Las clases resultantes son:
CLASE DE SERVICIO
I. Profesionales superiores; directivos de grandes establecimientos y grandes empleadores (más de 25 empleados).
II. Profesionales de nivel medio e inferior; técnicos superiores; directivos de pequeños establecimientos (menos de 25 empleados); supervisores de empleados no manuales.
CLASES INTERMEDIAS
IIIa. Empleados no manuales de rutina en la administración y en el comercio.
IIIb. Trabajadores de los servicios personales y de seguridad.
IVa. Pequeños propietarios, artesanos, etc. con empleados (menos de 25).
IVb. Pequeños propietarios, artesanos, etc. sin empleados.
IVc. Agricultores, pescadores, etc.
V. Supervisores de trabajadores manuales, técnicos de nivel inferior etc.
CLASE OBRERA
VI. Trabajadores manuales cualificados.
VIIa. Trabajadores semicualificados y sin cualificar no agrarios.
VIIb. Trabajadores agrarios.
Posteriormente Goldthorpe modificó este esquema presentando el siguiente (Feito, 1995):
1. Clases I y II. Todos los profesionales y directivos (incluyendo grandes propietarios), técnicos de alto nivel y supervisores de trabajadores no manuales.
2. Clase III. Empleados no manuales de rutina de la administración y del comercio, personal de ventas y otros trabajadores de servicios.
3. Clase IVab. Pequeños propietarios, artesanos autónomos y otros trabajadores por cuenta propia con o sin empleados (que no pertenezcan al sector primario).
4. Clase IVc. Campesinos y pequeños propietarios y otros trabajadores autónomos del sector primario.
5. Clases V y VI. Técnicos de grado medio, supervisores de trabajadores manuales y trabajadores manuales cualificados.
6. Clase VIIa. Trabajadores manuales semicualificados y no cualificados (que no pertenecen al sector primario)
7. Clase VIIb. Campesinos y otros trabajadores del sector primario.
Así pues, el procedimiento para la elaboración de esta clasificación consiste en la agrupación de aquellas ocupaciones que presentan semejanza desde el punto de vista de la situación de trabajo y de mercado y cambiando algunas ocupaciones de unas categorías a otras en virtud de su situación de empleo.
LIMITACIONES Y APORTACIONES DE LA CLASIFICACIÓN DE GOLDTHORPE
En primer lugar una crítica que se le hace desde la óptica marxista es que se trata de una clasificación donde es más preponderante lo jerárquico y lo gradacional que lo relacional5. En segundo lugar, no queda clara la demarcación conceptual de los tres componentes e, incluso, se llega a producir solapamientos en algún caso3. Así, por ejemplo, la supervisión aparece como una característica tanto de la situación de trabajo –"localización en la jerarquía de autoridad y control"– como de la situación de empleo, en la que se incluye no sólo la relación con los medios de producción sino también la relación con el sistema de autoridad y control. Y, en tercer lugar, otro de los inconvenientes de la clasificación es la heterogeneidad de la clase de servicio que incluye tanto a aquellos que se encuentran al servicio de la clase capitalista como a profesionales superiores que trabajan por cuenta propia y a los propietarios de los medios de producción4.
No obstante, la aportación teórica más relevante de Goldthorpe a la conceptualización de la estructura de clase es su reflexión sobre la clase de servicio. Como el propio Goldthorpe señala6, la idea de clase de servicio tiene un origen marxista, concretamente en Renner, para quien esta clase se diferencia de la clase obrera porque el trabajo que realiza es un trabajo no productivo, es decir, no constituye una fuente de plusvalía. Además, según este autor, una diferencia aún más básica entre "la relación de servicio" y la relación entre el empleador y el obrero asalariado reside en su contenido moral, ya que la primera relación, a diferencia de la segunda, envuelve necesariamente una buena dosis de confianza.
Goldthorpe añade que en la relación de servicio se encuentran implícitas recompensas de carácter esencialmente prospectivo –aspectos que no se dan en el caso de la relación entre los obreros asalariados y el empleador–, como son los acuerdos sobre los incrementos en la remuneración, sobre la seguridad en el empleo y tras la jubilación y, sobre todo, las oportunidades de promoción. Para Goldthorpe la característica definitiva de las ocupaciones de la clase de servicio es que implican ejercicio de autoridad y/o conocimiento especializado y experto y sus ocupantes realizan tareas con un grado significativo de autonomía y discrecionalidad. La existencia de dos subgrupos se debe a que en uno de ellos –los directivos– se delega autoridad y en el otro –los profesionales– se delega conocimiento especializado y experto.
CLASIFICACIÓN DE CLASE SOCIAL PROPUESTA POR LA SOCIEDAD ESPAÑOLA DE EPIDEMIOLOGÍA (SEE)
En 1995, un Grupo de Trabajo de la SEE7 hizo una propuesta de indicadores de clase social para su utilización en la investigación y en la práctica de la salud pública en España. Este Grupo de Trabajo propuso una clasificación de clase social siguiendo el modelo de Goldthorpe, cuyas categorías son las siguientes:
I. Directivos de la Administración Pública y de empresas de 10 o más asalariados. Profesiones asociadas a titulaciones de segundo y tercer ciclo universitario.
II. Directivos de empresas con menos de 10 asalariados. Profesiones asociadas a una titulación de primer ciclo universitario. Técnicos y profesionales de apoyo. Artistas y deportistas.
IIIa. Empleados de tipo administrativo y profesionales de apoyo a la gestión administrativa y financiera. Trabajadores de los servicios personales y de seguridad.
IIIb. Trabajadores por cuenta propia
IIIc. Supervisores de trabajadores manuales
IVa. Trabajadores manuales cualificados IVb Trabajadores manuales semicualificados
V. Trabajadores no cualificados.
Antes de hacer la propuesta, el Grupo de Trabajo de la SEE revisó los dos modelos de estructura de clase más relevantes en la actualidad: el del neoweberiano Goldthorpe y el del neomarxista Wright. Lo primero que se detectó después de la revisión fue que el grado de semejanza entre ambos modelos era alto. Así, en la teoría de Wright las posiciones de clase vienen definidas por tres criterios: control sobre el capital de inversión, control sobre los medios físicos de producción y control sobre el trabajo. Según esto, en los asalariados se pueden distinguir tres clases: la clase obrera, que ocupa una posición subordinada en las tres dimensiones, los directivos y supervisores que ejercen un grado de control sobre los medios físicos de producción y sobre el trabajo ajeno y, finalmente, los profesionales y técnicos sin funciones de supervisión pero con un cierto grado de control sobre su propia actividad en el proceso del trabajo5. Es decir, se observa que las relaciones clásicas de explotación en la teoría marxista son desplazadas por las relaciones de dominación y subordinación, al menos en lo que concierne a la nueva clase media. Por tanto, resulta sorprendente que los neomarxistas critiquen el modelo de estructura de clase de los neoweberianos por su naturaleza gradacional, cuando la autoridad de supervisión, el control sobre los medios físicos de producción o la autonomía en el proceso del trabajo que incluyen en su propuesta son también una cuestión de grado.
Igualmente se observó la incorporación del mercado en el modelo neomarxista. Así, con posterioridad al planteamiento de su teoría inicial, Wright señaló que la forma dominante de explotación en la sociedad capitalista es la basada en la propiedad privada de los medios de producción, pero que también hay formas subsidiarias de explotación derivadas de la distribución desigual de otros bienes productivos, como son las cualificaciones profesionales –especialmente aquellas cuya oferta se restringe artificialmente mediante mecanismos credencialistas– y los bienes de organización8. Según Wright, los poseedores de estos bienes de cualificación y organización pueden a través del mercado explotar el trabajo de otros trabajadores, aún cuando ellos sean explotados por capitalistas.
Una vez que se comprobó la semejanza entre ambos modelos, la elección del modelo de Goldthorpe se basó en tres consideraciones, una de carácter empírico y dos de carácter pragmático. La consideración empírica procede de los resultados obtenidos en España con el Proyecto Internacional de Investigación sobre Estructura, Conciencia y Biografía de Clase dirigido por el propio Wright. En la tabla 1 se muestra la distribución de los individuos incluidos en el estudio; concretamente, se observa cómo se distribuyen en la clasificación de Goldthorpe los individuos asignados a cada una de las categorías de la clasificación de Wright. Los resultados de este proyecto pusieron de manifiesto que el modelo de Wright no era el que mejor se ajusta al caso español3. En este proyecto se planteó que una de las cosas que la clase debería explicar son los ingresos, en cuanto indicador de privilegio de los intereses materiales. Sin embargo, el modelo de Goldthorpe obtuvo un mejor resultado global que el modelo de Wright. Esto se atribuyó a la gran cantidad de trabajadores autónomos en España –pequeña burguesía en la clasificación de Wright–, ya que el modelo de Wright se adecua mejor a países de capitalismo avanzado con una tasa alta de asalariados. De hecho, cuando se excluía a los autónomos, la varianza explicada por el modelo de Wright era más alta.
Por su parte, la primera consideración pragmática que influyó en la elección tuvo que ver con la mayor cantidad de información que se necesita para asignar a los individuos a las categorías de clase social de Wright que a las de Goldthorpe9. El objetivo de una propuesta de esas características debe ser su adaptación a cualquier método de recogida de datos. En este sentido, por diversas razones, en algunos instrumentos rutinarios de recogida de datos, como pueden ser los registros, es necesario reducir al mínimo el número de preguntas para clasificar a los individuos en relación con una sola característica. En cambio, la asignación de los individuos a cualquiera de las categorías de clase social de Goldthorpe sólo precisa dos preguntas: la ocupación desempeñada, por un lado y la situación de empleo, por otro. Además, la actual Clasificación Nacional de Ocupaciones de 1994 (CNO-94)10 facilita que esto sea así, debido a que en su concepción no sólo se han tenido en cuenta los aspectos relacionados con el conjunto de tareas que constituyen un puesto de trabajo, sino también aspectos relacionados con la propiedad de los medios de producción, con la labor de supervisión y con el grado de cualificación de acuerdo a la titulación académica. Igualmente, hay que señalar que en la clasificación propuesta por el Grupo de Trabajo de la SEE se utilizan 10 o más asalariados en lugar de 25 o más, como propuso Goldthorpe, porque así es como aparece en la CNO-94.
La otra consideración pragmática fue la posibilidad de establecer comparaciones con otros países. Hasta ahora, la incorporación de la clasificación de Wright en la investigación y en la práctica de la salud pública es testimonial, debido a que en casi todos los países es prácticamente imposible elaborar esta clasificación con la información disponible. En cambio, la clasificación de Goldthorpe se ha aplicado en varios países tanto para los estudios de estratificación social y movilidad social, como para los estudios de diferencias socioeconómicas en salud11,12.
EL PROBLEMA DE LA VALIDACIÓN DE LAS CLASIFICACIONES DE CLASE SOCIAL
Una de las limitaciones señaladas con frecuencia es la falta de validación empírica de los modelos de estructura de la sociedad en clases sociales13. Sin embargo, no es fácil validar una clasificación que representa la operacionalización de un constructo teórico. La alternativa, sin duda, es establecer hipótesis acerca de los resultados que se observarán al utilizar esa clasificación para diferenciar a los individuos en relación a varios aspectos. Así, por ejemplo, como se ha señalado, el Proyecto Internacional sobre Estructura, Conciencia y Biografía de Clase realizado en España puso de manifiesto que el modelo de Goldthorpe explicaba mejor que el modelo de Wright la variación en los ingresos.
De igual forma, podría establecerse una hipótesis acerca de cual será el comportamiento de la salud en las diversas categorías de la clase social. En este sentido, el Grupo de Trabajo de la SEE se planteó la hipótesis de que no existe un umbral por encima del cual los individuos están protegidos contra la enfermedad, sino que la relación entre la posición jerárquica en la clase social y la salud es lineal; es decir, se planteó contrastar una de los hallazgos más consistentes de la amplia evidencia empírica sobre desigualdades en salud. Para ello se utilizó una fuente de datos que contenía la información apropiada para elaborar la clasificación propuesta. Concretamente, se usó la Encuesta de Población Activa del segundo trimestre de 1994, en la que el Instituto Nacional de Estadística utilizó por primera vez la CNO-94. A partir de esa fuente de información se estimó el porcentaje de población ocupada que no trabajó en la semana anterior a la entrevista por enfermedad o accidente. Los resultados aparecen en la tabla 2 y en ella puede observarse la relación lineal entre la clase social y la restricción de actividad laboral por motivos de salud. Este resultado apoyaba la validez del modelo propuesto por el Grupo de Trabajo.
Tabla 2 Restricción de actividad laboral por enfermedad o accidente durante la semana anterior a la entrevista.
Porcentaje | Razón de porcentajes ajustados por edad | |||||
Hombres | Mujeres | Hombres | Mujeres | |||
I | 0,7 | 0,6 | 1,00 | 1,00 | ||
II | 1,4 | 1,5 | 1,88 | 2,57 | ||
IIIa | 1,6 | 1,1 | 2,29 | 2,26 | ||
IIIb | 1,9 | 2,3 | 2,32 | 2,64 | ||
IIIc | 2,2 | – | 2,88 | – | ||
IVa | 2,6 | 2,0 | 3,81 | 3,35 | ||
IVb | 2,2 | 1,7 | 3,13 | 2,99 | ||
V | 3,6 | 2,8 | 5,01 | 3,68 |
Fuente: Encuesta de Población Activa, 2º trimestre de 1994 Base: población ocupada de 20 y más años de edad
La información disponible en esa fuente de datos no permite elaborar la clasificación de Wright y, por tanto, no se pudo contrastar esa hipótesis con el modelo propuesto por ese autor. En cualquier caso, la pertinencia del planteamiento de una hipótesis acerca de la relación lineal entre la clase social y el nivel de salud utilizando el modelo de Wright es discutible. Como se ha comentado, aunque este modelo incorpora relaciones jerárquicas en la clasificación en base a la posesión de bienes de organización y cualificación, establece primero una división de los individuos en base a una relación cualitativa, como es la posesión o no de los bienes productivos. Por tanto, si en el modelo de Wright aparecen aspectos cualitativos y cuantitativos, ¿hasta qué punto es adecuado utilizar la misma hipótesis y/o la misma técnica de contratación cuantitativa para validar ambos modelo? En este sentido, los mejores resultados obtenidos por el modelo de Goldthorpe en el Proyecto Internacional de Investigación sobre Estructura, Conciencia y Biografía de Clase pudieron deberse a que la técnica de análisis utilizada para el contraste es más apropiada para clasificaciones con una ordenación jerárquica.
En cualquier caso, conviene tener en cuenta que la confirmación de cualquier hipótesis con estos modelos de clasificación no demuestra la validez del constructo teórico, sino que sólo apoya la presunción de que la clasificación utilizada está bien elaborada para lo que se quiere medir.
EL PROBLEMA DE LA UTILIZACIÓN DE LA CLASE SOCIAL COMO VARIABLE INDEPENDIENTE.
Estas clasificaciones de clase social constituyen la operacionalización de teorías que intentan explicar la estructura social, es decir, su elaboración constituye un fin en sí mismo y no están pensadas para servir de variables explicativas de otras variables dependientes. Por ello, cuando se encuentra una relación entre la clase social y una variable dependiente en el análisis empírico, es difícil determinar qué aspecto de la conceptualización teórica es el principal responsable de esa asociación.
Esta afirmación puede interpretarse como una aproximación reduccionista de la realidad; sin embargo, no puede ser de otro modo debido a las limitaciones que el empleo de los métodos y las técnicas de las ciencias de la naturaleza supone para el estudio del hombre y la sociedad14. Esta limitación se manifiesta sobre todo aquellas situaciones en las que el efecto de la clase social sobre un determinado problema de salud desaparece cuando en el análisis se controla por diversas variables que son indicadores de los mecanismos intermedios de la asociación entre la clase social y el problema de salud. En estos casos en los que la asociación estadística desaparece, se asume que la asociación ha sido explicada por esas variables, pero no se señala de manera suficientemente explícita que el efecto primario es el efecto de la clase social debido, precisamente, a la dificultad en identificar qué aspectos concretos de la posición socioeconómica de los individuos fueron los determinantes de la aparición de muchos de esos factores intermedios.
Conviene señalar en cualquier caso que, desde un punto de vista pragmático, la información que aportan otros indicadores simples, como el nivel de ingresos, la titulación alcanzada, la situación laboral o el grado de control y autonomía en el trabajo, es probablemente más relevante que la que ofrece la clase social de cara a una acción política que pretenda transformar la situación económica y social de los individuos que están en peores condiciones.
Las diferencias en mortalidad según el nivel de estudios en los jóvenes españoles constituye un claro ejemplo. Concretamente, en Madrid y en Barcelona se ha observado que los jóvenes de 25 a 34 años sin estudios tienen una mortalidad entre 6 y 7 veces mayor que los jóvenes de esa edad con estudios de segundo grado y superiores15,16. La mayor parte de esa mortalidad se debe al consumo de drogas por vía parenteral y sus consecuencias en forma de muertes por sobredosis y sida. Sin duda, cuando aparecen nuevos riesgos para la salud en una sociedad, como en su día fue el consumo de drogas por vía parenteral, los individuos con mayor capacidad de recursos económicos y sociales tienen más posibilidades de evitar la adquisición de esos riesgos y de minimizar las consecuencias negativas de los mismos para la salud. Un nivel de estudios elevado no sólo facilita el logro de todos esos recursos, sino que además permite el desarrollo de la capacidad cognitiva, lo que posibilita hacer frente a las situaciones. Diversos estudios observacionales basados en el seguimiento de un grupo de individuos desde su nacimiento así como estudios de intervención han demostrado que cuanto mayor es el nivel de estudios alcanzado menores son las probabilidades de que aparezcan problemas de salud17,18. En este sentido, una auténtica política intersectorial de salud pública en España debiera haber combinado las actuaciones dirigidas a la minimización de los efectos del consumo de drogas sobre la salud con intervenciones encaminadas a lograr el interés y el entusiasmo por la educación en los padres y en los hijos de los grupos socioeconómicos bajos, ya que el desarrollo intelectual y emocional de los niños en estos grupos de población evita extraordinariamente la espiral de abandono precoz del colegio, desempleo, conductas nocivas para la salud, problemas psicosociales, mayor frecuencia de enfermedades, etc.
Otra limitación que surge al utilizar la clase social como variable independiente es la imposibilidad de incluir a la población que no tiene una ocupación, como son los parados, las personas dedicadas a las labores del hogar, los estudiantes, los jubilados y los que no realizan un trabajo por enfermedad o lesión. La mayoría de las personas excluidas tienen una frecuencia de problemas de salud mayor que las personas ocupadas, por lo que la magnitud de las desigualdades en salud según la clase social puede ser más alta en una población que en otra simplemente porque la tasa de paro en la primera es menor que en la segunda. En cambio, estos problemas no surgen cuando se utilizan otros indicadores del nivel socioeconómico que pueden aplicarse a todos los individuos, como titulación alcanzada, nivel de ingresos u otros indicadores de riqueza material.
Finalmente, es preciso mencionar el uso de la clase social como variable independiente de control en lugar de cómo el objeto principal de análisis y las dos concepciones contrapuestas sobre este asunto –aunque en este caso se trata de consideraciones que afectan a cualquier otro indicador del nivel socioeconómico–. Su utilización como variable del control, al igual que la edad o el género, se justifica por su gran asociación con todos los aspectos relacionados con la salud. Pero mientras que unos autores critican que no se valore suficientemente las razones de esa asociación tan intensa, a pesar de que se considera necesaria su inclusión en el análisis19, otros autores defienden precisamente la inclusión como variable de control por su intensa asociación con la mayoría de los factores relacionados con la salud20. Estos últimos señalan como ejemplo que el efecto del tabaquismo sobre la mortalidad por diversas enfermedades estaría sobrestimado si no se tuviera en cuenta la clase social, debido a que la prevalencia de tabaquismo es más frecuente en las clases sociales más bajas y a que esas clases sociales bajas presentan también la mortalidad más alta, independientemente del tabaquismo.
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Enrique Regidor (1) (1) Miembro del Grupo de Trabajo de la SEE que elaboró la propuesta de medición de la clase social. Correspondencia: Enrique Regidor. Ministerio de Sanidad y Consumo. Paseo del Prado 18-20. 28071 Madrid
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