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Mercaderes y mercados en el antiguo Perú (página 2)


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Estas técnicas iban a ser posteriormente aplicadas, aproximadamente en 1870 John Wanamaker propietario de un establecimiento para la venta de ropa a caballeros en Filadelfia (EUA) acude a globos, desfiles, gallardetes, cartas y trajes gratuitos para promocionar su negocio. Al igual Phineas Taylor Barnun, rebasa los límites del sensacionalismo para atraer gran cantidad de asistentes a su circo al que se denominó como "El mayor espectáculo del mundo"-el cual fue llevado al cine-. Igualmente nos podemos preguntar: ¿relaciones públicas?, o quizás ¿BTL?

La especialización del trabajo en Perú:

En el antiguo Perú operó la división del trabajo, la cual se ejerció más allá de las formas de trabajo realizado por cada hombre o mujer. Existía una diversificación interétnica de las labores, la cual operaba en relación directa con los recursos naturales que poseía cada uno de los individuos en su comarca. De esta manera, los habitantes de las playas se especiaban como pescadores y salineros, los ubicados próximos a bancos de arcilla en la ollería, produciendo bienes apetecidos de ser adquiridos y consumidos por todos los miembros de la sociedad. En los valles del interior la agricultura, en las profundidades de las minas, a la explotación y orfebrería con metales preciosos. En las serranías se desarrollaba con otros tipos de productos agrícolas, al igual que la ganadería.

Se empezó a desarrollar progresivamente la especialización por oficios, teniendo como polo de desarrollo la costa central y norte del Perú. El crecimiento poblacional originó que las tierras de cultivo no alcanzaran para todos, entonces, tuvieron que dedicarse a otras actividades productivas, creándose la oportunidad de acudir a los mercados para dar salida a las mercaderías que tenían como excedentes de su producción.

Desde ya, quien producía algo sabía muy bien que tales productos no le iban a servir exclusivamente a él o su familia, pero conocía perfectamente la utilidad que dichos bienes podían satisfacer necesidades de otros miembros de la población que no los producían y en consecuencia los requerían. Con los mencionados productos excedentes, se lanzaba a la búsqueda de otro que con diferente oficio, tuviera lo que él deseaba para intercambiar sus productos.

Así fue que, en un mismo territorio o nacionalidad de la costa se especializaron como: shamanes o médicos curanderos (quienes bien merecen estudios aparte), pescadores, salineros, materos, huseros, agricultores, pescadores, chicheros, etc., las aptitudes de cada uno de los mencionados individuos los acreditaba como especialistas o profesionales en la materia. Por ello sus excedentes habrían de canjearlos con otro personaje que tuviese productos diferentes también excedentes. Ante esta incipiente transacción vale realizar una reflexión; encontramos a un sujeto con productos a ofrecer y a la vez demandar otros, y otro con las mismas necesidades pero con diferentes productos de tal modo que, ambas oferta y demanda deberían encajar perfectamente para mediar la mutua satisfacción. Estamos frente al concepto de mercado, en el que concuerdan oferta y demanda, ello logrado sin el uso de la moneda

Las comunidades serranas y de la costa sur, presentaban otra la realidad; no existían tierras individuales ni extensas, los terrenos ubicados en diversos pisos ecológicos redujeron esta posibilidad, al igual que la carencia de artesanos dedicados a tiempo completo. La producción relativamente era autosuficiente, por ello el trueque quedó limitado a unas cuantas mercaderías de carácter alimentario, ceremonial y/o sagrado. Los pequeños excedentes se permutaban en mercados (catu), situados en lugares estratégicos. Estos lugares de intercambio no se practicaban en la costa centro y norte, razón por la cual dicha zona se convirtió en el eje comercial mediante sus mercaderes.

En la sierra y costa sur apenas se distinguía al artesano del campesino, era un mismo sujeto dedicado a todos los quehaceres; agricultura, sastrería, tejeduría, ojotería, etc. De esta manera podemos citar a los cumbicamayos (tapiceros finos), los sañocamayoc (olleros) y los carpinteros quienes eran los únicos que en las serranías se les podía considerar como especialistas, pero siempre compartían su actividad con otras propias del campo.

No existían diferencias entre oficios y profesiones, artesanos, técnicos en ollería, cirugía, farmacología, adivinación, chichería, dibujo, etc.; se les denominaba camayoc en lengua quechua, es decir expertos, diestros, hábiles o sabios en algo, diferente a maestro, cuyo sinónimo es yachachic (persona que enseña algo). De las voces quechuas "experto" y "mercado" se acuña el término "catucamayoc".

Los oficios, artes, ocupaciones eran transmitidos hereditariamente, eran aprendidos dentro del ayllu, tal como lo expresa el Jesuita Anónimo: "aunque lo más común y ordinario sea que cada uno siga el oficio de su padre".

Comentario aparte merece el de "los hacedores de chicha" sea de maíz, yuca, maní, algarrobo, etc., realizado en los valles de la costa, labor que estaba a cargo de hombres. No detentaban chacras ni cultivaban, subsistían gracias al trueque de su bebida. Era así que se procuraban de maíz, lana, chaquira y otros productos. En la sierra dicha elaboración estaba a cargo de las mujeres. La chicha del litoral dio lugar al funcionamiento de tabernas (acja huasi) y del acja camayoc, su producto era infaltable en todo tipo de brindis, agasajos, festividades, trabajos comunales, etc. Si bien dicha bebida no fue considerada como sagrada, tenía una connotación muy particular en los actos ceremoniales y celebraciones de todo tipo.

Los chicheros estaban exceptuados de todo tipo de mitas (trabajo comunal), salvo caso de auténtica emergencia, como la reparación de un canal destruido por un huayco, tal como lo menciona Gregorio Gonzales de Cuenca (1566).

Los Catucamayoc:

El mercader desde la época pre Inca era el encargado de la comercialización de ciertos productos, oficiaba como intermediario entre productor y consumidor. Actuaban de manera profesional ya que era su única actividad, limitándose a "comprar" y volver a "vender", función que no sólo les permitía ganarse la vida sino acumular riquezas. Ellos no practicaban la agricultura ni la artesanía lo cual es certificado por el Anónimo de Chincha y Fray Reginaldo de Lizárraga.

Dicho comercio era realizado en su mayor manifestación en la costa norte y centro, teniendo su mayor expresión y especialización en Chincha llegando el ámbito de su comercialización hasta la altiplanicie del Collao, mercadeando mates, pescado y caracolas, productos de enorme demanda entre hombres y mujeres aymaras, regresando desde Puno con maíz, lana, cobre, coca, quinua, chuño y charqui. Se afirma que por mar llegaron hasta Panamá, versión que no está confirmada, pues los restos encontrados en dichas latitudes pueden obedecer a un comercio de larga distancia, realizado a su vez por mercaderes de la actual República de Ecuador, quienes tomaron el nombre de "mindales". .

Mercaderes y el Estado Inca:

La conquista Inca que anexó aquellos territorios (costa central y norteña) no detuvo el movimiento comercial y artesanal de sus habitantes. Bajo dicha dominación los mercaderes costeños continuaron con su actividad y siguieron importando mullo y caracolas, tal como antes lo habían venido realizando: "Ordenó que hubiese mercaderes, los cuales andauan por las provincias y pueblos sus mercaderías, rescatando piedras y esmeraldas, oro y plata. Y tenía mandado Tupac Inga Yupanqui que en hallando con oro plata o alguna piedra rica algún indio le hechasen mano y èste dijese dònde lo hauía sacado y quién se lo había dado. Y fue un medio este, eficacíssimo para descubrir en cada provincia gran cantidad de minas de oro y plata. Y este fue el fin e intento conque instituyó los mercaderes".

Lo expresado por Fray Martín de Mùrrua (1600), pone en manifiesto que Túpac Inca Yupanqui oficializó en el Imperio la actividad de los mercaderes.

El jesuita Anónimo de Chincha (1589), quien manifestó una entrañable simpatía por lo andino, remarca que el citado Inca legisló declarando el libre ejercicio de los mercaderes dentro del territorio imperial, cualquiera que lo deseara podía dedicarse a ello, desplazándose sin inconvenientes por cualquier sitio. Decretó por igual severas penalidades para quienes estorbaran dicha actividad, facilitándoles su comercio por el territorio.

Estos personajes además para el Estado Inca prestaron sus servicios con propósitos y fines políticos. Debido a estas prestaciones adicionales gozaron de cierta consideración, lo cual contribuiría a que se sintieran superiores a los simples "runas", (hombres comunes) eran respetados, manifestándose por ello orgullosos y altivos, vivían gozando de cierto estatus, llegando a conformar una casta preferencial.

Fue así, que los aparentemente inofensivos mercaderes, que gozaban del libre tránsito por las diversas comarcas, en múltiples casos se desempeñaban como hábiles agentes políticos del Estado, llevando la misión secreta de observar el terreno y las condiciones propicias para futuras conquistas, sondeaban las opiniones de los pobladores respecto a sus reyes y emperadores, prestaban mucha atención para con los lugares estratégicos, tanto geográficos como militares. Al regresar de su periplo suministraban toda la información referida a los lugares escudriñados.

Se presentaban igualmente situaciones en las cuales auténticos agentes políticos ("orejones") y espías del Imperio se disfrazaban de mercaderes, usualmente lo realizaban antes que el Inca emprendiera una campaña militar. Fungiendo la actividad de mercaderes, propalaban rumores sobre la divinidad del Inca, sonsacaban ideas y calibraban las fuerzas bélicas, detectaban hábilmente las fortalezas y debilidades de los territorios a conquistarse al igual de la posible aceptación de sus pobladores a la cultura incaica. (Pedro Cieza de León, 1553)

Túpac Inca Yupanqui fue quien más utilizó la estrategia de espías político-militares. Con el propósito de averiguar la situación de la selva al oeste de Quito y con la decidida intención de invadirla, remitió a los orejones, solapados de comerciantes con "rescates" (trueques), con una doble intención: sondear las opiniones de los pobladores y obtener datos fidedignos de las disposiciones bélicas. Pedro Cieza de León, relata (1544): "Hacia la parte de Levante (Antisuyo) envió orejones avisados, en hábito de mercaderes, para que mirasen las tierras que hobiese y qué gentes los mandaban".

Describe el cronista, que igual treta empleó para explorar la región situada más allá del río Maule, al sur del Imperio.

Los mercaderes espías debían por obligación conocer la lengua o dialecto del pueblo que inspeccionaban. Recorrían y hábilmente se instalaban en el catu, simulando intercambiar productos, oían, observaban y preguntaban, realizando durante dichas permanencias gran acopio de información importante. Dichos mercaderes espías no manejaban artículos de lujo, sino corrientes para tener mayor proximidad con los pobladores.

De esta manera los catucamayoc del litoral y los mindales del extremo norte (Quito) resultaron beneficiados de las ganancias obtenidas de su comercio como para alcanzar un rango social elevado. A los que cumplían funciones de confidentes políticos y de inteligencia comercial, además se les proporcionaba una renta en retribución a su aporte informativo.

A pesar de tales servicios los soberanos cuzqueños no tenían un concepto muy alturado de estos actores, es posible que su desconfianza radicara en los argumentos de venta algo exagerados que aplicaban en el acto propio del vender, ya que de otro modo hubieran recelado de sus informes presentados, Cuenta Pedro Sarmiento de Gamboa (1572) que cierta vez Túpac Inca Yupanqui se expresó de esta manera: "De mercaderes no debían fiar los capacs (señores) así de la primera vez, porque es gente que habla mucho". Algo similar a lo expresado por Platón (380 a.c.)

Sin embargo el Jesuita Anónimo (1589) acorde con sus elogios para con lo andino, los describe como gente honesta al escribir acerca de ellos por: "tratar verdad en todos sus tratos y contratos"

Por otras fuentes se tiene conocimiento, de algunos mercaderes propensos a estafar, sobornar y corromper a las autoridades, a los cuales, cuando se les detectaba, se les sentenciaba a muerte, incluyendo al juez prevaricador (Inca Garcilaso de la Vega, 1609).

Según Fray Reginaldo de Lizárraga (1605): en el reino de Chincha perteneciente al señorío de Guarco habitaban treinta mil tributarios y por no alcanzar tierra con riego para todos, el Estado Inca dispuso que diez mil quedaran como labradores, diez mil como pescadores y los otros diez mil como mercaderes, éstos últimos quedaron con: "licencia para discurrir por este reino con sus mercaderías, que las principales eran mates para beber場enidos en mucho hasta la provincia de Chucuito en el Collao, so amenaza de muerte a los contraventores de tal autorización." (Anónimo de Chincha).

Los mercaderes chínchanos llegaron hasta Quito en busca de chaquira de oro y esmeraldas. El intercambio a larga distancia se centró principalmente en bienes religiosos de caracolas marinas, artículo de gran demanda en el área andina, en especial del" Spondylus princeps", por ello se presume que su extracción se produjo en las costas occidentales de Centro y Mesoamérica lo cual originaría un tráfico considerable en las citadas costas.

Cita Pedro de Sarmiento de Gamboa (1572) que Túpac Inca Yupanqui fue informado de unas lejanas islas gracias a: "unos mercaderes de hacia el poniente en balsas navegando a la vela".

Los Catu:

Se presupone mercado al existir un productor que no consume los bienes que produce, generándose un excedente y por el otro lado un consumidor potencial que desea dichos remanentes, operándose el intercambio. El mercado actual es un mecanismo de oferta-demanda-precio, el antiguo mercado andino estaba autorregulado sin la existencia de precio, el cual no era factor preponderante en la oferta, tal como es en la actualidad. Operaba como ente de transferencia de productos de un ofertante quien a su vez era potencial demandante ante otro demandante potencial también ofertante, ejercitándose la mutua compensación con mercancías. Para dicho logro funcionaban sus propias equivalencias que sustituían a la moneda. Esa es la diferencia de este modelo con el moderno de oferta, demanda y precio.

Suele existir confusión entre feria y mercado. El primero se refiere a algo local de carácter festivo, cívico o religioso, convocaban cantidad de gente en fechas y lugares determinados que se convertían en fiesta, diversión, ejecución de penas y difusión de disposiciones superiores. La afluencia de público en los días festivos, creaba la necesidad de instalar mercados para que la gente se alimentara, o llevara mercaderías que en sus lugares no los había.

Los excedentes de producción eran llevados al catu (mercado) que alcanzaron gran importancia en el cotidiano vivir de la cultura andina.

Equivalente al catu es cusipata, sitio donde se compra y vende, en cambio aucaypata es plaza para paseo y los había en muchas ciudades y pueblos andinos.

El origen de los catu se remonta al siglo XII d.c. Durante la época de Sinchi Roca se hablaba de ellos donde los hechiceros acarreaban a: "vender muchos hechizos compuestos y algunos simples, como las yerbas del bien querer y del olvido para ofrecerlos a los hombres casados" (Fernando de Montesinos, 1642).

Pachacutec, Túpac Inca Yupanqui y Huayna Capac, promulgaron leyes a favor de los catu y se valieron de ellos para sus propagandas políticas aprovechando su periodicidad y su concurrencia masiva.

El Inca Garcilaso de la Vega (1609) relata que fue Pachacutec quien: "ordenó que cada mes hubiese tres ferias, de nueve en nueve días, para que los aldeanos y trabajadores del campo, habiendo cada cual gastado ocho días en sus oficios, viniese a la ciudad, al mercado, y entonces viesen y oyesen las cosas que Inca y su Consejo hubiesen ordenado. Aunque después este mismo rey quiso que los mercados fuesen cotidianos, como hoy los vemos, los cuales ellos llaman catu. Y las ferias ordenó que fuesen en día de fiesta porque fuesen más famosas".

Los catu se iniciaban a las seis de la mañana hasta las dos o tres de la tarde, hora en la cual los concurrentes emprendían el regreso. Reinaba el silencio, las transacciones se realizaban sin emplear la voz. Eran las mujeres que en gran mayoría acudían a él, tanto para "vender o comprar". Los catucamayoc prácticamente no acudían a estas plazas, solamente lo hacían cuando poseían excedentes que en su viaje de retorno no los habían vendido de acuerdo a sus cálculos, y lógicamente coincidía su visita a la localidad en el día preciso del catu, aparte de ello la modalidad del trueque en el catu era muy diferente a la realizada por los catucamayoc. Esto no funcionaba para con los mercaderes espías, quienes encontraban en el catu, lugar propicio para realizar sus sondeos de opinión.

Cómo se vendía en el catu:

La mujer colocaba sus mercaderías delante de ella, sea en hileras o en pequeños montoncillos y quedaba a la espera de propuestas que a su juicio fuesen interesantes, la otra mujer interesada en alguna mercadería se acercaba con su mercancía dispuesta a ofrecer, digamos ají, producto de gran demanda en los mercados. Se ponía en cuclillas colocando cierta cantidad de ají en montoncillos. La vendedora ponía los ojos sobre el ají; si le parecía poco no los cogía, significaba disconformidad en el precio. La compradora que contemplaba fijamente a la vendedora, adicionaba más ajíes; dicha operación se repetía varias veces hasta que la vendedora retiraba el ají manifestando satisfacción, hecho esto la compradora retiraba lo suyo, la transacción estaba culminada, esta operación podía durar hasta media hora, ello obedecía a que las adiciones dentro de la negociación se hacían en pequeñas cantidades, fuese uno a dos ajíes. En este lapso no se intercambiaban palabras solamente se miraban haciéndose ademanes.

Otro hecho interesante era la yapa, añadidura de lo mismo que acababa de comprarse, era una fracción pequeña otorgada en señal de buena voluntad por parte de la vendedora, era brindada de manera espontánea o por reclamo de parte. Podían darse casos, que a la yapa se añadían cosas distintas. En otras ocasiones las vendedoras daban a probar algo a sus compradoras para entusiasmarlas y motivarlas a la compra.

En los diversos catu se comercializaba gran cantidad de diversos productos, los alimenticios, los de carácter mágico, los estimulantes, el oro y plata que en la época de los Incas tenía mercado restringido, potajes preparados en las comunidades, chichas, alfarería lo cual sí estaba a cargo de varones y yerbas olorosas que causaban gran alboroto e inmediata demanda por parte de las mujeres.

La relevante presencia de la mujer en los catu refleja la división sexual del trabajo, por ser ella quién corre a cargo de la preparación de alimentos y ser un mercado potencial del comercio al detalle, destinado a satisfacer necesidades de consumo doméstico propio para la preparación de alimentos y artesanía dedicada al menaje y uso personal. En la división sexual del trabajo las compras para la comida, al igual el equipamiento del hogar están íntimamente ligados a la mujer, aún hasta nuestros días.

Conclusiones:

  • 1. Queda comprobada la existencia del comercio desde las épocas pre Inca que funcionó en base de ofertantes y demandantes. El aspecto particular del mismo, fue que en los intercambios no funcionó el dinero como intermediador transaccional, obrando las mercancías en su sustitución.

  • 2. Este sistema de comercio vía intercambio de productos, hoy comercio compensado, originó la satisfacción de las necesidades de manera horizontal y directa de los "consumidores", obviando a su la vez la búsqueda errática de mercancías anheladas al existir plazas (catu) específicas encargadas de satisfacer a plenitud dichas expectativas.

  • 3. Dentro del proceso comercial se diferencian dos categorías, que operando bajo el mismo mecanismo cubren aspectos totalmente diferenciados. Los catu, especie de mercados de abastos, para compras cada nueve días con productos de consumo hogareño y personal. Y los catucamayoc, vendedores de libre tránsito encargados de llevar y traer productos de diversas latitudes, realizando el trueque con propósito lucrativo en algunos casos, de ahí sus riquezas acumuladas que los llevó a conformar una casta.

  • 4. De las crónicas, es fácil deducir que los catucamayoc de la costa centro y del norte del territorio Inca, eran más especializados y dedicados a tiempo completo en dicha actividad, mientras que los de la serranía la compartían con otras propias de las comunidades donde habitaban.

  • 5. Esta especialización de los costeños, hizo de ellos desarrollar un argumentarlo de ventas ampliamente expositivo y descriptivo azuzado indudablemente por su afán de lucro, lo cual motivaría la declaración de Túpac Inca Yupanqui: "屵e no eran de fiar妱uot;. En cambio el de la sierra se manifestaba más parco, ya que su especialización no era la venta, sino la producción a la cual dedicaba mayor parte de su tiempo, siendo solo un ofertante ocasional.

  • 6. Los soberanos Incas se valieron de los catucamayoc para utilizarlos como su servicio de inteligencia, contribuyendo indirectamente estos personajes a la expansión del imperio.

  • 7. En los catu se acudió a la prueba del producto (degustaciones) como incentivo para inducir al potencial comprador a la adquisición del producto para él desconocido. Al igual la yapa oficiaba como aliciente para ganarse la simpatía del comprador y lograr de él un cliente a futuro (fidelización).

  • 8. Queda plenamente demostrada la creatividad aplicada al mercadeo de productos, la misma que es puramente autóctona tanto en su modalidad como en su instauración, la cual no obedece a otras culturas.

  • 9. Parte del comercio existente cesó con la instauración del colonialismo español, por la guerra encarnizada que hicieron los extirpadores de idolatrías en lo referente al intenso tráfico de las caracolas marinas, las cuales oficiaban como objetos mágicos-religiosos. Los extranjeros tomaron a su cargo el negocio de la coca y tejidos, por ser para ellos altamente lucrativos y clandestinamente, también operaron el negociar con algunas conchas marinas.

  • 10. Con la llegada de los españoles a nuestras costas se produce el mestizaje comercial y en el catucamayoc se inserta el pregonero, su símil existente en occidente. Empezará a llamar la atención con sus clásicos pregones tal como lo escribiera Ricardo Palma en sus Tradiciones Peruanas y cantara en rima de vals Alicia Maguiña.

Referencias bibliográficas:

Texto base de consulta: Espinoza Soriano, Waldemar (1987) "Artesanos, transacciones, monedas y formas de pago en el mundo andino". Tomo I. Lima. Editorial del Banco Central de Reserva del Perú.

Cronistas:

Anónimo de Chincha (¿Pablo de Castro?)

Cieza de León, Pedro de

Garcilaso de la Vega, Inca

Gonzales de Cuenca, Gregorio

Lizárraga, Fray Reginaldo de

Mùrrua, Fray Martín de

Sarmiento de Gamboa, Pedro de

 

 

Autor:

Carlos A. Polack Ramírez

Partes: 1, 2
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