Deseo, impulso y represión
El psicoanálisis concede gran importancia a cómo cada persona satisface sus impulsos. El impulso es el motivo para iniciar nuestras acciones. Si es satisfecho, proporciona bienestar. Pero si los impulsos no son realizados, pueden emerger los traumas reprimidos, con manifestaciones de ansiedades consecuentes. Según el psicoanálisis nuestro inconsciente ignora esas frustraciones causadas por los deseos no logrados, ya que de no hacerlo nos produciría una angustia permanente. Freud denominó "represión" a esa barrera protectora. Si esa represión tiene éxito, no recordaremos lo que produjo el trauma y no podremos defendernos de los síntomas que genera. Lo que hace el psicoanálisis es precisamente eso: descubrir al paciente no sólo sus traumas sino también las razones de la represión y de otros mecanismos de defensa que impiden que afloren esos traumas. Después, y ya de modo consciente, deberá elaborar conductas que le permitan eliminar los síntomas (fobias, ansiedad, depresión…) que le condujeron de la neurosis hasta la consulta.
Cuándo acudir al psicoanalista
El psicoanalista no tiene por qué ser la última, opción, tras el fracaso con el psiquiatra o el terapeuta convencional. Cuando el sufrimiento emocional nos impida llevar a una vida normal, podemos acudir directamente al psicoanalista.
Como cualquier otro sistema terapéutico, el psicoanálisis es bueno en la medida en que resulta útil a quien recurre a él.
- ¿Es imprescindible conocer las causas profundas de nuestro malestar para solucionar el problema, o es mejor encontrarnos primero bien y después buscar las causas? Este es un viejo debate. Hay quien piensa que lo más práctico es solucionar los síntomas graves, y ya más optimistas y asentados, buscar las causas a través del psicoanálisis — lo que no siempre es verdad.
- En el psicoanálisis se descubren y se trabajan estructuras psicológicas inconscientes que nos estaban haciendo daño. A partir de ahí, comienza un proceso de reconstrucción total de la personalidad. El paciente es el protagonista de su propio proceso y debe convertirse en el copartícipe de la situación terapéutica.
- El psicoanálisis conlleva riesgos, los mismos que si cuando derribamos una casa para levantar otra, nos quedamos a medias y sólo tenemos un montón de escombros a partir de los cuales no podemos construir nada. De ahí la importancia de tomarnos en serio el proceso. No podemos acelerar su proceso, ni precipitar su terminación perentoriamente — eso es destructivo y resistencia a la vez. Quedarnos a medias puede resultar contraproducente. Pero, si nos sentimos muy desconcertados, lo mejor es no abandonar la terapia, porque el desconcierto, traduce la presencia de resistencias contra la cura. (Véase mi ponencia: El proceso de la terapia).
- El ser humano aspira a funcionar de modo autónomo. El psicoanalista es un recurso ocasional para solucionar un problema, no un hábito.
- En las sesiones se trabaja con material sensible: recuerdos arrinconados, dramas sólo aparentemente superados, obsesiones y complejos, relaciones familiares frustrantes, traumas de la infancia… Hagámonos conscientes de que estas vivencias pueden despertar memorias duras, difíciles y dolorosas.
- La visualización de materiales (que hemos reprimido) sobre nuestro pasado puede aliviarnos, proporcionarnos paz interior y ayudarnos a comprender ciertos pasajes de nuestra vida y problemas del presente.
- Esperemos del psicoanalista un lenguaje sencillo y asequible, y solicitemos información sobre los métodos y el contenido de la terapia.
- Colaboremos sin recelos ni miedos, seamos sinceros y honestos. Necesitamos contar, y recordar, cosas ciertas.
- No nos impacientemos. A veces, el proceso es lento. En las primeras sesiones se avanza mucho, incluso se disfruta, porque se descubren traumas escondidos pero admisibles. Ahora bien, no debemos conformarnos con eso: solucionar los problemas exige profundizar más y, quizá, rescatar y abordar recuerdos o traumas de los que preferiríamos no hablar.
En resumen
La terapia psicoanalista es el modelo en el cual se basan todos los sistemas psicoterapéuticos que existen. Como método es el más efectivo. Como sistema es el más complejo. Como recurso es el más demostrado.
El psicoanálisis no es un régimen que se amolda a las necesidades de todos, por ello no es prudente que lo apliquen quienes no posean entrenamiento formal y riguroso — como se acostumbra en nuestro país.
El psicoanálisis en su evolución, filosofía y estructura ha avanzado y su método ha cambiado. Hoy, como sistema, se considera como un componente más de las neurociencias y como tributario de las mismas, un campo de rigurosidad científica.
Finalmente, el psicoanálisis es a la vez, un método filosófico/ético de importancia histórica y de relevancia infinita a todo nuestro desarrollo cultural, moral y científico. Los que han concluido con éxito su proceso viven vidas más plenas y ricas por haberlo hecho.
Antes de concluir esta ponencia, y siempre invitando la atención del lector a muchas otras comunicaciones que hemos preparado para cubrir varios aspectos selectos del tema de la terapia, ahora presentamos una breve introducción al psicoanálisis clásico.
Una breve introducción al Psicoanálisis Clásico
Dr. Félix E. F. Larocca
Sigmund Freud (1856-1939) revolucionó la ciencia de la psiquiatría yaciendo las bases para el entendimiento psicodinámico de los trastornos emocionales.
Orígenes de las teorías freudianas
El concepto de la histeria
Trabajando con Josef Breuer, Freud concluyó que la razón por la cual los síntomas de la histeria desaparecían con la sugestión post-hipnótica era porque la misma conectaba las memorias reprimidas responsables por los síntomas que se hacían manifiestos en la forma de representaciones histéricas.
Asimismo Freud concluyó que las memorias reprimidas eran opuestas en su expresión por fuerzas psicológicas de mucho poder, las que él designara: Represión y Resistencia.
A medida que su experiencia clínica creciera, Freud abandonó su teoría inicial de la seducción infantil, por las más modernas de la existencia de fuerzas dinámicas expresadas como represión, resistencia y conflicto.
La teoría de los sueños
Habiendo desarrollado la técnica de las asociaciones libres ("free association") él comenzó a comprender que los sueños tenían significado críptico y que muchas de las ideas reprimidas eran representadas por medio de los mecanismos de los mismos.
Freud llamó los sueños "El Camino Real [hacia el] Inconsciente".
Para su entendimiento y estudio, el sueño era la expresión de una fantasía o deseo. El trabajo de los sueños siendo el proceso por medio del cual se crean los sueños. Este mecanismo produce el material ostensible que se observa durante el sueño (el contenido manifiesto) que expresa en sí las subyacentes ideas y conflictos reprimidos (el contenido latente) en una forma oculta o disfrazada. Un Censor de los Sueños opondría la expresión consciente de los conflictos durante el tiempo que uno está despierto, pero que durante el acto de dormir permitía la expresión simbólica de los conflictos, los cuales podrían ser hechos conscientes por medio del proceso de la asociación libre del psicoanálisis.
El trabajo de los sueños consistía de 4 procesos de transformación—desplazamiento, condensación, simbolismo y proyección— los cuales eran responsables por la metamorfosis de las ideas latentes del sueño.
La relajación de las fuerzas de la represión en la producción de síntomas resultó en su formulación que llamara "el retorno de lo reprimido."
Dos procesos fueron postulados por él para mediar lo instintivo y lo racional. El proceso primario que actúa, de modo instintivo, para reducir la tensión psíquica y el proceso secundario que actúa para corregir y regular el sistema primario.
El modelo topográfico
Durante los años que siguieran el abandono de su teoría de la seducción infantil el modelo topográfico dominó sus ideas y teorías.
El modelo se basa en las siguientes asunciones (1) síntomas y sueños poseen específicos y demostrables significados (determinismo psicológico); (2) elementos inconscientes reprimidos influyen la experiencia del presente, regulados por el principio del placer y los procesos primarios (la teoría de los procesos psicológicos inconscientes); (3) conflictos psicológicos inconscientes existen en la mente (la base para una teoría de las psiconeurosis, expresadas como resistencias y represión); y (4) procesos inconscientes, fuerzas y conflictos derivan su origen en fuerzas instintivas y la represión de esas energías con la consecuente distorsiones y transformaciones resultan en la producción de síntomas neuróticos y de ansiedad.
Las divisiones de la topografía mental son el consciente, el pre consciente y el inconsciente. El sistema consciente es la región de la mente donde percepciones derivadas de estímulos externos e internos son integrados y permitidos dentro del campo de la observación. Los objetos de esas percepciones incluyen los procesos del cuerpo, los procesos mentales, los afectos y los pensamientos. El sistema pre-consciente consiste de aquellos procesos mentales y elementos presentes en el mismo, que pueden ser permitidos en el campo de la conciencia con facilidad, si se enfoca en ellos. La organización pre consciente varía de secuencias de pensamiento basadas en la realidad o capacidad de resolver problemas (procesos secundarios) a más primitivas fantasías, sueños despiertos, o fantasías intensas, reflejando una organización sugestiva de proceso primario. El pre consciente puede ser influido por ambos los procesos conscientes e inconscientes, teniendo la función adicional de mantener una barrera represiva o de censura contra la expresión de deseos primitivos e inconscientes. La transformación y expresión de ideas de lo inconsciente a lo pre consciente y a lo consciente, solamente puede efectuarse por medio del gasto de energía psíquica para vencer la barrera represiva.
En el modelo topográfico la fuente de todos los instintos estaba supeditada a la etapa del desarrollo del individuo. La fase oral que abarcaba los primeros 18 meses de la vida; ésta era dominada por instintos bucales eróticos y a la vez agresivos. La necesidad de chupar y tragar para alimentarse podía ser seguida por la posición sadista de masticar, morder, escupir.
La fase anal del desarrollo psicosexual ocurre entre 18 meses y 3 años donde se le requiere al niño que abandone su conforte y acceda a las demandas de que tiene que ser entrenado en el uso de la bacinilla.
La próxima etapa, la fálica, consistía en la integración de la identidad de género sexual. La que después de la resolución de la fase Edipal (sexto año de la vida) formalmente llegaría a su resolución final en la adolescencia.
Freud consideró el Complejo de Edipo el núcleo del desarrollo personal del niño y de la génesis de las neurosis por los conflictos que podrían originarse entre las fuerzas del súperego y del ID.
La teoría estructural
Porque la teoría topográfica poseía muchos defectos en sus bases, Freud obedeció a la necesidad de refinar sus construcciones. Por ejemplo, (todos) los mecanismos de defensa, por su naturaleza misma, deben de ser inconscientes.
Además debe de existir un modelo tripartita— (1) el ego que constituye percepciones, consciencia y control muscular, está a cargo de la preservación y adaptación del individuo. El ego atiende a cambios en el mundo externo y los verifica para su conveniencia, regula los impulsos instintivos manteniendo un contacto directo con el principio de la realidad. El ego le suministra cohesión y adaptación al individuo.
(2) el súperego, es una modificación estructural del ego, responsable por la formación y el desarrollo de valores morales, éticos, estéticos y de adaptación que fuesen inculcados por los padres y por la sociedad donde el individuo vive.
(3) el ID forma la base de los instintos libidinales en busca constante por su expresión, satisfacción y descarga y (muy a menudo) en conflicto y en tensión con las fuerzas del ego y del súperego que oponen las fuerzas derivadas por el principio del placer.
Bibliografía
Suministrada por solicitud.
Dr. Félix E. F. Larocca
Página anterior | Volver al principio del trabajo | Página siguiente |