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La noche y el ensueño en la poética de César David Rincón

Enviado por vajomar


    La noche y el ensueño en la poética de César David Rincón

    Mucho ha contribuido este sistema educativo que soportamos en la acelerada pérdida de la sensibilidad humana. No sostengo la tesis del pasado virtuoso, infinitamente superior al presente, pero sí debe reconocerse una mayor inclinación en aquellos maestros ancestrales por tejer en el alma infantil y adolescente los caminos hacia el despertar de una voluntad que abriera sus puertas a los senderos de un humanismo integral.

    Al hacer un repaso a la obra poética de César David Rincón (1938 – 1992) debo iniciarlo desde su experiencia formativa en el mundo de las artes y las letras en el Liceo Baralt en 1954; cuando él, junto a otros jóvenes zulianos, integran el Centro de Apreciación Musical:

    Este centro fue la célula inicial que sirvió como matriz para que germinara la semilla que sirvió como matriz para que germinara la semilla que luego se convirtió en el grupo literario Apocalipsis, al llegar a Maracaibo procedente de Chile el poeta Hesnor Rivera… (Morales. 1993:9).

    El Liceo es una referencia obligada si existe el convencido deseo de iniciar una nueva historiografía de la literatura nacional; allí hacen los primeros votos figuras trascendentales como: Mariano Picón Salas, Jesús Enrique Lossada, Mario Briceño-Iragorry y toda la generación del 18; Domingo Miliani, Oscar Sambrano Urdaneta, Ednodio Quintero, Hesnor Rivera, entre otras figuras fundamentales. El Liceo será el primer punto de encuentro para la construcción de gran diálogo que significa la literatura latinoamericana, en este caso venezolana.

    En el Liceo Baralt comenzará el camino empinado hacia la noche infinita que llevará a César David a unirse al canto nocturno compartido con Novalis y Hölderlin desde las mesas cubiertas de sueños del bar Piel Roja. Un canto que pretende supeditar la realidad de un país que se niega a otra expresión que no sea política a un inconsciente poético de constelaciones y ensueños. Se aleja de esa realidad para unirse, cual hijo pródigo, a la noche que los llama desde la infancia: Apartado de ella, yo me vuelvo hacia la sagrada inefable noche misteriosa noche (Novalis. 1995:27). A él se une la voz de César David: La noche se vuelve atroz / Cuando llega la feria con sus actos, / cuando cerca del lugar trágico / hay un sitio de amor y de odio, / donde se desmantela la imagen (Rincón. 1992:15). La poética de César David Rincón va a construir desde la noche y el ensueño un mundo paralelo al real: el mundo de la imagen; en el cual pueda distenderse en brazos de la inconsciencia y poder ser más él mismo: Ahora que la noche ha envilecido mi agonía… / …Hay ganas de morir anegado de sueños / de permanecer oculto en tu memoria. (Rincón.1992:32).

    A su vez, César David Rincón une su canto al coro de otros jóvenes poetas reunidos en torno al grupo Apocalipsis (1955 – 1958), que significó la ventana al surrealismo en el Zulia. En él se encontrarán desde la palabra Hesnor Rivera, Ignacio de La Cruz, Atilio Storey Richardson, Laurencio Sánchez Palomares, Miyó Vestrini, Régulo Villegas y Néstor Leal, y; desde la luz y los colores, Francisco "Paco" Hung, Homero Montes y Rafael Ulacio Sandoval. Los jóvenes apocalípticos continuarán el proceso transformador de las letra zulianas que comenzaran Ariel (1901 – 1904) y Seremos (1925 – 1928):

    Para ese año se había planteado en el Zulia la discusión acerca de la presunta involución de las letras zulianas, en una extensa campaña del diario Panorama. Se planteaba la crisis literaria del Zulia, ya que desde la muerte de Udón Pérez, Elías Sánchez Rubio e Ismael Urdaneta, a finales de la década del veinte, sólo cinco o seis nombres mantenían la tradición y abundaban los "consagrados", que llenaban estantes, con muchos libros publicados, pero de muy escasa calidad (Hernández – Parra. 1999:175).

    Por este camino se decide el rumbo de Apocalipsis y, por su puesto, el de César David Rincón. Su producción, aunque mínima en cantidad (Columpio de la noche, El viento sólo vino a viajar, Utensilios del anhelo, Azar inconstante y La luna de las demoliciones) representa el testimonio de un espíritu universal, encadenado irremediablemente con un mundo al que no le era ajeno el poder de la imaginación que, al unirse con la escritura, permite la estructuración de nuevos mundos, de nuevos espacios, de nuevos universos, que van a absorber la realidad y cubrirlo con los destellos enceguecedores de la fantasía y el sueño:

    Hay horas en la vida de un poeta en las que la ensoñación asimila lo real mismo. Lo percibe entonces asimilado. El mundo real es absorbido por el mundo imaginario (Bachelard. 2000:29).

    El mundo real es absorbido por un espacio distinto, el espacio de la imagen, la imagen poética que surge para conquistar un mundo a través de otro que lleva en su vientre: un mundo imaginado en las ensoñaciones del poeta: Lo que existe es tierra agradecida de pájaros y labios, / marea sin guerreros tendidos en la arena, / muchacha con la imagen rota en sus pupilas (Rincón. 1992:16). En otro poema escribe: Dentro del sueño existen esas aguas que conservan / tu rostro: media noche bajo el río (Rincón. 1992:20). ¿Pero por qué la insistencia de César David Rincón en la noche y los sueños? Porque sencillamente César David fue un romántico comprometido con ese espíritu que enaltecieron los poetas de sus lecturas violentas y acaloradas en aquel bar del recuerdo. La noche y los sueños van a tener un papel fundamental en la poética de las almas románticas. En el sueño el poeta puede perfecta e intensamente activar sus sentidos internos y la imaginación:

    Sobre la base de su experiencia personal, Jean Paul compara al soñador con el poeta; cree en la omnipotencia creadora de la imaginación, única que puede satisfacer nuestra innata necesidad de comunicación con el Infinito (Béguin. 1996:30).

    Dentro del sueño, los románticos dan mayor vitalidad a la imaginación, tienen un mayor grado de claridad con respecto a la experimentada en la vigilia; y esto ocurre gracias a que en los sueños no existe censura posible, en el sueño existe la libertad absoluta para la creación de imágenes. El poeta se supera a si mismo porque es más él, porque su yo íntimo se dilata para no seguir siendo lastimado por la dura realidad: Inmóvil, la noche libra sus trampas, / hace memoria para multiplicar la imagen, / alberga evidencias más allá del tormento (Rincón. 1992:50). Porque no teme a nada no puede morir ya que el sueño le permite nacer mil veces: Mira cómo la muerte crece con facilidad de relámpago, / su esplendor de un instante no derrota la sombra… (Rincón. 1992:16). En el sueño no existe el tiempo estrictamente fechado, las fechas se colocan cuando contamos lo soñado: Estamos en la punta del tiempo que comienza, recomienza y vuelve a / comenzar en la tirada de unos naipes misteriosos (Rincón. 1993:23).

    César David Rincón utiliza a la noche y al ensueño como un columpio que nos inserta en el reino de la imagen, de su imagen. Y este columpio no es otro que la palabra utilizada en estricta significación pitagórica:

    Estoy apoyado sobre una antiquísima mesa griega, conversando con Pitágoras; él dicta unos versos que no dicen nada, pero de pronto comienzan a sonar y a sonar, cada vez más dulcemente, y se van, como en una espiral encantada, buscando lo de arriba, todos los astros; con luz o sin ella entran a un gran sonido, a una música interior con innumerables variaciones; a una sinfonía más allá de todas las grandes sinfonías escuchadas por el hombre; es como el sonido de Dios sobre todas las primaveras; no entendemos mucho, pero nuestra alma, pequeña, llena de armonía, en medio de aquella plácida alabanza, es una de las voces del gran coro y la música entonces revienta nuestro cuerpo y somos apenas una voz jubilosa en medio de torrentes sinfónicos y vibrantes corales, tan altos e imponderables cuyo secreto aún no nos ha sido revelado (Rincón. 1993:13).

    Los poetas, y entre ellos César David, intentan a través de la palabra ordenar el caos de la vida social y espiritual cotidiana. De la misma manera como ocurrió en tiempos del pitagorismo, se necesitaba una nueva ayuda para inutilizar tantos momentos de indecisión frente a un proceso de desmoronamiento del mundo de la sensibilidad. Por ello se emprende la búsqueda de la unión, de la simetría y de la armonía que coadyuvaran a concretar este nuevo sueño: establecer la concordancia de lo discordante en una unidad superior (Gullón. 1963:14). Sobre la escuela pitagórica podemos decir que basó su credo en la música, las matemáticas (numerología) y en el régimen físico, todas ellas supeditadas a una constante búsqueda de la organización armónica del mundo:

    El pitagorismo fue visto como un sistema concebido para poner orden en el caos; los números son cifras mágicas que revelan (si acaso no oculta) la significación secreta de las cosas (Gullón. 1967:23).

    En César David Rincón podría cumplir las veces de números las palabras, la palabra desde la ensoñación. Y del silencio con el cual le responde al sabio griego:

    Mi noble amigo Pitágoras, me habla del "skolé", del ocio fecundo; pero no le escucho; había sido tocado apenas unos segundos por la música sagrada de las esferas. Jamás sería el mismo. A pesar de los versos perfectos y de las armoniosas cosmogonías de algunos espíritus excepcionales. Pitágoras hacía verdaderos prodigios, pero yo estaba ausente en un coro distante y único. (Rincón. 1993:13).

    ¿Puede considerarse en la poesía de César David Rincón la posibilidad de un acercamiento hacia el esoterismo? Considero que se trata de una poesía evocadora (ensoñación), oscura, no organizada de manera lógica pero llena de metáforas, analogías e imágenes casi siempre sorpresivas y abstractas, próximas al lenguaje esotérico, tal como lo expresa el hermetismo italiano durante los años treinta en el cual se embarcan poetas como Ungaretti y Quasimodo, que reaccionan contra la retórica dannunziana, así como César David y compañía reaccionan contra el anquilosamiento de Udón Pérez.

    La conciencia poética de César David Rincón dialoga con los poetas del continente latinoamericano a través de un imaginario que se encuentra representado por una búsqueda de la mismidad cósmica:

    Sentimiento de unidad del hombre con una realidad envolvente que lo afirma y lo trasciende a un mismo tiempo. El sentimiento de la vida cósmica, título de un bello libro de Mariano Ibérico, aparece con frecuencia en nuestra literatura. El hombre se siente así en eterno diálogo con la Naturaleza, como si su ser interno estuviera en relación indisoluble con los movimientos del cosmos. Por esta razón la verdadera identidad personal aparece como el resultado de una "infiltración" de la vida cósmica dentro del núcleo recóndito de la personalidad (Ross.1992:18).

    La experiencia poética de César David indica que a través de la poesía él calla al hombre del mundo para reencontrarse con el hombre cósmico que se sacrificó en el principio para que el mundo pudiera ser:

    Comienza con el silencio total, con una atención concentrada, que permite a las vibraciones, a los ritmos de la realidad, a la pulsación de los seres, surgir y deslizarse a través del corazón y la mente del poeta; luego este siente que las palabras fluyen, vistiendo los ritmos (Zolla. 1981:141).

    El silencio y el ensueño abren nuevos espacios para la creación; en su simbiosis el espíritu se transforma en el puerto en donde desembarcan las imágenes de la inmensidad: Oráculo de tanto enmudecer / La ventana lame a dentro / La sombra de ese estanque / Dan ganas de romper el aire / Y mirar la huella / En tan justa medida (Rincón. 1992:104). En este silencio interior nace una relación lúdica entre poeta y universo. El hombre es representado como un reflejo de esa infinitud que es el universo; es decir, es la relación análoga entre el microcosmo como resumen del macrocosmo. El hombre es la referencia a lo más alto de la creación divina que debe comprender su origen, todo su pasado, de tal forma que pueda ser la representación en pequeño del universo. Esta verdad, así como en los románticos, se revela en César David Rincón en los niveles más oscuros de la nocturnidad, se hace lúcida en la noche más profunda del alma, se revela en el sueño: No hay sitio para la realidad que consume; / no más sol, ni viento, ni verano! / Sólo la noche y los ojos atisban esa ausencia (Rincón. 1993:27). En otro poema escribe:

    Durmiendo en las profundidades

    me despertó una antigua música

    de qué cielo viene no lo sé,

    tanta frescura de primavera

    en una orilla tan blanca

    y ese sonido de las palabras

    que atraen paz a los nimbos y a las lluvias

    tocando flautas de soledad

    en medio del corazón (Rincón. 1993:55).

    Esta mismidad cósmica aludida por Waldo Ross tendrá como territorio de edificación al campo en donde a su vez se construyen los ensueños, y que Bachelard define como campo de ruinas psicológicas, me refiero a la memoria. Para César David Rincón todo lo que rodea al hombre, incluyendo al hombre mismo, debe ser reinventado, debe ser imaginado de nuevo a través de una alquimia poética:

    La alquimia es otro elemento de la mismidad cósmica, busca la integración de los opuestos y parte del plano material, el principio femenino oscuro, el elemento yinizado, el incosciente (Flores.1995:64).

    A lo que agrega Bachelard:

    Y los nombres de las grandes cosas como la noche y el día, como el sueño y la muerte, como el cielo y la tierra, sólo cobran sentido designándose como "parejas". Una pareja domina a la otra, una pareja engendra a la otra (Bachelard. 2000:59).

    Este deseo de unidad cósmica invita a César David a buscarla siempre a través de la palabra, palabras representadas por los cuatro elementos: aire, fuego, tierra y agua. Cabe destacar que, aunque los cuatro elementos están presentes a lo largo de toda la su producción poética, es el elemento marino (el agua) quien protagoniza las horas de ensueño: Mi corazón diseminado en todos los puertos, con la / palabra abierta en el oleaje (Rincón. 1992:21). Tu lugar / Oh príncipe, es sobre las aguas: / la mujeres beben de la flor llameante / y sus fuegos caen por el río (Rincón. 1992:49). Prisioneros de las playas estos hilos de lluvias / giran sin fin (Rincón. 1992:91). De tanto enmudecer / En otro río música callada / Y este goce inconcluso al término del día (Rincón. 1992:101). Tu alma tiembla en el agua / Y canto sobre una estrella nueva / El más bello canto de amor (Rincón. 1993:63). Es natural la presencia del agua en la poética zuliana. El agua, que significa la presencia del Lago como ente nutricio, como una máquina de la felicidad que permite al poeta comunicarse a través de él con el pasado y el futuro: el Lago rompe las normas que sostiene cualquier teoría de la temporalidad. El Lago se transforma en la poesía zuliana, y naturalmente en la de César David Rincón, en la habitación cósmica del espíritu poético, la estancia de la palabra que se hace luz desde sus profundidades porque se hace principio vital y urgente. El Lago es, para el poeta, un ojo abierto que le permite observar el carácter telúrico de su espíritu, aquello que lo ata a la energía de la tierra por medio de las entidades subterráneas que toman figura eterna en el inconsciente.

    Ahora bien, el agua que canta César David, es el agua de la renovación integral del ser humano, aquella que trae en su seno una nueva sensibilidad. Hay que unir a esto el hecho de que los psicoanalistas ven al agua como un símbolo de lo femenino, que a su vez representa el ideal de la naturaleza humana; ya que significa el complemento sensible en el alma del hombre por eso casi todas las alegorías, en el lenguaje como en la iconografía, son mujeres (Bachelard. 2000:58):

    Todo ha nacido del agua,

    todo se conserva por el agua:

    ¡Océano, no nos niegues tu imperio

    eterno!

    Si dejaras de alimentar las nubes,

    no nos regalaras con dulces arroyos,

    no enviaras aquí y allá los ríos,

    no enriquecieras los caudales,

    ¡qué nos valdrían los llanos, los montes

    y el mundo!

    ¡Tú eres el mantenedor de la lozanía,

    tú el que da frescor a la vida! (Goethe. 1980:313).

    Finalmente, queda un elemento que traducir desde la palabra de César David Rincón, y es el carácter melancólico depresivo que se desprende de la poética del zuliano. Debemos partir de la constatación de que el mundo de la palabra en César David parte de dos momentos de crisis: 1.) El desgaste de la poesía en el Zulia que se compromete, desde Apocalipsis, a revitalizarla, y; 2.) La situación política del momento que afectó, de una forma u otra, a todos los espíritus sensibles. De la misma manera hay que asegurar que en tiempos de crisis, la melancolía se impone, se dice, construye su arqueología, produce sus representaciones y su saber (Kristeva. 1997:13). Ambas situaciones trastocan la sensibilidad de César David Rincón, hiriendo de manera radical su "yo frágil" volviéndolo quizás alguna sombra desesperada que se busca porque se encuentra perdido en un laberinto insólito: Estoy separado de mi mismo (Rincón.1992:21). Bebamos estas copas que nos enloquecen, / aspiremos este licor y ese campo abierto, / buscando a alguien que no existe (Rincón. 1992:14). Una búsqueda que será inútil porque está dependiendo de un tiempo que comienza, recomienza y vuelve a / comenzar en la tirada de unos naipes misteriosos (Rincón. 1993:23) que avivan el dolor:

    La desaparición de ese ser indispensable continúa privándome de la parte más valiosa de mí misma: la vivo como herida o como una privación para descubrir, inclusive, que mi dolor no es sino la postergación del odio o del deseo de venganza que alimento por aquel o aquella que me traicionó o abandonó… El deprimido es un ateo radical y taciturno (Kristeva. 1997:10).

    Queda desde allí excomulgado por el dogma cristiano que ve en la tristeza, en la melancolía o en la depresión un estado de pecado. Por ello César David baja al infierno dantesco en donde habitan los adoloridos aquella penosa ciudad doliente en donde:

    Sólo podemos adivinar lo que no era vida.

    Simulacros de ceremonias donde jamás estuvimos.

    La memoria ciñéndonos su pelambre en exilio.

    El abierto futuro escindiendo la trama.

    Ni lagos, ni lunas, apenas nieblas afuera… (Rincón. 1993:27).

    César David Rincón, poeta de la noche, del desarraigo y del dolor, probablemente sin Dios (ya él había muerto) hizo su vida en la palabra. Allí construyó su reino de imágenes dentro de las cuales se ocultaba para no respirar los aires de la vigilia. Y si lo vimos bajo un rayo de luz ese no era él, probablemente otra más de sus creaciones o alguno de sus "yo" que escapó hacia otras constelaciones y quedó perdido en la dolorosa vía de los que viven sin morir un instante. Allí sigue escondido tras la luna de las demoliciones columpiándose hacia la noche infinita donde el viento, hecho sueño de hojas secas, detuvo su camino para hacerse parte de un jardín apocalíptico.

    Bibliografía

    Bachelard, Gastón. (2000). La poética de la ensoñación. México: Fondo de cultura económica.

    Béguin, Albert. (1996). El alma romántica y el sueño. México : Fondo de cultura económica.

    Flores, María Antonieta. (1995). César David Rincón: hermetismo y visión cósmica. Anuario del Instituto de Investigaciones Literarias y Lingüísticas. Maracaibo : Universidad del Zulia.

    Goethe, Johann Wolfgang von. (1980). Fausto. Werther. Barcelona : Círculo de lectores.

    Gullón, Ricardo. (1963). Direcciones del modernismo. Madrid : Editorial Gredos.

    (1967). Pitagorismo y modernismo. Revista Mundo Nuevo #7.

    Hernández, Luis G. Parra, Jesús A. (1999). Diccionario General del Zulia. Maracaibo : Banco Occidental de descuento.

    Kristeva, Julia. (1997). Sol negro. Depresión y melancolía. Caracas : Monte Ávila Editores.

    Morales, Iliana. (1993). De Apocalipsis al maracuchismo leninismo. Maracaibo : Editorial Udón.

    Novalis. (1995). Himnos a la noche. Cánticos espirituales. España : Pre-Textos, Poesía.

    Rincón, César David. (1992). Poesía completa. Maracaibo : Puerta de Agua.

    (1993). La luna de las demoliciones. Maracaibo : Universidad del Zulia

    Ross, Waldo. (1992). Nuestro imaginario cultural. Simbólica literaria hispanoamericana. Barcelona : Antrhopos.

    Zolla, Elemire. (1983). Los arquetipos. Caracas : Monte Ávila Editores.

     

     

    Autor:

    Lic. Valmore Muñoz Arteaga

    vajomar[arroba]cantv.net