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Estrategias para Sembradores de Iglesias


Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. Llamados a captar la visión de Dios
  3. Sembrar nuevas iglesias: la visión de Dios y hoy, nuestro compromiso
  4. Dios necesita hombres y mujeres comprometidos con la Evangelización y la siembra de nuevas iglesias
  5. Sembrar nuevas iglesias comienza sacando a Satanás de nuestros territorios
  6. Sembrar nuevas iglesias: de las palabras a los hechos
  7. Estrategias eficaces en la siembra de nuevas iglesias
  8. El gran compromiso: Asegurar la sostenibilidad de la nueva iglesia

"Extiende tu territorio…."

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"Ensancha el lugar de tu tienda, extiende las cortinas de tus moradas, no escatimes; alarga tus cuerdas, y refuerza tus estacas."(Isaías 54:2, Biblia de Las Américas)

Seminario Virtual por Ps. Fernando Alexis Jiménez

Introducción

Sembrar nuevas iglesias es sembrar para la eternidad

"Porque allí donde dos o tres de ustedes se reúnan en mi nombre, allí estaré yo."

(Mateo 18:20, Traducción en Lenguaje Actual)

El conocido autor y conferencista, David J. Hesselgrave, quien por años sirvió como misionero en el Japón, escribió: "Si desea plantar algo que dure una estación, plante una flor. Si desea algo que dure una vida, plante un árbol. Si desea algo que dure por la eternidad, plante una iglesia". Él lo testimonió con su experiencia. Iba más allá de las palabras.

La iglesia primitiva sembraba nuevos espacios de reunión donde predicar el Evangelio, sin embargo en nuestro tiempo las denominaciones han centralizado el trabajo esforzándose por construir mega-iglesias y no por expandir su trabajo a otras zonas de la ciudad o de la región en la que tienen su centro de operaciones.

Esta actitud dista mucho del propósito original de Dios direccionado a alcanzar las naciones, y por tal motivo, a todas las personas sin distingo de raza, credo, convicción política o cultural. Todo cristiano, y permítame por favor hacer énfasis en este aspecto, absolutamente todo creyente en el Señor Jesús tiene el compromiso ineludible de ayudar en la extensión del Reino de Dios.

El autor y conferencista, Juvenal Santos describe su experiencia al asumir el compromiso de salir de las cuatro paredes del templo para ir a ganar almas: "Es un gran privilegio cuando el Señor llama, y él nos llama con ese propósito de hacernos pescadores de hombres. Cuando yo vine al Señor, él me salvó, hace treinta y un años atrás.

"Yo tenía un gran deseo de ganar almas; entonces iba de casa en casa predicando el evangelio del reino. Tocaba en una casa y predicaba el evangelio; iba a las poblaciones y predicaba el evangelio. En aquella época había muchos predicadores del evangelio, y yo me quedaba mirándolos a ellos, cómo el Señor les usaba. Para poder ganar almas, yo buscaba aprender.

"Cuando el Señor nos llama, nos llama para prepararnos. Si tú no atiendes a la llamada, él tampoco te puede preparar; porque primero es el llamado y luego la preparación, y tras la preparación viene la capacitación. Entonces, si el Señor te llama, atiéndelo de inmediato, como dice aquí la palabra en el verso 18: «Y dejando luego sus redes, le siguieron».

"Entonces, si el Señor nos hace un llamado, debemos atender inmediatamente. Porque si no, pasarán dos o tres años y acontecerá que la visitación del Señor ya pasó, y nos habremos perdido su visitación. Entonces, una cosa muy importante es oír al Señor y seguirle de inmediato, obedecerle de inmediato. Y esto hace toda la diferencia en la llamada, porque ahí tú ya estás siendo probado en la obediencia."(Revista Aguas Vivas. Artículo "Principios para predicar el evangelio". Edición 061. Chile. 2010)

No podemos olvidar que el plan de Dios es la salvación de todo el género humano, como lo describe el apóstol Pablo en la carta que dirigió a su fiel discípulo Timoteo: «Porque… Dios… quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad» (1 Timoteo 2:3-4. Cf. Juan 17:20-23).

Llamados a captar la visión de Dios

Usted y yo estamos llamamos a compartir ese sentimiento de nuestro amoroso Padre celestial. La iglesia necesita tener una misma convicción; necesita atender a una base fundamental – la unidad de la iglesia. Cuando la unidad de la iglesia está fortalecida, el poder fluye con normalidad en ella; la vida fluye normalmente.

Para nadie es desconocido el reciente avivamiento que se produjo en las Islas Fidji, en Australia. La conversión de decenas de almas sólo fue posible cuando cada quien salió de su burbuja denominacional, entendió que el Señor de la obra es Jesucristo y que sólo a Él debemos exaltar-no a nuestra organización eclesial y nos "esfuerzos" ingentes que algunas veces hacemos para ganar reconocimiento-y salió a ganar almas para el Reino.

Compromiso, fe, perseverancia. Los resultados no se hicieron esperar. Igual con la siembra de nuevas iglesias. Si hacemos todo para la honra y gloria de Dios, en Su voluntad, la cosecha será abundante.

Resulta sorprendente ver cómo la iglesia primitiva experimentó un inusitado crecimiento tal como lo registra el Libro de los Hechos desde el capítulo 2 hasta el 4. Apóstoles y discípulos, unidos, identificados en la misión, predicaban. Esfuerzo enfocado a un solo propósito. Unidad y logros, como consecuencia de que su prioridad era Jesucristo no las fronteras denominacionales que dividen.

Es cierto, faltan obreros (Cf. Lucas 10:2), pero obreros con visión y compromiso, encaminados a predicar a Cristo (Cf. Proverbios 11:30), y dejar que esa semilla rinda fruto representado en la transformación de seres humanos que, progresivamente, experimentan crecimiento personal y espiritual.

El Seminario para Sembradores de Iglesias On line que iniciamos hoy, nos pretende otra cosa que brindar herramientas a hombres y mujeres en cuyo corazón arde el fuego de evangelizar y permitirle a los nuevos creyentes, espacios dónde reunirse y alcanzar madurez en todas las áreas de su existencia.

Nuestro sincero deseo es que aproveche los recursos que ponemos a su disposición, y que no sólo usted sino quienes le acompañan en este trabajo, reaviven la pasión por extender el Reino de Dios y pronto veamos millares de almas en todos los países, llegando a los pies de Cristo y reuniéndose con otros creyentes para adorar y vivenciar a Cristo. Que no deban desplazarse desde sus barrios a los lugares donde se encuentran las mega-iglesias sino que muy cerca de donde residen, hallen un espacio para congregarse.

Ps. Fernando Alexis Jiménez

Director

Centro de Estudios Bíblicos

Lección 1

Sembrar nuevas iglesias: la visión de Dios y hoy, nuestro compromiso

Resulta sorprendente el inusitado crecimiento poblacional de nuestro planeta. Cada segundo nacen a la luz infinidad de criaturas, y ese aumento de hombres y mujeres, de carácter exponencial, no marcha al mismo ritmo de la defunción de seres humanos. ¿Qué tenemos entonces? Un mundo que crece a pasos agigantados.

Frente a esta realidad que no podemos ignorar ni ocultar, la Iglesia cristiana tiene el compromiso indeclinable de sembrar la semilla del Evangelio como lo describió el Señor Jesús en la famosa parábola del sembrador: "–Escuchen: Una vez un sembrador salió a sembrar. Al lanzar la semilla, una parte cayó al borde del camino y llegaron los pájaros y se la comieron. Otra parte cayó entre las piedras donde había poca tierra; y como la tierra no era profunda, la semilla brotó muy pronto; pero cuando salió el sol, se agostó y, al no tener raíz, se secó. Otra parte de la semilla cayó entre cardos, y los cardos crecieron y la ahogaron sin dejarle que diera fruto. Otra parte, en fin, cayó en tierra fértil, y germinó y creció y dio fruto: unas espigas dieron grano al treinta; otras, al sesenta; y otras al ciento por uno."(Marcos 4 3-8, Versión La Palabra, SBU)

Un sencillo análisis del texto nos permite descubrir al menos cinco pasos en un ciclo que se repite una y otra vez en todos los países donde se predican las Buenas Nuevas de Salvación: el primero y más elemental radica en la preparación del terreno. Es lo que hacemos en oración y aproximaciones a las áreas donde procuramos sembrar una nueva iglesia. Un segundo paso lo representa el esparcir la semilla, es decir, sembrar; en tercer lugar, cuidar los plantíos; en cuarto lugar, velar por el fruto y, finalmente la cosecha. Insisto, son etapas de un ciclo interminable.

El modelo apropiado: Una Iglesia que se reproduce

¿Comprende el enorme alcance del compromiso que tenemos delante? Y permítame enfatizarle: Es un compromiso que nos involucra a todos: a usted, a mí, a quienes nos rodean, a todos. ¿La razón? A la Iglesia la integran personas, no edificios. Está constituida por hombres y mujeres, seres que sienten, piensan y actúan y, en esa dirección, viven la experiencia continua del crecimiento personal y espiritual de la mano del Señor Jesucristo, como lo describió el amado Maestro cuando se dirigió al apóstol Pedro, y a través suyo a todos nosotros hoy: "Por eso te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra voy a edificar mi iglesia, y el poder del abismo no la vencerá. Yo te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedarà atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo." (Mateo 16:18, 19. Versión La Palabra, SBU)

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Ahora, por favor tome nota de lo siguiente: El Reino de Dios avanza en la medida en que los cristianos asumimos el compromiso de evangelizar, en otras palabras, de sembrar las semillas de las Buenas Nuevas de Salvación.

Si asumimos una actitud pasiva, sin duda las iglesias llegarán a un lamentable estado de estatismo, y antes que avanzar, corren el peligro de experimentar un revés en todos los órdenes. Jamás olvide que como cristianos comprometidos en la evangelización, estamos llamados a reproducirnos en otros cristianos. Una Iglesia conforme al modelo que definió el Señor Jesús, es en esencia una Iglesia que se reproduce.

Un trabajo donde participan todos

Cuando un pastor, obrero, líder o cristiano comprometido se echa al hombro la tarea de plantar nuevas Iglesias en sus propias fuerzas, lo más probable es que termine frustrado y con la sensación de que Dios lo dejó solo. Tremendo equívoco. No es Dios el culpable sino nuestra propia tozudez que se alimenta por la autosuficiencia.

Para la siembra de nuevas congregaciones es esencial que haya un esquema bien definido de trabajo en equipo. ¿Recuerda lo que dice el Evangelio de Lucas? "Por aquellos días, Jesuús se fue al monte a orar, y se pasó toda la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, reunió a sus discípulos y escogió de entre ellos a doce, a quienes constituyó apóstoles." (Lucas 6: 12, 13. Versión La Palabra, SBU. Cf. Lucas 17: 6b.)

Reviste particular importancia que los proyectos orientados a sembrar nuevas iglesias aniden en el corazón de Dios. Él es quien nos guía para escoger a quienes nos acompañarán en el trabajo (Cf. Lucas 6:12)

La explicación es sencilla: Cuando la siembra de nuevas iglesias obedece a la emotividad, es decir, al carácter impulsivo del pastor, obrero o líder, y no media una cuidadosa y juiciosa planificación, lo más probable es que la iniciativa se oriente al fracaso.

En todo ese proceso, se debe tener dos ingredientes ineludibles: el primero, capacidad de liderazgo y, el segundo, desarrollo de madurez espiritual. Insistimos: no es trabajo de una sola persona sino que involucra a todo el liderazgo y a cristianos comprometidos con la extensión del Reino de Dios.

Transmita la visión

La siembra de nuevas iglesias amerita que ese profundo deseo de extender el Reino de Dios se aloje en el corazón de quien está al frente de la congregación

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Es imperativo, entonces, tomar conciencia sobre la necesidad de extender el Reino de Dios mediante la predicación de la Palabra y la siembra de nuevas iglesias, y segundo, que en ese proceso, nuestro amoroso Padre celestial exprese su voluntad clara y expresa para no movernos en la dirección a la que nos guían nuestras emociones. Recuerde siempre que Buena parte de los proyectos que terminan en fracaso, tienen origen en iniciativas que buscaban exaltar al pastor, obrero o líder más que cumplir el propósito de la Gran Comisión.

¿Tenemos autoridad para sembrar nuevas Iglesias?

Con frecuencia escuchamos a personas que comparten dos perspectivas diametralmente opuestas una de otra. La primera, el convencimiento de que es necesario tomar cursos y haber leído sinnúmero de textos antes de dares a la tarea de plantar lugares dónde proclamar el evangelio. Una segunda concepción se enfoca en no mover ni siquiera un dedo hasta no tener confirmación plena de Dios respecto a la siembra. "No creo que tengamos autoridad para emprender esa tarea. Sería como ir en contra de la voluntad del Señor", me dijo alguien. Pero, ¿es ésto así? Sin duda que no, porque Dios nos ordenó proclamar las Buenas Nuevas de Salvación. No necesitamos que venga de nuevo, se corporice, y nos imparta la orden otra vez.

Jamás olvide que el poder y la autoridad para avanzar exitosamente en la siembra de nuevas iglesias proviene de nuestro amado Salvador Jesucristo (Cf. Mateo 28:18-20) en nuestras fuerzas limitadas, jamás podremos lograr algo significativo; en cambio, con ayuda de Dios, siempre tendremos la victoria.

! Usted es un poderoso instrumento en manos de Dios para la extensión del Reino, y basta que se deje usar!

La clave: movernos en el poder del Espíritu Santo

Hay un hecho que debemos recordar siempre y es que en la siembra de nuevas iglesias debemos movernos en el poder del Espíritu Santo. ¿La razón? Como dicen las Escrituras claramente, la comisión de extender el Evangelio es un compromiso para todos los cristianos. Recuerde las instrucciones que impartió el Señor Jesús a sus discípulos y a nosotros hoy: "Ahora quédense en la ciudad, porque muy pronto les enviaré a quien mi Padre prometió. No se vayan a ningún otro lado, hasta que reciban el poder que Dios les enviará. Jesús fue con sus discípulos hasta Betania. Allí, levantó sus manos y los bendijo. Y en ese mismo instante fue llevado al cielo, mientras ellos lo adoraban. Después de esto, los discípulos regresaron muy contentos a Jerusalén, y todos los días iban al templo para adorar a Dios." (Lucas 24:49-53, Traducción en Lenguaje Actual)

Hago énfasis una y otra vez en el mismo asunto para que quede profundamente grabado en nuestro corazón: No es por nuestras capacidades sino que, tales potencialidades, provienen de nuestro amado Padre celestial. El poder para ser eficaces en la evangelización y siembra de nuevas iglesias proviene de Dios (Cf. Hechos 1:8)

Cuando vamos a Él, comprobamos que es un poder sobrenatural e ilimitado, y que cuando nos movemos en el poder del Espíritu Santo logramos resultados eficaces. El poder del Señor está disponible para todos nosotros, basta que lo pidamos y nos movamos en Él. No se agotará. Es como una fuente que mana permanentemente.

La Biblia es nuestra mejor escuela alrededor de cómo sembrar nuevas iglesias. El Nuevo Testamento, en particular, arroja muchas enseñanzas prácticas, que rindieron excelentes resultados en el primer siglo como ocurrirá con nosotros hoy, ahora. No podemos olvidar que la obra es de Dios y es Dios quien nos capacita para desarrollar la obra.

Comprendo que hay estrategias que abundan por doquier. Incluso, las instrucciones que comparto con usted, procuran ser una herramienta de ayuda, pero realmente el secreto para lograr eficacia en la siembra de iglesias estriba en regresar a lo básico, a los lineamientos que trazó la iglesia primitiva.

¿Por qué se falla en los procesos de siembra de iglesias?

La pregunta la he escuchado infinidad de veces. Tiene lógica. Es el interrogante que se formulan pastores, obreros y líderes que han visto concluir en un rotundo fracaso sus propósitos de sembrar nuevos lugares para la proclamación de las Buenas Nuevas de Jesucristo.

Creo que la respuesta es sencilla: Un elemento fundamental para ser un instrumento útil en las manos de Dios en la siembra de iglesias, es la unidad. En todo momento, Dios es quien debe recibir toda la exaltación en el momento de sembrar una nueva iglesia, no es la denominación ni quien siembra la semilla.

Es cierto: En el proceso de sembrar nuevas iglesias, nuestro amoroso Padre utiliza las capacidades, dones y talentos de cada uno de los miembros del equipo, pero usted y yo simplemente somos instrumentos en Sus manos; nada más que eso.

Unidad, esa es la palabra clave. No podemos ni olvidarla en nuestra cotidianidad, ni desestimar su poder si queremos ser instrumentos útiles en manos del Señor. Si queremos ser instrumentos eficaces en la siembra de nuevas iglesias, debemos ser hombres y mujeres de oración tal como hacían los primeros creyentes:"Estos seguidores de Jesús eran un grupo muy unido, y siempre oraban juntos. Con ellos se reunían los hermanos de Jesús y algunas mujeres, entre las que se encontraba María, la madre de Jesús. Todos los de este grupo eran como ciento veinte personas."(Hechos 1:14, Traducción en Lenguaje Actual)

El trabajo de siembra de nuevas iglesias no lo desarrollamos de manera individual; es necesario contar con un equipo de trabajo (Cf. Hechos 1:15-26)

Una carrera de largo alcance

La siembra de nuevas iglesias es una carrera de largo aliento. El compromiso no es nada fácil, de ahí que usted solo, no podrá cumplir las tareas. Es esencial que se rodee de un buen grupo de colaboradores.

Ahora, cada uno de los que hace parte de un equipo de trabajo de siembra de nuevas iglesias debe estar preparado y convencido del trabajo que desarrolla (Cf. Hechos 1:21, 22) igual que usted, debe compartir la visión y, en su condición de sembradores de nuevas iglesias deben ser sensibles al mover y a la voz del Espíritu Santo (Cf. Hechos 2:1-13)

¿Qué características deben reunir las personas que nos acompañan en esta labor? En primera instancia, compromete a hombres y mujeres de buen testimonio en la sociedad en la que se desenvuelven, para tonar más impactante el mensaje de Salvación.

Una ilustración clara de este cimiento, lo encontramos en la iglesia primitiva ya que: "Al ver los milagros y las maravillas que hacían los apóstoles, la gente se quedaba asombrada. Los seguidores de Jesús compartían unos con otros lo que tenían. Vendían sus propiedades y repartían el dinero entre todos. A cada uno le daban según lo que necesitaba. Además, todos los días iban al templo y celebraban la Cena del Señor, y compartían la comida con cariño y alegría. Juntos alababan a Dios, y todos en la ciudad los querían. Cada día el Señor hacía que muchos creyeran en él y se salvaran. De ese modo, el grupo de sus seguidores se iba haciendo cada vez más grande." (Hechos 2:43-47)

Nadie podía decir nada en contra de ellos, porque sus hechos hablaban tanto como sus palabras. Testimoniaban con sus pensamientos y hechos, sobre el Dios de poder en el que habían creído y a quien proclamaban a los cuatro vientos.

Reviste singular importancia, de igual manera, el que los sembradores de nuevas iglesias enfocan sus esfuerzos a brindar acompañamiento a los nuevos creyentes en el Señor Jesús. No los dejan a la deriva una vez reciben a Jesús como Señor y Salvador; por el contrario, les llevan de la mano hasta que alcanzan el grado de solidez y madurez suficientes para convertirse, a su vez, en multiplicadores de las Buenas Nuevas de Salvación.

Ellos enfocan sus esfuerzos a discipular a los nuevos creyentes, tal como hacían los cristianos de la iglesia primitiva. (Cf. Hechos 2:42).

Es tiempo de levantarnos y disponer nuestro corazón para ser instrumentos útiles en las manos de Dios. Puedo asegurarle que, si vamos de la mano del Señor Jesús, la semilla que sembramos hoy rendirá fruto abundante…

© Ps. Fernando Alexis Jiménez

Lección 2

Dios necesita hombres y mujeres comprometidos con la Evangelización y la siembra de nuevas iglesias

Quien trabaja en la evangelización y siembra de nuevas iglesias, debe tener una motivación profundamente arraigada de su compromiso con la extensión del Reino de Dios. Convicción es la palabra clave e identifica a los hombres y mujeres que nuestro amado Señor necesita hoy para cumplir su propósito eterno de evangelización y siembra de nuevas iglesias.

Si hay una profunda convicción de por qué estamos compartiendo las Buenas Nuevas de Salvación y la meta que hacia futuro se orienta a sembrar nuevos espacios de reunión de los creyentes, estaremos-sin duda-girando alrededor de siete principios que le invito a revisar en la vida y ministerio de Jesucristo y de los cristianos de la iglesia primitiva y, a reafirmarnos en ellos:

1. Jesús fue un ganador de almas de tiempo completo

El ministerio terrenal del Señor Jesús estuvo caracterizado por la meta indeclinable de ganar almas. Vivía para ese propósito. Hombres y mujeres salvados de la perdición eterna. Y no solamente murió por todos sino que instruyó a los discípulos a seguir ese camino, que es el distintivo de quien se identifica como seguidor de Pablo y que podemos descubrir en la carta que dirigió a su fiel discípulo, Timoteo: "Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores…" (1 Timoteo 1:15)

Si nos movemos alrededor de la misma convicción, sin temor a equivocarnos, no descansaríamos sin que lleváramos a los pies del Salvador, mínimo a una persona cada día. Y a ese esfuerzo, sumaríamos otro: Crear las condiciones para que los nuevos creyentes tuvieran un espacio para reunirse a compartir su fe.

No hay razón ni nunca la ha habido para desestimar la necesidad que tienen las almas, que son objeto de la misericordia de Dios, ya que por ellos Cristo vertió su sangre en la cruz: "Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido" (Lucas 19:10)

Un sembrador de almas es, entonces, alguien convencido de la importancia y trascendencia, eterna y presente, de su labor.

2. Cristo mismo es quien nos hace ganadores de almas

No es el mucho estudio ni la elocuencia de nuestras palabras la que nos torna ganadores de almas y sembradores de nuevas iglesias. Es el poder de Dios que se potencia en nuestra existencia, por las obras de Su Espíritu Santo.

El Señor Jesús enseñó a sus discípulos y a nosotros hoy, a proclamar eficazmente el Evangelio transformador: "Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres" (Mateo 4:19), y también impartió las siguientes instrucciones antes de ascender al cielo: "Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado…" (Mateo 28:19, 20), a lo que añadió esta promesa que se hizo real al venir Su presencia a nuestras vidas: "Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra" (Hechos 1:8).

Depender de Dios es la clave. Él es quien nos asegura la victoria en todas nuestras acciones orientadas a sembrar nuevos espacios de reunión de los creyentes.

3. Jesús veía en los pecadores a potenciales creyentes y vidas salvadas

Resulta lamentable que se esté privilegiando las estructuras gigantescas, aquellas que giran alrededor de las mega-iglesias donde se dificulta hacer seguimiento de los nuevos convertidos. Y una vez van a la iglesia, el esfuerzo se dirige a fortalecer las estadísticas, como si determinada membresía otorgara status.

Nuestro amado Salvador fue claro al instruir sobre la necesidad de alcanzar a todas las personas, sin distingo de ninguna clase: "…Id por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa" (Lucas 14:23). Por supuesto, esa profunda motivación de pensar en la salvación de las almas, le mereció críticas, las mismas que quizá hoy recibamos usted y yo y que no deben ni podrán detenernos (Cf. Lucas 15:2).

Es una tarea que no tiene limitaciones de tiempo ni de carácter geográfico. Es a todas-insisto-a todas las personas de todos los países y lenguas a las que debemos alcanzar. La Biblia dice: "Y todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo" (Hechos 5:42), lo que nos revela que no descansaban en su propósito.

4. El Señor Jesús fue fiel a su misión, aún a costa de su propia vida

Evangelizar y sembrar nuevas iglesias compromete nuestros esfuerzos hasta el final, aprendiendo del Señor Jesús que no estimó valiosa su propia vida para traernos salvación y vida eterna, como explicó el apóstol Pablo: "Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación. Que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación" (2 Corintios 5:18, 19). Y también enseña la Palabra: "Y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz" (Colosenses 1:20).

Si nuestro amado Salvador lo hizo, usted y yo que somos sus seguidores, tenemos un compromiso grande e ineludible ya que, como lo define el autor sagrado:"… todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin saber quién les predique?" (Romanos 10:13, 14).

Bajo ninguna circunstancia podemos eludir nuestro papel protagónico en la tarea de extender el Reino de Dios.

5. El Señor Jesús expresó el apremio de cosechar la siembra

Nuestro amado Salvador dijo a sus discípulos y a nosotros que "…A la verdad la mies es mucha, más los obreros pocos. "(Mateo 9:37). También leemos que "… al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor" (Mateo 9:36).

Esa realidad nos toca hoy día cuando el mundo experimenta un crecimiento poblacional sin antecedentes. El trabajo es mucho. Urge predicar y sembrar nuevas iglesias. No podemos quedarnos encerrados en las cuatro paredes del templo.

6. El Señor Jesús envió obreros a la mies

Como es imperioso desarrollar la obra, no basta con tomar conciencia sino que se requiere, con urgencia, preparar y enviar obreros a su mies ya que, como anotó el apóstol Pablo: "Pero esto digo, hermanos que el tiempo es corto…" (1 Corintios 7:29).

Si realmente queremos cosechar la siembra madura de nuestra generación, el secreto está en volver a descubrir la urgencia, pasión y celo de la Iglesia primitiva. Aquellos cristianos salieron por todas las ciudades y aldeas en constante búsqueda de las almas perdidas, aun al riesgo de sus propias vidas.

7. El proceso de evangelización y siembra de nuevas iglesias cumple un ciclo

El ciclo de sembrar nuevas iglesias implica, en primera instancia, el ser conscientes de la necesidad de extender el Reino de Dios. Una vez hemos cumplido esa fase, se debe emprender oración (Lucas 6:12; 10:2). La visión debe ser compartida a otras personas (Juan 4:35), y a partir de ese momento, integrar un equipo de trabajo (Hechos 6:3). El último paso es movilizar a los obreros.

Tenga siempre presente que nuestro amoroso Dios es quien da la visión, la provisión y la bendición y si Él lo guía, prosperará el trabajo de evangelizar y sembrar nuevas iglesias.

Un mundo que crece aceleradamente necesita más iglesias

Si bien es cierto las mega-iglesias constituyen una tergiversación del propósito original que era extender el Reino de Dios a todos los rincones de la tierra, se suma el hecho de que estamos muy cómodos al interior de las cuatro paredes de los templos olvidando que allá afuera millares de personas se pierden por la eternidad sin Cristo.

En un panorama así es que nuestro amado Señor se ha dado, desde la antigüedad, a la tarea de buscar obreros para su cosecha, y ese obrero u obrera es usted: "Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí" (Isaías 6:8).

¿La razón? El número de las personas que viven en el mundo, aumenta a una proporción de más de 70 millones por año. Menos de tres millones (un 4%) de ellas, han sido alcanzadas con el evangelio. Aproximadamente un 40% de los habitantes del mundo (2 billones de personas), no han sido alcanzados con el evangelio. Estas almas están fuera del alcance de una iglesia que se moviliza para expandir el evangelio a todos los rincones del mundo.

Piense no sólo en número sino en almas que tienen "…hambre… de oír la palabra de Dios" (Amós 8:11).

Como anotaba el autor y conferencista, en su libro magistral El Cayado del Pastor: "… Miles de pueblos y aldeas en China, India etc., todavía están esperando que alguien vaya a contarles acerca del Salvador Jesucristo. Tales personas viven y mueren sin conocer a Jesús, no porque hayan rechazado el mensaje, sino porque los pasados 2 mil años ningún cristiano ha ido a compartir el evangelio de amor con ellos.

Los estudios revelan que menos de 1 cristiano por cada 500 creyentes comprometidos en el liderazgo, dedica su vida a la extensión del Reino de Dios, lo que dista mucho de la disposición que asistía a los creyentes de la iglesia primitiva como el apóstol Pablo quien escribió: "Y de esta manera me esforcé a predicar el evangelio, no donde Cristo ya hubiese sido nombrado, para no edificar sobre fundamento ajeno" (Romanos 15:20). Él siempre estuvo disponible para "… anunciar el evangelio en los lugares más allá…" (2 Corintios 10:16)

Es tiempo de recobrar ese celo por evangelizar y sembrar nuevas iglesias. No debe comprometer únicamente a las denominaciones que tienen el rótulo de misioneras sino absolutamente a todas las que se proclaman cristianas. Recordemos que si Jesús no ha vuelto por su pueblo porque "El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento" (2 Pedro 3:9). Él amado Padre celestial cuenta con usted y conmigo, y no podemos fallarle en ese gran compromiso. Sin duda, no es la voluntad de nuestro amoroso Dios que los hombres perezcan. Ellos perecen porque nosotros no les hemos llevado el evangelio.

Es tiempo de despertar del letargo

Piense por un instante: ¿Qué ha hecho usted por la extensión del Reino de Dios? Probablemente pensará que muchas actividades, quizá predicado infinidad de mensajes o tal vez, asistiendo a cuanto evento de formación se ha dado en su denominación u otras iglesias. No obstante la pregunta es, ¿En qué han contribuido esas ocupaciones para que otras personas conozcan a Cristo? Y si fueron evangelizados, ¿se les hizo seguimiento hasta que alcanzaran madurez espiritual? Y si llegaron a esa etapa, ¿se le ofrecieron a los nuevos creyentes espacios dónde congregarse, así debieran abrirse nuevas iglesias afuera de las cuatro paredes donde usted se reúne?

Probablemente ha caído en ese letargo del que advirtió nuestro Dios (Cf. Corintios 15:34), olvidando que "El que duerme en el tiempo de la siega es un hijo que avergüenza" (Proverbios 10:5). Si asumimos una actitud pasiva, experimentaremos aquello sobre lo que advirtió el profeta: "Pasó la siega, terminó el verano, y nosotros no hemos sido salvos" (Jeremías 8:20).

Estamos llamados a reavivar la llama que nos insta a alcanzar a cuantas personas tenemos en derredor. La responsabilidad es nuestra y no podemos pasarla por alto.

Esto es lo que los cristianos primitivos hicieron día y noche. Ellos sanaron a los enfermos, echaron fuera demonios, predicaron el evangelio de casa en casa, en los mercados, en las fuentes de las aldeas, en las encrucijadas, en las calles, en los cultos, en las cárceles y por todas partes que iban. Eran sembradores de iglesias de tiempo completo.

Ellos no poseían catedrales o edificios de iglesias elaboradas, para inhibir su incontrolable gozo de ministrar y compartir las nuevas con los que estaban ansiosos de recibir a Cristo. Ellos iban afuera, hacia donde estaban los pecadores para anunciar el evangelio. Debemos respirar y vivir con un propósito: para compartir el evangelio con todas las personas que nos sea posible y utilizando todos los medios.

Dios está con nosotros siempre

En la extensión del Reino de Dios no estamos solos; el Señor ha prometido estar con nosotros siempre: "Y he aquí yo estoy con vosotros todos los días" (Mateo 28:20).

No hay motivo para poner obstáculos a las tareas que tenemos delante de nosotros. Hay que trabajar, de la mano de Jesucristo. La respuesta se verá reflejada en una mayor presencia de las Buenas Nuevas de Salvación entre los pueblos y comunidades no alcanzadas hoy, y el establecimiento de nuevas iglesias. Recuérdelo, sólo con esta disposición se materializará el anuncio del amado Salvador: "Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin"(Mateo 24:14) lo mismo que: "De cierto os digo… que se predique este evangelio, en todo el mundo…" (Mateo 26:13; Cf. Lucas 24:47; Hechos 1:8).

Hasta tanto no cumplamos la tarea, estaremos poniendo tropiezo a la visión de Juan en Apocalipsis: "Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos… Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero" (Apocalipsis 7:9, 14).

Este es el resultado final de la Iglesia. Los millones de redimidos que formarán la Iglesia (en griego = ecclesia, que significa "los llamados o escogidos"), estarán envueltos en la adoración a Dios delante de Su trono por toda la eternidad.

Una responsabilidad ineludible ante Dios

Como hombres y mujeres comprometidos con la Extensión del Reino de Dios, nos disponemos a proclamar las Buenas Nuevas y sembrar nuevas iglesias, acogiendo el llamamiento ineludible que nos hizo Dios y que describe el profeta: "Hijo de hombre, yo te he puesto por atalaya a las casa de Israel; oirás, pues, tú la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte. Cuando yo dijere al impío: De cierto morirás; y tú no le amonestares ni le hablares, para que el impío sea apercibido de su mal camino a fin de que viva, el impío morirá por su maldad, pero su sangre demandaré de tu mano" (Ezequiel 3:17, 18).

Si nos disponemos, si abrimos nuestro corazón, nos convertiremos en instrumentos útiles en manos del Señor. Y, recuérdelo, Él no desaprovecha instrumentos provechosos. El problema estriba en que desechemos ese llamado, por la enorme carga de responsabilidad que nos asiste en la predicación del Evangelio: "Pero si el atalaya viere venir la espada y no tocare la trompeta, y el pueblo no se apercibiere, y viniendo la espada, hiriere de él a alguno, éste fue tomado por causa de su pecado, pero demandaré su sangre de mano del atalaya. A ti, pues, hijo de hombre, te he puesto por atalaya a la casa de Israel, y oirás la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte. Cuando yo dijere al impío: Impío, de cierto morirás; si tú no hablares para que se guarde el impío de su camino, el impío morirá por su pecado, pero su sangre yo la demandaré de tu mano" (Ezequiel 33:6-8).

Nuestra meta es llevarle a reflexionar que es una ficha clave en el plan eterno de Dios de llevar todas las criaturas humanas a ser salvas. Dios obra a través de cada uno de nosotros y, si estamos con ánimo pronto, dependiendo de Él, sin duda veremos una cosecha abundante de hombres y mujeres que reciben a Cristo en el corazón y se reúnen periódicamente a compartir su fe y crecer en los ámbitos físico y espiritual.

© Fernando Alexis Jiménez

Lección 3

Sembrar nuevas iglesias comienza sacando a Satanás de nuestros territorios

Una ciudad cualquiera de Latinoamérica. Grande. Ruidosa. Autos que iban y venían raudos por las avenidas. Y desde lo alto, la vivienda desvencijada, sin puertas ni ventanas que los vecinos aseguraban, se caía a pedazos. "Ese sitio es tétrico", se quejó una vecina. Otra dijo que los viernes, en la noche, se realizaban allí extrañas ceremonias. "Jóvenes se reúnen allí, se drogan gritan, ríen, y hacen cosas que escandalizan", explicó. Las paredes de la estructura estaban pintadas con diversos símbolos, poniendo en evidencia que adoraban al diablo.

En lo que coincidían todos era en la racha de accidentes, crímenes, peleas, rupturas matrimoniales y hasta abuso de menores que se incrementaron ostensiblemente desde que comenzaron los extraños rituales.

El ambiente es muy tenso acá. No provoca ni vivir por este sector-aseguró Juan Carlos, propietario de una farmacia. En su criterio, las prácticas ocultistas estaban generando condiciones difíciles para la sana convivencia.

Un grupo de cristianos, de una iglesia pequeña, reconocieron que sitios como ese tenían mucha incidencia en contra de su labor de evangelización y se dieron a la tarea de orar y ayunar para erradicar a Satanás del barrio. Su decisión estuvo acompañada por múltiples y extraños ataques del mundo de las tinieblas; sin embargo, persistieron.

Logramos la victoria después de algún tiempo–, indicó el pastor Roberto Triana, quien encabezó la avanzada contra el reino de maldad–. Dios revelaba los espíritus que gobernaban en los diferentes sectores-explicó–. Gracias a esa revelación del Espíritu Santo nuestros golpes contra Satanás y su ejército, fueron contundentes–.

Incluso, una noche, los jóvenes que se reunían en la casa abandonada, atacaron el templo con piedras. Rompieron el techo. Profirieron amenazas contra los creyentes.

En el poder de Jesucristo lograron vencer las tinieblas. El poder demoníaco fue erradicado de aquél territorio y se pudo, no solamente desarrollar jornadas de evangelización sino afianzar la siembra de nuevas iglesias.

Si lo ignoramos, el enemigo toma fuerza

"El satanismo es una ingeniosa invención de los escritores de guiones cinematográficos. Les permite hacer películas cada vez más taquilleras." Contundente. Seguro. Contradictor. Escéptico. El crítico literario hablaba en televisión ante una audiencia de millares de personas en los Estados Unidos. Muchos de los televidentes se limitaron a asentir con la cabeza, testimoniando su acuerdo con aquella afirmación.

Es lo mismo que ocurre con muchas personas en todo el mundo. Consideran que la existencia de Satanás y su cohorte de demonios se circunscriben a mitología con demasiada inventiva. "Inconcebible que en pleno siglo veintiuno, cuando el hombre avanza a pasos agigantados descubriendo las maravillas del universo", argumentó un científico al desestimar la solidez de fundamentos bíblicos que refieren la existencia milenaria del ocultismo, y restar importancia a los cultos satánicos que abundan por doquier.

Pero, ¿es esto así? Sin duda que no. Satanás es real y libra una enconada batalla para evitar la expansión del Reino de Dios.

Partes: 1, 2
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