Cayo Bariay precolombino. Una aproximación arqueológica a su biodiversidad
Enviado por Cosme Casals Corella
RESUMEN
El presente trabajo, muestra la diversidad biológica y ambiental que utilizaron los aborígenes de Cayo Bariay, primera tierra firme que visitara el almirante en territorio cubano. Este trabajo se basa en el estudio de las evidencias zoológicas encontradas en el sitio arqueológico ubicado en esta localidad y su relación con el entorno. Este residuario ha sido objeto de numerosos estudios a partir de su descubrimiento por el Departamento Centro Oriental de Arqueología en 1991, unos realizados a raíz del 500 Aniversario del Encuentro de las dos Culturas en 1992 y otros respondiendo a la Carpeta de Productos Turísticos presentada por el Dr. S. José Manuel Guarch (1998) para dar respuesta a las necesidades de las instituciones turísticas y del gobierno en esta provincia de ampliar y diversificar las opcionales turísticas hacia zonas de interés histórico y cultural.También se hace referencia a la Exposición Histórica que se realizó en el lugar que se muestra en el Diorama, donde además de las muestras de la fauna, se exponen elementos de la cultura de estos aborígenes como actividades económicas, la alfarería, así como sus instrumentos y herramientas de trabajo.
La biodiversidad de épocas pasadas ha sido poco estudiada en nuestro país. Los trabajos arqueológicos han aportado algunos elementos al respecto, basados fundamentalmente en los restos de animales y plantas que se conservan en los residuarios, los cuales están mayormente relacionados con su utilidad al hombre primitivo. Trabajos como los de Jiménez (1999) y Jiménez y Garcés (1999), han venido a enriquecer este tema, los cuales se basan en los reportes de biodiversidad realizados por Cristóbal Colón, en las descripciones reflejadas en sus diarios de viaje y en la utilización de la biodiversidad faunística en las comunidades aborígenes de la región suroriental de Cuba, respectivamente.
Los residuarios arqueológicos constituyen una rica fuente de materiales, dejados por nuestros antepasados aborígenes.A través de ellos se pueden conocer muchos aspectos de su vida, como: su cultura, religión, modo de subsistencia económica, y por consiguiente su relación con el entorno, ya que de él extraían las materias primas para la satisfacción de sus necesidades. De esta forma se pueden encontrar variedad de herramientas, utensilios y adornos de uso ritual o personal, confeccionados con huesos, conchas de moluscos, espinas y vértebras de pescado, exoesqueletos de crustáceos, esqueletos de corales; fragmentos de vasijas de barro, burenes, piedras, etc. El estudio de los restos faunísticos o arqueozoológicos son el objetivo del presente trabajo, mediante el cual, pretendemos mostrar la variedad de especies zoológicas utilizadas por los aborígenes de Cayo Bariay y su interrelación con el medio ambiente.
En el sitio Arqueológico Cayo Bariay fue rescatada una amplia muestra de restos faunísticos, unos correspondientes a la dieta, a artefactos, a detritos del bosque que allí existía, así como restos del perro mudo Indosion caribensis, animal de compañía, utilizado por estos grupos aruacos. Fueron identificadas 60 especies, de ellas 41 moluscos marinos (23 Gasterópodos y 18 Pelecypodos), 5 moluscos terrestres, 1 Crustáceo, 3 Reptiles, 6 peces y 5 mamíferos, (ver anexo 1).
Dentro del extenso número de restos, los moluscos marinos fueron los más abundantes, destacándose entre ellos la Crassostrea rhizophorae y el Isognomon alatus, ambos provenientes del manglar costero donde se desarrollan a plenitud y el Strombus gigas, proveniente de las aguas moderadamente bajas de la bahía, por lo que se evidencia que desplegaron una intensa actividad recolectora. Entre los peces el Lachnolaimus maximus y el Sparisoma sp. , fueron los más utilizados. También fué bastante explotada la pesca del quelonio fluvial Trachemys decussata. Contrariamente fué poco practicada la cacería de jutías, que dentro del exiguo número que se presentó, la Capromys pilorides fue la especie mayormente encontrada. La captura de crustáceos fué poco importante, apenas remanentes de unos pocos ejemplares fueron rescatados del sitio arqueológico, probablemente debido a que en esta zona no abundara esta especie.
Es significativo destacar la presencia de restos de Trichechus manatus, mamífero casi extinto actualmente por la depredación del hombre, y que los proveyó de abundante carne. Como huellas del bosque se evidenciaron las especies Polymita muscarum, Cerium sp., Coryda alauda, Zachrysia gundlachiana y Caracolus sagemon.
El sitio de habitación tuvo su mayor esplendor, entre los 10 cm y 40 cm de profundidad, apreciándose a través de las huellas dejadas por los fogones y hogares, así como los "basurales" dentro y alrededor de los mismos, lugares donde la vida se hacía más intensa y continua. El crecimiento poblacional en éste período es evidente tanto por las variadas huellas dejadas, como por el aumento de las dimensiones de los burenes y su cantidad, mayor presencia de instrumentos y artefactos de trabajo, así como por la intensificación de la explotación a otras fuentes nutricias además de la agricultura.
Este pequeño asentamiento tuvo a su alcance un rico entorno que ofreció una amplia variedad de productos alimenticios, así como materias primas para la elaboración de utensilios de trabajo y otros artefactos, (ver anexo 2). A continuación se describen las diferentes unidades ambientales utilizadas por los aborígenes de Cayo Bariay y la biodiversidad utilizada de ellas.
La bahía constituyó la principal fuente de abastecimiento de origen animal de este grupo humano. Su fondo es moderadamente bajo, su profundidad máxima alcanza unos 5 m en la entrada y en el interior alrededor de 2 m. El relieve submarino fluctúa según la época del año, debido a la variación del flujo hídrico y sólido proveniente de los ríos y al embate de las olas y de las corrientes de mareas altas y bajas.
En la actualidad se manifiestan grandes variaciones naturales respecto a épocas pretéritas, cuyas causas estriban en movimientos de ascenso y descenso neotectónico así como a procesos de sedimentación y desarrollo de arrecifes coralinos, que han cambiado la configuración de la bahía, (Serbarinov, 1988).
Este ecosistema marino posee condiciones óptimas para el desarrollo de importantes poblaciones de moluscos; sus fondos varían, desde arenosos, con piedras y arrecifes coralinos, hasta fondos fangosos con abundante vegetación de seibadal, formando bosques de Thalassia testidinum y de Syringodium filiforme. La turbidez del agua es alta ya que en ella descargan dos ríos, el Bariay y el Guabajaney.
De la larga lista de moluscos del infralitoral, utilizados por los aborígenes, el Strombus gigas -que habita en fondos bajos arenosos y con vegetación, pues se alimenta de plantasconstituyó una de las especies de su preferencia. En el volumen de tierra fértil excavada (120 m3) se contabilizaron 810 conchas, entre juveniles y adultos, predominando los subadultos. Este molusco, de abundante biomasa comestible (33,32 g), de fácil obtención y evidentemente muy numeroso en la bahía por aquellos tiempos, está prácticamente ausente en nuestros días. Lancho y col. (1996) plantean que estas poblaciones de Strombus gigas se mantuvieron abundantes hasta la década de los 80, y que en recientes inmersiones, no se ha encontrado ningún ejemplar vivo, solo enormes acumulaciones de conchas muertas, en el fondo marino, con el acostumbrado orificio en el ápice para extraer el molusco.
Las tranquilas aguas de la bahía además, fueron reservorio de peces de varios tamaños. Dentro de las evidencias halladas pudieron ser identificadas seis especies de peces, las cuales son: Sparisoma sp., Lachnolaimus maximus, Scarus sp., Calamus bajonao, Chilomycterus sp. y Sphyraena barracuda. De igual forma, fueron pescados quelonios marinos o quizás capturados en las arenas de alguna playa, en la época de desove; no se pudo identificar estas evidencias ya que solo apareció una pequeña sección de hueso. Sumergidores de redes, tanto de piedra como de coral, constituyeron otras evidencias de la actividad pesquera.
El manatí, otra especie utilizada por los aborígenes de Cayo Bariay, vivió a plenitud en estos parajes ya que es un animal que habita en ríos, esteros y en aguas costeras de poco fondo y la base de su alimentación son las plantas acuáticas.Varias costillas de este animal fueron encontradas a diferentes profundidades durante la excavación. Estas costillas tienen la característica de ser muy voluminosas y pesadas. Según Varona (1980), algunos investigadores consideran que esta característica constituye un lastre necesario para que el animal permanezca por largo tiempo en el fondo, mientras que otros piensan que constituye una armadura interna muy útil a un ser de movimientos pausados y falto, aparentemente, de medios de defensa, aunque estos criterios no han sido convenientemente aclarados.
Los instrumentos de trabajo procedentes de desechos faunísticos, más comúnmente encontrados, están hechos a partir de conchas de moluscos y fragmentos de madréporas, ambos también provenientes del medio marino. En este sentido, pudieron rescatarse gran cantidad de raspadores fabricados sobre las valvas de Codakia orbicularis, Arcopagia fausta, Lucina pectinatus y Dosinia concentrica y algunos martillos, picos de mano, gubias y hachas, hechas a partir de la concha del Strombus gigas. El uso de madréporas es apreciable, por la gran cantidad de fragmentos de colonias encontrados en los diferentes niveles excavados, obtenidos con el objetivo de ser utilizados como materia prima en la fabricación de escofinas, desbastadores, pulidores, sumergidores de redes y trituradores o majaderos.
Los adornos de uso corporal de restos zoológicos, también fueron variados. Entre ellos se destacan los pendientes de Oliva reticularis, a algunos de los cuales les fué recortado el ápice, obteniéndose las conocidas olivas sonoras. En dos de éstos artefactos, el orificio que se le practicó para ser colgado, fue realizado casi al centro de las mismas y de manera circular; indudablemente, no por corte y abrasión sino por perforación de un objeto punzante y no de la forma ovalada y transversal común encontrada en la mayoría de los sitios aruacos en Cuba. También se encontraron cuentas de collares, anillos pequeños y pendientes tabulares sin decoraciones de Strombus sp, láminas del mismo material preparadas presumiblemente para incrustar y un pendiente de doble orificio (uno de los cuales sin terminar) obtenido del labio de un gasterópodo marino. Asimismo fueron hallados otros pendientes más simples y prácticamente sin elaboración, obtenidos de las valvas de la Crassostrea rhizophorae y el Isognomon alatus.
Son destacables, entre los adornos personales, gran cantidad de vértebras de pescado (en proceso y terminadas), entre las que sobresalen algunas de gran tamaño y un pendiente elaborado de la bóveda palatina de un pez, único ejemplar conocido en la Arqueología cubana. En el anexo 2 se muestran las especies, relacionadas con su utilización por el grupo aborigen que habitó en Cayo Bariay.
La bahía está rodeada en su fondo por espesos manglares, los cuales constituyen uno de los biotopos más ricos de nuestro planeta. Ellos fueron fuente de grandes poblaciones de Crassostrea rhizophorae (ostión) y de Isognomon alatus (baya), pelecypodos que resultaron ser los más abundantes dentro de los remanentes estudiados. Estas especies viven adheridas a las raíces del mangle (Rhizophora mangle) junto con el Brachidontes recurvus, que también fué utilizado como alimento por estos aborígenes, aunque en menor escala que las anteriormente mencionadas. En el manglar conviven además las jutías, que también se distribuyen en los bosques semidecíduos que poblaron esta región.
El río fué otra unidad ambiental de importancia para los pobladores de Cayo Bariay. En primer lugar, es hasta el momento la fuente de agua dulce más cercana, ya que en el Cayo no hay corriente alguna de agua, ni pozo natural. Tampoco los aborígenes conocían técnicas de extracción de agua del subsuelo, ni tenían instrumentos que le permitieran hacer este trabajo; de forma que el río resultó un ecosistema de gran significación. Aquí desarrollaron la pesca de la jicotea, Pseudemys decussatta, cuyos remanentes se presentaron con relativa abundancia, así como el ya mencionado manatí que se traslada entre el río y el mar aprovechando todas las posibilidades de alimento . Los peces fluviales fueron otra opción, sin embargo solo inferimos su existencia en el residuario, por la presencia de vértebras de pequeño tamaño; no contamos con técnicas para diferenciar las vértebras de los peces de río y de mar.
El entorno geográfico de Cayo Bariay desde el punto de vista de la vegetación, estuvo determinado por seis formaciones vegetales: bosque semidecíduo, bosque siempreverde micrófilo, matorral xeromorfo costero, complejo de vegetación de costa rocosa, complejo de vegetación de costa arenosa y manglar, las cuales según estudios realizados por La O y González (1999) estuvieron probablemente distribuidas de la siguiente forma:
En la costa este, donde se encuentra el residuario y extendiéndose hacia el centro del Cayo, se ubicó un bosque semidecíduo, en el que aproximadamente el 50% de las especies que lo integran, pierden sus hojas en la época de sequía. En éste bosque debieron intercalarse algunas secciones de bosque siempreverde micrófilo, principalmente hacia la región costera.
Hacia el litoral norte se implantan dos complejos de vegetación de costa (arenosa y rocosa); la primera, caracterizada por plantas herbáceas, algunas especies arbóreas como mangles y uva caleta, mientras que la segunda se distingue por presentar arbustos pequeños, a veces achaparrados, con herbáceas presentes.
El oeste de Cayo Bariay también estuvo poblado por el bosque semidecíduo con intersecciones de manigua costera y bosque siempreverde micrófilo. La manigua costera está formada principalmente por arbustos, plantas espinosas y micrófilas. En el noroeste de este litoral, existe una porción donde hay remanentes del bosque siempreverde micrófilo que allí existía. Este bosque se caracteriza por presentar árboles siempreverdes y decíduos, epífitas, lianas y algunas cactáceas columnares.
Hacia el sur, en el litoral bajo y cenagoso que bordea las dos bahías que limitan al Cayo, se desarrollan espesos manglares que en la actualidad se encuentran bastante conservados. Están formados por un estrato arbóreo, con raíces zancudas y neumatóforos, en el que predominan las especies Rhizophora mangle L., Avicennia germinans (L.) L., Conocarpus erecta L. y Laguncularia racemosa (L.) Gaertn . A excepción del manglar, las otras formaciones vegetales, en especial el bosque semidecíduo, están muy deterioradas, sustituidas hace aproximadamente 30 años por un sembrado de cocoteros que ocupa un 80 % de la extensión del territorio del Cayo.
Las especies que formaron la vegetación de este lugar, fueron utilizadas sin dudas por los aborígenes que allí vivieron. Arboles maderables, así como pencas de alguna palma propia de esta vegetación, fueron utilizadas como materia prima para el techado y la construcción de sus viviendas, como bien refiere el almirante Cristóbal Colón, al describir las casas que observó, a su llegada a estos parajes el 28 de octubre de 1492. (Colón, 1962)
La madera también fué utilizada como combustible para la cocción de los alimentos, así como en los hornos para la cocción de las vasijas de barro que elaboraron y en la fabricación de sus embarcaciones e instrumentos de trabajo. En estos bosques aprovecharon el fruto de alguna especie comestible y algunas plantas medicinales.
Por otra parte, en los tiempos de habitación de este grupo humano, ya comenzaron a producirse alteraciones en el medio ambiente, ya que practicaron la agricultura. Evidencia de ello son los fragmentos de burenes que fueron encontrados durante el proceso de excavación, por lo que efectuaron algún desmonte del bosque para preparar los terrenos para sus labranzas. Estas afectaciones debieron ser mínimas, debido a que el número de personas que habitaron en este lugar no debió exceder de los 20, (Guarch et. al., 1993) y además realizaban esta actividad para el autoconsumo.
La cacería de jutías, majáes, iguanas y aves también tuvo como escenario a estas formaciones vegetales, de manera que existió una amplia interrelación entre el hombre y el medioambiente y de una forma, al parecer, bastante equilibrada. El entorno en el que se desarrolló este grupo humano, está dotado de una belleza extraordinaria, no en vano el almirante Colón refirió:
"… nunca tan hermosa cosa vido, lleno de arboles todo cercado el rio, fermosos y verdes y diversos de los nuestros, con flores y con su fruto, cada uno de su manera. Aves muchas y pajaritos que cantaban muy dulcemente: habia gran cantidad de palmas de otra manera que las de Guinea y de las nuestras; de una estatura mediana y los pies sin aquella camisa, y las hojas muy grandes…" (Tomado de Colón, 1961).
Los elementos que conforman este paisaje, cayo con una elevación, bosque, mar y bahía, ríos, manglares, lo dotaron de un insólito valor, lo que también contribuyó al bienestar de esta población.
Actualmente en la propia área en que se ubica el sitio arqueológico se encuentra una exposición histórica en forma de Vara en Tierra, que cuenta con unas dimensiones de 15 m de ancho x 16 m de largo x 7 m de alto, con un diorama expositivo en su interior, de 8 m de ancho x 10 m de largo y 0.50 m de profundidad, y un área de vitrinas entre el pasillo y los techos inclinados de la construcción. En el diorama expositivo se muestran, mediante métodos científicos, aquellas zonas de mayor fertilidad arqueológica con las evidencias materiales dejadas por sus dueños, tanto las manufacturadas, como las que constituyen huellas de su alimentación y de la fauna que los acompañó. Entre ellas se destacan gran cantidad de fragmentos de vasijas de cerámica, algunas con bellísimas decoraciones; fragmentos de burenes, artefacto en el que cocinaban su casabe, alimento fundamental de la dieta de los Aruacos.
También se muestran los instrumentos elaborados en la concha de los caracoles marinos, sobre rocas silíceas y serpentinitas y los de coral; así como elementos de la vida espiritual de estos sencillos hombres, como un ídolo antropomorfo confeccionado en un mineral del grupo de la serpentina, denominado Antigonita, que representa a la deidad antillana Baibrama, quien en la mitología aruaca era el que cuidaba de la calidad del casabe.
El diorama es circundado por 10 vitrinas, donde se muestran, mediante mapas, láminas, fotos, dibujos, etc.; diferentes aspectos concernientes al viaje y llegada a Cayo Bariay de Cristóbal Colón y sus compañeros de travesía, elementos de la vida espiritual, desarrollo socio económico de los hombres que vivieron allí, así como algunas piezas rescatadas en las excavaciones que por su excepcionalidad merecen ser resaltadas.
El sitio arqueológico Cayo Bariay, rico en materiales residuales, nos muestra la vida de los hombres vistos por Cristóbal Colón y la aldea que visitara en la mañana del 28 de octubre de 1492. Ellos no eran simples pescadores de paso por estas tierras, sino una comunidad con un gran desarrollo social, cultural y económico, dentro de los grupos aborígenes pertenecientes a la Variante Cultural Baní, de la Fase Agricultores (Guarch, 1990), evidenciado este por la gran cantidad y calidad de remanentes encontrados, tanto culturales como faunísticos, con elementos únicos dentro de la Arqueología en nuestro país y otros, como algunos exponentes de la industria cerámica, privativos de grupos humanos más desarrollados de la Variante Cultural Maisí (Guarch, 1990).
Se aprecia una amplia utilización de la diversidad de especies, destacándose entre ellos los moluscos marinos. Fueron ampliamente explotadas varias unidades ambientales, (destacándose el medio marino), lo que demuestra, el eficaz aprovechamiento de los recursos naturales, no solo los bióticos sino también los abióticos, evidenciado esto último, a través de la presencia de vasijas y otros objetos de cerámica así como herramientas a partir de sílex. En el aspecto económico otras evidencias indican que, durante toda la existencia de la comunidad, prevaleció un mayor aprovechamiento de la pesca y la recolección marina, siendo la caza una actividad de apoyo, a parte de la agricultura de la yuca, donde la elaboración del casabe fué ampliamente utilizada.
Todas estas evidencias, científicamente obtenidas y estudiadas, de una cultura que forma parte indisoluble de las raíces de nuestra identidad nacional, ahora se exponen al mundo en el Parque Monumento Nacional Bariay, como muestra de nuestra incansable preocupación de preservar la huella de aquellos hombres mansos y laboriosos, que habitaron nuestras islas y que el tiempo y el viento pretenden borrar.
Colón, C. (1961). Diario de navegación. La Habana, Publicación de la Comisión Nacional Cubana de la UNESCO, 221p.
Guarch, J.M. (1984). Evidencias de la existencia postcolombina de Geocapromys y Heteropsomys (Mammalia; Rodentia) en Cuba", en Misceláneas Zoológica No. 18. Instituto de Zoología, Academia de Ciencias de Cuba, La Habana.
(1990). Estructura para las comunidades aborígenes de Cuba, Holguín. Ediciones Holguín, 79 p.
Guarch, J.M, Lourdes Pérez y Elena Guarch (1993). Bariay. Viaje al Plus Ultra, Holguín, Ediciones Holguín, 65p.
Jiménez J. (1999). Cristóbal Colón. Primeras referencias sobre biodiversidad en Cuba En Biodiversidad de Cuba Oriental.Volumen III Editorial Academia. 31-40 pp. y G. Garcés (1999). Utilización de la Biodiversidad por las comunidades aborígenes en la zona suroriental de Cuba. En Biodiversidad de Cuba Oriental.Volumen III Editorial Academia. 41-51 pp.
Lancho P. A. Freeman y R. Rodríguez (1996). Caracterización Ecológica para el proyecto Recuperación de la Playa Don Lino. Holguín.Archivos "Estudios Costeros, CITMA". (Inédito)
La O J. y González P. (1999). Programa de rehabilitación de Cayo Bariay.Archivos Recursos Naturales CITMA, Holguín, (Inédito).
Serbarinov, A. (1988).Tres días en la vida de Colón. en Revista de Historia, Holguín. No. 1, (6) Año II 53-71 pp.
Varona L.S. (1980). Mamíferos de Cuba. La Habana. Editorial Gente Nueva, 109 p.
Anexo 1. Listado de especies encontradas en la excavación del sitio Cayo Bariay.
Moluscos Gasterópodos marinos Xancus angulatus Fissurella sp.
Cyphoma gibbosum Oliva reticularis Acmaea sp.
Polinices hepaticus Melongena melongena Charonia variegata Littorina sp.
Strombus gigas Strombus costatus Strombus pugilis Strombus raninus Cittarium pica Bulla striata Fasciolaria tulipa
Murex sp.(Linnaeus) Tectarius muricatus Turbo castaneus Ceritium sp.
Nerita sp. Cymatium femorale
Cypraecassis testiculus Pelecypodos
Tellina sp. Tellina listeri
Chama macerophylla Codakia orbicularis Asaphis desflorata Arca zebra Arcopagia fausta Anadara notabilis
Brachidontes recurvus Lucina pectinatus Pinctada radiata Chione cancellata Periglypta listeri
Crassostrea rhizophorae Isognomon alatus Trachicardium muricatus Anomalocardia brasiliana Dosinia concentrica Gasterópodos terrestres Polymita muscarum Zachrysia gundlachiana Caracolus sagemon Coryda alauda
Cerion sp
Peces Óseos Lachnolaimus maximus Calamus bajonao Sparisoma sp.
Sphyraena barracuda Chylomycterus sp Scarus sp.
Crustáceos
Gecarcinus ruricola
Mamíferos Capromys pilorides Capromys melanurus
Geocapromys columbianus Trichechus manatus Indosion caribensis
Reptiles Saurios Cyclura nubila Quelonios
Trachemys decussatta Quelonio marino sin identificar
Anexo II. Especies zoológicas y su utilización por los aborígenes de Cayo Bariay.
Autor:
Lic. Lourdes del Rosario Pérez Iglesias
Lic. Elena Guarch Rodríguez