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La evangelización (página 2)

Enviado por Elihú Niño


Partes: 1, 2

Textos clave

  • "El que encubre la transgresión busca amor." (Proverbios 17:9)

  • "Continúen soportándose unos a otros y perdonándose liberalmente unos a otros." (Colosenses 3:13)

  • "Todo su espíritu es lo que el estúpido deja salir, pero el que es sabio lo mantiene calmado hasta lo último." (Proverbios 29:11)

Si han discutido, vayan al fondo del problema. ¿Qué necesitaba realmente el uno del otro durante la pelea? Ataquen la raíz.

Recreemos la discusión en su mente. ¿Qué cosas pudieron haber hecho de manera diferente para tratar el problema de fondo sin pelear? Si el problema no era para tanto, pídanse perdón y olvídenlo

  • 6) Aprender a perdonar

Cómo perdonar. Cuando discuten, usted y su cónyuge se echan en cara antiguas faltas que deberían estar enterradas desde hace mucho tiempo. ¿Por qué? Porque uno de los dos, o los dos, no saben cómo perdonar.

Pero se puede aprender. Claro, antes hay que entender por qué cuesta tanto trabajo perdonar.

  • a) Manipulación. Hay quienes se niegan a perdonar a su cónyuge a fin de poder manipularlo más adelante. Entonces, en la siguiente discusión, sacan a relucir el problema no resuelto para salirse con la suya.

  • b) Resentimiento. Las heridas de una ofensa pasada pueden tardar mucho en sanar. Uno podría decir que ha perdonado, pero quizás guarde resentimiento e incluso tenga deseos de desquitarse.

  • c) Desilusión. Muchos comienzan su matrimonio creyéndose que su vida será un cuento de hadas. De modo que cuando surgen peleas, se preguntan cómo es posible que su alma gemela piense tan distinto a ellos, y se niegan a ceder. Las expectativas irreales lo pueden hacer a uno más propenso a criticar y menos propenso a perdonar.

  • d) Conclusiones equivocadas. Muchas personas creen que si perdonan a su cónyuge, saldrán perdiendo. Piensan, por ejemplo:

  • "Si lo perdono, es como restarle importancia a su falta."

  • "Si lo perdono, tendré que olvidar lo que me hizo."

  • "Si lo perdono, tendré que soportar que me lo siga haciendo."

En realidad perdonar no implica nada de lo anterior. Pero aun así puede resultar difícil, sobre todo en una relación tan íntima como la de pareja.

Tratemos de comprender qué implica el perdón. El término bíblico que se traduce por "perdonar" también puede significar "abandonar". Así que perdonar no siempre exige olvidar lo que pasó o minimizar las faltas. En ocasiones simplemente implica "abandonar" el tema, por el bien de uno y el de la relación.

Piense en las consecuencias de no perdonar. Algunos expertos opinan que quien guarda rencor corre un riesgo mayor de sufrir problemas físicos y emocionales, como la depresión o la hipertensión, y eso sin mencionar el daño que sufre el matrimonio mismo. No en balde dice la Biblia: "Háganse bondadosos unos con otros, tiernamente compasivos, y perdónense liberalmente unos a otros" (Efesios 4:32).

Piense en los beneficios de perdonar. Quien acostumbra perdonar no lleva la cuenta de los errores de su pareja, sino que le otorga el beneficio de la duda. Ese espíritu crea un ambiente propicio para el amor, no para el resentimiento. (Principio bíblico: Colosenses 3:13.)

Sea realista. Le será más fácil perdonar si acepta a su cónyuge tal como es, con sus defectos y virtudes. El libro Fighting for Your Marriage (Luche por su matrimonio) explica: "Si hace una lista de lo que no ha recibido, será más difícil hacer una lista de lo que sí ha recibido. ¿En cuál de las dos le gustaría concentrarse?". Recuerde: ninguno de los dos es perfecto. (Principio bíblico: Santiago 3:2.)

Sea razonable. La próxima vez que se sienta ofendido por algo que el otro dijo o hizo, pregúntese: "¿Realmente es tan grave lo que pasó? ¿Es necesario exigir una disculpa, o se puede pasar por alto?". (Principio bíblico: 1 Pedro 4:8.)

Si lo cree necesario, hable del asunto. Explique con calma qué fue lo que le ofendió y por qué se siente así. No le impute malos motivos a su cónyuge ni haga declaraciones tajantes, pues solo conseguirá que se ponga a la defensiva. Simplemente dígale cómo se sintió por lo sucedido.

Textos clave

"Continúen soportándose unos a otros y perdonándose liberalmente unos a otros si alguno tiene causa de queja contra otro." (Colosenses 3:13)

"Todos tropezamos muchas veces." (Santiago 3:2)

"El amor cubre una multitud de pecados." (1 Pedro 4:8)

Si ha herido a su pareja, pida disculpas sinceras. Incluso si no está de acuerdo con la forma en que su cónyuge ve el asunto, puede pedir perdón por haber herido sus sentimientos. Si se esfuerza por no repetir el error, le dará razones para creer que sus disculpas fueron sinceras.

  • 7) Corregir a los hijos

Cómo corregir a los hijos. John explica: Cuando era pequeño y me portaba mal, mis padres trataban de entender por qué había actuado así antes de castigarme. Ahora que soy padre, procuro hacer lo mismo al educar a mis hijas. Pero mi esposa, Alison, se crió en una familia muy diferente. Sus padres eran un poco impulsivos y, al parecer, castigaban a sus hijos sin averiguar antes todos los detalles. A veces creo que mi esposa disciplina a las niñas con la misma severidad.

Carol cuenta: Mi padre nos abandonó cuando yo tenía cinco años y jamás se preocupó por mí ni por ninguna de mis tres hermanas. Como mi madre tenía que trabajar mucho para traer el sustento a casa, yo asumí gran parte de la responsabilidad de cuidar de mis hermanas menores. Me perdí gran parte de la niñez por hacer un papel propio de un adulto. Como resultado, hoy día soy una persona muy seria. Cuando tengo que corregir a mis hijas, me obsesiono con sus errores. No me detengo hasta averiguar por qué los cometieron, qué les pasó por la cabeza. Mi marido, Marcos, es muy diferente. Él no les da tantas vueltas a las cosas. Su padre era firme pero cariñoso, un hombre que amaba a su esposa y la cuidaba con ternura. Por eso, a mi marido no le toma mucho tiempo resolver los problemas con nuestras hijas: simplemente analiza la situación, la corrige y sigue adelante.

Los comentarios de John y Carol demuestran que la crianza de una persona influye mucho en la manera en que educa a sus hijos. Si los cónyuges tienen antecedentes familiares muy diferentes, lo más seguro es que cada uno tenga su propia forma de administrar la disciplina. En tales casos, las diferencias pueden convertirse en una fuente de problemas entre la pareja.

Como bien sabe cualquier matrimonio con hijos, la educación de los niños es un trabajo agotador que exige atención las veinticuatro horas del día. Y el cansancio acumulado por dicha labor es otro factor que puede aumentar la tensión. Joanna, quien crió a dos hijas junto con su esposo, David, cuenta: "Quiero mucho a mis hijas, pero a veces me desesperaban. Casi nunca querían irse a la cama cuando se lo decía y, además, se despertaban en plena madrugada. Siempre me interrumpían cuando estaba hablando. Dejaban por ahí tirados los zapatos, la ropa y los juguetes, y olvidaban devolver la mantequilla al refrigerador".

Jack, cuya esposa sufrió depresión posparto cuando nació su segunda hija, explica: "Muchas veces regresaba cansado del trabajo y tenía que pasar gran parte de la noche cuidando a la recién nacida. Esta situación nos hacía muy difícil disciplinar de forma consecuente a nuestra hija mayor. Se ponía muy celosa, pues no le gustaba que le diéramos tanta atención a su nueva hermanita".

Cuando los agotados padres chocan en cuestiones como la crianza de sus hijos, los pequeños desacuerdos pueden convertirse en grandes disputas. Si estas no se resuelven, tal vez surja una brecha entre la pareja. Entonces, los niños podrían aprovechar la situación para manipular a sus padres. Así pues, ¿qué principios bíblicos ayudarán al matrimonio a mantenerse unido y a educar bien a sus hijos?

Dedíquense tiempo el uno al otro

Cuando Dios instituyó el matrimonio, dispuso que la pareja permaneciera unida no solo antes de que hubiera hijos, sino también después de que estos se independizaran. Hablando sobre el matrimonio, la Biblia indica: "Lo que Dios ha unido bajo un yugo, no lo separe ningún hombre" (Mateo 19:6). Y como se indica justo antes en este mismo pasaje, Dios ha establecido que, tarde o temprano, todo hijo "dejará a su padre y a su madre" (Mateo 19:5). Queda claro, por tanto, que la crianza de los hijos es solo una etapa dentro del matrimonio, y no su principal razón de ser. Es cierto que los padres tienen que dedicar tiempo a educar a sus hijos, pero nunca deben olvidar que la mejor base para hacerlo es un matrimonio unido.

Entonces, ¿cómo pueden mantener fuerte su relación las parejas que tienen hijos? Una buena forma, siempre que sea posible, es dedicándose tiempo regularmente el uno al otro, sin los niños. Así podrán hablar de asuntos relacionados con la familia y, de paso, disfrutar de la compañía mutua. Por supuesto, no siempre es fácil encontrar tiempo para ello. Alison, citada al principio, cuenta: "Cuando parece que mi esposo y yo vamos a disponer de unos minutos, o nuestra hija pequeña reclama nuestra atención, o la mayor -que tiene seis años- viene llorando con un "gran problema", como que no encuentra sus lápices de colores".

Joanna y David, a los que nos referimos antes, sacaban tiempo para ellos estableciendo una hora para que sus hijas se fueran a la cama. "Les decíamos que tenían que acostarse todos los días a determinada hora -explica Joanna-. Entonces aprovechábamos para relajarnos y conversar un rato."

Dicha costumbre no solo sirve para que los cónyuges dispongan de tiempo libre; también evita que el hijo "piense más de sí mismo de lo que sea necesario" (Romanos 12:3). Cuando a los niños se les enseñan normas como esta, aprenden que son miembros importantes de la familia, pero no el centro de todo. No deben esperar que los demás se adapten a sus caprichos; más bien, son ellos los que deben amoldarse al horario familiar.

Fijemos una hora para que los niños se vayan a dormir y encárguense de que siempre se respete. Si los pequeños presentan una razón para tardarse un poco más de lo normal -como ir a beber un vaso de agua-, ustedes pueden hacer una excepción. Eso sí, no permitan que los niños retrasen una y otra vez la hora de acostarse a base de excusas. Si piden cinco minutos más y ustedes deciden concedérselos, pongan una alarma que suene en cinco minutos. Al acabarse el tiempo, no hay más que hablar. Como aconseja la Biblia, que su "sí" signifique sí, y su "no", no (Mateo 5:37).

Presenten un frente unido

Cierto proverbio bíblico aconseja: "Escucha, hijo mío, la disciplina de tu padre, y no abandones la ley de tu madre" (Proverbios 1:8). ¿Qué nos enseña este versículo? Que tanto el padre como la madre tienen autoridad sobre sus hijos. Ahora bien, aun cuando ambos tengan antecedentes familiares parecidos, no siempre concordarán en la forma de corregir a los hijos y en las normas aplicables en cada situación. Entonces, ¿qué pueden hacer?

John, citado al principio del artículo, dice: "Considero muy importante presentar un frente unido y no discutir delante de los niños". No obstante, él reconoce que es más fácil decir esto que hacerlo. "Los niños se dan cuenta de todo -añade-. Aunque no expresemos nuestro desacuerdo en voz alta, nuestra hija percibe que algo no anda bien."

¿Cómo han vencido John y Alison esta dificultad? Ella cuenta: "Si no concuerdo con la forma en que mi esposo está corrigiendo a nuestra hija, espero a que ella se vaya y, cuando ya no puede oírnos, le expreso a John mi punto de vista. No quiero que ella crea que puede jugar con nosotros al "divide y vencerás". Si se da cuenta de que tenemos diferencias de opinión, le explico que todos los miembros de la familia debemos obedecer las normas de Jehová: yo acepto de buena gana la autoridad de papá, y ella debe aceptar la autoridad de papá y mamá" (1 Corintios 11:3; Efesios 6:1-3). John añade: "Si se presenta un problema y ambos estamos presentes, normalmente soy yo el que corrige a las niñas. Pero si Alison está mejor enterada de lo sucedido, entonces permito que ella actúe y respaldo su decisión. Si no estoy de acuerdo en algo, se lo digo en otro momento".

Pues bien, ¿qué pueden hacer ustedes para evitar que estas diferencias causen problemas en su relación y socaven el respeto que les tienen sus hijos?

Elijan un momento de la semana para hablar sobre la crianza de sus hijos, y traten abiertamente cualquier punto en el que no estén de acuerdo. Esfuércense por comprender la opinión de su pareja y acepten el hecho de que su cónyuge tiene su propia relación con sus hijos.

Mejores padres y mejores cónyuges

Educar a los hijos no es tarea fácil; eso está claro. Y a veces puede que los padres sientan que están llegando al límite de sus fuerzas. Pero no deben olvidar que, tarde o temprano, los hijos se irán de casa y ambos volverán a sentirse más como una pareja. Cuando llegue ese momento, ¿qué efecto habrá tenido la crianza de los hijos en ustedes? ¿Los habrá unido, o los habrá distanciado? La clave está en aplicar el principio de Eclesiastés 4:9, 10: "Mejores son dos que uno, porque tienen buen galardón por su duro trabajo. Pues si uno de ellos cae, el otro puede levantar a su socio".

Si los cónyuges colaboran entre sí, obtendrán magníficos resultados. Carol, de quien hablamos al principio, confiesa: "Siempre supe que mi esposo tenía buenas cualidades, pero criar juntos a nuestras hijas me ha permitido ver una faceta de su personalidad que yo desconocía. Al pensar en todo el cariño y el amor con el que ha criado a las niñas, no puedo menos que respetarlo y quererlo más que nunca". Y John, el esposo de Alison, confiesa: "Mi esposa se ha convertido en una cariñosa madre a la que amo y admiro cada día más".

Si los cónyuges sacan tiempo para estar juntos y trabajan en equipo al educar a sus hijos, su matrimonio se hará más y más fuerte a medida que estos crezcan. Y, quién sabe, puede que en el futuro sus hijos copien el buen ejemplo que les dieron sus queridos padres.

¿Genera conflictos la conversión de uno de los cónyuges?

Hay que reconocer que a veces sí. De hecho, un informe publicado en 1998 por la empresa de investigación Sofres reveló que 1 de cada 20 matrimonios en los que uno de los cónyuges se había hecho testigo de Jehová tuvo graves problemas cuando este cambió de religión.

Jesús profetizó que sus seguidores se enfrentarían en ocasiones a conflictos familiares (Mateo 10:32-36). El historiador Will Durant señaló que en la época del Imperio romano "el cristianismo era culpado de deshacer el hogar". Y hoy a los testigos de Jehová se nos acusa a veces de lo mismo. Pero ¿son en realidad los Testigos quienes provocan las controversias?

Sede del Tribunal Europeo de Derechos Humanos

Al pronunciarse sobre la acusación de que los testigos de Jehová separan las familias, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos declaró que a menudo los familiares que no son Testigos causan conflictos al negarse a "aceptar y respetar el derecho de su familiar creyente a profesar y practicar su religión". El Tribunal añadió: "A esta situación se enfrentan todas las familias cuyos miembros no comparten la misma religión; los testigos de Jehová no son la excepción". * Pero incluso en un ambiente de intolerancia, los testigos de Jehová hacemos todo lo posible por seguir este consejo bíblico: "No devuelvan mal por mal a nadie. […] Si es posible, en cuanto dependa de ustedes, sean pacíficos con todos los hombres" (Romanos 12:17, 18).

¿Por qué creen los testigos de Jehová que solo deben casarse con otros Testigos?

Los Testigos seguimos el mandato bíblico de casarse "solo en el Señor"; es decir, debemos casarnos únicamente con personas que comparten nuestra fe (1 Corintios 7:39). Ese mandato de Dios en realidad nos beneficia. Por ejemplo, un artículo publicado en la revista Journal of Marriage and Family en el 2010 decía que "las parejas que comparten la misma religión y las mismas prácticas y creencias" por lo general disfrutan de una mejor relación.

No obstante, los testigos de Jehová no animan a los miembros de su religión a separarse de su cónyuge si este no es Testigo. La Biblia señala: "Si algún hermano tiene esposa incrédula, y sin embargo ella está de acuerdo en morar con él, no la deje; y la mujer que tiene esposo incrédulo, y sin embargo él está de acuerdo en morar con ella, no deje a su esposo" (1 Corintios 7:12, 13). Nosotros también obedecemos este claro mandato.

¿Cómo pueden ser felices las familias?

¿Por qué es importante casarse legalmente? Jehová, el Dios feliz de quien provienen tantas buenas noticias, desea que las familias sean felices (1 Timoteo 1:11). Él fue quien instituyó el matrimonio. Casarse legalmente ofrece a las parejas un marco estable para la crianza de los hijos y pone el fundamento para una familia feliz. Los cristianos deben obedecer las leyes establecidas para registrar los matrimonios. (Lea Lucas 2:1, 4, 5.)

Dios considera el matrimonio como la unión permanente entre un hombre y una mujer. Él quiere que el esposo y la esposa sean fieles el uno al otro (Hebreos 13:4). Jehová odia el divorcio (Malaquías 2:16). No obstante, permite que una persona se divorcie y se vuelva a casar si su cónyuge ha cometido adulterio. (Lea Mateo 19:3-6, 9.)

¿Cómo deben tratarse el esposo y la esposa?

Jehová creó al hombre y a la mujer para desempeñar funciones complementarias en el matrimonio (Génesis 2:18). El esposo cumple la función de cabeza, así que debe tomar la iniciativa en conseguir el sustento y enseñar a su familia acerca de Dios. También debe estar dispuesto a hacer sacrificios por amor a su esposa. Los cónyuges deben amarse y respetarse. Y claro, como ninguno de los dos es perfecto, también deben aprender a perdonarse para poder ser felices. (Lea Efesios 4:31, 32; 5:22-25, 33, y 1 Pedro 3:7.)

¿Debería ponerse fin a un matrimonio infeliz?

Si una pareja tiene problemas, ambos deben esforzarse por tratarse con amor (1 Corintios 13:4, 5). La Palabra de Dios no recomienda la separación como un medio para resolver los problemas que suelen surgir en la vida de casados. (Lea 1 Corintios 7:10-13.)

¿Qué desea Dios para los hijos?

Jehová desea que los hijos sean felices. Por eso les enseña el mejor modo de disfrutar de su juventud. También quiere que aprovechen la sabiduría y experiencia de sus padres (Colosenses 3:20). Además, desea que tengan la satisfacción que produce servirle a él y a su Hijo. (Lea Eclesiastés 11:9–12:1; Mateo 19:13-15, y 21:15, 16.)

¿Cómo pueden contribuir los padres a la felicidad de sus hijos?

Los padres deben hacer lo posible por darles alimento, techo y abrigo (1 Timoteo 5:8). Pero eso no basta. También tienen que enseñarles a amar e imitar a Dios (Efesios 6:4). Cuando los padres son un ejemplo de amor a Dios, eso tiene una profunda influencia en los hijos. Una educación basada en la Palabra de Dios puede moldear positivamente su forma de pensar. (Lea Deuteronomio 6:4-7 y Proverbios 22:6.)

Los hijos necesitan que los animen y los feliciten por sus buenas acciones. A veces también es preciso disciplinarlos y corregirlos, pues así se evitará que hagan cosas que los perjudiquen (Proverbios 22:15). Con todo, la disciplina nunca debe ser dura ni cruel. (Lea Colosenses 3:21.)

Los testigos de Jehová han publicado varios libros especialmente dirigidos a los padres y a los hijos. Todos están basados en la Biblia. (Lea Salmo 19:7, 11.)

 

 

Autor:

Elihú Niño

 

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