- El self como órgano de contacto y en relación con la identidad.
- Contacto y evitación del contacto.
- Punto ciego y diferenciación.
- Autoapoyo y apoyo ambiental.
- Resistencia.
- La neurosis como evitación del contacto.
- "Carácter".
- Mecanismos defensivos.
- Relación terapéutica.
- Bibliografía consultada.
El self como órgano de contacto y en relación con la identidad.
El self es el órgano de contacto por excelencia, mientras que la identidad es algo que crece, que se desarrolla, que es capaz de transformarse, pero que también es capaz de rigidizarse, de estancarse, de entumecerse. La identidad es la totalidad de la persona, es aquello con lo cual nos identificamos, lo que sentimos que somos.
Cuando la identidad no es flexible y variable, cuando es rígida, estamos frente a una identidad neurótica, frente a una gestalt fija, frente a un comportamiento previsible. En este caso el self está al servicio de la neurosis y por lo tanto no permite realizar ni realiza contactos nuevos.
El self no es la identidad aunque guarda con respecto a esta una relación muy profunda. Un self rígido por ejemplo, impide una identidad variable, mientras que un self dinámico permite el desarrollo de una identidad flexible. O sea, que si mi self no varía, siempre habrá de mantener la misma distancia y esto llega a suceder en personas que han carecido de afecto y de contacto físico durante su primera infancia, lo cual hace que se sientan confusas, molestas, temerosas, invadidas, afectadas en su estructura de identidad cuando otro se les acerca o intenta contactarlos físicamente; temen el rechazo de y por el otro. En el fondo quieren establecer contacto pero sienten temor y se aislan como defensa.
Lo que nos permite el cambio y el crecimiento es que el self trascienda los límites de nuestra identidad. Ambos se han de condicionar mutuamente. El self es el que posibilita que mi identidad crezca a través del establecimiento de contactos nuevos.
Lo que se encuentra en la base de la génesis de una estructura neurótica es la reiteración de una situación que es siempre la misma (por ejemplo que a un niño siempre le griten o le peguen, o que sea sobreprotegido o sobremimado).
Cuando trabajamos con personas que tienen dificultad para distinguir entre su self y su identidad y los conducimos a establecer contacto con algo, en la medida en que no son capaces de digerir y asimilar, rechazan el contacto incrementando así sus resistencias y sus defensas.
El trabajo terapéutico estaría entonces dirigido a buscar flexibilizar al self más que a cambiar la forma de ser, al menos en principio. No debemos intentar cuestionar o amenazar la identidad de dicha persona porque ella no tiene la menor posibilidad de defenderse, de eliminar la angustia. Por ello trabajamos con la periferia, conduciéndola a realizar contactos poco a poco, en forma gradual.
Y así vamos trabajando en, con y sobre el self tocando en un mínimo la identidad de la persona, de manera que contacte con algo tolerable para su identidad. Dependiendo de la situación en particular y del momento de la misma es que la estrategia terapéutica será más o menos flexible y amplia.
Recordemos entonces que el contacto es igual a experienciar que es igual a lo nuevo y en la medida en que no puedo hacer contacto conmigo mismo, me impido el contacto con lo otro.
La separación entre self e identidad es algo variable a lo largo del transcurrir de la vida. Cuando llegamos a tener clara conciencia de nuestra identidad, podemos asumir el riesgo de una nueva experiencia. Toda situación nueva implica un riesgo y en ese momento nos experimentamos como solos y separados. Para experimentar el riesgo nos tenemos que poder aferrar a algo. Si no sentimos confianza en nosotros mismos no podemos arriesgarnos puesto que no tenemos la base de apoyo que nos permita dar el salto hacia lo desconocido. Y esto es algo que nadie puede hacer por nosotros.
Contacto y evitación del contacto.
La diferenciación entre yo y no-yo se lleva a cabo a través de la experiencia y ella se da a través del contacto. Crecemos mediante el entrar en contacto con lo nuevo, a través de la experimentación y asimilación de lo que es diferente, de lo que es desconocido. El contacto ocurre en el aquí y ahora, en el momento presente.
En el comportamiento neurótico no hacemos contacto sino que repetimos y tocamos siempre lo mismo. Hay una evitación del contacto, una actitud fóbica frente al contacto. No nos relacionamos con lo nuevo a los efectos de permanecer "idénticos", sin cambio alguno en nuestra persona.
En la situación terapéutica de una forma o de otra esta persona que concurre a consulta intenta en una forma inconsciente el introducirnos en su gestalt fija, en su estructura caracterológica.
Debemos hacer énfasis en lo que se ve y en lo que no se ve. Y esto que no se ve es lo que constituye el "punto ciego". El "punto ciego" se mantiene a través de una deflección del estímulo, pues dicho estímulo toca una necesidad cuya falta me provoca angustia y ansiedad y ello es motivo para y de tener una coraza que haría que ese estímulo rebote y no me afecte.
La diferenciación no es tan sólo una diferenciación interpersonal sino también una diferenciación intrapsíquica, como sería por ejemplo el diferenciarnos de nuestros introyectos. El diferenciarme externamente implica el discriminarnos con respecto a lo que no somos. El diferenciarme interiormente sería discriminarme con respecto a y con lo que no soy yo a nivel interno, al interior de mi propio organismo y/o psiquismo.
Mi identidad entonces es todo aquello con lo cual yo me identifico, ya sea que esté dentro o fuera de mi.
Por otra parte lo que introyecto limita mi espacio vital intra y extrapsíquico y es por ello que para crecer debemos diferenciarnos de esos introyectos, es decir, debemos regurgitarlos, masticarlos, digerirlos y asimilarlos de manera de integrarlos a nuestro organismo.
En la persona neurótica aunque haya una comprensión racional de que sus temores son fantasía, hay una experiencia que refuerza ese temor, por lo cual no lo puede asimilar en forma racional, sino que ha de re-vivirlo, re-vivenciar esa situación en el aquí y ahora, en el momento presente. Ha de enfrentarla en forma experiencial de manera tal de salvar la barrera y asimilar la situación estancada como lo que fue, como una experiencia más que integra su historia de vida, como algo que sucedió en el pasado y que ahora es "fondo" y ya no "figura", algo que ocurrió en un presente que ya es pasado y que por ende se constituye en algo irrepetible como lo es toda experiencia que sucede en el aquí y ahora.
El pasaje del apoyo ambiental al autoapoyo implica el proceso del pasaje de lo "enfermo" a lo "sano".
En nuestra infancia buscamos movilizar los recursos del medio ambiente para el logro de nuestras necesidades. En dicho caso, el desarrollo emocional implicaría establecer un equilibrio entre el afecto y la frustración. Frustración en cuanto a hacer que el niño lo logre por sí mismo. Es así que entre el afecto y la frustración es como se llega a desarrollar el arte de criar un niño.
Se necesita de la frustración para poder crecer y ello implica el establecimiento de límites, de negar cosas. Implica el frustrar la manipulación mediante la cual obligamos a otro(s) a que nos de(n) lo que necesitamos, cambiándola así por la obligación de desarrollar su propio potencial para lograr lo que necesita.
Y esa frustración también es necesaria en todo proceso terapéutico. La persona que llega a consulta lo hace con su "carácter" (frustraciones, acting, etc.); entonces si entramos en el juego que la persona trae y nos convierte en uno más de sus introyectos, no va a ocurrir nada y permaneceremos estancados. Es decir, que hasta que no frustremos esa manipulación no va a haber contacto, ergo, no va a haber crecimiento, maduración.
El crecimiento implica el pasar de la movilización del apoyo ambiental al autoapoyo.
El autoapoyo es poder reconocer mis necesidades y satisfacerlas. El hecho de buscar satisfacerlas implica la sensación de poder que se vivencia como centrada en uno mismo.
Cuando nos arriesgamos estamos posibilitándonos el crecimiento. Al desarrollar nuestro apoyo empezamos a elegirnos a nosotros mismos como seres en situación de relación. Cuando una persona logra desarrollar ese centro de autoapoyo en sí misma, entonces podemos decir que el proceso terapéutico ha concluido.
El proceso de crecer sólo puede estar basado en la experiencia del presente; nunca puede ser un "verticalazo" del terapeuta.
La persona sana se autoelige a sí misma y toma sus propios riesgos.
La neurosis es una forma de ser y de estar en el mundo y no una enfermedad. La neurosis es en cierto sentido la mejor identidad que una persona pudo lograr en el proceso de su vida. En ese sentido es nuestra mayor riqueza y nuestra mayor pobreza. Es nuestra mayor riqueza en tanto que configura nuestra historia de supervivencia y es en ese sentido todo lo que tenemos. Es así que una persona no tiene una neurosis sino que se es un neurótico. Y al mismo tiempo se constituye en nuestra mayor pobreza en cuanto es nuestra mayor limitación, nuestra mayor tristeza, angustia; es el no encontrarnos con los demás y el no encontrarnos sinceramente con nosotros mismos.
Pero para bien y/o para mal, nuestra neurosis es nuestra identidad.
Cualquier cambio entonces amenaza la estructura de nuestra identidad, la que fue creada para defendernos del mundo. Y es por este motivo que nadie en su sano juicio quiere cambiar. A la experiencia de cambio llegamos dolorosamente. Es muy difícil nacer nuevamente, porque para poder re-nacer hay que primeramente morir. Tiene que perecer una forma de ser para que pueda nacer una nueva.
La resistencia es una defensa "lógica" de mi identidad. La neurosis es algo que se instala progresivamente, con excepción de las situaciones traumáticas. La permanente repetición de una conducta es lo que genera la neurosis.
El gran daño que encontramos en el núcleo de la neurosis es el daño a uno mismo. La persona sana es dueña de su propia existencia. Ningún proceso psicoterapéutico puede darle a una persona lo que esta no tiene; si puede ayudarla a descubrir lo que yace oculto en cuanto que potencialidad en sí misma.
La aparición de una conducta repetitiva en consecuencia implicaría que no ha habido un cambio en la estructura. El lograr un "insight" racional a lo único que ayuda es al reforzamiento de los mecanismos defensivos que le sirven al individuo para autojustificarse. Para que exista cambio hay que movilizar toda la estructura.
En general cuando hablamos de resistencia todos pensamos en una fuerza que se opone a nuestro deseo consciente de cambio, o sea, que se visualiza a la misma como un obstáculo a vencer. Esto se constituye en una falsa oposición entre una persona que quiere cambiar y un obstáculo. Ambas están dialécticamente interrelacionadas; la una refuerza a la otra y esto se daría a través de la resistencia. Sería como el principio de acción y reacción trasladado de la Física Clásica a la Psicología.
La resistencia es así considerada como el interjuego, la interrelación entre la fuerza para el cambio y la fuerza igual y contraria para el no cambio (quiero cambiar, pero no quiero cambiar). El tema no está en tomar una parte sino en tomar ambas y hacer que surjan como evidentes.
Cuando decimos y experimentamos un "no puedo", en verdad lo que hay es un "no quiero" del cual no me hago responsable, que no se me hace consciente. En el "no quiero" ya existe un compromiso activo el que no necesariamente tiene que ser consciente, es decir, que el hacer evidente el "no quiero" no implica hacer consciente las causas por las cuales no quiero. Esto busca integrar una parte de mi identidad con la cual yo me encontraba previamente en conflicto y que por ende estaba alienada de mi personalidad. Ello conduce a que la persona se ponga en contacto con su núcleo problemático, el cual será resuelto en el transcurso del proceso terapéutico. Habría un "porqué" que se encontraría implícito en el proceso de experimentar el "no quiero".
Una interpretación no puede superponerse a la relación con la persona en situación de consulta. La interpretación es válida sólo si puede ser relacionada a través de un proceso experiencial, lo que implica no considerar la interpretación como una conclusión sino como un instrumento.
Todo dependería de en que momento se haga la interpretación y de cómo se haga. Una racionalización mal hecha tendería a reforzar los mecanismos defensivos, a constituirse en una justificación para nuestros actos.
Durante el proceso terapéutico, la relación que establecemos con la persona que acude a consulta es el vehículo primordial mediante y a través del cual se logra el encuentro existencial que permite el crecimiento más que la metodología terapéutica en sí, es decir, que lo que más influye son las cualidades personales de un profesional.
Buscamos hacer contacto con la parte alienada del "self".
Es decir, que si bien las resistencias son inconscientes, ello no significa que no nos pertenezcan. Y todo ello puede hacer cambiar la experiencia de mi "no puedo" a un "no quiero", lo que implica responsabilizarme de mis proyecciones y ello significa re-identificarme con mis partes negadas.
En el "no quiero" es donde se encuentra radicada la energía vital. Es así que en la situación psicoterapéutica buscamos brindar un soporte para esa parte, para que la pueda experienciar. No puede haber cambio alguno sin una experiencia, porque fue a raíz de una experiencia que se produjo la alienación. Y la resistencia son ambas fuerzas: el quiero y el no quiero. Cuando entro en contacto con una polaridad hay una traslación de energía hacia la otra polaridad. El no querer es una actividad potente y el no poder es una actividad impotente.
La neurosis como evitación del contacto.
Siempre repetimos la misma situación, siempre hacemos contacto con lo mismo y esta gestalt fija es la condena de las neurosis.
Nos encontramos estancos en y sobre un punto sobre el que giramos sin posibilidad de experimentar nada nuevo. Hay una evitación del contacto que no es selectiva, que es inconsciente. En este sentido la neurosis sería una actitud fóbica en cuanto que evitación del contacto.
El proceso terapéutico consistiría así en el establecimiento de un buen contacto. Si pasa a integrarse como parte constitutiva del argumento de nuestra vida entonces no hay contacto, no hay cambio. Durante la relación terapéutica continuamente la persona en consulta nos busca atraer a su "terreno" para así incorporarlo a lo conocido; actividad esta que se realiza en forma inconsciente, pues es la forma como el paciente ha articulado el mundo para poder sobrevivir.
En este sentido no cumplimos con las expectativas del consultante sino que por el contrario nos diferenciamos del rol que nos quiere imponer y de ahí que se configure una situación totalmente nueva.
Las defensas siempre se mantienen como una evitación del contacto consigo mismo a los efectos de evitar el dolor de esa experiencia subjetiva. Podemos hacer contacto: con nosotros mismos (nivel intrapsíquico), con el otro (nivel interpersonal); y/o con el medio (nivel ambiental).
El ser en el mundo del neurótico hace que este se sienta como en una cárcel. Hay una falta de contacto con lo nuevo, razón por la cual no crece y tiene la sensación de estar condenado a que todo sea por siempre igual, sin cambio, rutinario. La neurosis es su identidad; no es su única manera de ser en el mundo, pero es vivenciada como si lo fuera. Hay una intencionalidad no consciente de mantenernos igual, dentro de ciertos límites; de no perder nuestra identidad.
El tomar contacto con el cuerpo nos permite hacernos sujetos de nuestra experiencia y no objetos; permite el abrir y cerrar dinámicos. Sentimos, pensamos y actuamos de una misma manera, en un armonioso fluir con las diferentes experiencias de y en la vida. Este sería el prototipo de la persona que denominamos "normal".
Tener un "carácter" sería tener un comportamiento predecible. El carácter sería una serie de comportamientos aprendidos los que en su conjunto conformarían una estructura sobre la base de una serie de respuestas que fueron previamente introyectadas. Todos conformamos un carácter, pero lo sano es que esa estructura sea flexible, variable, dinámica.
La persona neurótica sería aquella que confunde la rutina con la personalidad, es decir, que confundiría el carácter con su propia persona y de esa manera, no se defiende sino que vive defendida.
Un carácter rígido y definido impide el crecimiento y de esta manera no hay contacto con lo nuevo.
Para poder sostener la neurosis debo evitar el contacto con lo nuevo; no puedo absorber experiencias nuevas. De esta manera no hay contacto con lo nuevo y me identifico con mi neurosis. Y mientras más rígido sea ese carácter, más limitado me encuentro; mayor es mi imposibilidad de entrar en contacto con lo nuevo.
La evitación del contacto que hace al y el neurótico es inconsciente, aunque hay una intencionalidad y es el descubrimiento de dicha intencionalidad el primer paso de todo proceso terapéutico.
Podemos no darnos cuenta del propósito implícito en lo que hacemos y es por ello que debemos ver el cómo lo hacemos, pues sobre la base de ese cómo es como vamos a descubrir la intención, el propósito. Cómo lo hacemos hoy, en el aquí y ahora es lo que hay que frustrar para descubrir lo que está implícito pero es inconsciente. Se busca así transformar un problema interpersonal en un problema intrapsíquico, en un problema que radica en uno mismo.
Y al descubrir que nosotros somos quienes generamos las situaciones que vivimos, haciéndolas encajar en nuestro argumento de vida, es que abrimos una abertura en el muro de nuestro carácter.
Todos los mecanismos de defensa son formas de evitar el contacto que permiten ver el cómo un individuo en particular se impide el contacto con el mundo interno y/o externo. Cuando hacemos contacto lo hacemos con lo exterior y con lo interior. La experiencia la asimilamos desde nuestro interior.
Es a través del contacto como discrimino lo que soy de lo que no soy y ello implica un equilibrio permanente y dinámico con el medio, lo que implica que mi identidad se va a encontrar inmersa en un proceso de transformación continua.
En la neurosis intentamos desesperadamente permanecer con nuestra personalidad intacta, inalterable, incambiada. Ello conduce a un intercambio con el medio que es insuficiente, lo cual provoca una sensación de estancamiento, de no fluir.
El carácter neurótico evita el contacto y por ende evita la transformación, el desarrollo y el crecimiento.
El contacto en si no es controlable. Cuando ocurre es espontáneo. Sólo podemos acceder a entrar en contacto y es por ello que el mismo es vivido como algo riesgoso.
El neurótico buscaría vivir siempre en una relación "como sí".
La proyección es una gestalt visible y detectable en el cómo, en tanto que implica un comportamiento, implica algo activo y no racional, el cual además se encuentra cargado de sentimientos y actitudes.
Reprimimos nuestros sentimientos y emociones con la totalidad de nuestra persona y no tan sólo con una parte de ella.
Por ello en el transcurso de la consulta buscamos abordar el fenómeno por más seguros que podamos estar de lo que dicho fenómeno signifique. Buscamos que el individuo se re-experimente a sí mismo.
Cuando recuperamos el sentimiento lo dirigimos hacia el hecho original que lo causa. En el proceso de consulta siempre devolvemos la proyección. Tratamos de lograr una diferenciación de la proyección de manera tal de que la persona se responsabilice por y de sus propias proyecciones, lo cual implica que como profesionales simplemente digamos: "yo soy yo".
Y así es entonces que cuando la persona que acude a consulta entra en contacto con algo, pues que descubre algo y así desaparece una fantasía que ha repetido a lo largo de su vida, buscando reconstruir constantemente el mundo como el quiere que sea.
Cuando la persona confiesa su temor a entrar en contacto, lo invitamos a realizar un experimento vivencial.
Cuando hay contacto hay una movilización de energía. El organismo es un instrumento sensorial que nos permite el percatarnos de cambios en nosotros mismos y en el medio ambiente circundante.
En sí mismos los mecanismos defensivos son neutros, no son ni buenos ni malos, todo depende de cómo sean usados. Como ya manifestamos, lo malo no es defenderse sino el vivir defendidos. El arte por ejemplo, implica una proyección lo que de ninguna manera se puede considerar como patológico; lo patológico sería el vivir proyectando partes no asimiladas de uno mismo.
Estos mecanismos defensivos para la Terapia Gestalt son:
- Introyección: La introyección y la proyección están inseparablemente unidas, relacionadas. Si no digerimos lo que contactamos queda como un objeto extraño a nosotros mismos, de manera que al no des-estructurarlo no lo podemos asimilar.
Es así como comenzamos a llenarnos de introyectos, quedando cada vez menos espacio para la propia personalidad.
Introyectar significaría así el "tragarnos" experiencias sin ser integradas a la totalidad de nuestro ser. Y esto luego va a generar toda una serie de conflictos. El conflicto se daría así entre los deberías introyectados y mi propia personalidad.
La imposición de una idea o de una conducta generaría de esta manera una fuerza igual y contraria lo que anularía ambas fuerzas y provocaría un estancamiento.
El conflicto se resolvería sacando a la luz de la conciencia ambas partes .
Este mecanismo en sí mismo, como sucede con todos los mecanismos defensivos no es patológico. Por ejemplo, en la infancia las introyecciones son imprescindibles, pero cuando uno alcanza la capacidad de discriminar, entonces llega el momento de asimilar lo que sirve y eliminar lo que no.
Cuando una persona usa básicamente este mecanismo, nos hemos de encontrar entonces con personas con problemas de obesidad, de drogadicción, de alcoholismo. Son casos en donde la persona tiende a tragarse al medio ambiente y no lo digiere. Busca establecer "relaciones" con todo el mundo, pero no las asimila, sino que se las traga. Busca continuamente marcos de referencia así como el establecimiento de vínculos de dependencia y también justificaciones a su modo de ser.
Cuando estamos llenos de otras personas, ideas, cosas, sentimientos y emociones lo que sentimos es un enorme vacío y es ese vacío algo que yo no estoy ocupando y por ello, compulsivamente, con la esperanza de algún día sentirme satisfecho sigo introyectando cosas, sin darme cuenta que ese espacio sólo puede ser llenado por mí mismo.
Cuando rompemos algún introyecto, necesariamente cambiamos porque contactamos con la realidad de y en una forma nueva, diferente a la rutinaria. Así cada paso es una conquista sobre nuestro propio ser, no sólo sobre la autoridad introyectada sino también sobre nuestra propia autoridad.
Todo lo que no digerimos no forma parte de nosotros. El juicio crítico no es algo tan sólo racional sino que es algo pasional, siendo esta una de las formas más importantes para la des-estructuración de los introyectos.
- Proyección: La proyección sería una alienación de una parte de mi self que atenta contra mi identidad. Proyectamos lo que previamente hemos introyectado y que no aceptamos como propio. Al poner dichas partes alienadas en el ambiente, las proyecto. Por ejemplo, en las fobias proyectamos en la cosa, hecho, lugar o lo que sea, nuestras partes alienadas, como forma de manejar nuestras ansiedades y angustias. Este mecanismo es además la base de la paranoia donde la persona proyecta su agresividad sintiéndose así agredido por los otros.
La proyección es el mecanismo por el cual ponemos una parte de aquello que me pertenece en el ambiente. La alienamos de nuestra persona, la desposeemos.
Pero la proyección también tiene aspectos positivos como en el arte o cuando hacemos proyectos de futuro. El problema se instituye y se constituye cuando la misma se hace automática, rígida e inconsciente.
En la proyección evitamos estar en contacto con nosotros mismos y con los demás, así como con una serie de situaciones.
- Retroflección: Existen dos tipos de retroflección:
- Hacernos a nosotros mismos lo que nos gustaría hacerle a los demás o al ambiente (proceso de culpa, depresión y de desvalorización y empobrecimiento de mi persona); y
- Hacernos a nosotros mismos lo que nos gustaría que los demás nos hicieran (la persona se siente autosuficiente, se aisla, no confía en nadie y se autodesvaloriza). La energía se vuelca hacia uno mismo.
- Deflección: Aquí lo que hacemos es rebotar todo; no interesa nada. Cualquier cosa que provenga del medio, la devolvemos al medio de manera tal que no nos toque, que no nos penetre, de manera tal de preservar intacto nuestro mundo interno.
Este mecanismo se ve en el caso de personas muy ansiosas las que en vez de vivenciar la experiencia del momento presente, están en otra cosa. Es el mecanismo por excelencia para la evitación del momento presente. En su aspecto positivo la vemos funcionar cuando "eliminamos" ruidos molestos o cosas que nos interesan, o nos defendemos de situaciones agresivas.
- Confluencia: Los límites del contacto que permiten la identidad se rompen y entonces me con-fundo con el ambiente perdiendo así mi identidad.
Aquí el contacto se evita en cuanto se pierde en la medida en que no sé quien soy; no tengo una posición personal ante nada. El "beneficio" patológico estaría dado en cuanto que pierdo mi propio sentido de mi mismo y en consecuencia no tengo que responsabilizarme de mi mismo. En la confluencia me pierdo en el otro, siendo ésta una de las formas más fáciles de evitar el crecimiento.
Lo positivo estaría dado en y por el sentimiento de comunidad, de formar parte de algo mayor que uno mismo y de esa manera llegar a sentirse continentado (caso por ejemplo de la relación del niño con su madre).
La relación que establecemos con una persona en el ámbito de la consulta implica un verdadero encuentro existencial; una relación afectiva sólida y sólo puede haber encuentro entre dos cosas diferentes y es por ello que buscamos diferenciarnos de lo que no soy yo, siendo lo que somos.
El manejo de la transferencia implica entonces el aceptar lo que la persona en consulta pone en nosotros que es verdadero, que no es fantasía ya que no todo lo que esa persona dice es proyección. Y a partir de esa constatación en una situación real, a partir de ese contacto es que puede comenzar a establecerse la relación terapéutica. Por tanto, el contacto y como tal la relación terapéutica implican ambas un intercambio de energía.
Como terapeutas también podemos actuar en tanto que modelos al mostrarle a la persona que hay otros seres que han pasado por situaciones similares y que lograron traspasar la "gran barrera".
En la relación terapéutica no tenemos reglas ni fórmulas predeterminadas sino que siempre habremos de basarnos -en nuestra praxis– en nuestro propio darnos cuenta, en y a través de ser lo más plenamente conscientes de nosotros mismos que podamos.
De esta manera la diferenciación se llevaría a cabo en un marco de relación o encuadre que estaría en continuo desarrollo. Y esta tendría como fin el permitir establecer contacto. Nos diferenciamos cuando es pertinente diferenciarnos y esto necesita muchas veces de una retroalimentación con y a través del otro, de lo contrario entraríamos en confluencia, que implicaría el presuponer que lo que yo comunico es lo que la otra persona entendió.
En una estrategia terapéutica parte del proceso de cambio es la frustración del "acting". No puede haber cambio si no dejamos de hacer lo que hemos venido haciendo en forma rutinaria para evitar el contacto; no puede haber cambio si no dejamos de hacer lo que siempre hemos hecho para sostener nuestro "carácter".
La neurosis no se soluciona en forma espontánea sino a través de acciones concretas. En el proceso terapéutico vamos hasta el límite, al borde entre lo que soy yo y lo que es no-yo y de ahí en más es responsabilidad nuestra el dar el paso hacia lo desconocido, y es en ese momento, en el impasse ?momento de mayor miedo para la persona- en donde y cuando nos podemos desenganchar de lo viejo, de lo perimido y lanzarnos hacia lo nuevo, hacia el establecer contacto. Y es por ello que en toda relación que se precie de terapéutica buscamos generar un clima de apoyo, una relación afectiva que permita ese cambio, que sustente ese salto existencial hacia lo desconocido.
Castanedo, C.: "Terapia de gestalt – Enfoque del aquí y ahora" – Ed. Texto – México – 1983
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Lic. Germán H. PASTORINI
Licenciado en Psicología