¿Presionan a la gente los testigos de Jehová para que cambie de religión?
No, no presionamos a nadie para que cambie de religión. De hecho, La Atalaya, nuestra revista principal, declaró: "Forzar a la gente a cambiar de religión está mal". Y no lo hacemos por las siguientes razones:
1) Jesús nunca presionó a las personas a aceptar lo que él enseñaba. Él sabía que muy pocas escucharían su mensaje (Mateo 7:13, 14). En una ocasión, cuando algunos de sus discípulos lo abandonaron porque no aceptaron una de sus enseñanzas, él los dejó ir, no los obligó a quedarse (Juan 6:60-62,66-68).
2) Jesús enseñó a sus seguidores que no debían forzar a las personas a cambiar sus creencias. En vez de eso, debían esforzarse por hallar a aquellas que estaban dispuestas a escuchar (Mateo 10:7, 11-14).
3) Cambiar de religión a la fuerza no sirve de nada. Dios desea que las personas lo adoren de corazón, no porque las hayan obligado (Deuteronomio 6:4, 5; Mateo 22:37,38).
¿Desean los Testigos hacer discípulos a toda costa?
Es cierto que llevamos el mensaje de la Biblia "hasta la parte más distante de la tierra" y lo hacemos "públicamente y de casa en casa", como dicen las Escrituras (Hechos 1:8; 10:42; 20:20). Al igual que a los primeros cristianos, a veces se nos acusa de imponer nuestra religión (Hechos 18:12, 13). Sin embargo, estas acusaciones son falsas. Respetamos el derecho de cada uno a elegir lo que quiere creer. Nuestro único interés es que las personas conozcan lo que dice la Biblia para que puedan escoger qué religión practicar.
No imponemos nuestras creencias a los demás. Tampoco usamos la religión para promover ideologías políticas, ni ofrecemos ayuda económica o alguna ventaja social para que las personas se hagan testigos de Jehová. No somos como aquellos que dicen ser cristianos pero hacen lo contrario a lo que Cristo enseñó.
¿Tiene una persona el derecho a cambiar de religión?
La Biblia muestra que sí, pues contiene muchos ejemplos de personas que tomaron la decisión de adorar al Dios verdadero y no siguieron la religión de sus padres. Ese fue el caso de Abrahán, Rut, algunas personas de Atenas y el apóstol Pablo (Josué 24:2; Rut 1:14-16; Hechos 17:22, 30-34; Gálatas 1:14, 23). Además, la Biblia reconoce el derecho de cada uno a tomar la mala decisión de abandonar la religión aprobada por Dios (1 Juan 2:19).
La Declaración Universal de Derechos Humanos, que según la ONU es el "fundamento de las normas internacionales de derechos humanos", confirma que todos tenemos la "libertad de cambiar de religión o de creencia". También establece que toda persona tiene el derecho a investigar, recibir y difundir información y opiniones. Por supuesto, esto incluye las ideas religiosas. Ahora bien, poseer estos derechos implica reconocer que los demás también tienen derecho a defender sus creencias y rechazar las nuestras.
¿Deshonra a la familia cambiar de religión?
No necesariamente. La Biblia nos anima a respetar a todas las personas, sin importar su religión (1 Pedro 2:17). Además, los testigos de Jehová obedecen el mandato bíblico de honrar a los padres, aunque tengan otras creencias (Efesios 6:2, 3).
Sin embargo, no todos están de acuerdo con lo que la Biblia dice. Por ejemplo, una mujer que creció en Zambia cuenta: "Entre las personas de mi pueblo, cambiar de religión era […] una traición a la familia y a la comunidad". Aun así, cuando era adolescente comenzó a estudiar la Biblia con los Testigos y decidió cambiar de religión. "Mis padres me dijeron en varias ocasiones que estaban muy disgustados conmigo y que los estaba decepcionando -recuerda-. Aquello se me hizo muy difícil porque su aprobación significaba mucho para mí. […] Ser leal a Jehová en vez de a las tradiciones religiosas no quiere decir que sea desleal a mi familia."
¿Separan los testigos de Jehová a las familias, o las unen?
Los testigos de Jehová nos esforzamos por lograr que tanto nuestras familias como las de nuestros vecinos estén más unidas. Valoramos la institución familiar, pues reconocemos que fue Dios quien la estableció (Génesis 2:21-24; Efesios 3:14, 15). En la Biblia, él proporciona principios que han ayudado a personas de todas partes del mundo a disfrutar de un matrimonio feliz y unido.
¿Qué hacen los testigos de Jehová para fortalecer los vínculos familiares?
Por un lado, nos esforzamos por poner en práctica los consejos de la Biblia, que nos ayudan a ser mejores cónyuges y mejores padres (Proverbios 31:10-31; Efesios 5:22–6:4; 1 Timoteo 5:8). De hecho, la Biblia puede incluso fortalecer a las familias en las que no todos tienen las mismas creencias (1 Pedro 3:1, 2). Por ejemplo, veamos lo que han dicho algunas personas después de que sus cónyuges se hicieran testigos de Jehová:
"Durante los primeros seis años de matrimonio nos peleábamos todo el tiempo y nos sentíamos frustrados. Pero cuando Ivete se hizo testigo de Jehová, se volvió más cariñosa y paciente. Los cambios que hizo salvaron nuestro matrimonio." (Clauir, de Brasil)
"Cuando mi esposo, Chansa, empezó a estudiar con los testigos de Jehová, yo me opuse, pues pensaba que ellos desbarataban las familias. Pero con el tiempo me he dado cuenta de que la Biblia en realidad ha beneficiado a nuestro matrimonio." (Agness, de Zambia)
Por otro lado, mediante nuestra obra de evangelización, les enseñamos a nuestros vecinos cómo la Biblia puede ser útil para los siguientes aspectos de la vida familiar:
1) Buscar un cónyuge adecuado
¿Será esta la persona para mí? ¿Crees que has hallado a tu media naranja? ¿Cómo puedes estar seguro de que esa es la persona para ti?
Es muy importante que no te fijes tanto en las cosas superficiales. Después de todo, la chica más atractiva tal vez no sea la más confiable, o el chico más popular tal vez no sea muy decente. Tú quieres alguien con quien te sientas cómodo, alguien que de verdad encaje con tu forma de ser y tenga metas parecidas (Génesis 2:18; Mateo 19:4-6).
Trata de ver más allá
No te apresures y procura conocer bien a la persona. Intenta ser objetivo, pues quizá solo estés viendo lo que quieres ver. Muchos enamorados únicamente se fijan en las cosas superficiales y enseguida destacan lo que tienen en común: "Nos gusta la misma música", "Nos encanta hacer las mismas cosas", "¡Estamos de acuerdo en todo!". Sin embargo, debes esforzarte por descubrir "la persona secreta del corazón" (1 Pedro 3:4; Efesios 3:16). En vez de concentrarte en los puntos que tienen en común, sería mejor fijarte en lo que sucede cuando surgen diferencias de opinión.
Observa a la persona y contesta lo siguiente:
¿Cómo reacciona cuando surgen desacuerdos? ¿Quiere salirse siempre con la suya? ¿Tiene ataques de ira? ¿Te insulta? (Gálatas 5:19, 20; Colosenses 3:8.) Cuando no entra en juego ningún principio bíblico, ¿es razonable y está dispuesta a ceder con tal de mantener la paz? (Santiago 3:17.)
¿Es una persona celosa, posesiva o manipuladora? ¿Quiere saber lo que haces en todo momento? "Conozco a parejas que se pelean porque a uno de ellos le molesta muchísimo que el otro no lo llame por teléfono a cada rato -dice Nicole-. No creo que eso sea una buena señal." (1 Corintios 13:4.)
¿Qué piensan los demás? ¿Hablan bien de esa persona? Quizá pudieras consultar a quienes la conocen desde hace tiempo, como es el caso de los hermanos maduros de su congregación (Hechos 16:1,2).
2) Superar las dificultades del primer año de casados
Sugerencias prácticas para los recién casados:
Él: "¡Nunca imaginé que fuéramos tan diferentes! Por ejemplo, yo funciono mejor por las mañanas, mientras que ella está más activa por las noches. Además, no hay quien entienda sus cambios de humor. Y si me pongo a cocinar, ¡no deja de regañarme! ¿Por qué le molesta tanto que me limpie las manos con el paño?".
Ella: "Mi esposo es hombre de pocas palabras, mientras que, en mi familia, todos hablamos mucho, sobre todo a la hora de comer. Y cuando él cocina, ¡siempre se limpia las manos con el paño de secar los platos! ¿Cómo harán otras parejas para entenderse? ¡Con razón dicen que el primer año de casados es el más difícil!"
Es posible que este tipo de situaciones les resulten familiares a muchos recién casados. Tal vez les haya pasado que, de repente, empiezan a ver defectos donde antes no parecía haberlos. Pues bien, ¿qué pueden hacer para que "los problemas normales de la vida de casados" no pongan en peligro su relación? (1 Corintios 7:28, Diego Ascunce.)
En primer lugar, no piensen que, por estar ustedes casados, ya son unos expertos en lo referente al matrimonio. Seguramente, mientras eran solteros, aprendieron a llevarse bien con otra gente y, durante el noviazgo, desarrollaron otras cualidades que los acercaron más el uno al otro. Sin embargo, el matrimonio someterá su relación a otras pruebas que los obligarán a cultivar nuevas cualidades. Y claro está, como en todo proceso de aprendizaje, cometerán errores. Pero eso no quiere decir que su matrimonio no pueda salir adelante.
La mejor forma de adquirir una destreza es consultando a un experto en la materia y poniendo en práctica sus sugerencias. Pues bien, el mayor experto en el tema del matrimonio es Jehová Dios. A fin de cuentas, si los seres humanos nos casamos es porque Dios nos creó con ese deseo (Génesis 2:22-24). Así pues, veamos qué consejos da en su Palabra, la Biblia, a los recién casados. Sin duda los ayudarán a superar las dificultades que surjan y cultivar las habilidades necesarias a fin de que su matrimonio dure mucho más de un año.
Consúltense el uno al otro
¿Por qué es difícil? A veces uno de los cónyuges olvida que sus decisiones afectan al otro. Ese era el problema de Keiji, de Japón. Él explica: "Solía aceptar invitaciones sin preguntarle a mi esposa. Y claro, luego resultaba que ella no siempre podía cumplir con esos compromisos". Allen, de Australia, se resistía a consultar a su esposa debido a su crianza. "Me habían enseñado que un hombre de verdad nunca consultaba nada con su esposa." Algo parecido le pasaba a Dianne, que vive en Gran Bretaña: "Estaba acostumbrada a pedir consejos a mi familia al tomar alguna decisión, así que al principio los consultaba a ellos y no a mi esposo".
¿Cuál es la solución?
Recuerden que Dios ve a los cónyuges como "una sola carne" (Mateo 19:3-6). Para él, ninguna otra relación humana es más importante que la que existe entre un hombre y su esposa. Y hay algo fundamental para mantener fuerte ese vínculo: una buena comunicación.
A este respecto, el propio Jehová es el mejor ejemplo. En Génesis 18:17-33 se narra una ocasión en la que Dios se comunicó con su siervo Abrahán. En este relato se pueden distinguir tres detalles que demuestran la forma respetuosa con que Jehová lo trató: 1) le explicó lo que se proponía hacer; 2) escuchó su opinión, y 3) le mostró que estaba dispuesto a hacer ciertos cambios para complacerlo. ¿Podrían ustedes seguir este mismo patrón antes de tomar decisiones?
Sigamos los siguientes pasos cada vez que uno tenga que tomar una decisión que afecte al otro. 1) Explíquele a su cónyuge cuál cree que es la mejor opción sin plantearla como si fuera un ultimátum o una decisión ya tomada. 2) Pregúntele su opinión y no olvide que su pareja tiene derecho a pensar de forma diferente. 3) Demuestre que es razonable complaciendo en lo posible los deseos del otro (Filipenses 4:5).
Hablar con tacto
¿Por qué es difícil? Muchas personas han sido educadas en familias o en culturas donde no se considera ofensivo expresarse con cierta brusquedad. Liam, por ejemplo, que vive en Europa, admite: "De donde yo vengo, la gente no se anda con rodeos. Por eso, tuve que aprender a expresar mis deseos con tacto para no ofender a mi esposa".
¿Cuál es la solución?
Piensen que no todo el mundo está acostumbrado a que lo traten con el mismo grado de franqueza (Filipenses 2:3, 4). El apóstol Pablo dio un consejo a cierto misionero que puede resultarles muy útil a los recién casados: "El esclavo del Señor no tiene necesidad de pelear, sino de ser amable". El término griego original que se vierte "amable" también puede traducirse por "lleno de tacto" (2 Timoteo 2:24; nota). Así pues, los recién casados harán bien en cultivar tacto, es decir, la habilidad para intervenir en asuntos delicados o para tratar a los demás en situaciones comprometidas sin ofenderlos.
Si su pareja hace algo que le molesta, piense en cómo se lo diría si, en vez de ser su cónyuge, fuera un buen amigo o su jefe. ¿Emplearía el mismo tono y las mismas palabras? Que cada uno haga una lista de por qué su cónyuge merece que lo traten con más respeto y tacto que un amigo o un jefe (Colosenses 4:6).
Adaptación a su nuevo papel
¿Por qué es difícil? Por un lado, puede que los varones recién casados no sepan ejercer de cabezas de familia y, sin quererlo, ofendan a sus esposas. Y por otro, ellas quizá no estén acostumbradas a hacerle sugerencias a su esposo con tacto. Un italiano llamado Antonio explica su problema: "Mi padre casi nunca consultaba a mi madre, así que cuando formé mi propia familia, me comportaba como si fuera un dictador". El problema de Debbie, de Canadá, era otro. "No le pedía a mi esposo que fuera más ordenado: se lo exigía. Y, claro, con esa actitud de mi parte, él nunca daba su brazo a torcer."
¿Cuál es la solución en el caso del esposo?
Algunos hombres confunden la instrucción bíblica de que la esposa debe sujetarse a la autoridad de su cónyuge con la obediencia que un hijo debe a sus padres (Colosenses 3:20; 1 Pedro 3:1). Pero ambas relaciones son muy distintas. La Biblia dice que el esposo "se adherirá a su esposa, y los dos serán una sola carne", mientras que no dice nada parecido de la relación entre padres e hijos (Mateo 19:5). Es más, Jehová describe a la esposa como un complemento, o compañera, del esposo (Génesis 2:18). Sin embargo, en ningún momento dice que un hijo sea el "complemento" de sus padres. Así pues, el hombre que trata a su esposa como si fuera su hija no estaría respetando las instrucciones divinas.
En realidad, la Biblia exhorta al varón a tratar a su esposa del mismo modo en que Jesús trata a la congregación cristiana. ¿Y cómo puede el cabeza de familia imitar a Cristo? ¿Qué puede hacer para que a su esposa le resulte más fácil cumplir con su papel? Primero, no debe esperar que ella acepte su autoridad y dirección desde el primer momento y sin equivocarse. Y segundo, debe tratarla -aun en circunstancias difíciles- con el mismo amor y cuidado con el que trata su propio cuerpo (Efesios 5:25-29).
¿Cuál es la solución en el caso de la esposa?
Debe reconocer que Dios ha elegido al varón como cabeza de familia (1 Corintios 11:3). De modo que la mujer que respeta el papel de su marido también muestra respeto por Dios. Pero si no acepta la autoridad de su esposo, no solo estará rechazándolo a él, sino también a Dios y sus normas (Colosenses 3:18).
¿Y si no concuerdan en algún asunto serio? En vez de atacar al esposo, lo más sabio es atacar el problema. Así lo hizo la reina Ester. Cuando quiso que su esposo, el rey Asuero, corrigiera una injusticia, no se concentró en si él tenía la culpa o no. Más bien, le planteó la situación con tacto y, como resultado, él le dio la razón e hizo lo que era justo (Ester 7:1-4; 8:3-8). Entonces, ¿qué puede hacer la mujer para que su esposo la ame más profundamente? Primero, ser paciente mientras él aprende a ejercer su papel de cabeza y, segundo, tratarlo con respeto, incluso cuando él cometa errores (Efesios 5:33).
En vez de llevar la cuenta de lo que el otro debe hacer, concéntrense en lo que cada uno debe cambiar. Esposo, cada vez que note que a su esposa no le gusta el modo en que usted ejerce su papel como cabeza de familia, pregúntele cómo puede mejorar. Esposa, cuando su esposo se queje de que usted no lo respeta, pregúntele cómo puede mejorar. Que cada uno anote las sugerencias del otro y trate de ponerlas en práctica.
Ser realistas
Lograr un matrimonio feliz es como aprender a andar en bicicleta. Al principio, todo el mundo va dando tumbos porque cuesta mantener el equilibrio. De igual modo, es normal que los cónyuges cometan errores durante sus primeros años de casados.
Así pues, cultiven un sano sentido del humor. Aprendan a reírse de sus propios errores, pero tómense en serio las preocupaciones de su pareja. Aprovechen las oportunidades que se les presenten para hacerse felices el uno al otro durante el primer año de matrimonio (Deuteronomio 24:5). Pero sobre todo, déjense guiar por la Palabra de Dios. Verán cómo se fortalece su matrimonio con cada año que pasa.
La Biblia salvó su matrimonio. Pareja en el día de su boda
Toru y Akiko se casaron muy enamorados, pero tan solo ocho meses después estaban a un paso del divorcio. ¿Cómo fue que esta pareja japonesa llegó a tal punto?
Toru: "Resultó que mi esposa y yo no teníamos tanto en común como pensábamos. Cuando nos sentábamos a ver televisión, a mí me gustaban los deportes, y a ella, las películas. A mí me gustaba salir, y a ella, quedarse en casa".
Akiko: "Toru hacía todo lo que su familia le pedía y nunca me consultaba. Una vez le pregunté enojada si su madre era más importante para él que yo. También me molestaba que torciera la verdad siempre que le convenía. Le advertí que dejara de mentir o, de lo contrario, pondría punto final a nuestro matrimonio".
Toru: "No sabía qué hacer, así que le pregunté a mi jefe. Él me aconsejó: "Dile a tu esposa que se calle, y si se queja, le partes la boca". Un día, durante una discusión, le pegué una bofetada y tumbé una mesa. A consecuencia de la pelea, Akiko se fue a un hotel de Tokio. Tras ir a buscarla, acordamos divorciarnos. A la mañana siguiente, mientras yo me marchaba a la oficina, ella empezó a empaquetar sus cosas".
Akiko: "Justo cuando me disponía a salir con las maletas, alguien tocó el timbre de la puerta. Al abrir y encontrarme con una testigo de Jehová, la invité a entrar".
Toru: "Para cuando llegué a la oficina, ya no estaba tan seguro de querer el divorcio, así que regresé a mi casa de inmediato. Allí me encontré a Akiko hablando con una mujer, que me dijo: "Lo que necesitan es hacer algo juntos. ¿Quieren estudiar la Biblia?". Mi respuesta fue inmediata: "Cualquier cosa con tal de salvar nuestro matrimonio"".
Akiko: "Esta señora se encargó de que recibiéramos clases bíblicas. Creo que lo que cambió nuestra perspectiva fue leer cómo describe la Biblia la relación matrimonial. Génesis 2:24 dice: "El hombre dejará a su padre y a su madre, y tiene que adherirse a su esposa, y tienen que llegar a ser una sola carne"".
Toru: "En el acto entendí lo que tenía que hacer. Hablé con mis padres y les dije que, a partir de ese momento, no tomaría ninguna decisión sin antes consultar a mi esposa. También dejé de beber más de la cuenta. Y cuando aprendí que Dios odia las mentiras, me esforcé por cambiar".
Akiko: "Yo también hice algunos cambios. Antes siempre quería salirme con la mía. Pero al ver los esfuerzos de Toru por poner en práctica los principios bíblicos, empecé a apoyarlo más (Efesios 5:22-24). En la actualidad llevamos veintiocho años felizmente casados. Al aprender a conocernos mejor y al aplicar los sabios consejos de la Biblia, logramos resolver nuestras diferencias".
3) Llevarse bien con los suegros
Cómo llevarse bien con los suegros
Jenny cuenta: "La madre de Ryan no disimulaba su antipatía por mí. Pero mis padres no se portaban mucho mejor con él. De hecho, nunca había visto que trataran tan mal a alguien. No importaba a qué padres visitáramos: uno de nosotros siempre pasaba un mal rato".
Ryan dice: "Mi madre pensaba que nadie era lo bastante bueno para sus hijos; de ahí que casi desde el comienzo empezara a criticar a Jenny. Lo mismo les pasaba a los padres de Jenny conmigo: siempre tenían algo que reprocharme. El problema era que cada uno defendía a sus padres y, al final, terminábamos criticándonos el uno al otro".
Desde siempre, los humoristas han sabido sacarles jugo a los conflictos con los suegros. Pero en la vida real, estos problemas no tienen ni pizca de gracia. Una mujer india llamada Reena explica: "Mi suegra estuvo interfiriendo en mi matrimonio por años. Como no podía desquitarme con ella, a menudo el que pagaba los platos rotos era mi marido. Para él era un continuo dilema: ser un buen esposo o ser un buen hijo".
Pues bien, ¿por qué se meten los padres en la vida matrimonial de sus hijos? Jenny, citada al principio, da una posible razón: "Tal vez les cuesta aceptar que alguien más joven e inexperto pueda cuidar de su hijo". Dilip, el esposo de Reena, va un poco más allá. "Puede que, después de criar a sus hijos y sacrificarse por ellos, sientan que estos los están dejando de lado -afirma-. O hasta es posible que tengan serias dudas de que su hijo o su hija pueda sacar su matrimonio adelante."
Aun así, hay que reconocer que los suegros no siempre tienen toda la culpa. A veces, los responsables de que los padres interfieran son los propios hijos. Analicemos, por ejemplo, el caso de Michael y Leanne, un matrimonio de Australia. "Leanne procede de una familia muy unida, en la que todo lo hablan entre ellos -explica Michael-. Por eso, estando ya casados, ella consultaba con su padre cosas que, en realidad, teníamos que decidir nosotros dos. Y por mucha experiencia que tuviera su padre, me dolía que no acudiera a mí."
Sin duda alguna, los problemas con los suegros pueden añadir tensión a un matrimonio. ¿Es ese su caso? ¿Cómo se llevan ustedes con sus suegros? A continuación examinaremos dos situaciones que pueden surgir y algunas sugerencias que les ayudarán.
Si uno de los cónyuges piensa que el otro está demasiado apegado a sus padres. "Mi esposa quería que viviéramos cerca de su familia -cuenta Luis, que reside en España-; de lo contrario, sentía que los estaba traicionando. También es cierto que, cuando nació nuestro hijo, mis padres venían a casa casi a diario, y eso la estresaba mucho. Esta situación provocó varias discusiones entre nosotros."
Hablando de la institución matrimonial, la Biblia indica: "El hombre dejará a su padre y a su madre, y tiene que adherirse a su esposa, y tienen que llegar a ser una sola carne" (Génesis 2:24). Ahora bien, ¿qué significa "ser una sola carne"? Implica algo más que vivir juntos: implica formar una nueva familia, una que está por encima de sus respectivas familias (1 Corintios 11:3). Claro está, todavía tienen que respetar a sus padres y atenderlos debidamente (Efesios 6:2). Pero ¿qué pasa si la forma en que su cónyuge cumple con este deber hace que usted se sienta descuidado o abandonado?
Algunas sugerencias:
Esfuércese por ser objetivo. ¿De veras está su cónyuge demasiado apegado a la familia? ¿O será sencillamente que la relación que su cónyuge tiene con sus padres es diferente de la que usted tiene con los suyos? Y en tal caso, ¿estará influyendo su crianza en cómo ve usted las cosas? ¿Pudiera ser que usted, en realidad, esté sintiendo algo de celos? (Proverbios 14:30; 1 Corintios 13:4; Gálatas 5:26.)
Es verdad que no es fácil responder estas preguntas y que, para hacerlo, se requiere ser honrado con uno mismo. Sin embargo, es vital que se las haga. Tenga en cuenta que si usted y su cónyuge discuten a menudo por el tema de los suegros, tal vez el verdadero problema sea otro.
Muchos conflictos matrimoniales surgen cuando los cónyuges -que no siempre van a concordar en todo- no logran ver las cosas desde la perspectiva del otro (Filipenses 2:4; 4:5). Ese era el problema de Adrián, un esposo de México. "El ambiente familiar en el que se crió mi esposa no fue precisamente el mejor para ella -explica-. Así que evité relacionarme mucho con mis suegros. De hecho, no quise tener ningún contacto con ellos durante años. Claro, esto me causó problemas con mi esposa, pues ella extrañaba mucho a la familia, sobre todo a su madre."
Con el tiempo, Adrián vio la necesidad de adoptar una actitud más equilibrada. "Todavía creo que a mi esposa le afecta emocionalmente pasar mucho tiempo con sus padres, pero ahora veo que lo contrario también la perjudica. Por eso, me he reconciliado con mis suegros y, en lo posible, trato de mantener una buena relación con ellos."
Que cada uno escriba lo que más le preocupa de su relación con los suegros. Háganlo con tacto. Recuerden que lo que están expresando son sus sentimientos, y no deben parecer recriminaciones. Luego intercambien sus notas y piensen juntos qué pueden hacer para ayudarse el uno al otro.
Si los suegros se inmiscuyen constantemente dando consejos sin que se los pidan. "Pasé los primeros siete años de casada con la familia de mi esposo -cuenta Nelya, de Kazajistán-. Criticaban mi forma de cocinar, de limpiar e incluso de criar a los niños. Y no servía de nada hablar con mi esposo y con mi suegra. Al contrario, solo provocaba más discusiones."
Cuando alguien se casa, deja de estar bajo la autoridad de sus padres. La Biblia dice que "la cabeza de todo varón es el Cristo; a su vez, la cabeza de la mujer es el varón", es decir, su esposo (1 Corintios 11:3). Esto no quita que ambos cónyuges todavía deban honrar a sus padres, como se indicó antes. Proverbios 23:22 nos recuerda: "Escucha a tu padre, que causó tu nacimiento, y no desprecies a tu madre simplemente porque ha envejecido". Ahora bien, ¿qué puede hacer usted si sus padres, o los de su cónyuge, tratan de imponer sus opiniones?
Algunas sugerencias:
Trate de entender por qué sus suegros actúan como lo hacen poniéndose en su lugar. "A veces -explica Ryan, mencionado al comienzo-, los padres simplemente quieren sentir que todavía son importantes para los hijos." Si usted se da cuenta de que no se entrometen con mala intención, el problema quizás pueda resolverse aplicando el principio bíblico de Colosenses 3:13, que dice: "Continúen soportándose unos a otros y perdonándose liberalmente […] si alguno tiene causa de queja contra otro". No obstante, tal vez haya casos en que las constantes intromisiones de los suegros provoquen graves discusiones en el matrimonio. Llegados a este punto, ¿qué pueden hacer los cónyuges?
Algo que les ha resultado práctico a algunas parejas es ponerles ciertos límites a los padres. Para eso no es necesario sentarlos y decirles duramente lo que no deben hacer. Por sus acciones, usted puede dejarles claro que la prioridad es su cónyuge. Masayuki, un esposo japonés, da un ejemplo: "Cuando sus padres opinen, no les dé inmediatamente la razón. Recuerde que usted está sentando las bases de una nueva familia. Así que, primero, pregúntele a su cónyuge que piensa al respecto".
Hablen sobre qué conflictos entre ustedes se deben a las intromisiones de los suegros. Luego, escriban cómo pueden fijar límites a sus padres y, mostrándoles el debido respeto, hacer que los cumplan.
En muchas ocasiones, la situación puede mejorar si se entiende por qué los suegros actúan de cierta forma y si no se permite que los problemas con ellos causen división en la pareja. "En nuestras discusiones sobre los padres había muchos sentimientos implicados, tanto por mi parte como por la de mi esposo -reconoce Jenny-. Enseguida nos dimos cuenta de que decirle al otro lo que sus padres hacían mal no era la solución. Al revés, causaba más daño. Finalmente, decidimos concentrarnos en resolver el problema en vez de utilizar los defectos de nuestros suegros para lanzarnos dardos el uno al otro. ¿Funcionó? La verdad es que sí. De hecho, Ryan y yo estamos ahora más unidos."
4) Administrar bien el dinero
Él dice: "Creo que mi esposa, Laura, gasta dinero en cosas innecesarias, o que por lo menos yo creo que no necesitamos. Además, parece que es incapaz de ahorrar, y eso se convierte en un auténtico problema cuando hay gastos inesperados. He llegado a la conclusión de que si ella tiene dinero en el bolsillo, se lo gasta".
Ella dice: "Tal vez yo no ahorro tanto, pero mi esposo no tiene ni idea de lo que cuesta todo: la comida, los muebles y objetos decorativos, los gastos de la casa. Soy yo quien pasa más tiempo en el hogar; por eso estoy al tanto de lo que necesitamos y lo compro, aunque eso nos lleve a otra discusión por culpa del dinero".
El dinero puede ser uno de los temas más difíciles de tratar con tranquilidad. No sorprende que suela encabezar la lista de causas de discusiones matrimoniales.
A veces, las parejas que no tienen un punto de vista equilibrado del dinero afrontan tensiones, riñas, daños emocionales e incluso espirituales (1 Timoteo 6:9, 10). Los padres que no administran bien sus ingresos a menudo tienen que trabajar más, privando así de apoyo emocional y espiritual a su cónyuge e hijos. Tampoco dan a sus hijos un buen ejemplo respecto a ser razonables en cuestiones de dinero.
La Biblia reconoce que "el dinero es para una protección" (Eclesiastés 7:12). Pero solo servirá de protección a su matrimonio y su familia si usted aprende a administrarlo y a hablar de los asuntos económicos con su cónyuge. De hecho, en vez de convertirse en disputas, las conversaciones sobre dinero pueden incluso fortalecer el vínculo matrimonial.
Entonces, ¿por qué causa el dinero tantos problemas en el matrimonio? Para que las conversaciones sobre este tema sean constructivas y no se conviertan en riñas, ¿qué pasos prácticos se pueden dar?
¿Qué dificultades se presentan?
Ahora bien, los desacuerdos por cuestiones de dinero van más allá de la cuestión económica; suelen deberse a la desconfianza o al temor. Por ejemplo, el hombre que pide explicaciones a su esposa hasta por el más mínimo gasto efectuado quizás no confíe realmente en que ella pueda manejar la economía familiar. Y la mujer que se queja de que su esposo ahorra muy poco probablemente tema que algún acontecimiento futuro perjudique la situación económica de la familia.
Los cónyuges se enfrentan a otra dificultad: la diferencia de antecedentes. Matthew, que lleva ocho años casados, cuenta: "Mi esposa proviene de una familia que administraba bien el dinero. Ella no tiene los mismos complejos que yo. Mi padre era alcohólico, fumaba un cigarrillo tras otro y pasaba largas temporadas sin trabajo. Muchas veces carecíamos de lo necesario, por lo que desarrollé pánico a las deudas. Por eso a veces soy irrazonable con mi esposa en asuntos de dinero". Sin importar cuál sea el motivo de tensión, ¿cómo puede usted lograr que el dinero sea una ayuda -y no un problema- en su matrimonio?
¿Qué es más importante para usted: el dinero o su matrimonio? Cuatro medidas indispensables
La Biblia no es un manual de economía, pero contiene consejos sabios y prácticos que pueden ayudar a los cónyuges a evitar problemas económicos. ¿Por qué no analiza dichos consejos y trata de seguir las sugerencias que se ofrecen a continuación?
Aprendan a hablar de dinero con tranquilidad.
"Con los que consultan juntos hay sabiduría." (Proverbios 13:10.) Dependiendo de sus antecedentes, quizás le resulte incómodo consultar a otros -especialmente a su cónyuge- sobre cuestiones de dinero. Aun así, conviene que aprenda a hablar de este importante asunto. Por ejemplo, ¿por qué no le explica a su cónyuge cómo cree que influyó en usted la actitud de sus padres hacia el dinero? Por otra parte, intente comprender cómo han influido los antecedentes de su cónyuge en la actitud de él o de ella.
No hace falta esperar a que surja un problema para hablar de estas cuestiones. Un escritor bíblico preguntó: "¿Andarán dos juntos a menos que se hayan encontrado por cita?" (Amós 3:3). ¿Qué nos enseñan estas palabras? Que si apartamos un tiempo específico para hablar de asuntos económicos, será menos probable que se produzcan malentendidos y discusiones.
Fijar un día para hablar de la economía familiar, por ejemplo, el primero de cada mes o de cada semana. La conversación debe ser breve, de quince minutos como máximo. Escojan un momento propicio para que ambos estén tranquilos. Y comprométanse a no hablar de dinero en determinadas ocasiones, como a la hora de las comidas o mientras pasan tiempo con sus hijos.
Decidan juntos cómo verán los ingresos.
"En cuanto a mostrarse honra unos a otros, lleven la delantera." (Romanos 12:10.) Si es usted el único que lleva un sueldo a casa, puede honrar a su cónyuge viendo dicho sueldo no como algo suyo, sino de toda la familia (1 Timoteo 5:8).
Si ambos cónyuges trabajan, pueden mostrarse honra diciéndose lo que ganan y los gastos importantes que hacen. Si uno oculta a su cónyuge cualquiera de estos datos, es probable que socave su confianza y dañe la relación. Eso no significa necesariamente que deba consultarlo para cualquier gasto mínimo. Pero si habla con su pareja antes de realizar compras más importantes, demostrará que valora su opinión.
Decidir juntos cuánto puede gastar cada uno sin tener que consultar al otro, sea poco o mucho dinero. Hable siempre con su cónyuge si quiere gastar más de lo acordado.
Pongan sus planes por escrito.
"Los planes hechos con cuidado traen prosperidad." (Proverbios 21:5, Nueva Biblia al Día.) Una forma de planear para el futuro y evitar que se desperdicie lo que han ganado con tanto esfuerzo es elaborar un presupuesto familiar. Nina, que lleva cinco años casada, dice: "Ver los ingresos y los gastos reflejados en papel te abre los ojos. Es muy difícil negar la realidad".
Llevar un presupuesto no tiene por qué ser complicado. Darren, casado ya por veintiséis años y padre de dos muchachos, recuerda: "Al principio utilizábamos un sistema de sobres. Colocábamos el dinero de la semana en diferentes sobres: para la comida, el entretenimiento e incluso para la peluquería. Si nos quedábamos sin dinero en un sobre, lo sacábamos de otro, pero siempre nos asegurábamos de devolver el dinero a ese sobre lo antes posible". ¿Qué hay de su familia? Si ustedes no suelen pagar sus cuentas en efectivo, sino mediante banca electrónica o tarjetas de crédito, es muy importante que tengan un presupuesto y lleven registro de sus gastos.
Anotar todos sus gastos fijos y pónganse de acuerdo sobre qué porcentaje de sus ingresos deben ahorrar. Entonces hagan una lista de gastos variables, como los de alimentación, electricidad y teléfono. Luego lleven registro de todos sus gastos durante varios meses. De ser necesario, hagan ajustes en su estilo de vida para no acumular deudas.
Decidan quién se encargará de cada cosa.
"Más valen dos que uno, porque obtienen más fruto de su esfuerzo." (Eclesiastés 4:9, 10, Nueva Versión Internacional.) En algunas familias, la responsabilidad de administrar el dinero la lleva el esposo. En otras, es la esposa quien atiende esta tarea de manera competente (Proverbios 31:10-28). Sin embargo, muchas parejas deciden compartir la carga. Mario, que lleva veintiún años casado, explica: "Mi esposa se ocupa de las facturas y los gastos menores, y yo de los impuestos, los contratos y el alquiler. Cada uno informa al otro, y colaboramos como socios". Sea cual sea el método, la clave es trabajar en equipo.
Tomando en cuenta los puntos fuertes y los débiles de cada uno, decidan quién se ocupará de cada responsabilidad. Un par de meses después vean cómo les ha ido. Estén dispuestos a hacer modificaciones. Para comprender mejor las labores que desempeña su cónyuge, como pagar facturas o ir de compras, intenten intercambiar los papeles de vez en cuando.
¿Qué revelan sus conversaciones sobre dinero?
Sus conversaciones sobre dinero no tienen por qué sofocar el amor. Leah, que lleva cinco años casada, lo ha comprobado. Ella cuenta: "Mi esposo y yo hemos aprendido a ser francos y honrados cuando hablamos de dinero. Como resultado, ahora trabajamos en equipo, y nuestro amor ha crecido".
Cuando los cónyuges hablan de cómo quieren gastar el dinero, comparten sus esperanzas y sueños, y fortalecen su sentido del compromiso. Si se ponen de acuerdo antes de hacer compras importantes, dan prueba de que respetan las opiniones y los sentimientos de cada uno. Y al permitir que el otro gaste una cantidad específica sin consultar, demuestran que confían el uno en el otro. El respeto y la confianza son los ingredientes de una relación verdaderamente amorosa. Sin duda, una relación como esa no tiene precio, así que ¿merece la pena discutir por dinero?
5) Dejar de discutir
¿Sienten que no les es posible resolver los asuntos con calma, que están caminando por un campo minado y que cualquier paso en falso podría hacer estallar una pelea? Si así es, no se desanimen: su situación puede mejorar. Pero primero tienen que descubrir por qué discuten tanto.
Malentendidos.
Lliana admite: "A veces intento decirle algo a mi esposo, pero las palabras no me salen como yo quisiera. Otras veces insisto en que le he dicho algo cuando en realidad solo me lo he imaginado. De verdad, no estoy exagerando".
Diferencias de opinión.
Sin importar lo compatibles que sean, no siempre verán las cosas de la misma manera. ¿Por qué? Porque no hay dos personas totalmente iguales, un hecho que hace la vida más interesante pero que también puede causar tensión. En el caso de muchas parejas, lo segundo es más común que lo primero.
Malos ejemplos.
"Mis padres se peleaban todo el tiempo y se faltaban al respeto -recuerda Raquel-, así que cuando me casé comencé a hablarle a mi esposo igual que mi madre le hablaba a mi padre. No había aprendido a ser respetuosa."
Problemas de fondo.
A menudo, el problema que origina una pelea no es el que parece a simple vista. Por ejemplo, cuando una esposa le dice a su esposo: "¡Siempre llegas tarde!", el problema tal vez no sea que él haya llegado tarde, sino que ella siente que no la trata con consideración.
Sea cual sea la causa, las peleas frecuentes afectan la salud e incluso pueden llevar al divorcio. Entonces, ¿cómo dejar de discutir?
Una manera de identificar la raíz del problema, es cuando ambos estén tranquilos, lleven a cabo el siguiente ejercicio.
a) Escriba cada uno en una hoja de papel el asunto por el que discutieron la última vez. Por ejemplo, un esposo podría escribir algo así: "Te pasaste todo el día con tus amigas y no me llamaste ni una sola vez". Y la esposa podría escribir algo así: "Te enojaste porque salí con mis amigas".
b) Con una mentalidad abierta, analicen juntos las siguientes preguntas: ¿Realmente era tan grave el asunto? ¿Hubiera sido mejor dejarlo pasar? Para mantener la paz, a veces lo mejor es aceptar que no siempre estarán de acuerdo y pasar por alto las diferencias con amor. (Principio bíblico: Proverbios 17:9.) Si ambos llegan a la conclusión de que el problema no era para tanto, pídanse perdón y olvídenlo. (Principio bíblico: Colosenses 3:13, 14.) Ahora, si uno o los dos siguen pensando que lo sucedido es grave, den el siguiente paso.
c) Anoten cada uno en su hoja lo que sintieron durante la discusión. El esposo podría escribir algo como: "Me pareció que preferías estar con tus amigas a estar conmigo". Y la esposa podría poner: "Sentí que me trataste como a una niña que tiene que estar llamando a su papá a cada rato".
d) Intercambien las hojas y lean lo que escribió el otro. ¿Qué sentía en el fondo su cónyuge mientras estaban discutiendo? Digan qué cosas pudieron haber hecho de manera diferente para tratar el problema de fondo y no terminar peleando. (Principio bíblico: Proverbios 29:11.)
e) Hablen de lo que aprendieron durante el ejercicio. ¿Cómo pueden ponerlo en práctica para ahorrarse discusiones futuras o para detenerlas en cuanto comiencen?
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