En la historia de la filosofía el problema de la verdad siempre ha sido objeto de reflexión. Diversas definiciones e interpretaciones han tratado de aprehender un contenido que aparentemente resulta inaprehensible y huidizo.
Sin embargo se destacan cinco conceptos por su recurrencia y empleo:
- La verdad como correspondencia y relación.
- Como revelación
- Como conformidad a una regla.
- Como coherencia.
- Como utilidad.
Según Abbaganano, la primera ha sido la más difundida, seguida de la segunda, e incluso, es posible encontrar"(..) más de una (…) en un mismo filósofo", pues son irreductibles , pero no se excluyen.
La verdad como correspondencia y relación del pensamiento con las cosas, implícitamente esta presente en la filosofía presocrática y de modo determinado y explícito en Plantón. "Verdadero- señala el filósofo- es el discurso que dice las cosas como son, falso el que las dice como no son". En esta misma dirección comprensiva aparece en la Metafísica de Aristóteles:" Negar lo que es y afirmar lo que no es,es lo falso, en tanto que afirmar lo que es y negar lo que no es, es lo verdadero". Al mismo tiempo el estagirita revela dos teoremas ínsitos en su concepción de la verdad. El primero, que la verdad esta en el pensamiento o en el lenguaje y no en la cosa o en el ser; el segundo que la medida de la verdad es el ser o la cosa y no el pensamiento o el discurso.
Esta concepción de la verdad como correspondencia (o relación) se continúa en la filosofía casi de modo predominante, incluyendo a los lógicos contemporáneos.
La segunda comprensión de la verdad como revelación, se expresa en dos direcciones: 1) como revelación inmediata al hombre, en las sensaciones, la intuición, en fin como fenómeno dado (empirista); 2) como revelación de conocimiento excepcionales de esencias de las cosas, su ser o su mismo principio (forma metafísica teológica).
La tercera intelección de la verdad, como conformidad a una regla, está presente en Platón, quien consideraba verdadero todo lo que concordaba con el concepto. Para San Agustín, también existe una ley, en torno a la cual se puede juzgar todas las cosas de conformidad con ella.
En la filosofía de Kant se continúa esta línea de pensamiento, pero la conformidad respecto a la ley se reduce sólo al momento formal de la verdad, es decir del pensamiento en general, en conformidad con las leyes generales necesarias del entendimiento.
Los neokantianos, particularmente la escuela de Baden, exageran la tesis de Kant, pues la conformidad a la regla, como criterio formal de la verdad se hace extensivo hasta determinarse como su única definición.
La cuarta comprensión de la verdad como coherencia, es asumida y desarrollada por el movimiento idealista inglés de la segunda mitad de siglo (XIX), así como en los E.U. Sencillamente, en Apariencia y realidad (1893) de F.H.Bradley, al criticar el mundo de la experiencia humana, niega lo contradictorio, en tanto irreal, pues la verdad o realidad es coherencia perfecta (conciencia infinita absoluta. Sus antecedentes más que en Hegel como decían los seguidores de esta concepción de la verdad, están en Spinoza , en su "tercer género de conocimiento o amor intelectual de Dios. Una concepción de esta naturaleza o coincidiendo con ella, está presente en la filosofía estética del mexicano José Vasconcelos, particularmente en su a priori especial que opera según ritmo, melodía y armonía.
El quinto concepto de verdad, en tanto utilidad, está presente en algunas formas de la filosofía de la acción, particularmente en el Pragmatismo. Pero el primero que lo esboza fue Nietzche, al identificar lo verdadero con lo apto para la conservación de la humanidad. Todo el pragmatismo, especialmente W.James identifican la verdad con la utilidad. Una concepción semejante desarrolla también Unamuno en su Vida de Don Quijote.
Sin embargo, el instrumentalismo de Dewey, no define la verdad como utilidad, sino sólo la convicción del carácter instrumental (válido), pero no verdadero de las proposiciones.
El devenir histórico de la verdad ha estado permeado de vicisitudes, acercamientos, distorsiones, etc , pero ha recorrido un camino que no podemos desechar, en su eterna búsqueda. Por su puesto no podemos estar de acuerdo con algunos postmosdernos que han hecho de la verdad y su búsqueda una quimera de la razón.
En fin, el tema de la verdad históricamente ha sido recurrente y no deja de serlo en la actualidad. Sin embargo, como en muchos problemas filosóficos complejos ha primado la unilateralidad de enfoques en su tratamiento. Lo más común ha sido la reducción del saber al conocimiento y con ello, las interpretaciones logicistas y gnoseologistas abstractas. Se ha pensado la verdad como forma de adecuación o identidad del pensamiento con la realidad que el sujeto convierte en objeto.
A pesar de los múltiples intentos valiosos de acercamiento al problema, en mi criterio, aún no se ha logrado un enfoque integrador de la verdad, donde conocimiento, valor, praxis y comunicación sean considerados, como mediaciones centrales en su construcción y despliegue. Las relaciones sujeto- objeto, y sujeto- sujeto y su eslabón primario en la conversión recíproca de lo ideal y lo material: la actividad humana, prácticamente han sido inadvertidas. Igualmente ha prevalecido el reduccionismo en el reconocimiento lingüístico de la verdad. En algunos casos absolutizando en grado extremo el papel del lenguaje en general y en otros, reduciéndolo sólo al lenguaje científico, sea de nivel empírico o de nivel teórico. Las otras formas del lenguaje, incluyendo por supuesto, el tropológico ha quedado marginado del proceso aprehensivo de la realidad por el hombre en la búsqueda de la verdad. No ha faltado tampoco la tendencia acuciante de identificar la verdad sólo con la verdad científica. ¿ Y las otras verdades que el hombre afanosamente busca apremiado por las necesidades, los intereses y los objetivos y fines propuestos? En los paradigmas de la verdad y sus repectivos diseños ha predominado el sentido de exclusión, tanto en su interior como al exterior de él. Se hace necesario los enfoques integradores de inclusión, que sin agotar la riqueza de mediaciones de la realidad – imposible históricamente – abarque la mayor cantidad posible, en tanto proceso subjetivo – objetivo, mediado por la praxis de asimilación constructiva de la verdad. Con razón Marx, en sus Tesis sobre Feuerbach, al criticar la especulación filosófica, en la consideración de la verdad, exige concreción en los análisis y aconseja abordar la realidad subjetivamente. En su concepción, la teoría de la verdad, adquiere terrenalidad sustantiva, si se funda en la praxis, como su criterio valorativo. Entendida la praxis como esencial relación sujeto – objeto y sujeto – sujeto, donde lo ideal y lo material se convierten recíprocamente.
La verdad es proceso y resultado del devenir humano. Un producto de la actividad del hombre (sujeto) en relación con la realidad que convierte en objeto de conocimiento, de la praxis y de valores que intercambia con otros sujetos. En tanto proceso histórico es absoluto y relativo. Cada generación construye verdades limitadas por la historia y la cultura y al mismo tiempo participa de lo absoluto. Lo absoluto y lo relativo son momentos inseparables constitutivos de la verdad, en su unidad y diferencia.
Si ciertamente la verdad se construye en la actividad humana, y esta representa el modo de ser del hombre, a través de la praxis, el conocimiento, los valores y la comunicación, fundados en las necesidades, los intereses y los fines del hombre, su revelación ( de la verdad) no es sólo un producto cognoscitivo, desentrañador de esencias, sino además de la actuación práctica transformadora del hombre, en correspondencia con el significado que adquiere la realidad y los deseos de satisfacción humana. Al hombre no sólo le interesa qué son las cosas, cuál es su esencia, sino ante todo, para qué le sirve, qué necesidad satisface o qué interés resuelve. Por eso, praxis, conocimiento y valor, son inmanente al proceso mismo de develación de la verdad.
Son momentos de su propio proceso. Al igual que los resultados de su actividad resultan estériles al margen de la comunicación, en tanto intercambio de actividad y de sus resultados.
La verdad se revela y descubre en las relaciones intersubjetivas, en espacios comunicativos, donde por supuesto, el consenso desempeña un lugar especial. Una verdad, fuera de la práctica del consenso, no encuentra legitimación y por tanto resulta estéril. Lo mismo que sin riqueza espiritual no hay acceso posible a ella. La creación subjetiva, humana, plena de sensibilidad, abre camino a la verdad. Las vías poéticas del lenguaje, sustantivan las potencias del pensamiento. El hombre con riqueza espiritual e imaginativa en estrecha comunión con la naturaleza y la sociedad, se aproxima con más facilidad al conocimiento, a la verdad. Sencillamente, "las ciencias– escribe Martí– confirman lo que el espíritu posee (…). Así, son una la verdad, que es la hermosura en el juicio; la bondad, que es la hermosura en los afectos; y la mera belleza, que es la hermosura en el arte (…). La naturaleza se postra ante el hombre y le da sus diferencias, para que perfeccione su juicio; sus maravillas, para que avive su voluntad a imitarlas; sus exigencias, para que eduque su espíritu en el trabajo, en las contrariedades, y en la virtud que las vence. La naturaleza da al hombre sus objetos, que se reflejan en su mente, la cual gobierna su habla, en la que cada objeto va a transformarse en un sonido. Los astros son mensajeros de hermosuras, y lo sublime perpetuo. El bosque vuelve al hombre a la razón y a la fe, y es la juventud perpetua(…). La aparición de la verdad ilumina súbitamente el alma, como el sol ilumina la naturaleza" .
Los caminos poéticos del lenguaje son iluminadores porque alumbran con luz de estrellas el proceso constructivo de la verdad. Sus posibilidades son infinitas no sólo por lo que informan, sino por lo que proponen y suscitan a la creación del hombre incluyendo a sus dimensiones gnoseológica y cosmovisiva.
Debe destacarse además que el lenguaje tropológico no sólo es propio del lenguaje literario, pues está presente en todas las acciones humanas. ¿ Quién puede negar que la educación, la cultura, la ciencia no son metáforas de la vida? En fin el lenguaje tropológico no puede aislarse del proceso constructivo de la verdad, como también es imposible negar la existencia de una verdad tropológica, que por ser representación figurada por excelencia tampoco debe absolutizarse sus excelsas posibilidades creativas. Debe evitarse, reproducir los vicios de otros paradigmas que han quebrado por su elitismo excluyente. La misión del discurso que busca la verdad, debe ser su vocación incluyente, abierta, tolerante, crítica, en resumen con sentido ecuménico e integrador.
La tropología y en particular la metáfora, por sus infinitas excelencias creativas, transita en unidad indisoluble con la teoría del conocimiento, en la representación del cosmos humano y el Universo que le sirve de claustro materno, y viceversa, la gnoseología imprime cauces nuevos expresivos a la sintaxis tropológica. "Pero creo que la intensificación de la "sintaxis figurada" en el marco de la poesía contemporánea tiene también sus razones contemporáneas, razones que atañen al desarrollo del conocimiento en nuestro tiempo. La diversidad tropológica se afina y se precisa ,se hace necesaria al amparo de la noción de que , el Universo es un infinito de fenómenos interconectados , en movimiento ,unitario en su diversidad ;al amparo de esa noción ,y por la necesidad de reflejarla"
Unido a esta valiosa idea de cómo la tropología se enriquece siguiendo el cauce contemporáneo del desarrollo de la gnoseología, se destacan algunas ideas importantes de la tropología para la gnoseología en la revelación de principios sustantivos de carácter epistemológico-cosmovisivo, tales como:
- el fundar la analogía en las esencias y no en las apariencias.
- el mostrar los opuestos, los contrarios, como unitarios.
- desarrollar el principio de concatenación universal de los fenómenos.
- afirmar la unidad del mundo en su diversidad.
- desarrollar la idea de totalidad como criterio de verdad.
Esta idea última, en mi criterio, resulta interesante y coincide en parte con una tesis, que no por vieja, deja de ser sugerente, a pesar de que sobrevalora las posibilidades de la estética y por tanto, puede repetir enfoques reduccionistas. Me refiero al filósofo mexicano José Vasconcelos. En su criterio "(..) llegamos a ella después de agotar las posibilidades del Logos, y enseguida la verdad se nos revela como armonía, en vez de la verdad como identidad" . Propone como método la coordinación y la existencia de un a priori estético, extremadamente idealizante que opera según ritmo, melodía y armonía. Además de hiperbolizar una arista del problema objeto de análisis, su interpretación está permeada de artificios eclécticos que no conducen a presentar la armonía como integralidad incluyente.
En mi criterio el acceso a la verdad, requiere de una concepción compleja y flexible que priorice un enfoque de integralidad incluyente en la aprehensión de la realidad asumida. Creo que el concepto de saber, con un nuevo sentido hermenéutico, al margen de su significado histórico tradicional – como conocimiento en general, de algún modo garantizado en su verdad, por su objetividad lógico-cognoscitiva , la identidad y la adecuación- resulta una alternativa posible. La intelección del saber con un nuevo sentido hermenéutico, cuya interpretación se dirija no sólo al conocimiento, sino que incluya el valor, la praxis y la comunicación, abre perspectivas heurísticas inagotables. Propicia ante todo que no se absolutice la razón, entendida como único juez legitimador, y se incluyan los sentimientos y otras formas aprehensivas humanas en la construcción de la verdad. Esto posibilita que el logicismo abstracto, ceda paso a otras formas discursivas lingüísticas de carácter tropológico, es decir, otros modos, también discursivos que no operan sólo con las clásicas estructuras categóricas, que por su objetivismo impersonal, devienen unilaterales y abstractas. Un enfoque subjetivo- no subjetivista, porque no rechaza la objetividad- puede asumir la realidad con sentido histórico cultural y garantizar la integralidad sin a priori absolutos y al margen de la actividad práctica, que en última instancia condiciona el proceso mismo de la verdad.
La asunción del concepto de saber- y no el de conocimiento como ha sido tradicional- , comprendido (el saber) como forma integral humana que incluye todos los medios que emplea el lenguaje para designar y penetrar en la realidad permite vincular estrechamente conocimiento y valor, sobre la base de las necesidades, los intereses, y los fines humanos. Al mismo tiempo, ayuda a comprender que la verdad no se descubre espontáneamente, a través de una relación abstracta sujeto- objeto, sino que se revela en procesos intersubjetivos, en espacios comunicativos, que integran en su síntesis: conocimiento, valor y praxis. Todo en los marcos de la subjetividad humana, donde el hombre piensa, siente, desea, actúa e intercambia los productos de su actividad en una relación dialéctica sujeto- objeto, mediada por infinitos atributos cualificadores de su ser esencial, de la cultura, la historia y por el consenso legitimador.
Esto significa que si el saber del hombre se propone acceder a la verdad, en su concreción, no puede soslayar el papel importante de la actividad humana y su estructura compleja, así como la cultura y como parte de ella, los caminos del lenguaje, en toda su diversidad, y sentidos, incluyendo la vía poètica que tanto influye en la creación del hombre, así también como desechar por ineficaces y estériles las imposiciones "teóricas" y los autoritarismos intolerantes y excluyentes, expresados como convenciones gnoseologistas. Simplemente "(..) urge devolver los hombres a sí mismos; urge sacarlos del mal gobierno de la convención que sofoca o envenena sus sentimientos (…) y recarga su inteligencia con un caudal pernicioso, ajeno, frío y falso. Sólo lo genuino es fructífero".
Busquemos la verdad con sentido histórico- cultural humano, imaginación, razón utópica y vocación ecuménica incluyente. Una concepción del saber, como integralidad abierta al diálogo, a la crítica y a la comunicación puede ser una alternativa posible de construcción de la verdad, incluyendo por supuesto, la propiamente de las ciencias naturales.
En la apropiación de la realidad por el hombre, su pensamiento sigue el cauce de la ascensión de lo abstracto a lo concreto y este proceso es en sí mismo incluyente. Para descubrir la realidad en su mayor concreción tiene que asumirla en sus varias mediaciones. En caso contrario, el saber resulta unilateral y abstracto, por seguir un cauce excluyente que absolutiza algunos momentos y pierde el sentido de totalidad y de unidad en lo diverso y complejo. Con ello, se incapacita para apropiarse de lo concreto en sus diversas mediaciones y condicionamientos.
La concepción de la verdad como saber integral no puede soslayar tampoco la importancia cognitiva del lenguaje metafórico, capaz de lograr la unidad de la diferencia, como certeramente señalan Ricoeur y Jakobson. Igualmente no se puede negar la independencia relativa del conocimiento científico y otras formas de aprehensión humana de la realidad. Pero en los marcos de una perspectiva o enfoque cultural que vincule razón, sentimiento, ciencia y conciencia. No se debe olvidar, que la cultura como producción humana en su proceso y resultado no se cualifica sólo por su dimensión cognoscitiva, sino particularmente por la sensibilidad que incita y activa el saber en su búsqueda integradora de lo que llamamos verdad.
Nadie con sentido común, puede obviar los resultados de la tecno-ciencia en la época de la globalización contemporánea. Pero sin sentido cultural, devienen estériles para el hombre, pues enajenan y deshumanizan. Resulta perjudicial, porque la verdad es vacía de contenido, cuando se separa de la belleza y la bondad, cuya armonía la funda e introduce Pitágoras, a partir del sentido de medida, y es continuada por muchos filósofos y pensadores, incluyendo a José Martí.
No es posible hacer del conocimiento científico el núcleo arquetípico del pensamiento y convertir a éste en un modelo impersonal que condiciona de modo a priori y teleológico la realidad existente para hacer una unidad o identidad con ella, llamada verdad. La verdad, sea de cualquier naturaleza, es proceso y resultado aprehensivo humano, como saber profundo, construido por la actividad del hombre en relación con el mundo o la parte de él hacia la cual dirige su acción. Se trata de un proceso humanizador de la realidad y del hombre mismo en espacios intersubjetivos.
Una verdad que separe la esencia humana de la existencia y los espacios histórico- culturales en que realmente se aprehende, resulta ficticia y no resiste la prueba de la praxis social.
La educación, como gran metáfora de la vida tiene mucho que hacer en el logro de un saber integral incluyente en la búsqueda de la verdad. Una educación que renuncie a los métodos transmisionistas y al discurso teorizante y abstracto, y asuma la intersubjetividad como modo idóneo de formación humana, desarrolla sensibilidad, actitudes cognoscitivas creadoras, razón utópica y propicia que el lenguaje genere acciones creativas. Al mismo tiempo estará en mejores condiciones de vincular estrechamente los mundos de la vida, de la escuela y del trabajo, sin autoritarismos, intolerancias y cientificismos excluyentes.
Rigoberto Pupo