Enterado Estigarribia de que el Mayor brasileño Asunción, se encontraba con un contingente de 500 hombres en el paso de Los Garruchos para hacer pasar a la población de la zona al otro margen del río, ordenó al Capitán de Caballería José del Rosario López que con un destacamento de 400 hombres se dirija al encuentro de los enemigos y los desbaratara, pues éstos constituían un peligro para la retaguardia nacional.
Así lo hizo el Cap. López, pero al llegar al paso de Los Garruchos se enteró que el lugar había sido ya abandonado. Dirigiéndose luego hacia el reencuentro con Estigarribia, fue interceptado por unos 3500 hombres de tropas enemigas, quienes quisieron sacar provecho de la ventaja numerosa que sacaban ante los paraguayos. Pero aún así, el contingente de López resultó victorioso. Se contabilizaron 300 bajas en filas nacionales y unas 1000 en las enemigas.
Ante esta situación, el Mariscal López fue comunicado de lo ocurrido y en recompensa al heroísmo demostrado por el Capitán López, remitió a este último su despacho de Sargento Mayor.
Verificado el pasaje del Uruguay, Estigarribia decidió fraccionar su ejército en dos columnas, una de 7.500 hombres y otra de 2.500. De la columna principal se encargó él mismo, y de la inferior se hizo cargo el Sargento Mayor Duarte. Ambas columnas debían avanzar paralelamente, el Comandante Estigarribia por la margen izquierda, en el territorio de Río Grande do Sul y Duarte por territorio correntino, siguiendo la margen derecha. Debían encontrarse posteriormente frente a Uruguayana, donde actuarían en forma conjunta.
En marcha al objetivo, Estigarribia acampó en Itaquy y Duarte en las proximidades de una aldea llamada de la Cruz. Allí, el Mayor Duarte, se informó de que los Coroneles Paiva y Reguera se encontraban por dicha zona por lo cual decidió enviar a su encuentro al Teniente José Zorrilla con 200 hombres de infantería montada. Como refuerzo de aquel destacamento, el mismo Duarte iría detrás al mando de 400 hombres más.
El resultado fue excelente; en las primeras horas del 21 de julio del año 1865, en el paso Guaviramí, cayeron en manos de Zorrilla, tres puestos de avanzada del enemigo con uno 76 hombres y 17 carretas de civiles, quienes fueron desarmados y puestos en libertad, previo salvoconducto para no ser molestados. En la noche del mismo día, las demás tropas correntinas decidieron replegarse, retirándose unos y entregándose otros.
El 28 del mismo mes, el General Venancio Flores parte de Concordia con un contingente de 4.500 hombres de las tres armas para hacer frente a las tropas de Estigarribia y anular su progresión. Ese mismo día, Estigarribia recibe órdenes del Mariscal de manos del Teniente Joaquín Guillén, cuyo texto decía que una vez llegue a Uruguayana, se haga de víveres y parte inmediatamente sin acampar en el pueblo para no ser rodeado de tropas enemigas. Pero, contrariando nuevamente las órdenes del alto mando castrense, Estigarribia acampa en el pueblo en fecha 5 de agosto. En tanto, el Mayor Duarte se informa de la proximidad de las fuerzas del General Flores y comunica esta situación a Estigarribia, quien al parecer rehúsa creer dicho informe sigue acampado en el pueblo.
Otro punto resaltante como prueba de la inacción de Estigarribia es que desde que las tropas paraguayas acamparon en aquel lugar, estaban siendo vigiladas por un pequeño vapor artillado. Cuando Duarte propuso a Estigarribia abordar dicho barco y tomarlo prisionero, este se negó y en los días sucesivos ese vapor consiguió mandar a pique a numerosas canoas paraguayas.
El 13 de agosto, una división argentina de 4.000 hombres, al mando del General Paunero, refuerza en Santa Ana a las tropas de Flores, quien en conjunto contaba ya con 10.000 hombres, los cuales atacaron a las fuerzas de Duarte el 17 del mismo mes con más de treinta piezas de artillería de apoyo. Duarte, en cambio, no contaba con ninguna pieza de artillería y apenas tenía unos 2.500 hombres.
Flores, atacó el centro paraguayo; Paunero el ala derecha y Goyo Suárez, con su caballería riograndense, se encargó del ala izquierda. Ante tal desproporción desfavorable para las tropas de Duarte, el resultado fue inevitable: 1.600 paraguayos prisioneros y el resto fallecido, sin siquiera ser sepultados por los vencedores.
En cuanto a Estigarribia, quedó desconcertado tras perder a su segundo, intentando desesperadamente una retirada de Uruguayana, pero al rato de partir fue interceptado por el General Canavarro y su contingente de 8.000 hombres. Estigarribia, decidió entrar en combate, pero Canavarro decidió retirarse. El jefe de las tropas paraguayas lo siguió entonces, adentrándose nuevamente en Uruguayana, situación aprovechada por los jefes aliados para sitiar dicha plaza.
Así, un ejército de unos 20.000 hombres rodeó la ciudad, apoyados éstos por una flota de 4 cañoneras, bajo el mando del Almirante Vizconde de Tamandaré. Todo estaba listo y cuando se preparaba el momento del ataque llega al campamento de Estigarribia el Teniente José Zorrilla, quien le entregó tres notas que lo intimaban a rendirse. Sin embargo, la contestación de Estigarribia fue unánime a cada una de las tres intimaciones, sosteniendo que él, responde al Gobierno de la República del Paraguay, presidido por el Mariscal Francisco Solano López, que defiende la causa de su patria y el equilibrio de poderes del Plata.
Ante esta postura, los jefes aliados ordenaron que se inicie el bombardeo del campamento paraguayo. Éste duró varios días, y las tropas de Estigarribia no tenían posibilidad alguna de defenderse de la moderna artillería enemiga. Pronto se acabaron los víveres y los soldados se alimentaron de caballos. Esto obligó al comandante paraguayo a solicitar al máximo jefe de las fuerzas aliadas, General Bartolomé Mitre, la apertura de nuevas negociaciones, sin embargo, el mismo respondió ordenando un bombardeo más enérgico sobre los paraguayos.
El 18 de setiembre de 1865, el Barón de Porto Alegre, remite una intimación a Estigarribia en la que advierte que las operaciones de asalto al campamento paraguayo se iniciarían en dos horas más y que la única manera de evitarlo era su rendición y la de sus hombres, sin condición alguna. Estigarribia accedió al pedido, pero impuso tres condiciones:
1.- El Comandante de la fuerza paraguaya entregará su División y todos los hombres de ella, guardando los ejércitos aliados todas las reglas que las leyes de la guerra prescriben para con los prisioneros.
2.- Los jefes y empleados de distinción saldrán con sus armas, pudiendo elegir el punto donde quieran dirigirse, debiendo el ejército aliado encargarse de su vestimenta y transporte, salvo caso que estos desearen retornar al Paraguay.
3.- Los jefes y oficiales uruguayos que se encuentren al servicio del comando paraguayo, quedarán prisioneros del Imperio, debiéndoseles tener las consideraciones propias del caso.
Inmediatamente recibida la contestación de Estigarribia, se reunieron los jefes aliados, aceptando sin modificación los puntos 1y 3, y estableciendo una aclaración para el punto dos: "todos deberán entregar sus armas y podrán elegir el destino que deseen, siempre y cuando sea distinto al territorio paraguayo".
Para el desarrollo de esta campaña fue lanzada la gran unidad denominada División del Sur, bajo el comando del General Wenceslao Robles. Para este emprendimiento se concentraron más de diez mil hombres en los campos de adiestramiento de Cerro León.
Para que la operación no sufriera trastornos en su fase inicial, el Mariscal ordenó que una escuadrilla de cinco vapores despeje el puerto de la ciudad a atacar. Es así como se logró capturar al "25 de Mayo" y al "Gualegay". Quedaron apresados unos 50 hombres y se apoderaron de 800 machetes distribuidos posteriormente al Batallón Nº 6. Estos barcos, luego de ser reparados en Humaitá, fueron incorporados a la flota nacional.
Al día siguiente de esta gran hazaña, el General Robles desembarcó y ocupó Corrientes con una fuerza de 3000 hombres. En esta acción, el General Bartolomé Mitre, encontró la excusa perfecta para hacer pública su alianza con el Imperio. Argumentaba pues una agresión sin previa declaración de guerra, sin embargo, esta declaración se produjo pero, la nota oficial del Gobierno Paraguayo remitida a la Argentina fue ocultada por Mitre.
El Presidente López, no deseaba considerar a Corrientes como territorio conquistado, antes bien deseaba una ciudad aliada a sus intereses, razón por la cual comisionó al Canciller José Berges junto al General Robles. Así, se convocó a los correntinos el día 17 de abril para que eligiesen a su autoridad provisoria. Sin embargo, el gobierno electo, no tenía trayectoria política ni los integrantes eran caudillos por lo cual apenas recibieron el apoyo de un pequeño destacamento de poco más de 100 hombres.
Una vez obtenido el equilibrio en Corrientes, el Gral. Robles partió rumbo al Sur con una fuerza de 20 a 25 mil hombres debido a los constantes refuerzos que había recibido. Berges quedó en la ciudad, con un contingente de 1500 hombres al mando del Sargento Mayor José de la Cruz Martínez, siendo el segundo al mando el Capitán Benigno López.
Su nuevo campamento fue Riachuelo, sobre la margen izquierda del Paraná. Luego avanzó hasta Goya, ocupando dicho puerto sin mayores inconvenientes. Su comunicación con la capital era constante y fluida. Al disponerse a ocupar la ciudad de Goya, recibe orden del Mariscal de retroceder. Sin embargo, demora en cumplir esta orden, favoreciendo de esta manera intereses enemigos.
Entretanto, en Corrientes, los pobladores opuestos al gobierno provisorio lograban formar un destacamento de 6000 hombres al mando del General Cáceres. La junta se entera de esto e intima a Cáceres a disolver sus tropas, pero este se niega.
Simultáneamente, el Gral. Paunero organizaba un contingente de 4000 hombres para intervenir Corrientes. Para esta acción se encontraba apoyado por una escuadra de 10 vapores al mando del Vicealmirante Francisco Manuel Barroso. Ocho de los vapores abrieron fuego sobre la ciudad y de los otros dos descendieron unos 2000 hombres con piezas de artillería.
El fuego era incesante, sin que se divisase alguna posibilidad de respuesta de parte de tropas paraguayas. El Gral. Paunero logró acampar en la plaza 25 de Mayo, pero decidió retirarse inmediatamente, temiendo un ataque sorpresa de parte de las tropas paraguayas que se habían refugiado en los suburbios.
Pero… ante tal situación de ventaja sobre el enemigo, ¿por qué decidió retirarse el Gral. Paunero? Para contestar esta pregunta es necesario analizar cuál era el plan del enemigo. Se cree que la expedición de Paunero debía ser apoyada por tierra por tropas de los Generales Horno y Cáceres, quienes debían rodear la ciudad de forma a sitiar al enemigo. Pero éstos, no actuaron acorde a lo pautado y Paunero, conocedor de la habilidad estratégica de los paraguayos, decidió retirarse antes que perder más integrantes de su tropa.
El 23 de julio, el Mariscal despacha al Ministro de la Guerra, General Vicente Barrios junto a Robles a fin de proceder a su apresamiento y traslado inmediato al Cuartel General de Humaitá. Esto obedeció a la desobediencia de Robles a las órdenes impartidas por López. Además, durante varios días el citado general dirigió a su tropa sin destino conocido, rondando los campamentos paraguayos.
Así pues, Robles fue arrestado junto a sus colaboradores más cercanos: su secretario, el Capitán Valiente; sus ayudantes, los Tenientes Mateo Romero y Gaspar Estigarribia y los Subtenientes Manuel Gauna y Esteban Ramos. Posteriormente, el General Barrios se hizo cargo del Comando de la División del Sur, siendo reemplazado al cabo de unos días por el General Francisco Isidoro Resquín.
Como consecuencia de las faltas cometidas en el cumplimiento del deber patrio, fue condenado a muerte el General Robles y algunos colaboradores suyos; otros fueron amonestados seriamente y despachados a cargo de otros oficiales.
En octubre de 1865, Berges recibió órdenes del Mariscal de regresar a territorio nacional. Este así lo hizo, ofreciendo la hospitalidad paraguaya a aquellos correntinos que creyeran que su seguridad se viera amenazada. Muchos de ellos, acompañaron a las tropas paraguayas que partieron el 31 de Octubre. La División del Sur, logró también hacer cruzar unas 100.000 cabezas de ganado vacuno a territorio nacional, que más adelante servirían para la alimentación de las tropas nacionales. Esta retirada se produjo sin mayores impedimentos y ante la atenta vigilancia de buques aliados.
El 9 de junio de 1865, llega a Humaitá el Mariscal López y establece allí su primer Cuartel General en campaña. Entre sus primeras acciones se encontraba el haber ordenado que de todos los barcos disponibles se hiciese una selección de los más aptos para una expedición de combate.
De esta manera, fueron seleccionados: el Tacuarí, bajo el mando del Capitán Cabral; el Paraguari, comandado por el Capitán González; el Ygurei, dirigido por el Capitán Alonso; el Ypora, con el Capitán Ortiz; el Marqués de Olinda, Teniente Robles; el Jejuí, Teniente López; el Salto Oriental, Teniente Alcaraz; el Pirabebé¸ Teniente Pereira y el Yberá, bajo la tutela del Teniente Gill.
Así, totalizaban un total de 9 barcos y 34 cañones en total. Pero de ellos, solo el Tacuarí era barco de guerra, el resto eran barcos mercantes artillados apresuradamente para la campaña. Y solamente dos eran movidos a hélice (el Salto Oriental y el Ybera), el resto tenían ruedas, lo cual los hacían muchos más lentos ante la sofisticada escuadra de Guerra de los aliados.
El 10 de junio, mientras se cargaban municiones en los barcos, el Mariscal se reunió con los comandantes de las unidades, encabezados por el Capitán Meza. El plan delineado por López consistía en que antes del amanecer se pase por cerca de la escuadra imperial anclada al sur de Corrientes, para de inmediato efectuar un cambio brusco de dirección hacia los enemigos para abordarlos y posesionarse de ellos. Para el cumplimiento de esto, ordenó que se escogiesen 500 hombres para participar de la operación.
En apoyo a la expedición naval, el General Bruguez emplazó 22 cañones de calibres distintos sobre la barranca del Riachuelo, a fin de abrir fuego desde la costa sobre las embarcaciones enemigas.
Por lado brasilero, han de actuar en conjunto la Segunda División Naval, comandada por el jefe de la División Francisco Manuel Barroso, en la fragata Amazonas y el Capitán de Mar y Guerra José Secundino de Gomensorom, quien comandaba la Tercera División Naval, a bordo del Jequitinhonha. Éstos, apoyados a su vez por el Yguatemy, Paranahyba, Araguaty, Marim, Yvahy, Beberibe, Belmonte, Ipiranga y el Ytajhy, totalizando de esta manera 11 barcos y un total de 69 cañones. Todos ellos, a excepción del Amazonas, movidos a hélice
Camino al lugar indicado, la escuadra paraguaya sufrió un percance con el Yberá, y Meza decidió detener la marcha para reparar la avería sufrida por el citado barco. Esto, representó un error fatal en el futuro inmediato, pues contrario a los planes de López, la escuadra comandada por Meza alcanzó el punto indicado recién en horas de la mañana y cuando se dirigía hacia el Riachuelo para dar el giro de improviso, la escuadra brasilera se había ya percatado de la maniobra y se dispuso para el combate, abriendo fuegos ambos barcos. De inmediato, resultó dañado el Jejuí y en consecuencia ancló en Riachuelo, siendo posteriormente hundido ante la insistencia del fuego enemigo.
El Jequitinhonha, se lazó a toda máquina para llegar primero a la zona de batalla, pero esto le costó cuantiosos daños provocados por la artillería comandada por Bruguez, razón por la cual sus tripulantes se vieron obligados a anclar en la costa chaqueña, pero aún así continuaron abriendo fuego hasta el atardecer.
El Tacuarí¸ el Marqués de Olinda y el Salto, se dirigieron hacia el Paranahiba para abordarlo y tomar posesión de él, pero solo el primero de ellos logró acercarse lo suficiente, pero no pudo abordarlo. Posteriormente, el Salto logró acercarse lo suficiente para posibilitar que 30 paraguayos abordaran el barco enemigo, redujeran a los tripulantes y tomaran posesión de él, bajando de inmediato la bandera del Imperio e izando la insignia patria. Lastimosamente, el Amazonas y otros barcos cañonearon el Paranahiba al percatarse que fue tomado por las tropas paraguayos, quienes ante el incesante bombardeo, se lanzaron al agua y se internaron en territorio chaqueños.
Luego de recuperar el Paranahiba, el Amazonas embistió duramente al Paraguari, obligándolo a ir a orilla, desde donde sus tripulantes siguieron abriendo fuego hasta ser totalmente reducidos por los brasileros. También tuvo que anclar en la orilla el Belmonte, de manera tal a evitar hundirse. El Marqués de Olinda fue dañado severamente y la corriente lo arrastró hasta la orilla.
El Tacuarí y el Ygurei, que también recibieron impactos de cañones, se retiraron lenta y penosamente sin ser molestados por barcos enemigos.
Los paraguayos perdieron 200 hombres, entre muertos y heridos, y los brasileros 300. López premió a la artillería comandada por Bruguez que se hallaba situada sobre el Riachuelo con una medalla de honor por el servicio prestado.
Sin lugar a dudas, el grave error fue cometido por el Capitán Meza, pues queriendo reparar del Yberá, demoró su llegada a Riachuelo. De esta manera, la maniobra realizada fue fácilmente descubierta por la escuadra enemiga al haberse realizado a plena luz del día. Esto, era precisamente lo que el Mariscal deseaba evitar puesto que sabía que si los barcos brasileños reaccionaban, sería una gran desventaja para el Paraguay debido a la moderna flota de guerra del Imperio.
Paso de Patria e Invasión Aliada
Traslado de López a Paso de Patria
El 25 de noviembre de 1865, el Mariscal se traslada desde Humaitá a Paso de Patria y asume el mando directo del ejército. Ordena la fortificación en Paso de la Patria e Itapirú, atento a la invasión enemiga. Con este mismo objetivo, ya había dispuesto que con miras a evitar cualquier intento de invasión naval por parte de tropas aliadas, fueran instaladas en los montes situados sobre la orilla del río Paraguay, cerca de 2 kilómetros de la confluencia con el Paraná, 6 piezas de artillería; otras seis en Itapirú y 60 de las traídas de Corrientes en Paso de Patria, cuya defensa contaba ya con 100 cañones.
También en Curupayty fueron colocados un cañón de 8 pulgadas, 2 d 32 y 14 piezas de Campaña. En Humaitá, solo quedaron artilleros y en la frontera algunos escuadrones de caballería.
Asimismo, se encargó de la reorganización del Ejército, consiguiendo para tal efecto aglutinar a unos 25.000 hombres. También, mandó requisar los caballos de propiedad particular para uso de la caballería.
Los primeros días del mes de diciembre se dio a conocer la sentencia al General Robles, ya esperada por muchos; se trataba pues, de su fusilamiento junto al Mayor Martínez. De esta forma, ambos pagaban por su incompetencia al frente de la Campaña de Corrientes.
Una vez distribuidas las tropas nacionales de manera a realizar una eficiente defensa de la patria, el Mariscal López dispuso que se ejecutaran expediciones al otro lado del río Paraná, de modo a obtener informaciones sobre el enemigo.
La primera de éstas, que se componía de cuatro canoas con 12 hombres cada una, logró desembarcar y asaltar a los correntinos causándoles numerosas bajas y retornando raudamente a la base. A esta, sucedieron muchas otras expediciones de 100 a 200 hombres que siempre regresaba con éxito de la misión a la cual habían sido asignados.
López, confiado por el éxito de las expediciones, dispuso que el 30 de enero de 1866, el Teniente Prieto con 250 hombres desembarcara en Puerto Corrales en donde se hallaban instaladas las avanzadas de la caballería Correntina. Éstas fueron atacadas y perseguidas hasta unos 500 m. de la orilla izquierda del río Paraná. Luego de esta hazaña, Prieto retrocedió y se refugió en un monte cercano para pasar la noche.
Mitre, una vez informado de lo acaecido, ordenó al Coronel Emilio Conessa para que con el 2º, 3º, 4º y 5º batallones de la Guardia Nacional de Buenos Aires, más dos piezas de artillería (unos 1.800 hombres en total), reforzase la caballería del General Hornos, que contaba con una fuerza de 2.500 jinetes.
El 31, después de vadear el arroyo San Juan, hubo un encuentro de fuerzas nacionales dirigidas por Prieto contra un grupo del ejército argentino. La misión de este grupo no era más que atraer a los paraguayos hacia una emboscada, razón por la cual retrocedían cada vez más obligando a los otros a perseguirlos. Luego de 300 m. de persecución, Prieto observó que en la orilla del bosque se hallaban muchas tropas enemigas y ante el riesgo que significaba aquella situación, saco provecho del terreno y ordenó la inmediata retirada siendo perfectamente camuflado por los bosques y pantanos.
Para cruzar por Pehuajó, Prieto dispuso que un grupo de 30 hombres protegiera la retirada ofreciendo inclusive sus vidas hasta que las tropas se hallaren totalmente fuera de peligro. Éstos, cumplieron el deber encomendado con valor y heroísmo siendo muertos por el enemigo.
Una vez al otro lado, Prieto y sus hombres se refugiaron y fortificaron en un monte cercano donde resistieron contra una fuerza enemiga que los superaba ampliamente en número. Luego de unas horas de combate, Prieto recibe un refuerzo de 200 hombres bajo el mando del Teniente Saturnino Viveros, quien inmediatamente ordena el despliegue de sus hombres de manera a extender el frente de lucha para evitar ser flanqueados por el enemigo.
Los aliados por su parte prosiguieron abriendo fuego sobre los paraguayos, en desconocimiento del refuerzo por éste recibido, a fin de quebrar su defensa.
Pero el monte, denominado Picada de Corrales, seguía en poder de Prieto y luego de largas horas de lucha, los argentinos deciden retirarse pues ya había perdido a 4 coroneles, 46 oficiales y 900 hombres de tropa, ante las poco más de 200 bajas sufridas por los paraguayos.
Sin lugar a dudas, esta batalla simboliza el grito de "Abnegación y Valor" proclamado desde siempre por el Ejército paraguayo y el Teniente Prieto es el hito de heroísmo a ser imitado por todos los combatientes, luego de salir victorioso de una lucha con una desproporción numérica de 1 contra 10 (420 paraguayos – 4300 argentinos).
Constitución de las Fuerzas Aliadas para la Invasión al Paraguay
Ejército Argentino: lo coronen la 1º y 2º División de Ejército, de armas combinadas, cada una con 4 brigadas de infantería y 1 Brigada de Artillería; el Cuerpo de Caballería de Vanguardia, constituído por dos Divisionesy el Cuerpo de Observación de Alto Paraná, que comprende también dos Divisiones de 200 hombres cada una. Totalizaban así 25.000 hombres con un apoyo de 33 cañones.
Ejército Brasileño: el 1º Cuerpo de Ejército cuneta con las Divisiones 1º, 2º, 3º, 4º y 6º; 2 Brigadas sueltas de infantería, 2º y 5º División de Caballería y 1 Brigada de Artillería y Servicios. Así, un efectivo total de 33.100 hombres y 48 piezas de artillería. En tanto, el Ejército de Reserva, constituido en Río Grande do Sul, pasó a ser el 2º Cuerpo de Ejército al mando del barón de Porto Alegre. Contaba con más de 26 cañones y unos 14.900 hombres aproximadamente.
Ejército Oriental: contaba con 1 División de Infantería de 2 brigadas de 2 batallones; 1 división de caballería de 3 regimientos; 1 escuadrón de artillería y demás, totalizando 2.850 hombres entre infantes y jinetes.
De esta manera, el ejército aliado disponía de unos 55.000 hombres para la invasión, apoyados con 87 piezas de artillería, 4 acorazados y 25 barcos de madera. A esto, se le debe sumar el Ejército de Reserva, con lo cual totalizaban cerca de 70.000 hombres.
El Paraguay, en contraste a los aliados, disponía de poco más de 25.000 hombres para le defensa, organizados en 17 Batallones y Regimientes de Caballería, apostados todos en Paso de Patria. Para apoyo, contaban con 100 cañones en el mismo lugar, otros 6 en Itapirú y 6 más sobre orillas del río Paraguay. Y para combate naval, no contaba con ningún barco capaz de hacer frente a la moderna flota naval aliada.
Preparación Aliada previa al desembarco
A la vuelta del Almirante Tamandaré, de Buenos aires, la escuadra fondeada en el puerto de Corrientes levanto anclas y navegó hasta situarse en formación de combate desde Puerto Corrales hasta la embocadura del río Paraguay.
El 20 de marzo de 1866 el Cisne, barco de poco calado, fue despachado para remontar el Paraná y ejecutar reconocimientos hasta la altura de Ytatí. Este barco, fue escoltado por los acorazados Tamandaré y Bahía, en los cuales se encontraban Mitre, Tamandaré y otros. Al pasar frente a Itapirú fueron cañoneados sin éxito. Posteriormente, el enemigo decidió efectuar el desembarco en la confluencia del río Paraná con el Paraguay, frente a la isla Cerrito.
Combate de la Escuadra Brasilera contra las Chatas y la Batería de Itapirú
En las proximidades de Itapirú, se encuentra la isla Carayá, en donde se hallaba fondeado el "Gualeguay" con dos chatas, armada cada una de ellas con un cañón de 8 pulgadas.
Con miras a hostilizar a la escuadra enemiga, el 22 de marzo, un barco de nuestra escuadrilla abrió fuego contra ella y de inmediato dos acorazados se aproximaron a ella, viéndose los tripulantes obligados a saltar y refugiarse en el monte próximo a la orilla. El enemigo, trató de apoderarse de la chata abandonada, pero al aproximarse dos canoas para cumplir aquel cometido, fueron exterminados por la fulminante acción de la artillería paraguaya situada en la orilla del río.
El 27 de marzo, otra chata volvió a abrir fuego sobre la escuadra siendo rápidamente rodeada por 3 acorazados. Sus balas de cañón eran de poco calibre y nada podían hacer contra la estructura de aquellos barcos, pero al abrir el Tamandaré una portezuela, recibió el impacto de una bala que le causó numerosas bajas y cuantiosos daños, razón por la cual se retiró de combate. El resto continuó la batalla hasta muy entrada la noche, retirándose después.
Al día siguiente, la chata reinició el fuego y esta vez cuatro acorazados se dirigieron en su dirección para hundirla, pues a pesar de lo frágil de la embarcación, sus fuegos de cañón ya habían causados destrozos significativos a numerosos barcos.
Posteriormente, otra chata fue remolcada por el "Gualeguay", volviendo esta a abrir fuego sobre la imponente escuadra aliada. Ésta, por su parte, contestó la agresión de manera inmediata con el fuego de sus potentes cañones, uno de los cuales atravesó la chimenea del "Gualeguay".
Esta batalla de la escuadra aliada con la batería de Itapirú duró así tres semanas, en las cuales las tropas de Paso de Patria y el mismo Mariscal observaron con asombro el hecho de que una insignificante chata, desde la orilla, logre hacer frente a tan impresionante escuadra naval.
Los aliados, al percatarse que los cañones de flota eran insuficientes, instalaron batería de cañones en la orilla cercana a Corrales, intensificando desde allí sus bombardeos posiblemente con el objetivo de distraer la atención de López del verdadero punto de entrada de la invasión.
El lugar elegido para el ingreso de las tropas invasoras fue frente a la isla Cerrito, tal y cual se menciona más arriba.
Para tal operación fue designado el General Osorio, quien con una columna de 14.000 hombres debía avanzar en dirección a Itaipirú, atacarla y ocuparla para seguidamente realizar reconocimiento hasta una distancia prudencial y asegurar de esta manera el desembarco principal.
La columna de Osorio, tenía distribuidos sus materiales de la siguiente manera:
Brasileros: 12 barcos a vapor, 5 chatas, 6 piraguas, 6 pontones y 90 canoas; eran unos 10.700 brasileros.
Argentinos y orientales: 8 barcos a vapor, 3 chatas y 10 canoas para el transporte de 4.500 hombres.
Para la ejecución del plan se establecieron tres divisiones navales con misiones específicas cada una:
Primera División Naval: tuvo por objetivo bombardear la zona comprendida entre Itapirú y la zona de desembocadura del río Paraguay, de manera a obligar a los paraguayos a mantener posiciones evitando así ataques sorpresivos de estos últimos.
Segunda División Naval: debía bombardear las fortificaciones de Paso de Patria.
Tercera División Naval: su misión era guiar y escoltar a los barcos de transportes.
Combate en el Banco Purutue
Por la noche del 5 de abril un destacamento brasileño comandado por el Teniente Coronel Cabrita, ocupa una isla situada a 1.500 m. de la costa paraguaya y de inmediato apostó en el lugar dos cañones de calibre 68. La isla fue ocupada por alrededor de 2.000 hombres y protegida por la poderosa escuadra aliada.
Ante la mencionada acción enemiga, López ordenó al Teniente Coronel José Díaz para que con 1.260 hombres efectuara un asalto a la isla y desalojara de allí a los brasileros. Para tal cometido, Díaz organizó sus tropas en tres grupos de 420 hombres cada uno.
El 10 de abril, partió el 1º y 2º grupo con destino a la isla, cuya guarnición debía ser sorprendida, atacada y exterminada, en tanto que el 3º grupo quedó en Itapirú como reserva. La primera fracción, era comandada por los tenientes Leonardo Riveros y Pablo Cabrera. La segunda, iba al mando de los Subtenientes José de Luis Martínez y Matía Vargas. La tercera y última quedó bajo el mando de Díaz.
Unas 29 canoas transportaron a los integrantes de las dos primeras fracciones a la isla, favorecidas las tropas por la oscuridad de la noche. Pero el desembarco fue avistado por la guardia brasileña, quienes dieron la voz de alerta a las tropas enemigas.
El enemigo entonces abrió fuego contra las tropas nacionales, pero la caballería paraguaya, mediante un despliegue rápido atacó las trincheras brasileñas y estos se vieron obligados a retroceder. Posteriormente, con apoyo del fuego de la fusilería de los infantes, los paraguayos se apoderaron de las trincheras aliadas.
Cuando el avance paraguayo era cada vez mayor y la lucha entre ambos bando se tornaba más violento, tres acorazados y cinco cañoneras rodearon la isla y abrieron fuego sobre ambos grupos (paraguayos y brasileros).
Díaz, quien observaba todo, envió de refuerzo a 4 compañías al mando de los Tenientes Mateo Moral y Ciriaco Vera. Al mismo tiempo dispuso la instalación de dos baterías de artillería ligera al mando del Mayor Alvarenga y del Capitán Hermosa. Esto último con el objeto de cubrir la retirada de sus hombres ante la inminente persecución por parte de acorazados.
También apoyaba la misión la batería de Itapirú, siempre a las órdenes del Coronel Bruguez. En pocas horas hundió el vapor "Fidelis", matando a Cabrita quien se encontraba a bordo. También quedó inutilizado el "Enrique Martins" tras recibir una certera bala de cañón.
La infantería y caballería también habían desempeñado un rol impresionante, pero ante el acoso del bombardeo enemigo decidieron retirarse. Se calculan 900 bajas en las tropas de Díaz y unas 1.000 en filas enemigas.
La Vanguardia Aliada cruza el río Paraná
El 16 de abril, la escuadra aliada desencadena un cruento bombardeo sobre Itapirú, apoyados también por las baterías del Banco Purutue. Luego de una hora de intenso bombardeo, el General Osorio avanza junto con su columna en dirección a Itapirú.
Pero luego de un kilómetro de viaje cambia de dirección y desembarca en territorio paraguayo con 10.000 hombres, en tanto que la 3º División Naval que había sido su escolta durante la travesía prosigue dos kilómetros más agua arriba de manera a proteger el desembarco del ataque de cualquier barco que pudiera llegar procedente de Humaitá. Las tropas comandadas por el General Flores alcanzan a la columna de Osorio recién por la noche, debido a un fuerte temporal que se produjo en la zona.
Mientras se efectuaba el desembarco, los Capitanes Hermosa y Benegas recibieron orden de colocarse a corta distancia de la 2º División Naval anclada en las cercanías de Tres Bocas a fin de observar el movimiento de los aliados y atacarlos. Apenas llegaron al lugar indicado se iniciaron los tiroteos con las tropas que desembarcaban y siguiendo siempre las indicaciones del Mariscal se retiraron paulatinamente.
El General Osorio, por haber sido el primero en atravesar el río, fue nombrado barón de Hervald.
Al amanecer del 17, la escuadra prosiguió con su intenso bombardeo sobre Itapirú y Paso de Patria.
Osorio, avanza hacia Itapirú con sus 10.000 hombres bajo una defensa espectacular, pues su franco derecho era protegido por el río Paraná y el izquierdo por carrizales y pantano, mientras que hacia el Sur se encontraba la laguna Piris. Bajo estas condiciones, fue atacado por tropas bajo el mando del Teniente Coronel Benítez y 4 piezas de artillería al mando del Capitán Alvarenga, totalizando unos 4.000 hombres.
Debido a las circunstancias anteriormente descriptas, Benítez tuvo que realizar un ataque frontal, lo cual significó numerosas bajas entre sus hombres debido a la superioridad numérica del enemigo. Aún así, siguieron frenando el avance aliado hasta ser sorpresivamente atacados en su flanco izquierdo por el Mayor Deodoro da Fronseca, bajo cuyo mando se encontraban los batallones 11 y 12.
Ante este inesperado ataque, Benítez debió abrir otro frente para defenderse de las tropas del Mayor da Fronseca. Esta situación fue hábilmente aprovechada por Osorio para intensificar sus ataques ante la ya mermada fuerza paraguaya, razón por la cual estos últimos debieron replegarse huyendo hacia Itapirú.
El Mariscal, ante la inminente llegada de los aliados ordenó la evacuación de Itapirú y para protegerla designó al Teniente Coronel José Días al mando de los batallones 20, 37, 39 y 40 y el regimiento 21 de caballería.
Las tropas de Osorio y Flores ocuparon Itapirú el 18 de abril. Esta ocupación era fundamental para las fuerzas invasoras atendiendo que con esto garantizaban el desembarco de las demás fuerzas aliadas. Ese día, la escuadra aliada se aproximó a la costa del Paraná desde donde bombardearon sin parar el Cuartel General del Mariscal López ubicado en Paso de Patria. Ese mismo día, Mitre y Tamandaré instalaron en Itapirú su Cuartel General.
Ante tal situación y en conocimiento del grave error que sería intentar siquiera expulsar a los aliados de Itapirú, el 19 de abril López abandona Paso de Patria y designa al Coronel Bruguez para defender dicho sitio y cubrir la retirada. Al día siguiente, López instala su nuevo Cuartel General en Nduré.
Luego de un reconocimiento, el Mariscal se percata de que el terreno más favorable para una defensa eficaz es Bellaco Norte. Así, decidió ocupar la línea que se extiende desde la orilla del monte del Sauce y pasa por Paso Gómez, hasta alcanzar Estero Rojas. Además, contaba con buenos caminos hacia Humaitá que era la base central de sus operaciones.
El Plan del Barón de Porto Alegre
De acuerdo al plan aliado, mientras las fuerzas comandadas por Mitre atacaban por el frente, el Barón de Porto Alegre, que se había desplazado de Río Grande do Sul con 14.000 hombres, 50 piezas de artillería y 14.000 caballos, debía cruzar el Paraná, frente a Encarnación de modo a atacar el flanco izquierdo del ejército paraguayo.
Al tomar el Mariscal conocimiento de esta maniobra, ordenó al Mayor Núñez para que con 3.000 hombres y 12 cañones se disponga a enfrentar al barón.
Pero Porto Alegre, al llegar a Santo Tomás, y luego de permanecer allí por 45 días, recibió una nueva orden, la cual era seguir por la costa del Paraná hasta alcanzar Itapirú, en donde desembarcó en julio, para reunirse con los aliados que se hallaban en Tuyutí.
El 26 de abril, queriendo sondear las posiciones paraguayas, el General Flores efectúa un reconocimiento con un fuerte contingente compuesto de cuatro batallones y dos escuadrones de caballería, siendo rechazado por las tropas del Capitán Pérez, quien ocupaba uno de los puestos de nuestra avanzada.
Tres días más tarde Flores vuelve a intentar lo mismo con 7.000 hombres, pero luego de intenso combate con la avanzada paraguaya no logra quebrar la resistencia y decide replegarse.
El Mariscal, deseoso por saber con exactitud el territorio ocupado por los aliados despacha al Teniente Coronel José Eduvigis Díaz para que con 5.500 hombres y seis piezas de artillería, sorprendiera a la vanguardia aliada con ataques simultáneos.
Con miras a cumplir la misión que se le había encomendado, Díaz decide avanzar por los tres pasos posibles: por Paso Piris, se desplazó el regimiento 4 comandado por el Teniente José de Jesús Martínez flanqueando el ala izquierda del enemigo hasta reunirse con el Regimiento 21; por el Paso Sidra, irá el Regimiento 21, comandado por el Capitán de Jesús Páez, y luego de cruzar el estero se reunirá con el Regimiento 4, formando la fuerza de vaguardia comandada por el Teniente Coronel Fidel Valiente; y finalmente, por Paso Carreta, avanzarán 2 regimientos de Caballería que atravesarán este paso y caerán sobre el enemigo. En calidad de reserva, se apostarían en las proximidades del Paso Sidra 3 batallones y 1 regimiento de Caballería, que contarían con baterías de artillería para apoyar el ataque.
El 2 de mayo, Díaz cruza el Estero Bellaco Sur sin ser visto por los aliados
Una batería de artillería y el 7º Batallón de infantería brasileña, sorprendidos por la columna de Valiente, abandonan sus puestos dejando 4 cañones que posteriormente son dirigidos al Cuartel General por los paraguayos.
Mientras se producía este encuentro entre la vanguardia nacional y la avanzada enemiga, la batería del Coronel Bruguez bombardeaba las posiciones adversarias, en apoyo a la infantería paraguaya.
La columna de Martínez y Páez, se unieron luego del cruce el Estero para el ataque al enemigo, mientras la Caballería cae implacable sobre las posiciones del Regimiento 1 argentino. Este regimiento quiso replegarse para obligar a las tropas paraguayas a adentrarse más hacia la avanzada aliada, pero la rapidez de la acción de las fuerzas de la nación logró cortar el objetivo del enemigo, mediante un encarnizado combate cuerpo a cuerpo. El comandante Segovia, jefe del regimiento argentino, ordenó la retirada al percatarse de la venida del regimiento 7, paraguayo, bajo el mando del Capitán Ovando, quien venía en apoyo a sus compatriotas.
La misión de Díaz era desbaratar la avanzada del adversario, pero emocionado por los éxitos obtenidos prosiguió marchando hacia donde se encontraba el ejército aliado. Lo más hábil en aquellos momentos era retornar a la base con la victoria obtenida y con el armamento del cual tomaron posesión, pero Díaz recién detuvo la marcha al alcanzar a las tropas aliadas y Mitre ordenó el contraataque, con la intervención de unidades que pretendieron cercar a los paraguayos, pero el comandante de las fuerzas nacionales ordena una rápida retirada en dirección a Estero Bellaco Sur.
Pero sin lugar a dudas, la estirpe guaraní una vez más demostraría el valor para salir de tan delicada situación. El Batallón Nº 1 al mando del Capitán Orihuela, quien se encontraba en la boca del Paso Sidra, abrió fuego sobre la columna que perseguía a Díaz y sus hombres posibilitando así la retirada de éstos.
Al mismo tiempo, en paso Carreta, el Teniente Genaro Escato, con 200 infantes, se batía con 4 batallones argentinos apoyados por 4 piezas de artillería. La misión de esta columna argentina era justamente posicionarse de este paso, pero ante las numerosas bajas causadas por los paraguayos se detuvieron.
Pero, las tropas aliadas, lejos de rendirse en la búsqueda de su objetivo, insistieron en su afán de cortar la retirada paraguaya. El Coronel Bruguez, quien observaba lo acaecido, instala su artillería en una altura propicia para la defensa y ordena un intenso fuego sobre el enemigo. En tanto, Díaz se lanza al ataque de los 4 batallones que habían pasado por el paso Sidra, consiguiendo dividirlos en grupos de dos. Esto, creo un caos en la organización aliada y emprendieron la retirada, dejando hombres muertos, heridos y numerosos armamentos.
Posteriormente, dado el desempeño excelente demostrado por el Teniente Coronel Díaz, el Mariscal Francisco Solano López lo asciende al grado inmediato de Coronel.
Luego del combate de Estero Bellaco, los paraguayos se instalaron definitivamente en Bellaco Norte.
Los puestos avanzados, constituidos por destacamentos y comandados por el Comandante Avelino Cabral y Mayor Luis González, fueron instalados sobre los pasos del Estero Bellaco Sur y su misión era más de observación que de ataque.
López había trasladado el Cuartel General a Paso Pucú para evitar ser alcanzado por la artillería de la escuadra brasileña que amenazaba atacar Curupayty.
El ejército aliado, alcanzó Tuyutí el 20 de mayo y lo ocuparon en escalones. El derecho fue ocupado por el ejército argentino comandado por el General Bartolomé Mitre; en el centro se estableció el General Flores y en el escalón izquierdo se ubicó el ejército brasileño bajo el mando del General Osorio. En el centro de las posiciones fue construido un gran reducto rectangular y otro de menor proporción en sus cercanías hacia Piris.
Así, ambos ejércitos se quedaron apostados frente a frente; López con 25.000 hombres defendiendo el Estero Bellaco Norte y los aliados, ubicados en las lomas de Tuyutí, con 45.000 hombres. La distancia que separaba a los ejércitos era de unos 4.100 m.
En la noche del 23 de mayo de 1866, López mantuvo una reunión con sus jefes militares a fin de indicarles el curso de las acciones a seguir. Planeaba pues tomar la iniciativa de la ofensiva, penetrar en Tuyutí y atacar simultáneamente los flancos del enemigo, bordeándolos para atacar la retaguardia y cortar las comunicaciones.
Concentra para el logro de su cometido todo su ejército hacia Tuyutí para atacar el frente enemigo y envolverlo en dos fuertes columnas que debían unirse en la retaguardia del adversario, ocupando los pasos principales del Bellaco Sur para apoyarse mutuamente y sostenerse allí hasta la obtención del éxito. Este movimiento debía ser ejecutado de manera sincronizada, pues ante la supremacía numérica del enemigo la mejor ventaja consistía en el elemento sorpresa.
Siguiendo con la misión, López encomendó al General Francisco Isidoro Resquín una columna de 8 regimientos de caballería, con los cuales podía bordear al enemigo para sorprenderlos por detrás. El Teniente Coronel Hilario Marcó, con una columna de 4 batallones de infantería y 4 regimientos de caballería, debía caer sobre el centro del enemigo.
Por otro lado, la columna bajo el mando del Coronel José Eduvigis Díaz, compuesta de 5 batallones, 2 regimientos de caballería y una batería de artillería, debía ser organizada en el Monte Sauce y atacar el ala izquierda de los aliados.
Otra columna, a las órdenes del General Vicente Barrios y compuesta de 6 batallones, 2 regimientos de caballería y una batería de artillería, debía cruzar el Monte Sauce y desembocar en el Potrero Piris, avanzar por el Boquerón del Sur, caer sobre la espalda enemiga y allí unirse a la columna de Resquín.
En la mañana del 24, Resquín se hallaba en posición en espera de la señal convenida, al igual que Díaz, quien se encontraba atento al aviso del General Barrios. Pero por problemas durante su travesía, Barrios llegó al punto indicado recién a las 11:30 con un retraso de alrededor de dos horas y media, siendo este el motivo del retraso en el inicio de las hostilidades.
En el centro, los batallones de Marcó irrumpieron sable en mano sobre los puestos de avanzada aliados, atacaron dos batallones orientales y sus ocupantes se retiraron rápidamente.
Al producirse esta acción la artillería enemiga ubicada en el centro abrió fuego sobre las tropas paraguayas, pero éstas a pesar de todo con sucesivos ataques lograron apoderarse de las trincheras enemigas. Los defensores argentinos huyeron, dejando sus cañones abandonados y cuando los paraguayos se disponían a utilizarlos, un sorpresivo ataque de la reserva argentina embistió a las fuerzas nacionales recuperando así su armamento.
El Coronel Díaz atacó la izquierda enemiga, pero el terreno no le era favorable, pues, además de soportar el bombardeo enemigo se vio obligado a cruzar un estero. Como tenía también la misión de proteger la retirada de la columna de Barrios, amenazada ya por los brasileños, Díaz se retiró con el resto de sus tropas para ocupar su nueva posición, momento en el cual se percató del inminente ataque de un batallón imperial.
A Díaz entonces, se le ocurre que la banda ejecute una música nativa, acompañada de vivas y hurras entusiastas y así lo ordena. Su plan surgió efecto, pues el enemigo se detuvo pensando que se enfrentaría con una fuerza numerosa. Esto, dio tiempo suficiente a Barrios para salvarse él y sus tropas.
Barrios debía aparecer en la retaguardia del enemigo al salir al Potrero Piris y para tal efecto organizó rápidamente sus tropas lanzándose luego al ataque de un regimiento de caballería y un batallón brasilero. Los brasileños, son exterminados y unos pocos sobrevivientes quedan desbandados. Pero, los aliados refuerzan su presencia logrando hacer retroceder a las tropas paraguayas, que luego de reorganizarse emprenden de nuevo una embestida contra el adversario, consiguiendo desorganizarlo.
Así se mantuvo la situación, hasta que por la cada vez mayor cantidad de aliados en comparación a las fuerzas paraguayas y dado también que el General Resquín no aparece para apoyar a Barrios, este decide ordenar la retirada.
Resquín por su parte, cumplió dignamente su deber al arrasar con las fuerzas enemigas que encontró en su avance, pero al no seguir la orden dada por el Mariscal, dejó sin cobertura a la columna de Barrios, posibilitando el ataque aliado.
Resquín, entusiasmado por la victoria obtenida en su avance, ingresa hacia el territorio enemigo y se mete en una cruenta lucha con tropas aliadas quedando expuesto al bombardeo de la artillería enemiga. Luego de éstas acciones, Resquín se retira y decide cumplir la orden inicial, pero sus tropas ya habían mermado bastante y en la travesía vuelven a enfrentarse a fuerzas nuevamente superior en número, viéndose en estas situaciones a ordenar la retirada.
Sólo el intrépido Mayor Olavarnieta, consigue con un puñado de valientes hombres alcanzar la retaguardia enemiga, pero al no encontrarse con la columna de Barrios que ya había emprendido la retirada, decide retornar a la base y en el trayecto se enfrenta al adversario y mueren la mayoría de sus hombres.
La Batalla de Tuyutí duró unas cinco horas y media aproximadamente. Fue la lucha de mayor magnitud, no solo por las numerosas bajas (5.000 paraguayos y unos 3.900 aliados), sino también por la cantidad de armamentos empleados.
Es posible que la importancia histórica de esta batalla sea trascendental, pues de haber resultado en victoria para el ejército por López dirigido, hubiese posiblemente significado el éxito paraguayo en la guerra. Lastimosamente, el plan ideado por el Mariscal no fue ejecutado con la precisión que requería el caso. El retraso de las tropas de Barrios hizo que se pierda el elemento sorpresa. A esto, debe sumarse la desobediencia del General Resquín a seguir el plan original.
En mérito a su buena actuación, López ascendió a muchos jefes y oficiales. Entre ellos, figuran los Coroneles Díaz y Bruguez, quienes alcanzaron el grado de General.
Posteriormente, el Mariscal organizó equipos de búsqueda de sobrevivientes de la catástrofe. Se encontraron numerosos heridos hasta 6 días después de concluida la batalla. El hambre y el dolor les carcomían hasta el alma. Todos ellos fueron trasladados a la Sanidad.
López, aprovechando la inactividad del enemigo luego de la batalla, reorganizó su ejército, formando nuevas unidades de los hombres que restaban después de la lucha. De esta manera logró formar 8 batallones de infantería y 4 regimientos de caballería.
En ese estado, el 14 de junio ordenó el desencadenamiento de un fuerte bombardeo sobre las posiciones enemigas. Pero, el alcance de nuestra artillería solo pudo alcanzar la vanguardia aliada comandada por el General Flores, cuyo puesto de comando fue destechado por una par de granadas cuando se encontraba de reunión con Mitre, salvándose ambos por milagro. Durante este primer día de bombardeo, los aliados perdieron a unos 80 hombres.
Los aliados contestaron la hostilidad con otro bombardeo igualmente intenso pero ineficaz debido a defecto en las espoletas de las granadas.
Para fines de junio del año 66, el ejército de López se hallaba compuesto por alrededor de 20.000 hombres.
Una vez reorganizado su ejército, el Mariscal se colocó en posición estratégica ante la pasividad del enemigo. Entonces, el 10 de julio toma la iniciativa y dispone que dos batallones se dirijan al paso Leguizamón que estaba ocupado por un batallón de infantería argentino. Éstos, al ser atacados, recibieron apoyo de otros tres batallones y ante la supremacía numérica del adversario decidieron replegarse hacia la base queriendo obligar al enemigo a perseguirlos hasta donde se encontraba el resto del ejército pero ellos hábilmente detuvieron la marcha a una distancia prudencial de las fuerzas paraguayas.
El 11 de julio, el Mariscal dispuso que 2.500 hombres al mando del Coronel Elizardo Aquino ataquen y conquisten el norte del mencionado paso Leguizamón. El enemigo, mediante sus observadores se percató del movimiento paraguayo y se preparó para repeler el ataque.
El batallón 13, junto con dos pelotones de caballería ocuparon una isleta situada al norte del paso y ese mismo día, el Batallón Corrientes, había destacado una compañía para realizar la ocupación del mismo punto.
Las fuerzas paraguayas logran repeler al enemigo con apoyo de los batallones 13 y 20, mientras que los aliados también reciben apoyo de la División Arredondo. La lucha es intensa y el pastizal intermedio entre ambos bandos es incendiado posibilitando la retirada aliada.
El regimiento 10 de caballería, paraguayo, entró en combate ocupando la zona oeste del paso Leguizamón y para evitar su avance el batallón de 1º línea opuso resistencia siendo lentamente aniquilados por el fuego de la infantería paraguaya. La situación del adversario era crítica y el Coronel Rivas ordenó al jefe del Batallón de 1º línea, Coronel Rossetti, que emprenda la retirada. Aún en retirada, fueron perseguidos por los paraguayos hasta cerca del grueso del ejército aliado donde la artillería enemiga lograba ya alcanzar a nuestras tropas.
Posteriormente, Mitre ordenó la reocupación de Yatayty Corá, que una vez efectuada provocó la reacción inmediata de las fuerzas paraguayas que se lanzaron al ataque. Los ocupantes fueron socorridos de inmediato por otros varios batallones al mando del Coronel Rivas, razón por la cual el ejército paraguayo se retiró de la lucha.
Ante la continuidad de la pasividad de los aliados, el Mariscal dispuso de nuevo una operación de combate para obligarlos a salir de sus posiciones. Consistía este nuevo plan en amenazar el ala izquierda del enemigo para después atacar su retaguardia; éstos, deberían moverse y allí serían atacados por separado.
Para la ejecución del plan se construyeron trincheras en las cuales se colocaron piezas de artillería dispuesta para atacar a los aliados, quienes al percatarse del movimiento paraguayo realizaron un intenso bombardeo sobre la zona.
Osorio, comunicó a Mitre lo acontecido y éste ordeno la pronta ocupación de las trincheras paraguayas, pero Osorio quien se encontraba enfermo decidió esperar por el General Polydoro, quien lo relevaría en sus funciones. Pero Polydoro, lejos de iniciar rápidamente el ataque, se interiorizó primeramente de la situación de su ejército lo cual dio tiempo para la fortificación de la defensa paraguaya. Sin embargo, ante la insistencia de Mitre, Polidoro cambia de decisión e inicia la ofensiva de inmediato.
Para ejecutar la misión, el General Souza se desplazó con su división hacia el monte sauce muy cerca de las trincheras paraguayas a la espera de la señal de inicio. Esta señal se dio a las 05:30 del 16 de julio con un vigoroso asalto brasileño. Las constantes embestidas obligan a los paraguayos retroceder hacia el monte y continuar desde allí la lucha. Logran luego recuperar su posición con la ayuda de un refuerzo recibido por el Coronel Elizardo Aquino.
Ante la tenaz resistencia paraguaya, los aliados siguieron sumando refuerzos y a las 09:30, ante las bajas sufridas la división de Souza fue reemplazada por otra al mando del General Argollo.
Argollo, quedó sorprendido del ímpetu de los paraguayos y solicitó más refuerzos, acudiendo en su ayuda una división a cargo de Coronel Conessa. Ya muy entrada la noche, los combatientes se dieron una tregua, aprovechada por los brasileros para el relevo de Argollo por una división a cargo el General Victorino. Hacia prosiguió el combate que en total duró 17 horas.
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