Crítica literaria finisecular (Cuba). Tendencias, Personalidades, Publicaciones
Enviado por Yaumara Esquivel Rodríguez
Tomemos de Martí esta enseñanza:
"Criticar, no es morder, ni tenacear, ni clavar en la áspera picota, no es consagrarse impíamente a escudriñar con miradas avaras en la obra bella los lunares y manchas que la afean; es señalar con noble intento el lunar negro, y desvanecer con mano piadosa la sombra que oscurece la obra bella. Criticar es amar."
LITERATURA CUBANA FINISECULAR: UN BALANCE POSIBLE
Es curioso cómo los fines de siglo -del XVIII a la fecha- han coincidido con períodos favorables para el desarrollo de la literatura cubana. Las décadas finales de estas centurias han sido testigos de diversos procesos de maduración y creatividad que han marcado algunas de las etapas más pródigas, complejas y definitorias de la literatura nacional.
La Cuba finisecular del XX reproduce las dos tendencias culturales de la Cuba finisecular del XIX: la crítica positivista o positivizante (cientificista, descriptiva y reformista, sujetas las manos y los pies y la cabeza a lo posible) frente a la creación martiana, al espíritu revolucionario.
El siglo XIX define y fortalece la nacionalidad cubana, es mas la nacionalidad se transforma en nación mediante la lucha armada para conquistar la independencia por lo tanto dicho proceso no se efectuó de manera clásica y serena sino muy al contrario mediante confrontaciones violentas.
El antagonismo fundamental existente entre los nacidos en esta tierra y los peninsulares llegados de Europa representa el eje de nuestra historia, cabe añadir los enfrentamientos entre la embrionaria burguesía y los obreros campesinos y esclavos como expresión antillana de la lucha de clases, motor impulsor de la historia.
Ocurre un desprendimiento de la regulaciones axiológicas procedentes de la metrópolis española pero al rechazar este maestrazgo se acogen a las teorías provenientes de la literatura francesa que ejercería un predominio bastante fuerte sobre la creación insular.
Se debe tener en cuenta al intentar una investigación sobre la crítica literaria cubana del siglo XIX el carácter esencialmente colonizado que la distingue que delata de inmediato que la actividad critica que se efectuaba era un eco o resonancia de lo que se hacia en la metrópolis europea aun cuado afines de esa centuria aconteció el alejamiento de los lazos que nos ligaban a las pautas de la critica española lo que prevalecía fue un sometimiento casi total a las normas que partían de la estética y la critica francesa.
Las últimas décadas del siglo XIX exhiben un equipo notables de críticos literarios como no podría hallarse durante este periodo en otros países latinoamericanos.
La décadas finales del XIX, por su parte, luego de la paz precaria lograda tras del Pacto del Zanjón y con el ambiente conspirativo que culminaría en la guerra independentista iniciada en 1895, fueron el espacio crítico propicio para la maduración de dos procesos estéticos de enorme trascendencia para la literatura del país (e incluso de la lengua): de un lado la conformación definitiva de su novelística, forjada entre el costumbrismo, el romanticismo tardío y el realismo, gracias a novelas como Cecilia Valdés, de Cirilo Villaverde, junto a la cual aparecen las obras de Ramón Meza, Nicolás Heredia, etc.; y, por otro camino, la culminación del modernismo poético americano, que tiene en Cuba a dos cultores de la talla de José Martí y Julián del Casal -quienes, junto a Rubén Darío, forman el trío magnífico de esa tendencia poética, la primera totalmente forjada en tierras americanas y con capacidad para influir las viejas escuelas europeas.
Concluía la primera etapa de la guerra de independencia con el pacto del Zanjón se produce en los años siguientes un momento de extrema laboriosidad intelectual, de choque ideológicos que dan perfil singular a estos años caracterizados por Martí como el reposo turbulento. Varios prosistas que habían intervenidos de algunas forma en la guerra efectúan una novedosa tarea en el ámbito de la critica con indudable acento sociológico en la mayoría de ellos.
Durante el periodo que subsigue a la Paz del Zanjón tuvo vida fecunda el periodismo, y esta circunstancia favoreció el desarrollo del ensayo, no menos que el de la crítica literaria.
En este periodo la crítica finisecular descansa generalmente en el impresionismo.
No es casual, por supuesto, que estos períodos finiseculares, convulsos y agónicos, pero a la vez feroces para la cultura, generan dos de los eventos más importantes de la historia del país: la forja de los primeros caracteres diferenciadores de una nacionalidad y el nacimiento de una república cubana, oficialmente independiente -aunque mediatizada por la intervencionista Enmienda Platt.
La tendencia científico – naturalista y de rechazo a la escolástica que domina la primera mitad del siglo XIX cubano se reafirma aún en la segunda mitad con el auge del positivismo, que trajo aparejado importantes progresos sociales de orden práctico y un renovado interés por el estudio de las ciencias y las bases científicas del conocimiento.
La crítica de poesía en nuestra patria han estado vinculadas a los avatares de la historia y la política y han admitido los más variopintos papeles en tales juegos de abalorios (a favor, en contra, para denunciar, para sugerir, para esconder) ya sabemos de Heredia, Milanés, Luaces, Fornaris, El Cucalambé, Acosta, Pedroso, Guillén, Piñera, Escardó, Retamar, Padilla, César López, Rodríguez Rivera, y más recientemente Delfín Prats, Rodríguez Santana, Arcos, Fernández Larrea, Damaris Calderón, Odette Alonso, Ponte, García Montiel, Almanza, García Blanco, Flores, Yamil Díaz, Omar Pérez, Camilo Venegas, et.
Y una tercera dirección pudiera ser la indagación estética, el pulsar en los resortes del pensamiento artístico (poético) a modo de propulsor para otros pensamientos que pasan a segundo plano y se travisten en subliminales sugerencias (el filosófico, el teológico, el histórico, el político, sin duda más cercanos a las dos tendencias anteriores); en esta corriente podemos adscribir a la Avellaneda, Martí, Casal, Boti, Poveda, Brull, Florit, Lezama, Baquero, César López, Francisco de Oraá, Nogueras, Novás, Escobar, Manzano, Almanza, Méndez, Reina María, Sánchez Mejías, Ricardo Alberto Pérez, Omar Pérez, y otros. En cuanto a lo formal -y sin olvidar que no es otra cosa que la apariencia estilística de lo conceptual, puedo deslindar con claridad otras tres tendencias cuyo zigzag y continuo trenzarse con las conceptuales acaban por redondear el panorama de la poesía cubana contemporánea.
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