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Radiografía de los partidos políticos argentinos (página 2)

Enviado por ecrevari


Partes: 1, 2

  1. Reclutamiento civil para la labor y la acción política.
  2. Capacitación vinculada con la instrucción cívica de la comunidad y la formación política de sus miembros.
  3. Generación de dirigentes políticos en condiciones de constituirse por vía electoral en líderes o representantes legítimos.
  4. Garantía para la vigencia de la libertad de información, expresión y del pluralismo, a través de la representación de las minorías.
  5. Secularización de la cultura política a través de procesos de conversión de valores, creencias, y actitudes, que transforman tendencialmente lo simple en complejo.
  6. Control político y reaseguro de la competencia política y la alternancia en el poder.
  7. Formulación, implementación y adjudicación de políticas, asociado a las funciones legislativa, ejecutiva y judicial del sistema republicano.

Sin embargo, la realidad, lejos de evidenciar a los partidos como instituciones fundamentales abocadas al desempeño de dichas funciones, refleja pálidas estructuras carentes de financiamiento genuino y transparente, y lo que es peor: vacías de contenido y de participación social. ¿Qué partidos se presentan hoy en la Argentina? La respuesta no es sencilla, pero el grado de debilitamiento bien surge como un síntoma de un mal que corroe las entrañas partidarias sin excepción, al igual que la ausencia de propuestas y la baja disciplina de quienes participan políticamente en ellos.

A modo de clasificación ligera, es posible encontrar en la actualidad ocho tipos de partidos políticos, a saber:

  1. Partidos Movimientistas: refiere a aquellas expresiones partidarias caracterizadas por fronteras poco nítidas y reglas orgánicas laxas. La disciplina partidaria es considerada en forma indirecta, en relación a sectores diversos subordinados a un sistema de liderazgo fuerte y verticalista. El peronismo, a lo largo de su historia, se ha caracterizado por un esquema semejante, y el presente lógicamente no constituye la excepción. Así el Frente para la Victoria -epicentro de la coalición oficialista- se nutre con el aporte de organizaciones políticas heterogéneas que responden a la autoridad -no siempre clara- y al carisma del presidente. Así es posible encontrar en modo satelital una constelación pretendidamente "transversal" de partidos o fragmentos partidarios con origen justicialista o radical, junto a partidos de menor envergadura como la Democracia Cristiana, el Partido Intransigente y otros, coexistiendo con organizaciones sociales diversas como la Confederación General del Trabajo, organizaciones empresariales, rurales, movimientos sociales diversos, etc. sin mayores reglas de juego que las que surgen de un proceso constante de articulación discrecional entre líder y bases.

    1. Partidos que acatan las decisiones institucionales: a pesar de su frágil situación, operan con arreglo a ciertas decisiones emanadas de sus cuerpos orgánicos o autoridades. Se supone que en estos partidos el funcionamiento orgánico constituye la base para la construcción de consensos generales que posteriormente nutren al partido de programa. La UCR, el Partido Comunista, o el Partido Socialista fueron durante décadas los partidos que más se encuadraron en este formato. En la actualidad las decisiones partidarias institucionales resultan tan escasas, como proclives a no ser revalidadas en los hechos por los actores que desempeñan roles de conducción o representación. Vale decir: no hay casos que puedan ser considerados efectivamente encuadrados en este subtipo, si se toma como marco de referencia un mediano plazo.
    2. Partidos que NO acatan las decisiones institucionales: a pesar de contar con un despliegue más o menos significativo en lo que concierne a sus estructuras internas de organización, los partidos devenidos en este subtipo carecen de disciplina interna, lo que mella su grado de coherencia final. Es el caso actual de la Unión Cívica Radical, que se encuentra en un lamentable proceso de relajamiento y atomización partidaria. Sus estructuras, a pesar de contar con autoridades constituidas, carecen de poder como para fijar políticas de partido que luego resulten acatadas por sus bloques parlamentarios, prevaleciendo intereses de tipo coyunturales, provinciales, o locales por sobre toda expresión de carácter nacional y federal.
  2. Partidos Pseudo Institucionales: son aquellos caracterizados por un funcionamiento más o menos relacionado a prácticas impersonales determinadas por la vigencia de cuerpos orgánicos con arreglo a cartas orgánicas, reglamentos o disposiciones internas, y que cuentan con ciertos mecanismos electorales internos para la elección de autoridades partidarias y/o cargos de representación. Al cabo de más de veinte años de vigencia democrática, el grado de involución es ostensible. Es que en lugar de tenderse hacia un esquema institucional, los partidos políticos se han alejado de este tipo de funcionamiento. Incluso aquellos que contaban con formas semejantes hoy evidencian organizaciones subalternas deficientes o vaciadas de participación y funcionamiento efectivo. El desarrollo para este tipo de esquemas fluctúa entre:
  3. Partidos Verticales: se corresponden con aquellos organizados bajo un liderazgo de características exclusivas. En general, su máximo líder es también su fundador, el cual articula un modelo de organización funcional basado en amplias prerrogativas y un amplio margen de maniobrabilidad personal en términos de pragmatismo político. Pueden contar con estructuras orgánicas internas, aunque éstas no necesariamente operan con la autonomía necesaria, sino más bien como instancias de refrendo de las decisiones de un líder que adopta el rol de "mascarón de proa". Sus ámbitos reales de decisión no necesariamente se corresponden con sus cuerpos orgánicos, sino con la vigencia de "mesas chicas" de notables que no necesariamente participan orgánicamente en la vida partidaria. Intentan sustituir su escasa vida interna a partir de una presencia permanente del líder en los medios masivos. Como ejemplo podrían considerarse a la Coalición Cívica, de Elisa Carrió; Recrear, de Ricardo López Murphy; Unión por Todos de Patricia Bullrich, el casi extinguido Acción por la República, etc.
  4. Partidos Tecnocráticos o de Empresa: se caracterizan por una organización partidaria interna de baja intensidad, subordinada a una suerte de mesa directiva conformada por un esquema de tipo gerencial en el que se sustituye la figura del cuadro por la de un empleado abocado a una labor de consultoría, asesoramiento técnico, o tarea administrativa, de la que puede obtener remuneración efectiva. El criterio predominante es el énfasis por el dominio de lo profesional-tecnocrático a expensas de lo político-ideológico. No se procura aquí contar con un despliegue geográfico permanente. En todo caso, éste surge como consecuencia de acuerdos coyunturales que procuran nutrir de adhesiones y votos al partido, a través de acuerdos de adhesión indirectos con fuerzas o fragmentos de otros partidos; relaciones de tipo clientelar con líderes de base territorial; o bien, acuerdos superestructurales con líderes de variada procedencia considerados eventualmente cercanos desde lo simbólico o electoral. Sus propuestas a menudo son el resultado de procesos vinculados al mundo del management, como las técnicas no masivas del brain-storming, think-tank, o focus-groups. Se subvencionan con aportes del mundo empresario nacional o internacional, aunque tambiénes frecuente la utilización de actividades orientadas al fundrising o captación de fondos. Una expresión de este modelo lo constituye el partido Compromiso para el Cambio de Mauricio Macri.
  5. Partidos Provinciales o Locales: corresponden a expresiones de características regionales en los que se enfatiza los intereses de zona por sobre cuestiones de índole nacional, bajo una lógica que consiste en concentrarse expresamente en lo particular como el de desvincularse de lo general. Ocasionalmente pueden establecer alianzas o coaliciones con expresiones semejantes, o con partidos de perfil nacional, aunque éstas suelen ser el resultado de objetivos estrictamente electorales, más que de naturaleza programática o gregaria. Dado que el interés predominante se vincula a la obtención de resultados y a la canalización de demandas regionales, cuentan con gran flexibilidad para la articulación de acuerdos de mayor porte. En todas las provincias argentinas existen partidos de esta especie, como también en centros urbanos de alta o media concentración poblacional. Un ejemplo lo constituye el MOPOF (Movimiento Popular Fueguino) de Tierra del Fuego, o el partido vecinalista Acción Comunal de la localidad bonaerense de Tigre, que a través de su fundador Ricardo Ubieto, gobernó dicho municipio desde 1987 hasta su muerte, en 2006. El deterioro de la figura de partido nacional, redundó en un crecimiento de este tipo de partidos provinciales o municipales.
  6. Partidos Autorreferenciados: son aquellos que a pesar de contar con una más o menos intensa dinámica interna, no cuentan con una inserción político-social efectiva. El parámetro de lo ideológico resulta determinante para la vida política, lo cual determina su alta rigidez en materia de acuerdos de mayor alcance, inestabilidad interna, y alta predisposición a la fractura y atomización infinitesimal. Las decisiones son adoptadas con arreglo a tamices doctrinarios que ocasionalmente operan como auténticos dogmas, que definen la pureza o la impureza política. Con frecuencia la realidad puede llegar a ser considerada como un producto que debe ajustarse a la clarividencia intelectual interna, o como reflejo de una filosofía de la historia que, como hilo conductor, todo lo vincula. Numerosos partidos de izquierda se ajustan a esta lógica, como el Partido Obrero, el Movimiento al Socialismo, el Movimiento Socialista de los Trabajadores, el Partido Comunista, etc., aunque por cierto no son los únicos. Desde el polo opuesto, existen partidos como la Unión de Centro Democrático que ofrecen una situación similar.
  7. Partidos Horizontales o movimientos Sociales: son una suerte de híbrido entre los casos 1, 3, 5, y 6. Estas expresiones se caracterizan por expresar demandas estrictamente sectoriales aunque sobre la base de un gran déficit orgánico, y recurriendo a la movilización social como mecanismo de funcionamiento interno sustituto, o de presión para lo externo. Ocasionalmente cuentan con estructuras internas de base con eje en el modelo de asamblea, y líderes emergentes de un esquema de acción política directa, no intermediada por instancias intermedias, y supuestamente en diálogo directo con las bases. Su labor consiste en la presencia permanente de los líderes con su comunidad o grupo de referencia, conjugando cotidianamente políticas asistencialistas y de naturaleza más emparentada con la labor gremial, de protesta, y de demanda social. Las diferentes organizaciones piqueteras constituyen el ejemplo más característico.
  8. Partidos "Sello": aunque son citados aquí fundamentalmente a modo de clasificación residual, existen en la Argentina numerosas expresiones partidarias que, con mayor o menor despliegue político y electoral en el pasado, carecen en la actualidad de sustento político y social. Sin embargo, no necesariamente deben ser vistos como neutros en materia política, dado que pueden ser utilizados como andamiaje electoral ocasional, y eventualmente pueden formar parte de un frente, alianza o coalición de mayor porte a los efectos de obtener cargos de representación y no perder personería jurídica. A modo de ejemplo, puede citarse al viejo partido Unión Popular, oriundo de la época en la que el Partido Justicialista se hallaba proscripto. Hacia fines de la década de 1950 este partido contó con la adhesión masiva del voto peronista para la elección a gobernador de la Provincia de Buenos Aires en la que triunfara el líder peronista Andrés Framini, para luego, con el transcurso de los años, ir adoptando un comportamiento político errático, de acompañamiento frentista, y de baja intensidad. En 2007 el Partido Unión Popular oficia de fachada formal para la postulación a gobernador de la Provincia de Buenos Aires, del diputado nacional y empresario de origen peronista, Francisco de Narváez.

A la luz de lo expresado, ¿qué conclusiones se pueden extraer? Muchas, aunque todas lamentables. En ello el gobierno nacional, desde su propia falta de vocación política de modernización y cambio en materia de reforma política debe rendir cuenta. La tan estentórea como nula reforma política -anunciada en tiempos no muy pretéritos por el ministro del Interior Aníbal Fernández- quedó en un mero anuncio o como una táctica de reclutamiento para la concertación "plural".

Más grave aún es lo referido al sostenimiento económico. Es que siguen siendo muy oscuros los "procedimientos" aplicados, en relación a los recursos del Estado destinados a la sustentación, lo que permite sospechar de discrecionalidad política a la relación Ministerio del Interior, partidos políticos. ¿Quiénes reciben los fondos? ¿Cuándo? ¿Cuántos? ¿De qué forma? ¿Cómo dichos fondos redundan en la capacitación de sus dirigentes? ¿Cómo pueden sustentar los partidos políticos sus campañas electorales? A estos interrogantes deben sumarse ejercicios contables dudosos o inexistentes por parte de muchos partidos políticos en lo que refiere a rendir cuentas de los fondos públicos y privados percibidos.

El panorama, como se afirmara, es lamentable. Los partidos, pese a su trascendencia constitucional, son cáscaras vacías condenadas a la manipulación, la discrecionalidad y al juego cerrado ausente de participación. Toda democracia evoluciona a partir de la evolución de los partidos políticos. ¿Evoluciona la democracia argentina? Existen indicadores que lo ponen en duda, como la permanente -y nunca penalizada- deserción civil, pese al carácter obligatorio de los compromisos electorales; la baja participación ciudadana; la doble vía del clientelismo político; o la plena vigencia de decisiones superestructurales de aspectos que hacen a la vida de todos.

Un auténtico cambio necesariamente requiere un sincero pacto de elites como puntapié inicial, que luego procure ser legitimado a través de una creciente participación cívica y pluralista. No parece ser éste el camino que se transita en la actualidad.

 

Esteban Crevari

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