espiritual; esta comunicación se logra a través de manifestaciones rituales, ceremonias que se realizan en forma de, oraciones, suplicas, rezos, plegarias, cultos que generalmente son realizados en la majestuosidad de un templo edificado para adorar dichos "seres supremos", además la sociedad ha creado: bailes, cantos, danzas, para festejar en honor a dichas deidades a través de las parrandas y cofradías. Venezuela es un país de tradición mayormente cristiana-católica desde la Colonia hasta la época presente; tradición que se manifiesta cada año cuando se celebran ritos religiosos con motivo de algún día Santoral. La iglesia católica fue un poder político y religioso oficial o única en los tiempos en que se mezclaron las creencias, aborígenes, africanas y europeas, o mejor dicho el momento en que las religiones Indígenas y africanas fueron sometidas e inducidas a la fuerza al cristianismo. Es así como la Iglesia adopta y apoya manifestaciones musicales, teatrales, bailables o dancísticas de los diferentes orígenes étnicos, siempre que el ritual tenga implícita la fe cristiana. En tal sentido García (1992), comenta que La música al igual que la religión ocupó un "lugar" espiritual, que permitió a los africanos y sus descendientes refugiarse para reforzar su esencia étnica. La religión y la música actúan como un binomio "ritmo-cosmos" en casi todas las culturas tradicionales (Pág. 11). Sin embargo no le fue fácil al doctrinero evangelizar, se trataba de culturas muy diferentes que el europeo no supo respetar ni entender, muchos indios y negros prefirieron la muerte o huir antes que sumirse a las imposiciones del cristianismo europeo.
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