Crítica literaria finisecular (Cuba). Tendencias, Personalidades, Publicaciones (página 2)
Enviado por Yaumara Esquivel Rodr�guez
La mayor parte de la crítica cubana de poesía nos ha hecho creer que la lucha coloquialismo/hermetismo es el motor de la misma, y si bien es cierto que la literatura es agonística, también lo es que los polos en conflicto rebasan el válido intento de legitimación de las opciones formales. Luchan las opciones conceptuales, las corrientes de pensamiento, los autores que las defienden y ejecutan artísticamente. Y, nota curiosa, muchos de ellos suelen practicar una especie de ruptura continua, de perenne superación entre un cuaderno y otro, entre una etapa y la siguiente, de riesgo imparable que asimila el romper con la corriente en boga y, si urge, regresar a ella para romper con la otra y así hasta el infinito. Tales autores devienen integradores, cósmicos, porque arramblan con todo y se valen de todo y son, para mi gusto, los esenciales no solo dentro de la poesía cubana, sino dentro de La Poesía.
En la critica literaria cubana hubo tendencia positivas y negativas, lasa positivas inducían al fortalecimiento de la nacionalidad cubana y a la toma de conciencia de nuestra realidad, en ese sentido la critica contribuyo a la lucha por el progreso social cubano y al mismo tiempo sirvió de instrumento esencial en el desarrollo de la expresión de la literaria de nuestro país.
Este fue un periodo de fecundo trabajo intelectual y de confrontaciones entre autonomistas e independentistas. Los oradores autonomistas pretendían convencer al pueblo de que todavía España podía ofrecer reformas, mientras los intelectuales independentistas buscaban la manera de difundir sus ideas.
La crítica fue notablemente cualitativa y cuantitativa.
Algunos exponentes de la Crítica Literaria.
En la crítica literaria cubana hubo tendencias positivas y negativas y se divide en dos etapas:
1– Ricardo del Monte, Rafael Maria Merchan, Manuel Sanguilì, Enrique José Varona, Rafael Montoro y Enrique Piñeyro.
2– Manuel de la Cruz, Emilio Bobadilla, Fraí Candil, Aurelio Mitjan, José de armas y Cárdenas y José Martí.
José Martí Pérez.
Para los hombres del siglo XIX, para los románticos de esa centuria, el teatro tenía un protagonismo enorme. Y Martí es un admirador del teatro durante toda su vida. Además, le atribuye al teatro toda esa relación protagónica, con la conformación de un discurso nacional de la cultura, con la identificación de los valores nacionales y culturales a través del teatro, que era una tarea en que se esforzaron muchos escritores cubanos y americanos a lo largo del siglo XIX.
Martí comienza a hacer su trabajo profesional en México. Ya, de hecho, es un profesional del periodismo. Ya trabaja en una revista -la Revista Universal-. Ahí vamos a encontrar crítica literaria de muy altos quilates donde Martí está manejando toda una serie de conceptos muy modernos que lo acercan a la literatura finisecular, que lo van despegando de los criterios ortodoxos románticos, y ya está hablando en términos sinestésicos, por ejemplo, ya está hablando de una poesía como la que estaría haciendo Verlaine en Francia, o sea, está hablando ya de la famosa transposición de los sentidos que hace de la poesía la abanderada del discurso literario y, luego, va a marcar toda la poesía del siglo XX. O sea, Martí está ya en posesión de esos recursos en su etapa mexicana y va a hacer una crítica literaria -y una promoción cultural- desde el momento en que el cubano José White cruza por México para ofrecer sus conciertos.
Del pensamiento revolucionario de José Martí que recondujo a la organización de la guerra necesaria contra la metrópolis española pero también contra el creciente poder imperialista norteamericano, emerge su creación literaria que patentiza su sentido militante del arte y la literatura como se desprende de su excelente labor critica, emancipada de todo colonialismo cultural.
Martí corta tajantemente con la caduca idea de la dependencia cultural de nuestra América. Evidencia de profundo y arraigado sentimiento americanista que lo lleva a subrayar todo elemento positivo para nuestra cultura, para nuestros pueblos. No desecha lo universal pero lo contempla similado a lo genuinamente propio. Para el criticar es ejercer el criterio.
Emilio Bobadilla
La critica burlesca.
Al igual que Martí, no creía en la doctrina del arte por el arte. Como militante de ideas literarias, empleaba una forma periodística de combate en la crítica, que con el tiempo fue afinándose un tanto.
Valiéndose del seudónimo de Fray Candil, de crítico burlón; y por su agresividad gano rápido renombre con los artículos que publicaba en los periódicos.
En Bobadilla parecía haberse estereotipado el procedimiento de juzgar un libro en cuatro palabras, mientras mas zahirientes mejor.
Unos cuantos párrafos salteados son suficientes para apreciar que en este trabajo Fray Candil, en vez de hacer critica zumbona, se dedico a comentar seriamente la labor de Varona, y a sostener precisamente todo lo contrario de lo que dijo en Escaramuzas.
Piñeyro en la crítica.
Abundante fue su labor como crítico literario, dispersa buena parte de ella en los periódicos que dirigió, y en la Revista Cubana y Hojas Literarias con los seudónimos de A. T. y P. Niño. Solo en parte recogió su producción crítica en volúmenes. En volumen independiente dio a la estampa un ensayo crítico y biográfico sobre otro poeta, Manuel José Quintana.
Hay un libro de Piñeyro en el cual mejor que a ningún otro se funden sus sobresalientes aptitudes de crítico y de biógrafo: Vida y escritos de Juan Clemente Zenea, contribución de altísimo valor para la historia de las letras de Cuba.
Tanto en la critica como en los estudios históricos, Piñeyro elude, por lo general, las afirmaciones extremas, pero toma partido siempre entre dos tendencias contrapuestas, y refuerza su modo de pensar con razones categóricas, sin que deje de invocar, cuando el caso lo merece, otras opiniones que le prestan mayor autoridad. Expone su criterio con serenidad, sin exaltaciones.
Del Monte
En la escasa producción literaria de del Monte hay que tener en cuenta otros trabajos que ponen de relieve su variada cultura y su penetración critica: uno es su homenaje (Mi deuda) a la memoria de Julián del Casal, que nos da testimonio del afán con que Del Monte estudiaba las nuevas tendencias literarias que se abrían paso en aquel momento; otro, la extensa carta-prologo que escribió para Noche trágica, deficiente boceto de novela de Arturo R. de Carricarte. Junto a estos escritos cabe colocar, aunque ahí se atención se divide entre la literatura y la política, el ensayo que puso como prólogo a los discursos de Rafael Montoro.
Morúa Delgado
Novelista y crítico.
La mayor actividad de Morúa Delgado en el campo de las letras se desarrolla de 1890 a 1896. Además de sus novelas, con las cuales introduce el naturalismo en las letras cubanas, Morúa sentó plaza de crítico en su folleto acerca de las novelas del señor Villaverde, en el que examina preferentemente los aspectos que considera negativos en el más celebrado de los novelistas cubanos; y también en dos trabajos que dio a conocer en la Revista cubana.
Manuel De la cruz.
Poseía una imaginación desbordada un estilo nervioso pleno de coloridos un modo estilístico que lo describe a la corriente impresionista a la que también se proyecto la breve obra de Julián del Casal.
Ya sabemos de Heredia, Milanés, Luaces, Fornaris, El Cucalambé, Acosta, Pedroso, Guillén, Piñera, Escardó, Retamar, Padilla, César López, Rodríguez Rivera, y más recientemente Delfín Prats, Rodríguez Santana, Arcos, Fernández Larrea, Damaris Calderón, Odette Alonso, Ponte, García Montiel, Almanza, García Blanco, Flores, Yamil Díaz, Omar Pérez, Camilo Venegas, La Avellaneda, Casal, Boti, Poveda, Brull, Florit, Lezama, Baquero, César López, Francisco de Oraá, Nogueras, Novás, Escobar, Manzano, Almanza, Méndez, Reina María, Sánchez Mejías, Ricardo Alberto Pérez, Omar Pérez, y otros.
Algunas Publicaciones de la Crítica Literaria.
La Habana Elegante
El 16 de agosto de 1891 se despide la revista de sus lectores y se refunde con la revista La América, bajo el rubro de La Habana Literaria, que puede considerarse sucesora, por muchas de sus características, de La Habana Elegante. Ésta reapareció, continuando la numeración de la etapa anterior, el 8 de enero de 1893.
Las composiciones literarias que aparecen en lo que pudiera considerarse primera etapa de la revista, están inscritas dentro de la línea estética del romanticismo.
Paulatinamente la revista fue encauzándose hacia los terrenos literarios, tanto de la creación como de la crítica. Al reaparecer la publicación en 1893, fue el órgano de la corriente modernista y se convirtió de lleno en una revista literaria, estimada no sólo en Cuba, sino también en Centro y Sudamérica. Su papel y sus grabados fueron de primera calidad; se percibe una fuerte orientación francesa, que abarca desde los artículos periodísticos hasta los propios grabados. Cuentos, poemas, leyendas, noveletas, artículos costumbristas, modas, noticias culturales, crítica literaria, deportes, trabajos sobre artes plásticas, historia, ciencias, crítica teatral y musical, tuvieron cabida en sus páginas.
La Habana Literaria
(La Habana, 1891-1893). Revista quincenal ilustrada. Surgida de la refundición de la proyectada revista La América y La Habana Elegante, comenzó a salir el 15 de septiembre.
Aparecieron poemas, cuentos, críticas, trabajos históricos, notas bibliográficas, artículos sobre arte y noticias culturales. Entre los destacados escritores cubanos que colaboraron en sus páginas, figuran Julián del Casal, Enrique José Varona, Manuel Sanguily, Antonio Zambrana, Raimundo Cabrera, Nicolás Heredia, Martín Morúa Delgado, Aurelia Castillo de González, Esteban Borrero Echeverría, Manuel de la Cruz, Mercedes Matamoros, Pedro Santacilia, Rafael Montoro, Enrique Fontanills, Pablo Hernández, José María de Cárdenas y Rodríguez, Eusebio Guiteras, Rafael María Merchán, Juana Borrero, Julio Rosas (seud. de Francisco Puig de la Puente), Alfredo Zayas -quien escribía bajo el seudónimo El habanero-, Antonio González Curquejo y Ramón Meza. Aparecieron composiciones poéticas de Rubén Darío, Manuel Gutiérrez Nájera y otros.
Hojas Literarias
(La Habana, 1893-1894). Revista mensual.
Fue «redactada íntegramente» por Manuel Sanguily, aunque en alguna ocasión dio cabida a trabajos de Enrique Piñeyro.
En el número inicial Sanguily manifestaba las ideas que lo guiarían para llevar a cabo su cometido, y expresaba entre otras cosas que Lo único que ahora me es dable asegurar, y puedo desde luego asegurarlo, es que impresionista o no, procuraré con cuidado librarme de la crítica de temperamento. Si mi admiración puede llegar a ser grande, me abstendré en todo caso de ofender y -mucho más- de injuriar a nadie, pues no concibo que los hombres merezcan ni compasión ni ira por las ideas que sustenten o profesen de buena fe. Aparecieron trabajos de crítica literaria, tanto de obras editadas en Cuba como en el extranjero. Pero como afirma Henríquez Ureña en su obra antes señalada, … no era la crítica literaria la que atraía la atención preferente de Sanguily, pues su mayor interés se concentraba en aquellos temas que tuvieran relación con el proceso político de Cuba.
La agitación política de la isla en vísperas de la guerra que estallaría en febrero de 1895, hizo que se suspendiera su publicación.
Los Pinos Nuevos (Martí)
La revista de cuba que tenía un positivo valor intelectual.
La revista cubana (Enrique José varona)
El fígaro.
La crítica literaria y estética en el siglo XIX cubano (1968) según el propio
Vitier, lo verdaderamente creador de nuestro siglo XIX fue siempre de signo
Independentista.
NO DEBE JUZGARSE CON EL SENTIMIENTO LAS OBRAS LITERARIAS.
EL CRITICO DEBE VER Y DEDUCIR, DEBE ANALIZAR, PRESUMIR EXPLICAR Y ADIVINAR DE LOS POETAS DE LA GUERRA SU LITERATURA QUE NO ESTABA EN LO QUE ESCRIBÍA SINO EN LO QUE HACÍA.
José Marti
Yaumara Esquivel Rodríguez
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