La vida de Cristo, según el catecismo de la Iglesia Católica (página 2)
Enviado por Ana Laura Martinez
El Verbo se encarnó para salvarnos reconciliándonos con Dios: "Dios nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados" Habíamos perdida la posesión del bien, era necesario que se nos devolviera. Encerrados en las tinieblas, hacia falta que nos llegara la luz; estando cautivos, esperábamos un salvador; prisioneros, un socorro; esclavos, un libertador. El Verbo se encarnó para que nosotros conociésemos así el amor de Dios: "En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene".
El Verbo se encarnó para ser nuestro modelo de santidad: El es, en efecto, el modelo de las bienaventuranzas y la norma de la ley nueva: "Amaos los unos a los otros como yo os he amado" Este amor tiene como consecuencia la ofrenda efectiva de sí mismo.
El Verbo se encarnó para hacernos "partícipes de la naturaleza divina Para que el hombre al entrar en comunión con el Verbo y al recibir así la filiación divina, se convirtiera en hijo de Dios"
II La Encarnación
La Iglesia llama "Encarnación" al hecho de que el Hijo de Dios haya asumido una naturaleza humana: Cristo: siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios, sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz. La fe en la verdadera encarnación del Hijo de Dios es el signo distintivo de la fe cristiana.
III Verdadero Dios y verdadero hombre
El acontecimiento único y totalmente singular de la Encarnación del Hijo de Dios no significa que Jesucristo sea en parte Dios y en parte hombre, ni que sea el resultado de una mezcla confusa entre lo divino y lo humano. El se hizo verdaderamente hombre sin dejar de ser verdaderamente Dios. Perfecto en la divinidad, y perfecto en la humanidad; verdaderamente Dios y verdaderamente hombre compuesto de alma racional y cuerpo; consustancial con el Padre según la divinidad, y consustancial con nosotros según la humanidad, sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación. La Iglesia confiesa así que Jesús es inseparablemente verdadero Dios y verdadero hombre.
IV Cómo es hombre el Hijo de Dios
En la unión misteriosa de la Encarnación "la naturaleza humana ha sido asumida, no absorbida" la naturaleza humana de Cristo pertenece propiamente a la persona divina del Hijo de Dios que la ha asumido. Todo lo que es y hace en ella pertenece a "uno de la Trinidad". El Hijo de Dios comunica, a su humanidad su propio modo personal de existir en la Trinidad. Así, en su alma como en su cuerpo, Cristo expresa humanamente las costumbres divinas de la Trinidad
El alma y el conocimiento humano de Cristo
El Hijo eterno asumió también un alma racional humana. Esta alma humana que el Hijo de Dios asumió está dotada de un verdadero conocimiento humano. Pero, al mismo tiempo, este conocimiento verdaderamente humano del Hijo de Dios expresaba la vida divina de su persona. Debido a su unión con la Sabiduría divina en la persona del Verbo encarnado, el conocimiento humano de Cristo gozaba en plenitud de la ciencia de los designios eternos que había venido a revelar
La voluntad humana de Cristo
Cristo posee dos voluntades y dos operaciones naturales, divinas y humanas, no opuestas, sino cooperantes, de forma que el Verbo hecho carne, en su obediencia al Padre, ha querido humanamente todo lo que ha decidido divinamente con el Padre y el Espíritu Santo para nuestra salvación
El verdadero cuerpo de Cristo
Como el Verbo se hizo carne asumiendo una verdadera humanidad, el cuerpo de Cristo era limitado, en el cuerpo de Jesús, Dios "que era invisible en su naturaleza se hace visible" El Corazón del Verbo encarnado. Jesús, durante su vida, su agonía y su pasión nos ha conocido y amado a todos y a cada uno de nosotros y se ha entregado por cada uno de nosotros: Nos ha amado a todos con un corazón humano. Amor con que el divino Redentor ama continuamente al eterno Padre y a todos los hombres
Párrafo 2
"… CONCEBIDO POR OBRA Y GRACIA DEL ESPÍRITU SANTO,NACIÓ DE SANTA MARÍA VIRGEN"
I Concebido por obra y gracia del Espíritu Santo…
María es invitada a concebir a aquel en quien habitará "corporalmente la plenitud de la divinidad". El Espíritu Santo fue enviado para santificar el seno de la Virgen María y fecundarla por obra divina. El Hijo único del Padre, al ser concebido como hombre en el seno de la Virgen María es "Cristo", es decir, el ungido por el Espíritu Santo. Toda la vida de Jesucristo manifestará "cómo Dios le ungió con el Espíritu Santo y con poder"
La predestinación de María
El Padre de las misericordias quiso que el consentimiento de la que estaba predestinada a ser la Madre precediera a la encarnación para que, así como una mujer contribuyó a la muerte, así también otra mujer contribuyera a la vida. Dios escoge lo que era tenido por impotente y débil para mostrar la fidelidad a su promesa: María "sobresale entre los humildes y los pobres del Señor, que esperan de él con confianza la salvación y la acogen. Finalmente, con ella, se cumple el plazo y se inaugura el nuevo plan de salvación"
La Inmaculada Concepción
Para ser la Madre del Salvador, María fue "dotada por Dios con dones a la medida de una misión tan importante" En efecto, para poder dar el asentimiento libre de su fe al anuncio de su vocación era preciso que ella estuviese totalmente poseída por la gracia de Dios. La bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda la mancha de pecado original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente. Esta "resplandeciente santidad del todo singular" de la que ella fue "enriquecida desde el primer instante de su concepción", le viene toda entera de Cristo: ella es redimida de la manera más sublime en atención a los méritos de su HijoEl Padre El la ha elegido en él antes de la creación del mundo para ser santa e inmaculada en su presencia, en el amor. Por la gracia de Dios, María ha permanecido pura de todo pecado personal a lo largo de toda su vida.
"Hágase en mí según tu palabra…"
María respondió por "la obediencia de la fe" Así dando su consentimiento a la palabra de Dios, María llegó a ser Madre de Jesús y aceptando de todo corazón la voluntad divina de salvación, sin que ningún pecado se lo impidiera, se entregó a sí misma por entero a la persona y a la obra de su Hijo, para servir, en su dependencia y con él, por la gracia de Dios, al Misterio de la Redención, por su obediencia fue causa de la salvación propia y de la de todo el género humano.
La maternidad divina de María
Aquél que ella concibió como hombre, por obra del Espíritu Santo, y que se ha hecho verdaderamente su Hijo según la carne, no es otro que el Hijo eterno del Padre, la segunda persona de la Santísima Trinidad. La Iglesia confiesa que María es verdaderamente Madre de Dios
La virginidad de María
La Iglesia ha confesado que Jesús fue concebido en el seno de la Virgen María únicamente por el poder del Espíritu Santo,esto es, sin elemento humano, Los Padres ven en la concepción virginal el signo de que es verdaderamente el Hijo de Dios el que ha venido en una humanidad como la nuestra. La concepción virginal como una obra divina que sobrepasa toda comprensión y toda posibilidad humana. El sentido de este misterio no es accesible más que a la fe que lo ve.
María, la "siempre Virgen"
La profundización de la fe en la maternidad virginal ha llevado a la Iglesia a confesar la virginidad real y perpetua de María incluso en el parto del Hijo de Dios hecho hombre. Jesús es el Hijo único de María. Pero la maternidad espiritual de María se extiende a todos los hombres a los cuales, El vino a salvar; "Dio a luz al Hijo, al que Dios constituyó el mayor de muchos hermanos es decir, de los creyentes, a cuyo nacimiento y educación colabora con amor de madre"
La maternidad virginal de María en el designio de Dios
La virginidad de María manifiesta la iniciativa absoluta de Dios en la Encarnación. Jesús no tiene como Padre más que a Dios. "La naturaleza humana que ha tomado no le ha alejado jamás de su Padre; consubstancial con su Padre en la divinidad, consubstancial con su Madre en nuestras humanidad, pero propiamente Hijo de Dios en sus dos naturalezas". Jesús fue concebido por obra del Espíritu Santo en el seno de la Virgen María porque El es el Nuevo Adán. El nuevo Adán, inaugura por su concepción virginal el nuevo nacimiento de los hijos de adopción en el Espíritu Santo por la fe. María es virgen porque su virginidad es el signo de su fe "no adulterada por duda alguna" y de su entrega total a la voluntad de Dios. Su fe es la que le hace llegar a ser la madre del Salvador; María es a la vez virgen y madre porque ella es la figura y la más perfecta realización de la Iglesia "La Iglesia se convierte en Madre por la palabra de Dios acogida con fe, ya que, por la predicación y el bautismo, engendra para una vida nueva e inmortal a los hijos concebidos por el Espíritu Santo y nacidos de Dios.
Los misterios de la vida de Cristo
Respecto a la vida de Cristo, el Símbolo de la Fe no habla más que de los misterios de la Encarnación y de la Pascua. Estos, iluminan toda la vida terrena de Cristo.
I Toda la vida de Cristo es misterio
Lo que se ha escrito en los Evangelios lo ha sido "para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre" Habiendo conocido por la fe quién es Jesús, pudieron ver y hacer ver los rasgos de su Misterio durante toda su vida terrena. Desde los pañales de su natividad hasta el vinagre de su Pasión y el sudario de su resurrección, todo en la vida de Jesús es signo de su Misterio. A través de sus gestos, sus milagros y sus palabras, se ha revelado que "en él reside toda la plenitud de la Divinidad corporalmente" Su humanidad aparece así como el "sacramento", es decir, el signo y el instrumento de su divinidad y de la salvación que trae consigo.
Los rasgos comunes en los Misterios de Jesús
Toda la vida de Cristo es Revelación del Padre, nos viene ante todo por la sangre de la cruz pero este misterio está actuando en toda la vida de Cristo. Toda la vida de Cristo es Misterio de Recapitulación. Cuando se encarnó y se hizo hombre, recapituló en sí mismo la larga historia de la humanidad procurándonos en su propia historia la salvación de todos, Por lo demás, esta es la razón por la cual Cristo ha vivido todas las edades de la vida humana, devolviendo así a todos los hombres la comunión con Dios.
Nuestra comunión en los Misterios de Jesús
Toda la riqueza de Cristo "es para todo hombre y constituye el bien de cada uno". Cristo no vivió su vida para sí mismo, sino para nosotros, desde su Encarnación "por nosotros los hombres y por nuestra salvación". Toda su vida, Jesús se muestra como nuestro modelo nos invita a ser sus discípulos y a seguirle: con su anonadamiento, nos ha dado un ejemplo que imitar. Con su oración atrae a la oración. Con su pobreza, llama a aceptar libremente la privación y las persecuciones. Todo lo que Cristo vivió hace que podamos vivirlo en El y que El lo viva en nosotros. Estamos llamados a no ser más que una sola cosa con él. Porque el Hijo de Dios tiene el designio de hacer participar y de extender y continuar sus Misterios en nosotros y en toda su Iglesia por las gracias que él quiere comunicarnos y por los efectos que quiere obrar en nosotros gracias a estos Misterios. Y por este medio quiere cumplirlos en nosotros.
II Los misterios de la infancia y de la vida oculta de Jesús
Los preparativos
La venida del Hijo de Dios a la tierra es un acontecimiento tan inmenso que Dios quiso prepararlo durante siglos. San Juan Bautista es el precursor inmediato del Señor, enviado para prepararle el camino "Profeta del Altísimo". Desde el seno de su madre saluda la venida de Cristo y encuentra su alegría en ser "el amigo del esposo" a quien señala como "el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo" Da testimonio de él mediante su predicación, su bautismo de conversión y finalmente con su martirio. La Iglesia se une al deseo de éste: "Es preciso que El crezca y que yo disminuya".
El Misterio de Navidad
El Misterio de Navidad se realiza en nosotros cuando Cristo "toma forma" en nosotros Navidad es el Misterio de este "admirable intercambio". El Creador del género humano, tomando cuerpo y alma, nace de una virgen y, hecho hombre sin concurso de varón, nos da parte en su divinidad
Los Misterios de la Infancia de Jesús
La Circuncisión de Jesús, es señal de su inserción en la descendencia de Abraham, en el pueblo de la Alianza, de su sometimiento a la Ley. La Epifanía es la manifestación de Jesús como Mesías de Israel, Hijo de Dios y Salvador del mundo. La Presentación de Jesús en el Templo lo muestra como el Primogénito que pertenece al Señor Jesús es reconocido como el Mesías tan esperado. La Huida a Egipto y la matanza de los inocentes manifiestan la oposición de las tinieblas a la luzToda la vida de Cristo estará bajo el signo de la persecución. Los suyos la comparten con él
Los misterios de la vida oculta de Jesús
La vida oculta de Nazaret permite a todos entrar en comunión con Jesús a través de los caminos más ordinarios de la vida humana; Nazaret es la escuela donde se comienza a entender la vida de Jesús: la escuela del Evangelio…Una lección de silencio ante todo. Una lección de vida familiar. Una lección de trabajo. El hallazgo de Jesús en el Templo es el único suceso que rompe el silencio de los Evangelios sobre los años ocultos de Jesús; Deja entrever en ello el misterio de su consagración total a una misión derivada de su filiación divina que permaneció oculto en el silencio de una vida ordinaria.
III Los misterios de la vida pública de Jesús
El Bautismo de Jesús
El bautismo de Jesús es, por su parte, la aceptación y la inauguración de su misión de Siervo doliente. Se deja contar entre los pecadores. A esta aceptación responde la voz del Padre que pone toda su complacencia en su Hijo El Espíritu que Jesús posee en plenitud desde su concepción viene a "posarse" sobre él. Por el bautismo, el cristiano se asimila sacramentalmente a Jesús que anticipa en su bautismo su muerte y su resurrección. Enterrémonos con Cristo por el Bautismo, para resucitar con él; descendamos con él para ser ascendidos con él; ascendamos con él para ser glorificados con él y adoptados por la Voz del Padre, llegamos a ser hijos de Dios.
Las Tentaciones de Jesús
Cristo se revela como el Siervo de Dios totalmente obediente a la voluntad divina. La victoria de Jesús en el desierto sobre el Tentador es un anticipo de la victoria de la Pasión, suprema obediencia de su amor filial al Padre.
"El Reino de Dios está cerca"
Cristo para hacer la voluntad del Padre, inauguró en la tierra el Reino de los cielos". Pues bien, la voluntad del Padre es "elevar a los hombres a la participación de la vida divina". Esta reunión es la Iglesia, que es sobre la tierra "el germen y el comienzo de este Reino". Cristo es el corazón mismo de esta reunión de los hombres como "familia de Dios". Los convoca en torno a él por su palabra, por sus señales que manifiestan el reino de Dios, por el envío de sus discípulos. Sobre todo, él realizará la venida de su Reino por medio del gran Misterio de su Pascua: su muerte en la Cruz y su Resurrección.
El anuncio del Reino de Dios
Todos los hombres están llamados a entrar en el Reino. Para entrar en él, es necesario acoger la palabra de Jesús. El Reino pertenece a los pobres y a los pequeños, es decir a los que lo acogen con un corazón humilde.Jesús invita a los pecadores; Les invita a la conversión, sin la cual no se puede entrar en el Reino, pero les muestra de palabra y con hechos la misericordia sin límites de su Padre hacia ellos
Los signos del Reino de Dios
Los signos que lleva a cabo Jesús testimonian que el Padre le ha enviado; no vino para abolir todos los males aquí abajo sino a liberar a los hombres de la esclavitud más grave, la del pecado, que es el obstáculo en su vocación de hijos de Dios y causa de todas sus servidumbres humanas. La venida del Reino de Dios es la derrota del reino de Satanás Por la Cruz de Cristo será definitivamente establecido el Reino de Dios
"Las llaves del Reino"
Desde el comienzo de su vida pública Jesús eligió unos hombres en número de doce para estar con él y participar en su misión. En el colegio de los doce Simón Pedro ocupa el primer lugar. Cristo, "Piedra viva", asegura a su Iglesia, la victoria sobre los poderes de la muerte. Jesús ha confiado a Pedro una autoridad específica: "A ti te daré las llaves del Reino de los cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos". El poder de las llaves designa la autoridad para gobernar la casa de Dios, que es la Iglesia.
Una visión anticipada del Reino: La Transfiguración.
Jesús muestra su gloria divina Muestra también que para "entrar en su gloria" es necesario pasar por la Cruz en Jerusalén. La Pasión de Jesús es la voluntad por excelencia del Padre: el Hijo actúa como siervo de Dios. La Transfiguración nos concede una visión anticipada de la gloriosa venida de Cristo "el cual transfigurará este miserable cuerpo nuestro en un cuerpo glorioso como el suyo". Pero ella nos recuerda también que "es necesario que pasemos por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios"
La entrada mesiánica de Jesús en Jerusalén
El "Rey de la Gloria, entra en su ciudad "montado en un asno"; no conquista a la hija de Sión, figura de su Iglesia, ni por la astucia ni por la violencia, sino por la humildad que da testimonio de la Verdad. La entrada de Jesús en Jerusalén manifiesta la venida del Reino que el Rey-Mesías llevará a cabo mediante la Pascua de su Muerte y de su Resurrección.
Artículo 4
"JESUCRISTO PADECIÓ BAJO EL PODER DE PONCIO PILATO, FUE CRUCIFICADO, MUERTOY SEPULTADO"
El Misterio pascual de la Cruz y de la Resurrección de Cristo está en el centro de la Buena Nueva El designio salvador de Dios se ha cumplido de "una vez por todas". La fe puede escrutar las circunstancias de la muerte de Jesús, que han sido transmitidas fielmente por los Evangelios e iluminadas por otras fuentes históricas, a fin de comprender mejor el sentido de la Redención.
Muchas de las obras y de las palabras de Jesús han sido, pues, un "signo de contradicción" para las autoridades religiosas de Jerusalén, aquellas a las que el Evangelio de S. Juan denomina con frecuencia "los Judíos", más incluso que a la generalidad del pueblo. A los ojos de muchos en Israel, Jesús parece actuar contra las instituciones esenciales del Pueblo elegido: Contra el sometimiento; Contra el carácter central del Templo; Contra la fe en el Dios único, cuya gloria ningún hombre puede compartir.
I Jesús y la Ley
"No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir sino a dar cumplimiento". Jesús, el Mesías de Israel, por lo tanto el más grande en el Reino de los cielos, se debía sujetar a la Ley cumpliéndola en su totalidad hasta en sus menores preceptos, según sus propias palabras. El cumplimiento perfecto de la Ley no podía ser sino obra del divino Legislador que nació sometido a la Ley en la persona del Hijo. En Jesús la Ley ya no aparece grabada en tablas de piedra sino "en el fondo del corazón". Yendo más lejos, Jesús da plenitud a la Ley Jesús, al dar con autoridad divina la interpretación definitiva de la Ley, se vio enfrentado a algunos doctores de la Ley que no recibían su interpretación a pesar de estar garantizada por los signos divinos con que la acompañaba
II Jesús y el Templo
El Templo era para él la casa de su Padre, una casa de oración. No obstante, en el umbral de su Pasión, anuncia la ruina de ese espléndido edificio del cual no quedará piedra sobre piedra. Lejos de haber sido hostil al Templo donde expuso lo esencial de su enseñanza Jesús quiso pagar el impuesto del Templo asociándose con Pedro, a quien acababa de poner como fundamento de su futura Iglesia. Aún más, se identificó con el Templo presentándose como la morada definitiva de Dios entre los hombres su muerte corporal anuncia la destrucción del Templo que señalará la entrada en una nueva edad de la historia de la salvación.
III Jesús y la fe de Israel en el Dios único y Salvador
Si la Ley y el Templo pudieron ser ocasión de "contradicción" entre Jesús y las autoridades religiosas de Israel, la razón está en que Jesús, para la redención de los pecados -obra divina por excelencia – acepta ser verdadera piedra de escándalo para aquellas autoridades. Jesús escandalizó sobre todo porque identificó su conducta misericordiosa hacia los pecadores con la actitud de Dios mismo con respecto a ellos puso a las autoridades de Israel ante un dilema. Al perdonar los pecados, o bien Jesús blasfema porque es un hombre que pretende hacerse igual a Dios o bien dice verdad y su persona hace presente y revela el Nombre de Dios. Jesús pidió a las autoridades religiosas de Jerusalén creer en él en virtud de las obras de su Padre que el realizaba. Pero tal acto de fe debía pasar por una misteriosa muerte a sí mismo para un nuevo "nacimiento de lo alto".
Párrafo 2
I El proceso de Jesús
Divisiones de las autoridades judías respecto a Jesús
Entre las autoridades religiosas de Jerusalén, durante mucho tiempo hubo disensiones, no fueron unánimes en la conducta a seguir respecto de Jesús. Los fariseos amenazaron de excomunión a los que le siguieran y Caifás les propuso profetizando: "Es mejor que muera uno solo por el pueblo y no que perezca toda la nación"
Los Judíos no son responsables colectivamente de la muerte de Jesús
Teniendo en cuenta la complejidad histórica manifestada en las narraciones evangélicas sobre el proceso de Jesús y sea cual sea el pecado personal de los protagonistas del proceso lo cual solo Dios conoce, no se puede atribuir la responsabilidad del proceso al conjunto de los judíos de Jerusalén. El mismo Jesús perdonando en la Cruz y Pedro siguiendo su ejemplo apela a "la ignorancia" de los Judíos de Jerusalén e incluso de sus jefes. La Iglesia ha declarado en el Concilio Vaticano II: "Lo que se perpetró en su pasión no puede ser imputado indistintamente a todos los judíos que vivían entonces ni a los judíos de hoy…
Todos los pecadores fueron los autores de la Pasión de Cristo
La Iglesia, en el magisterio de su fe y en el testimonio de sus santos no ha olvidado jamás que "los pecadores mismos fueron los autores y como los instrumentos de todas las penas que soportó el divino Redentor". Debemos considerar como culpables de esta horrible falta a los que continúan recayendo en sus pecados. Ya que son nuestras malas acciones las que han hecho sufrir a Nuestro Señor Jesucristo el suplicio de la cruz, Y es necesario reconocer que nuestro crimen en este caso es mayor conocerle. Y cuando renegamos de El con nuestras acciones, ponemos de algún modo sobre Él nuestras manos criminales.
II La muerte redentora de Cristo en el designio divino de salvación
"Jesús entregado según el preciso designio de Dios"
La muerte violenta de Jesús no fue fruto del azar en una desgraciada constelación de circunstancias. Pertenece al misterio del designio de Dios. Para Dios todos los momentos del tiempo están presentes en su actualidad. Por tanto establece su designio eterno de "predestinación" incluyendo en él la respuesta libre de cada hombre a su gracia para realizar su designio de salvación.
"Muerto por nuestros pecados según las Escrituras"
La muerte redentora de Jesús cumple, en particular, la profecía del Siervo doliente. Jesús mismo presentó el sentido de su vida y de su muerte a la luz del Siervo doliente. Después de su Resurrección dio esta interpretación de las Escrituras a los discípulos de Emaús, luego a los propios apóstoles
"Dios le hizo pecado por nosotros"
Al enviar a su propio Hijo en la condición de esclavo, la de una humanidad caída y destinada a la muerte a causa del pecado, Dios "a quien no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que viniésemos a ser justicia de Dios en él". Jesús no conoció la reprobación como si él mismo hubiese pecado. Pero, en el amor redentor que le unía siempre al Padre nos asumió desde el alejamiento con relación a Dios por nuestro pecado hasta el punto de poder decir en nuestro nombre en la cruz: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" "reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo"
Dios tiene la iniciativa del amor redentor universal
Al entregar a su Hijo por nuestros pecados, Dios manifiesta que su designio sobre nosotros es un designio de amor benevolente que precede a todo mérito por nuestra parte: "En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que El nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados". "No hay, ni hubo ni habrá hombre alguno por quien no haya padecido Cristo"
III Cristo se ofreció a su Padre por nuestros pecados
Toda la vida de Cristo es ofrenda al Padre
Desde el primer instante de su Encarnación el Hijo acepta el designio divino de salvación en su misión redentora:. El sacrificio de Jesús "por los pecados del mundo entero", es la expresión de su comunión de amor con el Padre. Este deseo de aceptar el designio de amor redentor de su Padre anima toda la vida de Jesús porque su Pasión redentora es la razón de ser de su Encarnación.
"El cordero que quita el pecado del mundo"
Jesús es a la vez el Siervo doliente que se deja llevar en silencio al matadero y el cordero pascual símbolo de la Redención de Israel. Toda la vida de Cristo expresa su misión: "Servir y dar su vida en rescate por muchos"
Jesús acepta libremente el amor redentor del Padre
Jesús, al aceptar en su corazón humano el amor del Padre hacia los hombres, "los amó hasta el extremo". Tanto en el sufrimiento como en la muerte, su humanidad se hizo el instrumento libre y perfecto de su amor divino que quiere la salvación de los hombres. De aquí la soberana libertad del Hijo de Dios cuando él mismo se encamina hacia la muerte
Jesús anticipó en la cena la ofrenda libre de su vida
En la víspera de su Pasión, estando todavía libre, Jesús hizo de esta última Cena con sus apóstoles el memorial de su ofrenda voluntaria al Padre por la salvación de los hombres. La Eucaristía que instituyó en este momento será el "memorial" de su sacrificio. Jesús incluye a los apóstoles en su propia ofrenda y les manda perpetuarla. Así Jesús instituye a sus apóstoles sacerdotes de la Nueva Alianza.
La agonía de Getsemaní
Al aceptar en su voluntad humana que se haga la voluntad del Padre, acepta su muerte como redentora para "llevar nuestras faltas en su cuerpo sobre el madero"
La muerte de Cristo es el sacrificio único y definitivo
La muerte de Cristo es a la vez el sacrificio pascual que lleva a cabo la redención definitiva de los hombres y el sacrificio de la Nueva Alianza que devuelve al hombre a la comunión con Dios. Este sacrificio de Cristo es único, da plenitud y sobrepasa a todos los sacrificios. Ante todo es un don del mismo Dios Padre: es el Padre quien entrega al Hijo para reconciliarnos con Él.
Jesús reemplaza nuestra desobediencia por su obediencia
"Como por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo todos serán constituidos justos" Jesús repara por nuestras faltas y satisface al Padre por nuestros pecados.
En la cruz, Jesús consuma su sacrificio
El "amor hasta el extremo es el que confiere su valor de redención y de reparación, de expiación y de satisfacción al sacrificio de Cristo.. La existencia en Cristo de la persona divina del Hijo, que al mismo tiempo sobrepasa y abraza a todas las personas humanas, y que le constituye Cabeza de toda la humanidad, hace posible su sacrificio redentor por todos.
Nuestra participación en el sacrificio de Cristo
La Cruz es el único sacrificio de Cristo El llama a sus discípulos a "tomar su cruz y a seguirle porque él "sufrió por nosotros dejándonos ejemplo para que sigamos sus huellas. Fuera de la Cruz no hay otra escala por donde subir al cielo
Párrafo 3 Jesucristo fue sepultado
En su designio de salvación, Dios dispuso que su Hijo no solamente "muriese por nuestros pecados sino también que "gustase la muerte", es decir, que conociera el estado de muerte, el estado de separación entre su alma y su cuerpo, durante el tiempo comprendido entre el momento en que él expiró en la Cruz y el momento en que resucitó.
El cuerpo de Cristo en el sepulcro
La permanencia de Cristo en el sepulcro constituye el vínculo real entre el estado pasible de Cristo antes de Pascua y su actual estado glorioso de resucitado. El mismo en persona el punto de encuentro de la muerte y de la vida deteniendo en él la descomposición de la naturaleza que produce la muerte y resultando él mismo el principio de reunión de las partes. La muerte de Cristo fue una verdadera muerte en cuanto que puso fin a su existencia humana terrena. Pero "no era posible que la muerte lo dominase". La Resurrección de Jesús "al tercer día" era el signo de ello, también porque se suponía que la corrupción se manifestaba a partir del cuarto día
"Sepultados con Cristo… "
"Fuimos, pues, con él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva"
Durante toda la vida de Cristo, los misterios que la circundan; Especialmente el de la Encarnación y la Pascua, que la iluminan íntegramente, son el sentido alterado por "el amor hasta el extremo" que da una consonancia especial a la vida de un hombre que es Dios. La consonancia de una misión Salvífica encomendada por el Padre.En la vida de Cristo, situándome fundamentalmente en el misterio de su vida oculta "en el misterio de Nazaret", y aunque llegando a través de la imaginación y las deducciones teológicas, se puede vislumbrar a un Cristo ordinario, más allá de su omnipotencia Divina.
Esa cercanía, que no se limita al sentido de la "adopción de nuestra humanidad" sino también al sentido casi incomprensible del "rebajamiento" de la segunda persona de la Trinidad; Tiene una resonancia sumamente extraordinaria que rompe las estructuras de las jerarquías establecidas por el hombre; Siendo remplazadas éstas, por la jerarquía de Dios "el más pequeño es el mayor de todos".(Cf. Mt 18, 4) Y siendo así, la misma Palabra Revelada es una insistente invitación a vivir en lo escondido del amor, que se hace concreto, a servicio del Amor.(Cf. Jn 13, 34-35)Este amor hasta el extremo, que se hace concreto desde la Encarnación, se potencia en la cruz y llega a su plenitud en la resurrección, y que si bien es lograda por una persona Divina es válido denotar que también era circundado totalmente por lo humano. Es decir que, "a pesar de su condición Divina, Cristo no se reservó ninguna de las miserias de nuestra humanidad. (Cf. Fl 2, 6-7) Excepto el pecado". (Cf. Hb 4, 15)Esta humanidad de Cristo, vivida plenamente y totalmente alterada por el amor, resulta una exhortación a amar también, hasta el extremo; De acuerdo a las propias limitaciones humanas, alteradas también, por la voluntad totalmente entregada y una especial apertura hacia la gracia, que son la libre aceptación de la intervención de Dios en la propia vida.
El misterio de la pascua, tiene la relevancia de denotar específicamente el paso, la trascendencia del estado de muerte al estado de Vida.Habiendo sido toda la vida de Cristo una ofrenda al Padre, llegado el momento Él quiso libremente entregarla en una cruz, para que junto con Él y por su sacrificio de oblación se redimieran los pecados de la humanidad entera.Y resucitando, tres días después venciera la muerte, tal cuál venció al pecado. Y saliera del sepulcro, para vestirse de gloria, en la gloria que nos invita a vivir. Así mismo, estamos llamados a abandonar el pecado, a "morir al pecado para resucitar a la vida en Cristo". (Cf. Rm 6, 11)
Autor:
Ana Laura Martínez
TEOLOGÍA FUNDAMENTAL
Página anterior | Volver al principio del trabajo | Página siguiente |