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Dietas, Comer, Instintos, y el hipotálamo cerebral

Enviado por Felix Larocca


    Dietas, Comer, Instintos, y el hipotálamo cerebral – Monografias.com

    Dietas, Comer, Instintos, y el hipotálamo cerebral

     "Hace algún tiempo que durante la Semana Santa, hago reflexiones filosóficas de mi propia existencia y de quienes me circundan. El año pasado fue mi artículo titulado: La Teología de la Relatividad. Este año escribo algo más acerca del tema de todos favorito, por una diversidad de razones. Las mías no pertenecen al acto de ingerir comida, sino a sus desvaríos". FEFL en El Acto y la Acción de Comer: Un Drama en Tres Actos.

    La realidad muy obvia, es que nadie engorda, simplemente comiendo mucho.  La idea de que los gordos comen más que los flacos es un mito que la evidencia no soporta. Sin embargo, la mayoría de las personas que tratan de perder de peso, tratan de lograrlo por medio de una dieta restrictiva.

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    Mujer de Villes Carbonell (figurines 6.000 años de edad)

     Las dietas restrictivas tienen un efecto paradójico en el cuerpo que resulta en la acumulación eventual de grasa y en un incremento final del peso inicial. Puesto de modo crudo y preciso: Las dietas que conocemos, y las que nos asignan los dietistas, engordan… ¡Punto!

     Veamos, entonces, por qué es así

     Nuestra especie es una de las que se clasifican como omnívoras en el reino animal. Nuestra estrategia alimenticia impone que debemos alimentarnos usando una variedad amplia de los comestibles que existen en la Naturaleza.

     Mientras que los animales especializados, están adaptados para extraer su sustento de comidas determinadas, nosotros consumimos de todo. Este estilo de supervivencia denota que nuestros organismos no pueden subsistir adecuadamente consumiendo dietas "especializadas" — solamente carnes, o vegetales, o insectos o verduras.

     Además de ser omnívoros, nuestras actividades básicas están reguladas por un sistema endócrino conocido como el hipotálamo cerebral.

     Empecemos nuestra lección de hoy, considerando este órgano.

    El hipotálamo es la parte del cerebro que regula las funciones más importantes de nuestro cuerpo. A pesar de que éste representa menos de 1% del volumen total del cerebro, posee influencias muy importantes en muchas de sus actividades, incluyendo la de la función sexual, las de dormir, las de comer, la de la expresión de emociones, las de la reproducción y las del sistema nervioso autonómico.

    El hipotálamo humano pesa aproximadamente 4g estando localizado directamente detrás de los ojos, debajo del tálamo y por encima de la glándula pituitaria. Este órgano por medio de sus núcleos, se conecta con todas las regiones del cerebro, recibiendo asimismo mensajes de las zonas erógenas, las vísceras, y del sistema límbico (involucrado con la motivación y con los instintos.)

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    El hipotálamo, igualmente dirige la respuesta de la lucha o escape ("fight or flight") del sistema nervioso autonómico. La presencia de algo que nos amenaza, de algo que nos aterra o de cualquier otra disrupción del equilibrio emocional, causa que señales periféricas lleguen al hipotálamo resultando en la aceleración del corazón, incremento del ritmo respiratorio, dilatación de las pupilas, y en un aumento en el volumen de la sangre circulante, preparándonos para enfrentar el peligro, o huir, en defensa de nuestras vidas.

    Por otra parte, el sistema hipotalámico regula los niveles de la glicemia y el contenido de agua del cuerpo, ordenando la ingestión de comida y el deseo de beber agua, cuando esto sea necesario. Finalmente, el hipotálamo, también controla la actividad de dormir y la trayectoria de la función sexual, como hemos dicho.    

    De interés para esta lección es la influencia que el hipotálamo ejerce en la actividad de comer del ser humano.

    Experimentos en animales de laboratorio demuestran que si la región central del hipotálamo se lesiona, que conejillos de indias comen en exceso y engordan enormemente. Mientras que daño en la parte inferior causa que el animal rehúse comida y muera de la inanición. En nuestra especie, la función del hipotálamo está asimismo afectada por lesiones similares y por la influencia de nuestras conductas voluntarias y de nuestros hábitos y costumbres. Lo que significa, que en nosotros, la función hipotalámica puede ser afectada de manera peculiar, lo que explica la razón por qué, a veces, comemos sin tener hambre.

    Las hormonas de la glándula pituitaria son igualmente reguladas por la actividad del hipotálamo. Dos de ellas son muy importantes: La oxitocina y la vasopresina (también conocida como la hormona antidiurética.)

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    La oxitocina posee un rol primordial en los procesos implicados en el comienzo del parto, en el nacimiento de los niños y en la lactación subsiguiente.

    La vasopresina actúa en los riñones incrementando o reduciendo la resorción del agua filtrada con la orina, de esta manera mantiene el nivel de fluidos en el cuerpo.  

    Una función importante del hipotálamo está implicada en la regulación de los ritmos diarios del organismo.

    Muchos trastornos médicos pueden resultar de lesiones a este órgano. Entre éstos se encuentran la pubertad precoz, trastornos emocionales, la obesidad, la anorexia, la caquexia, problemas con el sueño y la disrupción del balance de la temperatura de nuestro cuerpo.

     Hasta este punto, creemos haber hecho una sinopsis adecuada de la importancia del hipotálamo, cuyas funciones son esenciales para el entendimiento de las disorexias — la dieta restrictiva intencional (que aquí nos ocupa) entre ellas.

     En nuestro estado primordial nosotros no nos preocupábamos ni entendíamos el porqué estábamos en esta tierra — sólo que existíamos. Tampoco conocíamos cómo encontrar los elementos necesarios para sostener nuestras vidas, dependiendo exclusivamente en actividades programadas como módulos natos, que nos orientaban en la dirección que la Naturaleza nos había señalado, sin reflexión — a estas tendencias innatas, hoy, les damos el nombre de instintos o pulsiones.

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    El koala, animal especializado que se alimenta exclusivamente de eucaliptos. Ni agua bebe.

     Vivíamos, como cualquier otro animal, guiados por nuestras pautas cimentadas en el cerebro.  Y vivíamos bien.

     Porque no podía dejar nada al azar, ni bajo nuestro control (a veces caprichoso) la Naturaleza, nos dotó con los impulsos básicos y esenciales para completar el ciclo de la vida que consiste (para Ella) en: nacer, crecer, desarrollarnos, independizarnos, reproducirnos y morir. Para completar este ciclo debemos tener acceso a la nutrición adecuada, a la higiene deseable, a la capacidad de construir y de procurar albergue, y a la seguridad colectiva — ya que, también somos animales eminentemente sociales, como también son las hormigas y los elefantes, entro otros.

     Habiéndonos provisto y equipado bien, la Naturaleza restó.

     Para comer, el hipotálamo nos impulsa por medio de maniobras complejas. Nosotros no decidimos comer cuando el hambre nos estimula, como lo hacen los gatos, sino que nosotros, anticipamos (como hacen otros seres vivientes) la necesidad futura de comer, acumulando provisiones (cuando esto fuera posible) de antemano. Pero, cuando la comida no estaba disponible, entonces era cuando salíamos a procurarla en grupos, porque no la había y porque el hambre nos impulsaba.

     Provistos de inteligencias enormes y de cuerpos endebles, cuando cazábamos, nuestras presas prospectivas, a menudo, nos obligaban a correr distancias considerables para capturarlas. Otras veces, cazando en grupos, lográbamos que una captura gigantesca (como sería un mastodonte) fuera obligada a entrar un desfiladero, para, entonces, hostigarla, hasta que llegara al borde de un despeñadero donde ésta se precipitaría a su muerte.

     Procurar comida era labor física, ardua y azarosa a la vez.

     Más a menudo, por ser más simple, seleccionaríamos alimentarnos de los despojos que carnívoros grandes dejaban, luego de haber saciado su propia hambre.  Como residíamos en África, competíamos con otros carroñeros como las hienas, los cuervos, los escarabajos y los buitres.

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    La caza acompañados

     En el pleistoceno, cuando aún no hacíamos uso constante del fuego, obviamente, la Naturaleza no deseaba que muriéramos víctimas de enfermedades producidas por los microbios envueltos en la putrefacción de la carne. Para ello nos dotó con mecanismos reflejos (olfatorios y gustativos) de náusea, de vómito, de asco y de revulsión en presencia de comidas y olores que podrían indicar el potencial de envenenarnos o de hacernos daño.

     No necesitamos reiterar que otros animales prosperan con la ingestión de la podredumbre y de la carroña.

     Para asistirnos en la selección de comidas deseables, también nos programó para apetecer y disfrutar de la dulzura de las frutas y de la leche materna, el sabor y el olor de la grasa animal y el sabor agridulce de algunas plantas colmadas de vitaminas y proteínas.

     De nuestra actividad, como cazador de animales y recogedor de frutas pequeñas y de vegetales sin cáscaras duras (sin necesidad de cocinarse), nos vendría el sobrenombre de "cazador/recogedor."

     La caza, la llevaban a cabo los hombres de la tribu, la recogida de frutas y vegetales, la hacían las mujeres.

     Era un esfuerzo cooperativo y eminentemente social.

     En este bosquejo simplificado del entorno donde viviéramos en la prehistoria y de cómo nuestras funciones de comer se regulaban, se colige fácilmente, que la comida para nosotros, cuando era suficiente, por nuestros estándares presentes, no era abundante. Y que, para obtenerla, la labor de procurarla, a veces resultaba en un gravamen de calorías que reducía la cantidad de energía que nos sobraba para garantizarnos sustento — El corolario final siendo que, entonces, no éramos (ni podíamos ser) gordos.

     Pero, hay más. Si pensamos que vivíamos rodeados de peligros constantes, de cambios en el clima que requerían ajustes en nuestros esquemas de comer, si carecíamos de medios de transporte, si correr, trepar, saltar, huir, esquivar peligros y hacer uso de nuestra agilidad para sobrevivir eran necesarios. Todas estas actividades físicas oponían el aumento excesivo de nuestro peso o la acumulación exagerada de la grasa: Lo que reitera el hecho de que no nacimos para ser gordos.

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    Esfuerzo colectivo

     Ahora, que hemos establecido la circunstancia de no haber nacido para ser gordos, podemos añadir, que asimismo, nacimos para poder acumular grasa… Algo que es enteramente diferente en su sentido y expresión física y fisiológica desde el punto de vista de la adaptación.

     Retornemos entonces al hipotálamo y sus funciones

     La señal de comer se origina de la actividad del hipotálamo, por medio de mecanismos de coordinación de señales procedentes de varias regiones del cuerpo. Tenemos que realizar, que estos estímulos no son iguales cuando estamos rodeados de abundancia, cuando somos viejos, cuando somos jóvenes, cuando estamos en el ápice de nuestra actividad reproductiva, cuando estamos enamorados (sí, enamorados), cuando estamos enfermos, cuando sufrimos de enfermedades debilitantes o crónicas, cuando estamos estresados, cuando existe una amenaza inesperada o cuando la comida escasea…

     Dependiendo en la naturaleza de las circunstancias presentes, la señal de comer, se percibe en una variedad de posibilidades. Para poder explicar sus atributos y permutaciones, usaremos como ejemplo el de un adulto, en el pleistoceno, en plena salud, y rodeado de estabilidad.

     Nuestro antepasado, a quien daremos un nombre posible (fonético) responde al sonido gutural de "Grug-G". Grug-G está ayudando a su pareja y sus críos en algún menester tribal, cuando algo lo inquieta, el indicio discreto de que debe de procurar alimento para él y para todos en la familia.

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     Provisto de herramientas rústicas, retorna al sitio donde atrapara, hace de ello unos días, un cabrito bebiendo agua. Para nuestro relato, sin dilación, otro chivo se materializa y después de una caza, al acecho, prolongada, Grug-G retorna para compartir su presa con todos los miembros de la tribu.  La comida se completa con bayas y tubérculos tiernos y el hambre se sacia.

     Ahora bien. Si las circunstancias cambiaran, el mensaje del hipotálamo, también lo haría en sincronización estupenda. Hay sequía, la comida ha sido por algún tiempo, escasa — no hay mucho que comer. Ahora, el hipotálamo se ajusta para que lo poco que comamos y que no necesitemos para mantener la vida, se use como energía. Muy poco hay para todos. Salir embarazada, para la mujer, en estas circunstancias, sería un lujo tan superfluo como sería el tener los períodos menstruales.

     Pero, un día, retorna la abundancia. Hay cantidades enormes de carne y de vegetales, la comida nos sobra. Ahora sí que Grug-G acumula algunas libras de peso (para cuando la escasez retorne), pero, no engordará.

     Ese peso acumulado de esta manera, está destinado a desaparecer, a medida que el individuo retorna al peso óptimo en el cual Grug-G funcionara más adecuadamente.

     Revisando los eventos históricos que más adelante condujeran a la gordura que en el presente existe, tenemos los siguientes:  

    • El uso del fuego y la invención de la rueda.

    • La domesticación de animales y la aplicación de los conocimientos

              de la agricultura.

    • La vida en ciudades, en la proximidad de ríos.

    • La adición a nuestras comidas de la sal, de las especias y de otros condimentos. Lo que al principio se hacía para disimular los olores desagradables, resultado de la descomposición bacterial de los comestibles.

    • La explotación y uso de esclavos para las siembras y la mercantilización del azúcar. La que finalmente, añadiéramos a nuestra dieta en cantidades enormes.

    • La preservación, congelación, y empaquetamiento industrial de las comidas.

    • La conservación de comidas dentro de las viviendas, asistida por la electricidad. Ahora sería posible comenzar el día con un desayuno.

    • El culto de la comida como fuente de solaz, de celebración y como droga de deleite.

    • La producción de fast foods.

    • La dieta restrictiva como remedio para la gordura.

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    Mujer moderna

     Hay más cosas que considerar, pero ya tienen una idea.

    En resumen

     La gordura, la que hasta entonces fuera, fenómeno desconocido para el ser humano — debido a nuestros nuevos hábitos alimentarios adquiridos — llegó a la escena como azote natural.

     En el año 1863, William Banting, como recordarán nuestros alumnos, publicó en Londres su best seller Letter on Corpulence. En 1974, el cardiólogo, Robert Atkins publicó su libro controversial, Dr. Atkins Diet Revolution.

     Aquí haremos una pausa para, en otra lección, discutir los métodos de dietar que nos ofrecen los gárrulos de sistemas de reducir y con los que nos engañan y nos torturan — haciéndonos engordar.

    Fin de la lección.

    Para una selección amplia de artículos relacionados a este tema: http://www.monografias.com/cgi-bin/search.cgi?substring=0&bool=or&nb=1&query=comer+larocca&buscar=Buscar

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    Autor:

    Félix E. F. Larocca