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La necesidad de una Europa moral

Enviado por Escamilla, Alex

Partes: 1, 2

    1. Europa: un continente con voluntad autolegisladora
    2. Un sueño ilustrado y posmoderno europeo
    3. Las nuevas exigencias del milenio

    Publicado en 192 febrero 2005 Escamilla Imparato , Alex http://memoria.com.mx/taxonomy/term/1470

    "La hora de la voluntad:

    únicamente cuando se trate de evitar

    la maldad y la bajeza"

    Peter Handke.

    En este tiempo de guerras permanentes, pensar en las voluntades que hacen posible perpetuar la paz, es pensar en los procesos que las sociedades modernas deben desarrollar para resolver sus conflictos. La reflexión que surge en torno a la elaboración de la Constitución europea nos está haciendo dialogar sobre cómo debe actuar una colectividad en este agitado principio de milenio y, en consecuencia, cuáles deben ser sus costumbres. La economía, la gestión de nuestro entorno, determinan nuestra manera de relacionarnos y legitima finalmente el significado de las palabras que utilizamos para representar al mundo y a nosotros mismos.

    Escamilla, Alex

    La batalla de intereses, como tantas otras veces en la historia, se desenvuelve también en el lenguaje y es en él donde debemos poner mayor atención. En este sentido, los trabajos desarrollados por la escuela de Friburgo y, más recientemente, los textos y reflexiones publicados por Walter Oswalt nos ayudan a desentrañar las múltiples perversiones que han sufrido palabras tan decisivas como "liberalismo" y que han servido para rebajar las verdaderas necesidades que nuestras sociedades abiertas demandan.

    Democracia, seguridad, libertad, derechos humanos, son también palabras, conceptos, que han caído bajo las salvajes redefiniciones de la ideología neoliberal que pretende la libertad ilimitada del capital frente a la sumisión del individuo. Las corporaciones transnacionales, junto a la acción política, han hecho que los Estados de derecho pierdan sus capacidades para garantizar que el mercado se desarrolle libremente han expropiado los bienes públicos cediéndolos a las concentraciones de capital y han desarrollado un sistema de gobernanza centralizado y planificado que se contradice incluso con el principal argumento del capitalismo: los beneficios de la libre competencia. La desresponsabilización del Estado se traduce en la disolución del contrato social y devalúa nuestras democracias.

    En la Europa que pretendemos constituir, ya presenciamos cómo el Estado nazi generó plataformas económicas capaces de engendrar las peores pesadillas del siglo XX. Ahora debemos ser capaces de autolimitarnos para conquistar la libertad necesaria que requiere nuestro ecosistema. Lo expresó muy bien Karl Marx en los Manuscritos Económico-Filosóficos de 1884, cuando nos proponía: "la armoniosa reconciliación de sujeto y objeto a través de la humanización de la naturaleza y la naturalización de la humanidad."

    Europa: un continente con voluntad autolegisladora

    La identidad es el sentimiento de apego a nosotros y este "nosotros" debe entenderse también como el sentimiento de pertenencia a una comunidad. Europa está asistiendo a la constitución de su identidad colectiva y para ello necesita contenidos. Sentirse integrados a la unidad geográfica, social, política y económica de esta nueva organización dependerá de que exista una clara necesidad individual de pertenecer a ella y, en mi opinión, esta necesidad existe con más fuerza que nunca.

    Es muy probable que, en esta búsqueda de contenidos, la UE tenga que poner límites a su ampliación para no perder su significado geográfico e histórico. Los valores y costumbres que determinan al ciudadano europeo, nuestros contenidos éticos, deben tener un espacio físico bien definido. Nuestras costumbres deben ser coherentes con nuestro sentido fundamentador y basarse en aquellos principios que se definieron en la Carta de las Naciones Unidas. La grandeza de los valores fundacionales europeos consiste en que éstos pueden y deben ser compartidos con aquellos países que quieran participar de ellos. Europa representa el lugar donde el hombre posmoderno entendió la inutilidad de la agresión.

    Si observamos con atención los últimos acontecimientos internacionales, veremos cómo la globalización está despertando nuevas conciencias. Estar más comunicados está significando el nacimiento de un nuevo organismo del que apenas conocemos sus propiedades emergentes. Europa puede constituirse como un órgano vital para este nuevo ser planetario, pero para ello debe encontrar su lugar, su forma y su función en el mundo.

    La globalización, quizá como sugieren las tesis de Imperio de Michael Hardt-Antonio Negri, producida por los mismos que lucharon contra las fuerzas dominantes, los que querían internacionalizar los movimientos de los oprimidos, los que lucharon y perdieron, pero que pese a la derrota sus sueños se realizaron en forma de monstruos, la globalización, decíamos, está de nuevo en crisis y nos obliga a pensar cada vez más de forma holística para combatir toda narración basada en un pensamiento único que goza ante su autodestrucción.

    Europa debe asumir su responsabilidad heredada y constituirse sobre la base de un texto que refleje más un continente político, social y ecológico y menos un contenido capitalista neoliberal. Debe alejarse y oponerse a la visión propuesta por el neoconservadurismo estadounidense anclado en el siglo XIX y que actúa sobre la frágil situación internacional basándose en el caduco concepto de frontera.

    Con la ideología neoliberal, no sólo se ha debilitado al Estado, sino que también se ha modificado el significado profundo de frontera y seguridad. Estamos desamparados frente a Estados anoréxicos, en quiebra desde que perdieron el poder sobre sus economías, y humillados ahora que están perdiendo sus derechos. Con Guantánamo, Abu Grahib y otros agujeros negros semejantes, ya nadie puede exigir al Estado que le garantice los mínimos derechos humanos.

    Hablamos de guerras asimétricas, de organismos transnacionales, de terrorismo internacional, de sostenibilidad, de pandemias globales. Todos estos complejos problemas de nuestro tiempo deben afrontarse con estrategias más ilustradas que las que propone la actual industria mecanicista y pesada energético-militar-farmacéutica. Necesitamos una nueva revolución científica, una segunda Ilustración para esta modernidad líquida, una ciencia basada en el pensamiento en red y en la redefinición de la objetividad, que asuma plenamente el principio de incertidumbre y cambie nuestras disposiciones cognitivas para hacer posible una verdadera revolución política y social[ii].

    Puede ser que, como sugiere Jeremy Rifkin, el "Nuevo Mundo" haya dejado de ser EU, y que el "sueño americano" cada vez agrade a menos gente. Es justamente ésta la oportunidad histórica que tiene Europa para soñar y constituir una auténtica comunidad de ciudadanos comprometida con la universalización de los derechos humanos, porque ser revolucionario es no asumir ciegamente la distancia que nos separa de la utopía.

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